Este es un drabble de 220 palabras, así que el que esté dos veces el capítulo es únicamente debido a las exigencias de AY. Debo decir que este es el primer Ruhana que escribo. Irónicamente fueron los que me llevaron al mundo del fanfiction y a mis largos años de adicción.
La historia es situacional y va sólo con reflexiones.
¡Larga vida al Ruhana/Hanaru!
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Érase una vez tus ojos.
Los ojos del idiota de cabellos rojos. Esos ojos tan apasionados como tu voz, como tu porte, como tu juego. Esos ojos que me contaban fantasías, que me llevaban a un mundo fatídico y adictivo; apasionado, emocionante y carnal. Esos ojos que rápidamente me guiaban a tus labios y luego a tu clavícula y finalmente a tu entrepierna.
Los ojos almendrados del Do’aho.
Tus ojos brillantes tras un beso mojado y una caricia atrevida en tus muslos… y más arriba. Tus ojos anhelantes mientras nuestras pieles se rozan, mientras las ropas caen y los gemidos acechan. Tus ojos húmedos, tus pupilas dilatadas tras un beso o tras dos o tras veinte. Tras el sexo contra las paredes del gimnasio, de las duchas, de mi cuarto.
Érase una vez tus ojos. Los malditos e hipnotizantes ojos de Hanamichi Sakuragi. Los ojos demandantes cuando no te doy la atención deseada. Cuando no consiento cada uno de tus arrebatos, de tus antojos, de tus tonterías.
Érase una vez tus ojos. Y mis mentiras. Y todas las historias que me creo al observar esa forma almendrada que en realidad sólo me dedica fastidio y molestia. Mientras miro cómo tú observas al lado contrario, coartando la única posibilidad de tocarte: en mi fantasía.
Érase una vez tus ojos, maldito Sakuragi.
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Érase una vez tus ojos.
Los ojos del idiota de cabellos rojos. Esos ojos tan apasionados como tu voz, como tu porte, como tu juego. Esos ojos que me contaban fantasías, que me llevaban a un mundo fatídico y adictivo; apasionado, emocionante y carnal. Esos ojos que rápidamente me guiaban a tus labios y luego a tu clavícula y finalmente a tu entrepierna.
Los ojos almendrados del Do’aho.
Tus ojos brillantes tras un beso mojado y una caricia atrevida en tus muslos… y más arriba. Tus ojos anhelantes mientras nuestras pieles se rozan, mientras las ropas caen y los gemidos acechan. Tus ojos húmedos, tus pupilas dilatadas tras un beso o tras dos o tras veinte. Tras el sexo contra las paredes del gimnasio, de las duchas, de mi cuarto.
Érase una vez tus ojos. Los malditos e hipnotizantes ojos de Hanamichi Sakuragi. Los ojos demandantes cuando no te doy la atención deseada. Cuando no consiento cada uno de tus arrebatos, de tus antojos, de tus tonterías.
Érase una vez tus ojos. Y mis mentiras. Y todas las historias que me creo al observar esa forma almendrada que en realidad sólo me dedica fastidio y molestia. Mientras miro cómo tú observas al lado contrario, coartando la única posibilidad de tocarte: en mi fantasía.
Érase una vez tus ojos, maldito Sakuragi.
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;___Enero 2016