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Un San Valentín “frustrado” por Aiyuko

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Notas del fanfic:

Los personajes utilizados en la siguiente obra son propiedad de la mangaka japonesa Shungiku Nakamura. Aquí sólo son utilizados para darle vida a la historia.

Notas del capitulo:

Por cuestiones de tiempo, no tuvimos tiempo de subirlo adecuadamente.

¡Esperamos que lo disfruten!

San Valentín, dulce San Valentín. La época del año en el que las personas desperdician su dinero en cosas materiales intentando hacer felices a las personas que aman. La época en la que el mismo aire huele a chocolate y todos caminan tomados de las manos con sus parejas y bobas sonrisas pegadas en el rostro. Lamentablemente, lo que “arruinó” mí san Valentín fue una bestia que atacó de repente, me debilitó y originó un fuerte dolor en mí; pero esa bestia, llamada gripe, hizo que pasara el mejor 13 de febrero de mi vida… sí, 13 de febrero.

Intentaba pasar a segundo plano mí dolor de cabeza, lamentablemente este ya había invadido mis pensamientos. Estaba mareado y apenas podía conservarme de pie, toqué mi cara, estaba ardiendo, me daba a suponer a mí mismo que estaba sonrojado, pero no de esos lindos sonrojos que se producen en el rostro de Hiro-san, este sonrojo era molesto, y podía apostar que me hacía ver como un muerto viviente. Toqué mis mejillas y sentí un pequeño saco debajo de mis ojos, tenía unas horribles ojeras marcadas, y mi azulado cabello totalmente desarreglado, no podía dejar que los niños me vieran así.

A pesar de haberme sentido pésimo al despertar vine a trabajar de todos modos, quería mí 14 de febrero libre, pero el precio a pagar sería muy alto, pues no fue la mejor mañana de mi vida. Afuera estaba nevando, fue algo que noté apenas desperté, que por cierto lo hice más tarde de lo usual, pero aun así sentía arder mi cuerpo; me di una corta ducha, una corta ducha de 10 minutos la cual me dio tiempo de confundirme y lavarme el cabello dos veces con shampoo, resbalarme con el jabón en barra, golpearme la cabeza con el grifo al intentar levantarlo, y por último, golpear con mi mano el jabón líquido logrando que todo su contenido se desperdiciara en el suelo; al salir se me puso la piel de gallina al sentir el frío aire en mi cuerpo expuesto, me apresuré en vestirme para luego ir a comer un postre que Hiro-san había preparado semanas atrás, pero al abrir la nevera no lo encontré, probablemente ya se había echado a perder, fui a lavarme los dientes admirando mi rostro en el espejo del baño, definitivamente me sentía, y me veía, enfermo. Salí corriendo hacia el hospital, y debo admitir que me temblaban las piernas por el camino y llegué tan agitado como si hubiera corrido por toda la ciudad.

No llegué atrasado en lo absoluto, faltaban 5 minutos para que mi turno comenzara, de todas formas me preparé, pero antes de hacer cualquier cosa me senté a descansar, lentamente fui cerrando mis pesados ojos hasta quedarme ligeramente dormido. No me sentí para nada bien.

–Nowa-chan- una molesta vocecilla interrumpió mis sueños –¡Nowa-chan!- esta vez se oía un poco más molesta, abrí lentamente mis ojos sorprendiéndome al ver a un niño ojón frente a mí –Nowa-chan- me abrazó, normalmente suelo ser una persona paciente, pero hoy mi humor no es el mejor –Tsumori-san me dijo que te encontraría aquí, te he estado intentando despertar, pero tienes el sueño muy…- se separó de mí y resaltó el “muy” –pesado-

–¿Lo tengo?- pregunté sonriendo.

–Sí, estoy desde hace 10 minutos gritándole para que se despierte y recién ahora abre los ojos- se rio de mí.

–¿10… minutos?- ojeé mi reloj percatándome de que ya eran las 09:00 de la mañana… y yo entraba a las 08:30, había dormido media hora en mi trabajo, era tan vergonzoso. Volví mi vista al niño el cual era mi paciente –¿Y qué necesitas, pequeño?- acaricié sus cabellos, pero mi mano estaba muy cansada como para poder seguir con esta muestra de cariño que naturalmente le gustaba a los niños.

–¿Cómo que “qué necesitas, pequeño”?- imitó mi voz –Hoy no me has dado mi jarabe, Nowa-chan- me miró en forma de reproché.

–Oh, tienes razón- sonreí –Anda, vamos a buscarlo- me tambaleé al pararme y comencé a caminar con el niño tomando mi mano. Doblamos los pasillos y llegamos hasta su sala, era normal que vinieran niños engripados con este clima invernal afuera, ahora entiendo quién me contagió.

Me arrodillé hasta su altura y llené una cuchara de sopa con el jarabe que le correspondía al niño, se lo extendí y el abrió su boca consumiendo el líquido, bajé la cuchara y…

–Ya, tranquilo, no grites- sé que fue algo descolocado lo que le hice al pequeño, pero que gritara así no era agradable para mi estado. –Fue un accidente- me acerqué a él pero se alejó.

–Nowa-chan, eres muy malo- comenzó a limpiarse su rostro, el cual estaba cubierto con mi saliva, con la manga de la camiseta.

–¿Qué ocurre aquí?- una enfermera pasó rápidamente y habló con un tono suave, estaba a punto de hablar, pero el chiquillo me interrumpió.

