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El club de los 5 por Ushicornio

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Notas del capitulo:

Cumpleaños, regalos, y sorpresas.  

CAPÍTULO 12


 


Las clases se reanudaron en Septiembre, y los chicos volvieron en gran parte a su rutina habitual. Entre el estudio y los entrenamientos no tenían demasiado tiempo para salidas o entretenimiento, pero aún así la pasaban bien juntos. Un fin de semana en que se habían reunido los cinco a estudiar, terminaron viendo la saga completa del Señor de los Anillos y el Hobbit, descubriendo que era un gusto común que compartían todos ellos. A los pocos días Oikawa se les apareció con el nuevo juego de mesa de la Batalla de los Cinco Ejércitos.


—Bien, hora de repartir los mazos de cartas por razas —dijo Tooru después de explicar las instrucciones del juego.— Yo, por supuesto, seré Elfo —apartó un mazo.— Daichi, tú serás de los Enanos —le entregó el mazo de la raza que más le gustaba al chico, según había dicho.


—Va bien contigo, eres el más pequeño de nosotros pero eres fuerte y trabajador —comentó Kuroo, sonriendo. Daichi lo miró con una mueca y se concentró en sus cartas.


—Tú, Kuroo, tendrás a tu cargo las jaurías de huargos, que también va bien contigo —sonrió Tooru, pasándole las cartas del enemigo.— Ya que en el mundo de Tolkien los huargos son una mezcla de hiena y lobo… bueno, ya sabes, tu risa.


—¿Qué tiene mi risa? —replicó Kuroo, pero tomó las cartas en cuestión y se puso a revisarlas.


—¿Y yo, y yo? —quiso saber Bokuto, entusiasmado.— ¿Qué raza me toca?


—Los Hombres —respondió Tooru.


—¡Genial! ¿Y por qué? —sonrió esperanzado.— ¿Porque son los protagonistas?


Tooru meneó la cabeza con gesto ambiguo.


—Seeeh, bueno… algunos Hombres pueden hacer grandes cosas, pero en general no destacan por su inteligencia.


—¡Genial! —repitió Bokuto, que solo se había quedado con lo de “hacer grandes cosas”, ignorando el resto.


—A eso me refería —asintió Tooru, y entonces se dirigió a Ushijima, poniendo gesto seco.— Ten, tu mazo, tú serás los Trasgos.


—Pero aún quedan las Águilas —objetó Ushijima, señalando el otro mazo restante.


Tooru lo tomó y lo tiró por la ventana abierta.


—Se volaron —dijo sin inmutarse.— Ahí tienes, los Trasgos son tuyos. Enormes, feos y tontos.


Como la partida de aquel juego se podía extender tanto como quisieran, fueron jugando de a poco en diferentes noches. Oikawa, Bokuto y Daichi del lado del bien, contras las fuerzas oscuras de Kuroo y Ushijima. Para sorpresa de nadie, Tooru se la pasaba perdiendo los estribos porque los trasgos de Ushijima siempre le daban una paliza a sus elfos, y el chico terminaba cada partida diciéndole: “Debiste venir a nuestro lado.


Los días fueron pasando y pronto llegaría el cumpleaños de Bokuto, detalle que el chico no dejó de repetir durante las semanas previas, para que ninguno pudiese decir que se le había olvidado.


—¡Ya tengo el regalo perfecto para Akaashi! —anunció una noche, en medio de la partida del juego de mesa.


—Pero es tú cumpleaños, no el suyo —observó Daichi.


—Es lo mismo —Bokuto hizo un gesto con la mano para restarle importancia a ese detalle.— ¡Miren! —sacó del bolsillo una cajita que contenía un anillo como el de la saga de Tolkien, el “Anillo Único”, pendiendo de una cadena.— Lo encontré por Internet, puedes pedir que adentro le graben lo que tú quieras.


Tooru tomó el pequeño objeto y lo alzó para observar su interior.


—”One Setter to rule me all” —leyó la frase que contenía, ajustada por Bokuto.


—Un Setter para gobernarme —tradujo Kuroo entonces, y agregó:— “Un Setter para encontrarme, un Setter para atraerme y atarme a… ¿su cama?


A las Tinieblas —puntualizó Ushijima, apegado al sentido original de la inscripción del Anillo Único.


Kuroo rió.


—Prefiero mi versión.


—¡Debería haber agregado eso, bro! —se maravilló Bokuto.— ¡Eres un genio!


—Creo que está bien así como lo grabaste —opinó Daichi.


—¿Oikawa? —se extrañó Ushijima.


El muchacho estaba encorvado sobre sí mismo y se balanceaba sobre el cojín en el suelo.


