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El club de los 5 por Ushicornio

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Notas del capitulo:

Familia.

CAPÍTULO 44


 


Daichi se hallaba sumido en un sueño extraño pero interesante, de esa clase en la que no quería perderse el desenlace. Era como si se tratara de una película onírica y se esforzaba en permanecer dormido para que continuara la función. Sin embargo, como ocurría la mayor parte de las veces, el mundo externo interrumpió en forma de aromas y ruidos lejanos, cortando con el hilo del sueño mientras la traicionera memoria borraba de un plumazo el sueño reciente.


Así le pasó a Daichi aquella mañana. Frunció los párpados antes de abrir los ojos, al tiempo que las últimas imágenes oníricas se desvanecían en su inconsciente; una mezcla rara de viaje épico con amigos, de batalla entre cinco reinos, soldados que usaban superpoderes con nombres de técnicas de volleyball, un peluquín volador y un ángel salvador de último minuto (la maratón de películas de “El Hobbit” del día anterior seguro tenía algo que ver). Lo que había irrumpido en su dormir fue el agradable aroma del café y tostadas recién hechas. Se incorporó entre las mantas mientras se desperezaba y enfocó la vista. Había dormido en el sillón-cama que había en la sala del departamento de Kuroo y Bokuto; la luz del sol mañanero se filtraba a través de las cortinas, en tanto los sonidos provenientes de la cocina y la ducha del baño indicaban que sus amigos ya se hallaban despiertos.


—Buen día —dijo Daichi al asomarse a la cocina y ver a Kuroo ocupándose del desayuno.


—¡Buen día, capitán! —Sonrió el otro chico con energía—. ¿Nervioso?


—No lo sé —bostezó—. Cuando termine de despertarme te digo cómo me siento…


—¡Pues yo sí estoy nervioso! —Vociferó Bokuto apareciendo con el pelo mojado y la toalla anudada a la cintura.


—A ti nadie te preguntó —aclaró Kuroo—. Además, ¿por qué estarías nervioso tú? Hoy solo tienes entrenamiento.


—¡Bro! —Los ojos de Bokutos se agrandaron—. ¡Daichibro abandona el nido! ¿No te da ansiedad a ti también? —Le preguntó gesticulando de forma exagerada—. ¿Y si le cuesta encajar? ¿Y si no le cuesta? ¿Y si se hace otros amigos? ¿Y si se consigue un grupo que le guste más y se olvida de nosotros?


—No tendré tanta suerte —sonrió Daichi mientras tomaba las tazas de los tres para llevarlas a la mesa.


—¿Lo ves, Bro? ¡Ya nos está abandonado mentalmente!


—Deja de exagerar, maldito ridículo —lo regañó Kuroo—. Y deja de mostrar tu culo pelado en la cocina, ve a vestirte antes de desayunar.


—¿En serio sigo peladito? —Bokuto se marchó hacia su habitación, frotándose el trasero en el camino.


Aquel sería el primer día en su nuevo trabajo para Daichi, y su grupo de amigos parecía más ansioso que él mismo al respecto. La verdad era que Daichi tenía un pequeño nudo alojado en el estómago desde hacía unos días, y el peso se iba incrementando a medida que se aceraba su debut en el mundo laboral profesional. No obstante, él manejaba la intranquilidad de forma mucho más firme que sus amigos; de hecho, que ellos se pusieran inquietos en su lugar lo ayudaba a relajarse. Siempre solía mantener la calma cuando el resto la perdía, así que aquella panda de locos lo ayudaba aún sin saberlo.


Desayunaron los tres juntos al tiempo que Bokuto les contaba sobre sus últimos entrenamientos. Era una mañana como cualquier otra que hubiesen compartido; incluso se escuchaba a Oikawa cantando al otro lado de la pared, entonando “Wake me up before yu go-go” al compás de la música, seguramente mientras se duchaba. Nada indicaba que aquella mañana fuese distinta a todas las otras que habían compartido durante los últimos cuatro años, como si aquel día no diera inicio al camino de cada uno por separado. Daichi empezaría su primer trabajo profesional, Oikawa comenzaría su internado en Medicina, Kuroo iniciaría sus cursos e investigaciones doctorales en una nueva sede de la Universidad, en tanto Bokuto y Ushijima… bueno, ellos ya estaban forjando su propio camino hacía un tiempo ya.


La puerta de entrada se abrió de par en par de golpe, y por ella apareció Oikawa en pose teatral.


—“Taaaaaaaake meeee to the magic of the moment on a glooory niiight…” —entró cantando “Wind of change”, de Scorpions—. “When the childrens of tomorrow dream awaaaaay in the wind of chaaange…


—Nadie diría que aún faltan tres semanas para que llegue Iwaizumi a Tokio —comentó Kuroo mientras el otro chico tomaba una tostada y la usaba de micrófono para seguir cantando—. Te ves ridículamente animado.


—Déjame, estoy calmando mis nervios con la magia de los ochenta —untó mermelada sobre la tostada y los miró a todos—. ¿Listos para el gran día?


—No —denegó Bokuto inmediatamente.


—Eres el único que hoy no empieza nada nuevo, no necesitas estar listo —replicó Tooru.


—Debo preparar mi corazón para verlos partir.


La tostada crujió entre los dientes de Oikawa.


—Oye, oye, ¿desde cuándo eres más dramático que yo?


Bokuto iba a responder algo pero lo interrumpió un silbido apreciativo de Kuroo. Los otros dos chicos voltearon para ver a Daichi, quien venía recién duchado y luciendo su traje formal de trabajo.


