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El club de los 5 por Ushicornio

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Notas del capitulo:

What's going on? ~

CAPÍTULO 39


 


Las serpentinas y el confeti volaron hacia el techo antes de caer en una miríada de brillantes colores, al tiempo que un potente grupo de voces exclamaba:


—¡¡FELIZ CUMPLEAÑOS!!


Bokuto esbozó una enorme y radiante sonrisa mientras se inclinaba sobre el pastel, inspirando con fuerza antes de soplar para apagar las velas con forma de número veinte.


—¡Kuroo! —Se hizo oír la voz de Oikawa, en tono apremiante.


Y entonces Kuroo puso una mano sobre la nuca de Bokuto, empujándolo y haciéndolo enterrar el rostro en buena parte del pastel; las risas estallaron al instante.


Era el día veinte de Septiembre y Bokuto cumplía veinte años, por fin la mayoría de edad legal. La sala del departamento que compartía con Kuroo estaba adornada con globos y papel picado en diferentes formas; un enorme cartel que rezaba “¡Felicidades!” colgaba en la pared, detrás del agasajado. La mesa estaba repleta de platillos y bocadillos variados, coronada por el gran pastel con forma de cancha de volleyball que acababa de quedar medio destruido. El departamento se veía un tanto pequeño debido a la cantidad poco habitual de personas allí reunidas. No solo estaban Akaashi y Kenma, cuyas presencias ya eran parte acostumbrada del lugar, además de Yuu y Miyuki, visitantes asiduos, y Shirabu, cuyas visitas eran más infrecuentes pero no tan raras a estas alturas; si no que también estaban presentes Goshiki, Hinata, Kageyama, Yamaguchi y Tsukishima. Todos reunidos en torno a Bokuto, ahora con la cara llena de pastel.


—¡Brooo! —Se quejó el muchacho mientras Akaashi le pasaba un paño para que se limpiara—. ¡No alcancé a pedir mis deseos!


—Pfff, seguro tus tres deseos eran: “Akaashi; Akaaashee y Agaashee” —dijo la voz de Oikawa una vez más—. Ya lo tienes a él en vivo y en directo, así que deseo concedido.


—¿Cómo lo supiste? —Bokuto abrió mucho los ojos.


—Venir a Estados Unidos me abrió el chakra de la clarividencia —ironizó Tooru.


—Eso puede ser muy útil en la predicción de jugadas en un partido —intervino Ushijima seriamente.


Hubo un breve silencio general.


—¿Kuroo? —Llamó Oikawa otra vez—. ¿Me harías el favor de desconectar a la vaca? Te lo agradecería mucho.


En la mesa habían dos laptop ubicados frente a Bokuto, con una video-llamada conectada cada uno; en una pantalla se lo podía ver a Oikawa y en la otra a Ushijima, ambos en sus respectivas habitaciones al otro lado del Pacífico. Habían organizado el festejo de modo tal que la diferencia horaria con Norteamérica no los encontrara durmiendo u ocupados a los dos chicos.


—Pero lo que dijo Ushijima-san es cierto —opinó Kageyama entonces, también muy serio.


Tsukishima lo miró de reojo con expresión hastiada y Yamaguchi esbozó una breve sonrisa. Hinata, por su parte, masticaba papitas fritas sin enterarse de nada.


—Rehago el pedido —dijo Oikawa desde la pantalla—: Kuroo, desconecta a la vaca, ¡y saca a Tobio-chan de mi maldito lugar!


Kageyama estaba ubicado en el cojín junto a la mesa que solía usar Oikawa, y Hinata, a su vez, estaba en el lugar de Ushijima. A ambos chicos les llamó atención que en aquellos dos sitios de la mesa hubiesen unas pequeñas figuras de un alien y una vaca, respectivamente, pero Daichi les había ordenado que no debían quitarlas de allí.


—Ya, Tontooru, no seas tan grave con tu tierno kohai… —Kuroo sonrió sardónicamente.


Oikawa infló las mejillas.


—¡Paloma-chan, eres el único setter que dejo en mi lugar! —Dijo en tono ofuscado—. ¡Corre a Tobio-chan de ahí!


—¿Quién es Paloma-chan? —Se extrañó Goshiki.


Shirabu solo clavó la vista en el techo y no dijo nada. La indignación de Oikawa casi traspasaba la pantalla del laptop.


—Bueno, entonces, si Tobio-chan va ocupar mi lugar... —Empezó a decir en tono ominoso—. ¡Debe pasar la prueba de Las Mejillas de Setter!


—¿El qué? —Replicó Kageyama, sumamente confundido.


—¡Kuroo, Bokuto, a él, vayan! ¡Tú también, Daichi, no seas suave con él solo porque es tu hijo!


—¿Qué es eso de "hijo"? —Rió Daichi, pero le siguió el juego a sus amigos.


Pronto un estupefacto Kageyama quedó sepultado bajo sus tres senpais, que le apretujaban el rostro sin reparos. Hinata se reía a mandíbula abierta por la situación, Yamaguchi parecía dividido entre la risa y la preocupación por el bienestar facial de Kageyama, y Tsukishima contemplaba la escena con despectiva perplejidad. Goshiki, por su parte, no estaba muy seguro sobre cómo reaccionar. Kenma, Akaashi y Shirabu solo se mantenían al margen, mientras Miyuki sacaba fotos.


—Es un “Mullido Nivel Akaashi” —dictaminó Kuroo por fin.— Suaves pero firmes —dijo con tono malicioso, guiñándole un ojo a Keiji por encima de la cabeza de Tobio.


—No lo sé, Rick, parece falso —opinó Bokuto, hundiendo un dedo en la mejilla de Kageyama mientras observaba de lejos el rostro de Akaashi, comparando.


—Ninguno alcanzará el nivel mullido de Suga, ya supérenlo —terció Daichi entonces.


Tontearon al respecto un rato más, hasta que Oikawa pareció lo suficientemente complacido con el pseudo-sufrimiento de Tobio. Entonces todos se acomodaron de nuevo en sus sitios junto a la mesa.


—¿Está mal que ocupe tu lugar, Japón? —Preguntó Hinata entonces, inclinándose hacia la pantalla en que se lo veía a Wakatoshi.


¿Japón?


—Es decir, ¡Ushijima-san! —Hinata agachó tan fuerte la cabeza para pedir disculpas que golpeó el teclado del laptop con la frente y la llamada se cortó—. ¡Ahhhhh, lo siento, eliminé a Ushijima-san!


—¡Mira lo que hiciste, estúpido Hinata! —Exclamó Kageyama, masajeándose el adolorido rostro.


—Descuiden, ya lo conecto de nuevo —los tranquilizó Kuroo, poniéndose a ello.


