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Crónicas de mi primer San Valentín con Hide-zou. por RiotStar

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Notas del fanfic:

Antes que nada quiero aclarar —como lo hice en el resumen— que no quería denominar algunas escenas como BDSM, pero digamos que es lo que más se le parece y que está lejos de mi apoyar el amor violento. Si bien en el fic se aclara que no es una relación tóxica, en varias ocasiones se puede prestar a que en realidad lo es y bueno... voy a ser sincero: no quiero ningún comentario arenoso al respecto.

Esto está basado en un caso real que lo voy a comentar más abajo.

Espero que lo disfruten porque yo me divertí mucho escribiéndolo~ 

P.D: No se asusten con estas aclaraciones, el fic es todo risas y amor (??)

—¿Sabes qué día es mañana?

 

Hiroki sintió un nuevo escalofrío recorrer su espalda. Conocía muy bien ese tono de voz; altanero, divertido… travieso. Que se sintiera el rey del mundo por solo tener el control de la situación era una de las cosas que más le calentaba de Hide-zou, aunque fuera un jodido tramposo que jugaba con grandes ventajas.

 

Gracias a los pasos que se escucharon a continuación, el mayor se dio cuenta que su novio se había puesto a sus espaldas. Le resultaba increíble la rapidez con la que sus sentidos se habían agudizado a los pocos minutos que su vista fuera obstruida por una venda, que estaba bien ceñida detrás su cabeza. Lo siguiente que sintió fue el contacto de un fino cuero deslizándose por su columna vertebral. Tragó saliva e intentó apurarse en responder, todavía algo confundido al no entender el punto al que debía llegar esa conversación.

 

—Hmm… ¿domingo?— Su respuesta, que no estaba equivocada, pero no era la que el castaño pretendía escuchar, lo llevó a recibir un fuerte azote en el glúteo derecho. Con ello confirmó sus sospechas de lo que estuvo acariciando su espalda segundos atrás, una fusta. Su cuerpo no tardó en reaccionar al golpe, sufriendo un notorio escalofrío que lo recorrió de punta a punta. Incluso las cadenas que mantenían en alto sus brazos tintinearon con fuerza cuando sus extremidades volvieron a forcejear en busca de libertad, fallando obviamente.

 

—No. La fecha— Dijo Zou con un atisbo de molestia aunque no cambiando la expresión neutra en su rostro, ni desviando la mirada de ese par de muslos bonitos que, por el momento, no eran víctimas de sus azotes. El extremo de la fusta pronto fue cuesta abajo para acariciar la cara interna de sus piernas, admirando con diversión y excitación como el cuerpo impropio se contraía a su paso y un pequeño jadeo se dejaba oír cuando la punta de cuero paseó entre sus nalgas. —. Estoy perdiendo la paciencia…

 

Hiroki pasó saliva de vuelta. No podía pensar con claridad cuando esas amenazas le daban imágenes mentales bien explícitas de lo que podría pasar si Hide-zou decidía dejarse de jueguitos para pasar a la acción, haciéndole sentir esos cosquilleos en su bajo vientre que lo desesperaban… Más de la cuenta.

 

—Ca…Catorce de Febrero…— No podía verlo, pero apostaría a que el castaño estaría sonriendo ampliamente. Y no se equivocaba. La capacidad de Hide para ver todo como un juego no le quitaba la sonrisa de los labios casi nunca.

 

El siguiente azote fue en su costado izquierdo. Dio un respingo, sintiendo los músculos de sus brazos doler más cuando tuvieron que sostener el peso completo de su cuerpo ya que sus piernas perdieron estabilidad.

 

—Muy bien… ¿Eso no te dice nada?

 

Hiroki lo maldijo para sus adentros. Como se notaba que gustaba mucho de ponerlo nervioso, hasta estaba comenzando a sudar por la inquietud y no por la calentura. Pensó y pensó, rogando por no haberse olvidado alguna fecha importante, pero no… Solo una opción rondaba en su cabeza y aunque estaba seguro que no se trataba de eso, lo dijo igual.

 

—Es… San Valentín… ¿No?

 

Hide-zou volvió a ubicarse delante suyo y posó la fusta en su abdomen, más específicamente en ese sensual arito rojo que atravesaba su ombligo, yendo hacia arriba con suma lentitud. —Hasta que te diste cuenta…— La venda no dejaba ver la expresión del mayor, pero se le notaba un poco más confundido que momentos atrás. —¿Qué sucede?

 

—Creí que este tipo de fechas no… eran… de tu…— La voz de Hiroki fue bajando de volumen y sus palabras salían más pausadamente cuando la fusta fue a parar en sus labios, paseándose por estos con total impunidad. Las cadenas volvieron a hacerse oír cuando se removió, tratando de no perder el equilibrio otra vez. —de tu agrado— Finalizó, jadeando bajo cuando la presión del objeto en manos de su pareja le obligó a recibir esa punta de cuero en su boca.

 

—Es cierto. Siguen sin gustarme. Pero es el segundo San Valentín que vamos a pasar juntos y quiero darte una sorpresa— El baterista no quería parecer paranoico, pero no sabía si sentir más miedo por la palabra “sorpresa” o por el tono aparentemente desinteresado con el que Zou le habló. Conocía a ese maldito lo suficiente como para saber que estaba tramando algo. —. Muerde— Pero como también sabía que no iba a recibir ningún tipo de adelanto al respecto, se limitó a dejarlo pasar y obedecer a su pedido. Apenas sus dientes aprisionaron el cuero, sintió que era jalado hacia adelante, no dejándole más opción que avanzar por más que se resbalara. Para su suerte, un fuerte agarre en su cintura lo mantuvo firme. El guitarrista a continuación le quitó la venda, recibiéndolo con esa imperturbable sonrisa suya. —. No sé tú, pero yo me estoy muriendo de hambre… ¿Por qué no haces algo para comer?

