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Noche de lluvia por kiriyo

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Notas del fanfic:

¡Hola! Sé que esta pareja es inusual, pero me encanta. Son tan lindos juntos, incluso son mi OTP.

Y como sólo he leído un fic de ellos, decidí hacer uno. :3

¡Gracias por entrar a leer!

Porque en Japón las relaciones homosexuales son mal vistas por la sociedad, porque para alguien con buena posición económica que su hijo o hija fuese homosexual era la de vergüenza de todos, porque para el dueño de los hospitales Midorima era inaudito que su hijo sostuviera una relación homosexual. Por todo eso, el hijo mayor del matrimonio Midorima terminó huyendo de casa después de una pelea con su padre. No era la primera, pero esta vez insultó directamente a su pareja y ordenó terminar de una vez por todas, esa relación, pero Shintarou no sucumbiría ante los deseos y amenazas de su padre así que terminó con una maleta en manos y caminando en dirección a la casa de Kazunari, pensó, esa sería la mejor opción.

Pero entonces divisó un parque cercano, no había personas por ser pasadas las ocho, así que decidió permanecer en aquel lugar que parecía agradable para acomodar sus pensamientos. Se acercó a grandes zancadas hasta una banca, cerca de las canchas de baloncesto. Tomó asiento y elevó la vista hacia el cielo nocturno, en donde se permitían ver estrellas acompañando a la luna, esbozó una sonrisa, llevó sus manos a su rostro, se quitó las gafas dejándolas de lado y ejerció presión sobre sus párpados. No quería que ninguna lágrima se escapara, no lloraría, sería fuerte, esta vez realmente lo sería.

Sus manos temblaban y tenía un nudo en la garganta, pensó que esa situación era patética, que él era patético. Antes de que pudiese seguir escrutando en el tema el sonido de su celular lo distrajo, no era una llamada; era un mensaje, así que sacó el celular de su bolsillo y lo revisó;

«Mido-chin, ¿nos vemos en la dulcería de siempre?»

Finas gotas resbalaron sobre sus mejillas y terminaron sobre la pantalla del celular, ejerció presión sobre el puente de la nariz, colocándose nuevamente las gafas, había comenzado a llover. No quería que Atsushi lo viera en tan lamentable situación, pero estaba lloviendo y no tenía a donde ir, decidió que quedarse con Takao no sería la mejor opción, así que decidió ir a su encuentro. Rápidamente escribió una respuesta para su compañero;

«Está bien»

Guardó su celular y se levantó del banco en el que estaba sentado, encaminándose hacia la dulcería que le encantaba a Murasakibara. Todavía recordaba la vez en donde descubrieron la tienda —antes de ser pareja— ambos extrañamente no iban discutiendo, en lugar de eso iban en total silencio, ambos ruborizados por los  comentarios de sus compañeros quienes decidieron que era buena idea dejarlos solos y disfrutar de su nido de amor —en palabras de Takao—. Caminaron un largo rato en un silencio sepulcral, claro, a excepción del ruido que hacía Atsushi al comer sus golosinas, pero pronto se terminó el ruido y Murasakibara se adelantó hasta quedar enfrente de Midorima, pero este dada su personalidad lo esquivó continuando con su camino, no estaba de buen humor ese día. El amante de los dulces no se rindió y lo tomó del brazo dándole la vuelta para quedar uno enfrente del otro, después de un momento de silencio el titán soltó la bomba; Mido-chin, me gustas mucho, siempre que te veo siento cositas en mi estómago, pero no es de hambre y llegué a la conclusión de que es amor.

Una sonrisa se posó sobre sus labios al recordar eso, finalmente después de declararse sus sentimientos encontraron una dulcería y Atsushi insistió en entrar, a partir de ahí siempre lo cita en el mismo lugar. Una vez el de hebras verdes le preguntó el porqué de su decisión y él sólo dijo que ahí había sido su primera cita, Shintarou le recriminó insistiendo en que eso no podía ser considerado como tal, pero Murasakibara lo seguía esperando en aquel lugar. Nunca lo diría, pero amaba ese detalle del titán.

Su visión se tornó borrosa y lágrimas se aglomeraban en sus ojos al pensar en lo que sus padres harían para separarlo de él, realmente lo amaba, el simple hecho de imaginar que todo aquello le sería arrebatado, le hacía sentir un vacío en el pecho. Inclusive, desde que comenzó a pelear con sus padres sobre su orientación y recientemente sobre su pareja, le sentía distante, no es que se alejara o que le evitara, todo seguía igual, pero Shintarou no lo sentía real, como si en cualquier momento la imagen frente a él se fuese a desvanecer y despertaría sin recuerdo alguno de su relación. Tenía miedo, mucho miedo a que todo desapareciera y que él no pudiera hacer algo al respecto. Cerró fuertemente las manos, formando un puño y con uno de ellos apretando el llavero en forma de zanahoria que le había regalado Atsushi, que casualmente era también su objeto de la suerte del día. Se detuvo abruptamente a una calle del lugar acordado, Murasakibara no le tenía que ver de esa manera, así que sacudió un poco su ropa, se frotó el rostro y acomodó sus gafas. Las finas gotas de lluvia que cernían sobre él se deslizaban lentamente sobre sus hebras verdes, continuando su camino en el rostro de Midorima, acariciando su frágil piel, recorriendo sus largas pestañas, acunando sus mejillas carmín a causa del frío y finalmente posando en sus orgullosos labios.

