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El club de los 5 por Ushicornio

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Notas del capitulo:

Ahora sí, el destino DaiSuga... CHAN (a quién engaño, soy pésima para el drama xD)

CAPÍTULO 26

 

Aquella noche después de su pseudo pelea con Daichi, Suga no pudo dormir. Se encargó de las tareas que tenía pendientes, cuidó de su abuela hasta que la anciana se durmió apaciblemente, y entonces se echó a su propia cama a leer, tratando de cansar su vista para conciliar el sueño. Pero no tuvo suerte. Claramente no dejaba de pensar en su pequeño altercado con Daichi, pero más aún, lo que no paraba de dar vueltas en su cabeza eran las palabras de la señora Sawamura. Esas palabras que le había dicho poco más de un mes atrás.

 

Hacía un mes Koushi solía toparse seguido con la mamá de Daichi cuando iba hacer compras al mini mercado cercano, ese mismo donde estaba trabajando Yui Michimiya. Como su madre no tenía tiempo de ir hacer compras al centro comercial, y él tenía el horario universitario cada vez más cargado, aquel lugar le quedaba cómodo para conseguir las cosas necesarias de cada día. Normalmente antes de irse de la tienda siempre charlaba un ratito con Michimiya, con quien usualmente coincidía aquí y allá en la universidad, y en una de esas oportunidades se les unió la señora Sawamura a la charla. Esa secuencia se repitió en varias oportunidades, y Koushi incluso terminó acompañando a la señora en el camino de regreso, pues las casas de ambas familias no estaban lejos. En ese corto trayecto la madre de Daichi no perdía oportunidad de sacar a relucir lo linda pareja que harían su hijo y Michimiya juntos. Suga solo sonreía en respuesta y no opinaba nada, aunque tampoco es que pudiese responder mucho, pues la mujer prácticamente hacía monólogos. Salvo por la ligera incomodidad personal de escuchar cómo a tu novio querían emparejarlo con alguien más, y dicho por la boca de su propia madre, Suga no le daba mayor importancia a esos episodios, porque en cierta manera entendía a la mujer. Sin embargo, jamás previó el viraje que tomaría la charla la última tarde en que caminó junto a la señora Sawamura, ayudándola a cargar unas bolsas pesadas hasta su casa.

 

—Muchas gracias, Sugawara-kun, eres un chico muy amable —le agradeció la mujer al llegar a la puerta de su casa.

 

—No hay por qué —sonrió el muchacho, depositando las bolsas de las compras en el suelo.— Hasta luego, señora Sawamura.

 

—Espera un momento, por favor, Sugawara-kun.

 

Koushi detuvo su retirada y observó a la mujer.

 

—¿La puedo ayudar en algo más?

 

Ella meneó la cabeza con gesto ambiguo y hubo una extraña pausa antes de que volviera a hablar.

 

—Sugawara-kun, ¿podrías… dejar de ver a mi hijo?

 

Koushi sintió que el estómago se le cerraba en un puño, pero mantuvo el gesto tranquilo.

 

—Desde que está en Tokio casi no nos vemos —repuso con todo el aplomo que pudo. No era posible que supiera la verdad… ¿O sí?

 

—Sabes a lo que me refiero —insistió la mujer en tono bajo, y sus miradas se cruzaron fijamente con expresión de mutuo y tácito entendimiento.

 

—Yo, señora… —su voz vaciló un instante.

 

—No me malinterpretes, Sugawara-kun, sé que eres un gran chico, no es nada personal contra ti —continuó diciendo ella.— Pero, por favor, no lleves a Daichi por el camino que has elegido tú —lo contempló con gesto angustiado.— Ese es tú camino, no el suyo… Te lo pido por favor.

 

La cabeza del jovencito era un lío de dudas y su pecho un enorme conflicto de emociones.

 

—Lo siento… —fue todo lo que atinó a decir.

