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El club de los 5 por Ushicornio

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Notas del capitulo:

Llega San Valentín <3... algo así xD

Llegó Febrero con fuertes fríos y nevadas. Cuando no estaban en clases o entrenando, los chicos se la pasaban dentro del departamento de Kuroo y Bokuto, estudiando juntos o tonteando juntos, pero todos alrededor de la mesa kotatsu. Una de esas tardes reunidos, salió el tema de San Valentín y los chocolates. Como era de esperarse, Oikawa era el que más chocolates había recibido en la secundaria.


—¡AJÁ, en eso sí te gano! —se enorgulleció Tooru, señalando hacia Ushijima.


—No estés tan seguro —dijo Kuroo entonces.— Conociéndolo, es probable que le hayan dado una tonelada de chocolates y no supiera ni por qué, entonces los regaló por ahí.


Tooru frunció la boca pero tuvo que admitir que aquello sonaba probable.


—Como sea, mediremos nuestra popularidad chocolatosa ahora que vamos a la misma universidad —lo miró desafiante, pero de pronto frunció el ceño.— ¿Se puede saber qué haces tejiendo?


Ushijima estaba concentrado en los puntos de lana que llevaba en sus agujas; parecía estar tejiendo una bufanda.


—Practico —repuso muy serio.— Leí que los regalos hechos a mano son mejores, así que aprendí a tejer por Internet —explicó con simpleza. Ante la mirada interrogante de Tooru, añadió:— Es un regalo para San Valentín.


Todos se miraron, intrigados. La costumbre en Japón era que las chicas hicieran el regalo en esa fecha, no los varones. Pero con el razonamiento especial de Ushijima, todo era posible.


—¿Para Suzume-chan? —aventuró Tooru.


Desde que había escuchado la interpretación de Andrea Bocelli de Ushijima, la chica en cuestión no paraba de buscar la forma de coincidir con él. Wakatoshi, por su parte, la ignoraba la mitad del tiempo y la otra mitad se escondía detrás de Oikawa o Bokuto, fingiendo ser su sombra. Quizá por fin había cedido a sus encantos femeninos.


—No, para Kameko-san —aclaró Ushijima.


Bokuto, que miraba la TV con la cabeza apoyada en las piernas de Akaashi, se incorporó como un resorte.


—¿Quién es esa? —quiso saber todo sonriente.— ¿Tenemos cuñada?


—¿Va a nuestra universidad? —inquirió Kuroo.


—No, es mayor, ya no va a la universidad.


—Así que te gustan maduras, ¿eh? —sonrió Kuroo, mientras Bokuto abría los ojos como dos lunas llenas.


—¿Es linda?


—Sí, bastante.


Aquello dejó a todos boquiabiertos.


—Nuestro Ushibro está creciendo —lloriqueó Bokuto, apoyando la frente sobre el hombro de Akaashi, que le dio unas palmaditas someras en la cabeza y siguió enfrascado en la lectura de un libro de misterio.


—¿Creciendo? ¿Y por casa cómo andamos? —le preguntó Tooru, irónico.— ¿No te suena ningún riiing?


—¿Y cómo es? —insistió Bokuto, ignorando a Oikawa.— ¿Qué te gusta de ella?


—Su habilidad.


—¿Habilidad deportiva? —dijo Tooru con gesto socarrón. Si no se contaban las pelotas de volley, parecía factible que Ushijima solo se fijara en una mujer relacionada al deporte en cuestión.


—No, su habilidad para la guerra.


Kuroo lanzó un silbido.


—Me gusta cómo suena eso —esbozó una sonrisa maliciosa.— ¿Guerra sobre la cama?


—No, sobre la mesa.


—Ufff, salvaje, Ushibro —asintió Kuroo en tono aprobador.— Quién lo hubiera dicho.


—¡Debes presentárnosla! —intervino Bokuto con entusiasmo.— ¡Queremos conocer a la Ushicuñada!


—Vive en Miyagi.


—Si es mayor debe vivir sola —Kuroo movió las cejas, insinuante.— Qué conveniente para tus visitas de regreso en vacaciones.


—No, sola no —negó Ushijima.— Vive con su hija y su nieto.


Hubo un silencio de desconcierto general. Hasta Akaashi apartó la vista de su libro un instante.


—Un momento… ¿como “cuánto” de madura es? —preguntó Tooru, carraspeando.— ¿Qué edad tiene?


—Setenta y cinco años.


Otro silencio sepulcral, mientras Ushijima continuaba tejiendo como si nada.


—Bueno, ¡para el amor no hay edad! —anunció Bokuto enérgicamente.— ¡Yo adoraré a Akaashi incluso cuando seamos ancianos y por la artritis él no pueda darme más pases ni yo rematarlos! —le sonrió a Keiji, que le devolvió una sonrisa tranquila y siguió con la lectura.


