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Imágenes. por MargyTom

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Notas del fanfic:

One-shot, hasta no sé cuándo. ¿?

Notas del capitulo:

Mi amor, te dejan latir dentro de mi. Mi amor, has encontrado la paz que estabas buscando para tu liberación.~~

 

Kyungsoo miró a través del vidrio de su ventana, desde su pequeño apartamento alquilado cuya renta apenas podía apagar. Miró los carros y personas yendo de aquí hacia allá, preguntándose si algún día llegaría a salir de nuevo, si el día en el que dejara de sentir el frío de afuera y no el calor de su pequeño hogar iba a llegar; si algún día podría retomar su vida perdida y regresar a ser quien era antes, cuando vivía en Gyeongju con sus padres, cuando pasaba tiempo con la chica que dejó de amar, con la chica que le hizo caer drásticamente.


Escapó de su lado cuando se dio cuenta de que debía valorarse un poco antes de permitir que la persona en quien más confiara le traicionara y que además siguiera haciéndolo a pesar de seguir con él.


Pero cuando se dijo a sí mismo que debía sentir algo de autovaloración, era demasiado tarde.


Cuando miró las heridas marcadas en su corazón y alma pudo notar lo terriblemente profundas que eran, pudo deducir que serían difíciles de sanar.


Aunque se decía que con mudarse e iniciar de nuevo en la capital del país iba a rehacer su vida y hacer de ella lo que le apeteciera, obviamente algo mejor, los acontecimientos negativos constantes le hacían encerrarse y aferrarse a la idea de que nunca podría sanar sus heridas, porque aún amaba a aquella persona que solo jugó con sus sentimientos. Le odiaba, y odiaba extrañarle.


Cerraba los ojos cada vez que se abrazaba a sí mismo y acariciaba sus brazos, recordando con nostalgia el tacto de las manos ajenas sobre dicha zona, y entonces una lágrima escapaba.


Sus días estaban llenos de pesadumbre. Aún no se atrevía a empezar un mundo sin tenerle su lado.


Apenas recordaba cuándo fue la última vez que salió de su apartamento desde que lo alquiló. Se había encerrado para escapar del mundo, de las personas, para ocultar sus sentimientos, para no ser lastimado nuevamente.


Aquella depresión que le acogió desde la primera vez que aquella mujer de nombre desconocido traicionó su confianza le fue consumiendo hasta llevarlo a ese punto. Hasta el punto en el que no hacía nada más que recordar los momentos que vivió con ella, los días en los que ella le transmitió una falsa felicidad, tan verdadera para él; todo aquello formaba parte del pasado, pero aún le perseguía.


Raras veces comía, estaba famélico.


No respondía a los llamados de sus padres, quienes le llamaban todos los días para saber de él, ni tampoco a los mensajes de sus amigos. Posiblemente su celular pronto se saturaría por la cantidad de mensajes y llamadas perdidas que tenía.


El pequeño cuarto que alquilaba se mantenía todos los días a oscuras, en el solo había una pequeña mesa en la que se suponía que debía comer –pero que raramente lo hacía–, frente a ella estaba el televisor de pantalla plana. Habían dos puertas al lado del televisor, las cuales eran el baño y su habitación, con una cama individual, una mesita de noche llena de sobras de cigarrillos y un teléfono de mano, un armario y una gran ventana cubierta por un cortina que le permitía la visión de todo lo que sucedía fuera de ese sucio edificio. Kyungsoo había colocado un sofá al lado de esa ventana, y ahí se pasaba la mayor parte del día después de trabajar editando los manuscritos de novelas románticas que acudían a él antes de ser publicados; fumando, o bien, bebiendo.


Llevaba la vida de un perdedor.


Las horas de dormir siempre eran arruinadas por terribles insomnios, y cuando lograba conciliar el sueño siempre era despertado por las pesadillas con aquella chica, y después empezaba a llorar, desconsoladamente, gimiendo de furia, frustración y desesperación.


Habían pasado ya siete años y su actitud infantil no le permitía continuar. Todos los días se lamentaba, porque había sido muy tonto, porque se había dejado llevar por las mentiras de alguien que nunca le quiso en realidad. Tenía veinticinco años ya, y mientras que aquella chica probablemente se había olvidado de su existencia él aún seguía derramando lágrimas.