—Ya me han visto en traje antes —rezongó Daichi al ver que Kuroo sacaba el celular para tomarle fotos.


—Sí, pero hoy es especial.


—Es mi primer día de trabajo, no de primaria.


—Más memorable aún —Kuroo le sacó varias fotos—. Hoy comienzas a ser un miembro adulto, remunerado y productivo para la sociedad.


—¡Hey, yo soy remunerado hace tiempo y no me has felicitado por ello! —se quejó Bokuto entonces.


—Te hicimos una fiesta en casa y nos disfrazamos de una veintena de Akaashis, Bro —le recordó su amigo—. ¿Qué más querías? ¿Una tarjeta de felicitación musical?


—Así que soy adulto remunerado y productivo —Koutaro se miró sus propias manos, maravillado del status social del cual recién tomaba conciencia.


—Dejémoslo en “remunerado y productivo” —puntualizó Oikawa mientras le echaba mermelada a otra tostada—. Lo de “adulto” sigue en duda.


Una vez que los cuatro estuvieron listos, salieron juntos del departamento. Era una agradable mañana de Abril, soleada y despejada; las copas florecidas de los cerezos se podían apreciar entre los techos de las casas vecinas. Justo en ese momento los cuatro recibieron un mensaje de celular, pues Ushijima les había enviado una foto al grupo; en ella se los veía a él y Shirabu mirando a la cámara y haciendo el signo de la victoria, deseándoles suerte en su primer día. Ambos habían viajado juntos a Estados Unidos a finales de Marzo, pues Kenjiro había conseguido un intercambio de unos meses.


—¡Oh, es verdad, debo enviarle fotos a Suga! —Recordó Kuroo entonces.


—No hace falta —dijo Daichi a su vez.


Suga aún no había conseguido una aceptación laboral en Tokio, por lo que aún no había viajado para asentarse en la gran ciudad. Daichi, por su parte, ya no podía vivir en los dormitorios universitarios, y por eso momentáneamente estaba parando en el departamento de sus amigos.


—¡Claro que sí hace falta! —Kuroo sonrió, ladino—. Y ya que Suga no pudo estar aquí para darte tu despedida matrimonial antes de irte a trabajar, te la daremos nosotros.


Daichi no tuvo tiempo de cubrirse antes de que los otros tres le saltaran encima para plantarle un beso grupal en cada mejilla. Y esa fue la foto que llegó al celular de Koushi instantes después: Daichi mitad riendo y mitad frunciendo el gesto, mientras Oikawa le plantaba un beso en la mejilla derecha, Kuroo le lamía la mejilla izquierda y Bokuto le mordía la coronilla.


—¡Estamos en la vía pública! —Refunfuñó Daichi, sacando un pañuelo para limpiarse la cara babeada por Tetsuro; los otros solo rieron en respuesta. En verdad no había tanta gente a su alrededor, era demasiado temprano.


Siguieron caminado juntos un par de cuadras más, sin demasiada prisa porque todos iban bien de horario y, además, porque tácitamente ninguno quería llegar a la esquina en la que deberían dividirse. Anteriormente aquel camino lo hacían juntos hasta el campus universitario y solo se separaban a la hora de dirigirse cada quién a su Facultad y Departamento respectivo. No obstante, ya no volvería a ser así.


Era una mañana como cualquier otra, y al mismo tiempo no lo era. Durante algunos metros de caminata ninguno de los amigos dijo nada, cada uno cavilando lo que el día les depararía por delante. Lo que los sacó de su pensativo silencio fue Oikawa, silbando nuevamente la introducción de “Wind of change”, de Scorpions, hasta terminar cantándola.


—… “Did you ever think that we could be so close, like brooothers” —iba entonando por lo bajo—. “The futures in the air, I can feel it everywhere…


Y por fin llegaron a la consabida esquina.


—Bueno —Kuroo miró a sus amigos con una sonrisa cargada de confianza—, nos veremos en la cena.


—Si sobrevivimos —dijo Bokuto, melodramático.


Se dieron los últimos ánimos y entonces cada uno salió en una dirección distinta, perdiéndose entre el ruido del tráfico y los transeúntes. Oikawa se unió a la procesión de estudiantes que se dirigían al campus universitario, pues el Hospital quedaba próximo, y Bokuto se acercó al paradero de buses con el bolso de entrenamiento a sus pies; en tanto Kuroo y Daichi entraron a la zona del metro, aunque en andenes enfrentados.


A partir de allí cada uno tomaba su propio camino, cada uno debía lidiar por separado con sus propias expectativas y ansiedades ante el nuevo porvenir, y cada uno se despedía a su modo de esa época a la que le habían dado cierre bajo las estrellas de aquella última noche de verano. Sin embargo, a pesar de ir cada uno por diferentes rumbos, todos tenían la misma melodía resonando en la cabeza, cortesía de Oikawa:


Take me to the magic of the moment on a glory night… Where the childrens of tomorrow dream away, in the wind of change”. 


.


 


.


 


.


Aquella misma tarde, mientras el sol se escondía detrás de los edificios de la ciudad, Kuroo volvía en el metro en dirección a su departamento, sintiéndose muerto de cansancio. Había sido un primer día interesante pero agotador, solo quería llegar a su casa a descansar las neuronas después de recibir tanta información nueva y de realizar tanta burocracia académica. La gente a su alrededor también iba con el semblante algo mustio, pues a esas horas del día la mayoría ya tenía la batería un tanto agotada. Al ver a unas adolescentes cuchicheando mientras observaban la pantalla del celular de una de ellas, Kuroo recordó que había silenciado su propio teléfono, y al sacarlo del bolsillo se encontró con varias llamadas perdidas de su padre. Suspiró, resignado, pero no le devolvió el llamado de inmediato. Guardó el celular una vez más y se quedó observando el paisaje urbano a través de los cristales del metro, mientras su mente volaba hacia recuerdos no tan lejanos a medida que el transporte avanzaba velozmente con su traqueteo constante.


