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El club de los 5 por Ushicornio

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Notas del capitulo:

Juventud de frustraciones y distancias...

CAPÍTULO 30


 


 El mundo seguía girando, veloz e indiferente, cambiante y a la vez inalterable. ¿En qué afectaba a la imparable cadencia del tiempo el destino truncado de una sola persona?


En nada.


Todo continuaba avanzando como si nada hubiese pasado, y quizá fuese así. El destino de una sola gota no alteraba el curso ni la esencia de un río entero; era pequeña e insignificante en comparación.


Así, al menos, era como se sentía Oikawa Tooru en ese preciso instante.


Afuera el día estaba gris y nublado, como un eco del estado de ánimo del muchacho. Él yacía en su cama con la pierna en alto sobre una pila de cojines, observando el exterior sin verlo a través de la ventana. Su mente estaba lejos de allí, deambulando en escenarios del pasado, reciente y antiguo; incapaz de adentrarse en el pensamiento de un futuro que ahora mismo se le antojaba frustrante e imposible.


En cuanto había caído sobre su rodilla vencida dejó de ser plenamente consciente del entorno, centrado en el punzante dolor que lo atenazaba. Sus compañeros habían corrido a socorrerlo, pero el equipo de paramédicos los había apartado casi al instante para poder atender al lesionado. A pesar de la vista borrosa por las lágrimas de dolor que se negaba a dejar caer, Tooru había vislumbrado a Iwaizumi tratando de llegar hasta él y siendo retenido por sus propios compañeros.


Aquel día Oikawa se perdió el cierre del partido y de la jornada del torneo al ser transportado al hospital. Tras hacerle varios estudios y tenerlo en observación unas horas, lo trasladaron a su casa con indicaciones precisas que debía seguir estrictamente.


Esguince de rodilla”, dijo el médico.


Sonaba simple, pero podía llegar a ser algo grave. Se había salvado casi milagrosamente de que el esguince cortara sus ligamentos, en cuyo caso hubiese ido a cirugía directa; se trataba de un esguince severo pero factible de recuperarse con una correcta terapia de rehabilitación, aunque primero debía pasar una semana con la pierna inmovilizada de forma ortopédica, y aplicándose compresas a lo largo del día.


No obstante, ese no era el problema. Se trataba de un tipo de lesión bastante normal para personas que practicaban deportes con cambios bruscos de velocidad y dirección. En la mayoría de los casos solo se necesitaba una correcta recuperación y rehabilitación. Pero su caso era particular y, tras revisar sus estudios, la advertencia del médico para Tooru había sido contundente:


Si esto sucede de nuevo, puedes olvidarte de seguir practicando deporte de modo profesional… por un tiempo prolongado.


Debía cuidarse el triple que una persona normal para no volver a tener ese mismo tipo de lesión, o la intervención que deberían hacerle podría dejarlo fuera de entrenamientos intensivos el tiempo suficiente para que su carrera en el deporte juvenil se viera truncada. De hecho, los dos meses que debería pasar en recuperación ya suponían un punto final a sus posibilidades de titularidad en el seleccionado juvenil de volley. Tendría que esperar al siguiente año, con mucha dedicación y suerte.


—Baja de la nube, la comida está lista.


Tooru parpadeó, saliendo de su ensimismamiento. Iwaizumi estaba de pie a su lado, sosteniendo una bandeja con un plato de curry con arroz.


—Puedo levantarme a comer en la mesa, ¿sabes? —se quejó Tooru mientras Hajime le acomodaba la bandeja sobre la cama, con sumo cuidado.


—Come y calla —repuso Iwaizumi.— Ya después deberás levantarte para el baño, no hace falta que fuerces de más la rodilla —arrastró una silla junto a la cama y se sentó hoscamente allí, atacando su propio plato de curry.


Aunque su equipo había quedado descalificado a mitad de semana, Iwaizumi no se volvió con ellos a Miyagi. De cualquier forma tenía libre la semana entera, tanto de estudios como de trabajo, a raíz del torneo de volley en Tokio; no hacía diferencia si no volvía de inmediato. Hajime había aparecido en el hospital junto con Kuroo y los demás, y se quedaron allí esperando hasta que enviaron a Tooru de vuelta a su casa.


Durante los últimos tres días Iwaizumi se había hecho cargo de todo lo necesario para que Oikawa no tuviese que mover un músculo de más. Iba con su gesto adusto de aquí para allá, limpiando, preparando, atendiendo. Su forma de cuidar a Oikawa era tiernamente severa. No había dicho una sola palabra de consuelo en todo ese tiempo, pero lo trataba como si se fuese a romper de un momento a otro. Tooru tenía sentimientos encontrados al respecto.


—No sabía que podías prepara un curry tan bueno —comentó Tooru tras terminar su comida.