 

Hiroki tuvo que pestañear un par de veces para poder acostumbrarse de vuelta a la luz; lo primero que vio fue el rostro del menor, pero pronto corrió la mirada al suelo, tratando de ignorar el hecho de que Hide lo seguía observando atentamente, esperando que dijera lo que se estaba guardando. —¿Piensas… dejarme a… así?— Agachó más la cabeza y cerró los ojos cuando volvió a sentir el extremo de la fusta escalar por su garganta, haciendo su parada final en el mentón, como pidiéndole que lo mirara de regreso, pero no lo hizo.

 

Al castaño no le quedó otra que usar un método menos discreto para que el contrario posara esa vulnerable mirada chocolate hacia él; dejó caer la dichosa fusta al suelo y con la mano que había sostenido dicho objeto, le tomó del mentón e hizo que finalmente levantara la cabeza para que le mirara. Se relamió los labios. Nada le ponía tanto como ver la sumisión en los ojos de su novio. —Es lo mínimo que te mereces por no estar atento. Si haces una rica cena, quizás terminemos con esto. Pero para eso…— Liberó a Hiroki del agarre de los grilletes de cuero y se hizo a un lado, señalando la puerta. —debo estar bien alimentado. Anda, vamos…

 

El mayor asintió levemente, de nuevo con la cabeza gacha, mientras se acariciaba las muñecas —las que ya tenían una coloración rojiza— y sin decir más, se retiró de “el cuarto de juegos”, caminando derecho a la cocina.

 

“Quiero darte una sorpresa”. Esperaba que todo ese temor terminara convirtiéndose en líbido en el transcurso de la noche para poder afrontar el largo día que le esperaba…

 

 

~*~

 

 

Bostezó mientras tomaba su móvil para ver la hora y lo desbloqueó para desactivar la alarma cuando se dio cuenta que faltaban cuarenta minutos para que esta sonara. Con eso se aseguraba de que Hiroki no despertaría por nada del mundo, aunque eso no iba a ser tan complicado ya que era de sueño muy pesado. De hecho, tenía el sueño pesado y era pesado cuando soñaba. De por si era muy inquieto en su rutina; no importaba si estaba ensayando, limpiando la casa o simplemente mirando la televisión: no podía estar quieto. Inclusive para dormir; esa noche, había sido una de esas noches donde el castaño fue víctima de patadas y empujones, se había muerto de frío por quedar destapado a cada rato, y hasta fue testigo de una “charla” que Hiroki tuvo dormido con Ruiza —o eso parecía, ya que el ochenta por ciento de lo que había escuchado eran balbuceos— sobre… comida. Comida, para variar.

 

En lo que se levantaba, teniendo sumo cuidado de no hacerse notar, pensaba en dos cosas: en que seguramente su novio sería igual de inquieto a la hora de coger si no fuera porque él amaba inmovilizarlo, y en que se vengaría... Tomaría venganza por esa noche de tan pésimo descanso. Todos sus planes más o menos románticos para celebrar San Valentín, planeados con casi tres semanas de anticipación para tener la certeza de que saldría todo bien, se fueron por el desagüe junto con su buen humor. Ese día —como todos los demás— jugarían a Romeo y Julieta… pero con sus reglas.

 

Como más le gustaba.

 

Fue al baño y rebuscó entre los estantes de un mueble de madera rectangular, ubicado en una esquina, una caja color negra donde guardaba gran parte del maquillaje que ambos usaban; revolvió entre las bases, delineadores de todo tipo y otros artículos de belleza, que eran de su propiedad, hasta dar con un labial. El único labial de hecho. Y ni siquiera les pertenecía a ninguno de los dos: era de su hermana, pero se lo adueñó luego de que ella se lo olvidara en una de sus largas estadías en su casa. Siempre creyó que serviría para alguna ocasión especial. Y no se equivocó en lo absoluto.

 

Luego de veinte minutos que desperdició poniéndose “en condiciones” —y con más de la mitad de ese tiempo destinado a embellecer su cabello—, regresó a la habitación. Dejó el labial a un costado y pasó a vestirse; zapatillas deportivas, pantalones anchos negros, camiseta blanca, campera de una conocida marca deportiva azul marino y uno de esos inseparables pañuelos alrededor de su cintura. Una vez listo, decidió comenzar con la acción.

 

En su ausencia, era probable que Hiroki haya cambiado de posición como unas diez veces, pero lo importante de eso era que estaba destapado por completo y boca arriba. Hasta dormido se le entregaba en bandeja de plata. Sin perder más tiempo, agarró el labial y luego de destaparlo, lo pasó por el pecho de su bello durmiente. Sus líneas rectas pasaron a tener forma… O más bien significado ya que la palabra WHORE  se leía con claridad, extendiéndose por todo el área de sus pectorales. Se cubrió la boca con la mano libre para no reír, al parecer el baterista ni había sentido lo que estaba haciendo. «Mejor». Lo siguiente en la lista fue pintarse los labios para dejar un camino de besos en sus piernas, pero después de dejar la cuarta marca roja en su muslo derecho, se tuvo que separar rápido. Al fin el mayor había tenido su primera reacción y se movió, poniéndose de costado, pero pasados unos segundos, un suave ronquido advirtió que no pasaría a mayores. Se tardó un momento en decidir qué más hacer y optó por limpiarse los labios cuidadosamente con las yemas de los dedos, los repasó con un poco más de labial y trazó líneas uniformes en distintas zonas de su cuerpo como piernas, espalda, brazos y cuello.