My precious —murmuraba.— My precious...


—¡NO! —Bokuto se llevo las manos a la cara, horrorizado.— ¡Devuélvemelo!


MY PRECIOUS! —exclamó Oikawa, y salió corriendo mientras Bokuto lo perseguía por toda la casa, ante la mirada grave de Daichi, las risas de hiena de Kuroo, y la impasibilidad de Ushijima.


En cuanto terminaron la partida, cada uno se fue a su casa a descansar. Daichi y Ushijima vivían ambos en la residencia universitaria, a unas cuadras de allí, por lo que siempre se iban juntos. Estaban por llegar cuando el celular de Ushijima comenzó a sonar insistentemente.


—¡Ven rápido! —bramó Oikawa en cuanto contestó la llamada.— ¡Es una emergencia! ¡RÁPIDO!


Daichi también se preocupó y lo acompañó de regreso al complejo de apartamentos donde vivían sus amigos. Llegaron a toda velocidad, y Oikawa abrió la puerta con gesto desesperado.


—¡Necesito tu ayuda! —dijo arrastrando a Ushijima hacia la sala de su casa.


Daichi los siguió, mientras Kuroo y Bokuto llegaban atraídos por el barullo.


—¿Qué pasa? —preguntó Bokuto, que venía con el cepillo de dientes en la boca.


—No tengo idea —replicó Daichi.— Pero parece grave.


Todos se reunieron alrededor de Tooru, quien se encontraba de rodillas junto a le mesita de la sala.


—¡Ushiwaka! —dijo Oikawa con ojos llorosos.— ¡SALVA A MI HIJO!


Los otros cuatro chicos permanecieron en un desconcertado silencio. Bajaron la vista hacia la caja de vidrio que sujetaba Tooru con ambas manos; contenía algo de tierra, piedritas y hojas, y en el centro habitaba un enorme escarabajo, que ahora estaba vuelto de espalda, con las patitas hacia arriba.


—¿Qué síntomas tiene? —preguntó Ushijima, como si el pedido de su amigo fuese la cosa más normal del mundo.


—Hace días que comía poco, tampoco se movía mucho, y ahora cuando llegué y lo vi… —se tapó la cara con ambas manos, angustiado.


—Parece muerto —opinó Bokuto, ladeado la cabeza para observar al bicho. Daichi le dio un codazo.


—¿Y por qué llamaste a Ushijima? —inquirió Kuroo entonces.


—Es granjero, él entiende de estas cosas —puntualizó Tooru.— Y estudia medicina.


—Tú también.


—Él tiene los poderes de Princesa de Disney de su lado —expuso gesto serio.— Yo no me entiendo tanto con los animales.


—No es un animal, es un insecto.


—¡ES MI HIJO! —insistió Tooru.— ¡Mío y de Iwa-chan!


El último sábado que Tooru estuvo en su ciudad natal, durante el verano, fueron con Iwa-chan de campamento. Él quería ver las estrellas y a Iwaizumi simplemente le gustaba la naturaleza. De algún modo salió el tema de las parejas que en lugar de tener hijos, adoptaban mascotas y las cuidaban entre ambos, adquiriendo una responsabilidad compartida. Tooru dijo que podrían adoptar juntos un gato, Iwa-chan prefería un perro, discutieron, y no se pusieron de acuerdo en el tema. Esa tarde Iwaizumi capturó un escarabajo rinoceronte, recordando su antiguo hobby de la infancia, y Tooru decidió entonces que aquel sería el hijo de ambos.


Ushijima sacó al bicho de su hábitat de vidrio, se lo acercó al oído, lo examinó desde todos los ángulos, y luego lo depositó de nuevo sobre la tierra. Entonces miró a Oikawa y negó con la cabeza, muy serio.


—¡Mi Rigil Kent! —sollozó Tooru. Bokuto le pasó un brazo por los hombros, con la cabeza gacha.


—¿Qué clase de nombre es ese? —replicó Kuroo.


—Es otro nombre de la estrella Alfa Centauri —explicó Tooru.— Siempre quise observarla, pero desde el hemisferio norte no se puede… y ahora se murióooooo —escondió la cabeza en el hombro de Bokuto.— ¡Mi Kentaro! ¡Soy un mal padre!


—Los escarabajos adultos solo viven algunos meses —indicó Ushijima.— No es tu culpa.


—¿Si no puedo mantener vivo un escarabajo, cómo mantendré viva la llama del amor de Iwa-chan por mí? —se siguió lamentando el chico, sin escuchar razones.


—¿Y cómo hicieron un hijo así? —preguntó Bokuto entonces, aún con el cepillo de dientes en la boca.


