Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El club de los 5 por Ushicornio

[Reviews - 390]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

El acosador acosado. Una historia de sentimientos bovinos (?)

CAPÍTULO 31


 


“El caso de Shirabu Kenjiro.”


Poco más de un año y medio atrás, un despejado y agradable día de Marzo se llevaba a cabo la ceremonia de graduación de Shiratorizawa. Después de la entrega de diplomas y los sentidos discursos a los estudiantes que dejaban la academia, los chicos abandonaron el salón de ceremonias para recibir las felicitaciones de sus familiares, saludarse entre ellos y sacarse las últimas fotos de despedida.


El equipo de volley ya había despedido a sus senpais, pero eso no impedía que Goshiki estuviese a punto de lagrimear, conteniéndose estoicamente junto al resto de sus compañeros, formados para darles un último saludo. Ushijima y el resto de los graduados a penas y pudieron saludarlos de nuevo, al ser abordados por profesores y compañeros de tercero para las fotos.


—¡Protégeme, Shira-shira! —exclamó Tendou de golpe, corriendo para esconderse detrás del menudo cuerpo de Shirabu.


—No quiero.


Semi apareció en ese momento con expresión enfadada.


—¡Casi me arrancas el uniforme! —le espetó a Tendou.


—Ya quisiera yo —escuchó Shirabu que murmuraba el pelirrojo detrás suyo.— ¡Es por tu bien, Semi-semi!


—¿De qué bien hablas? —replicó el otro, indignado.— Y deja de llamarme así.


—¿Puedo irme? —preguntó Shirabu entonces, en tono cansino.


—No, eres mi escudo humano contra la maldad de Semi-semi —repuso Tendou, aún sosteniéndolo por los hombros.


Shirabu rodó los ojos y bufó por lo bajo. Por lo que entendió de la discusión que siguió, Tendou le había arrancado el segundo botón del uniforme a Semi de forma sorpresiva.


—¡Te protegía de las chicas que te acosarían por el botón! —juraba Tendou.


Aunque el uniforme de Shiratorizawa no era gakuran, aún así las chicas pedían el segundo botón de la chaqueta de los chicos en el día de la graduación, como un signo de interés romántico. A Shirabu aquel tema le traía sin cuidado, por lo que se soltó del agarre de su compañero y se alejó para que se las arreglara solo.


—A Wakatoshi también lo estaban buscando algunas chicas —canturreó Tendou en tono mordaz, mientras Semi le arrebataba el botón de la mano.


Shirabu pretendió que no había escuchado nada y siguió su camino sin más, pero fue apurando el paso de a poco. No veía a Ushijima por ningún lado, ni con sus compañeros de tercero ni con el equipo de volley, y tampoco estaba con los profesores allí reunidos. No tenía sentido su urgencia en buscarlo, en verdad, pero aún así lo hizo. A partir del día siguiente no lo volvería a ver, porque además Ushijima se iría de Miyagi a Tokyo, reclutado por una de las universidades con el mejor equipo de volley. Esta vez no había nada que pudiera hacer Shirabu, por mucho que estudiara o se esforzara deportivamente, en esta ocasión estaba obligado a quedarse detrás. Y darse por vencido no era algo con lo que estuviese familiarizado.


Había decidido entrar a Shiratorizawa para poder jugar al volley con los jugadores más fuertes de la prefectura, pero principalmente por Ushijima. Desde la escuela media Shirabu había quedado cautivado por su estilo de juego, y decidió que haría todo lo posible para jugar en la misma cancha que el jugador más fuerte; y no solo en la misma cancha, si no como su compañero. Día y noche se esforzó hasta ingresar en Shiratorizawa, para convertirse en un jugador digno de servirle a su equipo y, sobre todo, a Ushijima. Lo admiraba con seria devoción, casi como cualquiera enaltece a un superior realmente destacable. Era imposible no gravitar a su alrededor, como lo hacen los astros menores en torno a las estrellas más grandes y brillantes. Quería aprender de él, ser alguien tan impresionante como él, dentro y fuera de la cancha.


Shirabu reconocía con objetividad que no tenía talento ni habilidad innata, a menos que la perseverancia y la constancia se contaran como tales. No obstante, jamás se deprimió por no contar con un don prodigioso para el deporte como otros. Tenía claro su objetivo y trabajaba duro para conseguirlo; desalentarse o dudar era para los débiles, y él no lo era. Así pues, su paciente y firme dedicación dio resultados y pasó a ser el setter titular de Shiratorizawa, incluso arrebatándole el puesto a un jugador más experimentado y de tercero como era Semi Eita. Por fin había conseguido jugar junto a Ushijima, y ser incluso reconocido por él.


Ushijima parecía alguien omnipotente e inalcanzable a simple vista, pero una vez que Shirabu compartió más tiempo con él se dio cuenta que era alguien bastante simple, casi ingenuo en ocasiones, y fácil de tratar a pesar de su seria personalidad. Siempre hablaban, se quedaban entrenando juntos después de hora y le daba consejos. Ushijima incluso confiaba sin dudas aparentes en las habilidades de su nuevo setter en la cancha. Su seguridad en sí mismo era fácilmente confundida con arrogancia, pero era solo eso, confianza en sus propias habilidades, y aun así se apoyaba en sus compañeros, traspasándoles parte de su seguridad.


Cómo o cuándo ocurrió, Shirabu no sabría decirlo con certeza, pero su admiración por Ushijima fue mutando lentamente hacia sentimientos más profundos, complicados de explicar y aún más difíciles de expresar. Podría haberse sentido abrumado por la vergüenza y la inseguridad al descubrir sus verdaderos sentimientos, podría haberse acobardado o incluso deprimido ante la realidad de que su primer enamoramiento fuese homosexual y unilateral. Pero no hizo nada de eso. Tenía un nuevo objetivo, y lo alcanzaría de uno u otro modo, por mucho tiempo que le costara. Paciencia le sobraba.


