Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Remembranza por karan

[Reviews - 32]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Hola, hola hola. Os presento esta "pequeña" historia que ha estado marinándose en mi ordenador desde Enero del 2013, como tantas otras que empecé y que no pude continuar por un sinnúmero de razones. Oh, la vida adulta es muy diferente, muy complicada, muy ocupada...

He perdido la cuenta de la cantidad de veces que he intentado postearla, ha pasado por tantas, tantas ediciones que está más remendada que una muñeca de trapo en un jardín de niños jaja

Y creo que la razón principal por la que no quería compartirla, fue que pensaba hacerla un poco más extensa, pero dado que cuando empecé a escribirla me encontrada en un estado anímico afín con la historia y luego con el paso del tiempo me fue muy complicado volver a encontrarme en esa misma situación. A veces hay que meterse mucho en la historia. Como si te levantas un día con ganas de romance, o humor; quizás se te antoje el drama, o por qué no algo más picantre. En fin, el modo depre no he podido invocarlo desde entonces, sin embargo me dije ¿por qué no? Creo que merece la pena compartirlo a pesar de que ya no sea my cup of coffee, como dicen. Os debo advertir este es un NaruSasu escrito por una verdadera NS nazi, o sea yo en mis tiempos de activista pro Sasuke culo al aire. Todavía amo el NS tho ñ.ñ

Advertencia: Buscad un dentista, porque el exceso de azúcar os destrozará los dientes. Mucho OoC. SuperUke!Sasuke. SuperSeme!Naruto.

Así que sin más preámbulo, que disfrutéis y no me reclaméis. :B

 

Disclaimer: Los personajes pertenecen a Masashi Kishimoto y blah blah blah.

 

 

 

Remenbranza

 

 

Es una noche fría de invierno, como se ha hecho costumbre las últimas semanas, llegas muy tarde. Yo permanezco en la habitación; ésa que hemos compartido durante los últimos siete años de nuestra vida juntos, recostado sobre la cama, con la lámpara del buró prendida mientras leo un libro, o intentándolo, porque no le presto mucho interés. Observo  el reloj que cuelga de la pared, pasan de las diez de la noche. Se supone que tu hora de salida es a las seis de la tarde, pero siempre te excusas con que los últimos días las acciones del mercado se han disparado y están contratando nuevo personal. Tu jefe te ha pedido que ayudes a entrenarlos y eso te toma horas extras. Detesto tu trabajo, eso no es ningún secreto, pero lo justifico porque yo mismo he experimentado el revuelo que se vive en ese sitio, aún no comprendo cómo puedes vivir bajo tanto estrés.

El sonido del automóvil me atrae de mis irritantes pensamientos. Te escucho entrar a la casa entre tropezones y maldiciones, tienes la manía de no encender las luces y te golpeas en el trayecto con todos los muebles. Abres la puerta de la habitación con cuidado pensando que yo duermo, sin ánimos de despertarme. Estoy seguro que esperas realmente que esté dormido, así no tendrías que ver mi cara de mala leche por tus tardías llegadas a casa.

Entras a hurtadillas, pero al ver la lámpara prendida diriges tu mirada a mi posición, tus ojos se cruzan con los míos y entonces, sonríes nervioso. Yo aguzo la vista y te observo, estás hecho un desastre: No traes el saco puesto, la corbata está floja y tienes el cabello desordenado —lo que me indica que ha sido un día ajetreado, de esos que te hacen tirarte de las hebras con exasperación—. Lanzo un prolongado suspiro, no es momento para reprocharte nada, las ojeras bajo tus ojos me indicaban cuan cansado estás.

—Buenas noches —saludas sin mucha efusividad mientras te quitas los zapatos, dejando el saco y tu portafolio en el sillón.

 Un monosílabo en reconocimiento es lo único que tengo para decirte, sé que odias ese comportamiento, pero así notas mi molestia. Luego te acercas vacilante hasta mí y besas mi frente.

—Te extrañé… —murmuras muy cerca de mi rostro, tu aliento golpea contra mi cara: Es suave y abrasador con un ligero olor a ramen, tal parece que ya has cenado. Sigues sin apartarte y mi voluntad poco a poco se va derrumbando, yo también te he extrañado y mucho. Todos los días sales muy temprano, apenas y te da tiempo para desayunar, me das un furtivo beso y te vas para luego volver muy entrada la noche, y en cuanto pones la cabeza sobre la almohada caes profundamente dormido.

Realmente necesito sentirte.

Aparto mi mirada del libro y la poso en tus ojos. Algo extraño llama mi atención: tus ojeras son oscuras y profundas, te ves muy agotado. Tus iris están faltos de ese brillo tan característico.

—¿Te encuentras bien? —Palpo tu rostro con ambas manos, revisando tus ojos. Quizás estés anémico, últimamente tu alimentación no es la mejor, ya que no comes en casa.

Haces un asentimiento de cabeza, y tomas una de mis manos donde depositas un dulce beso, yo correspondo acercándome para besar tus labios, tibios y suaves. Un calor agradable se siente en mi estómago, de verdad te he extrañado. Rompemos el casto y tierno contacto porque es muy tarde y necesitamos dormir, yo tengo que dar clases por la mañana y tú necesitas descansar.

—Es tan sólo un dolor de cabeza —agregas con tono despreocupado.

—¿De nuevo? ¿Necesitas una píldora? —Esos dolores de cabeza son recurrentes, has estado teniendo migrañas muy persistentes.

—No, sabes que no me sirven de mucho. —Es cierto, por mucha medicación que tomes, nada te quita el dolor.

—Es porque no te alimentas bien.

—Sí, lo hago. Sabes que almuerzo en el trabajo y lo hago sin falta. —Mientes para que deje el tema. Yo sé que a veces seguro ni almuerzas por falta de tiempo.

—Es necesario que tomes unas vacaciones, usuratonkachi. Habla con Kakashi, necesitas descansar. —Estoy realmente preocupado por tu salud, y es peor ahora que te quitas la ropa para colocarte el pijama. Puedo observar que has bajado de peso de forma considerable. Tu masa muscular ha disminuido, no te ves saludable.

—No puedo dejar de trabajar, Sasuke. —Terminas de cambiarte—. Necesitamos el dinero.

—Te pagan las vacaciones…

—El salario fijo es una miseria y lo sabes —me interrumpes—. Las comisiones son las que importan y no puedo ganarlas si me quedo aquí descansando. —Tu tono suena conciliador pero sé que te molestaba tener este tipo de conversaciones—. Además, soy tu esposo y es mi deber velar porque nada te falte —expresas con cierta picardía, me miras por sobre el hombro y sonríes socarrón. Yo te fulmino con la mirada, no me gusta que me trates de esa forma e insinúes que eres quien se ocupa de mí. Yo también tengo un trabajo. Y aunque sé que lo dices en broma, eso no evita que me moleste.

Todo lo que tenemos es fruto del esfuerzo y el trabajo de años. Ambos hemos luchado para salir adelante, cuando muchos esperaban que fracasáramos, en especial mi padre, quien nunca aceptó que su hijo menor no estuviese dispuesto a seguir sus pasos como su honorable hermano mayor, Itachi.

Los negocios nunca habían llamado mi atención. No me interesaba inmiscuirme en la empresa, manejar el imperio que mi padre había levantado, el que fuese la herencia de sus hijos y su descendencia: el conglomerado Uchiha. Sí, mi padre nunca aceptó el hecho de que no estaba dispuesto a dejarme imponer una carrera que no me gustaba, no quería ser un administrador, economista, contador, analista financiero y ninguna de esas profesiones que mi padre estimaba para mí. Él no aceptaba que yo quería ser licenciado en letras, la literatura era lo mío. Con lo que me sentía a gusto, lo que disfrutaba. Y fue así que sus amenazas comenzaron. Cuando entré a la universidad y me matriculé en ciencias y letras pegó el grito al cielo, incluso amenazó con desheredarme. Mi madre e Itachi me apoyaban pero nada podían hacer contra la voluntad y terquedad de mi padre. Traté de aguantar cuanto me fue posible, pero había llegado a mi límite, así que renuncié a su herencia y todo lo que eso representaba.

 Estaba oficialmente quebrado, no podía seguir pagando la universidad, desafortunadamente ya era muy tarde para optar por una beca. Yo era un buen estudiante, un chico inteligente. A los veintiún años era bastante independiente y perspicaz. Aprendía rápido y sabía que necesitaba solucionar el problema económico, así que opté por buscar un empleo, pero ninguno suplía mis necesidades. Era un joven sin casa, no tenía experiencia laboral y tampoco un título que me respaldara. Mi hermano me había prestado su apartamento, pero aquel lugar fue comprado por mi padre y yo no quería nada que perteneciera a él, por lo que necesitaba soluciones rápidas.

Itachi trató de ayudarme dándome dinero, y debo confesar que en mi desesperación lo acepté. Los días pasaban y tenía que pagar la mensualidad de la universidad, también debía buscar un lugar donde vivir y dinero para comer. Así que, en un último esfuerzo, mi hermano me recomendó con su amigo, Hatake Kakashi. Habían sido compañeros en la universidad y ahora, éste manejaba una casa de bolsa. Yo no quería tener nada que ver con números, mi hermano lo sabía, pero no me dejó rechazarlo:

 

“Eres inteligente y necesitas subsistir. ¿No eras tú quien clamaba por independencia? Bien, ésta es la mejor forma de obtenerla. Es esto o te mueres de hambre, tú decides. Eres astuto, no hay requisitos específicos para ser un corredor de bolsa, solamente necesitas ser bueno prediciendo lo que sucederá en la bolsa de valores. Ten fe, mira los noticieros financieros, lee la sección de economía en el periódico todos los días. Confío en que puedes habituarte. Kakashi me ha dicho que las primeras semanas te asignara a alguien para que te entrene y aprendas el funcionamiento del negocio. Si resultas ser bueno, tendrás grandes comisiones y podrás pagarte la universidad, rentar un apartamento y suplir tus gastos”

Sí, mi hermano es tan optimista. Al día siguiente, me presenté en la empresa, entré a la oficina de Hatake y trató de hacerme sentir lo mejor confiado posible. Cuando salimos de su oficina, se empecinó en mostrarme las instalaciones, caminábamos por los pasillos y tenía una extraña sensación; todos posaban su mirada en mí, era incómodo.

Llegamos a mi lugar de trabajo que se reducía a un cubículo con un pequeño escritorio, un teléfono, una computadora y muchos papeles.

Kakashi hizo un ademán con la mano y un joven de cabello negro y de piel bastante pálida se acercó.

—Señor Hatake, ¿en qué puedo servirle?

—Éste es el joven del que te hablé. Al que debes entrenar —explicó él.

—Bien, no tengo problema.

—Trátalo bien. —El hombre se dio media vuelta y me dijo un concluyente “suerte” para luego retirarse.

Inspiré profundamente y me dejé caer sin mucha delicadeza sobre la silla de mi cubículo.

—Espero no seas claustrofóbico —bromeó, lo que a mí no me causó mucha gracia.

—Mi nombre es Shiomi Sai. —Extendió su mano, la cual estreché con desgano disimulado.

—Uchiha Sasuke…

—Parece que hay carne fresca… —Escuché una voz proveniente del otro lado del cubículo—. ¡Uh, pero mira a quién tenemos aquí! Tan lindo y apetitoso.

Fruncí fuertemente el ceño, ¿quién era ése idiota que se asomaba por encima de mi puesto de trabajo y me miraba con hambre? Tenía el cabello café y unos extraños tatuajes rojos en las mejillas. Un aspecto fachoso.

—Es una lástima que sea éste idiota el que te entrene. Yo podría enseñarte muchas y mejores cosas. —Se atrevió a guiñarme un ojo a la vez que dejaba ver la hilera de dientes pretendiendo mostrarse deslumbrante, pero que en lo personal, me pareció tosco y desagradable, y sin lugar a dudas, un descarado—. Y es que tenían que asignarte a éste asexuado que vive mencionando penes pero ni siquiera ha estrenado su mano derecha, y dudo que sepa cómo hacerlo. —Comenzó a reír con exageración, lo que confirmó mi primera impresión. Yo ya estaba lo suficientemente molesto y quizás un poco avergonzado, ése tipo era un ordinario.

—Ignóralo —me habló Sai—, tiene complejos porque la tiene pequeña.

—Es cierto —agregó de repente un tipo extraño con semblante frío. Me tomó por sorpresa, no me había percatado de su presencia. Tenía los ojos delineados de un negro oscuro y el cabello de un rojo intenso.

—¡Gaara! —gruñó el insolente con tatuajes exóticos.—. ¿Qué me dices de este muñequito, ¡eh!?

El aludido volteó, me escrudiñó por un par de segundos haciéndome sentir aún más incómodo, y luego se giró, impasible, no sin antes agregar:

—Es lindo, fóllatelo.

La cara se me cayó al suelo, me sentía demasiado avergonzado. Y aquellos idiotas no dejaban de incordiarme.

—No es mala idea —continuó el tipo—. Soy Kiba, por cierto. —Amplió su sonrisa descarada.

—No me interesa —escupí con desprecio.

—Será mejor que no se metan con ese niño, su hermano es amigo del jefe.

Escuché otra voz, pero ésta sonaba fría, imponente y amenazadora.

—No seas aguafiestas, Uzumaki… —se quejó el castaño dirigiendo su mirada al cubículo que estaba a la par del mío—. ¿A qué está apetecible? Lo podemos compartir. —Me miró y entrecerró los ojos para luego lanzarme un asqueroso beso. Me preguntaba si esas patéticas técnicas de seducción alguna vez le habían surtido efecto como para que las siguiese utilizando, porque honestamente, lo dudaba mucho.

Por otro lado, me enfoqué en el tipo del al lado. ¿Cómo es que conocía esa información?

—No me interesan los niños malcriados y mimados —espetó con seriedad el tal Uzumaki, de manera que no me gustó ni un poco.

—¿Qué acaso ya no te queda tiempo para juguetear un rato? —Siguió mi visitante indeseado—. ¿Ino no te deja? —Se burló—, o ¿acaso Gaara te mandó a volar? —dijo en un susurro.

Me asombré, pues me parecía una desfachatez de su parte juzgar a las personas sin conocerlas cuando él, sin duda, era un maldito descarado.

—No es asunto tuyo, no molestes —agregó con el mismo tono de antes—. Sólo te estoy advirtiendo. Luego no lloriquees cuando te echen a patadas.

—¿Podrías largarte, Inuzuka? Es nuevo y necesita entrenamiento cuanto antes, de lo contrario Hatake estará muy molesto, y adivina a quién le echaré toda la culpa —intervino Sai.

El mencionado bufó resignado.

—Nos veremos luego, lindo. —Se despidió con otro guiño. Yo estaba tan irritado que tuve que contar hasta diez y respirar profundamente para tratar de tranquilizarme. No sabía a quién quería golpear primero, si al ofrecido ése o al idiota “Uzumaki”. Sin embargo, pude respirar aliviado porque no tendría que aguantar más las estupideces de Inuzuka.

Después de un par de horas, una paciente explicación por parte de Shiomi, unas cuantas maldiciones dirigidas al computador y varios bufidos llenos de impaciencia y derrota, pude entender lo básico en cuanto al manejo de las acciones en la bolsa de valores.

—Bueno, supongo que habrás entendido. —Atiné a asentir con bastante desgano y cansancio mientras miraba con resignación a la pantalla del ordenador, deseando que ese día acabara de una vez—. Ahora debes actuar tú solo y yo sólo te supervisaré. Si tienes alguna inquietud, no dudes en preguntarme. Bueno, es hora de almuerzo. Puedes tomarte una hora, en la planta baja hay un cafetín, y cruzando la calle un modesto restaurante. Nos vemos luego. —Sonrió de forma rara, bastante falsa a mi parecer, luego lo vi desaparecer por el pasillo.

Suspiré con pesadez y dejé caer la cabeza sobre el escritorio, el día recién comenzaba y yo ya estaba agotado de ver tanto número. Escuché un ruido del otro lado de mi asfixiante cubículo, supuse que sería mi antipático compañero. Así que aún no se iba, tal vez sería la oportunidad propicia para enfrentarlo y dejarle en claro que no debía meter las narices donde no lo llamaban. Me puse de pie y mi cuerpo lo agradeció, si hasta me dolía el culo de permanecer tanto tiempo sentado. Así que di unos cuantos pasos y luego… me quedé de piedra.

¿Ése eras tú, Uzumaki?

Un hombre permanecía de espaldas y recogía algunos papeles de su escritorio. Estaba tan absorto que no advirtió mi presencia. Era un poco más alto que yo, pero nada delgado en comparación conmigo. Hombros anchos, espalda amplia y fornida, cubierta por una camisa de botones manga larga de color celeste, un pantalón formal negro que se ceñía tan bien a su cuerpo, y para qué negarlo, mostraba unas redondas y bien formadas nalgas.

Pasé saliva, recordando de momento el objetivo de mi visita:

—¿Uzumaki? —llamé. Tú dejaste de lado lo que hacías, aún sin voltear, y soltaste los papeles para mirar por sobre el hombro.

—Uchiha —pronunciaste severo.

—¿Cuál es tu problema conmigo? —casi gruñí, mostrándome amenazante. No estaba dispuesto a dejarme amedrentar.

Escuché un bufido hastiado, te volteaste completamente y me atravesaste con la mirada, afilada y desdeñosa. Luego, te apoyaste en el escritorio cruzado de brazos.

Entonces, pude observarte con detenimiento: Tu cabello de un rubio claro e intenso. Ojos grandes, azules y brillantes. Tenías un semblante serio, pero hacía que te vieras arrebatador. Las manos comenzaban a sudarme, pero no dejaría que un intento barato de adonis me intimidara.

—No tengo nada contra ti, no me interesas —dijiste al cabo de unos minutos—. Simplemente no quiero que mis compañeros, a quienes les ha costado mucho esfuerzo ganarse su puesto, vayan a tener problemas por un niño como tú, que ha entrado por influencias gracias a su familia.

¡¿Niño, yo?! ¿Acaso tú eras un vegete? ¿Qué sabias de mi vida, o de mi familia para juzgarme de esa manera? Empezaba a cabrearme.

—Vienes a jugar de un humilde trabajador aquí, felicidades. Pero no obstaculices el trabajo serio de los demás. Esas personas que en realidad necesitan trabajar para subsistir —proseguiste lanzando una sarta de estupideces infundadas.

