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“En este lugar nadie te puede escuchar gritar”.
Un joven egipcio oji-lavanda de piel apiñonada y cabellera rubio cenizo llamado Marik Ishtar acababa de mudarse a una nueva casa junto a sus dos hermanos mayores, Ishizu y Rishid.
El egipcio menor estaba muy feliz de comenzar una nueva vida en un lugar nuevo, su nueva casa tenía un gran patio en el que Marik adoraba jugar en las tardes.
Solo había una cosa que al pequeño oji-lavanda no le gustaba de la casa: El sótano.
Este estaba a un lado de la cocina y dentro de él había trastos y muebles viejos. Cada vez que Marik pasaba frente a la puerta del sótano le parecía escuchar ruidos extraños provenir desde adentro.
—Ishizu, yo creo que hay algo en el sótano -Dijo a la egipcia mayor entrando a la cocina.
—Lo único que hay ahí adentro son muebles viejos, Marik, no te sugestiones -Dijo soltando un hondo suspiro.
Todo en la casa siguió igual hasta que llegó la hora de limpiar el sótano, a Marik no le quedó más remedio que bajar junto a sus hermanos para limpiarlo.
Después de largas horas el trabajo de los tres hermanos dio fruto y el sótano quedó completamente vacío.
Marik se alegró y pensó que los ruidos que anteriormente había escuchado cesarían, sin embargo, al llegar la noche de ese mismo día pasó frente al sótano y volvió a escuchar ruidos extraños.
—Es imposible -Se dijo a si mismo extrañado -¡Ya no hay nada ahí! -Dijo asustado.
El egipcio se lo pensó unos segundos y seguido de eso tomó la perilla de la puerta suavemente y comenzó a abrir encontrándose con una completa oscuridad, bajo con cuidado las escaleras buscando el interruptor para encender la luz, al encontrarlo encendió el foco del sótano y se llevó una gran sorpresa por lo que vio.
—¿Pero de dónde ha salido esto? -Preguntó sorprendido y extrañado.
De forma inusual y misteriosa apareció en medio del sótano un espejo muy grande cubierto con una sábana blanca.
Marik se quedó extraño ya que nunca había visto ese espejo anteriormente, se acercó cuidadosamente y quitó la sábana, de pronto el espejo se iluminó.
El oji-lavanda se asustó mucho y dio unos cuantos pasos hacia atrás cayendo de sentón en el suelo, se levantó después de unos segundos viendo que no pasaba nada y se acercó al espejo, cuando miró el reflejo de este encontró el reflejo de un chico muy parecido a él solo que un poco más grande.
—¿Quién eres? -Preguntó el egipcio menor extrañado.
—Hola, soy Malik, desde algún tiempo estoy atrapado dentro de este espejo -Dijo pesadamente.
—Pero… ¿por qué? -Preguntó curioso.
—El espejo me concedió tres deseos, la condición era que podía pedir lo que yo quisiera, pero que tenía que quedarme dentro del espejo después del tercero, sin embargo, algo raro pasó y no pude llevarlo a cabo y me quedé atrapado -Respondió afligido.
—¿Puedo pedir el tercer deseo por ti? -Preguntó el menor pensando en que tal vez de esa manera podría ayudarlo a salir.
—Podrías… -Dijo pensando -Pero debes pedir que salga de aquí -Dijo mirándolo fijamente.
—Entonces lo haré -Dijo Marik sonriéndole, Malik esbozó una sonrisa maliciosa mientras se ocultaba entre las sombras del espejo.
—Espejo -Dijo con voz firme -Dese pedir el último deseo de Malik.
—Tu deseo será concedido -Respondió el espejo con una voz grave.
—Deseo que Malik salga de ahí -Dijo firmemente sin ninguna señal de titubeo.
—¿Realmente ese es tu deseo? -Preguntó el espejo queriendo quebrar la confianza del oji-lavanda.
—Si eso es lo que deseo -Dijo finalmente mirando dentro del espejo para ver a Malik.
—Tu deseo se ha concedido -Dijo el espejo, de pronto el pequeño egipcio sintió como una fuerza extraña lo absorbía dentro de este.
Ahora era Marik el que estaba atrapado dentro del espejo y Malik era el que estaba afuera mirándolo con una malévola sonrisa.
—Pero ¿qué ha pasado? -Preguntó el egipcio menor asustado.
—La condición final para salir del espejo es dejar una nueva víctima dentro de él -Respondió Malik riendo.
—Marik ¿Estás ahí? -Preguntó Ishizu desde arriba.
—Aquí estoy -Respondió Malik sonriendo.
—Pero… ¿qué? -Preguntó extrañado -¡Malik sácame de aquí! -Gritó desesperado.
—No lo creo, muchas gracias por tu ayuda, pero la verdad es que no estoy dispuesto a volver dentro del espejo, hasta nunca Marik -Dijo haciendo un ademán de despedida al menor comenzando a caminar escaleras arriba.
—¡MALIK! -Gritó una vez más, pero el mayor no le hizo caso.
—¿Qué tanto hacías allá abajo? -Preguntó la egipcia mayor intrigada.
—Nada importante -Dijo sonriéndole -Por cierto, allá abajo se quedó un espejo, recomiendo tirarlo ya que nadie lo utilizará, es más, yo mismo lo haré -Dijo sonriéndole cálidamente.
—Bueno, si tú dices, ve a lavarte las manos que ya vamos a cenar -Dijo la egipcia marchándose.
—Claro, enseguida voy –Dijo el oji-lavanda mayor mientras sonreía al verse libre del espejo por siempre.