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Only Fools Fall For You por PomperYaoi

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Notas del capitulo:

¡Hola! Lamento no haber actualizado ayer. Resulta que tuve un bloqueo creativo un poco intenso y apenas ayer a eso de las 9 de la noche se terminó y pude escribir. 

Esperemos que no regrese... NUNCA 

Esta vez le puse un título en español porque... because reasons.

Ahora sí vamos con el capítulo. ¡Lean, pequeñas criaturas del creador, lean! ¡¡¡Espero lo disfruten!!! :'''D

Salimos del trabajo un poco antes de lo normal. En cuanto llegamos de patrullar ya estaban los del turno nocturno en la comisaría. Registramos la hora de salida y los otros comenzaron con su trabajo.

Me paré en la puerta de la comisaría, esperando que algún taxi pasara. Esa era la primera vez que debía arreglármelas para regresar a casa por mí mismo. Generalmente Makoto iba por mí en el auto. En auto. El cual no podía llevar al trabajo porque no estaba permitido, a menos que me llevase la patrulla, cosa que siempre hacía Rin o cualquier otra persona menos yo. Los parpados se me sentían pesados, ya era tarde y moría por ir a dormir pero todavía tenía que ir por mi placa. Al día siguiente sería mi día de descanso, podría ir temprano pero me sentía ansioso sabiendo que Momo tenía mi placa, con la que me identificaba como policía, sin la que no podía hacer nada e incluso podría ser suspendido sin paga por haberla perdido. No me quería arriesgar.

Vi un auto acercarse. No pude distinguirlo por las luces así que esperé. Terminó por estacionarse frente a la comisaría; no era un taxi. Estaba lo suficientemente oscuro para no lograr descifrar a su conductor. Y entonces me di cuenta. Era el auto de Rin. No tardó más de un minuto para que el pelirrojo saliera disparado de la comisaría, con la chaqueta bien doblada en el antebrazo y la gorra del uniforme dando vueltas en su índice. Por un momento pensé en Gou, hacia siglos que no la veía.

Rin recargo su mano en mi hombro antes de dirigirse al automóvil.

—    No es un taxi pero podemos darte un aventón.

—    Gracias, Rin.

Asentí. No me encantaba la idea de viajar con Rin, después de todo aún tenía una pisca de coraje picándome en las costillas pero era mejor que tener que esperar más por un taxi. En cuanto nos acercamos al auto pude ver por la parte de atrás el cabello marrón de Makoto. Me detuve, así, de la nada. Rin también lo hizo, esperando a que yo siguiera caminando. No lo hice.

—    ¿Sabes? Acabo de recordar que he dejado la placa en casa de un amigo, tengo que ir por ella.

—    Oh, cierto. Hoy no la sacaste en todo el día. No hay problema si quieres te llevamos — Caminó acercándose más.

—    Está bien. No quiero molestar.

—    No, no. Vamos.

No respondí nada y me di la vuelta. Mi suerte mejoró un poco y vi un taxi cuando me acercaba a la acera. Me subí y le di indicaciones al conductor.

Si iba a traicionarme y echar nuestra amistad al garete junto con el respeto que se supone nos teníamos ¿era necesario que me lo restregase en la cara? No pedía que terminaran o que ocultasen su relación, yo debía superarlo en algún momento y continuar con mi vida…eventualmente. Un poco de respeto era lo único que exigía, ¿tan difícil era?  Aunque ¿a quién engañaba? Era más difícil aceptarlo de lo que hubiese pensado jamás. Nunca me planteé terminar con Makoto, eso nunca estuvo en mi mapa de posibilidades. Había sido como una bofeteada, mientras estás distraído.

A lo lejos vi la entrada de la universidad y detrás un montón de edificios que entre salones de clase y dormitorios daba a la posibilidad de perderse por la noche.

Pagué el taxi e hice lo mismo que la noche que llegué acá sin problemas. Quizá era abusar de mi autoridad y facilidades como policía pero si era descubierto lo único que debía hacer era inventar un cuento sobre haber visto un fisgón o a un alumno haciendo algo indecente o cualquier cosa que me permitiese la entrada, y mostrar mi placa… mierda, no tenía mi placa conmigo. Eso me puso un poco nervioso y si el vigilante o un profesor me veían dudar no creerían. Lo último que me venía bien era meterme en problemas y terminar sin paga por un mes, en el peor de los casos sin trabajo.