Después de su graduación universitaria Kuroo había querido hablar con sus padres sin perder tiempo, pero ellos le propusieron primero ir de cena de festejo y luego pasar a los temas serios. Kenma los acompañó, por supuesto, porque los padres de Tetsuro lo consideraban parte de la familia y daban por descontado que estaría en el festejo por la graduación de su hijo. Fueron a cenar a un buen restaurante, pidieron los mejores platos y las mejores bebidas. Su padre no paró de contar con orgullo anécdotas sobre Tetsuro, desde su infancia hasta la actualidad, a pesar de que todos los presentes en la mesa ya las conocieran todas. Kuroo trató de relajarse y pasarla bien en agradecimiento a sus padres, pero lo que quería contarles seguía presionando su pecho y su garganta, aunque lo ocultara con sonrisas y chistes estúpidos sobre su último tiempo en la universidad. Su padre reía alegremente de cada una de sus tontas historias, la mayoría de las cuales involucraban a su ridículo grupo de amigos, pero su madre solo sonreía y lo miraba fijo, como si leyera la verdad detrás de su esfuerzo por aparentar. Kenma, a su lado, no parecía nervioso ni tampoco lo presionaba para que por fin hablara.


Pero Kuroo quería hacerlo, quería compartir con su familia aquello que sentían. Quería que lo supieran y que estuviesen orgullosos no solo de sus logros académicos, si no de los personales también. Quería que compartieran con él su felicidad, esa que aún construían torpemente junto con el chico que se sentaba a su lado, quien parecía excesiva y sospechosamente interesado en el relleno de su porción de tarta de manzana y canela, quizá porque su analítica mente ya había previsto que Kuroo estaba por lanzar la bomba. Y así fue. No usó palabras cursis ni argumentos complejos, simplemente cuando su padre pasó por el tema de las mujeres y las parejas, Kuroo le anunció que ya estaba saliendo con Kenma.


 Y el caos se desató.


Su padre primero lo tomó a broma y, cuando por fin comprendió que aquello no era un chiste, comenzó con la negación, incapaz de aceptar lo evidente. Su esposa solo bebía vino en silencio y jugueteaba con la punta de una servilleta. El hombre al instante apeló a los padres de Kenma, y al descubrir que ellos tampoco apoyaban la situación, pronto convocó una reunión familiar completa; así abandonaron el restaurante sin más dilación, todos tensos y desazonados.


En menos de tres horas Kuroo pasó de estar dando su orgulloso discurso de graduación ante un auditorio repleto, a recibir todo un discurso sobre género, sexualidad y moralidad en el living de su casa, rodeado de sus padres y los de Kenma. Ambos chicos permanecían sentados lado a lado, sin decir nada, mientras sus padres pasaban de la aceptación condescendiente sobre su “confusión”, a la más rotunda de las negativas ante su “desviación”, pasando por buscar las culpas entre ellos sobre cómo los criaron hasta entonces. La única que no aportaba opinión era la madre de Kuroo, que al llegar a la casa había abierto otra botella de vino y tomaba de su copa sin prisa pero sin pausa, mientras escuchaba la charla de su marido y sus vecinos de toda la vida.


—Tal vez… Tal vez es solo una etapa —dijo al fin la madre de Kenma—. Han estado demasiado unidos desde pequeños, quizá ese fue nuestro error, dejarlos estar así… Y, bueno, están en una etapa de confusión, eso es todo —se llevó una mano al cuello nerviosamente, como ya había hecho una docena de veces durante toda la tarde—. Con un poco de tiempo lo superarán…


Kenma observaba a su madre con gesto tranquilo, casi aburrido, como si se tratara de un videojuego mal programado que le despertaba poco interés. A Kuroo le sorprendía su calma, en apariencia al menos, pues quizá por dentro estaba más inquieto de lo que dejaba ver. Sin embargo, él mismo, Tetsuro, se pasaba el rato cerrando los puños y tensando la mandíbula ante los descabellados argumentos de sus padres sobre su “desviación” o “confusión”. Aún no les habían permitido hablar y defender su postura, a penas y habían podido pronunciar unos escasos “Lo siento”.


—Por eso pensamos que un tiempo apartados es lo mejor que les puede pasar —comentó entonces el padre de Kenma—. No nos hace felices mandar lejos a nuestro hijo, pero con suerte eso es lo que necesita… Dejar de depender tanto de Tetsuro-kun y ver algo más de mundo… Conocer otra gente…


—Ya conozco otra gente, tengo otros buenos amigos —intervino Kenma en tono tranquilo pero con gesto cansino. Había tratado de contarles a sus padres sobre sus progresos sociales, pero ellos pensaban que todos esos progresos solo dependían de su amistad con Kuroo, como si su hijo fuese un inválido social o algo así.


—¿Ya puedo hablar? —Preguntó Kuroo sin poder contenerse más—. ¿Ya podemos contar nuestra versión?


—Todavía no, jovencito —lo atajó su propio padre—. Tu madre aún no ha hablado —miró a su mujer, que acababa de descorchar otra botella de vino y lo servía en su copa de forma generosa—. Querida, ¿tienes algo para decir?


—¿Ya terminaron todos ustedes de hablar? —Lo señaló a su marido y al otro matrimonio; su voz sonaba un poco estridente por el alcohol.