 

Contento con el resultado, regresó al baño para guardar la evidencia y se aseguró de no tener ninguna mancha roja en la cara. De regreso a la habitación, agarró su móvil y tomó algunas fotografías para inmortalizar su obra de arte. Estaba seguro que pasaría mucho tiempo hasta repetir una locura como la que pensaba cometer. Guardó el aparato en el bolsillo de su pantalón y se refregó las manos cual mosca antes de comenzar. Tomó aire.

 

«Y… acción».

 

—¡Levántate ya, maldita basura! ¡Abre los putos ojos!— Sin ningún tipo de delicadeza, le tomó de las muñecas y jaló de Hiroki hasta tirarlo de la cama, consiguiendo que de una vez por todas abriera los ojos, totalmente asustado y aturdido, mirando hacia todos lados para ver qué sucedía. Pero no encontró nada.

 

Nada a excepción de Hide-zou.

 

—¿Zou? ¿Qué suc-…?

 

—¡Si sigues hablando, te volaré los malditos sesos! ¡¡Vamos, levántate!!— Insistió, todavía tirando de aquellos brazos flojos que se negaban a cooperar, hasta que al otro no le quedó más opción que levantarse, a menos que quisiera terminar con los hombros salidos de lugar.

 

Apenas el baterista logró ponerse de pie, fue arrastrado fuera de la habitación. Cada vez que intentaba preguntar qué mierda estaba pasando, era callado con un grito y una amenaza. Las únicas veces que veía a Zou perder el temperamento así era cuando decidía darle un castigo… ¿Acaso lo estaba castigando? ¿Por qué? ¿Por dormir?

Al menos una de las cientos de preguntas que se estaba haciendo consiguió respuesta cuando entre forcejeos, pateó sin querer la puerta del baño y el castaño lo metió allí.

 

—¡¿Por qué no me dices que mi-…?!— Y como el resto de las veces que quiso hablar, fue interrumpido, esta vez por un nuevo movimiento brusco que lo mandó derecho bajo el chorro de agua fría del lavabo. La sorpresa y la baja temperatura del agua que pegaba cerca de su mejilla derecha le hicieron removerse con aún más violencia, pero no consiguió nada. Bueno, solo estuvo a punto de ahogarse cuando al querer gritar, se ahogó con el agua que caía sobre sus labios.

 

—¡Quédate quieto!— El guitarrista finalmente lo sacó del agua y tomó una toalla para secarle la cara. Después de eso, no tendría que pensar si su novio seguía con la almohada pegada en la cara. —Tú y yo, bonito…— Comenzó a hablar en susurros contra su oído, tomando un peine para peinarle el cabello, aprovechando que lo tenía bastante mojado ya que parte del agua había caído ahí también. —tendremos un paseo. Nos vamos a divertir— Se miraron a través del espejo; otra vez Hiroki estaba con esa mirada vulnerable que tanto le gustaba. Eso más los temblores de su cuerpo a causa de la adrenalina y las gotas de agua fría que caían sobre su cuerpo, lo hacían verse delicioso. Mucho más de lo usual. El mayor no pudo pasar por alto que otra vez Hide estaba sonriendo de esa forma que tan inquieto lo ponía.

Dejó el peine a un costado y tomó con fuerza las muñecas impropias con su diestra para que no hiciera nada al momento en que él se estiró para quitar dos lazos de toalla que caían a los costados de sus batas de baño, colgadas detrás suyo. Una la sostuvo con la boca, mientras que con la otra ataba las manos que tenía prisioneras.

 

Entre tanto, Hiroki se miró a sí mismo y se horrorizó al darse cuenta de las marcas de labial en todo su cuerpo, en especial el “adorable” sobrenombre escrito en su pecho.

 

—¡¿Qué haces?! ¡¿Cuál es tu problema?! ¡Déjame! ¡Suéltame!

 

Entre más gritos y forcejeos, Hide-zou siguió llevando a su novio a rastras por toda la casa, no teniendo noción de que esos pedidos no hacían más que echar leña al fuego y alentar la continuidad de los planes del guitarrista.

Sin duda alguna, Hiroki era el más hábil de ambos, siempre encontraba una manera de complicarle la salida, pero corría con numerosas desventajas, por lo que sus intentos no llegaban muy lejos. Así fue como llegaron al garaje al cabo de unos minutos, y en un último intento desesperado del baterista por liberarse, apoyó los pies contra la puerta trasera del auto del castaño al darse cuenta que el dueño del vehículo pretendía meterlo allí, pero solo bastó un nuevo empujón para que pusiera los pies en el suelo de vuelta y fuera aplastado contra la puerta.

—Agradece que no le has dejado una abolladura, porque si no te hubiera dejado una a ti en ese lindo rostro— Volvió a hablar contra su oído, dejando caer el lazo de la bata sobre su hombro. —. Escúchame atentamente: si sigues resistiéndote, harás que me enoje todavía más. Así que métete ya al maldito auto y mantén la boca cerrada…

 

—¡Deja que al menos me vista! ¡Estoy en bóxers!

 

—Muy bien, como por las buenas no has entendido, tendré que hacer esto por las malas…— Tomó el lazo que quedaba libre y lo usó como mordaza, ajustándolo con bastante fuerza detrás de su cabeza. —Ahora si… Ya no te quejes más, que te encantará la sorpresa que tengo para ti.

 

Sorpresa… “Es el segundo San Valentín que vamos a pasar juntos y quiero darte una sorpresa”. Algo en la cabeza de Hiroki hizo click al evocar ese recuerdo y se quedó completamente en shock. ¡¿Acaso de esto se trataba su puta sorpresa?! Empezó a patalear con más rabia, en busca de una explicación, pero solo consiguió que su aterrizaje en el asiento trasero fuera más doloroso. Se retorció y pataleó de vuelta a la nada, tratando de salir o de al menos descubrir su boca para gritar, pero no tuvo éxito.