 

—Si de verdad lo sientes —dijo la mujer—, déjalo ir. Deja a mi Daichi, por favor.

 

—Lo siento —repitió Suga—, lo siento… No puedo hacer eso —tragó con fuerza.— No puedo cumplir lo que me pide.

 

Hubo un tenso silencio durante el cual sus miradas no dejaron de encontrarse, midiéndose.

 

—¿Por qué no? —exigió saber ella.— Déjalo ser libre, por favor, déjalo ser normal.

 

Koushi sintió aquellas palabras como puñetazos en la boca del estómago.

 

—Es una decisión que le corresponde tomar a Daichi, no a mí, señora —replicó armándose de una serenidad que estaba lejos de sentir.— Si él lo decide, no tendré más opción que aceptarlo —el solo hecho de pensar en esa posibilidad lo aterraba, pero sabía que Daichi no dudaba de su relación ni un poco; aunque hasta ahora no contaban con la oposición familiar, claro.

 

La mujer no pareció feliz con su respuesta.

 

—¿Entonces si Daichi elige a alguien más, una buena chica, no interferirías?

 

—Sería su decisión, y aunque me doliera la respetaría, por supuesto —asintió Koushi con un nudo en la garganta.

 

—Ya veo —ella también asintió.— No hay nada más que decir, entonces.

 

—Eso creo.

 

—Hasta luego, Sugawara-kun —dijo la mujer antes de tomar las bolsas y meterse a su casa sin volver a mirarlo.

 

A partir de entonces Koushi no volvió a cruzársela en el mini mercado, cosa que agradeció. Sin embargo, al poco tiempo empezaron a correr extraños rumores por el barrio; rumores que lo implicaban a él con su profesor. Las habladurías llegaron a tal punto que incluso en la universidad comenzaron a murmurar que Suga había conseguido su ayudantía en esa cátedra, haciéndole “favores” al profesor a cargo. Koushi hizo oídos sordos para no avivar más esas clase de cotilleos, aunque fuesen falsos y muy molestos. Lo más desagradable eran las miradas hipócritas de sus vecinos, y los posibles rumores que correrían sobre su familia y cómo lo habían criado, pero ni su madre ni su abuela parecieron enterarse de nada, y si lo hicieron, no le dieron importancia.

 

Suga quería hablar sobre el tema con Daichi, pero no era algo que se pudiese conversar por teléfono. Por lo tanto, mantuvo el tema oculto hasta que se vieran en vacaciones. No obstante, la primera semana que Daichi pasaría en Miyagi, Suga la tenía muy ocupada, precisamente para dejar libre toda la segunda semana de vacaciones y estar tranquilos para hablar de todo lo importante. Algo que jamás imaginó es que la madre de Daichi usaría esos días para forzarlo a encontrarse con Michimiya todo el tiempo, mientras esparcía cotilleos sobre lo linda pareja que serían, creando presión del entorno.

 

Koushi sabía que Daichi no era alguien débil de carácter ni fácil de manipular, aunque ciertamente no estaba seguro ciento por ciento sobre cómo reaccionaría ante la presión familiar, pero confiaba en él. Y sin embargo ahí estaba Daichi esa noche, en la puerta de la casa de Suga, acusándolo de los mismos rumores que el resto (muy posiblemente su madre), había hecho correr sobre Koushi. Confiaba en él, pero aquello fue demasiado y Suga prefirió no seguir con el tema por esa noche, pues ninguno de los dos hablaría con la cabeza fría y podían decirse cosas de las que se arrepentirían luego. Cerrarle la puerta en la cara fue difícil, pero al mismo tiempo la única salida indemne ante esa situación.

 

Aquella noche Suga prácticamente no durmió, salvo pequeños intervalos. Cuando se despertó a primera hora de la mañana, le costó un poco recordar por qué tenía esa sensación de desasosiego instalada en el estómago. Justo entonces recibió un mensaje de Daichi al celular.