No fue un problema llegar hasta el dormitorio de Momotarou. Inclusive me hizo creer que a ese lugar le faltaba bastante seguridad. Llamé a la puerta una, dos, tres veces; nadie me abrió. Eché un vistazo por los pasillos. Nadie.

Me quedé en la puerta, esperando. Le hubiese marcado pero no tenía su número, por más que busqué en mis contactos y volví a buscar, no apareció mágicamente. Terminé sentándome en el piso. Mis parpados se sentían exageradamente pesados y los ojos —al igual que las comisuras— me ardían horrores. Vi el reloj, tenía 40 minutos esperando y 40 minutos desde que debía estar dormido. Eventualmente los ojos comenzaron a cerrarse. Y el poco ruido que me mantenía despierto comenzó a desaparecer, no porque dejara de estar ahí, sino porque yo estaba quedándome dormido.

La mano de alguien me sacudió el hombro. Me desperté de inmediato, mi celular pendía de mis dedos, me sorprendió que no se hubiese caído. Sólo había estado durmiendo 10 minutos, nada por lo que alarmarse. Alcé la vista y vi a Nitori, con cara de preocupación.

—    ¿Yamazaki-senpai?

—    Buenas, Nitori. — Me paré, tratando de no parecer adormilado.

Vaya escena vergonzosa en la que me encontró.

—    ¿Qué hace aquí, Yamazaki-senapi? Es muy tarde.

—    Disculpa. Dejé mi placa la última. Momo me llamó en la mañana pero iba con prisa y no respondí. Creí que era buena idea venir por ella.

—    Pero Momo fue a casa de Yamazaki-senpai a dejarla. — Se rascó la nuca, incómodo.

—    ¿Hace cuánto?

—    Una media hora.

—    Idiota... Lo siento, nos vemos luego, Nitori.

Salí disparado del edificio a tomar un taxi. El que había dejado hacia un rato aún estaba ahí. No recordé que había dicho “sí” cuando el conductor me preguntó si debía esperarme. Maldición, tendría que pagar una fortuna por haber ido a dormirme en un pasillo. Me sermoneé internamente por haber sido tan distraído. No me quedaba más que culpar al sueño por ello. Era un milagro que llegase hasta ese momento sin haber sufrido un accidente o alguna situación realmente vergonzosa.

 

El taxi se paró frente a mi casa. Y en efecto, tuve que pagar una fortuna. Ver mi billetera tan vacía apenas a mitad de mes me hizo sentir un poco más miserable. Subí las escaleras hasta la puerta principal. Ahí estaba él, en las mismas condiciones que yo, sentado en el piso frente a la entrada, medio dormido. Sonreí al verle. Apenas un ligero levantamiento de comisuras.

Lo sacudí de los hombros hasta que abrió los ojos, vaya que tenía un sueño pesado.

—    ¡¿Qué?! ¡¿Qué?! — Puso posición de combate. — ¿…Yamazaki- senpai?

Solté una risita que no llegó más allá de mi garganta. Era un poco lamentable su estado semidormido. 

—    Levántate, vas a pescar un resfriado durmiendo allí, tan despreocupado. ¿Cuánto llevas aquí? — Abrí la puerta

—    Casi una hora — se levantó. — Sólo vine a traerte la placa. Como no me contestaste creí que ni siquiera te habías dado cuenta de que la olvidaste.

—    Me dijo Nitori que estabas acá. Fui a buscarte a tu dormitorio. No pude responder porque iba apurado. Ven, pasa.

—    Debí llamar antes. Lo siento.

Momo y yo entramos en el departamento. Hice una parada en la cocina y luego fuimos a la sala.

Miré la placa en la palma de mi mano. Estaba en las mismas condiciones que la había dejado. Creí que por ser Momo la habría estado presumiendo por todos lados inventando historias tontas e incluso creí que no llegaría a mis manos, ya estaba preparándome mentalmente para  recibir una elocuente reprendida. Realmente me sentí aliviado cuando la vi nuevamente.

Ambos nos sentamos en la sala a tomar una soda. O por lo menos yo me senté, Momo revoloteaba por toda la habitación, con una enorme sonrisa en el rostro tocando y levantando todo lo que se encontraba. No parecía que había estado dormido hacia unos cuántos minutos. Mis cosas nunca habían sido manoseadas tan deliberadamente antes. Puse los ojos en blanco y me centré en mi bebida, era demasiado dulce. Pero ofrecerle a Momo una taza de café o una de té no parecía que le fuese a convencer. La televisión estaba encendida pero ninguno le prestaba atención.