—Algo se aprende trabajando en un restaurante —replicó Iwaizumi, llevándose el plato vacío y trayéndole fruta. Se puso a pelar una mandarina con un ceño tan fruncido que parecía estar buscando pelea con la pequeña fruta.


—Pareces una mamá gallina, Iwa-chan —sonrió Tooru, y a cambio recibió una mirada tan seria que se mordió los labios para ocultar el gesto.


Resultaba increíblemente agradable recibir todas esas atenciones de parte de Iwaizumi, pero por otra parte lo desanimaba un poco que aquella actitud solo se debiera a su lesión. Si Oikawa no se hubiese lastimado la rodilla, Iwaizumi de seguro ya estaría de vuelta en Miyagi, preparando sus exámenes para la semana próxima y tomando más turnos de trabajo.


—Lo siento por causarte molestias, Iwa-chan —dijo Tooru entonces, con la vista clavada en su pierna inmovilizada sobre los cojines.


Realmente siempre se desesperaba por tener todo el interés de Iwaizumi puesto en él, era algo que le encantaba, pero no así, no por una razón tan lastimosa, tan patética. Una parte de él deseaba fuertemente que Hajime no estuviese ahí, viéndolo en ese estado.


Iwaizumi siguió la línea de su mirada y se mantuvo en silencio un momento.


—No sé de qué hablas —replicó.— Iré a prepararte el baño —anunció de golpe mientras le lanzaba la mandarina, ya sin piel.


Tooru se hundió en los mullidos almohadones sobre los que reposaba su espalda, sintiéndose miserable, y al mismo tiempo conminándose a no desmoronarse en la lástima por sí mismo. No era el fin del mundo, era algo que tenía solución, aunque debiera de dedicarle todo su esfuerzo y dedicación. Aún así no se trataba de algo nuevo para él, siempre había puesto todo su esfuerzo y dedicación en lo concerniente al volley; no había nacido con un talento prodigioso, lo que había conseguido lo había hecho a base de trabajo arduo, constancia y entrega total para mejorar. Por eso mismo sentía aún más injusto que su propio cuerpo lo traicionara de golpe, y para colmo cuando su ánimo ya era un desastre interno. Cuerpo y espíritu, ambos los tenía tambaleantes.


—Vamos, el baño está listo —anunció Iwaizumi de pronto, sacándolo de sus cavilaciones nuevamente.


El momento del baño solía ser una tortura para Tooru, pues Hajime lo ayudaba en todo el proceso, y la rigidez de su rodilla inflamada pasaba a ser nada comparada con la rigidez de otras partes de su cuerpo. No obstante, y a pesar de sus quejas, Iwaizumi no había dejado de asistirlo en el baño diario, arguyendo que era tan idiota que podía resbalarse y caer sobre la rodilla lastimada, empeorando todo. No era un panorama tan improbable, pensó Tooru, dada su mala suerte ese último tiempo, por lo que dejó de resistirse. Así pues, allí se encontraba, sentado dócilmente en el baño mientras Iwaizumi le lavaba el cabello y la espalda. Terminado ahí, lo ayudó a meterse con mucha precaución en la tina llena de agua caliente.


—¿No vas a meterte tú también, Iwa-chan? —preguntó Tooru, relajándose en la calidez del vapor que lo rodeaba.


—No hay espacio suficiente, podría lastimarte —repuso Iwaizumi, ahora lavándose el pelo él mismo.


Iwaizumi no mostraba ninguna reacción física ante su cercanía, ni parecía particularmente deseoso de proximidad. Oikawa suponía que se debía a su concentración en cuidarlo, pero unos pocos besos no iban a fulminarle la rodilla, ¿no?


—Mmhh... —musitó Tooru, admirando los músculos de la espalda de Hajime.— Da un poco de miedo.


—¿El qué? —replicó, enjuagándose la cabeza.


—Un Iwa-chan atento y servicial.


Iwaizumi lo miró de reojo.


—Llevo cuidando de ti desde los cuatro años.


—Lo sé, pero siempre son atenciones acompañadas de insultos —sonrió.— Es raro que ahora no digas nada grosero, ya sabes.


Hubo una pausa.


—¿Preferirías que te estuviese insultando?


Tooru chapoteó las manos en la tina.


—Oh, no, claro que no —meneó la cabeza.— Pero si hubiese sabido que una pierna rota era todo lo que necesitaba para inspirarte amabilidad, me hubiese fracturado hace tiempo.


—No digas estupideces —abrió el grifo de la ducha desmontable, apuntándole a Oikawa.


—¡Aggghh! —Tooru empezó a toser, tapándose con los brazos ante la repentina lluvia en la cara.