 

Lo siento, fui un idiota.

 

Suga se restregó los ojos y le sonrió al celular. Solo respondió con una carita ofendida; al instante le llegó otro mensaje:

 

Tenemos que hablar, pero primero debo resolver algunas cosas.

 

Aquello no auguraba algo bueno. Suga estuvo de acuerdo y se despidió diciéndole que esperaría por su aviso para encontrarse a charlar, suponiendo que el aviso en cuestión llegaría más tarde, o al otro día. Pero pasaron tres días sin que supiera de Daichi, y comenzó a preocuparse.

 

Daichi, por su parte, también había pasado una noche horrible después de su exabrupto. Permaneció toda la madrugada en vela, pensando y repensando, hasta que por fin decidió que lo mejor sería comportarse como el adulto que ya casi era, y actuar con responsabilidad sobre sus decisiones. Era momento de hablar con su familia sobre su relación con Suga. Su padre no estaba, andaba fuera de la ciudad por unos días, pero aún así lo habló primero con su madre. No esperaba que su madre lo entendiera simplemente, incluso suponía que pondría bastantes reparos, pero lo que nunca esperó es el ataque de nervios que le dio a la mujer, culpándose a sí misma por no haberlo criado mejor, culpando al cielo y al destino, e incluso a Suga, por haberse cruzado en el camino de su hijo. Lloraba y se lamentaba desconsoladamente por la desgracia familiar. Daichi, a pesar de sentirse horriblemente ante esa escena, trató de tranquilizarla y de hacerle entender un poco su punto de vista. Pero no hubo caso. Finalmente, entre lágrimas y acusaciones, su madre le dijo que debía elegir entre Suga y su familia.

 

Esa misma noche Daichi se fue de su casa.

 

No tenía idea qué iba hacer, su cabeza era un desastre y el futuro solo le parecía un caos. Si de algo estaba seguro es que no dejaría que nadie chantajeara sus decisiones de vida, pero también sabía que elegir a Suga por sobre su familia no era un acto menor. Así, sintiéndose increíblemente perdido pero al mismo tiempo seguro de sus convicciones, todo lo que pudo hacer fue buscar refugio en casa de Asahi. No quería molestar en casa de Suga con sus dramas familiares, suficiente tenían con los propios, y en verdad aún no quería hablar con Suga de todo lo sucedido. Primero tenía que aclarar sus ideas para no volver a decir una idiotez como la última vez que se vieron. Asahi no le hizo muchas preguntas, cosa que Daichi agradeció. Sin embargo, Asumane no era la compañía ideal si lo que uno necesitaba era valor para afrontar lo que sea que deparara el futuro, por lo tanto envió un mensaje al grupo de incoherentes que tenía por amigos en Tokio.

 

No importa si tus padres dejan de apoyarte financieramente” respondió Kuroo, “siempre tendrás un plato de comida en nuestro departamento… y lugar para dormir en mi cama ;)”.

 

¡YO TE APOYO, DAICHIBRO!” decía Bokuto en su mensaje. “¡Y Akaashi también! ¡No lo dice pero yo entiendo su mirada de apoyo! ¡Go, go, go, DaiSuga.

 

No tengo muchos mangas yaoi que hablen sobre oposición familiar D:” decía Oikawa. “¡Deberé buscar otras fuentes de información! ¡Cuenta con mi apoyo!

 

Deja de buscar referencias reales en los mangas, Oikawa” intercedió Kuroo.

 

¡Con Bokuto nos sirvió!

 

Bokuto es tan incoherente como las tramas de los mangas.

 

¡HEY!

 

Si necesitas un lugar para quedarte hasta que volvamos a Tokio, mi casa es tu casa” decía el mensaje de Ushijima que llegó en ese momento.