Los demás asintieron mientras su esposo se acercaba con intención de quitarle la copa de las manos.


—Cariño, creo que no es el momento para beber…


—¿No? Pues a mí me parece un momento ideal —Ella esbozó una sonrisa encantadora y se apartó para que no le arrebatara la copa, tras lo cual fue y se paró en medio de la sala.— Sobria no habría podido soportar toda esa cantidad de imbecilidades dichas en el living de mi propia casa —le dio otro trago a la copa—. Se me han muerto más neuronas por escucharlos a ustedes que por tomar este vino, sépanlo.


—Querida…


—Cállate, hazme el bendito favor —le espetó la mujer—. Es mi turno de hablar, ¿no?


El nudo de nervios en el estómago de Kuroo se hizo más pesado, pero por algún extraño motivo la tensión de sus hombros se aligeró de pronto. Quizá lo ayudó atisbar por el rabillo del ojo cómo Kenma escondía una breve sonrisa, aún en medio de toda esa tensa situación, pero sobre todo fue por ver a su propia madre allí de pie, con las mejillas encendidas y la mirada aguda, desafiante, felina.


—Pues bien… Tetsu, Kenma —miró a los chicos—, nos vamos.


Hubo un silencio desconcertado que duró varios segundos.


—¿Se van? —Se extrañó el señor Kozume.


—Sí, nos vamos —confirmó la mujer—. No pienso quedarme un segundo más viendo cómo insultan a mi hijo y a su pareja, a quien aprecio como a un hijo, por cierto.


—P-pero… No hemos insultado a nadie —barbotó la madre de Kenma.


—Tratan sus sentimientos como algo aberrante y lo rebajan a una “confusión”, conveniente para sus estándares morales de la Edad de Piedra —replicó la otra mujer con sorna—. No, para nada insultante, ¿eh?


—Pero son hombres los dos…


—¿Y QUÉ? —señaló a los dos chicos—. ¡Están ahí, sentados con la cabeza baja como si estuviesen confesando un crimen, y solo nos están contando que están enamorados! ¿Cuál es el delito en ello? —Respiraba agitada por el enojo—. ¡Están ahí, diciéndonos “lo siento”, pidiéndonos disculpas por querer a alguien! ¿No te suena increíblemente absurdo? —hizo otra pausa—. No crié a mi hijo para que estuviese aterrado de contarme sobre su felicidad, ni sobre sus penas, ni sobre nada. No crié a mi hijo para que un par de imbéciles, su padre incluido, lo humillen por ser quien es y por amar a quien se le dé la gana de amar —vació la copa de un trago y la dejó con fuerza sobre una mesa auxiliar—. Tetsuro, Kenma, nos vamos.


Los otros tres adultos también se pusieron de pie como resortes.


—Querida, las cosas no se resuelven así —dijo el señor Kuroo siguiendo a su mujer, quien se tambaleaba un poco mientras iba por su cartera y las llaves del auto.


—Ahora mismo no quiero verte a ti ni a ellos —indicó con un gesto al matrimonio Kozume—. Ninguno de ustedes está dispuesto a dialogar en este momento, solo quieren controlar y juzgar según les parece —lo miró de arriba abajo, enojada—. Elegiste mal a la madre de tus hijos si pensaste que me pondría de tu parte el día que decidieras despreciar a uno de ellos por no adecuarse a tus gustos —volvió a fijarse en los chicos—. En serio, nos vamos.


—Mamá, no puedes conducir, has bebido…


—¿Quién dijo que conduciría yo? —Replicó ella, lanzándole las llaves de su auto a Tetsuro—. Nos vamos. Sácame de aquí, hijo, antes de que le parta la botella de vino en la cabeza a tu padre o a tus “suegros”.


Kuroo se puso de pie sumamente desconcertado mientras Kenma le hacía un breve gesto de despedida respetuosa a sus padres y salía detrás de la otra mujer.


—Lo siento, papá —fue todo lo que atinó a decir Tetsuro una vez más. Sabía que su padre era muy aferrado a su mujer, la situación era de pérdida doble para él.


El hombre solo lo miró, sin encontrar las palabras para responderle; se lo veía increíblemente derrotado. Los padres de Kenma parecían haber enmudecido y ni siquiera se movieron mientras los demás salían de la casa. Tetsuro, al pasar junto a ellos, se detuvo e inclinó un poco la cabeza.


—No volveré a decir “lo siento” por estar enamorado de su hijo —dijo en tono serio—. Pero tampoco quiero faltarles el respeto a ustedes, porque son los padres de la persona que quiero —se irguió cuan alto era, mucho más que los dos adultos ante él—. Solo quiero que sepan que estaré del lado de Kenma incluso si ustedes deciden no estarlo más. Con permiso.


Afuera ya había caído la noche y el barrio estaba tranquilo, completamente ajeno al revuelo que acababa de armarse dentro de la residencia de la familia Kuroo.


—Siéntate adelante tú también, cariño —le dijo la madre de Kuroo a Kenma—. Prefiero ir atrás, estoy algo cansada y hay más lugar allí.


Kuroo tomó lugar frente al volante sin decidir todavía cómo sentirse, solo dando las gracias por haber sacado la licencia de conducir al cumplir los dieciocho, aunque rara vez condujera. Mientras él ponía en marcha el vehículo, su madre se recostó a lo largo en el asiento trasero.


—Lo siento si fui un poco agresiva, chicos —dijo la mujer entonces, con los ojos cerrados—. Pero me sacaron de quicio.


—No fue agresiva —denegó Kenma—. Fue genial.


—Aunque me siento como un niño protegido por su mamá —murmuró Kuroo, apenado.