–Nowa-chan me estornudó en la cara…- me señaló con su pequeña mano, yo, que aún estaba de cuclillas en suelo, agaché lentamente la cabeza.

–Ya, tampoco es para tanto- se acercó al niño –Ven, vamos a lavarte la cara, el doctor Nowaki no lo hizo intencionalmente, no te exaltes- luego de eso se fue con el pequeño de la mano. Esa había sido una de las peores vergüenzas de mi vida.

Comencé a oír unas irritables carcajadas que me eran horriblemente familiares, el doctor entró a la habitación aun riéndose como foca.

–¡Nowaki!- gritó a modo de saludo, levanté mi rostro –¿Así que le estornudas…?- se detuvo al ver mi tétrico estado –¿Te encuentras bien?-

–Ah, Tsumori- dije débilmente –Sí, no es nada- me levanté sintiendo un intenso mareo.

–Yo opino todo lo contrario, deberías volver a tu casa y dejar que tu lindo Kamijou te cuide- rio, eso no sonaba para nada mal, pero lastimosamente era imposible.

–No sea inmaduro, Tsumori- caminé unos cuantos pasos fuera de la puerta pero terminé respaldándome en contra de una pared.

–No, hablo en serio- se acercó a mí –Hoy no te ves bien y ya tenemos demasiados niños enfermos como para que nos traigas más- con este comentario la seriedad se fue por el drenaje –Lo siento, no quería perder la seriedad que tanto me costó sostener- largó otra de sus insoportables carcajadas –Ya, en serio, vuelve a tu casa y mejórate, yo haré tu trabajo y el mío- lo miré incrédulo.

–¿Tsumori, usted hará su trabajo?- entrecerró los ojos.

–¿Qué eso no es lo normal?-

–Sí, pero no necesariamente de usted… además también hará el mío- bajé la mirada meditando la situación y repasé mis palabras –Lo lamento, Tsumori, no fue mi intención decir eso- me disculpé.

–Ah, no te preocupes, todos tienen un mal día en el que se desahogan de cosas que han estado ocultado- hizo un gesto con su mano. –Ahora vete, yo le avisaré al resto-

–Pero, yo no puedo hacer eso- miré hacia otra dirección.

–Muchacho, seré honesto, pareces sacado de un cementerio, y con ese aspecto hasta a mí me asustas- incluso yo sabía que sus palabras eran ciertas, exhalé derrotado y asentí con la cabeza.

–Muchas gracias, Tsumori- traté de ponerme lentamente de pie.

–Pero me lo debes…- me miró unos momentos –Es broma- comenzó a reírse, ¿acaso no ve que mi cabeza en cualquier momento explotará? –Ahora vete, Kamijou te espera- dejé mi bata en su lugar y salí afuera del gran edificio para tomarme un taxi.

El clima seguía de la misma forma, el viento frío golpeaba mi rostro y aun así no lograba regular la temperatura de mi cuerpo, tenía calor, pero algo en mí me decía que debía abrigarme aún más. Caminé lentamente hacia la avenida donde se me haría más fácil el hecho de encontrar un taxi desocupado, pero no fue así, todo lo contrario, sólo vi a pasar 2 taxis ocupados en toda una hora, y yo seguía ahí parado como un idiota, sería muy vergonzoso volver y pedir que llamen a uno del hospital, pero en verdad parecía que justo hoy todos los taxistas se habían puesto de acuerdo para no funcionar. Saqué el celular de mi bolsillo para llamar a uno por mi cuenta, pero al marcar y ponerme el teléfono en el oído una molesta voz me advirtió que ya no tenía crédito para llamar uno.

Pateé un par de latas y comencé a caminar desequilibradamente por la ciudad, vaya que en serio era costoso caminar. Cuando llegué a la esquina de mi departamento pude presenciar como un taxi pasaba y se dirigía por el camino del hospital, eso era mala fortuna, esa media cuadra hasta llegar al complejo de departamentos fue tan dolorosa, no veía la hora que llegar a mi casa, pero créanme cuando les digo que lo más dificultoso de la mañana fue subir las escaleras, ningún ascensor bajó cuando llamé a pesar de haberlo hecho repetidas veces. Subí lentamente parando para descansar cada cierta cantidad de escalones hasta que al fin llegué al primer piso, sí, sólo al primer piso, y aun me quedaban cuatro pisos más, en estos momentos sentía unas horribles ganas de decir una grosería, pero al final me contuve.

Llegué por fin a mi piso, me respaldé contra la entrada de las escaleras a tomar aire un segundo y luego seguí caminando hasta llegar a mi puerta. Me paré frente a ella y busqué mis llaves por todos los bolsillos de mi saco y mi pantalón hasta encontrarlas, no me importaba el sueño que tenía, ni lo pesado que me sentía, ni lo enfermo que estaba, a esta hora Hiro-san debería estar durmiendo, y por nada en el mundo lo despertaría para que me abriera la puerta cuando yo podía hacerlo por mi cuenta.

Saqué la llave y la dirigí a la cerradura, la volví a sacar y la miré para luego voltearla y volverla a colocar, la volví a sacar y me aseguré de haberla puesto del lado correcto, me agaché ligeramente para confirmar que no estaba puesta la llave de Hiro-san y luego trate de volverla a poner… esto lo repetí un par de veces hasta que por fin pude introducir la llave en la cerradura, la giré e instantáneamente abrí la puerta.