 

A pesar de que la conversación derivó en cualquier tópico ridículo, Daichi de pronto se sintió mucho mejor. Pasó los siguientes dos días analizando muchas cosas, hasta que por fin logró acomodar todas sus ideas y darle una forma concreta a sus planes. Debía comportarse como el adulto que casi era, y responsabilizare de las consecuencias de sus acciones y decisiones. Así pues, le mandó un mensaje a Suga para encontrarse a hablar, pero antes de arreglar ese asunto tenía otra parada que hacer.

 

Como la había visto durante toda la semana anterior, ya conocía los turnos de Michimiya, y sabía que ese día salía luego del turno nocturno. Fue hasta la tienda donde trabaja la chica y le dijo que la esperaba a la salida para charlar; se sintió inmensamente culpable ante el brillo esperanzado en la mirada de la jovencita. Cuando Yui por fin terminó su horario laboral, se fueron caminando juntos, casi en silencio, y se detuvieron en el parque del barrio. La noche estaba cálida y silenciosa, el cielo plagado de estrellas titilantes.

 

—Michimiya —dijo Daichi entonces, volteándose para mirar a la chica—, sé que hay algo que has querido decir hace un tiempo… —sonrió a penas—, y he sido lo suficientemente cobarde como para evitar escucharte. Lo siento —agachó la cabeza.

 

—¡Oh, no, no, Sawamura-kun, levanta la cabeza! —se apenó Michimiya.

 

—Pero ahora soy todo oídos —anunció él.— Lo que sea que quieras decirme, lo escucharé de principio a fin.

 

Las mejillas de la jovencita se encendieron mientras bajaba la vista, removiendo los pies en el suelo. Seguramente no esperaba tener que confesarse de golpe. Pasaron unos pocos instantes de silencio en los que Michimiya fue armándose de valor, hasta que encontró la voz para hablar.

 

—Me gustas, Sawamura-kun —dijo por fin.— Siempre te he observado, desde que teníamos trece años… —se tapó la cara un momento, muerta de vergüenza.— Me gustas.

 

Daichi esperó a que se le pasara el acceso de timidez y Yui por fin alzara la vista hacia él; entonces le sonrió gentilmente.

 

—De verdad aprecio tus sentimientos por mí, Michimiya —le dijo en tono cálido.— Cuando íbamos en la escuela media también te miraba, seguro lo notaste.

 

Ella esbozó una sonrisa apenada y meneó la cabeza.

 

—Pero ya no es así… ¿verdad? —aventuró ella.

 

—No… lo siento, pero ya no —confirmó.— Hace varios años que hay alguien más para mí.

 

—Oh —Michimiya abrió mucho los ojos; al parecer nunca se había dado cuenta.— Lo siento, y yo imponiéndote mi confesión…

 

—No te disculpes, era algo pendiente que debía decirse —Daichi le sonrió una vez más.— Hubo una época en que yo también planeaba confesarme a ti, tanto como tú a mí… —compuso un gesto incierto. Pero aquel tiempo había pasado, y hoy se encontraban aquí, sin saber lo que hubiese sucedido de haberse confesado mutuamente en aquella temprana época.— Por otra parte, debo pedirte disculpas por la actitud de mi madre, quizá te dio esperanzas que no eran ciertas —hizo una mueca.— Lo siento, jamás fue mi intención confundirte.

 

Michimiya agitó las manos.

 

—¡Oh, no, no no! —denegó.— Descuida, de alguna forma… —se encogió de hombros.— De alguna forma lo sabía… tu respuesta —se volvió a llevar las manos a la cara.— Solo quería decir esto que llevaba callando durante tantos años.

 

—Comprendo —asintió.— En serio eres una buena chica, Michimiya.

 

Ella se sonrojó aún más.