Pasaron el resto de la tarde en el comedor, pues Tooru no quería estar todo el día en la habitación, postrado en su cama. Con la pierna bien reposada sobre una silla para mantenerla en alto, estaba cómodamente echado en el sillón, apoyando la cabeza sobre el hombro de Iwaizumi mientras veían el partido de los chicos por la TV, en el canal local.


No le había sorprendido en absoluto que su reemplazo como setter fuese Shirabu, a pesar de estar en primer año aún. Quizá fuese por tratar siempre de estar a la altura de las necesidades de Ushijima en la cancha, pero el muchacho traía un nivel bastante alto en comparación al resto, y se entrenaba arduamente para mejorar aunque no tuviese talento natural, algo que Oikawa le respetaba mucho. Sin embargo, nunca se lo había dicho abiertamente porque Shirabu no parecía muy receptivo a los halagos (a menos que provinieran de un “alguien” que justamente no era muy generoso para dar cumplidos).


Los compañeros de Oikawa ganaron y pasaron a la final y, para sorpresa de Tooru, el otro equipo finalista resultó ser el grupo universitario de Akaashi. Oikawa hizo una mueca, pensando que en la cena de ese día sus amigos no solo se reunirían para animarlo a él (como en las últimas noches), si no también para evitar que Bokuto entrara en crisis existencial. Terminado el programa deportivo, empezaron las noticias en la TV, mostrando un accidente que había ocurrido en la zona.


—Iwa-chan.


—¿Mmhh? —Iwaizumi seguía sentado a su lado, pero se había enfrascado en la lectura de un libro para un examen que tendría dentro de pocos días.


—Si me muero, ¿me extrañarías?


—¿Qué clase de pregunta es esa? No te mueres por un esguince.


—No hablo de mi pierna.


—¿Entonces, qué? ¿Pretendes suicidarte acaso?


Tooru puso los ojos en blanco.


—No, pero existen los accidentes… —señaló el TV, donde entrevistaban a un par de testigos del siniestro, ambos amigos de la única víctima fatal.


Hajime levantó la vista del libro, pasándola a la pantalla y luego al rostro de Oikawa.


—Como se te ocurra morirte, sea por la razón que sea, te revivo solo para matarte con mis propias manos, por idiota —replicó en tono casual y prosiguió con su lectura.


Tooru estuvo en silencio unos segundos y luego asintió.


—Sí, suena como algo que tú harías —murmuró.— Aunque me hubiese conformado con que me extrañaras.


Iwaizumi masculló algo inteligible entre dientes pero no dijo nada más por un buen rato y Oikawa, pocos minutos después, se quedó dormido sobre su hombro. Por alguna razón los medicamentos para el dolor y la inflamación le daban algo de sueño durante el día. Tooru hubiese querido permanecer despierto para que charlaran apropiadamente, había cosas que aún no se decían, ni si quiera habían tratado el tema de su pequeña discusión antes del último set del partido. Sin embargo, la soñolencia lo venció.


Más tarde llegaron el resto de los chicos, eufóricos por el triunfo hacia la final, y trayendo toneladas de comida para celebrar.


—¡OIWAKAAAAA! —exclamó Bokuto no más entrar al departamento, lanzándose sobre su amigo.


—Oikawa —lo corrigió Tooru automáticamente, mientras se dejaba abrazar.


—¡TENDRÉ QUE PELEAR CONTRA AKAASHI!


—Eso vi.


—¿Pelear? —repitió Daichi.— Somos un equipo de volley, Bokuto, no de karate.


—¡Es lo mismo! —sollozó Bokuto.— Cada punto anotado será como darle una patada a Akaashi, o recibir una patada de su parte si anotan ellos.


Kuroo puso los ojos en blanco mientras ayudaba a Iwaizumi trayendo cosas de la cocina.


—¿Cómo hiciste para enfrentarte a Iwaizumi y no morir de pena en el intento? —le preguntó entonces Bokuto a Oikawa.— Dímelo, por favor, dame el secreto de tu éxito.


Tooru tomó unas papas fritas de una bolsa y se las echó a la boca antes de contestar.


—Pues, ya sabes, lesiónate —se señaló la rodilla inmovilizada por una férula.— Pero trata de que sea al inicio del encuentro y no al final —hizo una mueca.— No tiene sentido en ese caso, sufres igual el partido entero.


—Ya veo, lesionarme… —murmuró con gesto serio, rascándose la barbilla.


—Tontooru, no le des ideas raras a este idiota —pidió Kuroo.— Es capaz de hacerte caso.


—Pero ya voy lesionado —dijo Bokuto entonces, abriendo mucho los ojos.— ¡Voy con el corazón lesionado por enfrentarme a Akaashi!


Kuroo hizo rodar los ojos una vez más al tiempo que Tooru le metía un puñado de papas fritas en la boca a Bokuto, para que se callara.