—Era un hijo fruto del amor, no de la procreación —aclaró Tooru muy compungido.— Iwa-chan lo capturó como a mi corazón…


Finalmente todos se fueron a dormir, y al día siguiente le dieron santa sepultura a Rigil Kent, en el patio del complejo. Tooru continuó varios días con el trauma de ser “viudo de hijo”.


El día del cumpleaños de Bokuto llegó, y se reunieron todos en su apartamento. Fueron algunos compañeros de la universidad e incluso unos pocos de la preparatoria, entre los que se contaba Akaashi. Kuroo se encargó de preparar el pastel (hacía varias semanas que venía practicando sus habilidades culinarias porque quería hacerle un pastel de manzana a Kenma para su cumpleaños, allá por Octubre.) Comieron, charlaron y tontearon hasta tarde, y entonces Bokuto acompañó a Akaashi hasta la parada del autobús.


—Te podrías haber quedado a pasar la noche —le dijo Bokuto mientras caminaban. Por supuesto, lo llevaba agarrado de la mano.


—Mañana tenemos práctica desde temprano y queda muy lejos de aquí —repuso Keiji.— No sería correcto que el capitán llegue tarde, debo dar el ejemplo.


—Eres tan responsable —lo admiró Bokuto, deteniéndose.— Espera un segundo, tengo algo para ti —le soltó la mano y rebuscó en el bolsillo hasta sacar la cajita del anillo.


—Bokuto-san…


—¡Tadáaaan! —abrió la tapa, mostrándole el contenido.— ¡Lo hice grabar especialmente para ti! —Akaashi tomó el anillo y observó su interior.— Genial, ¿verdad? Pensaba que debía ir a forjarlo en el Monte Fuji, a falta de un Monte del Destino, pero se me complicó la logística y… lo siento, Made in China —señaló el borde de la cajita, donde llevaba la etiqueta de fábrica.— Pero la intención de regalártelo fue… —del otro bolsillo sacó un papel que leyó de reojo—… forjada en el volcán de mi corazón que hierve de amor por ti —le había tomado un par de horas de búsqueda por Internet conseguir armar una frase lo suficientemente cursi para el momento.


—Gracias, Bokuto-san, pero…


—¡Nada de peros! —lo atajó.— Además tuve en cuenta lo que me dijiste de no levantar sospechas, y ese anillo lo puedes usar en el cuello, colgando de su cadena, ¡y nadie sospechará nada!


—Veo que estuviste en los detalles.


—¡Exacto! Soy genial, ¿verdad? —Akaashi asintió.— Así aunque no podamos vernos seguido por el estudio y los clubes, tendrás ese anillo para pensar en mí y conectarnos.


—Lo haré.


—No, en serio, conectarnos literalmente —señaló el anillo.— Viene con Wifi y Bluetooth incluidos —sonrió, feliz.— Ya sabes, hoy en día toooodo viene con entrada de Wifi y Bluetooth. De hecho, sospecho que el papel higiénico…


—Muchas gracias, Bokuto-san —repitió Akaashi, interrumpiéndolo.— Lo atesoraré. Pero hoy es tu cumpleaños, eres tú el que debe recibir regalos, no yo.


La sonrisa de Bokuto se ensanchó.


—El mejor regalo es que tú aceptes llevar algo que yo te regalé —replicó.


Akaashí esbozó una sonrisa tranquila.


—¿Qué voy hacer contigo?


—Lo que quieras —Bokuto se inclinó y lo besó un momento.— Y es literal, porque ese anillo dice que me gobiernas, así que… —Akaashi lo calló dándole otro beso.


Un rato más tarde Bokuto volvía feliz a su apartamento, donde Kuroo había terminado de ordenar las cosas y estaba tirado en el sillón, tecleando en su celular.


—Últimamente mandas muchos mensajes, bro —comentó Bokuto, dejándose caer en el otro sillón y encendiendo la TV.— ¿Kenma está respondiendo más?


—No, menos, de hecho —repuso Kuroo, acomodando un brazo detrás de la cabeza mientras escribía con la otra mano.— Hablo con Gafas-kun.


—¿Con el rubio alto de Karasuno?


—Ese mismo.


—Nunca fue muy amistoso.


—Sigue sin serlo —aclaró Kuroo con una sonrisa ladeada.— Pero descubrimos que tenemos algunos problemas en común, y charlamos al respecto.


—¿Comparten datos de bloqueadores?


—Humm, sí, claro, de vez en cuando —se echó a reír.


Hacía unos días le había enviado a Tsukishima un video con el título de los mejores bloqueadores de volley del mundo, pero cuando el chico lo abrió, resultó ser un pequeño fragmento de una porno gay que empezó a sonar a todo volumen en su celular. Aparentemente estaba en los vestidores de Karasuno con el resto de sus compañeros, y todos escucharon el video.