—¡¿Y tú qué sabes de mi vida?! —Me sentí ofendido. ¿Cómo podías hablar de esa forma sin conocerme?

Suspiraste, me parecías fastidiado y luego miraste furtivamente al suelo, en busca de paciencia, a mi parecer.

—Lo suficiente. La gente como tú que ha nacido en cuna de oro, no necesita trabajar. Sé que eres un niño mimado que viene a jugar de independiente, pero que a la primera dificultad volverás a esconderte debajo de las faldas de tu mami, quien te soltará un fajo de billetes y te hará feliz.

—No tienes idea de los que hablas. —En serio quería golpearte, estabas acabando con mi paciencia—. Voy a ganarme mi puesto gracias a mi esfuerzo, Uzumaki. Ya lo verás. —Nadie me retaba y salía vanagloriado. Te ibas a enterar.

—Ya lo veremos. —Mostrarse una sonrisa llena de socarronería.

—¡¡¡Naruto!!! —se escuchó un grito a lo lejos. Una chica rubia venía corriendo, te giraste y le sonreíste ampliamente para recibirla entre tus brazos y sellar tus labios en un beso demandante y lujurioso, vi cómo tus manos bajaban hasta la curva de sus caderas y las estrujabas.

Asqueroso, volteé la cara con repulsión.

Así que, esa era la niña tonta a la que engañabas con el pelirrojo y quién sabe con cuántos más.

—¿Quién es él? —preguntó ella cuando se separaron.

—Nadie —respondiste sin ánimos— ¿Nos vamos? —Jugueteaste con su nariz.

—Eres el chico nuevo, ¿cierto? — dijo entusiasmada, al parecer eso no te hizo mucha gracia—. Todo el mundo habla de ti, y al parecer no son mentiras. Eres muy guapo. —Pusiste los ojos en blanco y ella aprovechó tu distracción para coquetear conmigo.

Y encima tu novia era de lo más fácil, sin duda se merecían el uno al otro.

—Uzumaki, no juzgues a las personas antes de conocerlas. Sin embargo, yo puedo decir con toda seguridad que eres un desvergonzado. —No me detuve a ver tu reacción, di media vuelta y me fui.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

—¿Cómo va el trabajo, Sasuke? —preguntó a mis espaldas, Kakashi—. Sai me ha contado que avanzas a pasos agigantados. Me alegra que hayas aprendido muy rápido sobre el manejo de la bolsa. Estás teniendo muchas ganancias, te felicito. —Sonrió con su ojo feliz, puesto que en el otro usaba un parche, y un pañuelo que cubría la mitad de su cara. Era un tipo misterioso, pero gentil.

—Muchas gracias —repuse con el ego por los aires—. Sai fue un gran apoyo —aseguré con certeza, puesto que gracias a él y su tremenda paciencia, pude entender a cabalidad el negocio.

—Bien, creo que ya estás listo para trabajar con un compañero.

—¿De qué habla? —Estaba inquieto. No sabía que trabajaban en pareja.

—Bueno, resulta que algunos de nuestros colaboradores están atiborrados de trabajo. Tienen una amplia lista de clientes y muchas veces no dan abasto con ella. Es cuando se les asigna un compañero y se reparte la libreta de clientes. Tengo entendido que tú estás trabajando con algunos usuarios de Sai, pero él no necesita un compañero. Así que, no podrás seguir con él, pero no te preocupes. —Era muy tarde para decirlo, estaba aterrado ¿Qué tal si me tocaba con el chico con cara de perro y éste trataba de meterme mano en cualquier descuido? O el pelirrojo con cara de asesino serial. Quizás la rubia tonta novia del rubio cabeza hueca con complejos de sabio. ¡O peor aún, el rubio mismo! No cruzaba palabra contigo desde el último enfrentamiento. Desde entonces, nos limitábamos a matarnos con la mirada. Tú me despreciabas y yo más. El sentimiento era mutuo.

—¿Quién será mi compañero? —pregunté temeroso.

—No te preocupes, uno de nuestros mejores hombres. Es agradable, simpático y amigable, sé que se llevaran bien. Y será un gran apoyo para ti. ¡Naruto, ven aquí!

Quería oponerme, gritar y patalear. Lo que fuese antes de aceptar que me juntara contigo. Pero fue tanta la impresión que no pude articular palabra.

Apareciste en dos segundos, con cara interrogante.

—Uzumaki, ya encontré un compañero para ti —habló el empresario—. Uchiha Sasuke.

Me miraste con la misma sorpresa que yo. Seguro no entendías nada, o al menos no lo esperabas.

—¿Qué? —murmuraste, incrédulo—. Él es nuevo.

—Pero aprende rápido —justificó Kakashi—. Y lo demás, tú podrías enseñárselo. —No supe por qué sus palabras me sonaban con doble sentido.

Yo no quería que me enseñaras nada, no quería tener nada que ver contigo…en ese entonces.

—¡Vamos, ¿no me digas que te vas a negar?! Es un buen candidato. Inteligente, aplicado, tiene iniciativa… —Y podría jurar que cuando se acercó a ti para hablarte bajo y bastante cerca agregó: “Guapo y soltero”.

¿Acaso él no sabía que tenías novia, y que la engañabas con Gaara? ¡Encima, te buscaba pareja!

—Yo… no sé si pueda trabajar con Uzumaki —confesé. Kakashi me miró con el ceño fruncido, clara señal de no comprender—. No hemos tenido un buen inicio, no quiero incomodarlo.

—Bueno, entonces procuren tener un buen final, porque de lo contrario les irá mal a ambos. Que les quede claro que no les he preguntado si querían trabajar juntos, lo he ordenado y a quien no le guste se puede ir —Hatake podía ser intimidante cuando se lo proponía.

Te vi suspirar y en tu rostro pude notar un aire de resignación. Yo no pude más que aceptar a regañadientes ser tu compañero.

Odiaba el simple hecho de tenerte al lado, y encima nos asignaron lo que yo consideraría un cubículo más grande, pero al fin de cuentas seguía siendo un cubículo. Estábamos pegado el uno al otro, en una mesa angosta con dos computadoras que por poco y chocaban entre sí, nuestras sillas estaban muy juntas y de no ser por el aire acondicionado, nos habríamos evaporado. Había dos teléfonos, uno de cada lado. Compartimos, tal y como ordenó Kakashi, tu lista de clientes. Eran días ajetreados, y sin muchas ganas me explicabas lo necesario para cumplir con las tareas. Las inversiones se me hacían cada vez más fáciles, comenzaba a familiarizarme con la bolsa; pero cuando cometía un error, por mínimo que fuese, tenía que soportar tu mal humor por lo que restaba del día. Eras insoportable, y yo seguía sin comprender cómo podías tener algo en mi contra sólo por ser, según tú: un niño rico.

Te observaba a veces fuera de la oficina, tratabas a la gente con amabilidad. Eras, en efecto, amistoso y agradable, las personas te querían y siempre sacabas de ellos, una sonrisa. Cuando tú reías, todo el lugar se iluminaba. Al darme cuenta de las tonterías que pensaba me reprendía mentalmente. No tenía por qué sentir simpatía hacia ti, puesto que me odiabas y yo debía corresponderte de la misma manera, pero muy en el fondo deseaba que me trataras como a los demás. Algo me decía que no eras tan hostil como te comportabas.

Un día nos quedamos hasta tarde trabajando. Había mucho movimiento en la bolsa y debíamos estar al pendiente. Pasaban de las diez y media de la noche. Estábamos sentados el uno al lado del otro. Por el rabillo del ojo podía observarte, te veías concentrado en la pantalla del computador, pero parpadeabas muy seguido, claro indicador de cansancio. Y lo cierto es, que yo estaba que me dormía sobre el teclado. Letárgico, me levanté y bajé a por café, necesitaba algo que me quitara el adormilamiento. Me hice con dos vasos y al llegar al puesto de trabajo te ofrecí uno. Sin mirar ni más, sólo lo coloqué sobre la mesa. No esperaba que me lo agradecieras, de hecho, no sé ni por qué lo hice.

Tomé el mío y continué con mi trabajo, sin embargo podía sentir tu mirada clavada en mi nuca. Fue incómodo.

—Gracias —murmuraste al transcurrir un rato. Yo encogí levemente los hombros quitándole importancia. No dijiste más. Al final de la jornada, te despediste con un escueto: “Nos vemos mañana” y saliste. Concluí en que era un avance.

Al día siguiente, te mostraste un poco más comunicativo y los días venideros fueron cada vez menos incómodos entre nosotros. Hasta que en uno de tantos me invitaste a almorzar. Era extraño, puesto que siempre ibas con Ino. Yo me mostré renuente, debes comprender que aún no confiaba en ti. Tras una leve insistencia, entiéndase: intercambio de miradas profundas e intimidantes que expresaban un claro: “No me rendiré hasta que aceptes”, no tuve más remedio que hacerlo.

Fuimos al modesto restaurante de enfrente, tal y como lo había llamado Sai, una vez.

—Pide lo que quieras, yo invito —dijiste con una pequeña sonrisa.

Yo te observaba con cierta aprensión, no entendía a qué se debía tu cambio tan repentino, si un par de semanas atrás me odiabas a muerte.

—Es extraño que me hayas invitado a almorzar, según yo, eso sólo lo hacen los amigos y estoy bastante convencido de que yo no entro en ésa lista —rompí el silencio.

Continuaste mirándome inquisidor.

—Me gustaría entablar una plática contigo más allá de acciones de bolsa. Quiero entenderte —confesaste, y yo analizaba el trasfondo de aquello. Entenderme…

—Escudriñar en mi vida, querrás decir.

—Puede que tengas razón, pero sólo de esa manera podré comprenderte. Y es algo que realmente quiero hacer. No me gusta la relación que tenemos, esta tensión no es buena para el ambiente de trabajo y nosotros tenemos que vernos todo el día, todos los días. Quisiera conocerte mejor. —Apartaste tu mirada de la mía para luego tomar un sorbo de tu bebida.

Pedimos nuestros respectivos platillos, todo el tiempo habías guardado silencio. Un silencio incómodo, al parecer no insistirías más, sólo te dedicabas a darme furtivas miradas y luego, suspirabas esperando por algo que quizás no llegaría.

—¿Qué quieres saber?

Sonreíste triunfante.

—¿Por qué un Uchiha querría trabajar en una casa de bolsa? Sé cuán poderoso es tu padre, Sasuke. No me mientas. —Sé que pudiste notar mi nerviosismo, pues rehuía tu mirada.

No sabía si debía contarte la verdad. Por alguna razón, algo me decía que podía confiar en ti, pero no estaba seguro. “¡Quien no arriesga, no gana!”, me habían dicho una vez.

—Es simple, renuncié a la herencia de mi padre. No aceptaba el hecho de que su hijo no quería seguir su legado. No pienso estudiar algo que no me guste.

—¿Renunciaste? —cuestionaste con incredulidad. Yo afirmé levemente con la cabeza. Sé que era algo difícil de creer—. ¿Qué quieres estudiar?

—Ciencias y letras. De hecho, es lo que estudio. Por el momento, el trabajo sólo me permite hacerlo los fines de semana, pero agradezco a Kakashi que me haya dado una oportunidad.

Estabas boquiabierto.

—¿No recibes ayuda de tu familia?

—Para mi familia he dejado de existir, por lo menos en lo que monetariamente concierne. No acepto ayuda de ese tipo. Éste trabajo es mi única entrada y gracias a él, he podido salir adelante.

—¿Qué piensas hacer con tu carrera? Pensé que estudiabas una materia a fin con los negocios de tu familia y que sólo estabas aquí para adquirir experiencia, o para mezclarte con la plebe. ¡Yo qué sé! —Sonabas ofuscado y bastante sorprendido. De cierta manera, me divertía verte actuando así.

—Quisiera ser educador. Y en cuanto a lo segundo, la respuesta es no. Lo hago porque en realidad lo necesito.

—Lo siento —dijiste al cabo de unos minutos—. Nunca pensé que tú… Te he juzgado mal. Lo lamento.

Después de eso, comimos en un tranquilo y extraño silencio. Volvimos al trabajo y no hablamos más del tema. Pero se notaba que el ambiente ya no era tan pesado.

Los días pasaron y se podría decir que comenzamos a llevarnos mejor. Un mal comienzo que poco a poco iba mejorando. Durante nuestras pláticas pude conocer más acerca de tu vida. Eras huérfano, tu madre había muerto muchos años atrás de una enfermedad. Tu padre murió en un accidente cuando tenías dieciséis. Así que, tu vida no había sido de color rosa. Kakashi era un buen amigo de tu padre y a su muerte, te acogió como su ahijado. A los dieciocho comenzaste a trabajar como corredor de bolsa y llevabas dos años en el negocio. Lo que me sorprendió aún más, ya que apenas tenías veinte y te veías mayor, por lo menos, más que yo. Sería porque tu porte daba esa impresión.

Lo cierto era que yo no hablaba mucho, sólo respondía con monosílabos, nunca he sido muy expresivo pero aún así, continuabas con tus monólogos y, por muy extraño que pareciese, no me aburrían en absoluto. Era ameno pasar tiempo contigo y cada vez lo disfrutaba más. Nos convertimos en amigos y te tomaste tu papel muy a pecho, comenzaste a amenazar a todo el que me molestase, incluso Kiba palideció cuando mencionaste lo de guindarlo de sus partes nobles si seguía insinuándome guarradas. Fue divertido, lo admito. Eras amenazante cuando te lo proponías, también molesto, ruidoso, escandaloso y tonto, incluso tenías esa faceta infantil tan encantadora. Me gustaba tenerte cerca y comencé a sospechar que tal vez me eras demasiado agradable. No había sentido eso antes y la verdad, era desconcertante. Siempre lograbas sacarme una sonrisa, por más estúpido que fuese tu comentario, y el tiempo a tu lado se pasaba volando. Eras, quizás, muy sobreprotector, aunque no tenías por qué serlo, y a pesar de que dijese lo contrario, me gustaba sentir que te importaba tanto.

 Tu novia no me agradaba. Era pegajosa, odiosa, cursi, melosa y sobre toda una mentirosa. Te engañaba en tus narices y te hacías el tonto o simplemente no te importaba.

—Ino se dará cuenta que le eres infiel —te dije un día.

—No me importa.

—Si no la quieres, ¿por qué no la terminas?

—Es buena en… es buena. Me relaja estar con ella.

—Es un acostón seguro… —murmuré con asco mal disimulado.

—Sí, lo es —hablaste como si el tema fuese de los más normal, y como si lo que hacías estaba bien, o quizás no te importaba la opinión de los demás.

—¿Y Gaara?—inquirí curioso.

—También lo es, pero de la otra forma. —Mostraste una sonrisa pícara.

Decidí dejar ese tema ahí, comenzaba a irritarme más de lo que debería. Seguimos con el trabajo, ese día también tendríamos que quedarnos hasta tarde y no podíamos perder tiempo.

Minutos después, se acercó Gaara y te dio un papel, luego se alejó con la misma cara inmutable de siempre.

—¿No muestra expresión porque no tiene cejas? —pregunté sin malicia, pero para ti fue divertido.

—Sí muestra, pero tienes que darle el estímulo correcto —agregaste insinuante.

Eso no lo quería saber, y en cierta forma me molestaba que supieras tanto de ese rarito sin cejas.

—Vuelvo en un rato —informaste para luego salir en dirección a los baños.

Pasaron los minutos y noté que no volvías. Tenía la línea saturada, los clientes estaban ansiosos y yo no daba abasto con los míos, así que decidí ir en tu búsqueda. Quizás te habías quedado dormido en los baños. Era bastante entrada la noche y eran pocos los trabajadores que quedábamos en el piso. Así que, era casi nulo que alguien entrara al sanitario, por lo que pensé que era la razón para que no hubieses asegurado la puerta y yo no me toparía con semejante escena: Gaara arrodillado con la cara entre tus piernas y la boca ocupada con una parte considerable de tu anatomía.

Grotesco.

Volteé con rapidez y salí a paso vertiginoso del lugar. Me senté frente al computador, aún con la cara roja de vergüenza y rabia.

¡Si necesitaban desfogarse hubiesen buscado un maldito motel!

Realmente estaba tan molesto y desconcertado porque no comprendía el por qué de mi reacción.

Segundos después, y debo decir que no te esperaba tan pronto, parece que había interrumpido de forma abrupta tu faena, te sentaste en tu sitio. Yo continuaba con mi trabajo, hablaba al teléfono con los clientes y trataba por todos los medios de ignorarte, pero notaba tu mirada fija en mí. Me sentía abochornado. En ese momento, lo único que me inspirabas era asco. Al poco tiempo vi pasar a Gaara con cara de pocos amigos, al parecer tampoco estaba satisfecho y yo sentía una inexplicable inquina hacia él.

La noche había pasado muy lenta y las horas parecían eternas. Cuando al fin fue momento de irme a casa: Tomé mis cosas, acomodé mi escritorio e hice amago de salir sin cruzar palabra ni mirada contigo. No eras más que un sucio pervertido, descarado y asqueroso. Sentía tanta decepción. Lo extraño es que yo ya lo sabía, estaba al tanto de tus encuentros con Gaara y con Ino, pero supongo que verlo en vivo y a todo color no es lo mismo que hacerse una vaga idea.

—Sasuke… —te escuché murmurar, dubitativo. Acercaste tu mano para detenerme, pero la quité con rudeza.

—No me toques —gruñí. No quería tenerte cerca.

—¿Sasuke? Yo…lo que viste…

—No me interesa. La próxima vez que pienses hacer guarradas en un lugar público, al menos ten la decencia de cerrar la puerta con llave. —Salí de cubículo, pero me alcanzaste tomándome del brazo para enfrentarme.

—Lo lamento, no fue mi intención que te encontraras con tan traumatizante escena. —Utilizaste un tono sarcástico que no me gustó ni un poco—. Déjame llevarte a tu casa, es tarde. El transporte público es peligroso.

—Sé cuidarme solo, gracias. —Se notaba la molestia en mi voz.

—Detesto cuando te pones soberbio. Deja de ser tan jodidamente orgulloso y vamos. —Me jalaste del brazo.

—¡He dicho que no me toques! —Me solté bruscamente. Me miraste con el ceño fuertemente fruncido mientras te acercabas retador.