—Soy tu mamá, y eres mi niño, no importa la edad que tengas —aclaró ella, sonriendo aún con los ojos cerrados y la nariz enrojecida por el vino.


Tetsuro sonrió a su vez, mirándola por el espejo retrovisor.


—Gracias por ponerte de nuestro lado, mamá.


—Estoy de tu lado desde que supe que estaba embarazada de ti, Tetsu —se acomodó mejor sobre el asiento para poder echarse una siesta—. Estuve en trabajo de parto casi por veinticuatro horas antes de poder darte a luz, ¿sabes? —Su voz sonaba soñolienta—. No me partí las caderas durante un día entero hace más de veinte años por amor al dolor, si no por amor a ti.


A los pocos minutos la mujer parecía dormitar plácidamente, rendida ante el cansancio del día y las tres botellas de vino que se había tomado sola. Kuroo sabía que su madre era una buena bebedora y tenía resistencia, pero aquel día se habían juntado muchas cosas.


—Parecías muy tranquilo allí en casa —le comentó Kuroo a Kenma mientras se detenía en un semáforo en rojo.


—Ya había tenido esa charla con mis padres, no era nada nuevo para mí —repuso el otro chico con calma, mirando a través de la ventanilla—. Además, tú estabas allí.


—¿Y eso qué?


Kenma lo miró un momento.


—Que es más fácil afrontar lo que sea si estamos juntos —y volvió a fijar la vista en una tienda de videojuegos que estaba cerrada a esas horas.


El semáforo cambió a la luz verde y Kuroo continuó conduciendo por las calles de Tokio hasta llegar a su departamento. Entre él y Kenma ayudaron a su madre a bajarse el auto y la llevaron hasta la habitación de Kuroo, donde la taparon bien en la cama para que durmiera adecuadamente. Ellos dos durmieron en la habitación de Bokuto, quien no llegaría al departamento hasta el otro día.


La madre de Kuroo pasó el día siguiente con ellos, e incluso compartió con el resto de sus amigos cuando llegaron al departamento de los chicos a pasar el día. Oikawa especialmente quería conocer alguna anécdota vergonzosa de Tetsuro para poder burlarse de él luego, y Bokuto solo quería conocer más sobre la infancia de su bro. Entre charlas y anécdotas, descubrieron que la madre de Kuroo y la de Bokuto habían sido senpai y kohai respectivamente durante la preparatoria, y que habían sido muy unidas durante un año entero (eran revoltosas y pasaban mucho tiempo juntas en detención), hasta que la primera se graduó y luego perdieron contacto.


—Era el destino, Bro —se maravilló Bokuto entonces—. Estábamos destinados a ser bros desde antes que nuestras madres nos concibieran.


—Bro.


—Bruh.


Por supuesto, a mitad de aquel día el padre de Kuroo se puso en contacto con su mujer y, aunque obligado por las circunstancias, prometió empezar a ser más tolerante. Los padres de Kenma tardaron unos días más en mostrarse algo comprensibles, pero al menos desistieron sobre la idea de mandarlo lejos con su abuelo.


—No es como si les hubiese servido de mucho hacerlo —le comentó Kenma a Kuroo—. Hace poco le conté a mi abuelo que salgo contigo y dijo: “Estupendo, a ese chico le sobra la energía que a ti te falta, hacen buena pareja”.


Un mes había pasado de todo aquello, y ahora Kuroo podía rememorarlo con cierta tranquila nostalgia, sin sentirse angustiado y sin tener que ocultarle nada a su familia, sobre todo algo que lo hacía feliz. Desde entonces su padre lo llamaba seguido, tratando de enmendar el mal momento vivido como familia. Kuroo se alegraba de que todo hubiese encontrado su cauce de alguna forma, pero era difícil acostumbrarse a encontrar unas diez llamadas perdidas de su padre, que solo lo contactaba para hablar sobre tonterías del día a día.


El metro por fin llegó a la estación donde se bajaba Kuroo, y quince minutos más tarde el chico arribaba a su departamento, esperando poder cenar con sus amigos y charlar sobre lo que habían hecho en el día. Sin embargo, Daichi avisó que había sido abducido por sus superiores hacia un bar, para darles las bienvenida a los nuevos; Oikawa mandó mensaje contándoles que estaba muriendo lentamente de estrés en su primer día de internado y que no sabía a qué hora regresaría a casa; y Bokuto fue atrapado en uno de los tantos eventos de publicidad deportiva a los que solían acarrearlo porque era fotogénico y simpático. Ushijima no se conectaría para hacer video-llamada aquella noche porque, seguramente, andaría por ahí con Shirabu al otro lado del mundo, teniendo citas en inglés.


Sin ganas de cocinarse para él solo, Kuroo a penas comió algunas sobras recalentadas de la cena anterior y un ramen instantáneo. Mientras esperaba que su comida improvisada se calentara, prendió elcomputador para imprimir la foto de aquella mañana, esa que se sacaron todos juntos apretujando a Daichi. En cuanto tuvo la foto impresa le pegó en una esquina un sticker de una vaca, como hacían con todas las fotos en las que faltaba Ushijima (y en las que faltó Oikawa durante un año agregaron el sticker de un Alien, por supuesto); luego fue y la pegó en la pared junto a todo el inmenso collage de fotografías que coleccionaba sobre sus mejores años, justo junto a la foto que los cuatro se habían sacado con la madre de Kuroo, el día que la mujer se quedó en el departamento con ellos.


Hay una familia que te la da la sangre, y otra que te la da la vida. Y Kuroo tenía lo mejor de ambas. 


.


 


.


 


.