Pese a su determinación, no había contado con que la partida de Ushijima lo pusiera tan ansioso de pronto. Hasta que llegó la graduación no había tomado real conciencia de la distancia que ahora los separaría, ni de la falta de un vínculo especial que los mantuviera en contacto a pesar de dicha distancia. Shirabu había entrado a Shiratorizawa principalmente por Ushijima y, ahora que se iba, se llevaba con él buena parte de sus argumentos para estar allí.


—¿Ushijima-san? —dijo Shirabu al abrir la puerta del gimnasio, donde había adivinado correctamente que estaría su senpai.


Ushijima estaba ahí de pie, observando el lugar con gesto ensimismado, pero al ver a Shirabu pareció reaccionar de golpe. Se acercó al chico dando grandes zancadas, lo hizo entrar tomándolo por el brazo con fuerza y cerró la puerta repentinamente.


La imaginación de Shirabu corrió libre y salvaje, conjurado un escenario donde su senpai por fin se había decidido a cercarlo con su enorme cuerpo contra la pared; él se mostraría sorprendido y apenado, como si no hubiese estado esperando esa situación por meses, pero no se resistiría cuando sus manos lo sujetaran y sus labios bajaran hasta…


Déjate de estupideces, Shirabu” se dijo a sí mismo, dándose una bofetada mental.


Mantuvo el gesto impasible como siempre lo hacía, incluso cuando su mente andaba deambulando por derroteros prohibidos que implicaban a su senpai presente.


—¿Está todo bien, Ushijima-san? —preguntó entonces, pretendiendo una normalidad que estaba lejos de sentir.


Ushijima lo había soltado y espiaba hacia afuera por la ventana.


—Sí, eso parece —asintió.— No andan por aquí.


—¿Quiénes?


—Unas chicas que no paraban de perseguirme, pidiéndome el segundo botón del uniforme —frunció el ceño, serio y sumamente extrañado ante tal petición.— Incluso se peleaban entre ellas —aquello parecía desconcertarlo aún más.— ¿Para qué lo querrían?


Shirabu escondió una sonrisa.


—Quién sabe.


Lo bueno de que Ushijima fuese un negado emocional era que Shirabu no se preocupaba demasiado por las posibles pretendientes que le surgieran. Lo malo era que eso aplicaba a él también, y así había pasado el último año sin que sus intenciones hubiesen sido notadas en lo más mínimo. Tendou, que sí las había notado, lo molestaba de vez en cuando pero solía darle ánimos, aconsejándole que si no era brutalmente directo con Ushijima, su mensaje jamás le llegaría.


No obstante, Shirabu no veía el punto de expresar sus sentimientos, ahora mismo no le serviría de nada. Ushijima tenía prioridades muy claras, y el romance no parecía figurar entre ellas. La mejor manera de mantenerse junto a él era mediante el volley, y por eso se había esforzado en ser la clase de setter que su senpai necesitaba. Shirabu no era alguien de perfil bajo por naturaleza, tenía mal genio y le gustaba destacar por sus logros tanto como a cualquiera. Pero sabía que para serle útil a Ushijima debía acostumbrarse a ser un jugador discreto y eficiente, a la sombra de las habilidades de su As. Y eso había hecho hasta ahora.


Ushijima había tomado una pelota de volley y la giraba entre sus manos, contemplando el gimnasio con gesto pensativo una vez más; quizá recordando con nostalgia lo que allí aprendió, quizá pensando en el brillante futuro que le esperaba en Tokio. Shirabu, en cambio, lo contemplaba a él. Aquella figura imponente e inalcanzable pisaba por última vez aquel gimnasio. Ya no se escucharía de nuevo su profunda voz entre jugada y jugada, ni estaría allí en todo momento con su silenciosa y fuerte presencia, siendo el ancla de confiabilidad del equipo. Ya no habrían charlas ni entrenamientos extras después de hora, cuando se quedaban hasta tarde practicando juntos…


—Me gustas, senpai.


Las palabras retumbaron como el eco de un grito en el gimnasio vacío. Durante unos momentos el tiempo pareció congelarse, nada se movió, nada más se escuchó salvo el susurro de la pelota que giraba en manos de Ushijima. Aquellas palabras habían escapado casi involuntariamente de la boca de Shirabu, después de haber danzado allí por meses, queriendo salir. Con el correr de los segundos y el silencio, fue incrementando el nerviosismo de Shirabu, quien se encargaba de mantener el gesto impasible y la mirada en calma a puro esfuerzo, mientras el corazón parecía querer partirle las costillas.


La pelota dejó de girar de pronto. Ushijima por fin volteó el rostro y lo miró muy serio, durante un tiempo que a Shirabu se le antojó una eternidad. Entonces esbozó una suave sonrisa.


—A mí también —dijo con su profunda voz y aquella mirada intensa, ineludible. Un coro de ángeles parecía haber abierto el cielo en los oídos de Shirabu.— También me gusta el volley que jugamos juntos.


Y la pelota volvió a girar en sus manos, matando al coro completo. Peor que confesarse y ser rechazado, era confesarse y ser malentendido. Shirabu carraspeó, olvidada la prudencia y su resolución de no declararse aún; de pronto solo sentía la urgencia de hacerse entender.


—Si, yo igual —asintió.— Pero ese no es el punto, Ushijima-san, a lo que me refería es… —se calló al sentir una mano amable que se posaba sobre su cabeza.


—Sigue esforzándote como hasta ahora y llegarás lejos.


Ushijima había adoptado la costumbre de acariciarle la cabeza siempre que Shirabu se ponía de mal genio (lo cual era habitual); y el chico, totalmente indefenso ante tal acercamiento, no tenía más opción que calmarse (mientras su imaginación se ponía a trabajar salvajemente). Por eso Shirabu abrió y cerró la boca como un pez fuera del agua durante algunos segundos, hasta que por fin se mordió las mejillas para no decir ninguna estupidez más. El gesto de Ushijima era amable y tranquilo, pero no daba indicios de ninguna clase de reconocimiento. Shirabu volvió a asentir, reprimiendo el deseo de sostener aquella cálida mano que le acariciaba el cabello, para que no se fuera jamás.


