Arráncala, toma mi corazón
Arrácame la vida y si acaso te hiere el dolor
a de ser de no verme porque al fin tus ojos me los llevo yo
Aquellas extrañas palabras estaban grabadas en una tablilla de piedra que, protegida tras gruesos cristales antibalas, rodeada de fuertes medidas de seguridad, se exponía en el museo de Domino City, en la sección dedicada al antiguo Egipto. Muchos habían pasado ante ella sin prestarle siquiera la más mínima atención, pues entre tantas magníficas obras pasaba desapercibida. Sin embargo, de pie ante aquella vitrina un joven de ojos azules y cabellos castaños, de ademanes altivos y mirada fría, miraba una y otra vez aquel texto.
De pronto unas extrañas imágenes inundaron su memoria:
ante un palacio dos figuras luchaban comandando a extrañas criaturas, una de ellas lucía un ureus tatuado en el hombro, era el faraón, sus ojos amatista, duros cual diamante, contemplaban a su antagonista.
-¿Por qué Shet? ¿Qué te ha impulsado a atacar Egipto?
-Lo sabes bien, faraón, quiero le mayor tesoro de estas tierras, quiero el poder, quiero lo que esas indignas criaturas tienen en tan gran medida. Y será mío, mi cetro milenario me lo dará. Me obedecerás faraón.
El resplandor del cetro ilumino el lugar brevemente, pero otro resplandor aún más fuerte lo anuló.
-Olvidas Shet que a mi me protege mi puzzle milenario, ríndete, ya siento a mis aliados acercarse, caerás y serás llevado a las lindes del desierto.
-Nunca faraón, jamás uno solo de esos perros malditos pondrá su mano sobre mí, ahora mi criatura ataca.
-Defiéndeme mi leal servidor.
Mago oscuro contra Dragón blanco, la batalla fue dura y la onda expansiva generada por los ataques al colisionar destrozaron el palacio cercano al templo del sol, una de las piedras cayó amenazando con aplastar al faraón bajo su peso, entonces el hechicero saltó y apartó al rey de Egipto, el pesado bloque de piedra lo golpeó haciéndole perder el dominio de su monstruo y el orgulloso dragón atacó al humano.
-¿Por qué?- Dijo el faraón- Bien pudieras haberme matado.
-Quería….el tesoro….mayor de Egipto….tu….amor, mi faraón.
-¿Mi amor?- Una triste sonrisa se dibujo en los labios del señor de Egipto- Eso, mi hechicero, lo tienes desde el instante en que te vi., y si no te lo dije fue por que me aseguraron que me despreciabas.
-¿Quién?....dime su nombre para atormentarlo desde el reino de los muertos.
-Malik.
-Si, os engañe a ambos, y ahora faraón me pertenecerás eternamente.
-Nunca- Dijo el soberano mirando el cuerpo de su amado- Ahora, por Ra, pagaras tu osadía, guardianes de Egipto, dioses temibles en vuestra cólera, demostrad a este mortal lo que sucede cuando pone las manos sobre lo que ama un hijo del sol.
Slifer, Obelisk y el Dragón alado de Ra se hicieron presentes desencadenando su furia sobre Malik, la ciudad quedo destruida y envuelta en un mar de llamas entre las cuales el faraón besaba los labios de un hechicero agonizante.
-Volveremos a vernos, mi amado.
-Guarda…. Esto….. hasta entonces mi rey- Suspiró antes de entregarle una tablilla de basalto negro con jeroglificos.
Seto Kaiba parpadeó levemente volviendo en sí, Ishizu nada le había dicho del amor del faraón hacia el hechicero y viceversa, suspiró fastidiado y se dispuso a marcharse chocando contra alguien.
-¡Fijese por donde va!
-No seas mal educado, ricachón. Tu has tropezado con Yugi.
-Cierra el pico saco de pulgas
Fue necesario que los demás amigos de Yugi agarrasen a Wiler que quería partirle la cara a Kaiba, este, por su parte, ayudó a levantarse al duelista que estaba en el suelo y, cuando lo tuvo de pie lo abrazó y lo besó tan apasionadamente y con tanto anhelo que a los presentes se les pusieron unos ojos como platos.
-Volvemos a encontrarnos mi amado faraón.- Le dijo en voz baja.
-Si, mi hechicero- Replicó esotro en el mismo tono- Pero en esta ocasión estaremos siempre juntos.
-Si hubiese sabido esto no habría negado mi destino, amor.
-Quitale las manos de encima a mi amigo, cerdo.
-¿Me vas a morder?, ¿Me arañara la gata esa? ¿O me coceará ese cruce de mula y camello?
-Yo es que lo mato- Gritaron a coro Tea, Joey y Tristán.
-¡Vamos, calmaos!- Yugi trataba de poner orden mientras Seto miraba a los demás con suficiencia- Y tú suéltame.
-¡Ja! A Yugi le das asco, ricachon.
-¿Cómo?- Kaiba estaba pálido y había soltado al joven al que abrazaba.
-Si no me sueltas, ¿Cómo voy a poder abrazarte a mi vez?.
Y el siempre tímido y dulce Yugi besó a Kaiba, sus amigos, traumatizados, cayeron al suelo pensando ser victimas de alguna maldición. Allí los dejaron inconscientes Yugih y Seto y se fueron de la mano.
-Ahora que te tengo no dejaré que suceda lo mismo que en el pasado-Dijo Yugi.
-¿Y crees que yo sí?- Se burló Seto- Aquel que intente arrancarte de mi lado sabrá lo cruel que puedo llagar a ser.
La tablilla brilló intensamente y los jeroglíficos desaparecieron, en su lugar, Bastet, diosa guardiana de las fronteras de Egipto vigilaba a una pareja de amantes enlazados en un apasionado beso. Aquellos antiguos jeroglíficos ya no tenían razón de ser, los amantes separados por el tiempo se habían vuelto a unir y esta vez nada ni nadie los separaría, pues la ignorancia de los sentimientos no sería ya un arma en manos de sus enemigos.