No tenía el valor suficiente para doblar en la esquina e ir al encuentro con su pareja, en cualquier momento podría romperse frente a él y eso era lo que menos quería, en esos momentos lo que no necesitaba era que le viera en tan lastimera situación. Pero no se permitiría el huir, eso nunca más lo haría, no permitiría que todo se le fuera de entre las manos nuevamente.

Dio un paso y su corazón comenzó a palpitar con una fuerza voraz, dio otro paso, sus manos empezaron a temblar, dio otros dos, sus piernas oscilaron. Lo vio e inmensas ganas de soltar las lágrimas que retuvo se apoderaron de Shintarou, él le regresó la mirada, se dio media vuelta dispuesto a irse. Sin embargo una mano en su brazo lo detuvo dándole la vuelta para quedar frente a frente, al igual que aquella vez.

—Mido-chin, ¿a dónde vas? Estoy aquí.

—A ningún lado, nanodayo —Mencionó ajustándose las gafas, en un sutil intento por deshacerse de sus inmensas ganas de sollozar —. Simplemente no te vi.

Se deshizo del agarre de su pareja con manos temblorosas y decidido comenzó a caminar para matar el nudo que tenía en la garganta, pero dio un paso en falso y tropezó, esperó el golpe, pero este nunca llegó, su pareja lo había sostenido en brazos antes de que se pudiese hacer daño. El contacto era lo que quería evitar a toda costa, no quería que sucediese, realmente no quería que alguien lo viera de tal manera, pero contra todo pronóstico, terminó ocurriendo.

Aún en esa posición, Shintarou sujetó fuertemente los brazos de Murasakibara, como si la vida se le fuese en ello y lo que sucedió después Atsushi nunca se lo hubiera esperado. Midorima giró rápidamente, con la respiración y pulso agitado se abalanzó sobre el de hebras moradas, envolviéndolo en un abrazo. Hundiendo la cabeza sobre el cuello del más alto.

— ¿Mido-chin?

—No hables —Dijo con un hilo de voz.

Inmediatamente Murasakibara le devolvió el abrazo extrañado. Shintarou lo necesitaba y él no se negaría, inclusive, cuando lo salvó de una caída inminente había dejado caer sus golosinas, al igual que su paraguas.

Midorima se aferró aún más al cuello de Atsushi, su palpitar era desenfrenado y las lágrimas ya no podía retenerlas por más que quisiera, la primera lágrima que se le escapó terminó en el cuello del más alto. Decidió que era caso perdido contener el llanto, así que las dejo correr fluidamente. Se sentía débil y era un trabajo difícil el respirar correctamente, sus piernas estaban flaqueando, pero Murasakibara lo atrajo más contra si, evitando que cayera.

—Mido-chin, dime qué paso —Suplicó en el oído de su pareja con los nervios de punta, pero intentando mantener la calma. Necesitaba ayudar a Shintarou —. Si alguien te hizo daño lo aplastaré.

La lluvia caía suavemente sobre ellos provocando que su ropa se mojara y se les pegara al cuerpo, haciendo que las malditas lágrimas se perdieran entre las misericordiosas gotas. Causando que Murasakibara se agachara para tomar el paraguas que había dejado caer cuando corrió a salvar a Midorima. Shintarou no se había despegado en ningún momento y Atsushi tampoco lo había soltado así que ambos cayeron sobre el pavimento. El más bajo quedó encima del amante de los dulces y rápidamente se incorporó dándole la espalda sintiendo como las lágrimas seguían bajando por sus mejillas, pero algo no estaba bien; su cabeza no dejaba de palpitar y el respirar era bastante complicado, claro, eso suele suceder cuando lloras, recordó. Hace tanto que no lo hacía con ímpetu. Se llevó una de sus manos a su rostro tratando vanamente de apaciguar las imperiosas lágrimas que furiosas brotaban de sus ojos, aún sumido en su labor sintió un peso extra sobre su espalda y unos brazos sujetarle con calidez, al mismo tiempo que la lluvia se intensificaba.

—Lo siento —Susurró Murasakibara, apresándolo aún más contra su cuerpo —. Vamos a mi casa y hablamos ahí.