Oikawa y Kuroo parecían muy desconcertados aún para hablar; Daichi por fin no pudo resistirlo más y se echó a reír a carcajadas.


—¡Está hablando de la abuela de Suga! —aclaró con lágrimas de risa en las pestañas.


—¿SALES CON LA ABUELA DE SUGAWARA, USHIBRO? —exclamó Bokuto, fuera de sí.— ¡La señora de los Clones! ¡El ataque está en proce… ! —Kuroo le tiró una pantufla por la cabeza.


—No, no salimos, nos quedamos en su casa —repuso Ushijima. Tooru puso gesto impresionado y Kuroo se agarró la cabeza con ambas manos.


Como sus respuestas parecían empantanarse más y más, Daichi no tuvo más remedio que explicar la situación él mismo. Después de la charla por chat grupal en Enero, esa en que Daichi había hablado de la invencibilidad de la anciana en el juego de Shogi, Ushijima quiso enfrentarse a la señora, pues su propia y ya fallecida abuela le había enseñado aquel juego desde pequeño, pero no había alcanzado a tener una partida en serio con ella antes de que muriera. Así fue como Ushijima se pasó la mitad del receso invernal metido en la residencia Sugawara, siendo abatido en shogi día a día por la mujer mayor.


—Ella tiene mi respeto —agregó Ushijima cuando Daichi terminó de aclarar todo.


—¿Y por qué el regalo de San Valentín para ella? —preguntó Tooru.


—La abuela Kameko es viuda hace muchos años —explicó Daichi.— Nos contaba que su marido siempre le hacía regalos en San Valentín, aunque no fuese el turno de los varones de hacer el presente, y que era algo que echaba de menos; lo atento que era su esposo —sonrió.— Entonces Ushijima me dijo que sería bueno regalarle algo en esa fecha, para recordarle lindas épocas.


Ushijima asintió.


—Ushibro, si no estuviese prometido a Akaashi con todo mi corazón, me casaría contigo —dijo Bokuto con lágrimas de emoción en los ojos.


—¿Así que ahora vengo en tercer lugar, maldito búho? —se sublevó Kuroo, levantando la otra pantufla.


—Nosotros ya estamos casados espiritualmente, Bro.


—Oh, entiendo, Bro.


—Broh.


—Bruh.


Mientras ellos se lanzaban besos al aire por encima de la mesa, Tooru se arremangó con gesto decidido.


—Muy bien, yo también le enviaré un regalo a la abuela Kameko —anunció firmemente.


—¿Por qué?


—Porque Ushivaca no le ha podido ganar una sola vez —sonrió.— ¡Esa señora es mi nueva heroína, por supuesto que merece un regalo de mi parte también!


—¡También quiero regalarle algo! —se sumó Bokuto alegremente, y Kuroo asintió para unirse.


—Oye, Kuroo —lo llamó Ushijima entonces.


—Dime.


Ushijima no respondió nada, se limitó a señalar hacia abajo. Kenma estaba recostado en el suelo a su lado, con las piernas cubiertas por el kotatsu, y jugueteaba con el ovillo de lana que el otro chico estaba usando para tejer. El problema es que cada vez que Ushijima necesitaba sacar más lana, Kenma acaparaba el ovillo entre sus delgados dedos, tirando para llevárselo.


—Kenma… —Kuroo estiró una mano en su dirección con intención de tocarle la cabeza, pero el chico se encogió para proteger el ovillo.


Suspirando, Kuroo se levantó, fue al refrigerador y sacó una porción del pastel de manzana que había hecho él mismo, para dejarlo en la mesa frente a Kenma. El pequeño inmediatamente soltó la lana y se puso a comer el pastel en silencio pero con ganas.


En los siguientes días, los cinco terminaron obsesionándose con los videos tutoriales para hacer amigurumis al crochet. Bokuto era el que tenía menos habilidad para la manualidad, así que su amigurumi de búho quedó un poco rechoncho. El cuervo de Daichi quedó bastante decente, al igual que el gatito negro de Kuroo (cuyo detalle era cargar en el lomo un gatito tricolor). La mini águila blanca de Ushijima fue la que mejor quedó, por supuesto, aunque la versión amigurumi de sí mismo de Oikawa también había quedado muy bien. Finalmente enviaron todo en un paquete para que llegara a Miyagi el mismo catorce de Febrero.


El día de San Valentín llegó y Oikawa solo pudo charlar por teléfono con Iwaizumi. Fue una conversación como cualquier otra de las que tenían a diario.