Desde aquel día en la playa, Kuroo y Tsukishima comenzaron a usarse de confidentes respecto de sus complicaciones sentimentales. En verdad había sido Kuroo el que inició aquello, el rubio al inicio no se mostraba muy dispuesto a hablar de sus cosas, pero con el tiempo fue cediendo. Sin embargo, no estaba dispuesto a aceptar el consejo de ir y confesar sus sentimientos, parecía dispuesto a irse a la tumba con aquel secreto.


A finales de Septiembre Tsukishima estuvo por Tokio, de hecho, porque su hermano mayor había sido transferido a las oficinas de la gran ciudad y le había pedido ayuda en el traslado. Además, era el cumpleaños del rubio menor, y Akiteru quería llevarlo a un lugar especial en Tokio. Cuando Daichi se enteró que su kohai estaba allí, entre él y Kuroo lo convencieron de que pasara a reunirse con ellos, y al final le hicieron un festejo improvisado en el departamento de Bokuto y Kuroo. Tsukishima estuvo con su cara avinagrada todo el rato, por supuesto, pero fue. Incluso se enfrascaron en otra partida de la Batalla de los Cinco Ejércitos, que ganó Ushijima nuevamente.


—Te adoptaré de hijo así te mueres —lo amenazó Tooru esa noche, irritado.


Septiembre le dio paso a Octubre, y el nuevo mes llegó con grandes noticias: Bokuto y Oikawa habían sido reclutados para rendir las pruebas de ingreso al seleccionado juvenil de volley; si pasaban, representarían a Japón junto con Ushijima. Aquel día salieron los cinco a festejar a lo grande.


El mediodía de un sábado lluvioso, dos semanas más tarde, Oikawa pasaba a buscar a Bokuto para ir juntos al punto de encuentro donde abordarían los buses que los llevarían al campo de pruebas; pasarían el fin de semana allí.


—¡Si no pasan las pruebas, no vuelvan! —les gritaba Kuroo desde la puerta.— ¡No sé cómo animar a dos estúpidos depresivos juntos!


Kuroo volvió al interior del departamento y se echó sobre el sillón a revisar su celular. Estaba un poco preocupado porque hacía varios días que Kenma no respondía mensajes, y cuando lo llamaba entraba el buzón de voz. Le había preguntado a sus otros kohais de Nekoma si Kenma estaba bien, y todos respondían que sí, aunque a ellos tampoco les respondía mensajes ni llamadas. Habían pasado casi dos meses desde aquella última charla que tuvieron en la playa, y Kenma aún no se pronunciaba sobre el tema ni para bien ni para mal. Kuroo temía haberlo presionado mucho, al punto de que huyera, pero ya era tarde para echarse atrás. Tenía decido volver a su casa el próximo feriado libre que tuviera disponible, y entonces charlaría con Kenma tranquilamente.


Le llegó un mensaje de Tsukishima y se dispuso a contestarlo. De vez en cuando una parte de él pensaba que ambos estaban en una situación injusta, y que quizá juntos pudiesen mejorarla. Pero descartaba esa idea a los pocos segundos, porque otra parte de él, una mucho más fuerte, no podía ni quería rendirse aún con Kenma. Todo se decidiría la próxima vez que lo viese y charlaran. Aunque, visto lo visto, ya veía por dónde iría la respuesta de su pequeño amigo… el sonido de una llamada lo sacó de sus cavilaciones. Era Tooru, para avisarle que acababan de tomarse el bus a unas cuadras, y desde arriba del transporte habían visto a alguien deambulando en el barrio, perdido bajo la lluvia.


Kuroo salió corriendo. Solo atinó a calzarse las zapatillas pero no se tomó el trabajo ni de tomar un paraguas. Corrió a toda velocidad hasta el paradero que quedaba a cuatro cuadras de allí; llegó agitado y chorreando agua.


—¿Qué demonios haces aquí bajo la lluvia? —preguntó al detenerse sin aliento.


Sentado en la banca del paradero estaba Kenma, empapado de pies a cabeza, sin abrigo y vestido de entre casa, incluso llevaba puestas las pantuflas aún. Lo miró con su calma habitual, aunque temblaba un poco, seguramente de frío. Entonces respondió:


—Me perdí.


CONTINUARÁ. CHAN. (?)

Notas finales:

Me tardé uns días en actualizar porque se me congelaron las ideas xD como habrán notado en este cap ajajaja lo siento, no es muy wahh pero es lo que hay, de puente para el prox cap 1313 jajaja espero que les haya gustado :3


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