—¿Y tú a quién apoyarás mañana, Kenma? —le preguntó Daichi en ese momento al chico, que se mantenía silencioso en un costado.— ¿Al equipo en el que juega Kuroo o al de tu universidad?


Kenma levantó a penas la vista de su celular.


—No sé… me da igual quien gane —repuso desapasionadamente.


—¡Al menos finge algo de emoción para apoyarme moralmente! —se quejó Kuroo.


—Fingir es cansador.


—¡Maldito apático!


Los demás se reían mientras Kuroo le confiscaba el celular a Kenma y lo sacudía tratando de que reaccionara.


—¿Cómo está tu rodilla? —le preguntó Ushijima a Oikawa en ese momento.


Casi todos se quedaron en silencio. Tooru hizo una breve mueca.


—Bien, supongo —se encogió de hombros.— Los medicamentos hacen que no sienta nada de dolor… —pero ya no diría lo mismo cuando iniciara la rehabilitación en poco menos de una semana.


Ushijima asintió. Todos estaban muy preocupados por Oikawa, pero trataban de no agobiarlo de más porque ya sabían que el muchacho debía tener suficiente con sus propias frustraciones internas.


—Y hablando de rodillas y corazones lesionados, Vacatoshi… —dijo Oikawa, esbozando una sonrisa ladina.— Nunca nos explicaste qué pasó con Shirabu.


Nuevamente todos se quedaron en silencio y las miradas se dirigieron a Ushijima; solo Iwaizumi y Kenma seguían concentrados en sus respectivos platos, ajenos al tema.


—¿Qué pasó con él? —replicó Ushijima con su compostura de siempre.


—¡Oh, vaaaaamos! —Tooru le lanzó una papa frita por la cabeza.


—No juegues con la comida —lo reprendió Iwaizumi a su lado.


—No fastidies, Iwa-mamá.


—¿Disculpa?


Tooru chilló de dolor y un poco se rió de cosquillas al sentir un fuerte pellizco en la cintura.


—¿Y bien, Ushibro? —intervino Kuroo, con una sonrisa felina.— ¿Nos contarás qué hiciste con Shirabu?


Hubo una pausa.


—Entrenar —respondió Ushijima.


—Ohh, vamos, ¿qué clase de “entrenamiento” fue ese?


Pero por mucho que insistieron, Wakatoshi se atuvo a su versión del entrenamiento de volley y nada más. Tras terminar la comida y luego de una charla motivacional para Bokuto (básicamente recordarle con crudeza que Akaashi ya no era, ni nunca más, sería su setter, y que solo debía derrotarlo en la cancha; según Kuroo y Oikawa la mejor técnica era una terapia de shock), cada uno se fue a su respectivo hogar para descansar, pues los esperaba la gran final.


Después de que los chicos se retiraran, Iwaizumi y Oikawa se fueron a descansar. Hajime, como siempre, dormía en un futón junto a la cama de Tooru, quien dejaba caer una mano para dormir con sus dedos entrelazados a los de su compañero. Oikawa estaba tan cansado que dormía profundamente casi toda las noches, pero en mitad de la madrugada se había despertado algunas veces, abriendo los ojos a penas; y entonces había encontrado a Iwaizumi despierto, acariciando distraídamente la mano que se aferraba a la suya, mientras su vista estaba clavada en el techo. Tooru se preguntaba qué estaría pensando en esos momentos, pero el sueño siempre lo vencía de nuevo antes de poder interrogar algo.


Al día siguiente Tooru asistió al partido final del torneo. Con mucho cuidado y acompañado por Iwaizumi, observó el encuentro ubicado entre el resto del público. Lo preocupaba un poco el vaivén emocional de Bokuto, que cometió algunos errores estúpidos en el primer set, el cual perdieron. Oikawa sabía cómo guiarlo en la cancha a pesar de sus humores cambiantes, pero no estaba seguro que Shirabu fuese tan flexible con las falencias de un compañero inestable. Pese a eso, lo divirtió ver la estrategia de Shirabu para adoctrinar a Bokuto: no le dio un solo pase más durante todo el segundo set, que ganaron de todas formas. Aquella estrategia le valió un buen sermón a Shirabu de parte del entrenador, por no haber hecho las jugadas para las que Bokuto estaba abiertamente habilitado. Sin embargo, su táctica dio frutos y Bokuto volvió renovado al tercer set, ávido de destacar de nuevo en la cancha.


Finalmente, los chicos se alzaron con una nueva victoria. Buena parte del público largó una carcajada cuando los jugadores de ambos equipos debían estrecharse la mano y Bokuto, en cambio, abrazó a Akaashi sollozando a lágrima viva. Oikawa felicitó al equipo, pero decidió no ir con ellos al festejo, aduciendo que debía ir a descansar la pierna. En parte era cierto, pero la verdad es que tenía un sabor agridulce haber estado ausente en aquella victoria grupal, observándola desde lejos.