—Eso haré, Ushijima-san —dijo en tono decidido.— Lo prometo.


Así fue como dedicó todos los esfuerzos de su tercer año de preparatoria en ingresar a la misma Universidad que su senpai. Y lo logró. Sin embargo, aunque en preparatoria su firme dedicación le había valido ser el setter titular a pesar de no ser mayor, en el terreno universitario era distinto. Y su principal problema, dentro y fuera de la cancha, tenía nombre y apellido.


Oikawa Tooru.


No solo era el setter titular, casi imposible de superar para Shirabu pese a sus esfuerzos, pues su estilos eran diametralmente opuestos; si no que también se había vuelto amigo de Ushijima y, bajo su influencia y la de Kuroo, Wakatoshi ya no parecía tan reacio a los eventos sociales dedicados a encontrar pareja. A Shirabu lo irritaba bastante el nivel deportivo de Oikawa, que lo mantenía a él mismo lejos de jugar nuevamente como titular junto a Ushijima, pero más lo irritaban sus intentos de emparejar a Ushijima. Shirabu no había contado con aquel obstáculo, y no estaba muy seguro de cómo proceder. Sin embargo, el factor sorpresa no terminaba allí, y Oikawa se volvió incluso más insufrible aún al descubrir (Dios sabe cómo) los sentimientos de Shirabu; empezó a echar porras por él y le ponía apodos estúpidos todo el tiempo. Shirabu no terminaba de decidir si lo prefería como obstáculo o como aliado.


—¡Vamos, Shirabu, canta! —lo invitaba Oikawa la primera vez que el equipo de volley salió en grupo a un karaoke.


—No, gracias.


—¡En serio, este es tu tema! —seleccionó una movida melodía, cantada por una voz de mujer latina.— Vamos, cántale a Ushijima.


—¿Ah?


¡Soy loca por mi vaca, loca, loca, loca! —canturreó Oikawa, y le pasó el micrófono, restregándoselo por la cara.


Shirabu no tuvo más remedio que tomar el micrófono, deseoso de partírselo en la cabeza a Oikawa.


¡Loca, loca, loca! —coreaban Kuroo y Bokuto en ese momento.


A partir de esa noche Shirabu pasó a odiar a la tal Shakira, fuera quien fuese, y a su estúpida canción “Loca”. Pero más se odiaba a sí mismo. Por un lado lo incomodaban mucho los comentarios y las insinuaciones de Oikawa (por mucha verdad que encerrasen), y por otra parte lo indignaba que ni aún así Ushijima cayera en la cuenta. Como siempre, el volley era la mejor manera de mantenerse cerca suyo, de ganar su atención. Pero ahora ni eso podía hacer Shirabu, porque no era el setter titular, y por lo mismo pasaba mucho menos tiempo en la cancha con Ushijima.


El tiempo fue pasando y nada cambió significativamente, pero Shirabu era consciente de que no era el único interesado en su senpai. Habían muchas jovencitas con el ojo puesto en la estrella del equipo de volley y, a diferencia de la preparatoria, ya no eran chicas inocentes y pasivas. Envalentonadas por los ridículos planes casamenteros de Kuroo y Oikawa, muchas de ellas comenzaban a albergar serias esperanzas de colgarse del brazo de Ushijima… y de otras partes de su anatomía también. En más de una ocasión Shirabu deseó poder largar rayos láser mortales por los ojos y destruir a las intrusas. Pocas eran las ocasiones que tenía para compartir con Ushijima, o charlar con él cuando se lo topaba en algún pasillo, y últimamente siempre eran interrumpidos por alguna estúpida deseosa de atención. (Estúpida, mi hombre, idiota.) Shirabu quería despellejarlas con un pela-papas oxidado y mal afilado.


Y entonces llegó aquella fatídica fiesta de Halloween. Shirabu no pensaba asistir porque prefería prepararse para los exámenes, pero cambió de parecer cuando Ushijima le anunció que él sí asistiría con sus amigos. Debía ir para vigilar de cerca la competencia. Para su absoluta desgracia, Ushijima terminó ebrio luego de la presentación musical con sus amigos, y una de las chicas, ni lerda ni perezosa, aprovechó su estado para sacarlo a bailar y pegarse a él como una garrapata. Se trataba de “Ubres-san”, como la había bautizado Oikawa en algún momento, por el tamaño de su delantera. Era la única que no se desalentaba ante la falta de motivación romántica de Ushijima, parecía decidida a llevárselo a la cama por las buenas o por las malas.


Debería haber traído ese pela-papas…” pensaba Shirabu rencorosamente.


—Shirabu.


El chico se sobresaltó al escuchar a Ushijima demasiado cerca de él. Se inclinaba sobre su rostro para hablarle y parecía tambalearse un poco. Ubres-san no estaba a su lado, había ido a buscar más bebidas.


—¿Si? —replicó.


—Necesito tu ayuda.


—En lo que sea.


Ushijima asintió y pareció marearse, llevándose una mano a la cabeza. 


—Necesito que te deshagas de Ubres-san, por favor.


—¿Para siempre o por un rato? —la mandaría en un cohete a orbitar Neptuno, si fuese por él.


—Es solo que… no quiero beber más… —Ushijima parecía muy confundido.— Ya le dije que no quiero irme con ella… su perfume me hace doler aún más la cabeza… pero no escucha…


Hablando del Diablo, la chica venía acercándose con una sonrisa maliciosa y sendos tragos, mientras su amplia delantera se llevaba todas las miradas. Shirabu asintió y dio un paso al costado.