—No hace falta que me consueles, no te preocupes…

 

—No, hablo en serio —le sonrió una vez más.— Quizá lo nuestro no estaba destinado a ser, nunca lo sabremos, pero eres la primera persona que me gustó, y espero que encuentres a ese alguien que se quede tan flechado de ti como yo en aquel primer día de clases a los trece años —ella lo miraba muy sorprendida.— E incluso más, que tenga el valor de decírtelo y hacerte feliz. Te lo mereces.

 

—Gracias —murmuró Michimiya, con los ojos vidriosos y tragando saliva con dificultad.— Bueno… debería volver a casa.

 

—Te acompaño, es tarde.

 

—¡No! Es decir, no, está bien así… prefiero ir sola.

 

Daichi asintió. Supuso que querría un momento a solas lo antes posible para ordenar sus sentimientos, y no podía culparla.

 

—Cuídate en el camino.

 

—Lo haré —asintió ella.— Nos vemos, Sawamura-kun… gracias por escucharme.

 

Se alejó despidiéndose con un gesto y Daichi quedó allí, con las manos en los bolsillos y mirando al cielo. Se tomó unos segundos para sí mismo y le mandó mensaje a Suga. Tenían pensado encontrarse en el centro comercial, pero ya que el parque estaba tranquilo, podían hablar allí sin problemas. Quince minutos más tarde Suga aparecía caminando en dirección al banco en el que Daichi esperaba sentado, con una lata de bebida fresca entre las manos. Sin siquiera saludarlo, Koushi primero le largó un puñetazo al estómago y luego se lanzó encima suyo para abrazarlo con fuerza.

 

—¿Qué te llevó tantos días, idiota? —murmuró en tono de queja contra su hombro.

 

Daichi frotó su rostro contra la coronilla de Suga, reconfortándose al tenerlo a su lado de nuevo. Un momento más tarde lo apartaba un poco para que ambos se sentaran bien y así contarle todo lo sucedido.

 

—¡Debiste ir a mi casa! —dijo Suga cuando Daichi le contó que se había tenido que ir de su propio hogar.

 

—No quería generarles más problemas.

 

—Nunca serías un problema para mí —sentenció Koushi.— Salvo cuando te pones celoso sin fundamentos…

 

Daichi hizo una mueca de vergüenza.

 

—Sí, lo siento, no me cansaré de disculparme por ello —murmuró.— Fui un idiota y no hay excusa para ello.

 

—No hace falta que seas tan duro contigo mismo —sonrió Koushi.— ¿Fuiste un idiota que sacó conclusiones apresuradas? Sí. Pero tenías la mitad de la información, comprendo la confusión… —la que seguro su madre alimentó.— Pero deja que te explique sobre mi profesor…

 

—No, no hace falta —lo interrumpió Daichi.— Confío en ti, no necesito que des explicaciones, si lo haces me sentiré aún más idiota por acusarte —suspiró.— Sé que debe haber una razón coherente detrás de todo eso, no lo dudo.

 

Suga le tomó una mano, entrelazando los dedos con los suyos.

 

—No es solo para darte excusas —replicó.— Realmente quiero explicarte sobre mi profesor, pensaba hablarte de ello aunque no hubiese pasado todo esto…

 

Daichi lo miró con curiosidad y Suga procedió a contarle todo. Su profesor resultó ser la pareja del médico de la abuela Kameko (ella negaba haber elegido a su médico porque era gay; por supuesto, nadie le creía), y como además era un profesor con el que tenía muy buena relación en la universidad, Koushi se sintió con la suficiente confianza como para preguntarle muchas cosas sobre la vida adulta de una pareja homosexual. El hombre en cuestión llevaba siete años en pareja con el hombre con quien convivía hoy en día, y a pesar de que no fue fácil para las familias de ninguno de los dos, habían logrado crear una vida juntos. Le habló sobre la adopción adulta en Japón, en reemplazo del matrimonio igualitario que regía en otros países, pero que a efectos legales servía igual; también le habló sobre lo que cabía esperar de la sociedad y su desarrollo profesional si hacía pública su relación homosexual. Era un adulto con experiencia al respecto, en cuya opinión Koushi sabía que podía encontrar consejo. Y como en su momento Suga estuvo algo anémico y debilitado, y salía muy tarde de la universidad por cumplir las ayudantías, su profesor lo había alcanzado en auto hasta su casa.