—    ¡¡WOOOOW!! Estas aletitas las vendían en el último nacional. Yo quería una pero no alcancé a comprarlo. El entrenador me regañó porque ya era tarde. — Hizo un puchero, como recordando lo sucedido — ¿Es tuyo?

Lo metió en un bolsillo, tratando de que yo no me diese cuenta. ¿Cómo había encontrado las llaves? Ahora tendría que aventarlas de nuevo para no verlas.

—    ¡Momo! Y no, no es mío. Es de Makoto.

—    Oh. —Lo dejó sobra la mesa, a un lado de su bebida — ¿Dónde está Tachibana-senpai?   

Eché un vistazo por la ventana. La calle estaba demasiado sola para mandarlo por sí mismo.

—    Debes irte ya. Los estudiantes no deben andar tan tarde afuera. Lo mejor será que tomes un taxi.

Ahí estaba, otra vez, evitando el tema.

Momo se sentó en la mesita de centro y me miró. Traté de no fruncir el ceño, no me encantaba tener su trasero donde a veces ponía mi cena.

—    No quiero tomar un taxi, ¿puedes llevarme?

Negué con la cabeza. No era que no quisiese llevarlo. Era que no estaba totalmente seguro de sobrevivir a un viaje, de más de 20 minutos, despierto.

—    Los taxis me dan miedo por la noche. La última vez que tomé uno el conductor trató de seducirme o algo así. Lo reporté pero no sé si hicieron algo con él, no quiero encontrármelo en su taxi y que quiera vengarse o algo así.

Su historia me pareció muy dramática pero no dije nada. No era seguro — ni legal— manejar tan cansado.

—    ¿A qué hora es tu primera clase mañana?

—    A las 8:00 am.

Solté un suspiro, fastidiado. Ya pasaban de las 12 y lo único que quería era irme a dormir. Para cumplir con eso debía encontrar una solución rápida.

—    Puedes quedarte aquí por esta noche, si quieres. Mañana te llevo a la escuela

Sus mejillas se sonrojaron y sonrió, como si algo que había esperado se hubiese cumplido.

—    Puedo faltar mañana a la escuela. — Afirmó de lo más feliz.

—    Por supuesto que no.

—    Sólo es una clase, ¿vas a levantarte temprano por una clase? Luego pido los apuntes. Anda, ¡Yamazaki-senpai!

Su tono chillón me perforó los oídos.

—    Está bien. Ya empaqué y metí en el clóset las cosas que dejó Makoto pero supongo que puedo sacar su futón.

—    ¡No! Está bien, ya vete a dormir.

—    ¿Y dónde vas a dormir, en el sillón? Aún me duele la espalda de la última vez que yo lo hice.

—    Dormiré contigo. — Me sonrió de oreja a oreja y se me colgó de los hombros.

—    No.

—    ¡¿Eh?! ¡Pero la otra vez no tuviste problema con eso! — Sacudió los puños, haciendo pucheros extraños.

Me rasqué la cabeza. No quería escuchar más de esos chillidos.

—    Haz lo que quieras.

Subí al cuarto. Y luego de lavarme los dientes me acosté. Solté un gruñido al acostarme. Por fin podría dormir a placer, sin interrupciones y como al día siguiente no había que trabajar, hasta tarde.

No pasó mucho tiempo cuando sentí que la cama se hundía, Momo se acostó a un lado de mí. En mi cabeza insistí que era demasiado pequeña pero él era delgado, no corpulento como Makoto, y cabía sin ningún problema. Me moví para quedar de espaldas a él y sentí su piel desnuda.

—    Momo… ¿qué estás usando?

—    ¡Calzoncillos! — Su voz jugueteó en su garganta.

—    Ay, no.

Me paré y encendí la luz. En efecto, sólo usaba calzoncillos y unos de un amarillo muy brillante. Pasé los dedos entré mi cabello. Y de los cajones saqué una playera blanca y un pantalón negro. Ropa de estar en casa.

Saltó de la cama, sin vergüenza alguna por su desnudes. Primero se metió en la playera. Le quedaba enorme y con eso parecía bastarle pero no podía dormir con alguien que no llevaba pantalones, nadie sabe qué tan loco está ese chico. Le ofrecí los pantalones y sí, le quedaban grandes. Era un milagro que no se le cayeran así nada más pero parecía que debía subirlos seguido para no quedarse sin ellos. Peor era nada.

Volvimos a acostarnos y yo no tardé en caer dormido. Él estaba alardeando sobre un montón de cosas pero el sueño no me permitió ponerle ni la más remota de las atenciones.