Al otro día Iwaizumi debía marcharse de regreso a Miyagi, pero Oikawa no lo acompañaría a la estación por el reposo de la pierna. Persistía aquella extraña tensión entre ambos, producto de muchas cosas no dichas, o mal expresadas; igualmente no parecía el mejor momento para ponerse hablar al respecto, por lo cual ambos había ignorado tácitamente los temas sensibles, a pesar de que eso ensanchaba la grieta entre los dos.


—Arreglaré todo para volver pronto —dijo Iwaizumi, parado en el recibidor con el bolso de viaje a sus pies.


—No es necesario, tienes tus responsabilidades en Miyagi.


—Volveré.


—Estaré bien, no hace falta.


—Eres un desastre por tu cuenta —observó Hajime.


—No estoy solo, ya sabes que los chicos siempre están cerca.


—Oikawa…


—Iwa-chan —sonrió Tooru entonces.— Ya no tenemos cuatro años, ¿recuerdas? Voy a estar bien incluso si no estás conmigo.


Aquella frase quedó flotando entre ambos, pesada y sofocante. Se miraron en silencio unos segundos, hasta que Iwaizumi asintió y se acercó para despedirse.


—Cuídate.


Oikawa mantuvo la sonrisa incluso cuando Hajime le dio un ligero beso antes de marcharse y cerrar la puerta tras de sí. Lo escuchó alejarse por el pasillo y, recién cuando el sonido se perdió en la distancia, Tooru dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo, así como las lágrimas.


Necesitaba estar solo para darle rienda suelta a toda su rabia y tristeza, a todo ese cúmulo de emociones que se arremolinaban en su pecho, oprimiéndolo. No quería que nadie lo viera en ese estado, mucho menos Iwaizumi, y contenerse durante todos esos días había sido increíblemente duro.


A la frustración personal y el miedo ante un futuro deportivo sumamente incierto, se le sumaban pensamientos y sentimientos contradictorios que se agolpaban en su interior.


Por supuesto que quería que Iwaizumi volviera pronto, pero nunca antes se había esforzado en arreglar su complicada agenda para poder viajar a Tokio más seguido, por mucho que Oikawa proclamara extrañarlo. Y ahora que sí podía hacerlo, Tooru se negaba a aceptarlo. Sabía que había sido caprichosamente infantil con sus exigencias no cumplidas hasta el momento, y quizá ahora mismo estaba siendo sumamente infantil, pero había entendido que no podía seguir así. Iwaizumi estaba bien sin él en Miyagi, quizá, a su modo, incluso lo extrañara, pero no experimentaba esa dependencia emocional que sí sentía Oikawa. Era momento de que él también aprendiera a relacionarse como los adultos lo hacían, a desprenderse y madurar. Ya no vivían uno junto al otro, mantener una relación a distancia significaba sacrificar muchas cosas, le gustase o no, y debía aprender a convivir con ello.


Las llamadas diarias comenzaron a espaciar entre ambos. Tooru empezó a dejar de llamar en los días que le tocaba a él comunicarse, y así fue como Iwaizumi era el único en contactarse, sobre todo para preguntarle por su rodilla. Para Oikawa aquellas conversaciones eran conflictivas, hablar con Iwaizumi se había vuelto difícil y algo doloroso durante el último tiempo. Ya no esperaba esas llamadas nocturnas con ansias y alegría, ahora el sentimiento era más bien de tristeza y nostalgia. Por eso, un buen día, dejó de responderle, y Hajime dejó de llamar tan seguido…


Los días avanzaron y pronto comenzó con las sesiones de fisioterapia. Tres veces por semana debía asistir al hospital de la universidad para hacer los ejercicios de rehabilitación con los implementos que le indicara el fisioterapeuta, y el resto de los días debía efectuar algunos ejercicios en su propia casa. La rehabilitación era sumamente agotadora, y llegaba cada día a su casa más exhausto que si hubiese estado entrenando. Para su desgracia, los avances de su recuperación no eran óptimos. Su lesión avanzaba bien, pero muchísimo más lento de lo esperado, y nadie podía precisar por qué. A ese paso tardaría mucho más en volver a pisar una cancha. Por lo mismo, le pusieron un supervisor que se encargaría de vigilar sus ejercicios en el hogar.


—¿Qué quieres? —fue el saludo de Oikawa al abrir la puerta de su departamento una tarde y ver allí plantado a Tsugimoto.


—Dominación mundial y sumisión absoluta de mis súbditos —repuso su senpai, sonriendo.— Por otra parte, un saludo de bienvenida no estaría mal.


—No eres bienvenido.