—¡Ushivaca me ganó en recibir chocolates! —se quejaba Tooru, muy indignado. — ¡Explícame cómo, si ni siquiera puede hablar con las mujeres!


—Pregúntales a ellas.


—¡Les pregunté! Me dijeron no sé qué idiotez de ser fuerte y callado y reservado… ¡No es reservado! ¡Sólo no sabe hilvanar dos frases seguidas si no son de volley! —elevó la mano libre al cielo.— ¡SU MUJER IDEAL ES UNA MALDITA PELOTA DE VOLLEY!


—El tipo tiene un gusto extraño, pero no puedo culparlo —replicó Iwaizumi.— Si no mírame a mí: estoy contigo, claramente tengo un gusto de mierda.


—¡Iwa-chan! —Tooru resopló.— Por cierto, ¿recibiste chocolates?


—Sí, algunos, de clientas sobre todo.


—… Mmph —masculló por lo bajo.— Y… él… ¿te dio algo?


Pudo escuchar a Iwaizumi suspirando al otro lado de la línea.


—No, no me dio nada ni lo hubiese aceptado, Mierdakawa —respondió en tono firme.— Pero resulta ser que su sobrina va al mismo salón que tu sobrino Takeru, y al parecer ella sí le dio chocolates a él.


—¡Nooooooooo! —Tooru se llevó una mano a la cabeza.— ¡Toda esa familia tiene un gen maldito, el gen anti-Tooru! ¡Me quieren robar todo lo que es mío!


—Tu sobrino seguirá siendo tu sobrino pase lo que pase, Basurakawa, no exageres.


—Tendré una charla con él cuando vuelva —murmuró muy ofuscado.— ¿Y mis chocolates, Iwa-chan? ¿Me enviarás?


—Sigue participando, Mierdakawa.


Se despidieron al ratito porque Iwaizumi debía entrar a su turno de trabajo. Como concesión por la fecha, le envió a Oikawa una foto de sí mismo con el uniforme de aquel día, que incluía unas alitas en la espalda, y un ceño fruncido multiplicado por cinco. Tooru decidió usar es imagen de fondo de pantalla durante los próximos cinco meses.


Bokuto, por su parte, fue a buscar a Akaashi a la salida de clases. Llevaba en brazos un serio búho de peluche de un metro de largo, con un pichón bajo el ala que tenía cara de loco. Los demás estudiantes que salían del colegio observaban al pasar a Bokuto, con mucha curiosidad, mientras él agitaba una mano para llamar la atención de Akaashi. Éste último trató de salir caminando en otra dirección en cuanto vio la bienvenida que le esperaba, pero Bokuto lo alcanzó rápidamente. Para no seguir siendo observados por curiosos, Akaashi lo arrastró hasta un parque cercano, y se sentaron en una banca apartada.


—¡Feliz San Valentín! —dijo Bokuto entregándole el enorme peluche.— Como no somos chicas, supuse que daba igual quién diera regalo a quién —sonrió ampliamente.— Kuroo trató de enseñarme a hacer chocolates, pero casi incendio la casa.


—Puedo imaginarlo —musitó Akaashi, tomando su regalo.— Muchas gracias, Bokuto-san.


—¡De nada!


—También tengo algo para ti —dijo mientras rebuscaba en su bolso.— Pensaba ir a tu casa a dártelo… no sabía que vendrías a buscarme.


—¡Quería que fuera una sorpresa!


—Lo fue —asintió y le extendió un paquete.— Aquí tienes.


Bokuto lo abrió al instante y sacó de él una nueva camiseta con la lista de sus debilidades impresa; esta vez la lista tenía noventa y nueve puntos, varios de ellos actualizados y recién agregados:


# Las cucarachas


# Cambiar de setter.


# Los besos por venganza mafiosa (?)


# La menstruación.


# Las cosas de terror.


# Un posible ataque de clones.


—¡Ohhh, es genial! —exclamó Bokuto con ojos brillantes.— ¡Muchas gracias, Agaasheee!


—De nada —le sonrió.— Quería regalártela en Navidad, pero se retrasó el pedido.


—¡La usaré todos los días! — Bokuto estiró los brazos para darle un efusivo abrazo, pero por la cara de Akaashi recordó lo de las limitadas demostraciones públicas; terminó dándole unas palmaditas en ambas mejillas.— Eres el mejor, Akaashi —el otro chico le sonrió de nuevo en respuesta.— ¡Casi no puedo esperar para que vayamos juntos a la universidad y vuelvas a darme pases! ¡Falta tan poco! ¡Yujuuuu!


La sonrisa de Akaashi se puso seria entonces.


—Bokuto-san… nunca dije que iría a tu misma universidad.


—Pero lo harás, ¿verdad?


—No… voy a rendir el examen en otro lugar.