 

El olor a café me despertó por la mañana. En la mesa de noche había una taza de café considerablemente grande. Vi el reloj: las 11:33 am. No era tan tarde como me hubiese gustado. Le di un sorbo al café. Parecía haber sido colocado ya hacía más de 10 minutos, tenía una temperatura agradable pero no lo suficientemente caliente, como a mí me gustaba. Estiré la espalda antes de bajar de la cama. La ropa de Momo aún estaba donde la había dejado la noche anterior. Lo busqué en el baño pero no había nada. Sonreí ante la idea de película si lo encontraba en la cocina. Fui a la cocina; tampoco estaba. En la mesa había un huevo con tocino y algunos hot cakes al lado. La licuadora parecía haber sido usada. Supuse que ya estaría en el instituto pero su ropa doblada en mi recamara impedía esa posibilidad. Salir con mi ropa puesta sería de muy mal gusto y encima cabía la posibilidad de que se le cayesen los pantalones en plena calle.

Entré en la sala. Quería ver la televisión un rato pero me encontré a Momo, tendido boca abajo en el piso, jugando con algo y un vaso de batida al lado. O mejor dicho: 3 vasos sucios al lado y uno a medio beber.

—    ¿Tu mamá no te enseñó a respetar las cosas ajenas? — Lo salté para poder sentarme en el sofá.

—    ¡Aaaah! Estoy taaan lleno. Tomé un batido de plátano, uno de fresa, uno de chocolate, otro con todo y al final uno de vainilla.

—    Me alegra que te sientas como en casa. — Pude notar el sarcasmo en mi voz.

Pero él no.

—    ¿Con qué tanto juegas allá abajo?

De la nada volteó a verme con las mejillas sonrojadas y los ojos tan abiertos como platos.

Fruncí el ceño al darme cuenta lo que él había entendido.

—    Iré a desayunar.

—    ¡NOOO! Quiero desayunar contigo.

—    Pues ven. —Me paré y fui hasta la cocina.

—    Pero estoy taaan lleno— Se sobó la panza, como si eso fuese a quitar la comida de su estómago. — Espera sólo un poco, ¿sí?

—    No.

—    ¡Yamazaki-senpaaaaaaiiii!

—    Muero de hambre. Come después.

Se levantó del piso luego de rodar hasta la entrada, e inflando el pecho puso su puño en uno de sus pectorales. Como si estuviese haciendo un actor heroico.

—    Entonces tendré que hacerlo. Ante situaciones desesperadas, medidas desesperadas.

Fue hasta los escalones, los contempló un par de segundos y luego comenzó a subir. Me dio miedo preguntar pero igual lo hice.

—    ¿Qué harás?

Le tomó un momento responder.

—    Voy a vomitar.

—    ¿¡QUÉ!?

Subí a toda prisa y antes de que se metiese los dedos al esófago lo tumbé al piso desde la cintura.

—    ¿Estás loco? Vas a ensuciar todo. Ve a vomitar a otra parte.

—    Está bien. — Intentó levantarse.

—    ¡No hablaba en serio! —Me sobé el puente de la nariz. No tenía opción. — Esperaré un rato. Pero no más de una hora ¿está bien? Más vale que tengas suficiente hambre para entonces.

Lo dejé en su lugar y regresé a la cocina. Vaya susto que me había dado. No quería tener que limpiar los restos de vomito fuera del váter. Era antihigiénico… y asqueroso.

Acomodé la taza en la que había tomado café. La hubiese quebrado de no ser porque la arrojé encima de una franela para limpiar. Toqué la comida, de igual forma ya estaba fría, no podría enfriarse más si esperaba un rato.

Fui a la sala y encendí el televisor. A esas horas no encontraba nada más interesante que las noticias y yo estaba harto de saber de ladrones y demás criminales o en su defecto del último idol que dio un concierto en Tokio; lo apagué. Tomé el vaso que estaba en el piso con malteada y terminé bebiéndola para calmar un poco el hambre. Las tripas me rugían y estaba comenzando a ponerme de mal humor. Llevé los cuatro vasos a la cocina y los lavé.

Momo regresó al piso, como si no hubiese dos inmensos sillones en la sala. Yo me concentré en limpiar un poco para distraerme de la comida o de estar picando aquí y allá, no era sano comer en pedacitos.

Tocaron la puerta pero yo estaba ocupado lavando los sartenes que usó Momo cocinando el almuerzo.

—    ¡Yo abro! — Grito y salió disparado a la puerta de entrada.