—¿No pueden comportarse por diez minutos, par de subnormales? —Siseó Tsukishima por lo bajo.


—¡Buen trabajo y bienvenido al grupo, Chibi-chan! —Oikawa alzó ambos pulgares a modo de aprobación—. Yo también maté a la vaca una vez, qué bello recuerdo… —Hinata y Kageyama miraban la pantalla de Tooru con ojos desorbitados—. Pero siempre vuelve, tiene esa mala costumbre.


—Listo, llamada conectada de nuevo —anunció Kuroo.


—¿Lo ven? No sabe quedarse muerto y eliminado…


—¿Está todo bien? —Preguntó Ushijima.


—Lo estaba mientras tu llamada se había caído… —Masculló Oikawa.


—¡Lo siento mucho, Jap… Ushijima-san! —Se disculpó Hinata una vez más, y Kageyama lo detuvo antes de que volviera a dar con la frente contra la mesa—. ¡Prometo cuidar su lugar!


—Bueno, bueno, calma —intervino Daichi, alzando las manos en tono conciliador—. Aún no hemos terminado con el festejo para Bokuto, ¿recuerdan?


—¿Ah, no? —Bokuto abrió mucho los ojos, entusiasmado, pero al mismo tiempo se llevó ambas manos a la cara, protegiéndose de un posible nuevo pastelazo.


Sin embargo, no hubo ataque sorpresa esta vez. En su lugar, los demás se pusieron unas sudaderas deportivas sobre la ropa y luego todos, salvo Akaashi, se inclinaron un poco, procediendo a ponerse unas máscaras de fiesta (Kenma y Tsukishima con evidente desgano). Cuando se irguieron de nuevo, catorce Akaashis miraban a Bokuto.


Miyuki había impreso la cara de Akaashi en máscaras de cartón improvisadas para todos; incluso Oikawa y Ushijima tenían una cada uno y la lucían desde las pantallas de las laptops.


—¡Akaashees! —rió Bokuto alegremente, mientras Kuroo-Akaashi se meneaba a su lado, restregándole el trasero.


—Kuroo-san, basta, por favor —pidió el Akaashi original.


Daichi palmeó las manos llamando la atención de todos y les hizo señas. Los demás se dieron vuelta, señalando la espalda de sus sudaderas, donde se leía “Bokuto Kotaro” acompañado del número “20” (Kuroo tuvo que patearle el tobillo a Kenma para que reaccionara e hiciera lo mismo que el resto, e incluso tuvo que hacerle señas a Tsukishima porque tampoco se mostraba muy proactivo). Entonces todos corearon por encima del hombro:


—¡FELICIDADES EN TU NUEVO EQUIPO, BOKUTO-SAN!


Con el inicio del nuevo ciclo de clases había llegado una inesperada noticia: a Bokuto lo habían reclutado para jugar en un equipo de volleyball de la V. Premier League de Japón, la liga deportiva donde se enfrentaban los equipos del más alto nivel. El equipo que había reclutado a Bokuto era relativamente nuevo y había ingresado no hacía mucho a la V. Premier League, por lo que buscaban consolidar su grupo con nuevos talentos y diamantes por pulir. Aquello suponía que Bokuto dejaría de jugar para el equipo universitario e, incluso, que ya no dependería de la beca deportiva porque iba a pasar a jugar como profesional, aunque fuese de reserva de momento.


Por eso en la reunión estaban festejando no solo su cumpleaños, si no también su ascenso como deportista profesional. Las sudaderas que lucían todos eran como las del nuevo equipo de Bokuto.


—¡Gracias, Akaashis! —Kotaro volvió a sonreír, radiante.


—Te echaremos de menos en el equipo, Bokuto-san —dijo Goshiki con voz ahuecada por la máscara de cartón.


—Ahora tú heredarás el puesto del As, Tomu-chan —le dijo Bokuto en tono serio.


—¿Tomu-chan? —Repitió el chico, confundido.


Shirabu lo codeó y señaló hacia la pantalla de Oikawa, donde Tooru-Akaashi hacía el signo de la victoria con los dedos. Kenjiro ya estaba acostumbrado al sinfín de apodos estúpidos con los que Oikawa bautizaba a sus kohais.


—¡Prometo hacerle honor al puesto! —Añadió Goshiki poniéndose muy recto.


—¡Sé que lo harás! ¡Y a ti, Hinata, te heredo el honor de recibir los pases de Akaashi! —Siguió diciendo Bokuto, ahora en tono dramático.


—Los recibirá aunque no se los heredes, Bokuto —intercedió Kuroo—. El enano está en el mismo equipo que Akaashi, no tú.


Como Hinata y sus amigos (salvo Tsukishima) habían ingresado a la misma universidad que Akaashi y Kenma, Bokuto no paraba de asediar a Hinata, pidiéndole que pronto desbancara al As titular del equipo de volley de su uni, para que no le robara más a Akaashi. Sin embargo, Hinata aún no conseguía la titularidad plena.


—¡Hora de las fotos! —Anunció Miyuki felizmente, tomando su cámara una vez más.


Se tomaron un montón de fotos, la mayoría en poses francamente ridículas, como la de Bokuto con su harén de Akaashis (mientras el Akaashi original aparecía en una esquina, con expresión cansina y comiendo un bollo de crema), y la foto grupal en la que Bokuto decidió que era buena idea alzar a Hinata sobre sus hombros (perdieron el equilibro y en la foto todos salieron a medio aplastar por Bokuto y Hinata cayendo de lado). La más complicada de sacar fue la de los cinco amigos, pues Oikawa y Ushijima posaban desde las pantallas de los laptops que sostenían sus amigos.


—¡Deja de apuntar mi cámara hacia tu entrepierna, Kuro! —Rezongó Oikawa en un momento.


—Ah, lo siento, como andabas con “angustia oral”...


Hinata alzó las cejas, extrañado, y Yamaguchi le tapó los oídos.


—¿Prefieres que apuntemos tu cámara hacia Ushijima? —Preguntó Kuroo; él sostenía la pantalla donde se veía a Tooru, y Daichi portaba el laptop de la llamada de Wakatoshi.


—Ni se te ocurra...


Kuroo sonrió con más ganas.


—Ven, Daichi, acerca al Ushibro —Daichi puso los ojos en blanco pero hizo lo que le pedía, escondiendo una media sonrisa—. Ahora sí, Tontooru, dense un besito.


—¡No me hace gracia! —Se quejó Oikawa mientras sus dos amigos trataban de juntar las pantallas de los laptops—. ¡Cortaré la llamada!


—Ya, ya, paremos, o si no el “Alien Muerde Almohada” se ofenderá y quizá no nos hable más —rió Kuroo.