—¿Por qué? —preguntaste muy cerca de mi rostro, me tenías acorralado contra la pared.

—Me das asco… —dije en un hilo de voz. Continuabas taladrándome con la mirada, tenías el semblante endurecido.

—¿Es por Gaara?

Después de unos minutos de silencio, desististe y emitiste un suspiro resignado.

—Sube al auto. No te tocaré, lo prometo.

Sabía que era peligroso viajar en autobús a esas horas. Y por otro lado, te conocía lo suficiente como para saber que ése: “No te tocaré, lo prometo”. Sólo aplicaba si actuaba por las buenas. Así que, no tuve más remedio que caminar al elevador, bajar hasta el estacionamiento y subir al asiento de copiloto cuando abriste la puerta.

—Buenas noches —dijiste cuando llegamos a mi casa—. Prometo que me bañaré muy bien para que me dejes acercarme a ti. —Sonreíste divertido.

Sentí mis mejillas arder, tú y tus comentarios idiotas. No dije nada, bajé del auto y me adentré en la casa. Debo confesar que después de unos minutos golpeando mi cabeza contra la puerta me dirigí a mi habitación y dormí no tan plácidamente.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

—Buenos días —me saludaste efusivamente e hiciste algo que nunca antes habías hecho: Me abrazaste por detrás, rodeándome con tus brazos y depositaste un casto beso en mi mejilla haciéndome sonrojar hasta los cabellos. Nunca antes alguien se había atrevido a ser demasiado confianzudo y desvergonzado como para lograr eso.

—¿Qué haces? —titubeé.

—Te saludo. —Tu aliento cálido golpeteó contra mi oreja haciéndome estremecer. Tu voz sonaba un poco ronca y yo no estaba muy seguro del por qué.

—Pues no me trates con tanta confianza. —Me alejé.

—¿Por qué? —preguntaste con fingida inocencia.

—Primero, porque tienes novia y podría pensar mal. Segundo, porque tu amante también podría hacerlo, y quizás luego planee degollarme en el sanitario.

Reíste divertido.

—Eres ocurrente, teme. Bueno, a lo primero, no me importaría. Ino no me interesa, ni siquiera me preocupan sus escándalos. Y lo segundo, a decir verdad, tampoco me importa. Supongo que después de lo sucedido ayer, Gaara no querrá saber nada más de mí. A nadie le gusta que lo dejen a medias. —Alzaste los hombros, despreocupado.

Ante tus comentarios me limité a poner los ojos en blanco. Me senté en mi lugar y comencé a trabajar.

—Sasuke… me alegra que me hayas perdido el asco.

Tú no tenías tacto.

—Hmp…

—¿Notaste que me bañé bien? Estoy reluciente. —Sonreíste como sólo tú sabes hacerlo. Y ahora me pregunto si fue gracias a tu sonrisa única, que lograste cautivarme.

—Hmp…

—Dime algo más que “hmp”.

—Eres molesto.

—Lo sé, pero te gusta que lo sea.

—No te lo tengas muy creído, usuratonkachi.

—Me rompes el corazón, contigo tendré que conseguir un seguro de vida, urgente. —Lloriqueaste dramáticamente haciéndome sonreír. Era tan difícil permanecer enojado contigo tanto tiempo. Sí, definitivamente aquello se estaba convirtiendo en algo más que una simple amistad.

Y así fueron pasando los días. Ése abracito confianzudo y demasiado meloso para mi gusto se había convertido en una costumbre para ti. Al final, no servía de nada tratar de evitarlo, mis amenazas no surtían efecto en ti.

También noté que ya no estabas junto a Ino, y los chismes no se hicieron esperar. Hasta mí llegaron los rumores de que habías terminado con ella de una forma nada sutil.

—¿Terminaste con Ino? —Sí, mi curiosidad necesitaba ser saciada.

Parpadeaste perplejo.

—Pensé que no te iban los chismes, teme.

—Hmp.

—Sí, terminé definitivamente mi relación con ella. ¿Feliz?

—¿Debería?

—Por supuesto, ahora soy soltero y sin compromisos. Puedes hacer conmigo lo que quieras. —Con una enorme sonrisa en los labios, me guiñaste un ojo. Rodé los ojos, tus trucos de macho conquistador no tenían efecto en mí.

—¡Vaya! Ahora es Ino quien tendrá que conseguir un seguro de vida. Le rompiste el corazón.

Comenzaste a reír bajito.

—No lo creo, estoy seguro que ya se quitó el despecho con varios…y no me importa en absoluto.

—¿Nunca te has enamorado?

—Nunca antes me había enamorado, tenlo por seguro. No había encontrado a la persona indicada —admitiste mientras me mirabas, tenías una sonrisa sincera en los labios y una mirada de ensueño.

Tus palabras me indicaban que estabas enamorado, lo cual me parecía confuso, puesto que no te había visto con alguien más. Pensé que tal vez era una persona ajena a la bolsa y no la conocía. Tenía un extraño nudo en el pecho al sopesar ésa posibilidad. Sin embargo, sabía cómo esconderlo muy bien.

—Eso quiere decir que, ¿estás enamorado? —pregunté algo temeroso. Vi como un ligero tono carmín aparecía en tus mejillas y luego asentiste avergonzado.

—Sí, creo que me he enamorado, pero no sé si soy correspondido. —Pude notar la tristeza en tu voz.

Estaba bastante sorprendido. ¿Quién en su sano juicio te rechazaría? Eras jodidamente guapo, tenías un cuerpo hecho para el pecado, y no menos importante: un trasero de infarto. Además de amigable, gracioso, atento, detallista, trabajador… Casi perfecto, sin olvidar un pequeño detalle: Un Casanova desvergonzado.

—Si no se lo dices, jamás lo sabrás…

Emitiste un suspiro resignado.

—Tienes razón, quizás deba reunir el valor para decirle. Lo peor que podría pasar es que me rechace… —hablaste cabizbajo.

Me sentí mal por ti, pero una parte de mi no quería que tomaras mi consejo. Realmente no esperaba verte con alguien. Estaba siendo egoísta, pero así me sentía.

—Anímate, dobe. —Acaricié cariñosamente tu cabello, cuando me percaté de lo que estaba haciendo alejé mi mano con rapidez y traté de esconder cuan avergonzado estaba por tratarte con tanta confianza. Tú sonreíste de forma inescrutable, lo cual me hizo sentir aún más incómodo.

Los días pasaron y podría asegurar que forjamos un vínculo muy estrecho. Hasta cierto punto, éramos inseparables, aunque realmente eras tú quien no me dejaba ni a sol ni a sombra, y para mi propio asombro no me molestaba, aunque dijese lo contrario y tratara por todos los medios que me dejaras en paz.

—No recuerdo haberte contratado como mi guardaespaldas, usuratonkachi —te dije un día.

Caminábamos por los pasillos de la empresa, esa mañana como todas las anteriores habías pasado a recogerme por mi casa para ir al trabajo, excusando que el transporte público era muy tardío, y no necesitaba levantarme tan temprano para tomarlo. Que si llegaba tarde, me despedirían, además que no te molestaba pasar a por mí. Me irritaba que te tomaras tantas atribuciones y ni siquiera me dejaras contribuir un poco. Prometías dejar que te pagara una cuota por la gasolina a fin de mes, y llegado el día, lo evadías. Entre tantas otras excusas para las cuales no tenía ánimos de refutar. Nunca pensé encontrar a alguien con tanta terquedad.

—No soy tu guardaespaldas, teme. Soy tu amigo y me preocupo por ti —respondiste con una sonrisa en el rostro.

—¿Sí sabes que no soy un niño?

—Pues con tus múltiples “hmp”, a veces me haces dudarlo —te burlaste.

—Idiota—bufé.

—Te quiero… —expresaste con claridad y un tono burlesco.

Hace días habías comenzado con una tonta e incómoda manera de terminar una discusión. La primera vez que lo dijiste, te veías tan serio que hiciste que me quedara helado, puesto que no sabía cómo responder, sólo sentía que mis mejillas ardían, seguramente estaba sonrojado hasta las orejas. Pero al ver mi mutismo, sonreíste de una forma dulce, acariciaste mi mejilla, y luego diste media vuelta para continuar con tu trabajo. No sabía qué pensar, así que permanecí en silencio y traté de organizar mis ideas. Al día siguiente, parecías haber olvidado el asunto, pero de nuevo comenzaste con los: “Te quiero” acompañados de una sonrisa triunfadora cuando notabas mi silencio. Desde entonces, no desaprovechas la ocasión para utilizarla en mi contra.

—¡¡Uchiha!! —escuché un grito a mis espaldas. Me volteé encontrándome con Kakashi—. Necesito que vengas a por unos folios y los acomodes en el depósito.

Detestaba cuando Kakashi me usaba como su mensajero y/o archiva papeles. Definitivamente, haberme puesto a arreglar archivos durante una tarde aburrida, no fue buena idea.

Suspiré pesadamente, esperaba sólo me tomara un par de horas.

—¿Quieres que te ayude? —preguntaste.

Negué ligeramente con la cabeza.

—No pasa nada. Ve, tienes mucho trabajo.

—Te veo luego… —Te acercaste para besar mi mejilla y luego retomaste tu camino.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

¡Malditos papeles! Estaba sumergido en lo que parecía una piscina de libros, folios y archivos diversos. Encima tenía que ordenarlos por año y numeración, era un trabajo arduo. Arreglar los documentos me estaba tomando más tiempo del estimado. Llevaba en el depósito, —un cuartucho estrecho que apestaba a humedad—, alrededor de cuatro horas y mi estómago comenzaba a clamar por comida.

Sostenía una pila de folios para trasladarlos de un lugar a otro cuando tocaron a la puerta.

—Sasuke, ¿estás ahí?

—Adelante —hablé con dificultad.

Escuché el sonido de la puerta, pero no podía ver nada. Caminé en dirección al archivador, mientras escuchaba como la puerta se cerraba a mis espaldas.

—Teme, es hora de almuerzo. ¿No vendrás?

—Estoy algo ocupado, dobe —dije algo irritado, ¿acaso no era evidente?

—¡Ten cuidado con…!

No escuché más, tropecé con una pila de libros y caí de espaldas, podía imaginar todos los folios cayéndome encima y mi cabeza partiéndose en dos contra el suelo. Cerré los ojos por impulso. Después de varios minutos, el dolor no llegó. Aunque sentía un peso encima que me dificultaba respirar, y algo cálido que golpeaba contra mi rostro. Abrí los ojos con lentitud y me topé con dos iris azules que me miraban con preocupación.

—¿Te encuentras bien? —Asentí levemente con la cabeza, me sentía como en trance. Nuestras miradas estaban entrelazadas, tu mano descansaba debajo de mi cabeza, habías evitado que me golpeara. Estabas tan cerca que podía sentir tu aliento rozando mi piel, el brillo de tus ojos era hipnótico. Perdí noción del tiempo y del espacio, en ese momento no existía nada más a nuestro alrededor, recorrí con mi vista tu cara: tu nariz casi rozándose con la mía, tus labios entreabiertos que me invitaban a acercarme y probarlos, pero fuiste más rápido, inclinaste mi cabeza con tu mano y juntaste tus labios con los míos. Pude sentir la tibieza y la suavidad. Movimientos acompasados, delicados… dulces. Los latidos de mi corazón se aceleraban a cada segundo. Con tu lengua delineabas mi labio y jalabas con suavidad. Abrí levemente la boca y pude sentir cómo se colaba dentro. El sabor era embriagador, nunca antes me había sentido tan a gusto. Explorabas cada rincón de mi cavidad, invitando a mi lengua a jugar con la tuya, tan habilidosa y descarada. Tu mano permanecía enredada en mi cabello, profundizando el contacto mientras la otra se deslizaba por mi torso y se detenía en mi cadera. Las mías se movieron inconscientemente, deseosas de palpar tu cuerpo que me transmitía tanto calor y deseo. Pasearon por tu cabello, el cual jalé con sutileza para luego bajar lentamente por tu espalda, abrazarte con firmeza y presionarte a mi cuerpo en busca de más calor. Podía sentir la temperatura subiendo, como si estuviese en llamas, estaba tan absorto en el acto que no me percaté del momento en que mis piernas se enredaron en tu cintura. Comenzaste a moverte y el calor se instaló en mis partes bajas. El roce que ejercías me estaba enloqueciendo, tu respiración comenzaba a acelerarse y yo ahogaba mis jadeos en tu boca.

—¿Uchiha? —Esa voz y los toques en la puerta me trajeron de regreso a la realidad y con ello, mi consciencia. Rompiste el beso y todo contacto, e inmediatamente alzaste la vista en dirección a la entrada del depósito. Yo estaba realmente enfadado, te había aprovechado de mi momento de debilidad, me habías confundido con sus besos y yo no tuve tiempo de reaccionar (al menos, eso quería pensar). Era como si mi cuerpo se hubiese movido por voluntad propia y si Kakashi no llegaba a interrumpir, dado por la situación, quién sabe qué habría pasado.

—Es Kakashi —susurraste para luego volver a verme. Yo tenía el ceño fruncido, levanté mi puño para estamparlo contra tu rostro haciendo que te quitaras de encima. Ahogaste un quejido mientras te sobabas la zona de impacto. Luego me incorporé poniéndome de pie, arreglé con presteza mi ropa para salir raudo y veloz del lugar, ignorando la cara interrogante de Hatake. Caminé por los pasillos, refunfuñando y despotricando contra ti, por lo idiota que había sido. Llegué al sanitario y pude observar mi cara en el espejo: estaba completamente rojo de vergüenza y rabia, y tenía la respiración acelerada. Cerré por un instante los ojos, todavía podía sentir mis fuertes latidos, tus manos recorriendo mi cuerpo, el sabor de tu boca. Deslicé instintivamente mis dedos por mis labios y me reproché mentalmente por mi estupidez. ¿Qué me estaba pasando?

Nunca había sentido una tensión tan grande. Estaba frustrado sexualmente, claro eso es lo que le sucede a tu cuerpo cuando le abstienes de echar un polvo en mucho tiempo. Trataba de convencerme que aquella era la razón para semejante locura. Pero tampoco podía hacerme el tonto y negar la atracción tan grande que sentía. Quizás una atracción que había surgido desde el primer día que posé mis ojos en ti.

No sólo te habías colado en mi mente, sino que te convertiste en mi amigo. Mi mejor amigo.

Entonces comprendí que aquello había rebasado los límites de cariño y amistad hacia ti. Tus besos y caricias me habían desarmado, había caído en tu juego. Y no podía consentirlo, tú no eras el indicado, porque yo no estaba dispuesto a compartirte con nadie y el concepto de fidelidad no formaba parte de tu filosofía de vida, bien yo lo sabía. Tal vez no era demasiado tarde para remediar la situación. Me gustabas y, quizás, también te tenía aprecio pero no me podía permitir salir herido y si me enamoraba sería mi perdición. Así que, empapé mi rostro con agua fría y salí del baño con un objetivo en mente: Mantenerme alejado, levantar una barrera entre los dos.

Pero tú no ibas a facilitarme las cosas, ¿o sí?

Llegué al cubículo y me senté frente al computador, noté una bolsa que reposaba sobre el escritorio, tenía una nota:

“Lamento lo que pasó, acepta el almuerzo. Naruto”

Rompí el papel en mil pedacitos y pretendía hacer lo mismo con la bolsa, pero mi estómago comenzaba a resentirse y clamar por comida, y el olor a onigiris no ayudaba, así que los acepté. Pero no estabas ni cerca de tu redención, si pensabas que con eso te perdonaría, estabas muy equivocado.

Minutos después, entraste y te sentaste en silencio en tu escritorio, no hablé ni crucé mirada contigo y por tu parte permaneciste en mutismo. Te dedicaste a trabajar, pero como era propio de ti, no podrías permanecer quieto mucho tiempo. El silencio era demasiado incómodo para tu gusto.

“Lo siento”

Escribiste en un papel que pegaste a mi pantalla, yo simplemente lo ignoré. Pero claro, no te rendirías.

“Lo lamento mucho, discúlpame”

Continúe con mi trabajo.

“Háblame, Sasuke. En serio, no fue mi intención”

Las notas continuaron, y comenzaba a molestarme. No sólo por tu insistencia, sino porque no podía observar bien la pantalla por culpa de tus papelitos.

—Sasuke… —Finalmente te volteaste para encararme—. ¡Háblame de una vez `ttebayo! —Entonces salió la muletilla que siempre tratabas de suprimir para sonar “profesional”, pero que se escapaba en ocasiones, cuando estabas muy nervioso, exaltado, emocionado; o en ese caso, desesperado.

Por suerte, ya había terminado mi jornada, así que arranqué los papeles de un jalón, luego los arrojé al bote de basura para después apagar el computador. Tomé mis cosas y me dispuse a salir.

—¿No dejarás que te lleve a casa hoy, cierto? —preguntaste con un tono derrotado.

Por supuesto no te permitiría más libertades, yo no me convertiría en tu juguete nuevo. No dije nada, salí del lugar sin mirar atrás. Aún era temprano, no tendría problemas para tomar el autobús.

Al día siguiente, tuve que levantarme temprano, puesto que me llevaría más tiempo llegar al trabajo, mentiría si dijese que dormí bien. No pude conciliar el sueño pensando en lo que había sucedido ayer, pero no dejaría que eso me afectara.

—Buenos días… —pronunciaste con desgano, tomabas un sorbo de café mientras te sentabas de cara al computador. Me pareció extraño que no me dirigieras la mirada, pero no le tomé importancia. El resto del día continuó en silencio, supongo que habías entendido que no conseguirías más nada de mi parte insistiendo. A la hora del almuerzo, te levantaste sin cruzar palabra. Pude observarte salir con algunos de los chicos, me levanté y caminé al cafetín para comer algo ligero, no tenía apetito. Mientras terminaba mi refresco sentado en una de las mesas, te miré entrar. Nos vimos por un instante pero inmediatamente diste la vuelta y entraste al elevador. Tu actitud comenzaba a inquietarme, no me lo esperaba. Estabas evitándome, haciéndote la víctima cuando el culpable de aquello habías sido tú.

