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Las pandillas no se enamoran por Jane Cevik

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Los primeros rayos de sol se filtraban por la ventana de la gran habitación, las manecillas del reloj de madera daba un sonido molesto para la persona que dormía en la cama. Un sonido que no paraba, así como avanzaba cada segundo el malestar se hacía presente incrementándose poco a poco para el propietario.

—Maldito reloj —gruñó de pronto.

El sueño se fue como la simple idea de pasar más tiempo en la cama acostado, el hombre de confección delgada se levantó del colchón quitando las sábanas sobre su cuerpo, recién sus ojos se abrían acostumbrandose a la intromisión de la luz. Las gotas de agua sobre su cuerpo, tocando y resbalando por su piel tan clara, era blanquecina, para ser exactos, se sentía tan bien el tomar una ducha en el día. Al parecer el reloj que minutos antes maldecía le había brindado una gran satisfacción a su cuerpo, le relajaba tanto una ducha matutina. También le gustaba desayunar únicamente un café por las mañanas, sentir la cafeína por su garganta era un placer que no tenía las palabras para describir tal placer que provocaba en él. Claro que esto no pudo ser, después de la ducha, un sonido proveniente del celular del chico le hizo salir del baño con una toalla en la cintura y otra en su cuello.

—¿Ahora qué quieres? —Preguntó sin mas, después de que escuchara la voz de su amigo en la línea—. Tengo tiempo libre, vale, yo voy hasta allá —murmuró para finalizar la llamada.

Se vestía con algo de prisa, su amigo le había dicho con palabras breves que lo quería ver en la cafetería que quedaba cerca de su departamento en quince minutos, no le quería hacer esperar. Tardó más tiempo en escoger su ropa que en peinar su cabello, eso era algo nuevo de ver.
Salió de su departamento cuando estuvo listo, cerrando con llave éste. El bajar por las escaleras le hizo bien para distraer su mente, por primera vez no usaba el elevador, lo molesto era tener que ver al portero que siempre trataba de coquetear con él. «Tan molesto», había pensado mientras caminaba por la acera, la mayor parte del recorrido fue transcurriendo con normalidad hasta que su vista viajó a la cancha de basquétbol, donde se fijó en alguien en especial, se hubiera pasado más tiempo mirando hasta allá, pero recordaba que tenía que ver a su amigo así que siguió su camino, ahora con una sonrisa.

La cafetería no era su favorita, sin embargo tenía que reconocer que tenían un servicio estupendo, hacían sentir bien a sus clientes en ese lugar. Un café sencillo fue su pedido una vez entrara al lugar y se sentara en la primera mesa que estaba libre, al parecer su amigo tardaría un poco.

—Muchas gracias, linda —agradeció con una sonrisa al recibir el café por una muchacha que al parecer era atractiva.

—Disfrute su pedido, si quiere algo más puede pedirmelo —habló ella, aunque en su rostro el color rojizo resaltaba.

Al parecer era nueva, no la había visto antes, estaba por agradecer hasta que vio a un hombre pelinegro de tez morena, estatura baja entrando, sí, ese era su amigo.

—Hey, bro. ¿Estás bien? —preguntó cuando su amigo se acercó hasta él y se sento justo en frente. Su rostro mostraba algo de preocupación.

—Sucedió algo malo, he sido un imbécil —dijo sin poder evitar que esas palabras escaparan.

—¿Qué sucedió, bro? Vamos dímelo —el primer sorbo se hizo presente, tenía un mal presentimiento.

—Me he tirado a Seung Ri —la voz del hombre de tez morena bajó de volumen, como quién no quiere ser escuchado.

—¡¿Qué?! ¡Tú! ¡Como has podido! —era un milagro que no se hubiera ahogado con el café, agrecedía el tomar en pequeña cantidad.


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