–¡Ah!- se oyó la voz de Hiro-san por detrás de la puerta, y esta fue una escena que vi en cámara lenta, la silla donde Hiro-san estaba parado se volteó cuando la golpeé con la puerta, y luego de eso Hiro-san cayó al suelo, pero como mis impulsos de activo nunca fallan rodeé con mi brazo su cuello para que no se golpeara su cabeza. –Nowaki, ¿qué haces aquí?- hizo un intento de sentarse pero mi peso no se lo permitió –Nowaki, ¿estás bien?- sólo con oír su voz sentía que mi gripe era cosa del pasado, es tan dulce y tranquila, me aferré a él y lo abracé con fuerza.

–Hiro-san- dije en un susurro apenas audible, él dejó de poner resistencia y rodeó mi espalda con uno de sus brazos mientras que con el otro se sustentaba contra el suelo. Nos quedamos un gran rato abrazados y suelo me separé de él para sentarme en el suelo. Cerré la puerta, pues había quedado abierta, y pude ver una silla detrás de ella –¿Por qué está eso ahí, Hiro-san?- estuve como 3 minutos sólo para pronunciar aquellas palabras, me volteé para ver a Hiro-san quien me miraba preocupado.

–Es que comencé a escuchar ruidos en la cerradura y pensé que eras un ladrón, traje una silla para poder ver por la mirilla y me quedé a ver la escena tan cómica que armaste al no poder darle con la llave a la cerradura- largó una carcajada, pero esta, en comparación a la de Tsumori, era melodiosa.

–Hiro-san, que malo es- traté de quejarme pero se oyó más como sufrimiento que a queja.

–Nowaki, ¿estás bien?- puso una de sus manos en mi frente para comprobar mi temperatura –Por dios, estás hirviendo- se acercó a mí y luego se paró para tenderme una mano y ayudarme a parar. –Vamos, debes descansar-

–Lo siento, Hiro-san, no tengo energías para pararme y caminar hasta la habitación- pasé mi mano por mi rostro, sentía un dolor de cabeza desgarrador.

–Pues, no te puedo llevar alzando si es lo que quieres- esbocé una sonrisa a su comentario.

–No es necesario, sólo…- le hice unas señas con mi mano para que se sentara sobre mí –Deme de su energía- lo abracé protectoramente y él se amoldó a mi cuerpo. Luego de unos minutos mis tripas sonaron demandantes arruinando la tierna escena que acababa de crear. Me removí nervioso.

–¿Tienes hambre?- preguntó aun apoyado en mi pecho. Me quedé unos segundos en silencio.

–Sí- musité avergonzado, él se separó de mí y se paró para caminar hacia la cocina.

–No hay nada que pueda cocinarte para ayudar a mejorarte- tomó su saco y una bufanda –Iré a una tienda a comprar algo- dejó sus cosas sobre la silla, que aún seguía ahí, y me estrechó ambas manos para ayudarme a ponerme de pie, pero al hacerlo me tambaleé quedando nuevamente apoyado sobre él.

–Hiro-san… yo también quiero acompañarlo a la tienda- susurré en su oído, él se sonrojó, pero un tierno sonrojo, no como el de muerto viviente que tenía yo ahora.

–No puedes, estás enfermo Si algo te pasara en la calle yo no podría traerte a ti y a las bolsas- me reí.

–No me pasará nada, sólo quiero pasar con Hiro-san cada momento que tenga libre sin importar mi salud- exhaló fuertemente dándome a entender que lo había convencido.

–S-si e mueres por la calle te dejaré por ahí- se separó ligeramente de mí y nos miramos a los ojos, se volteó y atrajo su bufanda rodeando con ella mi cuello. –Que descuidado eres, si sigues así te enfermarás el doble, o crees que no me di cuenta que esta mañana te levantaste medio muerto y fuiste a trabajar con el cabello mojado, ahora pareces una bruja con el peinado que traes, eres doctor, deberías cuidar más tu salud- le sonreí bobamente y susurré un “gracias”.

Salimos del departamento pero no dimos ni 5 pasos que noté que se me había olvidado algo, que descuidado soy, me volteé a ver a Hiro-san quien llevaba puesto un saco negro que le remarcaba la cintura.

–Ah, Hiro-san, lo olvidaba- hablé con la voz más animada que pude hacer, lo tomé del cuello del saco y atraje a mí para besarlo, un corto y dulce beso –Mi besito de bienvenida- le dije mostrándole una sonrisa, él me miró unos momentos con sus ojos cafés y luego frunció levemente el ceño.

–¿Acaso eres idiota?, no puedes hacer esas cosas en público- reprochó con sus mejillas levemente sonrosadas.

–Hiro-san, no debe gritarle a alguien que tiene dolor de cabeza- me reí.

–Yo no te grité en ningún momento, mocoso- se cruzó de brazos.

–Así lo escuché yo- a juzgar por su mirada y por la forma en que su rostro se contrajo supuse que esta vez si iba a gritarme, pero antes de que pudiera hacerlo lo tomé de la mano entrelazando mis dedos con los suyos y comencé caminar hacia la tienda –Aún debe transmitirme sus energías, Hiro-san- sonreí infantilmente al notar que no había puesto resistencia.

Caminamos hacia la tienda que quedaba en la siguiente cuadra, pero a diferencia de mi caminata de la mañana esta fue menos costosa, mis piernas ya no temblaban y de a poco mis ligeros mareos se iban esfumando. Me sentía tan completo sintiendo el calor del cuerpo de Hiro-san.

Pasamos a la tienda y la calefacción nos golpeó en la cara, hacía calor y mucho, el ambiente estaba tan denso, hice un amague de sacarme la bufanda pero Hiro-san no me lo permitió.