 

—Fueron solo dos veces que me llevó —explicó Suga.— Y ni siquiera estábamos solos porque él no sabe manejar, el auto es de su pareja, el médico de mi abuela, él nos llevó —se encogió de hombros.— La gente exageró los rumores y comenzaron a decir que yo llegaba todas las noches con un hombre…

 

—Lo siento por eso —murmuró Daichi cerrando los ojos y echándose hacia atrás en el banco. Estaba seguro que su madre había instigado aquellos cotilleos incoherentes…

 

—No sirve de nada preocuparnos por eso —sus dedos se apretaron en torno a los de su compañero.— ¿Qué haremos ahora, Daichi?

 

—Tú seguirás como hasta ahora, ya tienes suficiente de lo que ocuparte —repuso Daichi, pasándole un brazo por los hombros para atraerlo contra sí mismo.— Yo deberé ocuparme de conseguir un trabajo y una ayuda escolar, considerando que mis padres se desliguen de mí por completo.

 

—Lo siento —susurró Suga esta vez.

 

—No lo hagas, porque es mi decisión y no me arrepiento —se sentía seguro de eso, aunque el futuro pareciera tan inmensamente incierto ahora mismo.— No pienso disculparme ante nadie por elegirte.

 

—Lo sé, pero también sé que la familia es importate…

 

—Pues tú serás mi familia de ahora en más.

 

Suga levantó la vista, sonriendo, y le echó los brazos al cuello para besarlo un largo rato. Cuando por fin se apartó, ambos tenían aún la sonrisa pegada a los labios.

 

—¿Sabes? Si un día decidimos hacer eso de la adopción adulta —dijo Koushi entonces—, tú pasarías a tener mi apellido, porque soy el mayor —movió las cejas.— ¿Qué tal te suena “señora Sugawara” como nuevo nombre?

 

—¿A quién crees le dices señora? —rió Daichi, abrazándolo con fuerza y besándole el cuello.

 

Suga se echó a reír con ganas, y su risa se fue perdiendo entre el susurro de besos con que Daichi capturaba su boca, al tiempo que lo alzaba para sentarlo a horcajadas sobre él. En cuestión de segundos quedaron atrás las tensiones y las preocupaciones del último tiempo, mientras se perdían el aliento del otro; sus labios se reencontraban con hambre atrasada y sus manos comenzaban a recorrerse ansiosamente. Por la postura en la que se encontraban, las pelvis de ambos estaban en contactos, ambos con idéntica y visible urgencia.

 

—Daichi… —jadeó Suga en un momento.— Estamos… en el parque…

 

Daichi estaba concentrado en mordisquear la clavícula de Suga, mientras una de sus manos le sostenía con fuerza la cadera y la otra jugueteaba con el pezón del chico, por debajo de la sudadera.

 

—¿Mmh? —Dachi se detuvo, aún absorbido por la nebulosa de placer.

 

Era cierto que el parque se encontraba casi desierto a esas horas, pero cualquiera podía pasar por allí de un momento a otro. El único sonido que rompía el silencio de la noche veraniega era el ocasional y lejano aullido de unos perros, y el zumbido de los insectos revoloteando alrededor del poste de luz sobre sus cabezas.

 

—Pero no quiere detenerme —se quejó Daichi, largando un gemido por lo bajo. No podrían terminar aquello en casa de Suga, y mucho menos pedirle a Asahi que le dejara usar su habitación para esa clase de fines.

 

—No dije nada de detenernos —rió Suga.— Solo… busquemos un lugar menos visible.