 

A los segundos, Hide-zou se sentó del lado del conductor y se giró a verle. En ese momento, el baterista podía asegurar al cien por ciento que su novio había sido reemplazado por un desquiciado. —Ni se te ocurra moverte de esa posición. Tenemos un largo día por delante, cariño y por nada del mundo queremos arruinarlo, ¿verdad?— Al no recibir respuesta, estiró una mano para tomarlo del mentón y hacer que le mirara. —¿Verdad?— El mayor asintió y él sonrió, soltándolo para poder poner el auto en marcha.

 

Mientras el vehículo los sacaba fuera de la comodidad de su casa y andaba por las vacías calles de su vecindario, a Hiroki le tocó escuchar una pequeña lista de indicaciones dada por el castaño para hacer el viaje más “ameno” —como no gritar, no levantarse del asiento, etc— y también la radio. Porque era lo más normal del mundo escuchar música un domingo a la mañana mientras tienes amarrado a tu novio en el asiento trasero del auto como si fuera un rehén.

 

Los minutos pasaron y lo único que se escuchaba era las noticias del clima pero Hiroki no hacía más que pensar en lo cansado que estaba y en el terrible dolor de brazos que tenía, debido a la incómoda posición a la que estaba obligado a permanecer. Trató de moverse queriendo ponerse de costado siquiera cuando el auto frenó, casi logrando que se cayera. Por suerte, sus reflejos le fueron de ayuda. Escuchó que los autos seguían pasando a su lado, así que dedujo que no habían parado en un semáforo. Quiso alzar la cabeza para saber dónde habían parado, pero cierto castaño se lo impidió al voltearse y tomarle del hombro para que volviera a recostarse.

 

—¿Recuerdas todo lo que te dije? Espero que sí. Ahora tengo que bajar shhh shh shhh— Trató de calmarle cuando se desesperó ante la idea de quedarse solo allí. —, pero solo será un momento, ¿está bien? Sé un buen chico— Dicho eso, Hide-zou se bajó del auto y se fue, no sin antes golpear despacito el vidrio de la puerta trasera dos veces a modo de advertencia.

 

Hiroki no tenía ni la menor idea de cuánto tiempo estuvo esperando, pero se le había hecho eterno y no solo por el desconcierto de no saber los planes del psicópata en potencia que tenía por novio, sino por el miedo a que alguien lo viera. No quería que surgieran malos entendidos o causarle un problema a Hide por esto. Por más que se lo mereciera por estar al borde de matarlo de un puto infarto, sin parar, desde que lo había despertado de un empujón que lo mandó directo al suelo.

Y estuvo por sufrir un nuevo paro cuando sintió unos pasos acercarse al auto luego de un rato. Cerró los ojos y le rogó a cuanta deidad conocía para que no se tratara de un desconocido que lo había visto. Por suerte, solo era Zou. Sintió que el alma le volvió al cuerpo cuando escuchó la alarma de seguridad desactivarse.

 

—¡Mira lo que te compré! — En un segundo, el campo visual del mayor se tornó blanco por un papel que resultó ser una boleta. Con cuidado, la hizo caer a su lado ya que no podía agarrarla y la observó con atención. Al reconocer el logo impreso en la esquina izquierda superior, alzó la cabeza para ver a través de la ventanilla; el vehículo se estaba alejando a gran velocidad de su tienda de música favorita.

Miró de vuelta el recibo y abrió los ojos bien grandes cuando se dio cuenta de la gran cantidad de dinero que Hide-zou acababa de gastar en un montón de cosas para su batería. Había estado hablando de ese equipo por semanas. Le había comentado doscientas veces como mínimo que lo necesitaba —que lo quería más bien— mientras se quejaba por el equipo que ya tenía por no darle los mismos resultados que en un principio. D no paraba de agrandar su número de fanáticos y eso demandaba un poco más de esfuerzo para tener instrumentos que estuvieran a la altura de las circunstancias.

 

Aunque no tuviera esa molesta mordaza en la boca, no tendría palabras para describir cómo se sentía en ese mismo instante. Levantó la cabeza para poder ver al castaño, pero este ya le estaba dando la espalda, ocupado en hacer conducir.

 

Se hicieron dos paradas más.

 

La primera fue en una gran local, uno de sus predilectos a la hora de alimentar su friki interior. Recibió más de quince tomos de diferentes mangas que estaba leyendo y unos cuantos juegos para su PS portátil. Hiroki, poseído por el adolescente que aún llevaba adentro, miró con una extraña devoción cada una de las cosas que lo estaban rodeando, sintiendo que tendría un orgasmo en cualquier momento.

De no correr peligro de romperse algo por tratar de levantarse sin usar las manos, seguramente estaría abrazando al menor hasta asfixiarlo mientras adoraba cada uno de sus pequeños regalos que le costarían una feliz semana de desvelo.

 

La siguiente parada fue en un supermercado. Según Hide-zou, necesitaba comprar lo necesario para poder tener un “picnic romántico”. No entendía que podía haber de romántico en estar semidesnudo, con manchas de labial por todo el cuerpo y amarrado, pero al recordar que el concepto de romance era muy diferente para el castaño, lo dejó pasar.

 

Y al igual que todo el viaje que venían dando, le tocó esperar. El dolor de brazos se le había ido pero solo porque se le habían entumecido por completo, lo que no se le iba era el cansancio. Luego de la cena, finalmente la erección que no había podido bajar recibió su merecida atención y a gran escala. No era por presumir, pero no podía quejarse en lo absoluto de su vida sexual. Claro que tener la suerte de estar con alguien que lo mandaba a dormir con el más placentero dolor de culo tenía su precio.