—¿A dónde vas? —preguntó Ushijima, reteniéndolo por el hombro.


Shirabu solo sonrió y siguió su camino hasta detenerse junto a la capitana del club de Judo, que recientemente se había echado de novio al guapo capitán del club de tennis. La chica parecía bastante tomada también, tenía las mejillas enrojecidas y reía tontamente.


—Ella te quiere robar a tu novio —fue todo le dijo Shirabu, señalando a Ubres-san.


Lo próximo que se supo es que la capitana de judo andaba persiguiendo por la pista de baile a una chica pechugona, amenazándola con lanzarla por la terraza. Problema resuelto.


Como Ushijima estaba aún mareado, Shirabu lo acompañó a tomar aire a la ventana, y realmente no entendió de qué se trataba esa charla sobre atender dos teléfonos que planteó Wakatoshi; pero como estaba ebrio, supuso que sería alguna idea cruzada con otra. Shirabu se alarmó cuando Ushijima se desmayó, y entonces acompañó a Daichi y Tsugimoto cuando lo llevaron entre los dos de regreso a los dormitorios universitarios. Primero pasaron por la enfermería, allí Tsugimoto se encargó de una pequeña herida en la cabeza de Ushijima y lo rehidrató. El siguiente problema fue que Ushijima había perdido las llaves de su habitación, y Shirabu se ofreció a ayudar. Él compartía el cuarto con un compañero que se había ido a pasar el fin de semana con su novia, por lo que su cama estaba libre.


Y allí estaban entonces, en la habitación de Shirabu, los dos a solas. Ushijima había recuperado la conciencia pero aún así se lo veía como embotado, y no atinaba a quitarse el disfraz ni el maquillaje de zombie. Shirabu lo hizo sentarse en la cama y comenzó a limpiarle el maquillaje del rostro con una toalla humedecida. Lo siguiente fue ayudarlo a quitarse la rotosa ropa del disfraz. Shirabu tragaba con dificultad mientras Ushijima quedaba en ropa interior ante él.


—Eh… —Shirabu carraspeó.— Lo siento, pero no creo que ninguna de mis prendas te sirva… —era enorme.


—No importa, duermo sin ropa.


Las orejas de Shirabu expelían tanto humo como el expreso de Hogwarts un 1º de Septiembre. Por fin Ushijima se dejó caer en la segunda cama de la habitación y pareció quedarse dormido casi al instante. Shirabu, por su parte, no podía pegar un ojo. Daba vueltas y más vueltas entre sus mantas, ansioso, impaciente, enojado consigo mismo. Había visto a Ushijima en ropa interior miles de veces en los vestidores de los gimnasios, no era nada nuevo. Bueno, lo nuevo era tenerlo prácticamente desnudo en el reducido espacio de su propia habitación.


Después de dos horas sin conciliar el sueño, Shirabu decidió levantarse e ir por agua. El cuarto estaba en penumbras y la tenue luz de una farola exterior se filtraba por la ventana. Cuando volvió se quedó de pie junto a la cama donde dormía Ushijima, contemplándolo. Era altamente probable que Ushijima no recordara nada de lo acontecido en cuanto despertara, o que recordara cosas confusas… la mente de Shirabu se debatía entre el bien y el mal, tratando de decidir si aprovechar o no el momento. Se arrodilló junto a la cama, inclinado sobre el rostro relajado de su senpai. Un beso, solo eso. Ushijima dormía, y aún si despertaba por el contacto, podía decirle que estaba confundido o delirando por el alcohol. Sí, eso era, tenía todas las excusas armadas. Solo era un beso, no pretendía violarlo dormido. No, claro que no… solo un beso…


Sus labios apenas rozaron los de Ushijima y se apartó al instante, tapándose la cara con ambas manos. Pero el otro muchacho no despertó, seguía respirado profundamente. Shirabu esperó unos segundos y volvió a posar sus labios sobre los de Ushijima, nuevamente con la suerte de no despertarlo. Probó una y otra, y otra vez, atreviéndose a más con cada nuevo intento.


En un momento dado Ushijima abrió los ojos en la penumbra de la habitación, y descubrió a Shirabu sentado a horcajadas sobre él, e inclinándose para… ¿besarle el torso desnudo?


—¿Shirabu? —murmuró con voz pastosa, tratando de ajustar la vista a la semi oscuridad.


El chico se sobresaltó e irguió la cabeza, espantado.


—¡Ah! ¡U-Ushijima-san! —dijo entonces.— Estaba… revisando su respiración, sí, eso…


Hizo el ademán de levantarse de donde estaba sentado, pero Ushijima se incorporó en la cama antes de que lo hiciera, quedando cara a cara y con las piernas entrelazadas.


—Lo siento —murmuró Shirabu, tratando de apartarse. Se tensó cuando unos fuertes brazos lo rodearon, reteniéndolo.


—Tu perfume no me molesta —murmuró Ushijima como ido, con la cabeza apoyada en su hombro.


—Humm… no uso perfume —se encogió al sentir un cosquilleo mientras el otro muchacho respiraba en su cuello.


Ushijima irguió la cabeza de nuevo, sin soltarlo, y se puso a acariciarle una mejilla, murmurando algo que sonó como “suavecito”. No parecía estar lúcido por completo ni entender realmente lo que estaba haciendo. A Shirabu no le importó. Solo era consciente del latido de su propio corazón retumbándole en los oídos, y el calor de la piel a la que se aferraba. Una vez más posó sus labios sobre los de Ushijima, aplastando torpemente boca contra boca, y se apartó para ver la reacción de su compañero que ahora estaba despierto, o casi. La penumbra de la habitación no permitía ver claramente la expresión de Ushijima, pero su reacción no se hizo esperar. Movido más bien por instinto, esta vez fue él quien cubrió la boca de Shirabu con la suya; luego se echó de espaldas sobre la cama nuevamente, arrastrando al chico consigo.