La primera semana pasó en una lenta y agotadora agonía para los chicos. Ajustarse a sus nuevos horarios y labores les estaba resultando bastante duro, y durante varios días parecieron una horda de amigos salidos del casting de The Walking Dead. Incluso Bokuto estaba cansado porque no solo entrenaba con su Club, si no que también se había cambiado de carrera a una de corta duración, en la que le sirvieran las equivalencias de las materias que había logrado aprobar los años anteriores. Dado que la duración era menor y la exigencia académica también, si todo marchaba bien, aquel mismo año podría obtener su título académico. Ninguno de sus amigos entendía por qué Bokuto estaba tan empecinado en sacarse un título cuando su carrera profesional deportiva iba en auge, pero él solo respondía que no quería quedar por detrás de Akaashi.


—Incluso si no pudiese jugar más al volleyball por la razón que fuera, quiero tener un modo para poder ser un adulto productivo y remunerado —les explicó un buen día, mientras se concentraba en unos textos—. No quiero que Akaashi deje de estar orgulloso de mí y me bote.


Solo por aquella vez, Oikawa no se burló de su amigo. Él, Kuroo y Daichi compartieron una mirada cómplice y continuaron preparando la cena. Incluso Bokuto comenzaba a pensar en planes a largo plazo hacia el futuro.


Llegado el fin de semana los amigos se reunieron para ver por televisión el siguiente partido en el que Bokuto entraría como titular. La cancha parecía brillar para él, y su equipo ganó con unas muy buenas jugadas de su parte. Aquella noche, en cuanto Bokuto llegó al departamento, los chicos lo esperaban con un banquete de carne especial para él, pero Koutaro entró lagrimeando y ni reparó en el olor a carne asada, solo se lanzó a abrazar a Kuroo.


—¿Qué paso, bro? —Quiso saber el otro chico.


—¿Bokuto? —Lo llamó Daichi, preocupado.


Akaashi, que venía detrás de Bokuto, cerró la puerta al entrar al departamento y les hizo señas a los demás para que supieran que todo estaba bien.


—¡Broooooooooooooo!


—¿Qué?


—¡Oiwakaaaaaaaaaaaaaaa!


—¿Qué? ¿Qué sucede?


—¡Daichibroooooooooooooo!


—Cuéntanos, Bokuto.


—¡Ushibrooooooooooooo!


—¿Qué pasa? —La voz de Ushijima llegó desde el laptop en la mesa, conectado a video-llamada.


—¡Hoy sucedióooo! —Sollozó con fuerza—. ¡Hoy me lo dijeron!


—Akaashi, cuéntanos tú antes de que lo golpee con su porción de carne asada —pidió Oikawa, exasperado—. Y entonces tendrá más motivos para llorar.


Akaashi asintió, conocedor profundo de la exasperación que podía provocar Bokuto.


—Después del partido varios niños le pidieron un autógrafo —comenzó a explicar Keiji—, y uno de ellos le dijo que quería ser como él cuando crezca.


—¡Autógrafos, bro! ¿Puedes creerlo? —Sacudió a Kuroo por los hombros—. ¡Y soy el héroe de un niño! ¡Quiere ser como yo!


—Suponiendo que el chico aspire a tus logros deportivos, y no a tus capacidades intelectuales… ¡Eso es genial! —Comentó Oikawa alzando ambos pulgares.


—Está feliz, sé amable —masculló Daichi por lo bajo, dándole un codazo; Kuroo asintió, apoyando la idea.


Bokuto no paraba de rememorar el momento en el que el niño, a hombros de su padre, se había acercado para decirle que había sido el mejor jugador del partido: “¡Porque eres genial y haces que todos se diviertan!”, fueron sus textuales palabras. Koutaro siguió alucinando toda la noche con su nuevo título de héroe inspirador y, mucho después de que todos se marcharan a dormir, Kuroo y Daichi debieron asomarse a su cuarto para amenazarlo y que así parara de decir frases deportivo-heróicas frente al espejo de su habitación.


—¡SON LAS TRES DE LA MAÑANA! —Le espetó Daichi.


—¡Si no detienes tus discursos de Fantastic Olwman, esta vez te afeitaremos las bolas! —Lo amenazó Kuroo, cinta adhesiva en mano.


—¡Está feliz, sean amables! —Les llegó la voz de Oikawa desde el otro lado de la pared—. Pero si pueden, usen la cinta en su boca.


Entonces Bokuto por fin se calmó un poco.


—Gracias —les dijo Akaashi, que estaba acostado en la cama sin poder pegar un ojo aún.


Durante el domingo los demás tuvieron el día libre, pero a Oikawa le tocaba asistir al internado de todas formas. Los médicos a cargo lo felicitaban por su buen manejo interpersonal, ya que Tooru tenía buena comunicación con los pacientes y lograba calmar incluso a los niños que llegaban a urgencias con medio dedo sangrante colgando. Sin embargo, Oikawa se sentía demasiado superado por la avalancha interminable de casos por atender y asistir, y solo era su primera semana. Dos años más de internado y especialidad, y podría considerarse muerto en vida.


Aquella noche llegó totalmente rendido a su departamento, replanteándose todas sus decisiones de vida y especulando con huir del país para asentarse en el Himalaya y volverse monje tibetano. Lo único que lo detenía era la perspectiva de tener que rapar su hermosa y bien peinada cabellera.


—Estoy en casa —anunció al entrar a su hogar.


La respuesta siempre era un apacible silencio, pero nunca pudo quitarse la costumbre de decir aquella frase cada vez que llegaba.


—Bienvenido.