—“Alien Alfa” y te lavas la boca con agua bendita antes de nombrarme, Gato Callejero —replicó Oikawa muy dignamente.


—No sé qué hacen —dijo Ushijima en ese momento, pues tanto movimiento de cámara lo había confundido—. Pero, Oikawa, tienes un moco.


Tooru desapareció un momento de la pantalla, solo para constatar que Ushijima le había tomado el pelo y no se le veía ningún moco; cuando reapareció dijo:


—Juro que te enviaré una carta con ántrax, vaca estúpida.


—Bueno, la estaré esperando —asintió Ushijima; parecía ilusionado—. ¿Tienes bien la dirección de mi Universidad?


Las charlas, los chistes idiotas y las felicitaciones a Bokuto continuaron un buen rato mientras comían y bebían. Kageyama no dejaba de charlar sobre volley con Akaashi; Hinata, Goshiki y Bokuto parloteaban acerca de las habilidades de un As junto con Ushijima, desde su laptop; Daichi hablaba con Yamaguchi sobre Miyagi, en tanto Kuroo y Miyuki hablaban con Oikawa. Kenma y su amigo Yuu conversaban sobre juegos, mientras Tsukishima y Shirabu se mantenían silenciosos y poco participativos. El departamento una vez más se sentía con el ambiente habitual, lleno de charlas y risas. La reunión continuó animada hasta que por fin los más jóvenes tuvieron que marcharse antes de que se les hiciera más tarde.


—¡Dale un abrazo de felicitación y despedida a tu senpai! —Le dijo Bokuto a Tsukishima extendiendo los brazos hacia él, cuando los chicos se estaban poniendo el calzado de calle en el recibidor.


—¿Qué? No.


—¿Por qué no?


Kei compuso una mueca sarcástica.


—¿Quizá porque no tenemos tanta confianza, y somos japoneses y no acostumbramos a abrazarnos por todo?


—¡Oh, vamos, soy tu senpai inspirador del volley, venga ese abrazo!


—Mejor no.


—¡No seas amargado, Amargashima! —Terció Hinata mientras lo empujaba, y Tsukishima terminó apretujado en un torpe abrazo entre Hinata y Bokuto.


Mientras Kageyama los contemplaba con un rictus indescifrable y Yamaguchi reía, Goshiki los miraba con ojitos brillantes, anhelante. Shirabu, a su lado, suspiró con hastío y le dio un fuerte empujón para que el muchacho cayera en el abrazo de despedida a su senpai. Después de aquello, los chicos emprendieron la retirada.


Daichi también se marchó y, mientras Kuroo y Akaashi limpiaban el lío de la sala, Bokuto terminaba de charlar por video-llamada con Oikawa y Ushijima. Hablaron de volley hasta el final, por supuesto. Luego de que todo quedara ordenado, Kuroo se fue a su habitación, donde Kenma ya se hallaba aovillado sobre la cama; abrió los ojos en cuanto escuchó a Kuroo entrar al cuarto.


—Si tenías frío debiste meterte bajo las mantas —comentó Kuroo al verlo envuelto en su propia chaqueta de Nekoma, la cual a Kenma le quedaba enorme. El otoño apenas llegaba pero las noches ya estaban frescas.


—Me hubiese dormido profundamente si me metía en la cama —repuso Kenma, ojeroso. Como al resto, los apretados horarios de aquel semestre y los trabajos en grupo lo tenían muy agotado.


—¿Y cuál era el problema? —Replicó Kuroo mientras ubicaba un cojín en el suelo, junto a la cama, para sentarse allí; luego acercó la mesita donde reposaba su laptop, pues aún tenía un extenso informe que redactar—. Si estás cansado debes dormir bien.


—Quería estar contigo un rato —repuso Kenma mientras reprimía un bostezo.


Kuroo extendió una mano y le apartó un mechón de pelo del rostro antes de acariciarle la mejilla.


—¿Me extrañabas? —Inquirió con una sonrisa suave; por toda respuesta, Kenma cerró los ojos y frotó el rostro contra la palma de Kuroo.


Desde que se habían reanudado las clases prácticamente no se habían visto, cada uno ocupado con sus horarios, clases y entrenamientos por parte de Kuroo. Y en la reunión de aquella tarde no habían tenido mucho tiempo que compartir a solas, por supuesto.


—Ya casi no hablan —musitó Kenma.


—¿Quiénes? —Kuroo se giró un momento hacia su laptop para abrir el archivo con el que debía seguir trabajando.


—Tsukishima y tú.


Los dedos de Kuroo se detuvieron sobre el teclado.


—Bueno, ya sabes, es para no generar incomodidades.


Se quedaron en silencio mientras las manos de Tetsuro comenzaban a teclear rápidamente.


—Hace una semana Tsukishima me pidió disculpas por lo de aquella vez —soltó Kenma de pronto.


—¿En serio?


Kenma se encogió de hombros, aovillándose aún más bajo la antigua chaqueta de Nekoma de Kuroo.


—No creo que tuviera que hacerlo —siguió contando con voz soñolienta—. Pero él parecía necesitar decirlo, así que solo acepté escucharlo.


Kuroo asintió y volvió a pasar los nudillos por el rostro de Kenma.


—¿Y entonces?


—Y entonces… —Otro bostezo—. No es necesario que hagas eso.


—¿El qué?


—Evitar hablar con Tsukishima —Kenma lo miró a través de sus pestañas entrecerradas—. Entiendo por qué lo hacen… pero no es justo ni necesario.


Kuroo meneó la cabeza ambiguamente.


—Descuida, no estamos en malos términos, solo no quiero dar pie a más malos entendidos —hizo una mueca de lado—. Tsukishima seguro piensa lo mismo.


Permanecieron en silencio unos minutos más, solo se oía el tecleo de Kuroo en su laptop y el rítmico sonido del segundero del reloj sobre la mesita de noche. Pasaron unos instantes más así y entonces la voz adormilada de Kenma surgió de nuevo:


—Siempre que me he sentido solo, perdido o incomprendido, tú has estado ahí para ayudarme —se restregó un ojo para evitar que se cerrara—. Antes de ser lo que somos hoy, eras mi más preciado amigo… y aún lo eres, de algún modo.


—¿De pronto me quieres dejar en la “friendzone”? —Se burló Kuroo, girándose hacia él y pasándole un dedo por el contorno del mentón.


Kenma pasó por alto aquello, esforzándose por no quedarse dormido.


—Siempre estás ahí apoyando y ayudando a tus amistades, aunque lo escondas con burlas y tonterías —su voz sonaba cada vez más bajita—. Por eso entiendo que hayas sido importante para Tsukishima cuando él se sentía solo, perdido y confundido; lo demás fue solo un malentendido… —Hizo una pausa prologada—. Por eso, si no vas hablarle más, no lo hagas por mí —respiró profundo, sus ojos ya cerrándose—. No me resulta más cómodo que te deshagas de amistades.