No llevaba una vida saludable. Deterioraba su cuerpo con cortadas y quemaduras de cigarros, bebiendo todo el tiempo, volviéndose alguien alcohólico y, además, fumador. No le importaba en realidad, él solo quería morir.


Estaban en invierno y él se la pasaba solo con el pantalón de su pijama y sin camisa, no recordaba cuándo fue la última vez que lavó no solo lo que vestía en ese momento, sino también toda su ropa, regada en el piso; él estaba resfriado debido a eso, y aún en ese estado tomó una ducha con agua fría. Estando ya limpio se puso solo su bóxer y se recostó en su cama enrollándose en una bolita con sus sábanas, tratando de dormir, pues la noche anterior, tal y como casi todas las noches, había despertado luego de una pesadilla y había pasado llorando el resto de la madrugada. No había dormido ni comido nada.


El teléfono que tenía a su lado, en la mesita, empezó a sonar y al no responder sonó el correo de voz dejando escuchar la voz femenina de su madre.


''Kyungsoo-yah... ¿cómo estás? No has respondido a ninguna de mis llamadas, tu madre está preocupada, niño malcriado. Decidí viajar a Seúl para visitarte, espero encontrarte, pues no he sabido de ti. ¿Lo estás haciendo bien? ¿Estás trabajando duro? ¿Ya vas a decirme la razón por la que te mudaste? Fue tan repentino para mí... Estaré ahí en unas horas, espérame, hijo. Entonces, te dejo, te veo luego... te amo''.


Kyungsoo maldijo en sus pensamientos luego de escuchar que su madre venía en camino. Si le encontraba en ese estado, con un resfriado, el apartamento hecho un desastre, con su ropa tirada en el piso, restos de botellas de alcohol y cigarros, todo flaco y mal cuidado, se lo llevaría de regreso a casa quisiera o no. Conocía a la perfección a su madre.


Entonces, a como pudo, a pesar del cansancio que sentía se levantó de su cama y empezó a deshacerse de todo aquel desastre, tomando su ropa y tirándola amontonada en su armario, recogiendo cada cigarrillo y cada botella para echarlos al basurero del baño, y obligándose a vestirse.


Cuando estaba buscando el pantalón y la camisa que se pondría casualmente pasó por el espejo que colgaba de la puerta de su armario y se detuvo para echarle un vistazo a su rostro. Estaba de lo peor. Pálido, con los ojos enrojecidos, unas grandes ojeras, la nariz roja debido al resfriado por el que pasaba, labios resecos, y el cabello húmedo y totalmente despeinado.


Fue hacia el baño para echarse agua en la cara, tal vez así mejoraría su aspecto, y justo cuando se secaba con una toalla el timbre sonó. Su madre había llegado.


Respiró profundo y tragó duro cuanto estuvo frente a la puerta con la mano en el pomo de la puerta y cuando abrió y miró a su madre, sonriente y alegre por poder verle al fin, fingió una sonrisa, haciéndose a un lado para dejarle pasar.


Estaría siendo un gran mentiroso si dijese que solo fingía las sonrisas que le entregaba a su madre, porque hacía tanto tiempo ya desde la última vez que tuvo compañía en su apartamento que esa vez, aunque no estuviera del todo feliz por tener a su madre ahí, luego de mucho tiempo, se sintió tranquilo.


Su madre, con su extrovertida personalidad, la cual le hacía mantener una brillante sonrisa en su rostro, que empezaba a verse sometido a las consecuencias de la vejez, y hacía que el que la viera se contagiase de ella, inevitablemente; le hablaba con la misma extroversión de siempre sobre cómo la habían pasado ella, su padre y su hermano mayor en su viaje a China hacía unas semanas. Le comentaba las barbaridades y la vergüenza que su hermano les había hecho pasar en dicho país al no conocer con exactitud su cultura, y algunas veces conseguía hacerle reír, pero la mayoría de las risas eran fingidas.


Tenía un gigantesco nudo en su no tan sobresaliente nuez, pues en el fondo quería llorar, mas hacía de todo por controlarse, por no verse vulnerable frente a su madre, porque de ser así sería redirigido a su perdición, sin embargo su mismo cuerpo le traicionó y una lágrima se desprendió de sus ojos, seguida de muchas más, y su madre, al ver el suceso borró aquella sonrisa de su rostro y le miró expectante.