Tooru dio un respingo y dejó caer el bolso al suelo, azorado. Iwaizumi estaba en la sala de su departamento, acuclillado junto a la pared mientras arreglaba un toma corriente. Oikawa lo observó inmóvil durante varios segundos.


—¿Estás bien? —Quiso saber Iwaizumi mientras se erguía, frotándose las manos para quitarse el polvillo—. Hay comida si…


—Un momento, ya regreso —dijo Tooru, dándose medie vuelta y saliendo del apartamento.


Fue hasta la puerta vecina y la aporreó un par de veces antes de abrirla sin más miramientos.


—¡Ayuda! —Pidió entrando como un loco—. ¡No sé si estoy padeciendo un surmenage o es producto del estrés por el internado, pero mis fantasías sobre Iwaizumi arreglando la casa se volvieron 3D y…! —Se detuvo en seco—. ¿De nuevo?


Al llegar a la sala de sus amigos se encontró una escena de lo más extraña: Kenma estaba recostado sobre el suelo, con las piernas flexionadas; Akaashi estaba inclinado sobre él, con las manos y los pies apoyados a los costados del otro chico; Bokuto se hallaba parado justo detrás de Keiji, apoyado contra las caderas alzadas del muchacho, al tiempo que se inclinaba de costado para posar la mano derecha en el suelo; y Kuroo se hallaba de espaldas a Bokuto, apoyando su trasero contra el de su amigo, mientras se inclinaba para tocarse las puntas de sus propios pies. Además, los cuatro estaban en ropa interior y solo Kenma tenía puesta una sudadera.


—¿Qué sucede con Iwaizumi 3D? —Preguntó Kuroo como si tal cosa.


—Nada, olvídalo, sigan con lo suyo —Oikawa se dio media vuelta para salir una vez más, pero se detuvo en la puerta—. Por cierto, por algo les regalé el cartel para la puerta que dice “No molestar, felices los cuatro”, ¿recuerdan?


—No estamos todos felices —musitó Kenma, cansado.


A los pocos segundos Tooru volvía a su propio departamento para encontrarse a Iwaizumi cruzado de brazos en el recibidor, esperándolo.


—La calidad de mis fantasías ha subido a HD —se dijo Oikawa, rascándose la barbilla—. Increíble.


—Estás tan ojeroso que por esta vez dejaré pasar tus ridiculeces —masculló Hajime a su vez y abrió los brazos—. Dame la maldita bienvenida de una jodida vez, Tontooru.


Oikawa saltó a abrazarlo y terminaron cayendo al suelo.


—Incluso hueles como el real —murmuró Tooru mientras le olisqueaba el cuello.


—Me haces cosquillas —rezongó Iwaizumi, pellizcándole el trasero—. Y me aplastas, Culogordokawa.


—¡Ah, la operación! —De un brinco se apartó de Hajime y se puso a palparle el abdomen—. ¿Estás bien? ¿Te duele algo?


Iwaizumi dejó escapar un leve resoplido pero lo dejó hacer. Desde que lo habían operado de aquella apendicitis de urgencia, Oikawa se había puesto muy paranoico con la salud de Hajime.


—Estoy perfectamente, no pasa nada —aseguró Iwaisumi, poniéndose de pie y extendiéndole la mano para que también se levantara,


—Perfectamente —repitió Tooru en tono suspicaz—. Entonces, ¿esto qué es? —Señaló una banda curita que cubría un par de dedos en la mano de Hajime que acababa de tomar.


—Solo me cayeron unas gotas de aceite caliente en mi último día trabajando en el restaurante —le explicó, resignado.


—¿Y desinfectaste bien la herida? ¿La has limpiado regularmente? ¿Ye has aplicado crema para quemaduras? Por cierto, ¿tienes la vacuna antitetánica puesta? Trabajas mucho con herramientas punzantes y…


—Cállate —lo besó a conciencia durante unos instantes, silenciándolo, pero se detuvo en cuanto Oikawa se le pegó como un pulpo—. Está la cena lista, debes comer… comer comida —aclaró al ver la mirada encendida que el otro le dedicó a sus partes bajas.


A pesar de que el plan original era que Iwaizumi llegara a Tokio en tres semanas más, el chico había arreglado todo para poder viajar y asentarse allí mucho antes; no le había dicho nada a Oikawa porque obviamente quería sorprenderlo.


—Quiero llorar de felicidad —dijo Oikawa, degustando el arroz con curry que había preparado Hajime—, pero mis lagrimales no funcionan; gasté todas mis emociones del día en la sala de parto.


—¿No es un poco pronto para tu internado en Ginecología? —Se extrañó Iwaizumi.


—Sí, solo me enviaron para asistir porque estaban algo cortos de personal —miraba su plato de comida con ojos desenfocados—. Creí que nada superaría la visión de encontrar a mis amigos abotonados después de una orgía, pero, ufff… —dejó salir una gran bocanada de aire—. El milagro de la vida tiene menos que ver con el bebé en sí, y más con que esa pobre mujer no se haya partido en mil pedazos, qué terrible…


Mientras comían y charlaban, Iwaizumi le pasó unos paquetes que le enviaban a Oikawa desde Miyagi: su madre le había mandado los álbumes viejos que su hijo le había pedido (para poder competir con Kuroo en una apuesta de “recuerdos con mi amigo de la infanciaal que hoy me follo”), y la madre de Iwaizumi le enviaba unos panes de leche caseros que ella misma había hecho. También les habían enviado provisiones, ropas y cosas que solo una madre considera necesarias. Oikawa sonrió, pesando que ellos habían tenido mucha suerte de tener unas familias unidas e incondicionales.