Kuroo asintió, apoyando el mentón sobre el acolchado, a penas a unos centímetros del rostro de Kenma; sus alientos se entremezclaban.


—A veces preferiría que fueses más celoso —murmuró mientras le pellizcaba una mejilla.


—Ser celoso es muy cansador —musitó Kenma.


—¿Acaso no valgo la pena y el esfuerzo?


Los labios de Kenma se curvaron a en una sonrisa casi imperceptible, ya sumida en sueños; sus manos se cerraron sobre los bordes de la chaqueta de Kuroo, envolviéndose más en ella.


—Mío —susurró antes de dormirse completamente.


Kuroo lo observó dormir un buen rato, pensativo, delineando el contorno de su mejilla con los dedos. Entonces agarró el celular, le quitó el sonido y el flash, y le tomó una foto a Kenma.


Apuesto que no puedes conseguir momentos así de adorables”, escribió Kuroo en un mensaje al que adjuntó la imagen antes de enviarlo.


A los pocos minutos le llegó la respuesta:


¿Cuánto apostabas? Porque acabas de perder miserablemente”, rezaba el texto, acompañado de una foto en la que se lo veía a Yamaguchi profundamente dormido, abrazado a un taco mexicano de peluche.


Kuroo sonrió, divertido. Pasó la siguiente hora redactando su informe y manteniendo una muy seria discusión por mensajes con Tsukishima, acerca de quién tenía el compañero de cuarto más dormido y adorable.


Al otro lado del pasillo, en la habitación de Bokuto, el muchacho terminaba de acomodar los regalos que le habían hecho aquel día antes de prepararse para ir a la cama.


—¿Esto lo hizo Miyuki? —Inquirió Akaashi con curiosidad, señalando un pequeño amuleto bordado que colgaba en cabecera de la cama de Bokuto.


—No, no, Miyu-chan es buena para las manualidades —el amuleto en cuestión tenía bordado lo que parecía tener la intención de ser un búho, pero más bien se veía como una gallina desplumada y atropellada—. Ese me lo dio Sumire —sonrió—. Es malísima bordando, pero siempre me regala uno para la buena suerte. Por ahí tengo guardados los demás... —hizo un gesto vago hacia uno de sus muebles.


—Ya veo... ¿Y este es regalo de Kuroo-san? —Preguntó Akaashi tomando una caja de condones variados, con colores, sabores texturas y accesorios interactivos.


Bokuto se estaba sacando el suéter, y lo dejó caer desordenadamente al suelo antes de quitarse los pantalones de diario y ponerse los que usaba para dormir.


—¿Mmh? —Observó la caja que sostenía Akaashi y sonrió una vez más—. Ah, no, eso me lo envió Oikawa desde Estados Unidos.


Tooru los había asediado una semana entera con el tema, alucinado durante las video-llamadas porque había descubierto unos condones temáticos y existía uno que brillaba en la oscuridad.


—¿Por qué querría que me brillara el pene en la oscuridad? —Había cuestionado Kuroo, mientras Daichi asentía, de acuerdo con él.


—Esas cosas no se preguntan —había replicado Tooru—, solo se gozan.


—¡Pelea de sables de luz! —Opinó Bokuto en aquel momento.


—¡Ese es el espíritu, Bubu! —Aprobó Oikawa—. "May the force..."


—"... be with your penis" —dijo Bokuto en el presente, recordando la frase de su amigo mientras observaba la cajita que sostenía Akaashi.


—Ya veo —asintió Keiji, impertérrito; seguirle el tren a esa panda de locos a veces resultaba imposible, por lo que a menudo la mejor opción era solo ir con la corriente—. Entonces, ¿quieres estrenar alguno? —agitó la cajita.


Los ojos de Bokuto brillaron con entusiasmo, pero al instante su expresión se desinfló y apoyó la frente sobre el hombro de Akaashi.


—Me encantaría —dijo en tono lastimoso—. Pero tú estás muy cansado y mañana debes irte temprano...


La verdad era que Akaashi no debería quedarse allí esa noche, pues tenía un entrenamiento especial muy temprano en la mañana y luego debía rendir dos exámenes; además, el departamento de Bokuto y Kuroo quedaba bastante alejado de la universidad de Akaashi, por lo que además perdería mucho tiempo en transporte.


—No te preocupes por eso, puedo arreglármelas —repuso Keiji, calmado—. Es tu cumpleaños, quiero que la pases bien.


—¡Agaasheeeee! —Bokuto lo abrazó con fuerza y se dejó caer en la cama, aún sosteniéndolo estrechamente y llenándolo de besos—. ¡Te amo!


Akaashi mantenía el gesto tranquilo, pero de pronto su rostro estaba muy rojo.


—Y yo a ti, Bokuto-san.


Se estuvieron besando un buen rato, a conciencia y con deliberada parsimonia, hasta que Bokuto se apartó, rompiendo el contacto y echándose de espalda en la cama.


—Si seguimos así no querré detenerme luego —dijo mientras ahogaba un gemido frustrado.


—Estaré bien mañana —insistió Akaashi, aunque sus facciones se veían muy cansadas debajo del rubor por los últimos besos.


No obstante, Bokuto sacudió la cabeza negativamente.


—No quiero ser un estorbo para ti.


—Nunca he dicho que lo fueras.


Bokuto se giró de costado sobre las mantas, quedando frente a frente con Akaashi.


—Deja que mi regalo de cumpleaños sea cuidar de ti.


Keiji parpadeó, silencioso, y entonces dejó escapar un suspiro mientras escondía la cara contra la almohada.


—Supongo que ya eres mayor de edad, ¿eh? —Comentó mirándolo de reojo, su cuerpo relajándose ante el inminente descanso, ya sin fingir que no estaba demasiado agotado.


Bokuto alzó una ceja, sin entender a qué se refería.


—Bueno, hacerte el amor sigue siendo mi deporte personal favorito —afirmó muy seriamente, tomando una mano de Akaashi y entrelazando los dedos—. Pero, aún si no lo hacemos, ¡dormir y despertar a tu lado es lo mejor de la vida y el mundo mundial!


Y sonrió como solo él sabía hacerlo, con aquella brillante sonrisa que se desbordaba y parecía llenar el cuarto entero, iluminándolo; aquella sonrisa que parecía un muro infranqueable ante las tristezas del mundo, aún cuando esas mismas tristezas vivieran detrás de su sonrisa.


Ninguno de los dos podía saberlo, ni lo imaginaban siquiera, pero aquel sería el último momento de intimidad que compartirían en mucho tiempo.