–No, si te desabrigas aquí el aire de afuera te hará más daño- incluso tener nuestras manos tomadas me daba calor, pero no lo soltaría por nada en el mundo –Te cocinaré sopa de pollo- sonreí bobamente al recordar aquella ocasión, él se sonrojó.

–Gracias- lo abracé y susurré aquellas palabras en su oído, a mí no me molestaba el hecho de estar parados en medio de una tienda, y por lo visto, sólo por esta vez, a Hiro-san tampoco.

Comenzamos a caminar, aún con nuestras manos tomadas, por toda la tienda, guiados por Hiro-san, hasta conseguir todos los ingredientes necesarios para cocinar esa sopa de pollo, pero conociendo a Hiro-san, lo más probable es que me haga recostarme en la cama y se pondrá a cocinar para luego despertarme llevándome la deliciosa sopa a la cama, sonaba algo tentador, pero yo no quería apartarme de él. Pagamos y nos fuimos por el mismo camino con una bolsa cada uno.

Mi temperatura cambió drásticamente al sentir el frío aire del exterior en mi piel, pero ya no me sentía tan exageradamente mal como esta mañana, por lo visto Hiro-san si me estaba transmitiendo su energía. Qué lindo era caminar tomado de la mano con Hiro-san.

Al entrar al edificio pudimos subir al ascensor, por el cual pude ver mi reflejo en uno de los espejos laterales, digamos que no me sentía tan mal como me veía. Tras llegar a nuestro piso pasamos rápidamente a nuestro hogar donde podíamos regular la temperatura corporal, ni muy frío, ni muy caliente, jamás había notado que eso era tan complicado. Pasamos a la cocina y dejamos las bolsas sobre la mesada, y apenas en ese momento soltamos nuestras manos frías y transpiradas.

–Ahora tu ve a la habitac…- dicho y hecho Hiro-san me mandaría a acostarme y luego me despertaría para comer, y me volvería a mandar a dormir, pero no, yo iba a pasar mi día con Hiro-san. Puse mi semblante más serio para interrumpirlo, inhale profundamente pero lo único que logré fue que me diera un repentino ataque de tos, tosí como por 10 segundos y por último estornudé. Hiro-san sonrió infantilmente –Nowaki, ¿estás enfermo?- dijo aguantando una carcajada, yo ya conocía ese viejo chiste, se lo solía hacer a mis pacientes les preguntas si están enfermos y ellos en lugar de responderte “no” terminan diciendo “do”; no caería.

–No voy a responder a esa pregunta- indirectamente reemplacé un par de letras por otras debido a mi congestión, Hiro-san comenzó a reír. –Que malo es, Hiro-san, ahora como es tan malo me quedaré aquí para verlo cocinar- dejó de reír.

–Nowaki, cuando llegaste no te podías mantener de pie, te dejé acompañarme a la tienda, pero no te quedaras en esta fría cocina- señaló en dirección a nuestra habitación, miré al lugar seleccionado pero lo único que resaltó fue un sillón en el que cabían tres personas que estaba en la sala, me dirigí hacia ese sillón y comencé a empujarlo –¿Qué haces, imbécil?- tras moverlo unos 20 centímetros me cansé y quedé apoyado sobre el sillón, Hiro-san puso una mano en mi espalda.

–Hiro-san, quiero estar con usted- dije con la misma voz gangosa en un tono de melancolía. Hiro-san se quedó unos segundos sin decir nada.

–Muévete- me ordenó –Yo lo llevaré a la cocina- me paré lentamente y observé como Hiro-san empujaba el sillón para quedar justo en frente del área de cocina, tendría una estupenda vista. –¿Contento?- dijo sarcásticamente, lo abracé con todas mis fuerzas para susurrar un “sí” –Ahora suéltame, ¿no tenías hambre?- lo solté y le dejé un besito en la mejilla para después recostarme en aquel sillón que Hiro-san había arrastrado con tanto cariño.

Lo cierto es que cuando estoy con Hiro-san no puedo pensar en otra cosa que no sea en él, en que se ve hermoso con lo que sea que está haciendo, en lo que podríamos hacer después, prestando atención a sus palabras para poder responderle decentemente. Si tenía sueño, se me pasaba; si tenía prisa, siempre lograba hacerme aunque sea 10 segundos de espacio para él; si sentía algún dolor, ni siquiera le prestaba atención. Él llenaba mis oídos con su dulce voz, mis fosas nasales con su aroma, mi soledad con su presencia. Estando con él, ya nada importaba.

–Esta vez haré la mejor sopa de pollo del mundo- eso lo dijo más para sí mismo que para mí, pero no me molestaba en lo absoluto, aunque su arroz saliera negro, aunque la carne quede cruda, aunque el platillo esté desabrido, yo comería cualquier cosa hecha por Hiro-san, aprendí a dejar de lado el sabor de los ingredientes y a probar el amor que la persona le pone a la hora de prepararlo, cualquier cosa hecha con las manos de Hiro-san será, desde mi punto de vista, el mejor prototipo del mundo.

Me paré para dirigirme al refrigerador, había crema de leche y chocolate, en un paquete de galletas que habían comprado con Hiro-san en una ocasión venía impreso una receta para un postre que se veía muy apetecible. Fui hasta la alacena y comprobé que los paquetes de galletas seguían ahí, ¿en qué momento compramos tantos?, bueno, era mejor, tomé uno y me puse a leer los pasos para prepararlo. Luego de eso volví a mirarlo bobamente, podría estar años observándolo sin quitar esta expresión de mi rostro.