 

Y así fue como se internaron en el pequeño bosque que circundaba el parque, amparados por los árboles y el canto de los grillos, con las rutilantes estrellas como únicas testigos de su acto de amor y pasión. No les importó que el lugar no fuese el adecuado, ni que fuese al aire libre, no había momento para razonar, su urgencia por el otro era mayor. El rocío nocturno del césped se mezclaba con la transpiración de sus cuerpos, la oscura calidez de la noche se fundía con el calor de sus alientos desbocados. Los besos sabían a sudor, naturaleza y verano, a reencuentro y futuro. Y entonces, la corteza de un viejo árbol dejó impresas sus marcas sobre la espalda de Koushi cuando Daichi lo tomó allí mismo, dando rienda suelta a todo su deseo contenido el último tiempo.

 

Ya entrada la madrugada volvieron a la casa de Suga y por la mañana le contaron a la madre y la abuela del chico lo sucedido con la familia de Daichi. Ambas comprendieron la situación y le prometieron todo su apoyo a Daichi. Aquella misma tarde, la familia del chico se presentó en la casa de los Sugawara. Su madre estaba demacrada y pálida, y su padre serio, grave. Los dejaron solos en la sala del comedor, para que hablaran, pero Daichi pidió que Suga estuviese presente.

 

—No pienso darles mi aprobación —dijo el padre de Daichi tras un largo y tenso silencio.— Ni me pidas que lo entienda… tu elección está más allá de mi comprensión.

 

—Entiendo, padre —asintió Daichi.

 

—Pero eso no significa que me deshaga de mi hijo —continuó diciendo el hombre, y miró de reojo a su mujer.— Tu madre habló de más, como siempre, pero supongo que comprenderás que esto no es algo fácil de asimilar para cualquier padre o madre.

 

—Lo sé.

 

—No voy a pedirte que elijas entre tu familia y… —miró a Suga un momento y dejó la frase en el aire.— A pesar de todo esto, eres mi hijo y te conozco lo suficiente para saber que nunca le has faltado el respeto a tu familia, ni has tomado decisiones a la ligera.

 

—No es un capricho, padre —asintió Daichi, y puso una mano sobre los dedos de Suga, que descansaban sobre la mesa. El otro chico se puso un poco nervioso y quiso esconder la mano, pero no se lo permitió.— Es una elección de vida que he tomado a conciencia.

 

Su padre asintió aún con expresión sombría, luego miró a su mujer y le hizo un gesto para que hablara de una buena vez.

 

—Yo… yo —balbuceó la madre de Daichi, llorosa.— Lo siento, hijo, yo…

 

—Está bien, madre, entiendo —tragó saliva.— Espero que tú también algún día puedas entenderme realmente.

 

Después de algunas palabras más, el matrimonio Sawamura procedió a retirarse. Sin embargo, en la puerta de entrada la abuela de Suga retuvo un instante a la madre de Daichi.

 

—Me alegra que hayan podido asentar las cosas con su hijo, es un buen chico —dijo la anciana, haciéndole señas a la mujer para que se inclinara así podía hablare por lo bajo.— Ahora bien, tú vuelves a esparcir pestes sobre mi nieto… y yo te enseñaré lo que es el verdadero poder de una cotilla con antigüedad —le dio con el bastón en los tobillos, haciéndole un gesto para que se retirara. La otra mujer se marchó con expresión nerviosa.

 

La anciana sonrió y volvió al interior de su casa, donde Koushi se reía en la cara de Daichi, diciéndole que un futuro heredaría el título de su abuela: Señora Sugawara

 

 

Notas finales:

Y listo, ya no me maten xD lo siento porque el lemon no fue muy detallado (?) no me gusta ser reiterativa con los otros que he escrito, y no estaba muy inspirada para escribir JOT (?) jajajaja

lo siento por la hora de actualizar D: mañana no estaré asíque preferí dejarlo hecho :3 Saludoooos <3


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