Los cambios se fueron dando tan paulatinamente que al resto les costó notarlos. El primer mes luego del ingreso al nuevo equipo, Bokuto se veía increíblemente feliz y animado. Coincidía poco con sus amigos y con Akaashi, pues él se había anotado en pocas materias de la universidad aquel semestre y, en cambio, pasaba más tiempo entrenando profesionalmente. Pero las pocas veces en que sus horarios les permitían compartir un momento entre amigos, los demás podían ver a Bokuto muy contento. Para sorpresa de muchos, Kotaro debutó muy pronto en un partido oficial, entrando en unas pocas jugadas, pero causando una gran impresión.


—Hey, Bro, te vimos hoy en la televisión, tu jugada fue genial —le comentó Kuroo a Bokuto una noche, cuando el segundo por fin llegó al departamento.


—¡¿Verdad que lo fue?! ¡Mi súper bowla! —Y esbozó una sonrisa radiante y exagerada; quizá demasiado exagerada.


—¿Está todo bien, Bubu-bro? —Preguntó Kuroo bajando los textos que estaba repasando, echado en el sillón de la sala.


Bokuto asintió sin mirarlo; dejó caer el bolso sobre el otro sofá y se dirigió a la cocina a buscar algo de beber.


—Sí, solo estoy cansado —explicó mientras abría el refrigerador y tomaba un cartón de jugo para darle un largo trago.


—Te he dicho mil veces que no tomes directamente del cartón —lo regañó Kuroo desde la sala, sin verlo pero sabiendo lo que estaba haciendo.


Bokuto apareció en la sala de nuevo y se dejó caer en el sofá donde estaba su bolso. Y allí quedó, como desinflado, con la vista fija en el suelo mientras le daba tragos esporádicos al cartón de jugo. Estuvieron en silencio un buen rato, lo cual resultaba perturbador. Bokuto no era sinónimo de un cuarto silencioso.


—¿Seguro está todo bien? —Insistió Kuroo, observándolo con detenimiento.


Bokuto dio un respingo, como si lo hubiese sacado de su ensimismamiento con un grito.


—Sí, sí, solo es cansancio —reiteró agitando una mano para restarle importancia al tema—. Después del partido tuve que salir a comer con todo el plantel... —Dejó escapar una gran bocanada de aire—. Me voy a dormir, bro, suerte con... lo que sea que estés estudiando.


Y se marchó sin más hacia su dormitorio, dejando el cartón de jugo vacío sobre la mesita de la sala y a Kuroo lleno de dudas.


Aquel esquema se fue repitiendo asiduamente. Además, Bokuto comenzó a pasar cada vez menos tiempo en el departamento; habían días en que solo llegaba para dormir y se iba muy temprano en la mañana; incluso había ocasiones en las que pasaba varios días fuera de la ciudad, en viajes con el equipo para jugar en otras partes. Los nuevos horarios y responsabilidad suponían un cambio en la configuración de la convivencia a la que estaban acostumbrados, por supuesto, pero no era eso lo que preocupaba a Kuroo. Lo que le molestaba era no reconocer al Bokuto alegre e idiota de siempre las pocas veces en que lograba cruzarse con él. Algo sucedía, y lo incordiaba no saber qué.


—Esto está un poco tranquilo, ¿no? —Comentó Daichi una noche en que él y Kuroo estudiaban juntos en el departamento—. Se siente raro.


Demasiado —concordó Kuroo.


El televisor estaba encendido para que su sonido los acompañara, simplemente; habían dejado sintonizado el canal favorito de Oikawa, uno que solía pasar videos musicales retro, y en ese momento sonaba el tema "What's up", de la banda 4 Non Blondes. Ambos amigos la tarareaban por lo bajo, cada uno absorto en sus propios pensamientos.


La mesa estaba repleta de libros, textos y cuadernos, junto al laptop donde aquella noche no pudieron charlar con Oikawa ni con Ushijima. En un extremo de la mesa estaban apiladas las dos cajas vacías de arroz con cerdo y salsa que había traído Daichi para la cena de aquella noche; una tercera caja, la de Bokuto, que había prometido llegar para comer con ellos, estaba aún tapada pero perdiendo el calor con el correr de las horas. En otras épocas Bokuto no se hubiese perdido el arroz con cerdo por nada del mundo.


And I say hey, yeah yeah, hey, yeah yeah... I said hey, what's going on?”, cantaba la mujer en la televisión, y Kuroo se preguntaba lo mismo. ¿Qué estaba pasando con Bokuto? Decidió consultarlo con Akaashi, pero el chico resultó estar tan poco informado como él.


En un principio Akaashi no notó el distanciamiento, porque no era tan evidente. Era consciente de que Bokuto ahora tendría mucho menos tiempo disponible, y él mismo estaba tan atareado entre clases y entrenamientos, que le costó darse cuenta que algo no iba bien. Aún cuando no podían verse en varios días, Bokuto solía llamarlo cada noche, alegando que no podría conciliar el sueño si no lo escuchaba (sobre todo si había visto una película de terror con sus amigos). Esas llamadas dejaron de ocurrir tan paulatinamente que Akaashi no supo cuándo se detuvieron por completo, y fueron reemplazadas por un sinfín de mensajes de texto en los momentos más inesperados. Por algún motivo Bokuto parecía haber cambiado su expresividad hablada por una escrita.


Las pocas veces que pudieron verse fue un par de ocasiones en las que Bokuto pasó por la universidad de Akaashi a saludarlo entre clases, y las dos veces en que Keiji y los chicos fueron a presenciar en vivo uno de los partidos en que Bokuto entraría a jugar. Después de uno de esos partidos, Bokuto le propuso a Akaashi que lo acompañara en la salida con sus compañeros de equipo, pero Keiji tuvo que declinar puesto que ya se había comprometido a reunirse con el grupo que le había tocado para hacer un trabajo de clases grupal. Bokuto se mostró tan exageradamente deprimido como siempre ante la negativa, pero Akaashi supuso que se lo podría compensar la próxima vez que le propusiera una salida así. Sin embargo, no hubo una próxima invitación por el estilo.


Akaashi sabía que algo no estaba bien, pero no podía precisar qué porque Bokuto no decía nada, y poco lo veía para poder leer sus expresiones. Aquello era nuevo para Keiji, normalmente tenía que lidiar con la personalidad estridente y demandante de Bokuto, siempre detrás suyo, siempre exigiendo atención; pero ahora era al revés, era Akaashi quien debía buscarlo, quien de pronto se sentía solitario y falto de atención.


Lo que despertó las sospechas más fuertes en Akaashi fueron las ausencias de Bokuto durante las pocas noches en que Keiji pudo organizarse para ir a quedarse en el departamento de los chicos. Antes nunca hubiese desperdiciado una oportunidad así.