 

Como prestarse a estas cosas.

 

No era que no le gustaban —todo lo contrario—, pero Hide tenía un ritmo tan intenso que a veces costaba adaptarse a eso. Como salió con esta especie de secuestro barato, pudo haber salido con cualquier otra cosa.

Dio un vistazo alrededor y notó que algunos de los mangas se habían caído. Cuando Zou se los estaba dando uno por uno, le decía cosas que a cualquiera le hubieran resultado un tanto desagradables. De cierta forma lo eran, pero sabía que era su forma de demostrar sus sentimientos y no era para justificarlo, porque nunca había sido agresivo con él porque sí. Simplemente… había aprendido a expresarse con esos gestos extraños. Era cuestión de leer entre líneas. Eso lo había aprendido por las malas cuando decidieron darse una oportunidad. En ese entonces, a Hiroki no le importó ninguna advertencia dada por el castaño acerca de su carácter, solo necesitaba la seguridad que lo suyo iba en serio. E increíblemente funcionó: Lograron encontrar un punto medio. O mejor dicho, se habían complementado. Luego de tantos excesos, Hide-zou había encontrado su cable a tierra, su motivo para sentar cabeza y Hiroki había encontrado ese toque de emoción que le ayudó a volver a ver al mundo con colores.

 

Eran el vivo ejemplo de “están hechos el uno para el otro”.

 

Era preferible verlo así y no como que Hiroki había perdido completamente la cabeza por un demente de mal genio.

 

Cuando el guitarrista volvió, dejó unas cuantas bolsas en el asiento del copiloto antes de cerrar la puerta y voltearse a ver a su “prisionero” mientras masticaba.

 

—No has desayunado. Debes estar con hambre, ¿cierto? — El mayor asintió. —Haremos esto… te quitaré la mordaza y te daré tan solo un poco de esto… — Agitó una bolsa abierta de galletas que sostenía con la zurda. —Pero nada de espectáculos, ¿estamos de acuerdo? — El aludido volvió a asentir, pero eso no pareció convencer al contrario ya que de un solo tirón lo dejó sentado y pronto le tomó del rostro sin cuidado para que lo mirara. —Gritas o dices algo y te haré tragar el paquete entero, tu mordaza y mi pene— Sentenció, esperando por una nueva afirmativa silenciosa que no tardó en llegar. Finalmente, le retiró la mordaza.

 

Hiroki, entre pequeños quejidos, se masajeó la mandíbula dado que apenas la sentía y tomó las galletas que le fueron ofrecidas, comiéndolas a los pocos segundos. Aunque no terminó de metérselas a la boca que otra vez estaba siendo empujado para que se acostara en el asiento.

 

—Hay mucha gente, ya métete y sigamos.

 

El rugido del motor anunció la pronta marcha del vehículo, saliendo del estacionamiento del supermercado para mezclarse con los demás autos.

Al principio pareció que sería otro paseo silencioso, pero pronto el castaño sacó tema de conversación, hablando sobre lo que aparentemente sería la última parada: Una agencia de viajes. Hiroki se limitó a responder con monosílabos y analizar un poco más a fondo las opciones que el menor le daba, siendo la más ocurrente una boda de ensueño en Las Vegas. La opción era genial, sí, pero si así se fueran a casa de sus padres en Gunma debía tener un detalle importante en cuenta… ¿Cómo era que Zou pensaba costear absolutamente todo? Porque si a esas pequeñas vacaciones le sumaba lo que ya venía gastando a lo largo del día, se hacía una suma considerable de dinero y el salario que tenía no era una miseria, pero tampoco podía darse demasiados lujos seguidos.

 

«Mientras que no haya que robar un banco… Si es que no lo hizo ya». Por más que no quisiera admitirlo, a veces sí parecía que había perdido la cabeza por un demente de mal genio.

 

El auto detuvo de a poco su marcha cuando la luz del semáforo se puso en rojo. Afortunadamente la agencia no quedaba muy lejos, así que no había mucho apuro en llegar. Eso sería lo último antes de poder ir a un lugar apartado a comer algo antes de que Hide-zou diera por terminada toda esa locura. Se había divertido mucho a pesar de haberse ligado unos golpes accidentales o que más de una vez, Hiroki estuvo a punto de meterlo en un problema al retorcerse sin parar mientras él manejaba. Igual no lo culpaba. Pero seguía sosteniendo que un buen susto era una venganza justa por tan mala noche de sueño.

Al cabo de un momento, el semáforo al fin le permitió el paso, pero el castaño ni siquiera llegó a poner la mano sobre la palanca de cambios que un golpe a la ventanilla lo distrajo. Cuando volteó, casi palideció al ver de quien se trataba.

 

Era un policía.

 

El corazón de Hiroki una vez más amenazó con dejar de latir cuando supo que su novio estaba hablando con nada más ni nada menos que un policía. ¡Un maldito policía! Pero además de muchas cualidades no muy positivas, Hide-zou podía ser un muy buen actor, así que trató de mantener apariencias. Y quizás hubiera salido de maravilla sino fuera porque el oficial no era el ser más simpático del mundo; solo se limitó a pedirle el registro y ordenarle que se bajara del auto. Resistirse podría ser mucho peor, pero bajarse tampoco era una buena opción. De un momento a otro se imaginó detenido y dando explicaciones sobre lo que estaba pasando. No sabía qué era peor: contar la verdad de los hechos o terminar preso por un delito que en realidad no estaba cometiendo. Comenzó a sudar frío.