–¡Nowaki!- pasó una mano por mi rostro –No te quedes viendo así- se sonrojó –Ya está tu comida- desvió la mirada y me tendió un plato de color verde con una gran cuchara, desprendía un olor delicioso, no era ese olor a caldo que suelen tener las sopas, este era un olor puro, el vapor se metía por mi nariz y… me obligaba a sonármela más seguido, lo tomé entre mis manos, el plato estaba caliente, pero no me importaba.

–Gracias- dije feliz, él se sonrojó.

–Por nada- me miró por unos segundo, por dios, sus ojos me volvían loco, es tan hermoso –Luces mejor que cuando llegaste- sonreí, él me hacía sentir así. -¿Qué te pasa?, deberías comer, se enfriará- se sentó a mi lado.

–¿Eso quiere decir que Hiro-san no va a alimentar a su novio enfermo?- entreabrió sus labios para quejarse, pero tras ver mi seductora sonrisa, la mejor que podía hacer con esta cara de muerto, tomó la cuchara y la sopló antes de metérmela en la boca. A pesar de que la sutileza fue poca, el amor con el que lo hizo fue gigante, pero a medida que el platillo de Hiro-san se iba acabando comenzaba a ser más suave. –Gracias- una vez terminado se paró para lavar los platos y lo seguí por detrás para quedarme a su lado mientras lo hacía, estaba sonrojado, siempre es tan lindo. –Hiro-san, hagamos el postre de las galletas- no se lo pregunté simplemente lo arrastré hasta la sala y traje todos los ingredientes y materiales para elaborarlo.

–Receta para postre…- comenzó a leer la receta entre dientes. –Bien, no es algo de otro mundo, podremos hacerlo sin problemas- se arremangó el suéter que traía puesto y volteó la crema junto al chocolate en un contenedor –Ve a buscar la leche para remojar las galletas- busqué la leche, preparé los paquetes de galletas y traje una bandeja para ir haciéndola. En todo este transcurso Hiro-san batió delicadamente los ingredientes.

–¿Ya está, Hiro-san?- tomó una cuchara que estaba sobre la mesa y lo removió ligeramente.

–No, no está, aún quedan rastros de chocolate por abajo- yo lo miraba curioso, no sabía que Hiro-san era tan perfecto, se volteó a verme y sonrió –¿Quieres hacerlo?- me estrechó la batidora y yo la tomé energéticamente. Miré a Hiro-san antes de… –¡NO!- gritó, pues al encender la batidora en el aire, todo el resto de crema de que se había quedado en los batidores salió volando, pero instantáneamente lo puse en la preparación haciendo que también salpicara –Creo que ya fue suficiente- puso una de sus manos sobre la mía y apagué la batidora. Nos miramos fijamente y luego comenzamos a reír a carcajadas, aunque creo que las carcajadas de una persona con flema son más graciosas que cualquier chiste. Lentamente fuimos parando hasta quedar en silencio, que luego se convirtió en una risa más sutil. –Sigamos-

Comenzamos a remojar la galleta en la leche y a acomodarlas delicadamente para luego ponerle el relleno encima y hacer varios pisos así. Pero el orden y la limpieza del principio se convirtió en un desastre, había leche desparramada, relleno hasta en el piso, galletas destrozadas. Pero valió la pena, pues ya íbamos por el último piso y estábamos acomodando las galletas que estaban destrozadas, no las dejaríamos de lado.

–Va a faltar un pedazo- dijo Hiro-san señalando una galleta rota sobre la mesa –Porque ya me lo comí- nos miramos y reímos, seguimos riendo incluso en el momento en que guardamos el postre en el freezer y ordenamos nuestro lugar de cocina.

–Fue divertido- dijo –Hay que repetirlo- nos quedamos unos momentos encerrados en un latoso silencio en el que sólo se podía oír mi respiración, sí, eso era una de las cosas que más odiaba de estar enfermo –¿Y… ahora qué hacemos?- esbozó una sonrisa.

–¿Qué tal si vemos “Brokeback Mountain”?- sugerí animadamente.

–De ninguna manera- dijo tajante.

–Vamos, Hiro-san, somos las únicas personas en el mundo que no la han visto- traté de convencerlo.

–No- ladeé la cabeza –No- sonreí –No- por último usé mi última carta.

–Eso me haría tan feliz- hice gestos como si estuviera a punto de llorar.

–Está bien- se resignó –Mocoso manipulador- dijo caminando hacia mí, posó su delicada mano en mi frente –Tu fiebre ha bajado… estás mejorando- incluso la voz de Hiro-san se oyó triste tras decir esto, en caso de que me mejorara tendría que volver mañana al trabajo, mañana 14 de febrero, eso era algo que no quería, sé que es una simple día, pero ver a todas esas personas tan felices con sus parejas es algo envidiable de ver. –Y bien- me sacó de mi mundo –¿Vemos la pelicula en el sillón de la sala… el que ahora está en la cocina?-

–Sí- dije y comenzamos a arrastrarlo nuevamente hasta dejarlo frente al televisor, puse el cd en el reproductor, sí, la había comprado tiempo atrás para verla, y luego volví para recostarme y abrazar a Hiro-san que quedó apoyado en mi pecho.

La película pasó más rápido de lo que pensé que iba a pasar, la historia terminó de la forma más conmovedora que pudo haberlo hecho, pero aun así tenía varias quejas con respecto a los personajes… pero Hiro-san la tenía el doble.

