“Escribo esta cari con prisa, sé que ya ni debería de hacerlo, que tú no puedes leer mis cartas. Eso no sólo ellos me lo dicen, todo el mundo me lo ha dejado claro.
Pero… ¿qué si, por esta vez, quiero sumergirme en mi locura y pensar que vas a leerme?
¿Qué si decido imaginarte a mi lado, con tus ojos de cielo, tranquilos, y tu sonrisa dulce ensanchándose mientras lees mis palabras? ¿Qué si te veo y escucho tu voz en todas sus versiones susurrando un “nada mal”?
Hay muchas cosas que quisiera que supieras aún, pero escribo con prisa porque el efecto de las drogas se va y en cualquier momento te veré; no quiero que pienses que está mal eso, es sólo que estoy cansado de hablarte y que alguien más me diga que ya no estás aquí. Hay veces en las que escucho que me dicen que tú nunca has existido, pero no… ¿verdad?
Una sonrisa tan perfecta no la pude inventar yo, menos en todas sus siete formas existentes, y yo grito que has estado aquí, y unos me dan la razón, pero escucho lo contrario.
Erick… escribo para contarte algunas cosillas que han pasado, como que he salido de San Patricio y estoy en algo así como rehabilitación, con terapias y todo el pedo. Como que mis padres ya medio me aceptan tal cual soy y como que ya no vivo con ellos sino con mi hermano Juan Pablo.
A veces siento que mi hermano mayor está sacrificándolo todo por mí, que me ve como una carga y ellos me dan la razón. Ellos no se callan nunca, ¿sabes? Podría tomarme todo el frasco de pastillas y de todos modos buscan la forma de colarse en mis pensamientos y susurrar cosas.
Te cuento que, entre todas, hay una vocecita que suena igual a la tuya, que me susurra cosas de amor y cariño cuando estoy asustado, o divaga cuando me pongo ansioso. En esos momentos me parece que escucho a alguna de tus personalidades, y no sabía que podía extrañar tanto a “esos malditos colados”. Ahora comprendo que sería capaz de quedarme con cualquiera de ellos con tal de tener a un “tú.”
¿Te acuerdas de nuestros videos? Bueno… yo todavía los grabo, sólo que es más difícil ahora; faltas tus estupideces que complementan a mi impertinencia, que ya ni se siente mía desde que te fuiste. Erick, no sabes el coraje que me da cada vez que dejo el video a medias, porque no te imaginas lo mucho que he querido subir, que la gente entienda que yo soy más que las mil voces que me atormentan… que tú eras más que la bomba de tiempo que creías ser.
Quiero que alguien más sepa la diferencia entre tu mirada calmada y los ojos turbios de tu “Otro Yo”, que sepan la dulce armonía y el terrible trasfondo que hay en la música metal, y que comprendan el infierno personal que puede llegar a ser la imaginación humana para alguien como tú o como yo. Quiero que sepan, que entiendan, que te quieran como yo te quise, y que sientan lo que con nadie más sentirán… pero no puedo, no sé cómo.
Y te veo, y comienzo a hablarte… y a medio video me doy cuenta de que estoy hablándole a la nada como el puto loco que no quiero ser, que oculto para los demás.
Erick, te cribo con prisa, pero te juro que no quiero parar, hay mucho qué decir, pero también mucho que quiero saber. ¿Cómo es estar muerto? ¿Hace frío allá donde estás? ¿Hace calor? ¿Estás en el paraíso o una de tus personalidades te sacón de ahí con tu suicidio? ¿Cómo es el infierno de un ateo?
Estoy empezando a verte, y sé que debo parar, sólo que quiero esperar un poco, quiero verte leer esto y susurrarte un <<Te Amo>> mientras lo haces, quiero ver tus ojos paseándose de línea a línea y saber tu respuesta.
Sé que quizá un día podré verte de nuevo, allá donde sea que estás realmente y saber lo que en verdad me habrías respondido”
El muchacho pelinegro suspiró, como siempre, no encontraba el modo de despedirse. Dobló en dos la hoja de papel y la deslizó lentamente hacia un lugar en específico de la mesa.
“- ¿Ya? – “Asintió, viendo los ojos curiosos de su amado, quien se apresuraba a tomar la carta para empezar a leerla.
Antonio sonrió. Erick leía entusiasmado y contestaba dos o tres de las dudas que había puesto en la carta.
A lo lejos, Juan Pablo veía a su hermano menor reír y murmurar cosas, viendo fijamente un puesto vacío en la mesa. Suspiró con pesar… no quería ir con el doctor y pedirle medicinas más fuertes ahora que medio parecía estar mejorando.
Erick sonrió, acomodando la hoja tal y como Antonio la había doblado. “-Yo te habría dicho que te amaba igual”