 

—Oigan, ¿Qué es eso? — Un segundo oficial salió de la nada y se acercó al vidrio del asiento trasero, distinguiendo rápidamente la figura de Hiroki recostada y acurrucada en un rincón. Sin esperar más, el hombre salió corriendo hacia el auto, dando aviso por radio de su reciente descubrimiento y también pidiendo el equipo necesario para hacer bien su trabajo.

 

Para Hide-zou ya no quedaba peros, tuvo que bajarse del auto mientras que el oficial que le había llamado la atención, ayudó al baterista a salir de su pequeña prisión improvisada.

 

Más policías llegaron a los pocos momentos, apartando a los primeros peatones curiosos que asomaban sus narices para ver el porqué de tanta conmoción. La mayoría con sus celulares apuntando hacia ellos. Se escuchaban un par de sirenas de fondo y los oficiales hablando entre ellos acerca del hecho.

 

Cuando al fin la pareja conectó miradas, se dieron cuenta que ambos tenían el horror mismo impreso en sus caras. Y más que pensar en el gran bochorno que pasarían por todo esto, pensaban en algo que era como el infierno mismo: «Asagi nos va a matar»

 

—Es-esto no es lo que parece, oficial. Si me permite, puedo explicarlo— El menor no sabía si agachar la cabeza para no ser reconocido, mirar a los ojos al policía para que supiera que hablaba en serio o salir corriendo. —Solo… solo vayamos a un lugar más privado p-…

 

—Recibimos la llamada de un testigo que asegura haberlo visto usted en un estacionamiento, gritando y maltratando al señor. La descripción dada por el testigo coincide con su vestimenta, su apariencia y su vehículo… Y a juzgar por la apariencia del otro hombre, no creo que haya una forma de explicar esto. Tendrá que acompañarme…

 

—¡El supermercado! ¡Esto es tu maldita culpa! ¡Te dije que no te levantaras!—Exclamó de repente Hide-zou, buscando con la mirada a su novio, quien estaba siendo interrogado por dos policías. Se podía notar a leguas que estaba al borde del llanto al no encontrar palabras que explicaran de una manera superficial la situación. Pero aun así, la acusación llegó a oídos del aludido y la respuesta no se hizo esperar.

 

—¿Mi culpa? ¡¿Mi culpa?! ¡¿Quién tuvo la estúpida idea de hacer todo este número como sorpresa de San Valentín?! — El baterista se hizo lugar entre los dos oficiales y se acercó al contrario, dispuesto a romperle la cabeza contra el techo del auto. —¡¿Quién fue el que me pintó estas mierdas, me tiró de la cama y me arrastró por la casa, fingiendo un puto secuestro?! ¡Solo tú estás tan mal de la cabeza para hacerlo! No, miento. Yo también fui bastante estúpido por no rogarte que ya pararas.

 

Para ese punto, los policías se quedaron mirando entre sí, no entendiendo ni una sola palabra de esa discusión. Principalmente porque las víctimas no solían perder el control con sus agresores de esa forma.

 

—¿Sorpresa de San Valentín? ¿Secuestro… falso?

 

—¡Sí! ¡Un maldito secuestro falso! — El castaño al darse cuenta de que acababan de empeorarla, trató de hacerle señas para que se callara, pero por la cara que obtuvo en respuesta, parecía que solo avivó las llamas. —¡No creas que voy a callarme! Explícale que eres un jodido demente y que se te ha ocurrido fingir todo esto. Y también que yo…

 

—Señores… Ambos tendrán que venir conmigo.

 

—¡¿Qué?! ¡No! ¡Si no tengo nada que ver!

 

Pero no hubo explicación válida. Al “par de maricas raros” no les quedó más que seguir al oficial al patrullero.

 

~*~

 

—Tienen que dejar que llamemos a alguien. ¡Quiero vestirme! ¡Me estoy muriendo de frío y quiero fumar!

 

Cuando no intentaba convencer a los policías de dejarlos ir como si nada, Hiroki solo se quejaba. Había entrado en un estado de histeria total desde que se vio obligado a subirse al patrullero para ir a la comisaría a dar su declaración. Solo podían escucharse sus reproches y la conversación de los oficiales, que con poca discreción, se reían de ellos. Cierto guitarrista castaño estaba perdiendo la paciencia —y la dignidad— con el correr de los segundos. Tan solo quería irse a casa y descargarse con el estúpido de su novio. Aprender la lección no era algo que iba con él.

Tener que sentarse y explicar qué era lo que había pasado era más bien pura burocracia, la detención había sido un final fijo para ambos desde un principio. Para fortuna de la autoridad, podían ocultar sus ganas de mantener cautivos a ese par de “fenómenos” para burlarse de ellos bajo varios cargos menores.

 

Casi cuatro horas pasaron del comienzo del gran papelón de sus vidas, y más de la mitad de ese tiempo la pasaron en una pequeña celda, no teniendo más que mirarse a la cara entre ellos, bueno, en términos relativos porque en realidad Hiroki daba vueltas como animal enjaulado mientras que Hide-zou estaba sentado en un pequeño banco, con la mirada puesta en el suelo ya que se había mareado de ver al otro tanto ir y venir.

 

—¿Por qué no viene? ¿Por qué no tenemos novedades? ¡¿Por qué no dices nada?! ¡Si esto es tu culpa!

 

—Lo único inteligente que puedo decir ahora es que me gustaría robarle un par de cosas a los policías para usarlas contigo. ¿Para qué vivir de la fantasía si podemos hacerlo realidad?

 

El baterista se volteó a verle con cara de póker por unos segundos. —¡No puedes hablar en serio! ¡Aaaagh, eres imposible!

 

El castaño se libró de un rosario de palabras poco felices cuando se escucharon pasos y pronto se apareció un policía, con un teléfono inalámbrico en mano. Hiroki se acercó casi arrastrando a él, dispuesto a agarrar el bendito aparato, pero el oficial a último momento lo alejó de su alcance.