Kyungsoo secó de inmediato aquella humedad de sus mejillas y esbozó una sonrisa, en vano, puesto que en seguida la zona que había secado se vio mojada de nuevo. Entonces se rindió y bajó la cabeza y la hundió entre sus dos manos.


En seguida pudo sentir los brazos de su madre rodearle la espalda, con fuerza, recordándole que estaba ahí, y correspondió a su abrazo dándose cuenta al fin de lo mucho que necesitaba de alguien que le apoyase, de lo mucho que necesitaba la compañía de alguien. Y se soltó. Al tener al fin un hombro en el cual apoyarse dejó salir todo. Sus dedos se crispaban en la camisa de su madre, y mojaba ésta con el sinfín de lágrimas que no cesaban; y gritaba, lloraba en voz alta, gruñendo y gimiendo, mientras su madre le acariciaba la espalda y recitaba en sus oídos que llorara, que dejara salir todo para que de esa forma se sintiera más tranquilo.


Mientras lloraba, por su mente pasaba cada uno de los momentos que vivió junto a su exnovia. Desde los primeros hasta los últimos, y conforme se acercaba al final sentía que era más doloroso. Recordar el momento que dio comienzo a todo aquello: cuando supo que le habían traicionado, y no solo una vez, sino dos, con su mejor amigo. Recordaba el cómo se había sentido entonces y esos sentimientos regresaban, haciendo que doliera más.


Apretaba su mandíbula con fuerza y estrujaba la suave tela de la prenda de su madre, cuando empezó a mencionar cuánto amaba a su exnovia, cuánto la extrañaba, cuánto le dolía...

Continuó llorando, en brazos de su madre, quien le susurraba al oído palabras alentadoras, que de alguna forma lograban calmarle. Se pusieron de pie una vez que su llanto bajó su intensidad y se dirigieron a la habitación del chico de pequeña estatura para recostarse en su cama y continuar con su momento, hasta que consiguió quedarse dormido, sin pesadillas, sin insomnios, en los brazos de alguien que sabía que nunca le traicionaría.


Y, por primera vez, luego de cinco años, logró dormir en total calma.


Sin embargo, al día siguiente, su madre no estaba a su lado como había estado en la última imagen que percibieron sus ojos antes de cerrarse, y aquello parecía no haber sucedido nunca a pesar de que la señora solo estaba haciendo las compras para la cena... Intentó llorar, pero no lo logró. Por más que se recordara lo jodido que estaba, de sus ojos ninguna lágrima era liberada. La presión que sentía en el pecho ya no le dolía, simplemente se había marchado, no obstante había dejado una marca en él, y esa parte se sentía vacía... ¿qué se supone que debía sentir en ése momento?, ¿felicidad, alegría al poder despertar sin sentirse abatido y con unas fuertes ganas de llorar?, no lo sabía.


Él había dejado de sentir.


Cuando abrió la puerta del edificio en donde vivía, en seguida el frío viento de las cuatro de la tarde golpeó contra su cara, con aquel semblante inexpresivo, ya no triste ni decaído, simplemente inexpresivo –se podría decir que algo amargado–, emprendió camino hacia el bar en el cual ya había estado unas cuantas veces.


Al entrar se ubicó en uno de los asientos de la barra y pidió al mesero uno de los más fuertes, tal y como le gustaba. Así que, en cuanto le hubieron servido, se volteó y recostó su espalda en la barra con sus codos puestos en ella, dando de vez en cuando uno que otro trago a su bebida mientras miraba los cuerpos danzar y restregarse con otros. ¿Debería ir y formar parte de ellos?


No, tenía otra cosa de la cual ocuparse.


Terminó su bebida, se bajó de su asiento y se dirigió a los baños. Estando dentro sacó de su abrigo el frasco con numerosas píldoras dentro, y sin esperar mucho lo abrió y dejó caer todas sobre su mano, sin importarle que algunas cayeran, tragó todas las que pudo de una sola vez, y con agua del lavamanos ayudó a que éstas pasaran por su garganta.