Shirabu estaba seguro de que se trataba de una de sus alucinaciones nuevamente. No podía ser verdad. Era demasiado bueno para ser cierto.


Las manos de Ushijima lo recorrían íntegramente por debajo de la camiseta, al tiempo que su boca lo devoraba con calor primitivo. ¿Dónde habría aprendido a besar así? ¿Tendría experiencia con alguien más? Quizá solo estaba desinhibido por el alcohol, o quizá… pero Shirabu no podía pensar en nada coherente, mientras sentía la evidencia de la excitación física de Ushijima presionar contra su cuerpo.


¡Oh, por Dios, iban demasiado rápido! Es decir, no era como si Shirabu pretendiera negarse a nada, pero no quería que Ushijima se arrepintiera en la mañana, cosa que era probable si hacía esto solo movido por la inconsciencia del alcohol…


—Suavecito… —murmuró Ushijima de pronto, abrazándolo con fuerza. Rodó de costado y se quedó dormido nuevamente, respirando contra el cuello de Shirabu.


El chico, completamente estupefacto, estuvo inmóvil durante varios minutos, tratando de entender lo que acababa de pasar. Finalmente también se durmió.


Por la mañana Shirabu se despertó primero y rápidamente se cambió a su propia cama. Dependiendo lo que dijera Ushijima sobre la noche anterior, sería cómo decidiría actuar. Para su desgracia, cuando fue al baño a lavarse los dientes apareció su verdadero compañero de cuarto, ebrio como una cuba después de que su novia le cortara, y se echó en su cama (sobre Ushijima) a dormir sus penas.


Entre malentendidos y confusiones, Ushijima parecía no recordar nada de la noche anterior. Shirabu se lo esperaba, pero aún así se sintió muy decepcionado, enojándose consigo mismo por ello. Ushijima, por su parte, siguió actuando como si nada hubiese pasado… lo que, en su memoria, realmente no había pasado.


Y Shirabu, por primera vez, se preguntó si no estaba persiguiendo un objetivo que jamás alcanzaría.


 


"El caso de Ushijima Wakatoshi."


Ushijima estaba confundido y no le gustaba la sensación.


Nunca había incursionado en el mundo sentimental-romántico porque simplemente no le despertaba suficiente interés aún. Podía admitir que tal o cual chica se veía bien o tenía una personalidad agradable, pero no era un tema que lo mantuviera en vela; algunas cosas al respecto incluso lo desconcertaban un poco y, como ya había asentado, no era una sensación que le gustara. Lo apasionaba el volley y disfrutaba el tiempo que pasaba con sus amigos; su espectro de intereses sociales era así de simple.


Sin embargo, pasando tiempo con su nuevo grupo de amigos de la universidad se fue acostumbrando al tema, ya que los otros cuatro chicos estaban cada uno en pareja. Seguía sin entender varias cosas y otras continuaban desconcertándolo, pero ya se estaba familiarizando con los detalles (sobre todo gracias a los mangas que le prestaba Oikawa, bastantes distintos de los que estaba acostumbrado a leer en la revista mensual de la Shonen Jump que solía pasarle Tendou.) Por lo mismo no se opuso cuando Oikawa y Kuroo comenzaron con sus ideas y eventos para conseguirle pareja, o alguien que le interesara, al menos. Aunque hasta la fecha no habían buenos resultados. Muchas de las chicas eran muy agradables, pero Ushijima no encontraba de qué hablar con ellas, y al final ambas partes terminaban aburridas. Otras, en cambio, eran tan agresivas en sus intenciones que lo espantaban un tanto.


Cuando Oikawa empezó con sus fantasías de que Shirabu estaba secretamente enamorado de Ushijima, Wakatoshi no le dio mayor importancia al tema, considerando que Tooru lo hacía solo para molestar a su kohai (un mal hábito suyo). Shirabu era un excelente compañero, tanto dentro como fuera de la cancha, pero estaba seguro de que no le gustaría que su carácter dedicado y servicial fuese confundido con algo más. Era un buen chico, muy esforzado, y no le agradaba la idea de incordiarlo. Por eso mismo dejaba que Tooru fabulara todo lo que quisiera, pero lo ignoraba para no alentarlo con el tema.


Pero un buen día surgió cierto desconcierto que lo… desconcertó (Ushijima era simple hasta para pensarse a sí mismo.) Fue después de aquella tonta tarde de experimentos estrujando las mejillas de Kenma con sus amigos, por lo cual a los pocos días terminó pellizcándole el rostro a Shirabu. Durante un entrenamiento posterior a eso, mientras Ushijima y sus amigos se enfrentaban a un grupo de los suplentes entre los que no estaba Shirabu, pudo ver al chico sentado en el banco. Normalmente su mirada no se apartaba de Ushijima (él pensaba que siempre lo miraba fijo porque estudiaba sus movimientos en la cancha, así de dedicado era Shirabu), pero esta vez no lo observaba. Estaba ocupado enojándose con sus compañeros de banco, esos mismos con los que ya había discutido en los vestidores y con los que parecía haber trabado alguna clase de rencorosa pero buena relación, porque ahora se los podía ver entrenar juntos bastante seguido. O eso había notado Ushijima. Y, de hecho, estaba enfadado y parecía insultarlos porque uno de ellos no dejaba de estrujarle las mejillas.


Por algún motivo, aquello no le gustó.


—¡Woooow, Ushibro! —exclamó Bokuto en ese momento.— ¡Acabas de reventar la pelota con ese remate!


En efecto, el balón de prácticas yacía desinflado en la cancha.


Pasaron los días mientras aquella desconcertante sensación iba y venía sin que Ushijima pudiese precisar a qué se debía. Comenzaba a molestarlo, no le agradaba en lo más mínimo sentirse así. Solía consultar casi todo con Oikawa o Tendou, pero esta vez le surgió la idea de sacarse las dudas con Bokuto, porque sentía cierta afinidad inexplicable con el otro rematador estrella. Los dos eran simples y se entendían en su básica simpleza.