–Esta película estuvo muy mala- dijo indignado –Ennis era muy agresivo, más de lo que se puede tolerar. Además, Jack merecía más amor que el que ese puto le dio- apagó el televisor y arrojó el control al sillón –Tenías esposas cuando en realidad ambos querían estar juntos. Y…- se sonrojó –Las escenas de amor eran muy falsas- sonreí ante su comentario.

–Oh- me posicioné sobre él –¿Acaso Hiro-san quiere hacer una verdadera muestra de amor?- sonreí seductoramente.

♠♣♥♦

–¡O-oye, idiota!, ¡detente!- Kamijou gritaba exasperadamente en un vano intento de que quitarse al gigante de encima. –No es lo que trataba de decir-

–Quiero un beso, Hiro-san. Aquí- comentó risueñamente al tiempo que con su dedo índice señalaba sus labios.

–¡El postre, se congelará!, ¡Nowaki idiota!, ¡aléjate!- intentó alejarlo con sus manos.

–Hiro-san ha estado evadiéndome mucho estos días, además de que no he podido verlo mucho. No quiero que nuestro último encuentro sea de esta manera, lo deseo de otra forma, ¿Comprende, Hiro-san?- explicó insinuativamente –Por eso…- prosiguió –No me retiraré hasta que no me dé un beso-

Hiroki comenzó a debatir mentalmente, tenía dos opciones, besarlo y comenzar una velada de la que estaba seguro que no se arrepentiría, o podía huir y encerrarse en la ducha el tiempo que sea necesario. La segunda opción era la más conveniente, pero para eso debía sacárselo de encima.

–Está bien- suspiró resignado –Pero... ¡c- cierra los ojos o sino no lo haré!-

–Como usted desee- Nowaki cerró los ojos y con una boba sonrisa esperó el beso, lástima que jamás llegó.

Kamijou había logrado escabullirse y reemplazar su figura con un almohadón, muy bien pensado, veamos cuanto le dura la felicidad.

–¡Hiro- san!, ¡me ha engañado!- se levantó del sillón y fue en captura del fugitivo. Un “demonios” se escapó en un susurró de los labios de Hiroki.

–¡Déjame en paz, Nowaki!- gritó exaltado buscando algún lugar para esconderse… o algo con que defenderse.

Ambos estaban enfrentados a una distancia considerable. Nowaki lo miraba sonriente y Hiroki tenía un rociador, preparado para disparar.

–¡Hiro-san!- se quejó e intentó un movimiento, logrando que el castaño lo rociara.

–Nowaki malo, mal Nowaki...- comentó entre risas. Parecía que el enojo se había esfumado.

–Eso me dolió...- ambos estallaron a carcajadas. Ahora sabemos que, según Nowaki, el agua podía ser altamente destructiva.

–¡El agua no duele! Tendría qu...- por ese tonto descuido, Nowaki logró arrojar el rociador y acorralar a Hiroki contra la puerta del baño.

–Hay otras cosas que probablemente dolerán más, Hiro-san- se mordió el labio inferior y empujó al castaño al baño.

Nowaki comenzó a acariciar la palpitante entrepierna de Hiroki, la cual, desde hace ya un largo rato requería atención, y sólo atenía a suspirar y jadear impacientemente.

–Hiro... Hiro-san- jadeó excitado en el oído de Hiroki.

–Nowaki... ¿podrías separarte un poco?- comentó de repente.

–Mhm, ¿para qué, Hiro- san?- preguntó curioso.

–Oh, si te digo no sería sorpresa, idiota- declaró orgulloso.

Nowaki se alejó unos escasos centímetros de él, no podía negar que le parecía interesante lo que fuera a hacer su castaño.

–¡Caíste!- detrás de sí, Kamijou expuso nuevamente el rociador. Dios, como amaba ese puto rociador.

–¿C-cómo?- preguntó Nowaki totalmente desorientado. Un paso en falso y terminaría "empapado".

–Nunca juzgues a un pasivo por su belleza, digo... por su destreza- se corrigió abochornado.

–¿Y q-qué pretendes hacerme?- dio un paso al frente consiguiendo que Hiroki lo rociara, otra vez –Está bien, ya entendí, Hiro-san-

–¡Ja! ahora serás mi esclavo y cumplirás todos...- Nowaki aprovechó el corto monólogo y lanzó el rociador por la ventana. Ambos escucharon el grito de una mujer proveniente de la vecina del piso de abajo. No pudieron evitar no reírse.

–¡Idiota!- articuló entre risas –No deberías haberlo lanzado-

–Fue un impulso, Hiro-san- lo acompañó con unas ruidosas carcajadas.

–¿Sabes que es más tierno que San Valentín?- preguntó

–¿Qué cosa, Hiro-san?-

–Tus risas, digo, podría escucharlas todas mi vida. Ahora que lo pienso, en mi vida pasada pude haber muerto por escuchar constantemente tus carcajadas. ¡Me mataste!- comentó burlonamente empujándolo sutilmente.

–¡Lo siento Hiro-san!... ¡wah!, ¡soy el peor activo del mundo!- afirmó "preocupado".

–Que te pese, idiota- expresó burlón.

–Pretendo ser aún más cruel, Hiro-san- de improvisto lo empujó a la cabina ducha del baño.

–¡Ngh!- gimió súbitamente por el repentino beso de Nowaki.

Nowaki cerró la puerta y abrió el agua, estaba tibia pero tiraba más al lado de lo frío, logró así que Kamijou se aferrara firmemente a sus grandes hombros.