Shintarou se erizó cuando lo presionó contra él, pese a ello sujetó una de las manos del gigante. Sintiendo la suave y cálida respiración de Atsushi contra su nuca, su embriagador aroma, su acogedor tacto… Sintió todo y entonces lo decidió, aunque le costara la vida nunca dejaría que su titán se alejase de él, aunque tuviese que romper todo lazo con su familia no renunciaría a Murasakibara… Nunca.

Entonces armado de valor y un sentimiento inexplicable lentamente se deshizo del agarre de su pareja, pausadamente se dio la vuelta hasta quedar frente a él... Con un irrevocable sentimiento de valentía y alegría por tener a esa persona de su lado, lo besó. Se paró de puntillas, abrazó su cuello y entonces sucedió… Lo besó lentamente, con enigmática dulzura, como si fuese el último… No, como si fuese el primero.

Y así era, Shintarou nunca había besado a Atsushi.

Siempre era el otro el que tomaba la iniciativa y pese a eso se dejó llevar, explorando las magníficas emociones, el sublime sentir de labios contra labios. Fue un casto beso, pero no por ello poco significativo, ambos guardaron los recuerdos de los sentimientos que aquel tierno ósculo les dejó. Cuando el beso terminó, Midorima junto sus frentes y por primera vez, aún con rastros de lágrimas en los ojos, se permitió sonreír abiertamente.

—Te amo —Susurró dulcemente.

Murasakibara abrió desorbitadamente los ojos y se quedó helado ante las palabras de su pareja, pero rápidamente reaccionó abrazando a Shintarou, ocultando su rostro en el cuello del otro con una cándida sonrisa dibujada en su rostro.

Era la primera vez que Midorima Shintarou le decía esas palabras.

Nunca se lo hubiera esperado y la alegría que aquello le había causado era descomunal, una simple sonrisa y una abrazo no bastaba para demostrarlo, así que lo separó un poco de si, tomándolo del mentón, observando su delicado rostro de porcelana, aunque un pequeño color carmesí cubrió sus mejillas. Recorrió su rostro con la vista, cuando decidió que era suficiente, con la otra mano acarició sus mofletes, siguiendo el recorrido por sus finos labios, rozándolos, como si los estuviese dibujando. Se acercó a su rostro y finalmente plantó un casto beso sobre sus belfos, siguiendo con sus mejillas, su frente, sus párpados, repartió besos por todo su rostro. Pero regresó al principio en donde un vehemente ósculo se instaló, Midorima se aferró al cuello del más alto y Murasakibara a su cintura.

Cuando concluyó el beso, Atsushi sintió unas finas gotas deslizarse por su rostro, pero no era la lluvia.

— ¿Por qué lloras, nanodayo? —preguntó Midorima con una diminuta sonrisa.

—Es por tu culpa Mido-chin —Profirió con dificultad, hablar cuando lloras no es fácil —, nunca habías dicho que me amabas.

El color carmesí que se instaló en las mejillas de Midorima rápidamente aumentó con esas palabras, intentó fruncir el ceño como siempre, pero resultó en un intento en vano. No podía demostrarse enojado cuando realmente era todo lo contrario, el miedo que sentía se había esfumado con todos los actos de Atsushi y por si aún quedaba en él un atisbo de inseguridad, con aquel beso y aquellas lágrimas derramadas por su pareja, se había esfumado.

Por primera vez intentaría ser más honesto en cuanto a sus sentimientos.

Pero sólo con su pareja.

— ¿Me vas a decir lo que pasó? —Mencionó Murasakibara, mientras se limpiaba las lágrimas con su antebrazo —. No es normal que estés llorando y después hagas todo eso.

—No es algo importante, simplemente una tontería. No deberías preocuparte por ello.

Era honesto, para él, eso ya no era relevante. Pero su pareja merecía una explicación por su extraño comportamiento.

—Mido-chin no confía en mí —Manifestó bajando la mirada.

—N-No es eso, simplemente ya no es relevante para mí —Murmuró —.Aunque si deseas saberlo, bien, te lo diré. Pero no aquí, nos estamos mojando.

—Está bien~ —Canturreó Atsushi, para después recoger el paraguas que yacía sobre el suelo. Divisando a lo lejos sus frituras esparcidas en el pavimento —. Me debes unas golosinas~

— ¡¿Eh?! ¡¿Por qué?! —Exclamó fingiendo enojo, estaba feliz de que regresaran a la normalidad —. ¡Tú fuiste quien los ha tirado!

Aunque algunas veces se permitiría fingir, después de todo era su personalidad.

—Mido-chin, ¿me quieres? —Preguntó, al mismo tiempo que los cubría con el paraguas.

—P-Por supuesto, lo acabo de decir, ¿no es así? —Tartamudeó, al ser sorprendido con la pregunta.

Pero el amor hacia su pareja nunca lo negaría, aunque admitirlo le diera vergüenza. 

Notas finales:

¡Feliz navidad!


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