—Oye, Bokuto, quiero preguntarte algo.


—Adelante, Ushibro, dispara —replicó el otro chico mientras iba de camino al gimnasio.


—¿Es normal sentirte desconcertado por un amigo?


Bokuto lo consideró un momento. Kuroo solía desconcertarlo cuando salía con alguno de sus comentarios inteligentes y difíciles de entender. Suponía que Ushijima se refería a algo como eso.


—Claro, totalmente —asintió, sin ahondar en los motivos del desconcierto del otro chico.


—Comprendo —Ushijima asintió.— ¿Y qué haces cuando te desconcierta así?


—Pues… —Bokuto meditó uno segundos nuevamente.— Suelo robarle su porción de comida o lanzarle algo por la cabeza.


—Ya veo.


Al día siguiente, durante el almuerzo en la cafetería universitaria, Shirabu renegaba con sus estúpidos compañeros de volley (con los que había discutido aquella vez), pues se habían auto-invitado a sentarse a su lado para comer juntos, y él solo quería leer en tranquilidad mientras almorzaba. Pero sus quejas se silenciaron cuando Ushijima pasó por su lado y le robó el pollo frito de la bandeja de comida. Aquella secuencia se repitió varias veces y Shirabu, preocupado por el apetito de Ushijima que al parecer no se saciaba con las porciones de la cafetería, comenzó a llevarle bocadillos que él mismo preparaba antes de ir a clases.


Otro día durante un entrenamiento, Shirabu hacía estiramientos en pareja con uno de sus insufribles compañeros, y de golpe recibió un duro pelotazo en la cabeza por parte de Ushijima. Aquello se repitió algunas veces más, y Shirabu comenzó a preocuparse por la coordinación de su senpai; quizá le dolía algo y no decía nada por orgullo.


—Bokuto —Ushijima abordó a su amigo otra tarde después de una práctica.— Tus métodos no me están funcionando —declaró.— Robar comida y lanzar cosas por la cabeza no sirve, el desconcierto sigue ahí.


Bokuto se rascó la barbilla, pensativo.


—¿Haz probado con llorarle? —sugirió.— A mí suele darme buenos resultados.


—No me sale bien llorar porque sí.


—Mmm, quizá con algo de ayuda…


Esa tarde Shirabu estudiaba en grupo en un rincón del patio de la universidad, y se alarmó mucho al ver llegar a Ushijima con los ojos irritados y llorosos, desprendiendo un fuerte olor a cebolla. Alguien le debía haber jugado una mala broma y Shirabu pensaba despellejar a quien fuera el responsable, pero primero ayudó a su senpai a enjuagarse los ojos para aliviarlos.


La sensación de incertidumbre no remitía para Ushijima, por el contrario, se incrementaba. Pero cuando llegó la época de los entrenamientos intensivos y los preparativos de exámenes, por fin tuvo la cabeza lo suficientemente ocupada como para olvidarse del tema durante unas semanas. Y cuando creía que finalmente se había curado de aquella anomalía, llegó Halloween.


El día después de la fiesta Ushijima se encontraba aún más confundido que antes, porque a su incomprensible desconcierto se le había sumado una serie de recuerdos de lo más singulares. Tal vez el exceso de alcohol y la insistencia de Tooru con el tema lo había hecho delirar aquellas cosas, pues no le encontraba otra explicación a sus fantasías con Shirabu. Fantasías que, además, se habían sentido muy vívidas. Demasiado. Quizá se estaba volviendo loco.


—¿Alguna vez tuviste fantasías con tu amigo? —le preguntó Ushijima a Bokuto a quemarropa.


Bokuto escupió parte del jugo que estaba tomando. Iban en el bus camino a los partidos del seleccionado contra Rusia y Corea del Sur. Oikawa iba sentado más adelante, animando el viaje con su repertorio de canciones ochenteras.


—¿Cómo? —replicó Bokuto con los ojos como platos, pensando en Kuroo.— Bueno, ehhh… —meneó la cabeza, indeciso. Lo consideró unos segundos y cayó en la cuenta de que Akaashi también había sido su amigo antes de ser su pareja, y con él sí había tenido extrañas fantasías durante todos estos años. Algunas incluían viajes en alfombra mágica mientras sonaba “Un mundo ideal” de fondo.— Sí, y muchas, de hecho.


—Entonces es normal.


—¡Por supuesto! —Bokuto asintió con ganas.


—¿Y está mal querer llevarlas a a realidad?


—¡Claro que no! —le dio unas palmadas en el hombro.— ¡Ve y lleva a tu amigo a conocer un fantástico mundo!


Sin embargo, las siguientes veces en que Ushijima trató de hablar con Shirabu el chico se mostró algo esquivo e indiferente. Aquello lo desconcertó mucho más que todo lo anterior. Shirabu jamás lo había evitado, siempre estaba ahí para él, atento y dispuesto. Si había alguien que lo tenía por seguro como numero uno, era Shirabu. No le cayó nada bien la idea de no ocupar más ese lugar. Y para colmo ese día escuchó en los vestidores algo que le gustó aún menos.


—¡Acompáñanos, Shirabu, debes divertirte un poco! —le decía uno de sus compañeros de volley. Estaban organizando una cita grupal.


—No me interesa divertirme con ustedes —replicó el chico mientras se cambiaba la camiseta.


—Siempre tan ácido, ¿eh? —le pasó un brazo por los hombros.— Ya puedes olvidarte del pasado, no volveremos a hablar mal de tu senpai.


—No pensaba permitirlo.


Los demás comenzaron a silbar y molestar a uno de ellos, pues tenía unas marcas en el hombro.


—¿Eso te lo hizo tu novia? ¡Qué noche salvaje tuviste!


—No es mi novia —rió el otro.— Somos solo amigos.