—Seguramente llegará tarde —le dijo Kuroo, sentado en medio de la sala y rodeado de un montón de fotografías esparcidas en el suelo. Kenma jugaba con su PSP en el sofá.


—Lo esperaré —repuso Akaashi echando un vistazo alrededor.


Resultaba demasiado extraño llegar al departamento y que Bokuto no surgiera corriendo de algún rincón para saludarlo efusivamente.


—Por cierto, ¿qué haces? —Preguntó Akaashi a Kuroo, al verlo tan concentrado en las fotografías que lo rodeaban, clasificándolas y acomodándolas. En la mayoría aparecían los cinco amigos.


—Decidí imprimir todas las fotos que tenía con los chicos y pegarlas allí —señaló una pared de la sala, completamente desnuda de cuadros o adornos.


—Como el “Gran Muro de Kotaro” —apuntó Akaashi, recordando su visita a la casa de la familia Bokuto. Se inclinó a tomar una de las fotos para observarla de cerca: en ella se los veía a los cinco amigos subidos en unos enormes y ridículos tacones, haciendo poses estúpidas.


—Sí, Yuko me dio la idea —reconoció Kuroo—. Hace unos días pasé a hablar con ella sobre Bokuto... Y, bueno, de algún modo terminé en esto.


—Entiendo —asintió Akaashi tomando otra foto, en ella se lo veía a Bokuto posando con el cojín debajo de la sudadera, fingiendo estar embarazado. Keiji sonrió, recordando la noche en que llegó al departamento y Bokuto lo había recibido así como estaba en la foto.


La noche avanzaba y Bokuto seguía sin llegar, tampoco respondía mensajes ni llamados; parecía tener el celular apagado. Akaashi decidió quedarse a dormir allí y se acostó, a solas, en la cama de Kotaro. Aunque la cama era para una persona, Akaashi nunca había dormido en ella sin la ruidosa compañía de Bokuto. El lugar vacío a su lado se sentía triste. Keiji se durmió observando el lado de la almohada en que Bokuto le había sonreído aquella última noche juntos, cuando había decidido que su regalo sería cuidarlo.


"No puedes cuidarme si no estás aquí sonriendo, idiota", pensó Akaashi, enfurruñado internamente, antes de dormirse.


Se despertó temprano, cuando los primeros rayos de sol despuntaban entre la cortina de la ventana. Sin embargo, no fue aquello lo que lo sacó de sus sueños, si no la sensación de unos dedos recorriendo su mejilla. Abrió los ojos y encontró a Bokuto sentado en la cama, completamente vestido y observándolo dormir.


—Bokuto-san —murmuró Akaashi con voz pastosa—. ¿Recién llegas?


Kotaro asintió.


—Sí, lo siento, anoche se hizo tarde y perdí el último tren —le explicó con expresión culpable—. Me quedé en lo de un compañero.


—Entiendo —Keiji se incorporó para darle un beso.


—Lo siento —repitió Bokuto contra sus labios—. Lo siento...


—Está bien.


—Lo siento por ser un idiota...


—Siempre lo has sido, Bokuto-san —replicó sin dejar de besarlo—. ¿Por qué te disculpas ahora por eso?


Akaashi le echó los brazos al cuello, profundizando el beso con los ojos cerrados. Las manos de Bokuto pronto reptaron bajo la camiseta del chico, acariciando su abdomen y su cintura, atrayéndolo más cerca suyo. Sin embargo, Bokuto de pronto dejó de besarlo y hundió el rostro en el cuello de Akaashi, abrazándolo con fuerza.


—Ya no quiero ser mayor de edad —murmuró, desanimado.


Permanecieron así unos instantes más, solo abrazados, y entonces Bokuto debió irse a duchar antes de marcharse de nuevo, pues se le hacía tarde.


Así continuó pasando el tiempo, sin que Akaashi ni sus amigos supieran qué sucedía con Bokuto, pero el chico se notaba claramente distante y desanimado, por más que fingiera sonrisas huecas que no se parecían en nada a su sonrisa genuina, esa que desbordaba e iluminaba un cuarto entero.


—¿Así que estás disponible de nuevo, Keiji?


Akaashi, que se hallaba en la biblioteca de la universidad revisando unos gruesos tomos, no se dignó a alzar la vista hacia Nakamura, su senpai que acababa de sentarse a su lado.


—Aplicándome la “Ley del Hielo”, ¿eh? —siguió diciendo Nakamura—. Igual es algo sexy de tu carácter.


—Estamos en la biblioteca —replicó Akaashi en voz baja, señalándole el cartel que indicaba “Silencio”.


El otro hizo un gesto despectivo. De cualquier forma habían pocas personas en la biblioteca, ubicadas en mesas alejadas.


—En fin, volviendo al tema —continuó diciendo su senpai—. Me alegra saber que por fin botaste a ese idiota de pelos raros.


—No sé de qué hablas, seguimos juntos —murmuró Akaashi.


—Oh, ¿entonces ella no es su nueva novia? —Le mostró la pantalla de su celular, donde había una fotografía en que se lo veía a Bokuto en alguna especie de fiesta rodeado de mucha gente, la mayoría sus nuevos compañeros de equipo; una chica lo tenía abrazado por el cuello y él la sostenía por la cintura, sonriendo.


—No, no es su novia —replicó Akaashi volviendo la vista hacia su libro.


—¿No?


—No, solo es su vecina y amiga de la infancia —por supuesto, había reconocido a Sumire en la foto.


—Vecina y amiga, eh… suena sugerente, como mínimo.


Akaashi tenía decidido ignorarlo, pero Nakamura siguió disertando sobre la cantidad de veces que había visto a Bokuto con aquella chica en fiestas recientes, pues resultaba que él trabajaba en el salón de eventos que aquel equipo deportivo solía usar para realizar recepciones sociales.


—Tenía cara de virgen, igual —siguió diciendo el otro—. Lo era, ¿cierto? —silencio—. Bueno, entiéndelo, quizá ahora quiere probar un poco lo que se siente el sexo con una chica… —encogió un hombro—. Aunque, por experiencia personal, considero que es mejor follarte a ti.


Akaashi respondió sin alterarse:


—Y yo, por experiencia personal, considero que Bokuto-san me folla mejor.


Tras lo cual se puso de pie y recogió con calma sus cosas para marcharse de una buena vez. Nakamura no intentó detenerlo, ya que su único cometido había sido incordiar a Keiji, y sabía que un poco lo había logrado.