Pasaron dos semanas y tu actitud era cada vez más fría, me tratabas con indiferencia, cuando era yo quien me había propuesto ignorarte, irónico. Sólo nos veíamos en nuestro puesto, era lo único que teníamos en común, que por obligación compartíamos. Pero no había intercambio de palabras, ni siquiera te molestabas en mirarme, y yo comenzaba a sentirme irritado, molesto, inquieto… Solo. Necesitaba saber qué pasaba por tu cabeza. Tu actitud esquiva me descolocaba. ¿Acaso querías que te pidiera una disculpa? Era absurdo, no se trataba sólo de mi orgullo, no podías hacerme sentir culpable por aquella situación, no sé si lo hacías a propósito o no. Sin embargo, lo estabas consiguiendo.

El día había pasado lento, tortuoso. Me miré al espejo del sanitario, tenía unas terribles ojeras, me lavé la cara con un poco de agua fría esperando que me ayudara a despejarme y salí del lugar. Me topé contigo en el umbral de la puerta, nos observamos de hito en hito, esperaba que dijeses algo cuando separaste levemente los labios, pero no llegó más que un leve suspiro; giraste sobre los talones y emprendiste la huida, ésta vez no te dejaría ir sin darme una explicación.

—¿Ahora te haces el ofendido? —dije, te detuviste de golpe—. Debería ser yo quien actúe de esa forma, según recuerdo, no eres la víctima.

—No pretendo serlo —hablaste calmado, aún sin voltear.

—Pues actúas como si lo fueses. —Me apoyé en la pared con los brazos cruzados.

—¿Ahora sí me hablas…? —agregaste con todo sardónico.

—Me cansé de tu actitud de mártir cuando el ofendido aquí debería ser yo. —Escuché un bufido— ¿Pretendes manipularme para hacerme sentir mal?

Te volteaste bruscamente para enfrentarme, ceñudo.

—No pretendo nada, tú no querías saber nada de mí, ¿no? Pues bien, te di tu espacio y ahora resulta que te manipulo. ¡Quién te entiende!

Estabas enojado, podía notarlo, y el hecho de que me gritaras sólo hacía que me molestase todavía más.

—¡Pues actuar como un cobarde evadiendo el problema, no lo resuelve!

—Bien, entonces hablemos del problema. —Te acercaste con determinación y clavaste su mirada, afilada y fría en mí—. ¿Estás molesto sólo porque te besé?

—Sí, te aprovechaste de un momento de vacilación… —titubeé. No parecía una buena justificación.

—No vi que te quejaras, es más, hasta parecías cooperador. —Esbozaste una sonrisa ladeada, que me hizo enfadar aún más.

—¡Es porque no me diste opción! ¡No puedes ir por ahí besando y manoseando a quién se te antoje! ¡Que te quede claro que yo no soy uno más de tus conquistas! ¡No puedes jugar conmigo, Uzumaki!

—Así que llegamos al meollo del asunto… —Suspiraste pesadamente con la vista fija en el cielo, luego alborotaste tus cabellos y agregaste—: Bien, entonces me alejaré. Está claro que tienes una percepción errada de mí. —Sonaste ofendido. No me diste tiempo de hablar, diste media vuelta y seguiste con tu camino. No tenía intención de hacerte sentir mal, pero como siempre pasaba contigo, conseguías hacerme sentir así.

—Deja de responderme con evasivas, usuratonkachi. —Caminé rápido para alcanzarte y te jalé del brazo—. ¡Y mírame a la cara cuando te hablo!

—Bien, habla…

—Yo no quiero… —Me aclaré la garganta, comenzaba a ponerme nervioso—. No quiero que me trates así. Somos amigos, eso es todo. —Pude notar que tu semblante cambiaba, estabas… ¿dolido?

—Gracias por aclararme mi lugar en la “friendzone”, Sasuke. Lo tendré muy en cuenta… —Intentaste sonreír, pero tu falsa sonrisa era notable—. ¿Terminaste?

—¿Qué esperas de mi? —dije en un hilo de voz. No comprendía nada y tu mirada no me ayudaba a aclarar mi mente.

—No entiendes nada, ¿cierto? Eres más ingenuo de lo que pensé, o simplemente te haces. —Me tomaste del brazo y comenzaste a jalonearme.

—¡¡Espera!! —grité intentando soltarme, pero me presionabas con fuerza, arrastrándome por los pasillos—. ¿A dónde me llevas?

—Donde podamos hablar sin interrupciones…

Caminábamos… más bien, tú caminabas mientras me arrastrabas por los pasillos hasta que te detuviste frente a una puerta.

—Entra —me exigiste abriendo la puerta. Se trataba del depósito, estaba oscuro. Titubeé unos segundos, pero me dedicaste una mirada gélida que sólo pude interpretar como “Entras por las buenas o por las malas”. Aunque a regañadientes, entré, indeciso. Encendí el interruptor de la luz, no había documentos desperdigados en el piso ni folios por doquier. Estaba prolijo, lo cual me sorprendió, no esperaba que alguien lo hubiese ordenado. Al parecer, viste la interrogante en mi rostro, pues te apresuraste a decir:

—Yo lo arreglé. No podía dejar el desorden, Kakashi estaba furioso.

—Gracias… —musité, luego escuché el chirrido de la puerta al cerrarse y vi que la obstruías con una silla. Admitiré que me sentí intimidado, estaba a tu merced en ese lugar.

Te aproximaste a paso decidido, yo caminé instintivamente hacia atrás, buscando un escape, o al menos distancia de por medio, pero desafortunadamente me topé con la pared. Colocaste tus manos sobre la fría estructura de bloque, y tragué duro al verme acorralado. Acercaste poco a poco tu rostro al mío, pero a diferencia de lo que pensé que harías, lo escondiste en mi cuello e inspiraste para luego rodearme con tus brazos en un necesitado abrazo. De nuevo podía sentir el calor de tu cuerpo, el aroma cítrico de tu cabello, tu aliento golpeteando contra la piel de mi cuello haciéndola erizarse.

—Dime que no sientes nada… —dijiste sin apartarte.

—Yo… —No sabía qué decir. ¿Mentiría? Claro que sentía muchas cosas, cosas que no podía controlar y me asustaba no poder tener control de mis emociones.

Alzaste el rostro para verme directamente a los ojos.

—Te quiero…

—¡Otra vez con eso! —solté con fastidio volteando la cara.

Por el rabillo del ojo, pude notar que negabas suavemente con la cabeza. Me tomaste de la barbilla para obligarme a enfrentar tu mirada.

—Es en serio, Sasuke. —Tus palabras sonaban tan sinceras, tus ojos no mentían. Realmente quería pensar que era verdad—. Te quiero.

—Pero tú… tú dijiste que estabas enamorado —expresé incrédulo, pues no comprendía. Mi corazón latía con frenesí por tus palabras, pero no podía aceptar que me engañaras de esa forma.

—Y no mentí, estoy enamorado.

—Entonces, ¡¿por qué dices que me quieres cuando… hmp?! —No pude continuar la réplica, tenía los ojos muy abiertos por la sorpresa que me causó el impulso que te llevó a besarme. Otra vez podía sentir tus labios, tibios y tiernos moviéndose con suavidad sobre los míos. Otra vez esa sensación que recorría todo mi cuerpo, un calor agradable que se asentaba en mi pecho, las suaves caricias recorriendo mi espalda, sacando suspiros involuntarios. Mi cuerpo y mi mente se desconectan cuando me tocas, cuando te acercas, siento como si me derritiera entre tus brazos. Entonces me di cuenta, tú no me gustabas. Todos estos sentimientos no podían ser simple atracción física, tampoco tensión sexual. Era algo más profundo, algo más intenso. Yo… me había enamorado de ti, y deseaba estar a tu lado. Pero… no podía.

Te alejé de un empujón, ganándome una mirada de desconcierto.

—No hagas esto… —jadeé con la respiración agitada.

Elevaste tu mano en un vano intento de acariciar mi mejilla, pero la alejé de un manotazo.

—Basta de juegos, Uzumaki. ¿Qué quieres? —insistí, impaciente. No soportaba más esa situación.

—Tonto. —Ampliaste tus labios dejando ver un gesto seductor conforme te acercabas, y rozaste mi nariz con la tuya—. ¿No te das cuenta…? —continuaste—. Estoy loco por ti.

Me tomó un minuto asimilar lo que acababas de decir, y más aún, lo que eso implicaba. Quería decir que tú…

—Estás… —susurré perplejo. Tú asentiste con una sonrisa sincera en el rostro.

—…enamorado de ti —finalizaste.

Con nuestras miradas entrelazadas, te abrazaste a mi cuerpo, presionándolo con vehemencia. ¿Cómo podía ser aquello posible? Las miradas, los roces, los besos… ¿Todo ese tiempo, habías estado refiriéndote a mí? ¿Era a mí a quien querías, de quien te habías enamorado? Los “te quiero”, no eran simples palabras vacías.

—Ahora dime, Sasuke… —susurraste, tan cerca que nuestros alientos se mezclaban. Yo jadeaba involuntariamente, mis latidos eran rápidos, mi respiración era irregular, no estaba seguro si era a causa de tu abrazo fuerte y posesivo, o a la confesión que acababas de hacer—. Tú, ¿qué sientes por mi?

¿Yo que sentía por ti? Estaba en un grave aprieto, nunca he sido bueno expresando mis sentimientos.

Correspondí tu abrazo, rodeando tu cuello para luego apoyar mi cabeza en tu hombro. Cerré los ojos, necesitaba aclarar mis ideas. Inspiré profundamente, llenándome de tu aroma que a cada segundo se me antojaba más adictivo. Estaba nervioso, acababa de descubrir que estaba perdida e irrevocablemente enamorado de ti, pero ¿cómo confesarlo? Era vergonzoso, sentí la sangre condensarse en mi rostro. Nunca antes me había sentido así por alguien, y no porque me hayan faltado parejas, sino porque ninguno me había importado de tal manera que se colara en lo más profundo de mí ser.

—No pienso compartirte con nadie… —arrastré las palabras con vergüenza, con el rostro aún escondido en tu hombro—. Espero te quede claro, dobe.

—¡¿Eh?! —exclamaste con sorpresa—. ¿Qué quieres decir con eso, teme? —Buscaste ver mi cara, pero me negaba a mostrar cuan abochornado estaba por aquello.

—No me hagas repetirlo —siseé—. Si me engañas, se acaba —sentencié.

Escuché una risa y luego me obligaste a enfrentar tu mirada.

—Así que me saliste celosito, ¿eh? —agregaste con tono burlesco—. Pues que bueno, porque yo lo soy más. —Tu semblante se endureció, pero el brillo en tu mirada permanecía—. No pienso engañarte, eres todo para mí.

—Idiota —bufé avergonzado por tus palabras y te besé, junté tus labios con los míos, pero ésta vez fue un tacto casto y tierno, tanto que me podrían haberme salido caries, pero no me alejé; no sé en lo que me habías convertido, pero aceptaba todas tus caricias sin contemplaciones.

—Supongo que está de más pedirlo —añadiste luego de romper el contacto, pude notar un ligero tono carmín en tus mejillas, lo que me hizo sonreír y aumentar mi curiosidad—. Pero… ¿aceptarías salir conmigo?

Así que de eso se trataba, con razón tal momento de vacilación.

—¿Qué quieres decir con eso? —Fingí desconocer el trasfondo de esas palabras.

Titubeaste por unos segundos, hasta que reuniste el valor necesario para hablar:

—¿Aceptarías ser mi novio? —Tu sonrojo fue mayor y mi sonrisa se amplió.

¿Qué tipo de pregunta era esa? No éramos unos adolescentes, pero de cierta forma, me gustó el hecho de que hubieras querido aclarar la naturaleza de nuestra relación. Eso aumentaría mi poder sobre ti. Tiempo después te darías cuenta de mi nivel de posesividad y probablemente, sería muy tarde para reclamos.

—Bueno, no sé. Eres un usuratonkachi.

—¿Eh? —Pusiste cara de susto, y eso me hizo reír. Te tomé por las mejillas y te besé, un contacto profundo, delicado. Entrelazamos nuestras lenguas, probando una vez más el sabor del otro, jamás me cansaría de hacerlo, era embriagador y adictivo, y me hacía sentir cosas que nunca pensé podría llegar a experimentar, luego nos separamos lentamente.

—Supongo que eso responde tu pregunta. —Ladeé una sonrisa, y te vi asentir complacido y aliviado. Estaba hecho, eras mío y esperaba que te quedara claro.

Sonreíste ampliamente, mostrando esa mueca tuya tan arrebatadora y luego te acercaste cauteloso.

—Me portaré bien, lo prometo.

Entrelazaste mi mano con la tuya y salimos de aquel lugar. Parecíamos un par de adolescentes enamorados y eso me avergonzaba, al parecer tú te divertías con aquel espectáculo. Todos nos miraban sorprendidos y tú no soltabas mi mano por más que jalara, y de vez en cuando depositaba suaves besos en ella, haciéndome abochornar.

—Te puedo llevar a casa, ¿no? —dijiste cuando salimos del edificio.

—Hmp.

Entré a tu auto y condujiste rumbo a mi casa.

—¿Por qué están las luces prendidas? ¡Teme, hay un ladrón! ¡Quédate en el auto!

Había olvidado ese detalle.

—¡Calma, dobe! No es un ladrón.

—Entonces, ¿tu hermano o alguien de tu familia se está quedando contigo?

—Hay algo que debes saber… —Supongo que parte de tener un noviazgo considerado “serio”, era contarle detalles importantes como aquellos a tu pareja—. Puse un anuncio en internet. Me pareció buena idea conseguir un compañero, así reduciría los gastos del apartamento.

—¿Estás viviendo con alguien? —cuestionaste al borde del colapso—. ¡¿Desde cuándo?!

—Se mudó hace tres días.

—¡¿Por qué no me habías dicho nada?!

—¡Porque estabas evitándome, idiota! —Era una de tantas veces que me incitaban a golpearte—. No exageres, es mi compañero, no mi amante. Él tiene su habitación y yo la mía. Deja el escándalo, ¿quieres?

—Te vienes a vivir conmigo, Sasuke.

—Esto no está en discusión, Naruto. Voy a vivir en mi apartamento y tú en tu casa, punto —finalicé con una mirada de advertencia, esperando que eso fuese suficiente—. Tengo que irme, buenas noches. —Estaba a punto de salir del auto cuando me agarraste del brazo para detenerme.

—Lo siento —murmuraste lastimoso en mi oído, después colocaste tu mano en mi barbilla y depositaste un beso. No me negué y lo correspondí a gusto enredando mis dedos entre tus cabellos, atrayéndote para más profundidad—. Buenas noches, te veo mañana. —Te despediste con una sonrisa, compartimos una última mirada y luego bajé del auto.

Entré, cerré la puerta y tiré las llaves en la mesa de la sala. Me encaminé a mi habitación, ignorando los ruidos provenientes de la cocina. Supuse que se trataba de mi ruidoso y confianzudo compañero, era lo que menos me importaba en ese momento. Necesitaba dormir, y después de varios días en vela, esa noche al fin pude conciliar el sueño y descansar plácidamente.

 -------------------------------------------------------------------------------------------------------

—¡Buenos días! —Tocaron a mi puerta mientras terminaba de arreglarme.

—¿Qué quieres? —Se trataba de mi compañero, él y su exasperante personalidad.

—¿Estás decente? ¿Puedo pasar? —preguntó. Me acerqué la puerta y la abrí. Ese tipo era un fastidio.

—No puedes —agregué a la vez que salía de la habitación, ignorándolo. Caminé por el pasillo en dirección a la cocina.

—Sasu-chan, deja de ser tan amargado… —Hizo un ridículo puchero.

Debo aclarar, me agradan los pucheros y ciertas rabietas infantiles también, pero sólo si provienen de alguien en especial.

—Deja de llamarme así, si quieres seguir viviendo aquí. ¿Qué quieres? —Abrí el refrigerador para servirme un vaso de jugo.

—Tus amenazas me hieren —chilló dramáticamente—. Sólo quería informarte que te busca un rubio sensual.

¿Un rubio? Entonces, recordé que pasarías a por mí para ir al trabajo.

—¿Dónde está? —pregunté agitado. Un momento… ¿Había dicho sensual?, ¡lo iba a despellejar!

—Sa-sasuke… ¿Por qué me miras así? —habló temeroso, sería mejor que fuese más reservado con su actitud—. Está en la puerta. Pero si quieres, le puedo decir que no estás. Yo lo atiendo con gusto —sonrió malicioso.

—¡¿No lo hiciste pasar?! —Definitivamente lo iba a torturar—. Idiota… —Puse los ojos en blanco y salí en dirección a la puerta. Cuando llegué a ésta, estaba cerrada. Abrí y te encontrabas ahí con la vista fija en el suelo y las manos en los bolsillos. Alzaste la mirada y sonreíste.

—Buenos días, teme…

—¿Cuánto tiempo llevas ahí?

—Unos cuantos minutos… —respondiste mientras te acercabas a mí.

—Sasu-chan, ¿quién es éste guapo? —No me había percatado del momento en que mi compañero había llegado a mis espaldas. Me abrazó del cuello y observé tu talante cambiando de confundido a furioso.

—Mucho gusto, soy Suigetsu. El compañero de apartamento de Sasuke. —Extendió su mano, pero tu cara seguía contraída con el ceño fuertemente fruncido. Eso iba a acabar mal. Alejé a Suigetsu de un empujón y te invité a pasar.

—Entra, dobe. No le hagas caso, es… incorregible.

Te adentraste en la casa sin apartar tu mirada del idiota de mi compañero, y éste te devolvía una que no me agradaba en absoluto.

—No me habías dicho que tenías un amigo tan guapo, Sasu-chan. —Un inevitable tic me apareció en la ceja, ese tipo estaba tentando a la suerte.

—Te dije que dejaras de llamarme así —bufé hastiado—. Naruto —llamé tu atención, dejaste de asesinarlo con la mirada y volteaste a verme. Me atrajiste en un abrazo demasiado cariñoso y te acercaste a mis labios donde depositaste un beso suave y casto—. Voy a por mis cosas y nos vamos —dije abochornado.

Salí en dirección a la cocina, donde había dejado mi portafolio. No sin antes dirigirle una mirada de advertencia a Suigetsu, quien tenía los ojos desmesuradamente abiertos y boqueada como pez fuera del agua.

Cuando regresé, continuaban en la misma posición. Una batalla de miradas.