No objeté. De igual manera iba a pedírselo.

—    ¡Sousuke te buscan!

Enjuagué el plato que tenía en la mano y luego me sequé las manos. Chasqueé la legua y me sobé la cien, sus gritos ya estaban fastidiándome.

—    ¿Momo, podrías dejar de gritar?

—    Hola, Sousuke.

Momo se hizo a un lado con una sonrisa enorme en los labios.

—    ¡Tachibana-senpai! Oh… ¡Matsuoka-senpai!

Podía ser cualquiera. El cartero, el casero, los del banco, un delincuente que secuestra, viola y descuartiza hombres altos con cabello negro para luego vender sus órganos en el mercado negro o cambiarlos por droga o en el peor de los casos comérselos, pero era Makoto, tenía que ser Makoto.

Me dedicó una sonrisa triste y atrás de él Rin dijo mi nombre en forma de saludo.

—    Vine por las cosas que dejé. Las empaco rápido y me voy, no te preocupes. No quiero interrumpir. — Fue lo único que dijo.

Tarde un par de segundo es responder.

—    Yamazaki-senpai ya las empacó por ti.  

La respuesta de Momo nos tomó por sorpresa a todos. Asentí y di un paso hacia atrás.

—    Entonces sólo las tomo y me voy. Tenemos planes en una hora, si no te importa. — Apuntó adentro de la casa.

—    Sí, sí. Está bien, pasa. — Asentí y me hice a un lado para que pudiesen pasar.

Pude ver a Makoto haciéndose el ofendido. No tenía derecho.

Ambos subimos hasta la recamara. Rin y Momo se quedaron abajo, poniéndose al día sobre la natación, Mikoshiba y Gou. Pero lo único que escuchaba era a Momo alegar sobre sus competencias, ese chico siempre tan concentrado en sí mismo. Me hizo esbozar una sutil sonrisa.

Sacó las cajas en las que yo había puesto sus cosas, con mi ayuda. Y luego de volver a meter lo mío en su lugar apiló las cajas para bajar varias de un solo viaje.

—    Momo… — Le dije a Makoto.

—    ¿Sí? — Se paró en la puerta de la recamara.

—    Momo y yo no hicimos nada.

—    Está bien — Me miró e intentó darme una sonrisa despreocupada. — No tienes por qué darme explicaciones, yo te dejé ¿no?

Sentí un nudo en el estómago. No sé por qué lo hice pero se lo dije. Y tenía razón, no tenía por qué explicarme.

Dejó las cajas en el piso y se acercó a mí, rodeó mi cintura con sus brazos y recargó su cara en mi cuello. Mis brazos no reaccionaron a esa muestra de afecto, se quedaron ahí, colgando a los costados.

—    Te amaba… — Su voz sonó rasposa.

Le hubiese rogado que se quedara, se lo hubiera pedido aunque Rin no me volviera a hablar nunca pero no podía perderlo a él, era mi amigo de toda la vida, después de todo lo era, y tampoco podía rogarle porque mis ganas de sacarlo de mi vida eran más grandes que poder sostenerlo en mis brazos el resto de mis días. No quería estar ahí la próxima vez que lastimara a la persona que amaba. No quería estar ahí para colocarle el anillo y verlo asentir nuevamente, emocionado. Ahora su amor en pasado ya no me servía de nada. Se había acabado.

Suspiré.

—    Debes irte.

—    Lo sé.

Pero no me soltó. Y el alivio que creí iba a sentir si lo tenía tan cerca de mí no se hizo presente nunca. Mi mano derecha se posó sobre su hombro y entonces él me dirigió la mirada. Le sonreí, una sonrisa desganada.

—    Venga, Rin está esperando.

Odiaba la manera en la que sus cejas se caían cuando sonreía, y sus pestañas se perlaban pero no dejaban salir ni una sola lágrima.

Tomó las cajas y las cargó. Yo tomé las sobrantes y las dejé en los escalones de la entrada. Ambos se encargaron de llevarlas al auto de Rin. Estaba equivocado, aquella no fue la última vez que vería la espalda de Makoto alejarse.

 

Notas finales:

¿Qué tal fue? ¿Les gustó? Bueno eso ya me lo dirán. 

¿Saben qué odio? Que cuando pongo el texto del cap el editor me elimina las sangrías y como me da flojera editarlo directamente pues así se queda XD

Espero que lo hayan disfrutado.

¡¡¡NOS VEMOS LA PRÓXIMA ACTUALIZACIÓN!!!

Gracias por leer <3


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