—¿Amigos con beneficios? —le insinuaron con malicia.


De algún modo consiguieron arrastrar a Shirabu a la salida del sábado por la noche, quizá ganándole por cansancio. Ushijima solo escuchó todo aquello mientras se vestía, frunciendo el ceño. Él también tenía reunión con amigos aquel sábado, para estudiar y ver películas. Cuando fue con Bokuto a la tienda para comprar los bocadillos de aquella noche, lo abordó con otra de sus dudas:


—¿Qué es ser amigos con beneficios?


Bokuto tomó algunos paquetes de snacks mientras lo analizaba.


—¿Un amigo con cuponera? —aventuró.


Ushijima alzó las cejas.


—¿Cómo?


—Ya sabes, esos cupones que le regalas a alguien para que los cambie por un masaje de tu parte, o por que hagas alguna de sus tareas, o cosas así —se encogió de hombros.— Yo le regalaba de esos a mi mamá, pero mi papá los escondía —hizo un mohín ofuscado, rememorando.


—Ya veo…


Aquella noche mientras veían la maratón de Star Wars, Ushijima no paraba de pensar en lo que estaría haciendo Shirabu en ese momento, mientras también rememoraba aquellas sugestivas fantasías del fin de semana anterior. Había una duda que lo carcomía respecto a ese episodio. Con el paso de los días iba recuperando más fragmentos de aquella noche de ebriedad, y una parte de su mente le decía que aquello no había sido producto de su imaginación. Quizá realmente le había hecho esas cosas a Shirabu, totalmente desinhibido por el alcohol como estaba, y por eso el chico lo estaba evitando ahora. Esa posibilidad lo preocupó mucho, y terminó yéndose del departamento de sus amigos mucho antes de que terminara la maratón.


Volvió a los dormitorios y esperó por el regreso de Shirabu. El chico apareció un poco tarde, acompañado por uno de los compañeros del equipo de volley, que parecía algo ebrio también y no paraba de lamentarse por haber perdido su oportunidad con una de las chicas.


—Pero tú tienes un poco de… cara de… chica, Shhhirabu —comentó el muchacho, poniéndole una mano en el hombro.


—Y a ti te quedará entrepierna de chica si no sacas tu mano de ahí —repuso Shirabu sin inmutarse. Su compañero chasqueó la lengua y se fue por otro pasillo hacia su propio cuarto.— ¿Ushijima-san?


Shirabu se sorprendió de ver a su senpai allí parado junto a la puerta de su habitación, montando guardia.


—Llegas tarde —contestó Ushijima, y el tono le salió un tanto acusatorio.


—¿Necesitabas algo de mí? —Shirabu sacó su celular del bolsillo, preguntándose si Ushijima habría intentado contactarlo y él no lo escuchó. Pero no figuraban llamadas perdidas ni mensajes sin leer.


—Sí —repuso con gesto adusto.— Vamos a entrenar.


A pesar de lo extraño de aquel pedido a esas horas de la noche, Shirabu aceptó de buena gana. En verdad aún no estaba cansado y hacía tiempo que no compartían un entrenamiento extra los dos solos; desde la preparatoria, de hecho. Además, la salida a esa estúpida cita grupal había sido un dolor de cabeza y hacer algo de ejercicio lo ayudaría a despejarse.


El gimnasio estaba abierto a toda hora, a pesar de que no había nadie allí en ese momento.


—Esto me recuerda a la preparatoria —comentó Shirabu mientras se ajustaba las zapatillas deportivas.


—Es verdad —asintió Ushijima, bajando la vista hacia él.— ¿Qué tienes en el brazo? ¿Te lastimaste?


—¿Eh? —Shirabu acababa de arremangarse la camiseta, dejando expuesto un moretón en su brazo. Hizo una mueca de disgusto.— Ah, no, no es nada.


—Si es un golpe debes atenderlo —insistió Ushijima, que era muy estricto en cuanto a la salud para jugar al volley.


—No es un golpe —las mejillas de Shirabu se colorearon.— No es nada, en serio.


Pero Ushijima no dejó estar el tema y terminó explicándole que participaron en el Juego del Rey durante la cita, y tuvo que aceptar que una de las chicas le hiciera un chupetón. Como no pensaba dejar que se lo hiciera en un lugar comprometedor, le ofreció su brazo. Así no era sospechoso, pasaba tranquilamente por un golpe.


—Desaparecerá en unos días —se encogió de hombros y Ushijima solo asintió en silencio.


Entrenaron durante una hora. Pronto se hizo tarde y ya era mejor que fueran a descansar, por lo que se pusieron a recoger y ordenar las pelotas que habían usado.


—Oye, Shirabu —dijo Ushijima de pronto.


—¿Qué?


—¿Te hice algo extraño el sábado pasado?


Shirabu trastabilló al agacharse para recoger una pelota.


—… ¿Eh? —murmuró con la mirada clavada en el suelo.


Su cara era como una supernova a punto de estallar. Ushijima se sintió mal por hacerlo pasar vergüenza.


—Lo hice, ¿verdad? Lo siento —dijo haciendo una profunda inclinación de disculpas.— No quise molestarte.


—E-e-está bien, no…


—Lo siento por espantarte, no volveré a hacerlo, lo prometo.


Shirabu dejó caer el montón de balones que había recogido dentro del cesto donde las guardaban.


—No me espanté —aclaró entonces.— Ni me disgustó… —parecía que iba a decir algo más, pero se calló.


Ushijima lo vio frotarse el brazo con gesto nervioso y decidió no andarse con rodeos.


—¿Entonces está bien si se repite? —preguntó con curiosidad. Shirabu solo asintió.— ¿Ahora mismo?


El chico parecía no encontrar su propia voz para hablar, solo se limitó a asentir profusamente de nuevo.


—Bien —dijo Ushijima.