—¡Vaya, vaya, Sasu-chan! Sí que lo tenías bien escondido —dijo burlesco—. Tienes tanta suerte…

—¡Deja de tratarlo con tanta confianza! —siseaste, fulminándolo con la mirada. Él sólo atinó a levantar las manos en señal de rendición.

—Lo lamento —se apresuró a decir.

Como respuesta, emitiste un gruñido, luego aferraste mi mano y me obligaste a salir por la puerta. Una vez en el auto:

—Tus escenas de celos son innecesarias —hablé desde el asiento de copiloto, mirándote a los ojos—. No tienes que preocuparte por Suigetsu, tiene novia.

Te vi fruncir el ceño.

—¿Y si no fuese por eso…? —Noté tu tensión.

—No, idiota. Él no me interesa. —dije con seguridad.

—¿Por qué? —Sonreíste pícaro conforme acortabas la distancia lentamente, escudriñándome con la mirada y luego te detuviste a pocos centímetros de mi rostro. Tu aliento golpeteaba contra mí, cálido y tentador, me incitaba a romper los pocos centímetros que nos separaban y besarte con intensidad. ¡Deseaba probar tus labios!

Pero traté de concentrarme en la conversación.

—Porque sólo estoy interesado en ti —Fue mi turno de sonreír, pero de medio lado al verte levemente sonrojado.

—No me gusta que alguien más te toque. —Acariciaste mi mejilla con el torso de tu mano.

—Eres cursi, dobe —gruñí. Aún no me acostumbraba a tus arrebatos y repentinas demostraciones cariñosas.

—Y tú, eres mío. —Por fin besaste mis labios. Esta vez era un beso diferente, profundo y demandante. Posesivo y enloquecedor, de esos que eran capaz de hacerme perder la noción todo en un segundo.

—Tú también me perteneces —aclaré cuando nos separamos. Enviando una mirada significativa, asegurándome de que el mensaje llegara claro. Te ruborizaste y giraste intentando disimularlo lo mejor posible—. Naruto… —susurré muy cerca de tu oído, seguido comencé a besar tu cuello. Adoraba verte nervioso, era divertido. De inmediato, emprendiste la marcha con un inevitable ardor en las mejillas y yo con una sonrisa llena de satisfacción.

Como era de esperarse los rumores no tardaron en propagarse. La noticia de nuestra relación recorrió todos y cada uno de los rincones de la empresa. Las reacciones fueron diversas: Algunos estaban perplejos, otros incrédulos. Algunas mujeres decepcionadas, lo que me hacía pensar que era por ti, ya que cuando te veían suspiraban con pesar y a mí me dedicaban miradas desdeñosas. Ino, principalmente, fue la más molesta e indignada, según llegó a mis oídos, yo había sido el causante de su rompimiento. Cuando te enteraste de aquello, esperaba que te lo tomaras con humor, todo lo contrario, la enfrentaste y le dejaste en claro que la habías dejado por razones que yo prefería ignorar, entre ellas, su descarada infidelidad; lo cual me causó mucha gracia, puesto que tú no tenías la suficiente moral como para decirlo. Sin embargo, debía admitir que me agradó que le hayas puesto un alto. No obstante, a pesar de llevar varios meses de sólida y gustosa relación, no hizo falta alguno al que simplemente no le importara.

—Naruto, ¿estás ocupado? —escuché una voz grave con tono monótono. Levanté la vista y me topé con unos ojos aquamarina, faltos de emoción.

—¿Qué pasa, Gaara? —respondiste con el mismo tono que él había empleado, mientras continuabas revisando los papeles en tu escritorio, indiferente. Gaara clavó sus ojos en mí, le dediqué una mirada retadora y una sonrisa burlona.

—Necesito hablar contigo.

—Habla, no tengo tiempo —repusiste sin prestarle atención. Lo cual me hizo ampliar mi sonrisa.

—Es un asunto privado… entre tú y yo. —Su tono no me gustó, era demasiado sugerente. Sus palabras hicieron que fruncieras el ceño y levantaras la mirada para fulminarlo con la misma.

—No hay asuntos privados entre nosotros —siseaste—. Si no tienes nada más qué decir, te agradecería me dejes trabajar.

Pero al parecer, no estaba dispuesto a darse por vencido. Emitió un bufido y rebuscó algo entre sus ropas de donde sacó un papel pequeño y te lo dio. Lo miraste con cierto recelo para luego desdoblarlo y al leerlo abriste los ojos desmesuradamente. Entonces, recordé aquel día cuando había hecho lo mismo, y lo que había acontecido después. Me levanté de mi asiento por impulso, haciendo amago de irme, realmente quería salir de ese lugar, estaba cabreado, y mucho. Pero antes de lograrlo, me tomaste de la muñeca y me dedicaste una mirada suplicante que pude interpretar como un: “No te vayas”. Suspiré profundamente, estaba actuando como un estúpido novio celoso, y la sonrisa burlona del pelirrojo me lo confirmó.

Tu mirada se desvió para enfrentar a Gaara y rompiste el papelito en mil pedazos con un sonoro gruñido:

—¡Lárgate y no vuelvas a molestar! —Te vi levantarte y te acercaste lentamente para jalarme, a pesar de mi renuencia me abrazaste con fuerza. Gaara nos veía aburrido y yo con una clara mueca de triunfo correspondí tu abrazo.

—Como quieras —habló indiferente, el pelirrojo—. Sólo quería darte un poco de la diversión que te hace falta. —Dio media vuelta y desapareció por el pasillo.

¿Diversión? Acaso hablaba de… ¡Maldito!

Inmediatamente notaste mi tensión y me abrazaste más fuerte.

—No le hagas caso… —murmuraste en mi oído.

—¿Cómo… lo sabe?

—Olvídalo. No hay forma de que sepa algo, sólo lo hace para fastidiarte. —Trataste de tranquilizarme, pero no podía olvidarlo; llevábamos seis meses juntos y realmente no habíamos pasado de besos y caricias inocentes debido a mi tonta inseguridad. Algo absurda, dado que levábamos meses juntos en los que me habías demostrado que no podía seguir desconfiando de tus intenciones. Me estaba comportando como un adolescente virginal. En cambio, en tus relaciones anteriores habías intimado con tus parejas sin problema. En efecto, Gaara podría darte algo que yo te había estado negado. Eso me hizo estremecer, yo confiaba plenamente en ti, pero no había pensado en que nuestra relación debía pasar a otro nivel. Estábamos estancados, te conocía lo suficiente como para confiar. Entonces, ¿qué me limitaba? Llegué a la conclusión de que no había nada, absolutamente nada que lo hiciera y yo estaba listo para estar contigo completamente.

¿Pero cómo hacértelo saber sin decirlo? Debía hacer con actos, lo que no podía expresar con palabras. Así que puse mi plan en marcha:

—Naruto… —dije mientras nos dirigíamos a mi casa, como todas las noches después del trabajo.

—¿Qué pasa?

Inspiré profundamente, tratando de sonar casual.

—Nunca he visitado tu casa… —Volteé hacia la ventanilla esperando que entendieras mis intenciones.

—Pero Sasuke, puedes venir a mi casa cuando quieras. No necesitas invitación —añadiste con dulzura.

«Idiota irritante»

—Los días de semana está el trabajo y los sábados tengo la universidad. Mi único día libre es el domingo, pero estamos a principio de semana —¿Era tan difícil de captar?

—Sasuke, puedes venir a mi casa un domingo. No hay prisa. —Sonreíste de oreja a oreja.

—Podemos ir ahora —espeté lo que pareció una orden.

No obtuve respuesta, un silencio incómodo se hizo presente. Me giré a verte un instante, tenías el rostro sereno, pero con ligeras líneas en tu frente, pensativo.

Después de varios minutos, llegamos a mi apartamento, estaba por salir refunfuñando del auto cuando te aferraste a mi cintura y me jalaste hasta hacerme voltear quedando cara a cara.

—Sasuke… —pronunciaste en un hilo de voz y comenzaste a acariciar mi rostro—. Si quieres conocer mi casa, está bien. Como te he dicho antes, no hay prisa, pero no quiero que apresures las cosas. Sé lo que tratas de hacer, lo que dijo Gaara… no tiene importancia. Quiero que sepas que no me interesa cuánto tiempo debo esperar, y realmente lo importante para mí es estar contigo más allá de intimar.

Escuchaba tus palabras atentamente, sabía que saldrías con algo así. Pero no era sólo por ti, también era por mí. Gaara lo único que hizo fue abrirme los ojos. Estaba preparado, lo sentía. Ya no tenía dudas de tus sentimientos ni tus intenciones.

—Naruto, yo quiero…

—No —me interrumpiste—. Esto es algo que no puede apresurarse, pasará cuando llegue el momento, sin ser planeado porque ambos lo deseamos y con esto no quiero decir que no muera de ganas por ti. Es sólo que… —Tragaste sonoro y pareció un ligero rubor en tus mejillas—, quiero que sea especial.

Vaya que te veías tierno escondiendo tu rostro avergonzado, eso me hizo sonreír. Coloqué mi mano en tu barbilla para obligarte a verme.

—Será especial si es contigo. —Y te besé expresándote de esa manera todos mis sentimientos. Fue profundo, sensual y hambriento. Con mis manos recorría toda su espalda y tú me tomabas del rostro. Te jalaba el cabello mientras con la otra mano acariciaba tu pierna, pero te apartaste lentamente…

—Será mejor que te vayas, es tarde —musitaste mirándonos con fijeza y nos despedimos. Me sentía como un fracasado. ¿A qué le tenías miedo? Si no querías acostarse conmigo, bien. Pero no tenías por qué darme excusas baratas. Salí del auto a paso determinado, con mi orgullo intacto, no te iba a rogar. Luego entré a mi casa y cerré la puerta sin mirar atrás dirigiéndome con rapidez a mi habitación, ignorando la mirada inquisidora de Suigetsu, y después dejando escuchar un estridente portazo.

Nadie me vería en ésa penosa situación:

Con mi rostro escondido en la almohada, conteniendo las ganas de golpearte y gritarte mil groserías. Maldiciendo y sintiéndome como el mayor de los estúpidos.

***

Ahí me encontraba, en la oscuridad de mi habitación, postrado en la cama con las sábanas hasta el cuello, sumido en mi miseria. El teléfono no había parado de timbrar, ese día había decidido quedarme en casa. Me excuse en el trabajo inventando una enfermedad. Cuando pasaste a por mí en la mañana le pedí a Suigetsu que mintiera diciendo que me había ido a casa de mi hermano, según me informó, no te veías muy convencido. Sin embargo, retomaste tu camino. Y desde entonces, yo estaba ahí, sin mover un músculo, pareciendo un despojo humano, mirando sin interés el resplandor de la luna que se colaba por la ventana, perdido en mis pensamientos. Me sentía como un idiota. ¿Cómo le llamaban a aquel estado de interminable estupidez? ¿Depresión? Pues sí, estaba jodidamente deprimido, odiándote por eso y muchas cosas más.

—¿Sasuke? —Tocaron a la puerta repetidas veces.

—¡Suigetsu, lárgate! —grité, pero insistió—. ¿Qué quieres? —Escuché que giró el pomo de la puerta, ¡maldición!, había olvidado ponerle seguro—. ¡No entres, idiota! —No quería que nadie me viera así: Permanecía en pijamas, tenía el cabello desarreglado, unas ojeras espantosas, no había comido en todo el día más que un par de galletas en el desayuno y a duras penas había alcanzado a darme un rápido baño.

—Sólo quería decirte que iré a casa de Karin, ¿está bien? —agregó aún desde afuera.

—¡No tienes que informarme lo que haces! ¡Cuando te vayas, procura ponerle seguro a la puerta!

—¡Bien! —gritó, luego escuché unos pasos alejándose. Al menos me dejaría en paz. Me recosté en la cama, los párpados me pesaban, así que cerré lentamente los ojos cayendo en un profundo sopor; estaba cansado.

No me percaté del momento en el que abrieron la puerta de la habitación, ni cuando se sentaron a orillas de mi cama, tan sólo pude percibir la calidez que acariciaba mi mejilla atrayéndome poco a poco. Abrí los ojos lentamente —aún adormilado—, pude divisar una silueta cuyo resplandor brillaba de un amarillo intenso… ¿amarillo? Eso me hacía recordar una sola cosa, a una sola persona, y murmuré, con un tono débil como un suspiro:

—Naruto…

Las caricias continuaban, parpadeé repetidas veces para aclarar mi visión, enfocando mi mirada pude notar que no había sido una ilusión, una jugarreta de mi mente. Realmente estabas ahí, sentado atravesándome con sus ojos. Entonces, me incorporé en un respingo, alejando a su vez tu mano.

—¿Qué haces aquí? —pregunté con disgusto mal contenido, cubriendo con la sábana mi aspecto.

—Estaba preocupado por ti. —Lanzaste un suspiro resignado al ver mi evidente negativa. No quería verte—. Te traje onigiris. —Me mostraste la bolsa de comida—. ¿Te apetece?

—No —repuse escueto.

—Sasuke, debes alimentarte. Sé que no has comido nada en todo el día. Y al parecer… —Recorriste con tu mirada la habitación—, tampoco has salido de aquí.

—¿Cómo lo sabes? Y, ¿cómo entraste?

—Suigetsu… dijo que irías a ver a tu hermano, pero no era cierto.

—Sí lo era —hablé bajo, rehuyendo tu mirada inquisidora.

—Sasuke. —Hiciste amago de acercarte a mí, pero no te lo permití, puesto que me levanté de la cama.

—Será mejor que te vayas. —Abrí la puerta de la habitación sin voltear a mirarte.

Oí que te pusiste de pie y contrario a lo que pensé, la cerraste; en cambio, te apoyaste en ella con los brazos cruzados, retándome con tu mirada, al mismo tiempo que yo lo hacía con la mía.

—Sé que estás molesto por lo de ayer, pero huir no soluciona el problema.

—Será mejor que te largues —gruñí—. No quiero ver a nadie. Quiero estar solo, puedes irte y llevarte lo que trajiste.

—Hagamos un trato —dijiste después de pensártelo unos segundos—: Tú comes y yo me voy. Sin decir una palabra, ¿te parece?

—No te irás aunque coma, lo sé. —Me crucé de brazos, refunfuñado.

Dibujaste una sonrisa y te rascaste la nuca.

—Bueno, al menos lo intenté. —Puse los ojos en blanco—. Bien, entonces vamos a resolver esto aquí y ahora. —Tu tono había cambiado de casual a amenazador, un escalofrío recorrió mi cuerpo sin poder evitarlo.

Te acomodaste a mi lado en la cama, de nuevo, traté de alejarme pero esta vez me lo impediste aferrándote a mi brazo. Me obligaste a girar hasta quedar frente a frente, muy cerca el uno del otro.

—No sé qué es lo que pasa por esa complicada cabeza tuya, Sasuke. Y como no puedo saberlo, entonces te diré lo que pasa por la mía —respiraste profundamente con la vista fija en el suelo, luego me miraste, en tus ojos pude notar un brillo especial que no supe distinguir y continuaste:

»La razón por la que me negué a acostarme contigo, es porque no quiero que sea un simple acostón. Quiero sentir que es algo que ambos queremos, que ambos deseamos pero que suceda en el momento indicado. Quizá sea planeado, quizá no. Pero al menos me gustaría pensar que será algo especial. Me gustaría sorprenderte y que sea algo que recuerdes siempre, porque de mi parte lo atesoraré de por vida. —Ruborizado como estabas, te aproximaste lentamente a mis labios y depositaste un corto y dulce beso—. Sasuke, la razón es simple: Yo no quiero tener sexo contigo porque es algo que puedo conseguir de cualquier persona. — Sí, sabía que en cuanto quisieras podías tener un encuentro fortuito con cualquiera de tu séquito de perdidas y eso me hacía arder de celos—, pero eso es un acto vacío, es algo no estoy dispuesto a hacer de nuevo porque estoy profundamente enamorado de ti, y no puedo pensar en nadie más. Y cuando pienso en ti, siento todo menos vacío, se trata de un millón de indescriptibles emociones y sensaciones que no puedo contener.

Me aferré a tus manos porque de otra manera saldría flotando en cualquier instante. Mi cara ardía, mi corazón latía con fuerza y apenas podía respirar, pero jamás me había sentido tan feliz.

—Sasuke. —Acariciaste mis manos entre las tuyas, podía notar tus nervios y de alguna forma me hacías sentir igual. Me mirabas con ese azul tan brillante e intenso que me hacía respirar con dificultad. Era un momento tan íntimo que simplemente no quería romper. Hace tiempo, desde que había fijado mis ojos en ti, desde que mi mundo se redujo a un idiota rubio cabeza hueca, tierno y cariñoso, todas mis barreras se derrumbaron. Había roto los esquemas y yo simplemente ya no me reconocía sin ti…—. Quiero que sepas con toda certeza que te amo, Sasuke. Te amo como nunca antes lo había hecho y como nunca más lo haré porque no ha habido ni habrá nadie más importante en mi vida que tú —…toda mi vida eras tú—. Te amo y quiero hacer el amor contigo.

 No sabía qué decir, me habías tomado por sorpresa. Tenía mis ojos tan abiertos y trataba de articular palabra, pero no podía. En ese momento, parecía un farolillo por lo abochornado que estaba y tú me mirabas con tanta intensidad esperando una respuesta. No quería decepcionarte y que malinterpretaras mi silencio, así que sólo pude acertar a lanzarme encima de ti para besarte con tal vehemencia que te dejara sin aliento. Saboreando hasta el último rincón de tu boca, probando el sabor de tu lengua entrelazada con la mía. Sintiendo el calor de tus manos subiendo y bajando por mi espalda.

Yo también te amaba y deseaba compartir ese momento especial contigo.