–Nowa… Nowaki...- Hiroki trató de no hacerlo sonar como un jadeo, cosa que no logró.

–¿Hiro-san?- preguntó exaltado.

Hiroki se deslizó lentamente al suelo, no tenía sueño, sólo que inesperadamente sus piernas se negaron a responderle. Desde el suelo, el cuerpo de Nowaki se veía condenadamente atractivo.

–Hiro-san- Nowaki lo levantó, como si fuera una pluma, y lo obligó a recargarse contra la pared, rodeando la piernas de Hiroki contra su cintura –Así se sentirá más cómodo, se lo aseguró-

Kamijou lo miró de reojo y se acercó a su oído para susurrarle insinuativamente, “Prométeme que serás más gentil ahora”, por lo visto a él no le habían enseñado el dicho "Lo prohibido es mucho más tentador".

Nowaki ignoró totalmente eso y movió sus caderas en un ritmo lento y regular restregando sus húmedos cuerpo en contra de la pared.. Si el castaño se corría de esta manera, sería épico e increíblemente tierno.

–¡Nowa...!, ¡Mhg!- lo calló con un intranquilo beso.

Cuando se separaron por falta de aire, Nowaki pronunció con un tono un poco altanero y reclamando toda posesión del castaño, que ya de por sí, eran todas suyas.

–Usted es mío, Hiro- mordisqueó su níveo cuello –Desde el primer momento jamás pretendí compartirlo con nadie. Sonará sumamente egoísta pero, ni siquiera quiero que salga a la calle-

Hiroki lo inspeccionó detalladamente: estaba sudando, liberando leves gruñidos y acariciando  depravadamente su trasero.

–¿Crees que yo sí quiero que tú lo hagas?- exclamó orgulloso –¡Tú eres MI perrito faldero!, ¡No andes ladeando la cola a otras personas!-

–¡Entendido!- Hiroki podía jurar que casi veía ladear su "colita".

Nowaki prosiguió animado, removió su propia camiseta y luego la de Hiroki, y entusiasmado comenzó a marcar al castaño.

–Tranquilo, muchacho, ¿Qué te tiene tan emocionado?- preguntó Hiroki, contagiado por la alegría que el otro transmitía.

–¡Hiro-san me pidió abiertamente que sea sólo para él, hay muchas razones para estar felices!-

–¡N- no te lo dije de esa manera!.. ¡Bueno... si!, ¡pero no estés tan feliz que inconscientemente haces que yo también lo sea-

–Eso quiero lograr- se detuvo sonriéndole –Quiero que Hiro-san sea feliz cada milisegundo de su vida. Yo lucharé a su lado para que así sea-

Hiroki lo miró sorprendido, más de lo que pueda describirlo. Llevó sus manos a su rostro y comenzó a llorar dulcemente.

–Idiota... me estás haciendo llorar en San Valentín-

Nowaki ignoró el hecho de eran vísperas de esa fecha, y no realmente la fecha. Lo abrazó y lo impregnó de su aroma.

–No quería hacerlo llorar, Hiro. Lo siento-

–No importa, está bien- se refregó los ojos y acarició la mejilla de Nowaki –¿Dónde estábamos?-

Nowaki volvió rebosante de alegría a marcarlo, no sabía cómo, pero de alguna manera se sentía bien.

–¿Estás bien?, comienzo a preocuparme, ya sabes, tirarle con rociadores a la gente no es común, Nowaki- comentó alegre Hiroki al tiempo que veía como sus pantalones caían al suelo.

–Te prometo que me sentiré mejor, Hiro-san- Nowaki acarició descuidadamente su erección y bajó sus pantalones hasta los tobillos.

–Nowaki, no es necesario que pregunte que harás pero... ¡te dije que seas gentil, estúpido!- Hiroki se refirió al hecho de que Nowaki había bajado su ropa interior y ya se encontraba mordiendo su miembro.

–Es inevitable- volvió a morderlo –Se veía muy solitario allí abajo-

–¡Ngh!, ¡Ah!, ¡n-no muerdas!- Hiroki se aferró a los cabellos de Nowaki mientras jadeaba tímidamente.

–Hiro-san, es necesario correrse sólo una vez, así será menos doloroso. Seguro ya lo sabe, de todas las veces que lo...- Nowaki no pudo seguir parloteando ya que un avergonzado Hiroki le tapó la boca.

–¡Cállate!, ¡no hables más!, ¡ya lo sé, ya lo sé!- repetía inquietamente.

–Sabes lo que sigue ahora, ¿no?- preguntó con los ojos entrecerrados.

–¿Me comprarás un nuevo rociador?- le respondió de la misma forma.

–¡No, Hiro-san!, ¡lo prepararé! seré indulgente como usted lo pidió- le sonrió y dirigió 3 dedos a la boca del castaño –Ahora... ¡Am~!-

–¡De ninguna manera!- refunfuñó molesto pero reparó al ver la expresión de dolor en el rostro de Nowaki –¡A-am!-

Nowaki introdujo sensualmente los tres dedos a su boca. Hiroki, al principio, se negó rotundamente hasta de sentirlos, hasta que una sensación dolorosamente le atravesó la columna vertebral y comenzó a lamerlos vehemente al tiempo que Nowaki lo miraba con una expresión de total satisfacción en su rostro.

–Suficiente- lo detuvo abruptamente y le sonrió, si no se apresuraba seguro moría ahí mismo.