Al no tener grandes dosis de alcohol corriendo por sus venas, Ushijima no estaba seguro de cómo abordar la situación ahora mismo, así que decidió seguir las lecciones de los mangas que le había prestado Oikawa. Acorraló a Shirabu contra la pared más cercana y se preocupó un poco al notar que el muchacho parecía al borde del desmayo. Quizá lo había estresado mucho con la repentina propuesta.


—¿Estás bien? —quiso saber Ushijima, y obtuvo otro asentimiento por respuesta.— ¿Seguro? Podemos dejar est…


—Si te detienes o te duermes ahora… —siseó Shirabu tomándolo del cuello de la camiseta y clavándole una mirada feroz, sus mejillas arreboladas.— Me… enojaré.


Shirabu nunca le había hablado mal ni se había enojado con él, y Ushijima encontró extrañamente estimulante que lo hiciera. Le acarició el rostro, notando que le gustaba mucho la suave textura de su piel, y lo besó ligeramente antes de erguir la cabeza para cerciorarse de que Shirabu no se hubiese desmayado de golpe, cosa que parecía probable por su gesto afiebrado. Sin embargo, en lugar de desvanecerse, el chico le echó los brazos al cuello y cerró la poca distancia que los separaba. Pasaron una hora más en el gimnasio, sentados en un rincón, entrelazados con besos torpes y caricias tentativas. Luego volvieron cada uno a su cuarto, silenciosos, sonrojados y sin aliento.


Ushijima descubrió que aquella era la cura para su desconcierto. A partir de entonces, cada vez que algo le causaba esa molesta sensación de incertidumbre, se escabullía con Shirabu por los rincones, besándolo y acariciándolo hasta que se calmaba. Por alguna razón no quería compartir aquello con sus amigos, al menos no aún, y por eso no les había contado nada todavía. Le gustaba mantener esos momentos con Shirabu solo para ellos dos. Solo se le escapó contarles acerca de las marcas que le había dejado, porque lo había irritado escuchar decir que se las había hecho alguien más.


Entonces sucedió la lesión de Oikawa, cosa que a todos los afectó bastante, pero se concentraron en apoyar a su amigo para que no se desanimara. Entonces Shirabu tomó su lugar como setter titular hasta que se recuperara, y Ushijima notó un cambio en el chico que no supo precisar, pero lo sentía algo distante. Para colmo, un buen día lo sorprendió mucho encontrarlo en la casa de Oikawa. No hubiese sido tan sorpresivo de no haber hallado a Tooru prácticamente echado encima de Shirabu. Un nuevo sentimiento se sumó a la incertidumbre.


—Ahh, eres el tipo de amigo posesivo —le respondió Bokuto cuando le consultó sus dudas.— O así lo llama Kuroo —se encogió de hombros.— Él también es así.


—¿Entonces está bien querer acaparar a un amigo solo para ti?


—¡Claro! —sonrió.— Pero recuerda comunicárselo bien, Kuroo dice que la falta de comunicación es la base de todos los problemas —o eso decía siempre que se quejaba de Kenma.


—Entiendo.


Ushijima comprendió por fin la causa del sutil alejamiento de Shirabu. Lo había estado besuqueando y manoseando por los rincones sin proponerle bien las cosas, no era la forma correcta de proceder. Así pues, esa tarde después del entrenamiento pasó por el centro comercial y de allí fue a buscar a Shirabu. El chico estaba en la biblioteca, leyendo unos gruesos tomos sobre historia económica. No había casi nadie cerca, por lo que Ushijima hincó una rodilla en el suelo junto a la silla de Shirabu, quien se sobresaltó.


—¿Qué haces, Ushijima-san? —siseó observando hacia los costados por si alguien los miraba, pero los pocos presentes estaban ocupados en sus propios estudios.


—Proponerte que seamos amigos con beneficios.


Y le pasó un fajo de cupones que había conseguido en el centro comercial. Sin embargo, eran un producto atrasado que les había quedado por el Día de la Madre, así que las tarjetas prometían cosas como: vale por cortar el césped; vale por ordenar mi cuarto; vale por sacar la basura; vale por sacarme buenas notas; etc. Shirabu fue leyendo las tarjetas una a una, con gesto impasible, ante la atenta y seria mirada de Ushijima, aún de rodilla al suelo.


—¿Y bien? —lo apremió.


Shirabu lo miró de reojo y sacó una tarjeta que le estampó en la frente, donde quedó pegada. Ushijima la tomó y leyó la frase: “Vale por quererte hasta la Luna ida y vuela.


Ushijima asintió, aceptando el desafío. Esperaba que estudiar para médico y no para astronauta no supusiera un obstáculo.


 


 

Notas finales:

NOTA 1: Este cap va dedicado para Katehrin, alias Bokuto-sama, alias la autora del fic "Good enough to my madness", alias vayan a leerlo si aún no lo han hecho (?) Fue su cumple y este es mi regalo :B Hubiese sido mejor un BokuAka para ti, lo sé xD pero ese viene como en 2 caps más jajaja promesa :3

NOTA 2: de nuevo perdón la demora. Quería tenerlo para el jueves y es... Domingo xD lo siento. De golpe se ensañan en no dejarme ser una vieja ermitaña antisocial y debo salir a tratar con gente (?) aiuda.

NOTA 3: sí, pospuse el IwaOi. Im evil. And I know it. *se menea*

NOTA 4: este cap me quedó larguísimo, omg. Al menos para mis estándares. Pensé que me iba a llegar Navidad escribiéndolo xd

NOTA 5: creo que me quedan algunos reviews por responder. Lo haré esta noche en cuanto regrese!! Lo siento, los he leído todos pero no me gusta responder del cel porque se loquea y hace estupideces con las respuestas xDDD y he estado poco en el note. Para que sepan, los leo y amodoro sus msj *corazón, corazón*

NOTA 6: ... no sé qué más. Enjoy the cow love (?) 


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).