Y ahí nos encontrábamos, la cama se balanceaba, el mundo giraba y yo solo podía sentirte a ti. El calor de nuestros cuerpos friccionando entre sí, el sudor resbalando por nuestra piel que quemaba ante el contacto, el movimiento vertiginoso de mi cuerpo sobre el tuyo, envueltos en una nube de pasión y desenfreno. Pese al dolor inicial ahora estaba disfrutando de indescriptibles e insuperables sensaciones que provocabas, solamente tú: Espasmos contenidos acompañados de gemidos sonoros y desvergonzados, jadeos inestables, el sonido de la cama que parecía a punto de romperse y también lo obsceno de nuestras carnes chocando entre sí. Tú llenándome por completo en cada embestida, estocadas certeras que me hacían nublar el sentido, lleno de deseo y pasión. Me sostenía con las manos de tu fuerte abdomen y tú te aferrabas con ímpetu a mis caderas, impulsándome para llegar más profundo. Penetraciones salvajes, el movimiento acelerado y excitante de tu pelvis embistiendo contra mí. Estábamos tan cerca, podía sentir la tensión en mi vientre.

Me sentía tan bien teniéndote así, poseyendo el control, marcando el ritmo de aquel acto que nos tenía enloquecidos. Tus gemidos roncos pronunciando mi nombre, pidiendo más rapidez. Te incorporaste con dificultad pasando un brazo alrededor de mi cintura mientras que con el otro continuabas el impulso, luego buscaste con desespero mi boca, juntándolas en un hambriento y necesitado beso. Me aferré con mis brazos a tu cuello, escondiendo mi rostro en el mismo, inspirando tu aroma a canela mezclado con el mío. Cubiertos de sudor. Me encantaba porque era tan tuyo, eras tú y podría afirmar que todo en ti me enloquecía. Me alzaste por breves segundos y luego arremetiste contra mí con fuerza, causándome tales sensaciones que me hicieron arquear la espalda, llegando al esperado clímax acompañado de un prolongado y sonoro gemido. En par de penetraciones más, tú también llegaste al orgasmo con un estridente rugido.

Nos quedamos así, recostados sobre la cama, abrazados, regulando nuestras agitadas respiraciones. Depositaste un dulce beso en mi frente y susurraste en mi oído: Te amo. Yo suspiré profundo, me gustaba escucharte pronunciar esas palabras, me llenaban el pecho de dicha y podía jugar que mi corazón daba un vuelco de alegría. Si bien no habías sido el primero en mi vida, eras sin duda el más importante y deseaba con toda mi alma que fueras el último.

—¿Lo sabes, verdad? —dije. Pude notar un brillo en tus ojos y la sonrisa más feliz que alguna vez haya visto.

—Lo sé.

 

—¿Sasuke? —me llamas y agitas mi hombro, trayéndome de nuevo al presente. Parpadeo varias veces, estaba tan ensimismado en mis pensamientos que me olvidé de la conversación que manteníamos.

—¿Qué pasa? —pregunto incorporándome. Estás de pie a mi lado mirándome preocupado.

—¿Te sientes bien? ¿Tienes fiebre? —preguntas palpando mi frente, tanteando mi temperatura.

—Estoy bien, ¿por qué preguntas?

—Porque estás todo rojo.

«Idiota», pienso. Que ganas de decirte: “No estoy enfermo, sólo tenía pensamientos lascivos. Y es que como hace días no me tocas, ardo de deseos de tenerte entre mis piernas”. Sería una confesión desesperada, pero patéticamente cierta.

—Estoy bien, ahora acuéstate que es tarde y quiero dormir. —Me acomodo en la cama, de cara a ti. Segundos después, apagas la luz y te acuestas en tu lado, de espaldas a la cama mirando al techo. Suspiras profundamente y relajas todos y cada uno de tus músculos. Tus rasgos se suavizan, tu cara se ve tan pacífica, sigues siendo tan atractivo como siempre a pesar de las terribles ojeras que permanecen debajo de tus ojos. Tus hermosos ojos… Me dejo llevar por el impulso que me invita a acariciar con el dorso de mi mano tu rostro. Deslizo mis dedos con delicadeza por tus mejillas y delineo lentamente tu perfil, deteniéndome en tus labios, carnosos y apetecibles. Siento un atracción inevitable que me incita a probarlos. Entonces, junto mis labios con los tuyos en un suave roce que se termina cuando tus párpados se abren dejando ver esos iris tan azules.

—Lo siento —digo en un murmullo—. Te he despertado.

Niegas lentamente con la cabeza y me sonríes con ternura.

—No estaba dormido. —Me quedo de piedra, avergonzado por mis actos.

—¿Por qué no has dicho nada?

Suspiras profundamente y esbozas una de esas cálidas sonrisas.

—Porque me gusta que me acaricies con tanta dulzura cuando piensas que duermo. De haber sabido que estaba despierto, no lo hubieras hecho. Discúlpame por no negarme el placer de una caricia tuya, es que no son muy frecuentes. —Pongo los ojos en blanco y amplias tu sonrisa.

—Hmp, —Volteo el rostro y me recuesto de nuevo en mi almohada, pero te acercas a mi altura en busca de mi boca para besarla y yo correspondo con anhelo mientras te abrazas a mi cuerpo. El beso es tierno y pausado, llenas mi rostro con suaves roces y terminas con tu cara escondida en mi cuello (disfrutas hacerlo), inspirando profundamente. Pasan los segundos y pienso que te has quedado dormido.

—Sasuke-teme, me encanta tu olor —murmuras muy cerca de mi oído.

Te apartas para acomodarte sobre la cama, me atraes a tu cuerpo, y yo me abrazo a ti suspirando resignado cuando tu respiración se torna pausada indicándome que te has quedado dormido. Hoy tampoco podré tenerte.

 

La mañana llega anunciando su entrada triunfal con los rayos fulgurantes del sol filtrándose por las ventanas. Me levanto adormilado y entro al baño para ducharme, minutos después salgo y me visto mientras tú sigues desparramado sobre la cama. Mi horario es más flexible que el tuyo. Yo me desempeño como profesor de literatura en la universidad nacional, en Tokio. Imparto clases cinco veces por semana, de lunes a viernes por las mañanas y los sábados por la tarde. Sin embargo, tú, aunque entras más temprano, sales entrada la noche, a veces tienes que hacer horas extras y de vez en cuando, también vas los sábados. Los domingos son los únicos días que coincidimos y para empeorar la situación, las últimas semanas has tenido que ir en reemplazo de algunos compañeros por asuntos ajenos a mi conocimiento.

Me acercó a la cama para despertarte, después de varios intentos fallidos, unos cuantos gritos y zarandeos, finalmente abres los ojos. Te levantas a regañadientes y te arrastro a la ducha. Te aseas mientras yo termino de alistarme y salgo de la habitación para preparar un desayuno decente.

Te apareces minutos después apurado en busca de tus documentos.

—Sasuke, ¿has visto mi maletín? —preguntas mientras te acomodas la corbata.

—Siéntate y come —sentencio.

—Pero Sasuke, se me hace tarde.

—No, es temprano aún. Debes comer —digo casi en un gruñido. Veo que volteas y miras el reloj de la cocina, te he levantado más temprano para que te dé tiempo de alimentarte bien—. Vamos, dobe. Come y deja de verme como tonto.

Te aproximas sigilosamente a mí, me abrazas por la espalda a la vez repartes pequeños besos en mi nuca.

—Gracias por preocuparte por mí, Sasuke. ¡Era un gran esposito `ttebayo! —Sí, todavía no dejas de usar esa muletilla, admito que al principio me resultaba tediosa, pero me he acostumbrado. Una vena palpitante aparece en mi frente, detesto que uses diminutivos. A sabiendas de eso, te aleja cuidando de tu integridad física.

Te sirves de todo: Café, jugo, tostadas, huevos; todo menos ramen, a partir de ahora no lo verás muy a menudo. Me siento a tu lado y me sirvo café y unas tostadas.

—Naruto, hay algo que olvidé decirte ayer.

—¿Qué pasa, teme?

—Mi madre llamó… nos invita a cenar éste domingo. —Alzas la mirada, curioso.

—¿En su casa? —preguntas astuto.

Niego levemente con la cabeza. Ahora viene la parte difícil.

—Prefiero no saberlo, la respuesta es no —respondes rotundo. En definitiva, no podía ser en su casa debido a la presencia nada grata de mi padre. Y sabía que solamente quedaba una opción: Itachi.

—¿Vas a hacerle un desaire a mi madre? —Manipulación, siempre funciona.

—Sabes que Mikoto me cae muy bien, pero tu hermano me odia y el sentimiento es mutuo. La única razón por la que seguimos vivos es porque durante estos siete años nos hemos visto unas escasas… ¿seis veces? —dices tratando de recordar—. Invítala aquí y cenamos a gusto, ¿bien? —Te levantas para rodear la mesa y despedirte. Veo que te inclinas hasta mi altura con el propósito de darme un beso que me niego a corresponder—. ¡No trates de chantajearme, Sasuke! —exclamas melodramático y te arrodillas abrazándote a mi cintura recostando tu cabeza sobre mi pierna—. ¡Dios, sabes que hago cualquier cosa por ti! Pero Itachi es un asunto que me supera, para él cualquier oportunidad es propicia para aventar su veneno y tratar de separarnos.

 Era cierto, Itachi no estaba de acuerdo con nuestra relación desde un inicio, había sido bastante complicado hacerlo entender el hecho de que me había enamorado de ti, y que nos casaríamos. Jamás lo aceptó, pero él sabía que si intervenía no se lo perdonaría. Sin embargo, su actitud con el paso de los años no ha cambiado.

 

—Naruto… —estabas concentrado tecleando en el computador y volteaste para mirarme con atención—. Yo… quiero que conozcas a mi familia.

—¿En serio `ttebayo?

Suspiré.

—Sí, creo que ya es tiempo, llevamos un año juntos. Además, me parece la oportunidad perfecta para darles la noticia.

—¡Perfecto ´ttebayo!

 

Ahí nos encontrábamos, una guerra de miradas. La tuya nerviosa, mi madre mostrando una sonrisa amable y una mirada desdeñosa por parte de Itachi, mientras yo los observaba con fastidio.

—Él es Naruto. —Te presenté con nuestras manos entrelazadas, debía recordarte que tenías todo mi apoyo. Y entonces todo aquello comenzó:

—Mucho gusto. —Hiciste una pequeña reverencia—. Uzumaki Naruto. —Luego alzaste la mano hacia mi madre en señal de saludo. Ella correspondió con educación y su amabilidad tan propia.

—Un placer, Naruto. Mi nombre es Mikoto. Estoy feliz de poder al fin conocer al flamante novio de mi pequeño —Sí, lo que temía. Ante los ojos de una madre sus hijos nunca crecen, ella me observaba con dulzura, y comenzaba a ruborizarme. Por eso había estado postergando aquella reunión por meses, pero cedí ante su insistencia—. Éste es mi hijo mayor, Itachi —prosiguió, presentando a mi aprensivo y sobreprotector hermano cuya mirada revelaba sus imperiosas ganas de cortarte en pedacitos.

Al igual que habías hecho con mi madre, extendiste tu mano, pero los minutos pasaron e Itachi se limitaba a escudriñarte con la mirada. Mi hermano era más o menos de tu tamaño, de contextura delgada, cabello largo, la piel un poco más oscura que la mía y ojeras en el rostro, heredadas de mi padre. Siempre había sido un hombre escrupuloso, desconfiado y como mencioné antes, un hermano sobreprotector. Aunque compartía muchos de las ideas de mi padre con respecto a mi educación y mi forma de vida, me había apoyado incondicionalmente, hasta entonces.

Él finalmente se decidió a reaccionar, pero no de la forma que esperaba.

—Es una lástima, Sasuke. —Alzó una ceja, mirándote con desdén—. Pudiste haber conseguido algo mejor. —Dio media vuelta y salió por el pasillo.

—¡¡Itachi!! — gritó mi madre, reprendiéndolo. Hizo una pequeña señal de disculpa y salió tras él. La cara me ardía de vergüenza y rabia, volteé a verte rápidamente y mi corazón se estremeció. Tenías el rostro cabizbajo y los puños fuertemente cerrados.

—Naruto… —Me acerqué, pero rehuías mi mirada—. Mírame, dobe. —Tenías la vista pegada al suelo, tus hermosos ojos estaban opacos y tristes. ¡Oh, Itachi se iba a enterar!

—Él tiene razón, Sasuke. Yo… no soy nadie. Tú provienes de una familia de renombre, mereces a alguien que esté a tu altura, —Forzaste una sonrisa que me hizo sentir peor.

—No digas estupideces. A mí no me importan esas tonterías de las clases sociales, y tú bien lo sabes —aseveré tratando de calmarte porque Itachi realmente se había pasado de la raya—. Yo te quiero a ti, Naruto. Por quien eres, no por lo que tienes, pensé que ya lo tenías claro. —Entonces me miraste y tus ojos volvieron a brillar, lo que me hizo sentir mejor—. Recuerda que sales conmigo, no con mi familia. Esto es una simple formalidad, ellos no deciden por mí, nada me hará cambiar mi opinión con respecto a ti y lo que siento. —Comenzaba a incomodarme, pero en ese momento esas palabras eran necesarias y sobre todo sinceras—. Que los comentarios de mi hermano no te afecten, simplemente ignóralo.

—¡Teme! —Me abrazaste fuertemente, suspirando aliviado mientras me acariciabas la espalda con cariño. Los pasos provenientes del pasillo nos hicieron separar.

—La cena está lista, pasen al comedor —dijo mi madre con una sonrisa cálida.

***

—Entonces, salen hace un año —habló mi madre sorprendida.

Estábamos en el comedor de seis puestos, Itachi con cara de mustia en la cabecera, mi madre a su lado derecho, yo al izquierdo y tú a mi lado.

—¡Vaya, qué sorpresa! —continuó ella—. Sasuke querido, no puedo creer que no me lo hayas contado.

—Casi no nos comunicamos, madre. Lo lamento.

—Sí, que grata sorpresa —murmuró con desgano, Itachi—. Brindemos por la contrastante pareja. —Hizo amago de levantar la copa, pero sólo la empuñó para llevar el rojizo líquido a su boca.

—Pero Naruto, tú no pareces japonés. Es decir, es muy difícil ver a uno que sea rubio —intervino, ignorando a mi hermano.

—Bueno, es que mi sangre no es japonesa en su cien por ciento—explicaste—. La familia de mi padre proviene de Alemania, pero mis abuelos se mudaron a Japón cuando se casaron. Así que, mi padre nació aquí y entonces conoció a mi madre, quien por su parte tiene sangre irlandesa.

—¡Vaya! ¡Pero que interesante mezcla de razas! —exclamó ella con júbilo.

—Lo sabía, impuro —dijo Itachi en tono débil, casi como un susurro.

—¡Si no tienes nada bueno que decir, muérdete la lengua y cállate! —gruñí, hosco. Itachi me miró sorprendido puesto que nunca antes había usado ese tono con él. Suspiré profundamente tratando de calmarme cuando tu mano se entrelazó con la mía y giré para verte y corresponder tu mirada de: “Tranquilo, está bien”.

—Itachi, querido. Deja de tomar tanto, ¿quieres?

—Madre, ¿quieres que soporte ésta cena hasta el final?

—Por supuesto —respondió ella.

—Entonces, déjame tomar.

La velada siguió entre humor y risas. Preguntas sobre nuestra relación y relatos bochornosos sobre mi infancia. Al menos, tú lo estaba pasando mejor, eso me tranquilizaba. Mi madre al contrario que la mayoría de los Uchiha, es simpática, buena armonizando ambientes, sobre todo de tensión.

Había llegado la hora del postre.

—Mikoto-sama, todo ha estado delicioso. Muchas gracias —le dijiste.

—No uses tanto formalismo conmigo, Naruto. Dime Mikoto.

Itachi continuaba sentado en su posición con ojos aburridos y frases despectivas que por suerte, todos ignorábamos.

—Hacen una linda pareja —agregó mi madre—. Ojalá sigamos viéndonos, Naruto. Ha sido un enorme placer conocerte y mi Sasuke está tan feliz —Y avergonzado, totalmente avergonzado.

—No, es él quien me hace feliz a mí —agregaste meloso, lo cual me hizo incomodar aún más. Odiaba las reuniones familiares.

—Madre, hay algo que queremos informarles —aclaré mi garganta. No podía ser que estaba nervioso.

—¿De qué se trata, cariño? —preguntó ella.

—Bueno, Naruto y yo… —comencé enviándote una mirada de soslayo, estrechaste mi mano entre la tuya brindándome apoyo y confianza para continuar—. Nosotros, vamos a casarnos.

Mi madre agrandó los ojos mostrándose sorprendida, e Itachi escupió todo lo que estaba bebiendo debido a la sorpresa que le causó la noticia.

—¡¿Qué?! —exclamó Itachi.

—¿Por qué tan pronto? Tan sólo llevan un año juntos —inquirió mi madre con preocupación—. ¿Acaso estás…?

—¡No! —intervine—. No se trata de eso. Es sólo que… —Crucé miradas contigo e inspiré profundo para poder continuar.

—No queremos esperar más —explicaste—. Sasuke y yo queremos compartir nuestras vidas, no necesitamos más tiempo. Queremos vivir juntos.

—Pero eso pueden hacerlo sin casarse —habló mi madre.

—Tal vez, pero como dijo Naruto, no queremos esperar.

—Estoy preparado para compartir mi vida con su hijo, Mikoto-san.

Mi madre emitió un suspiro largo y tendido.

—Si lo han decidido ya, no hay nada que hacer —repuso ella—. Si ustedes dicen estar preparados para una vida en pareja, adelante. Espero sean muy felices.

—¡Pero madre! —gritó Itachi—. ¡Es una locura! No lo conoces lo suficiente, Sasuke. No sabes si es un psicópata. —Noté tu tensión y sé que tú la mía—. ¡O si es un…! ¡Un estafador! ¡Un caza fortuna!

—¡Itachi, has perdido la cabeza! —exclamó mi madre.

—¡Cállate! —grité con voz de ultratumba—. Tú no tienes derecho a juzgar a Naruto si no lo conoces.

—Itachi —hablaste con tono severo, enfrentándolo—. Comprendo que tengas ciertas reservas con respecto a mí porque como tú has dicho, no me conoces, y me aparezco como el novio de tu hermano y no sólo eso, su prometido. Si bien Sasuke y yo no tenemos mucho tiempo de noviazgo, me conoce lo suficiente como para confiar en mí, y eso es suficiente para ambos. —Yo te escuchaba atentamente, me sentía tan orgulloso que te defendieras de tal forma haciéndole frente a mi hermano—. Yo amo a tu hermano, él es lo más importante en mi vida y puedes estar seguro que nadie cuidará de él mejor que yo.