–Uh, está b... ¡Ah!, ¡idiota!, ¡me hubieras avisado!- se quejó de dolor al sentir la intromisión de 2 dedos en su interior, no tardaría en aparecer algo mucho más grande.

–Descuida, respira profundo, aún falta uno- trató de tranquilizarlo –Bueno, mejor dicho, 2, y el segundo es el más "doloroso" de los tres- sonrió de lado e introdujo el tercer dedo.

–¡Ah, ¡Mh!, ¡Nowaki!- se aferró a su cuello e instintivamente arañó su espalda.

–¡Hiro-san!, ¡maldición!- liberó un gruñido ronco de placer y se mordió el labio inferior para no jadear –No puedo soportarlo más- y en un movimiento fluido introdujo su miembro.

–¡Ah!- cerró firmemente sus brazos y se aferró aún más a él.

–Hiro... Hiro-san- mordió el lóbulo de su oreja –Comenzaré a moverme, seré indulgente, lo prometo Nowaki comenzó un ritmo calmado, era una promesa, por nada en el mundo la rompería.

–Hiro- san, ¿se siente bien?-

–¡Muévete más rápido, idiota!, ¡estoy seguro que una abuela camina más rápido!- Nowaki se relamió los labios y empezó a moverse ágilmente, siendo certero en cada una de las embestidas.

–¡Ah!, ¡ha!- gemía descuidadamente y le arañaba la espalda –¿C-cómo demonios puedes ser tan certero si hoy casi mueres sobre mí?-

–Ah, es la magia de todo activo, me temo que no podré relevarte mi secreto- abrazó a Hiroki y siguió moviéndose.

–Revélame eso, y yo... ¡Ah!... te revelaré de donde consigo el rociador-

–Suena tentador, pero por el momento no me beneficia en nada, Hiro-san- le sonrió y sintió como el castaño se acercaba al orgasmo, y a decir verdad, él aún estaba lejos.

–Quiero... ¡Ah!... quiero correrme, Nowaki- rogó desesperadamente.

–Lo siento, Hiro-san- lo embistió profundamente –Yo aún estoy lejos-

–P-pero... ¡Ha!- para Hiroki su visión se nubló y se dejó caer en brazos de su pareja. En cuestión de minutos, Nowaki se sustentaba del mango de la ducha y con su otro brazo sostenía a Hiroki muy apegado a sí.

Cuando Hiroki pudo responder algo, Nowaki ya lo había recostado en la cama y le estaba besando la carita.

–Duerme bien, Hiro-san. Feliz san Valentín- le susurró y se recostó a su lado.

Kamijou aprendió una lección, un buen activo siempre tendrá buena puntería para eso...

♠♣♥♦

Lo había olvidado por completo, no podía creer como había pasado por alto algo obvio: ¡En ningún momento tuve la oportunidad de correrme!, pero es que Hiro-san se veía tan derrotado que no me atreví a forzarlo a una segunda ronda para descargarme. A esto se le denominaría amor, y muchas personas deben comprenderlo…

Me volteé a ver a Hiro-san, el hecho de que estaba desnudo no ayudaba mucho, y menos la forma en la que jadeaba entre sueños, incluso dormido logra formarme una formarme una dolorosa erección. ¡Maldita sea!, si no hago algo seguro mañana amanezco sin “eso”, inaceptable.

Me levanté cuidadosamente procurando no despertarlo. Al llegar al baño metí mi mano en mi bóxer y comencé a acariciar vagamente mi erección.

–Mmh… Hiro-san- jadeé eróticamente aumentando el ritmo de mi mano.

–¿Nowaki?- Hiro-san entró con los ojos entrecerrados y con el cabello alborotado observando curiosamente la situación.

–¡Hiro-san!- exclamó exaltado –¿Q-qué haces aquí?-

–Emm... vengo a probar el postre-

–¿En el baño?-

–S-sí.

–Aquí no es, pero ya que te tomaste la molestia en venir...- lo tomé del brazo y lo arrastré al interior del baño.

-¡No, ¡espera!, ¡suéltame, pervertido!-

♠♣♥♦

En la siguiente mañana desperté adolorido, no podía abrir mis ojos sin importar el esfuerzo que hiciera. Logré abrirlos apenas unos centímetros y abracé a Hiro-san de la espalda, su temperatura era demasiado alta. Intenté sentarme en vano, pues un ligero mareo me obligó a recostarme nuevamente.

Pude abrir los ojos, pasé una mano por mi rostro, innegablemente tenía fiebre, estornudé liberando toda la mucosidad de mi nariz, atraje un pañuelo de la mesita de luz y soné la nariz. Sí ayer estaba enfermo, hoy lo estaba el doble.

Hiro-san se volteó en mi dirección y abrió sus ojos, los tenía rojos, al igual que todo su rostro.

–… Nowaki…- dijo con voz ronca, pero esa voz no era por excitación, Hiro-san estaba peor que yo. –No me siento bien- dijo con la voz gangosa para luego toser.

Traté de formular las palabras “ni yo”, pero en lugar de eso salieron a penas unos sonidos provenientes de mi garganta.

–Enviaré un mensaje a la universidad, ¿quieres que le envíe uno al hospital?- asentí con la cabeza.

Luego de enviar los mensajes volvimos a recostarnos, de verdad me sentía horrible, y Hiro-san también. Esto sólo me dio a suponer una cosa, ambos pasaríamos nuestro san Valentín, acalorados y transpirados sobre una cama, pero no necesariamente de la forma más complaciente


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