Se dejó caer deslizándose por la pared hasta caer de trasero, y cerró los ojos. De pronto un destello de luz se asomó, entre abrió sus ojos y divisó la sombra de una chica parada en frente de él. Conocía muy bien esa silueta. Sus ojos se abrieron de par en par y tambaleante, logró ponerse de pie para seguirla, pues ya se había marchado.


Volvió a verse de nuevo entre toda la multitud danzante del bar, entonces estaba buscándola desesperadamente. Necesitaba verla, abrazarla, besarla, recordarle cuánto lo amaba e informarle cuánto le había extrañado. Pero ella no se veía, no hasta que escuchó su voz susurrar su nombre en su oído y se volteó para encontrarse con ella, y logró verle, mas estaba a algo de distancia de él, extrañándole ya que para haberle susurrado y luego haberse alejado había sido muy rápida, eso era lo de menos.


Estuvo persiguiéndole por todo el local, al final volvió a terminar entre todas aquellas personas, y fue entonces cuando le tuvo de frente. Ella sonreía, y él extendió su mano hacia su imagen para tocarla, no obstante, no pudo siquiera llegar a rozarla por que su ésta misma se esfumó, de un pronto a otro, sin explicaciones, así sin más.


Entonces en sus oídos le pareció oír el sonido de su corazón en proceso de restauración quebrarse una vez más, desprendiéndose de nuevo todos aquellos pedacitos que apenas estaban juntándose.


Una risa irónica escapó de sus labios, y se dejó caer de rodillas, escondiendo su rostro entre sus manos, volviendo a derramar más lágrimas. ¿Cuántas veces había llorado ya? Mas ésta vez era diferente, ésta vez fue la última gota que derramó el vaso. Kyungsoo explotó, y ahí, en medio de todos, empezó a sollozar en voz alta, a soltar alaridos de dolor, a gemir y gruñir, con todos los momentos que pasó junto a ella rebotando en su cabeza.


Muchos de los que allí se encontraban se espantaron y trataron de ayudarle, pero él les gritaba que se alejaran, que le dejaran en paz, a pesar de que después estaba pidiendo ayuda. Posteriormente sus gritos pronunciaban el nombre de aquella chica, con tanta fuerza que su garganta pronto empezó a dolerle.


Era todo un espectáculo. Todos se habían esparcido, rodeándole mientras miraban cómo gritaba, pataleaba, se halaba el cabello, gruñía, gemía, sollozaba,… cómo de pronto él dejó de llorar drásticamente y alzó el brazo, con la intención de agarrar algo, aunque delante de él no había nada. Él, a la cosa o persona que trataba de tomar, empezó a decirle que la amaba, que regresara con él, que se diera cuenta de cuánto estaba sufriendo por su causa.


Él no recibió respuesta, y volvió a bajar la cabeza, con ese camino de lágrimas recorriéndole las mejillas, sonrió dándose por vencido.


Su vista empezó a nublarse, todo parecía dar vueltas, el mundo se pixeleaba, no podía ver nada, se sentía terriblemente mareado y cansado... quería dormir, y así lo hizo. Se dejó caer de costado al piso y cerró los ojos, sintiendo una gran paz carcomiéndole, satisfactoriamente.


Las personas notaron que su respiración se calmaba, que cada vez se volvía más lenta hasta que llegó el momento en el que se detuvo por completo. El chico loco había dejado de gritar, de llorar, de alucinar, de respirar..., se veía calmado, y ahora yacía tirado en el piso mientras esperaban a que la ambulancia apareciera.


''¡Está muerto!'', alguien gritó al comprobar que efectivamente no respiraba, y que su pulso no daba. ''¡¿Ya llamaron a una ambulancia?!''


Ése alguien se había puesto a llorar sobre el pecho del chico y gritaba su nombre. Ése alguien conocía al chico. Ése alguien le había amado siempre. Ése alguien sabía el porqué aquel chico se encontraba de esa manera, pues él compartía la misma sangre que la chica por la que chico había estado sufriendo.
''¡Kim Jongin, la ambulancia está aquí!'' le gritaron, y se apartó para que se lo llevasen.


Él, la persona que siempre amó a su hermana, nunca pudo darse cuenta de su amor.


Y su amor continuaría siendo un secreto, pues él se había ido.

 

 

Notas finales:

—My love, Sia.


Gracias por leer.


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