 

—¿Sabes? A mi hija le gusta una banda… y tú te le pareces bastante a uno de sus miembros— Ambos dejaron de respirar al oír eso. Adiós a su carrera musical. —. Debe ser porque tienen la misma cara de maricón— El agente se festejó solo el chiste, riendo a carcajadas.

 

Hide-zou estaba llegando a su límite. No había cosa más detestable que tener que quedarse de brazos cruzados mientras un estúpido estaba pasándose de listo con su pareja, pero ya tenía bastantes problemas como para sumar más a la lista. Se acercó a la reja y sacó la mano para tomar el teléfono de mala gana.

 

—¡No llames a los chicos! ¡Es lo que nos falta!

 

—¿Y a quién piensas llamar? ¿A mi hermana… o a tu madre? — La única respuesta que tuvo fue un silencio. Un silencio que se hizo desear por horas. Y el guitarrista lo agradeció internamente. —Y hasta que ya cerraste la maldita boca— Sin más, marcó un número y se llevó el aparato al oído.

 

«Vamos, carajo…». Estaba por sonar el quinto tono de espera cuando al fin la llamada fue atendida. Se escucharon un par de ruidos, como murmullos antes de oír aquella voz grave pero amable de su líder. “¿Hola?”

 

—Asagi, soy yo…

 

“¿Hide-kun? ¿De adonde me estás llamando? ¿Sucede algo?”

—Sí, necesito tu ayuda. Es urgente. Verás… te estoy llamando desde la comisaría. Tienes que venir porque… —
Perdió el hilo de lo que decía cuando volvió a oír voces y escuchó claramente a Asagi susurrar “continúen”. —Espera, ¿estoy llamando en mal momento? — Tuvo que alejar a Hiroki poniéndole una mano en el rostro para que no le quitara el teléfono. Seguro se pondría a gritar (otra vez) y a decirle a su amigo que sin importar qué estaba haciendo, tendría que atender su problema ya.

 

“No, para nada. Es que… ¿en qué problema te has metido ahora?”

 

—Tú solo ven… Y trae ropa.

 

“¿Ropa? ¿Estás bien?”

 

—Solo hazme caso— Y cuando recibió la afirmativa del vocalista al otro lado de la línea, colgó y devolvió el aparato al policía que se fue sin decir una palabra.

 

Cada minuto dentro de esa celda equivalía a una hora, así que para cuando el reloj marcó que habían transcurrido cuarenta y cinco minutos desde que la llamada con Asagi había finalizado, los prisioneros estaban tirados en el suelo, totalmente desamparados, mirando a la nada e ignorándose el uno al otro. Uno para evitar estallar más de la cuenta y el otro… porque se dejaba llevar fácil por las fantasías que le provocaba ver el cuerpo semidesnudo del hombre que le pertenecía y sinceramente, no quería recibir una patada en la entrepierna por desubicado. Ni más problemas con la ley.

Pero todo eso cambió cuando otra vez se escucharon pasos muy cerca de la celda y unos murmullos de voces familiares. Casi al unísono, baterista y guitarrista se levantaron para ver como otro oficial llevaba a Asagi donde ellos… en compañía de Tsunehito y Ruiza.

 

El silencio incómodo duró unos escasos tres segundos antes de que los más jóvenes del grupo estallaran en risas: La postal que la “parejita feliz” les estaba ofreciendo era el material perfecto para que las bromas no tuvieran fin durante los ensayos, o reuniones… o fiestas… o en cualquier situación posible. Hasta el día de sus muertes.

 

—¡Te lo dije! —Inició el bajista, dándole algunos codazos al más bajo, quien seguía riendo. —¡No podía equivocarme! Yo sabía que Hiroki era una bailarina exótica atrapada en el cuerpo de un playboy. Tengo quien cargue mi equipo por un mes. Oh sí, oh sí~

 

Al castaño solo le bastó ver que al aludido le iba a dar un tic en el ojo para saber que el volcán estallaría en cualquier momento. Mejor anticiparse y alejarse a una distancia prudente. —Dime que has traído algo para solucionar esto… — Murmuró, mirando a su líder.

 

Asagi asintió y le tendió una gabardina que en solo dos tirones, terminó en manos de Hiroki. El pelinegro se alejó, un poquito impresionado por los instintos animales que de un momento a otro su amable baterista había desarrollado. —Me dijeron que se puede pagar una fianza. Es eso o cuatro días más aquí.

 

—Ahora dime que tienes ese dinero. Juro que te lo voy a devolver…

 

El mayor de los cinco hizo un gesto con la mano para que no se dijera más y volteó para hablar con el oficial, retirándose con este.

 

—Creo que al fin nos podremos ir a casa— Dijo Hiroki mientras se tapaba cuanto podía con la prenda prestada. Por suerte la gran contextura física del vocalista le fue de ayuda.

 

—No te preocupes, Hiro-chan— Habló Ruiza, acercándose a las rejas mientras miraba a su compañero con una sonrisa burlona. —Todavía es temprano. Llegarás a tiempo al pro-…

 

—Si aprecias tu vida o mínimo quieres tocar la guitarra unos años más, no digas nada— Susurró el segundo guitarrista con fingida amabilidad. Ya habían tenido suficiente en el día.

 

Al cabo de unos minutos, al fin Hiroki y Hide-zou quedaron en libertad. Ni siquiera dijeron adiós con tal de que nos los observaran ni un momento más. Solo escucharon que el auto del castaño estaba estacionado a la salida y era todo lo que necesitaban saber.