Aquel mismo día pero dos horas y media más tarde, Bokuto se encontraba saliendo de la sede oficial de su nuevo equipo, luego de una larga jornada de entrenamiento. El resto de sus compañeros lo habían invitado a salir una vez más, pero Bokuto se las había arreglado para rechazarlos por esta vez. No estaba de ánimo para compartir con ellos, quería volver a su propia casa y pasar tiempo con sus amigos de verdad. Se sentía agotado y decaído, necesitaba una recarga de risas y tonterías. Cuando salió de la sede lo recibió el frío aire invernal de mediados de Enero, por lo que se apresuró a esconder la cara tras la bufanda y metió las manos en los bolsillos.


—¡Kotaro, espérame!


Bokuto se detuvo al escuchar que Sumire lo llamaba; también venía saliendo de la sede a toda velocidad. 


—¡Eres un desagradecido, mira que olvidarte de mí! —Se quejó la chica, enganchando su brazo con el de Bokuto—. Brrr, qué frío más horrible.


—No traes bufanda puesta —apuntó él.


—Bueno, podrías ser caballeroso y prestarme la tuya, ¿no?


—No —denegó con rotundidad—. Es un regalo de Akaashi, no te la prestaré.


—Bah —resopló Sumire—. Entonces vayamos por algo caliente para tomar.


—De acuerdo.


—¿Bokuto-san?


Bokuto se quedó de piedra al oír la voz de Akaashi, pensando que estaba alucinando, pues Keiji a esas horas debía estar al otro lado de la ciudad, cursando un importante seminario que había esperado desde el semestre anterior. Pero no, no eran alucinaciones suyas, el chico estaba realmente allí, esperándolo junto a un banco en el que había estado sentado hasta recién.


—¡Akaaasheeee! —Bokuto intentó saltar a abrazarlo, sin embargo Sumire lo retuvo por el codo, dedicándole una significativa mirada. Kotaro puso gesto de cachorrito, pero finalmente asintió y se recompuso—. Ejem, es decir, Akaashi, qué sorpresa que andes por aquí…


Ante el pobremente fingido auto-control de Bokuto, Sumire hizo una mueca sarcástica, mientras la punta de su pie golpeaba el piso con impaciencia.


—¿Qué está pasando aquí? —Exigió saber Akaashi ante la extraña y sospechosa actitud de los otros dos.


Había atravesado la mitad de Tokio para ir a buscar a Bokuto casi sin darse cuenta, olvidándose de sus propios horarios y de cualquier otro compromiso para aquel día. Solo quería verlo cuanto antes. Pero no así, no acompañado y con alguien más colgando de su brazo; aunque ese alguien fuese Sumire y Akaashi tuviese la certeza de que Bokuto la consideraba solo como una hermanita. Esa certeza no le servía de nada ahora, simplemente quería estar a solas con Bokuto una vez más.


—Supongo que hoy volveré sola a casa, ¿no? —Refunfuñó Sumire de pronto.


—Cuídate en el camino, ¿de acuerdo? —la despidió Bokuto sin más miramientos.


En cuanto ella se subió a un taxi para marcharse, los dos chicos comenzaron a caminar lado a lado, alejándose de la sede. Bokuto parecía controlarse para no ir dando brinquitos.


—¿Qué hacía ella aquí? —Preguntó Akaashi de pronto.


—¿Sumire? Suele venir a ver los entrenamientos de vez en cuando, le conseguí un pase.


—Ya veo —asintió Keiji—. Nunca me invitaste a ver uno.


—Oh —la expresión de Bokuto se tornó sumamente culpable—. Lo siento…


—¿Por qué?


—No quería que vinieras —repuso en tono lúgubre.


—Ya veo.


—¡No, Akaashi, no me malentiendas! —Se asustó Bokuto al ver la expresión ensombrecida del otro chico—. ¡Solo quería cuidarte!


—¿De qué hablas?


—Es que… ¡Ahhh! —Bokuto se tiró un poco de los pelos; la gente que pasaba por allí lo miraba extrañada.


—Vayamos a un lugar más tranquilo para que me expliques qué demonios sucede —indicó Akaashi.


Unos minutos después se hallaban sentados en un banco apartado en una plazoleta de la zona. Había gente paseando sus mascotas o haciendo ejercicios, aunque no demasiada; el frío no invitaba a quedarse allí mucho tiempo. Bajo el cielo blanco y encapotado, Akaashi y Bokuto estaban sentados codo a codo, pero sin rozarse siquiera las piernas. El vaho de sus alientos cálidos mezclándose con el helado ambiente invernal dibujaba pequeñas nubes frente a sus rostros.


—¿Y bien? —Lo apremió Keiji.


—No sé por dónde empezar…


—¿Qué tal por el inicio?


Bokuto suspiró y comenzó a contarle todo, tratando de no enredarse.


Cuando recién ingresó a su nuevo equipo todo parecía idílico y soñado, y lo era, al menos deportivamente hablando. El nivel de exigencia y rendimiento era mucho mayor, pero Bokuto se hallaba muy entusiasmado por tener aquella oportunidad de probarse en las grandes ligas. Sus nuevos compañeros en general eran mayores que él, y todos se habían mostrado amables y simpáticos con los recién llegados al club. Los invitaban a salir seguido después de los entrenamientos y el club siempre organizaba reuniones y eventos para afianzar las relaciones sociales entre los jugadores, los dirigentes y los sponsors. Aquello era todo un nuevo mundo para Bokuto, y al principio lo disfrutó mucho.


Sin embargo, el primer golpe de realidad lo sufrió cuando, en una charla de hombres en los vestuarios, a él se le ocurrió contar muy alegremente que salía con Akaashi. Primeramente sus compañeros lo tomaron como una broma y luego, cuando descubrieron que no era así, la mayoría se reservó su opinión; pero hubo un par que se mostraron abiertamente en contra de una relación así, y comenzaron a molestar a Bokuto siempre que podían. Lo peor fue cuando a Bokuto lo llamó uno de los administradores del club, acompañado por el asistente de prensa e imagen, y le pidieron por favor que mantuviera su vida privada en la más absoluta discreción. Bokuto era tan solo un jugador nuevo y de reserva, a penas y había entrado a jugar en uno o dos partidos oficiales, pero aún así cualquier “desliz” de su parte podía comprometer la imagen del club. Le hablaron de su promisorio futuro, de cláusulas de contrato y cosas que Bokuto no entendió del todo. Lo único que le quedó claro es que aquel nuevo mundo de golpe se había empezado a empañar.


—¿Por qué no me contaste esto antes? —Quiso saber Akaashi cuando Bokuto se quedó en silencio, rememorando algo en particular.


—No nos veíamos tanto, y no quería hablar de algo así las pocas veces que nos juntábamos —su expresión se veía algo triste. Ni siquiera lo había podido charlar con sus amigos—. Supuse que era algo a lo que debía acostumbrarme… solo un idiota como yo no se da cuenta hasta los veinte años cómo es el mundo real.