Itachi te veía con las cejas alzadas.

—Eso no quiere decir que tú puedas darle a mi hermano la vida que se merece. Pensándolo mejor hasta puedes ser un obstáculo.

—¿De qué hablas? —expresaste confundido.

Era suficiente, había acabado con mi paciencia. Tiré la servilleta sobre la mesa y me levanté en un respingo. Me miraste de forma inquisitiva, yo asentí ligeramente y te dije que ya regresaba.

—Itachi, sígueme.

Caminamos fuera de la casa, por los pasillos hasta detenernos en el patio trasero.

—Sasuke…

—Escucha bien, Itachi. No tienes derecho en intervenir en mi vida de esa forma, tampoco te permito que trates mal a Naruto.

—Sasuke, piensa con claridad lo que vas a hacer, ¡es una locura!

—Es mi problema y es mi decisión. Ya está tomada. La aceptes o no, es problema tuyo. Sólo te pido, no, ¡te exijo que respetes a Naruto! Él es a quien he elegido para compartir mi vida.

—¿Cómo puedes saberlo, hermano tonto? Eres joven, aún no has vivido lo suficiente como para tomar este tipo de decisiones. Entiende que no es un juego, es algo serio y cambiará el rumbo de tu vida por completo. Tú tienes muchos objetivos por cumplir, ¿no?. Terminar la universidad, estudiar una maestría y ser profesor en una universidad prestigiosa.

—¿Cómo es que el hecho de casarme me impide todo eso? Seguiré trabajando para Kakashi, y así pagaré la universidad. Además, viviré con Naruto, no pagaré más renta.

—Si lo que quieres a ahorrar dinero de esa forma, puedes venir a vivir conmigo, tonto.

Lo agarré de las solapas, ¡estaba cabreado! ¡¿Cómo se atrevía siquiera a insinuar que me iba a casar por ahorrarme unos yenes?!

—Escucha bien, Itachi. No me interesa si aceptas lo mío con Naruto o no. Lo único que te digo es que si piensas intervenir, si tratas de impedir que me case con él, olvídate de que alguna vez tuviste un hermano ¡¿Entendiste?!

Él me veía perplejo.

—Sasuke, ¿en serio ese idiota te importa tanto?

—¿Crees que estoy de broma? —hablé con seriedad.

—Pensé que era un capricho tuyo, no más. Y que él se aprovechaba de eso.

—Naruto no es ningún oportunista. Él sabe que renuncié a la herencia de los Uchiha, no está interesado en mi dinero.

Itachi se quedó pensativo por un par de segundos.

—Así que, en verdad estás muy enamorado de él.

Ruborizado como estaba, asentí lentamente con la cabeza.

Él inspiró pesadamente y luego añadió:

—Bien, no voy a intervenir. Pero ni creas que lo trataré bien. No me agrada, sigo pensando que pudiste encontrar a alguien mejor —bufé, Itachi no tenía remedio—. Puedo presentarte a familiares de mis amigos, hijos de familias prestigiosas.

—Detente, Itachi, antes que acabes con mi paciencia. No voy a meterme con un niño rico solamente por su apellido. Según mi padre, no soy un prestigioso Uchiha, de ser posible renuncio al maldito apellido. Si mi padre se afrenta de mí porque no soy digno, no estoy dispuesto a agachar la cabeza para que decida por mi vida, yo soy capaz de afrentarme de mi familia si ésta se interpone entre la persona que quiero y yo.

—Entiendo, nada que hacer —resopló, a la vez que sacaba de su bolsillo un cigarrillo—. Sólo no esperes que me lleve bien con el rubio idiota que escogiste como futuro carcelero.

Lo que no se esperaban, era que la boda se llevaría a cabo un mes después.

 

—No va a lograr separarnos, dobe. —Acomodo tu cabello con cariño—. Trata de soportarlo un par de horas. Mi madre está emocionada por verte. —Realmente no exagero, Mikoto sonaba bastante entusiasmada por vernos, sobre todo a ti, a mi no me engaña; y su actitud es irritante—. Se ha esforzado mucho para poder convencer al tarado de mi hermano. Preparará un banquete únicamente para nosotros.

Escucho un suspiro derrotado. Sí, he ganado.

—Bien. —Te levantas, abatido—. Será el domingo entonces… dos días —murmuras entre dientes.

Me levanto para despedirme abrazándome a tu cuello, me rodeas por la cintura y nos besamos. Un contacto intenso que dura varios minutos, resintiendo la separación, puesto que si seguíamos así ninguno de los dos iría a trabajar. Te separas de mí pero enseguida te tambaleas y te sostengo a tiempo antes de caer.

—¡¿Estás bien?! —pregunto un poco exaltado. Asientes rápidamente y sonríes.

—Sí, sólo… me flaqueó la pierna. Un calambre. —Mientes, es notable.

—Naruto…

—Estoy bien, no vemos. —Recibo un rápido beso y sales dejándome sumamente preocupado.

 

Ha llegado el nada ansiado domingo. Nos preparamos para salir, estás muy nervioso y con anticipación, irritado. Sé que la simple idea de encontrarte con Itachi te pone los nervios de punta.

—¿Listo? —te pregunto frente a la puerta de la casa de Itachi, antes de entrar.

—No, ¡mejor vayamos a un restaurante, teme!

Volteo hacia la puerta, ignorando tu negativa y toco el timbre, minutos después la abren, es mi madre. Me saluda con un efusivo abrazo y luego se acerca a ti para recibirle de la misma forma. Nos pide que pasemos, dejamos los zapatos a un lado y caminamos por el angosto pasillo escuchando la habladuría de mi madre y lo feliz que está de vernos.

—Naruto, estás más delgado. Sasuke, ¿acaso no cuidas de su alimentación?

Mi madre también puede llegar a ser impertinente. ¡¿Piensa que soy un ama de casa, o qué!? El hecho de que hayamos acordado que yo me encargaría de cocinar, fue única y exclusivamente porque a ti se te quema hasta el agua. Y bajo ninguna circunstancia estaba dispuesto a alimentarme a base de asqueroso ramen instantáneo.

—No se trata de eso, Mikoto-san —agregas divertido—. Mi Sasuke me trata de maravilla. Es sólo el estrés del trabajo.

Decido adelantarme para no escuchar su “armoniosa” conversación.

—¡Sasuke! —me saluda mi hermano, dándome un abrazo que correspondo—. Parece como si tuviéramos años sin vernos.

—En realidad, son meses. —Debido al terrible trato que hay entre mi hermano y mi esposo, mis visitas son esporádicas.

—Y, ¿dónde dejaste a tu mascota, eh? —se mofa—. Dime que al fin mis plegarias han sido escuchadas y lo has dejado por alguien que valga la pena.

—Itachi… —siseo molesto.

—¡Oh, pero qué terrible! Ya he escuchado su voz chillona e insoportable. Mira, quiero presentarte a alguien. —Detrás de Itachi aparece una rubia llamativa con un vestido de coctel negro, ceñido y un discreto escote que muestra sus bien distribuidos atributos. Para mi sorpresa, ella no era una desconocida para mí—. Mi hermano, Sasuke. —La mujer me tiende la mano, conteniendo una sonrisa burlesca—. Sasuke, ella es Ino. —Le devuelvo el saludo con una mueca forzada.

—Un placer y una gran sorpresa verte de nuevo, Sasuke.

—No sabía que se conocían —habla mi hermano.

—Bueno, yo solía trabajar en la casa de bolsa. Sasuke y yo no éramos compañeros de trabajo, pero coincidimos un par de veces. —Sonríe ella, falsa.

—Ya veo, qué interesante coincidencia. Sasuke, Ino y yo estamos saliendo.

Qué mala suerte. Mi “pobre e inocente” hermano siendo víctima de una trepadora profesional. Me rompe el corazón.

—Es una lástima… —murmuro muy bajo, Ino entrecierra los ojos, retadora—, que no te haya visto antes.

—Bueno, cambié de trabajo por motivos personales.

—Ya veo… —Yo bien que conozco esos “motivos personales” que son ahora muy míos.

Entras al salón con mi madre del brazo, interrumpiendo mi guerra de miradas con la rubia tonta. Se acercan a nuestra posición, le diriges una mirada de desagrado a Itachi, y éste te corresponde soberbio, luego posas tus ojos en mí y me sonríes, un gesto que se borra al fijarse en la otra presencia que permanece en la sala. Sus miradas se cruzan y abres los ojos sorprendido, desviándolos en busca de los míos, pidiendo una explicación.

Mi madre nos interrumpe y pide que pasemos al comedor, doy media vuelta y camino hacia el lugar, pero me interceptas para rodear mi cintura con uno de tus brazos, besas mi cabeza y preguntas muy bajito:

—¿Esto qué significa?

—Ya lo sabrás…

Entrelazas tu mano con la mía y nos sentamos en la mesa. Ésta vez es mi madre quien oficia como anfitriona sentada en la cabecera, Itachi y yo sentados cada uno a su lado, tú a mi izquierda y desafortunadamente, Ino en frente de ti.

—Me alegro que hayan aceptado la invitación —dice mi madre, sonriente—. Pero qué descuido de mi parte, no los he presentado. Naruto, querido, ella es Ino, la pareja de Itachi.

Noto tu sorpresa, le sonríes con reserva y luego me miras de soslayo. Yo trato de actuar indiferente, esa niña no logrará crisparme los nervios, aunque se lo proponga.

—Ino, él es esposo de mi hijo menor, Sasuke —continúa mi madre. La rubia te sonríe ampliamente.

—Un gusto verte de nuevo, Naruto.

Itachi entrecierra los ojos con disgusto.

—Así que también conoces a éste idiota —agrega en tono despectivo, mi hermano.

—Así es, cariño. —Ella se voltea y le acaricia el brazo—. Naruto y yo nos conocimos en el trabajo. Éramos muy buenos compañeros.

Quizás sí lograría crisparme los nervios. Te aclaras la garganta, incómodo.

—Y ustedes, ¿dónde se conocieron? —pregunto indiferente, tomando de mi copa de vino tinto. Esa noche necesitaría una botella entera.

—Bueno, Ino trabaja en la empresa. Nos topamos un día y quedé maravillado con su belleza. Así que la invité a salir, y hemos estado conociéndonos desde hace dos semanas.

—Y, ¿en dos semanas la hiciste tu novia? Vaya, Itachi, me sorprendes —agrego irónico—. Pensé que la clase social era importante para ti, hermano. ¿Cómo es que terminas involucrándote con ella?

Mi madre se aclara la garganta y tú me lanzas una mirada reprobatoria.

Itachi ríe entre dientes y luego agrega socarrón:

—Bueno, si tú te casaste con éste Don nadie, me dije que quizás debía darme una oportunidad con ésta bella dama. —Le toma de la mano y deposita un beso en la misma.

Tú lo miras aburrido, acostumbrado a sus comentarios despectivos y yo prefiero no decir más, ya que no quiero romper el ilusionado corazón de mi querido hermano haciéndole saber lo “accesible” que es su novia.

La cena sigue su curso entre pláticas banales, arrumacos descarados por parte de mi hermano y su ahora “novia”, miradas retadoras, otras insinuantes y una que otra burlesca. Yo comienzo a cabrearme al ver las largas miradas que te dedica esa tonta sin siquiera procurar disimularlo. Me tranquiliza el hecho de que la ignores y permanezcas todo el tiempo prendado de mi hombro en el que reposas de vez en cuando tu cabeza. Pero cuando te veo girarte completamente hacia mi dirección, tratando de esconder un gesto incómodo, me doy cuenta que algo anda mal, así que observo de reojo por debajo de la mesa como una punta de zapato negro de tacón busca con insistencia alcanzar nada más y nada menos que tu pierna.

 ¡¿Qué hace esa tipeja tocando lo mío?!

Presiono con furia mis puños e inspiro profundamente tratando de calmarme, te das cuenta y me abrazas susurrándome al oído un “tranquilízate”. Besas mi mejilla y te obligo a que cambies posición conmigo, excusando que la pata de la mesa me estorba.

Observo a Ino fruncir levemente el ceño y yo sonrío triunfante. Me tomas por la barbilla y me das un beso rápido seguido de una larga mirada llena de cariño. La velada continúa y ahora aprovechas para conversar a gusto con mi madre, e intercambiar miradas de odio y amenazas vacías de muerte con Itachi. Yo me limito a escuchar y responder cuando me preguntan algo, y por supuesto sostengo mi propia batalla silenciosa con Ino.

Terminada la cena, mi madre insiste en que pasemos a la sala para continuar la plática, yo lo único que quiero es irme a casa, pero no podemos rechazar su invitación, así que nos sentamos en los cómodos sillones de la sala. Ella trae bocadillos y entabla una conversación contigo, Itachi e Ino también participan. Mikoto tiene una empatía increíble que no nos heredó a ninguno de sus hijos.

De repente, noto que comienzas a acomodar la cabeza en el sillón, sobándote ligeramente la parte de atrás del cuello y haces gestos de molestia y dolor.

—¿Estás bien? —Me acerco a ti colocando una mano en tu mejilla y en tu frente para chequear tu temperatura. Asientes ligeramente con la cabeza pero tu cara de: “Estoy estupendo” no funciona conmigo y lo sabes. Después, me acomodo para poner mis manos en tu sien—. Es la cabeza… —asevero. Comienzo a frotar de forma circular con mis pulgares el lugar y cierra los ojos, relajándote. Te abrazo a mí para que te recuestes en mi pecho y continúo masajeando tu cabeza. Me he olvidado por un instante que no estamos solos y el silencio que se produce me hace alzar la vista de inmediato, encontrándome con la cara sonriente de mi madre, quien me mira cariñosa, incómodo. Luego, Itachi con cara de sorpresa y fastidio, y al final Ino, sonrojada y furiosa.

¡Maldición!

—Sasuke, eres tan cariñoso… —habla mi madre con ilusión, haciéndome ruborizar. Siento tu cuerpo temblar levemente, permaneces con los ojos cerrados pero con una sonrisa radiante. Te estás divirtiendo con esto. Te abrazas más a mí y no te alejo, sé que estás cómodo así.

—Tenemos que irnos —digo finalmente.

Nos despedimos de mi hermano y mi madre. Ino y yo nos dimos un apretón de manos muy fuerte, y ahora es tu turno: tomas su mano pero ella te jala para depositar un beso en tu mejilla, demasiado efusivo para mi gusto.

Arrugó fuertemente el ceño y te apartas obligándola a soltarte, das media vuelta y subimos al auto. Suspiras pesadamente mientras conduzco rumbo a casa.

—Qué noche… —resoplas—. ¿Quién diría que Ino y tu hermano saldrían juntos? ¡Qué ironía! —Te observo de soslayo, te ves entretenido—. Me pregunto, ¿qué diría el arrogante de tu hermano si supiera…?

—¿Que te acostabas con ella? —agrego conteniendo mi molestia—. Con el orgullo herido, no creo que sobreviva.

—Me gustaría ver eso…

—Hmp… ¿Te la has pasado bien? —Trato de disimular, pero me conoces demasiado bien.

—Sabes que tus celos son ridículos, no puedo creer que hayas caído ante sus provocaciones.

—¡¿Y qué querías que hiciera?! Me contuve cuanto pude —gruñí con rabia—. Lamento no haber disfrutado el reencuentro tanto como tú.

Te escucho suspirar con cansancio y cierras los ojos, no estás en condiciones de discutir.

Llegamos a casa y estaciono el auto, en seguida entro, furioso. Me dirijo con rapidez a la habitación y azoto la puerta. Tiro la ropa y me cambio para dormir. Minutos después entras a la habitación, siento tu mirada sobre mí pero lo ignoro. Escucho un largo suspiro de tu parte, pero te cambias con parsimonia para después meterte en la cama. No percibo movimiento y aunque finjo dormir, sabes que continúo despierto. Finalmente decides, con ese carácter tuyo tan hiperactivo, que no puedes permanecer más tiempo en silencio, así que te acercas y te pegas a mi espalda. Siento que tu calor me envuelve y es reconfortante, pero no pienso ceder y aunque detesto pelear contigo, mi orgullo no me lo permitirá, ardo de celos, eso lo sabes. No lo puedo evitar, así como tampoco puedo alejarte, te necesito cerca y es algo que no puedo controlar. Tu mano comienza a rozar mi pierna y continúa subiendo con suavidad hasta posarse en mi pecho, el cual presionas para acercarme aún más a tu cuerpo y eso te permite mayor acceso a mi rostro en el que siento tu aliento contra mi piel. Colocas tu mejilla sobre la mía y te quedas un momento quieto y callado, un agradable mutismo que no dura mucho tiempo.

—Teme, te amo. Eres lo más importante para mí —susurras en mi oído, tu cálido aliento me llega provocándome un estremecimiento, luego besas mi mejilla y me abrazas con fuerza. Un calor agradable emerge en mi pecho, no importa cuántas veces me lo digas, es tu arma infalible contra mis murallas y siempre logras atravesarlas.

Continúas con las caricias y me dejo hacer a gusto, aunque no lo demuestre. Jugueteas con el lóbulo de mi oreja conforme tus manos recorren mi torso y mis piernas, luego te pegas a mi espalda y doy un pequeño respingo al sentir tu pelvis rozándose contra mi trasero, tu amiguito medio despierto moviéndose con descaro.

—Mgh —ahogo un gemido y puedo notar tu sonrisa contra mi cuello que continúas besando con intensidad. Te incorporas sosteniéndote con tus brazos para mirarme desde arriba. Por primera vez me giro para enfrentar tu mirada.

—Pensé que tenías dolor de cabeza —hablo con fingida apatía.

—Lo tengo —aseguras y te acercas para susurrar muy cerca de mi rostro—, pero eso no me impide amarte.

No puedo evitar sonreír levemente y entonces junta tus labios con los míos y comienzas a besarme con frenesí, correspondo con desespero abrazándome a tu cuello, buscando un contacto más profundo. Nuestras lenguas pelean por ganar territorio, tu sabor me produce indescriptibles sensaciones, sin lugar a dudas, te he extrañado.