La sonrisa de Bokuto también murió en sus labios, mientras miraba a Akaashi con gesto cada vez más horrorizado.


—Pero… pero… ¡¿Por qué?!


—Siempre planeé ir a esa universidad —le explicó con tranquilidad.— Desde la escuela media que pensaba aplicar a esa institución.


—Pero… ¿seguirás con el volley?


—Sí, claro, es la idea.


La barbilla de Bokuto empezó a temblar.


—¡Le darás pases a alguien más pero no a mí!


—Bokuto-san… —trató de tomarle una mano, no obstante el otro chico se apartó y se puso en pie de un salto.


—Tengo que volver a casa —anunció con los hombros caídos.


—Bokuto-san, por favor, escucha…


—No, ahora no quiero escuchar nada más —lo interrumpió con gesto dramático. Miró la camiseta un momento y volvió la vista hacia Akaashi una vez más.— Te faltó agregar la debilidad número cien.


—¿Cuál es? —suspiró Akaashi.


—Tú.


Entonces Bokuto se marchó, dejando a Akaashi allí sentado con el enorme búho de peluche y copos de nieve cayendo a su alrededor. Al minuto Bokuto regresó sobre sus pasos.


—Se supone que debías detenerme o ir detrás mío —dijo muy molesto.


—Sabía que volverías —replicó Akaashi tranquilamente, y Bokuto hizo un mohín enfurruñado.


Unas horas más tarde Bokuto llegaba a su departamento dando un portazo dramático. Allí estaban Oikawa y Ushijima jugando al jenga en una esquina de la mesa, mientras Kenma los observaba atentamente; Kuroo y Daichi preparaban algo en la cocina.


—¡OIWAKA, MÚSICA DE LOS OCHENTA! —exclamó Bokuto al entrar dando zancadas, dejándose caer con dramatismo sobre un cojín.


Al instante Tooru encendió el reproductor de música y empezó a sonar la versión de Celin Dion de un clásico.


Aaallll byyy myy seeeelf, don't want to beeee —cantaba Tooru junto con el reproductor.— All byyy myyseeeelf anymoreee


—¿Qué sucedió? —preguntó Kuroo desde la cocina.


Kenma aprovechó la distracción general para darle un golpecito al jenga, que de desplomó por el borde de la mesa. Era la quinta vez seguida que hacía aquello.


—Gatito malo —lo reprendió Ushijima seriamente. Kenma solo apartó la vista.


—¡AGAAASHEE ME DEJARÁAAA! —sollozó Bokuto entonces, escondiendo la cabeza entre los brazos.


—¿Te dejará “all by yourseeelf”? —dijo Tooru, y Bokuto se deprimió aún más.


Les llevó un buen rato tranquilizarlo y convencerlo de que sus miedos eran infundados, que Akaashi no lo dejaría por otro rematador. Lo distrajo que a Daichi le llegara un mensaje para todos, de parte de Suga; les mandaba una foto de su abuela con los regalos que le enviaron los chicos: la anciana sonreía rodeada de los amigurumis, saludando a la cámara. Después de eso, llegó un mensaje de voz para todos:


Muchas gracias por los regalos, chicos, son muy amorosos” decía la voz de la abuela. “Espero que todos hayan recibido chocolates el día de hoy. Y Daichi-kun, mi nieto no te pudo enviar chocolates esta vez, pero yo te lo enviaré a él con un lazo en cuanto pueda”. Se cortó un poco el audio mientras de fondo se escuchaba un “¡ABUELA!” y risas de la mujer. “Los espero a todos por Miyagi algún día”, finalizó entonces el mensaje, y todos sonrieron.


—La némesis de Vacatoshi —comentó Tooru con malicia, y los ojos de Ushijima brillaron como dos estrellas.— ¿Ahora qué?


—Me llamaste por mi nombre.


Para él todo era un referente amistoso; seguía sin entender el maltrato implícito. Oikawa frunció el ceño.


—No exactamente, te dije Vacato…


—Tontooru.


—… ¿CÓMO?


—Así te llamaré de ahora en más —y sonrió como un niño en su cumpleaños.


Una vez más Daichi tuvo que sostener a Tooru para que no asesinara a Ushijima. Para ese entonces Bokuto parecía un poco más calmo, sin embargo no ayudó que el capítulo de la teleserie esa noche mostrara cómo la protagonista se iba con otro tipo, el tercero en discordia. Bokuto, que estaba todo envuelto en una manta y sostenía una chocolatada caliente entre sus manos, se puso a lagrimear de nuevo.


—Ojalá llegue la menstruación y me mate —murmuró con gesto trágico.

Notas finales:

Brace yourself, drama BokuAkaa is coming (?)

No, en serio.

Muaja. (?)


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