—Jamás lo hubiese adivinado —replicó el otro, entrando de todos modos.


—Oye, ¿qué… ?


—Descuida, no vengo a… ¿cómo era? —hizo un gesto, tratando de recordar.— ¿Deshonrar a tu vaca? Sí, eso. Ni a ti tampoco, claro —Tooru gruñó por lo bajo.— Me mandaron a supervisar tu rehabilitación en casa.


—Fantástico —murmuró Tooru.— ¿No había nadie más que pudieran enviar?


—Somos varios asistentes, pero ninguno con mi puntaje —volvió a sonreír con inocencia pretendida, aunque podía vislumbrarse la burla de fondo.— Solo lo mejor para nuestro mimado y averiado niño del volley.


Mientras rengueaba hacia el comedor, Tooru analizaba qué elemento contundente podría lanzarle por la cabeza para noquearlo y alegar legítima defensa personal.


En la cena de aquella noche junto con los chicos, se la pasó expresando sus quejas y renegando ante su maldita suerte, que al parecer no hacía más que empeorar.


—Tsugimoto-san es el número uno de su promoción, sabe lo que hace —opinó Ushijima con objetividad.


—Desde aquí no se ven las nubes —dijo Tooru entonces—, pero estoy seguro de que ahora mismo hay una en el cielo con forma de: “Me sigue importando una mierda tu opinión, Ushivaca”.


—Es el mejor asistente que tenemos.


—¡No me digas! ¡Qué genial! —alzó un pulgar.— Te lo regalo así te lo llevas a Shiratorizawa.


Ushijima puso gesto confundido.


—Ya no voy a Shiratorizawa.


Tooru lo miró entrecerrando los ojos.


—Había olvidado lo mucho que te detesto.


En ese momento su celular vibraba por una llamada entrante, y en la pantalla podía verse el nombre de Iwa-chan. No obstante, Tooru no atendió. Kuroo y Daichi se habían percatado hacía varios días de esa nueva actitud de Oikawa, tan distinta al pasado, cuando saltaba y huía al pasillo para responderle a Iwaizumi, dejando lo que sea que estuviese haciendo en ese instante. Sin embargo, cuando trataron de hablar sobre ello con Tooru, el muchacho evadió el tema y sus amigos consideraron prudente dejarlo estar por un tiempo.


Con el correr de los días Oikawa no tuvo más remedio que aceptar las alabanzas sobre Tsugimoto, pues el maldito realmente era tan profesional como el mismísimo fisioterapeuta del hospital. Y no solo se encargaba de vigilar su progreso en casa, si no que también un buen día, durante los ejercicios de rehabilitación, comenzó a ayudarlo con algunas cosas que Tooru debía preparar para exposiciones y exámenes. El jodido senpai realmente sabía de todo, y con sus tutorías Oikawa subió ostensiblemente algunas notas; lo cual en buena medida también se debía a que ya no pasaba tanto tiempo entrenando, si no estudiando.


Diciembre había dado comienzo y el frío se hacía sentir, augurando un intenso invierno. Una tarde en que Tooru debía recibir al odiado senpai, lo sorprendió que al abrir la puerta estuviese Shirabu parado en la entrada, con gesto serio.


—¡Shirabu-chan! —sonrió Oikawa, asomando la cabeza para ver si lo acompañaba alguien más, pero no había nadie.— Qué extraño verte por aquí… ¿buscabas a Ushijima?


Shirabu meneó la cabeza tras una breve duda.


—No, venía a verte a ti —y alzó una mano, donde traía una bolsa llena de panes de leche.


Oikawa alzó las cejas y lo dejó pasar, intrigado.


—¿Disfrutando la titularidad? —le sonrió Tooru después de servirle una taza de té.


Shirabu estaba sentado muy tieso.


—No particularmente.


—¿Por qué no?


—No me la gané, es solo circunstancial —repuso el chico.


—No hace falta ser tan serio —rió Tooru.— Te has esforzado bastante, aún estando en primer año te ganaste ser MI reemplazo, y eso ya es mucho decir.


Shirabu le clavó una mirada dura y fría, pero no respondió nada.


—En fin, ¿qué venías a consultarme? —quiso saber Tooru.


—… Nada —señaló los panes de leche.— Venía a traer un presente y ver el estado de salud de un senpai lesionado.


—¿Nada más? —silencio.— ¿Seguro?


Shirabu mantenía el semblante impasible, pero Tooru podía percibir un leve titubeo de su parte.


—Puedes hablar con confianza, Paloma-chan.


—No me llames así.


—¿Y qué hay de “Ternero-chan”?


—Tampoco.


—¡Ahhh, por Dios! —se quejó Tooru, componiendo un mohín.— Ushijima y tú a solas debe ser la situación más seria y sin risas del mundo —para su sorpresa, las mejillas de Shirabu se colorearon un poco.— Oh, oh, ¿tema sensible?