Me volteo completamente, y sin romper el beso, te acomodas sobre mí. Comienzo a deslizar mis manos por tu cuerpo, recorro tu espalda mientras nuestras caderas se mueven a un ritmo moderado. Nuestras hombrías comienzan a rozarse, es una sensación abrasante y excitante que a cada segundo se vuelve más ansiosa. El movimiento se acelera y mis manos encuentran ese par de abultadas y firmes nalgas que me invitan a apretarlas con fuerza. Gimes ronco y sonoro, tu respiración febril sobre la sensible piel de mi cuello me hace sentir escalofríos, así que me remuevo ansioso bajo tu cuerpo indicando que necesito más de ti. Tus manos bajan por mi pecho, mis caderas y se detienen en mi trasero, el que estrujas con ímpetu obligándome a juntar aún más nuestros miembros y entonces te detienes, no rompes el contacto pero tus labios se congelan, abro los ojos y me topo con los tuyos, ampliamente abiertos. Me observas con sorpresa.

—¿Qué pasa? —pregunto jadeante. Me miras con incredulidad y haces un rápido movimiento de pelvis, restregándose contra mí—. Mgh…—y haciéndome gemir.

—Sasuke… —dices perplejo, después cambias a una cara burlona—. Estás tan caliente —usas un tono seductor.

Arrugó fuertemente el entrecejo y giro mi rostro rehuyendo tu mirada. Claro que estoy caliente, hace tiempo que no tenemos sexo y yo no soy de piedra.

—¡¿Y de quién es la culpa?! —gruño rabioso y me reprocho por haberme dejado en evidencia.

Te miro de nuevo a los ojos, aún ceñudo y noto tu confusión. Me escrudiñas en silencio, como si pudieses ver a través de mí, como si fuese posible que leyeras mis pensamientos. Luego sonríes, un gesto dulce y comprensivo.

—Entonces, voy a redimirme. —Arremetes contra mi cuello, el cual succionas hambriento, dejando marcas que en unas horas se tornarán violáceas y, honestamente, no me importa. Después, tu mano baja lentamente por mi abdomen hasta toparse con el pantalón del pijama, te cuelas por debajo e introduces tu mano encontrándose con mi sexo completamente erguido y desesperado por ser atendido.

Un suspiro de alivio escapa de mi boca. Tu mano empieza un tortuoso sube y baja que pronto comienza a acelerarse y en cuestión de segundos, una corriente eléctrica baja por mi columna y se centra en mi miembro haciéndome lanzar un grito placentero cuando mi semen se derrama entre tus dedos.

Sacas tu mano y me miras, turbado, mientras yo sufro de los efectos post orgásmicos.

—¡¿Tan rápido?! —te escucho sorprendido.

Abro los ojos y miro los restos correr por tus dedos. Estaba tan sensible que bastaron simples roces para hacerme llegar al orgasmo. Avergonzado y ruborizado hasta los cabellos, me giro por completo para esconder mi cara en la almohada.

Te acomodas encima de mí, continúas excitado y yo te he dejado a medias. Estrujo la almohada con rabia y vergüenza.

—Sasuke. —Besas la parte de atrás de mi cuello—. No tienes por qué esconderte. No es tu culpa, es mía por dejarte desatendido portanto tiempo. Aunque sinceramente pensé que te dabas una mano y, si bien no me lo esperaba, me hace feliz ser el único capaz de provocarte tanto placer.

—¡Cállate, idiota! —grito, todavía con mi cara enterrada en la almohada.

—Teme, ¿vas a dejarme así? —Te frotas contra mi trasero, mostrándome cuan excitado estás. Y puedo decir, que es bastante.

—Sí, ve a hacerte una paja. ¡Pero déjame en paz! —grito y me muevo tratando de quitarte de encima.

—Eres tan cruel, y yo que te quiero tanto —lloriqueas con falsedad.

—Hmp.

Oigo un suspiro resignado.

—Bueno, entonces que duermas bien.

Siento que te acomodas en tu lugar, aliviado porque me dejas sumido en mi autocompasión, giro mi rostro en dirección contraria y cierro los ojos evitando pensar en lo acontecido. Pero de repente, percibo una agitación en la cama. Movimientos rápidos y el sonido de tu voz acompañada de gemidos, impúdicos y ruidosos, inunda mis oídos. ¿Acaso estás…? ¡Maldito!

Me incorporo para verte y no doy crédito a lo que me encuentro, los: “¡Ah! ¡Ah! ¡Sasuke!”, sonoros y vulgares acompañados de esa voz ronca y lujuriosa, ¡son porque en efecto te encuentras masturbándote!

—Idiota, ¡¿qué haces?! —grito exaltado y… y agitado.

—Lo que tú no quisiste terminar. —Me miras de soslayo con una ceja alzada mientras continúas autocomplaciéndote. Contraes el rostro de placer y yo… me muerdo los labios.

—¡Cuando te dije que te hicieras una paja, me refería a que fueses al baño! ¡Y cúbrete! —Te arrojo una almohada que esquivas con diversión.

—No, aquí es más cómodo —afirmas jadeante—. ¿Y por qué te ruborizas? Como si no lo has visto antes. —Me guiñas un ojo.

—Imbécil. —Me recuesto de nuevo, volteando mi rostro en dirección contraria y resintiendo la falta de mi almohada.

—Por cierto, deberías cambiarte el pijama. ¿O piensas dormir todo mojado y pegajoso?

—Hmp. —Debo cambiarme la ropa interior, así que me levanto y comienzo a quitármela.

—Sasuke… ¡Ahh! —continúas gimiendo mi nombre con tal morbo haciendo que comience a ponerme a tono, otra vez—. Mmmm… Sasuke. ¿Sabes?, mis manos no son tan cálidas como tu boca ni tan estrechas como tu culo.

¡Maldito, me estás provocando! Y esa boca sucia… Muerdo mi labio con saña y presiono la mandíbula. «No debo caer». Comienzo a repetirlo como un mantra, pero tus gemidos no me ayudan y el calor en mis bajos, tampoco. ¡Casi grito de pura frustración! Mi miembro comienza a punzar. Me bajo los pantalones para cambiarme y sorpresa, ya estoy tieso.

—Ah, ah, ah… —comienzas a gemir más fuerte, tus respiración se vuelve frenética. Presiono los puños, no tienes idea de cuánto necesito sentirte. De hecho, ardo de deseo. ¡A la mierda! Lanzó el pijama a un lado y me abalanzo sobre ti, capturando tu boca en el impulso.

Procedo a sentarme a horcajadas juntando nuestros miembros, enardecidos y húmedos, así que comienzo a masturbarlos con mi mano mientras entierras tus dedos en mis nalgas haciéndome gemir en tu boca.

—Me preguntaba, ¿cuánto más aguantarías? —Esbozas una sonrisa socarrona y yo bajo hasta situarme a la altura de tu erección para comenzar a degustarla. Lamidas lentas, succiones fuertes, mordiscos suaves y el jugueteo de mi lengua en tu glande.

—Sentí piedad de ti, ya que tus manos no sirven para nada. —Te ríes.

Introduzco tu hombría en mi boca, empezando a succionarlo profundo, llevándote al límite y haciéndote rogar por más, mucho más.

—¡Ah, Sasuke! —Enredas tus dedos en mi cabello para marcar el ritmo.

Escucho que abres el cajón del buró y luego te sientas erguido hasta alcanzar mi entrada mientras yo continúo con la felación. Con ambas manos separas mis nalgas y siento el líquido frio alrededor del orificio.

—Mgh. —Arqueo la espalda cuando tu dedo se introduce. Me tomas de la mejilla y dices:

—En serio, ¿no sirven para nada? —Sonríes, arrogante y comienzas a moverlo en mi interior. Me aferro a las sábanas, debido al dolor. Consecuencia clara de la falta de sexo, debería comprarme un juguetito.

Me muerdo los labios cuando introduces el segundo dedo y comienzas el vaivén, ensanchándolo. Llevo una de mis manos a mi pene para masajearlo y tratar de apaciguar el dolor. Lo consigo por un instante y la sensación en mi trasero es soportable hasta que introduces un tercero y tocas ese punto que conoces de memoria.

—¡Ahg! —Muevo las caderas en busca de esa sensación, luego tomo tu miembro entre mis manos y retomo mi trabajo, saboreándolo de la base a la punta con gula.

Minutos después, me encuentro sentado sobre ti, moviéndome vertiginosamente. Reprimo mis gemidos en tu boca. Tu lengua y la mía probándose sin contemplaciones. Tu sabor es adictivo. Muerdes mis labios y yo jalo los tuyos con saña, parte de mi venganza por haberme hecho esperar tanto. Están rojos e hinchados pero supongo que es parte del placer de sentirnos, par de sádicos. Gruñes por el dolor y te separas para arremeter contra mis pezones, provocándome todavía más. Siento que me tomas de las nalgas y me levantas para ayudar en el impulso, es una posición cansadora pero me encanta tener el control. Con una mano me aferro a tu hombro y con la otra atiendo mi dolorosa erección. Contraigo los músculos de mi interior a propósito, porque sé el placer que te causa.

—¡Arg, teme! —gruñes ronco en mi oído—. ¡No me la oprimas tanto o… o me correré! ¡Móntame con fuerza! ¡Más rápido!

Tu lenguaje soez y tu voz llena de deseo, me ponen a mil, nunca te lo he dicho pero lo sabes. Levantas tu pelvis y golpeas en ese bultito enloquecedor, haciéndome retorcer.

—Mhgg… —Me muerdo los labios—. Naruto… —Respiro entrecortadamente y me aferro a tu cuello como apoyo, aprovechas para besar y succionar el mío, para marcarme como tuyo. Como si fuese necesario, soy solamente tuyo y no deseo ser de nadie más.

Notas mi cansancio e inviertes posiciones, me pones de espaldas sobre la cama y abre mis piernas para tener más acceso. Me aferro fuertemente a tu cuello y comienzas a embestir con ímpetu, movimientos erráticos, salvajes. Das sin piedad una y otra vez en ese punto placentero, haciéndome gemir tan alto tu nombre que suena vulgar, y sé que eso te pone mucho.

—¡Sa…su..ke! —Mis músculos se contraen por inercia, estoy tan cerca—. ¡Ahhh! —Una última embestida y siento algo cálido llenándome por dentro, haciéndome sentir ridículamente completo y provocándome la sensación de mil corrientes eléctricas recorrer todo mi cuerpo, el éxtasis en su punto máximo explota en mi vientre y nubla mis sentidos.

—¡Na…ru…to! —grito con lo que me queda de fuerzas, en un último aliento de vitalidad y caigo rendido ante el esfuerzo y el insuperable placer mientras tú descansas sobre mi cuerpo agitado.

Acaricio tu cabello con suavidad, luego te incorporas y me miras con una sonrisa enternecida. Busca mi boca para besarme lenta y apasionadamente, disfrutando del momento, del contacto y las emociones que nos embargan. Te separas para recostarte a mi lado, atrayéndome en un abrazo y yo me aferro a tu cintura.

—Sasuke, ha sido fantástico —expresas con una sonrisa llena de satisfacción.

—Lo sé. —Sonrío con superioridad.

El sopor se hace presente y comienzo a cerrar los párpados, pero recuerdo que debo decirle algo:

—¿Naruto? —Levanto la cabeza y te observo, tu brazo cubre tus ojos.

—¿Qué pasa? —murmuras adormilado.

—Dobe, tienes que ir al médico, esos dolores de cabeza tan frecuentes no son normales. —Estoy realmente preocupado por ti. No quiero que te pase nada malo.

—No te preocupes, teme. Es estrés.

—Entonces, toma las vacaciones. Si no lo haces, hablaré yo con Kakashi… —Debo amenazarte para que tomes tu salud en serio.

—Bueno… una semana —accedes—. Hablaré con él mañana.

—Hmp —Aún desconfió de que lo hagas.

—Lo prometo —dices y luego me tomas de la barbilla para besar mi frente y me das un casto beso en los labios—. Buenas noches.

—Buenas noches. —Me acomodo en tu pecho y lo acaricio—. Yo también te amo… —digo en un susurro. Es uno de esos momentos cuando en verdad me nace decirlo, porque por alguna extraña razón, siento que lo necesito.

—Lo sé… —Entrelazas tu mano con la mía y somos vencidos por el sueño.

_______________________________________________________________________________________________

Abro los ojos lentamente resintiendo la luminosidad que se filtra por las ventanas. Siento un calor abrasador y me percato que estoy recostado sobre tu pecho que sube y baja con parsimonia. Estás profundamente dormido. Miro al reloj, es hora de levantarse para ir a trabajar, pero me encantaría quedarme así, sin mover un sólo músculo disfrutando de tu abrazo y tu compañía. Sin embargo, tengo que levantarme. Me impulso hasta llegar a tu altura, tu rostro sereno me invita a contemplarlo, a acariciarlo. Entonces, enredo mis dedos en tu cabello y lo acaricio con suavidad. Me aventuro a rozar tus labios, un contacto suave que rompo para susurrarte al oído:

—Despierta, dobe… —Te muevo con suavidad, pero te quejas negándote a abrir los ojos—. Naruto. —Agito tu cuerpo con más fuerza, pero me rodeas con tu brazo, envolviéndome en tu calor—. No me tientes.

—Sasuke, déjame dormir. Absorbiste toda mi energía anoche… —respondes con la voz rasposa.

Sonrío autosuficiente al recordar la noche anterior, sí una muy intensa.

—Dobe… —Rozo con mis dedos tu rostro—. Entonces quédate, llamaré a Kakashi y le diré que no te sientes bien. —Abres los ojos y asientes levemente con la cabeza, me atraes en un fuerte abrazo y nos besamos, largo y tendido, con un rápido beso me levanto para comenzar a arreglarme.

 

---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------

—¡Naruto! —grito desde la cocina, el desayuno está listo y te he estado llamando desde hace rato. Camino por el pasillo en dirección a la habitación, entro y no te encuentro en la cama, pero escucho ruidos provenientes del baño. Me acerco y la puerta está con llave, los ruidos son repetitivos, son… ¿arcadas?— ¿Naruto, qué pasa? ¿Estás bien? —Las arcadas continúan y no abres la puerta, entonces comienzo a golpearla con vehemencia—. ¡Naruto, abre!

—Un minuto, teme. —El grifo del lavabo se abre, así como también la puerta. Me asomo rápidamente, estás cepillándote los dientes y me lanzas una mirada por el espejo. Te ve pálido y sudoroso.

—¿Estabas vomitando? —respondes con un asentimiento de cabeza—. ¿Te sientes mal? —Mi preocupación va en aumento. Dejas el cepillo de lado y te enjuagas.

—Debe ser la comida de anoche, creo que tu hermano me envenenó —bromeas. Mi rostro es severo, no me hace gracia si quiera pensarlo, tampoco ayuda a tranquilizarme. Toco tu frente examinando tu temperatura. Es normal —. No te preocupes, Sasuke. Cambia esa cara, estoy bien. —Sonríes y te acercas para juntar nuestras frentes.

—No me lo parece, vamos al médico.

—No seas exagerado… Estoy bien. Voy a desayunar, ¿vas a venir? —Me quedo en el umbral de la puerta, indeciso. Tengo un mal presentimiento y no sé por qué.

—Hoy me quedaré contigo —hablo con seriedad. Suspiras y luego te niegas—. No puedo irme dejándote así, Naruto. No estaré tranquilo.

—Estoy grandecito, puedo cuidarme solo.

—Pues no me lo parece —agrego tajante.

—Tú irás al trabajo, sin preocuparte y yo me quedaré a descansar como te prometí.

—No.

—¡Sasuke! —Te quejas haciendo una mueca infantil.

No se hable más del tema. —Pones los ojos en blanco y suspiras resignado. Das media vuelta en dirección a la cocina y yo camino detrás de ti, observándote con detenimiento. Tu caminar es pesado, entonces te tambaleas y te sostienes de la pared a tiempo antes de caer, me apresuro a rodearte de la cintura mientras observo tu cara, estás más pálido. Alzas los ojos hasta toparte con los míos.

—Sasuke… no te preocupes. —Tratas de sonreír pero solamente sale una mueca fingida, estás muy débil—. Es sólo un mareo. —Tu respiración es agitada y observo como tus pupilas se dilatan y poco a poco van perdiendo su brillo —Sasuke… —Tus ojos se cierran lentamente, tus piernas flaquean y siento todo tu peso. Trato de sostenerte pero eres demasiado pesado, así que me deslizo por la pared y caemos al suelo.

—¿Naruto? —Te has desvanecido—. ¡¿Dobe?! —No respondes, aunque agito tu cuerpo. Checo tus signos vitales, están débiles. Entonces me embarga la desesperación. No sé qué hacer, tu cuerpo permanece inerte entre mis brazos—. ¡¿Naruto?! —Inevitablemente, mis ojos comienzan a llenarse de lágrimas y mis latidos se descontrolan. Me invade el miedo.

 ¡No puedo perderte! ¡No puedo!

—¡¡Narutooo…!!

 

Notas finales:

Entonces... ¿Está finalizado? Muahahaha

 

NO bueno, os dije que planeaba algo más extenso, sin embargo al inicio sí estaba pensado para ser un One shot, así que ahí tienen su One shot ;)

Por cierto, para quienes pregunten por la secuela de Amarte es mi pecado, os digo que esperen acostaditos y con el refrigerador a tope porque no he podido y no creo poder continuar. Tengo 6 cutres capítulos y los odio con toda mi alma pero tampoco los quiero editar. No, lo siento pero no tienen futuro. No hay manera. Necesitaría una inspiración divina para poder desarrollar esa historia. Es decir, tengo la línea general y todo, pero como ya no me muevo en el mundo del anime, ni el fandom y menos tengo tiempo para Facebook, nadie puede ayudarme con mis dudas existenciales y eso me tiene con un bloqueo fatal. Así que lo lamento pero no se va a poder. Quizás si algún día logro salir de este oscuro pozo de miseria, sacaré a ese pobre diablo como a este otro lo he ido desempolvando. Pero mientras tanto...no os prometo nada de nada. :( 

Si encontráis algún error, dedazo o alguna otra consulta sobre este monstruo, hacédmelo saber por favor para arreglarlo, que como os habráis dado cuenta entre tanta letra (me han salido 52 páginas, es una locura), se me pudo haber ido algo por ahí.

Gracias por leer, se les quiere.

Y si quieren una segunda parte, pues nada, tendréis que pedir y pedir y pedir. Si hay insistencia, quizás obtengáis algo bueno, eh. ;)

Besos. Hasta la próxima.

Karan


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).