 

No pregunté qué fue lo que pasó y de solo ver sus pintas, sé que lo más saludable es dejarlo así…—Empezó Asagi una vez que los cinco estuvieron afuera y frente al amado auto del castaño. —Solo diré que sean más prudentes. Esto podría llegar a mayores la próxima vez…

 

—Si, a nadie le interesa saber de las cochinadas que hacen— Tsunehito y Ruiza pasaron por alto las miradas desaprobatorias del pelinegro y comenzaron a burlarse otra vez.

 

—Sí, bueno, lo que digan… Y ya que estamos, tengo algo que preguntar… Zou, tú solo llamaste a Asagi, ¿no? — De repente todo quedó en silencio ante la pregunta del baterista que cayó como bomba. Su pareja asintió. —Hoy es domingo y los domingos no se ensaya, ¿cierto? — Dijo a modo de pregunta retórica. El silencio entre los cinco se estaba haciendo cada vez más pesado. En especial para tres de los presentes que comenzaban a entender la dirección que iba a tomar la charla. —¿Entonces que hacen ustedes dos con Asagi?

 

El castaño se quedó mirando impresionado al mayor, aunque la cara de sorpresa —y nervios— de los “acusados” lo obligaron a tener que mirar hacia otro lado para no reír. Al parecer de tanto estar con él, se le había contagiado parte de su maldad porque el Hiroki que conocía, el original, era un pan de Dios.

 

—Yo… — Ruiza fue quien tuvo la valentía de romper con la tensión que se había creado en cuestión de segundos. —yo estaba por ir a la casa de Asagi para hablar sobre los ensayos de esta semana y… y él me llamó para decirme que estaría aquí y… y bueno…— Recibió una efusiva afirmación de los otros dos que asintieron sin parar.

 

—¿Qué hay de ti, Tsune?

 

—Bueno, yo estaba con Asagi porque…

 

—Porque quería consultarle acerca de unas melodías. Ya saben, lo que hablamos el otro día…— El bajista no pudo contener su suspiro de alivio ante la explicación de Asagi.

 

—Hiroki, quiero ir a casa y tengo hambre— Las palabras de Hide-zou debían sonar como un coro celestial, pero sus compañeros sabían que ese pequeño favor les costaría mucho más caro que aquel incómodo interrogatorio. —. Mañana hablamos de esto, si tendremos que verles las caras toda la semana… — Dijo a modo de despedida, llevando de la cintura al otro en dirección a su auto, esta vez dejando que se sentara como era debido en el asiento del copiloto después de dejar las bolsas con sus compras junto con los regalos en el asiento trasero.

 

Mientras ponía en marcha el auto, Zou miró hacia atrás y vio como los tres se metían en el auto de Asagi para irse de allí. Rió. —Llamó a Ruiza para avisarle que estaría aquí y así darle tiempo de dejar el auto en su casa antes de venir… —Comentó, con un sarcasmo que era imposible disimular, riendo otro poco mientras negaba algunas veces. Al parecer se llevaban tan bien entre todos por esa incapacidad de hacer bien una “travesura”.

 

—Tsunehito tenía un chupón muy a la vista. Y creo que Ruiza tenía la bragueta b-…

 

Hide se apuró en alzar una mano en dirección al contrario para callarlo, poniendo una mueca de desagrado. —Lo vi, pero no me lo recuerdes que me vuelve la imagen a la cabeza y no podré dormir— Mientras Hiroki se despachaba a gusto, haciendo sudar frío a sus compañeros, él se tomó la molestia de observarlos en detalle y no solo por su nerviosismo, sino por los desaliñeados que estaban, llegando a unas muy particulares hipótesis que pronto se encargaría de confirmar.

 

Dicho eso, un nuevo silencio se hizo presente, pero no por nada en particular. Solo se estaban mirando el uno al otro fijamente por un largo lapso de tiempo hasta que al mismo tiempo comenzaron a reír a carcajadas. Recién entonces, estando libres, lejos del desprecio de los policías, las burlas de sus compañeros y las miradas de la gente, pudieron verle el lado divertido a la situación.

 

Eso sí que había sido intenso.

 

—Oye… — Dijo Hide-zou de la nada, todavía con algún rastro efímero del reciente ataque de risa. —Feliz San Valentín, precioso.

 

Apenas escuchó eso, Hiroki dejó de reír y se le quedó mirando otro instante más, sorprendido. Amaba y odiaba a la vez que el menor tuviera la mala costumbre de ser así de imprescindible. Pero debía decir que luego de la cantidad de raras sorpresas que recibió a lo largo del día, escuchar aquello había sido lo mejor. Sin lugar a dudas.

 

Sonriendo de forma estúpida, se acercó a él para poder besarle los labios y contestarle, sin separar sus bocas en lo más mínimo.

 

—Feliz San Valentín, cariño.

Notas finales:

Quería publicar este fic el 14 a medianoche, pero... tuve una serie de eventos desafortunados que me impidieron terminar el fic hasta anoche. Y ahora quería publicarlo antes de las doce, pero claramente fallé. Lo bueno es que como pocas veces, me gustó el resultado. Espero que a ustedes también xD

Bien, este one shot nació gracias a mi obsesión con ID (Investigation Discovery, un canal de policiales y crímenes para quienes no conozcan el canal). Pasaban un programa que no recuerdo como se llamaba, pero pasaban todos casos relacionados a bochornos sexuales de esta magnitud y este fue el primer caso que había visto. Apenas escuché esta historia, me pude ver claramente a Hiroki y Hide-zou metidos en una situación así. 
Más o menos el caso era igual: era una pareja que SI tenían una relación amo-sumisa y el amo para San Valentín quiso hacer como que la estaba secuestrando, alguien llamó a la policía y terminaron detenidos xDDDD 

¡Espero sus reviews! Gracias por tomarse la molestia de leer, como siempre ♥


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