—Claro que no.


—Ahora que lo pienso, no te has sacado la bufanda, Shirabu-chan —su gesto se volvió malicioso.— ¿Escondes algo?


—No.


—A ver…


—¡O-Oikawa-san! —protestó Shirabu, forcejeando con Tooru que trataba de arrebatarle la bufanda.— ¡Si hace un mal movimiento, su pierna… !


—¡Tadán! —sonrió Tooru al quedarse con la prenda en la mano; pero la pálida piel del cuello descubierto de Shirabu no mostraba ninguna marca.


—¿Satisfecho? —rezongó el chico, recuperando su bufanda de un manotazo.


—Aún no —y estiró una mano hacia su kohai.


Unos momentos más tardes se escuchaba el ruido de la puerta al abrirse y el sonido de pasos acercándose.


—¿Shirabu? —dijo la voz de Ushijima.— ¿Oikawa?


Tooru estaba prácticamente sobre Shirabu, forcejeando para estirarle el cuello del suéter y así poder espiar su clavícula. Ushijima, que tenía llave para entrar al departamento para ayudarlo, observaba la escena muy serio parado junto a Tsugimoto, quien se tapaba la boca con una mano para disimular la risa.


Oikawa carraspeó.


—Gracias por ayudarme con ese ejercicio de rehabilitación, Shirabu-chan —comentó mientras recomponían la postura.


—Seguro, de nada —hubo un silencio que nadie rompió durante unos segundos.— Bueno, me voy, solo venía a ver cómo seguías.


—Qué kohai tan considerado —sonrió Tooru, y Tsugimoto largó unas toses que se escucharon como: “Podrías aprender de él.”— Gracias por los panes.


—Claro, hasta luego —Shirabu saludó a cada uno con un gesto y se apresuró hacia la salida.


—Te acompaño —dijo Ushijima entonces.


Tooru pudo apreciar la breve tensión de Shirabu y estaba seguro que hubiese querido negarse, pero solo asintió y los dos se marcharon juntos. La curiosidad estaba que mataba a Oikawa, y casi podía jurar que el chico lo había visitado para preguntarle algo, pero por su culpa habían desperdiciado el momento.


—Me acusas a mí de aprovecharme de un kohai y tú… —comentó Tsugimoto entonces.


—Ya cállate, lo tuyo era más perverso.


Mientras realizaba los ejercicios de aquella tarde, Tsugimoto le preguntó con divertida intriga sobre sus acusaciones acerca de su supuesto interés romántico en Ushijima.


—¡Lo halagabas demasiado, era sospechoso! —comentó Tooru.


—Es buen estudiante y buen deportista, se gana los halagos.


—¡Hacíamos los mismos trabajos y solo le dabas reconocimiento a él!


—Ohh, ¿de eso se trata? —sonrió Tsugimoto.— ¿Enojado porque no te apreciaba a ti también? Buen niño, buen niño —le palmeó la cabeza.


—Me importan una mierda tus cumplidos —rezongó Oikawa.— Pero tu inclinación en favor de Ushijima era sospechosa, admítelo.


—Solo me parece alguien admirable, eso es todo.


—Ya, claro.


—Es verdad —siguió diciendo el senpai, mientras le presionaba un punto de la rodilla y lo hacía flexionarla lentamente.— Tiene un increíble talento natural para el deporte, pero no se apoya solo en eso, se esfuerza incluso más que el resto —le estiró la pierna con cuidado.— Esa clase de pasión y dedicación por algo me parecen muy interesantes.


—Mmhh… —murmuró Tooru, poco convencido.


—Sé que tú también pones esa clase de esfuerzo, por ejemplo.


—Seguro. Y por eso a Ushijima lo elogias y a mí me llamas “Piernasflacaskawa” —hizo rodar los ojos.


Tsugimoto compuso un gesto torcido.


—No, eso fue para que entrenaras más las piernas —replicó mientras le presionaba la rodilla en otro punto y la flexionaba de nuevo.— Siempre me pareció que debías fortalecerlas más.


—Nunca me dijiste nada —hizo una mueca al sentir un poco de dolor.


—No me hubieses hecho caso —alzó una ceja y Tooru tuvo que aceptar que era cierto.— Por eso te comparé con Ushijima y te puse ese mote; ya había notado que siempre competías con él por cualquier cosa, supuse que eso te incentivaría más que mi consejo.


—Qué observador —soltó Tooru con sarcasmo.


—Lo soy.


—Sí, me di cuenta, siempre andabas observando a Ushijima por los rincones, eso también era sospechoso.


Tsugimoto sonrió y lo hizo estirar la pierna de nuevo.


—¿Y quién dijo que lo observaba a él?