Una brisa helada remeció las ramas desnudas de los árboles.


—¿Y cómo es el mundo real? —Preguntó Akaashi, posando su mano enguantada sobre la de Bokuto, que descansaba entre ambos sobre el banco.


—No lo entiendo —admitió Bokuto, haciendo una mueca contrariada—. Ellos dicen que no entienden lo nuestro, y yo no entiendo qué es lo que tienen que entender —sacudió la cabeza, sintiendo las ideas enredadas.


A él lo habían reclutado por sus habilidades deportivas, no por su estado civil o sentimental. Realmente no lo entendía. La ingenua y abierta mente de Bokuto no estaba acostumbrada a enfrentarse a los prejuicios sociales del mundo, quizá por haber sido criado en un ambiente de increíble tolerancia, y por haberse acostumbrado a un círculo de amigos cercanos con aquella misma apertura mental.


—¿Y qué tiene que ver Sumire en todo esto? —Indagó Akaashi entonces.


Bokuto le explicó que la insistencia de sus compañeros declaradamente homofóbicos aumentó, a tal punto que comenzaron a generarse discusiones y rencillas internas; un día casi terminan a los golpes. El manager les llamó la atención a todos, pero principalmente a Bokuto, conminándolo a que tratara de encajar mejor en el grupo, o de lo contrario lo apartarían. Por eso Bokuto se vio obligado a asistir a cuanta reunión se organizara, para hacer buena letra ante los superiores. Lo peor fue que incluso le recomendaron que saliera con alguna chica, al menos como pantalla; eran muchos los casos de homosexuales casados solo por aparentar, mientras mantenían a su otra pareja como amante. Bokuto estaba francamente horrorizado ante la idea. Sin embargo, como sus compañeros homofóbicos ya habían dejado asentado que se meterían contra Akaashi si Bokuto tenía el mal tino de traerlo consigo a algún evento, el chico tuvo que buscar una alternativa para desviar la atención y solucionar sus problemas. Fue entonces que apareció Sumire. La chica se prestó de buena gana para servirle de pantalla a Bokuto, apareciendo en los entrenamientos y acompañándolo a los eventos siempre que podía. Ella disfrutaba, rodeada todo el tiempo por jugadores de volleyball profesionales que se esmeraban en conquistar a una jovencita atractiva, y de paso ayudaba a acallar los rumores en contra de Bokuto.


—Lo siento por no habértelo contado antes, Akaashi —murmuro Bokuto cuando terminó de explicarle todo aquello.— Solo quería mantenerte al margen de todos estos malentendidos.


—Y yo pensando que te habías aburrido de mí… —musitó Akaashi dejando escapar un suspiro de alivio.


—¿Aburrirme de ti? —Bokuto abrió los ojos de par en par—. ¡Eso no me ocurrirá en esta vida ni en la próxima! —y lo rodeó con ambos brazos, estrechándolo fuertemente—. ¿Cómo pudiste pensar una tontería así?


—No sé, solo se juntaron muchas cosas… —apoyó la cabeza sobre el hombro de Bokuto—. Supongo que los dos teníamos las ideas hechas un lío.


—Bueno, mis ideas siempre son un lío…


—Cierto.


—¡Agaasheee!


Después de aclarar todo, los dos sintieron que un peso enorme se había borrado de sus hombros, si bien acordaron que, efectivamente, deberían manejar lo suyo con discreción. Bokuto parecía inconforme con eso, él siempre había estado más que dispuesto a gritar su amor a los cuatro vientos, pero Akaashi entendía que, de momento, detalles así podían ponerle obstáculos en su incipiente carrera deportiva. El mundo real no era como ellos quisieran que fuera, lamentablemente.


—Solo deberé aclararle a Sumire que disminuya un poco el contacto físico —dijo Akaashi en tono circunspecto—. Su ayuda se aprecia, pero que no se sobrepase.


—Creo que le gusta el capitán del equipo —comentó Bokuto, conspirativo, y se ganó una mirada hastiada de parte de Akaashi.— ¿Qué?


—Nada, Bokuto-san, nada —sacudió la cabeza.


Algunos copos de nieve comenzaban a caer del cielo.


—Por cierto, ¿y tu seminario? —preguntó Bokuto de pronto.


—En la semana hablaré con el profesor para tratar de recuperar de alguna forma —Akaashi no sonaba muy preocupado al respecto, puesto que sus problemas más acuciantes acababan de ser resueltos—. ¿Tú no ibas a viajar con el equipo a otra ciudad?


—Mañana al mediodía.


—Ya veo…


—Sí… —Bokuto carraspeó—. ¿Estás pensando lo mismo que yo?


—Depende —Akaashi se apartó para mirarlo a los ojos—. ¿También tienes hambre y estás pensando en comer un onigiri gigante?


Bokuto esbozó una amplia sonrisa, con los pómulos sonrosados por el frío exterior.


—Casi, yo pensaba en comerte a ti.


Akaashi pretendió meditarlo unos momentos.


—En la caja que te regaló Oikawa-san venía un condón con sabor a barbacoa…


—¡A cenar se ha dicho!


—Pero quitaremos del cabecero de la cama ese horrible amuleto que te hizo Sumire.


—¿Por qué?


—Solo lo quitaremos y ya.


Al día siguiente tendrían que separarse nuevamente, volviendo a los complicados horarios para poder verse y pasar tiempo juntos. Pero aún les quedaba toda una noche por delante, y una caja entera de extraños e interactivos condones por usar.


Quizá el mundo real no fuera como ellos quisieran, quizá nunca lo sería. Pero cuando estaban así, a solas, unidos en cada beso anhelante y cada sonrisa de felicidad compartida, el único mundo que importaba era el que creaban juntos, solo para ellos dos.


 


 


 

Notas finales:

NOTA: ¡ME QUEDÉ DORMIDA! AJAJAJAJAJAJA ¡Feliz San Valentín a todos! :3 lo siento por la demora en subir, esto iba horas antes, ya sé, pero llegué del trabajo y me morí sin darme cuenta! D: AJAJA Best Valentine ever :v En fin, acá está la actu :B aunque muchos me odien (?), terminé quitándole el lemon xDDD no sé, sentía que me sobraba o que estaba muy reiterativo (el problema de haber escrito varios ya xD), así que solo lo borré de un plumazo. Eeeeeennn fin, ya ven que no mandé a Bokuto a otro país, pero casi (?) :v wajajajaja si hay algún error loco o dedazo raro, lo siento mucho, me mareo un montón auto-beteando caps largos xD ya algún día editaré el fic completo -en un futuro lejano-. Ahora me voy a dormir unas horas más antes de ir a trabajar de nuevo D’:


 


¡Gracias por leer y por sus hermosos comments siempre! Los amodoro :3


 


 


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