Oikawa levantó la vista para contestar algo irónico pero se calló al encontrarse con la mirada de Tsugimoto. Cayó un silenció incómodo entre ambos. Tooru frunció el ceño, analizando… no, debía estar malentendiendo…


—Tu celular está sonando —le indicó el senpai de pronto, con sus manos aún presionando diferentes puntos de la pierna de Oikawa.


En efecto, tenía una llamada entrante de Iwaizumi. Tooru tomó el celular y se quedó observando la pantalla, ensimismado. Atendió pasados varios segundos.


—Iwa-chan —saludó en tono casual.


—Hasta que te dignas a atender.


—Lo siento… he estado ocupado…


—Suenas raro —lo cortó Hajime.— ¿Sucede algo?


—¿Eh? No, no, solo estoy… auch —gimió al sentir un pinchazo de dolor mientras Tsugimoto le rotaba la rodilla.


—Abre más las piernas —le indicó el senpai en un murmullo audible y malicioso.


—Estúpido —musito Tooru. En verdad era parte del ejercicio, pero dicho así…


—¿Estás con alguien? —preguntó Iwaizumi entonces; su tono era de todo, menos casual.


—Eh, sí, estoy con… ¡Auch, duele! —le lanzó un manotazo al otro muchacho, que se rió por lo bajo.— Está Tsugimoto aquí.


Hubo un silencio en la línea.


—¿No era ese el tipo de la universidad que odiabas?


Tooru hizo una mueca. No es que aquello hubiese cambiado mucho.


—Sí, lo sé, pero no es taaan malo —repuso.— Me ayuda con la rehabilitación en casa.


—Ya veo…


En ese momento Tsugimoto le hizo señas a Oikawa de que había terminado la sesión del día y se retiró silenciosamente. Tooru se alejó del celular un momento para despedirlo.


—Me asombra tu capacidad para “amigarte” con tipos que sueles odiar —comentó Iwaizumi entonces.


Tooru largó una risita incrédula.


—Oh, vamos, Iwa-chan, no seas…


—Te acercas a quienes te caían mal y te alejas de mí —lo interrumpió.— Explícame tu nueva estrategia porque no la entiendo.


—¿Yo? ¿Alejarme? —barbotó Tooru, indignado.— ¡Tú eres el que mantienes la distancia!


—¿De qué distancia de mierda me hablas? ¡Siempre fui igual contigo!


—¡Yo también!


—Claro, seguro —bufó.— Ya no llamas, ni me respondes o escribes… también explícame cómo se mantiene una relación a lo lejos si ni siquiera te dignas a comunicarte.


Tooru sentía el pulso palpitándole en los oídos.


—¡Solo no quería hablar contigo, Iwa-chan! —dejó salir.


Otro silencio.


—¿Por qué?


Tragó saliva.


—Pues… no sé, no es como antes —inspiró con fuerza.— Solo me pone triste y me hace mal.


Iwaizumi no dijo nada durante varios segundos.


—Ya veo… lo siento por hacerte mal, entonces.


—Iwa-chan…


—No te molesto más —lo interrumpió una vez más.— Ni volveré a llamarte, así no… —carraspeó.— Llama tú algún día si deja de hacerte mal escucharme —su voz sonaba hueca.— Y si no, supongo que esta es la última vez que hablaremos en mucho tiempo.


—Iwa-chan…


Pero la respuesta fue el sonido de la llamada finalizada.


Tooru se quedó sentado como estaba en el sillón, sin fuerzas ni ánimo, con los ojos cerrados, sintiendo una pesada opresión en el pecho y un nudo de pesar en la garganta.


Quería llamar ya mismo a Iwaizumi y gritarle, insultarle, exigirle, rogarle…


Quería que el tiempo volviera atrás. Un año, aunque sea. De vuelta a esa época cuando ganaba torneos con su nuevo equipo, cuando su rodilla no era una amenaza para su futuro deportivo, cuando su relación con Iwaizumi era un tira y afloja como siempre, pero eran felices juntos y a la distancia.


Quería borrar los últimos meses de su vida y reescribirlos. Pero era imposible, el tiempo corría en una sola dirección.


Adelante, siempre adelante.


Y Tooru sentía que ya no avanzaba en ninguna dirección. Solo se hundía en un pozo al que no le encontraba la salida.


 


 

Notas finales:

Lo siento por la nueva demoraaa D: quería tenerlo listo para el viernes pasado, porque a partir de entonces estaría muy ocupada... pero no me gustó cómo había quedado xDDDD otra vez lo rehice enterito ¬¬

PD: alguien vio pasar corriendo el humor de mi fic? No lo encuentro por ninguna parte xD y por eso quedó este cap así. Sorry (?)

PD2: gracias por seguir leyendo, los amodoro a todos <3 <3 <3


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