—¿Y Wasabi? —Preguntó Tooru entonces; sabía que el perro era muy apegado a Iwaizumi y su partida iba a afectarlo, seguramente. No podía culpar al animal, en verdad, pues a él le había pasado lo mismo.


—Ahora mismo no puedo traerlo con nosotros —respondió Hajime—. Pero en cuanto podamos mudarnos a un lugar más grande, lo traeré.


Oikawa asintió, distraído. Todavía le costaba caer en la cuenta de que por fin conviviría con Iwaizumi, que sería para siempre, y que pronto las cosas deberían seguir cambiando para adaptarse a las nuevas necesidades de una vida adulta compartida. Su cerebro embotado no terminaba de procesar esa información, sobre todo porque no dejaba de distraerse con los sonidos extraños y contundentes que llegaban desde el departamento vecino, algunos seguidos de quejidos o exclamaciones. Iwaizumi ignoraba sin problemas los ruidos, pero el semblante de Oikawa se iba oscureciendo con cada nuevo sonido que se escuchaba.


—Ya me cansaron con sus orgías —anunció Tooru poniéndose en pie de pronto.


—Déjalos, Oikawa.


—No lo dejaré pasar esta vez.


—Están en todo su derecho de pasarla bien —puntualizó Iwaizumi.


—Pues no, no están en su derecho —renegó Tooru—. ¡No si ese derecho me excluye a mí!


Hajime alzó una ceja.


—¿Disculpa?


Las mejillas de Oikawa se inflaron en claro gesto contrariado.


—Las otras veces que se montaron orgías lo dejé pasar porque tú no estabas aquí —se puso las manos en las caderas—. ¡Pero ahora sí podemos participar!


Hubo un silencio.


—¿Ese era tu problema? —Iwaizumi se pasó una mano por la cara—. ¿Que no podías participar en las orgías raras de tus amigos?


—¡Por supuesto! —Le tomó la mano por encima de la mesa, tirando de él—. ¡Vamos!


Hajime no tenía la más mínima intención de compartir con otras personas su intimidad con Oikawa. Al menos no ahora, prefería un reencuentro más tranquilo y privado; ya en otra oportunidad podrían alocarse. No obstante, se dejó arrastrar por Tooru, sabiendo lo que sucedía en el departamento vecino.


—¡Llegó el alma de la fiesta! —Exclamó Oikawa al ingresar nuevamente al hogar de sus amigos; su sonrisa vaciló al observar con detenimiento al entorno—. Están… ¿jugando al Twister?


Debido a su disparatada entrada anterior, Tooru no había reparado en que los cuatro chicos estaban parados sobre el tapete del juego lleno de coloridos círculos.


—Strip Twister, para ser más exactos —indicó Kuroo; justo en ese momento Akaashi perdió el equilibrio y cayó sobre él, quien a su vez se desplomó sobre Kenma.


—¡Yujuuu, gané! —Bokuto alzó los brazos en alto.


—Auxilio… —Musitó Kenma.


—Bueno… —Oikawa dudó un momento, desorientado, porque él había llegado con otra perspectiva en mente—. ¡También queremos jugar! —Frunció el ceño un momento—. No, creo que Iwa-chan mejor no juega, tiene la operación recién…


—Cállate y prepárate para quedar en culo pelado frente a tus amigos —lo cortó Iwaizumi.


—¿También estás peladito, Oiwaka? —Le preguntó Bokuto, intrigado.


—Solo hay una forma de saberlo —Kuroo sonrió con malicia, intercambiando una mirada cómplice con Iwaizumi.


—¿Saben? No sé si me agrada la velocidad que tienes para aliarte con mis amigos en contra mío, Iwa-chan —murmuró Tooru.


—Qué bueno que Ushijima-san no está aquí —comentó Kenma entonces, tomando el vaso de bebida que le alcanzaba Kuroo.


—Sí, qué bueno —estuvo de acuerdo Oikawa—. Nunca te dije esto antes, Kenma, pero me caes bien.


—¿Por qué es algo bueno que Ushibro no esté aquí? —Inquirió Bokuto, curioso.


Kenma se encogió de hombros.


—Perderíamos todos al Twister —respondió—, y moriríamos desnudos y aplastados.


La mayoría hizo un gesto de afirmación ante esa idea, salvo Oikawa, quien no pensaba admitir la derrota ante Ushijima en ningún ámbito hasta que fuese algo real.


—Ahora que lo mencionas —Tooru se llevó una mano a la barbilla—, siempre me he preguntado cómo Shirabu no muere aplast…


—Bueno, bueno, empecemos la partida de una vez —lo interrumpió Iwaizumi.


Una hora más tarde Daichi salió de la habitación de Bokuto, donde había estado encerrado para poder charlar en paz con Suga por video-llamada. Iba de camino a la cocina en busca de algo rápido para comer, y al pasar por la sala encontró a todos sus amigos desparramados por el suelo y prácticamente sin ropa puesta; todos se veían agotados y derrotados.


—¿Qué hacen los chicos? —Le preguntó Koushi a Daichi en cuanto este último volvió a aparecer frente al laptop, con un emparedado en la mano.


Daichi no dudó antes de dar la única contestación posible:


—El ridículo.


Finalmente, Iwaizumi tuvo que arrastrar hasta su departamento a un Oikawa al borde del desmayo por el agotamiento. Lo ayudó a quitarse la ropa (la poca que le quedaba puesta) y lo recostó mientras el otro chico permanecía casi inconsciente; luego desplegó el futón junto a la cama de Oikawa y él se acostó allí, ya que sería incómodo para ambos compartir una cama simple y Tooru necesitaba descansar bien. Sin embargo, a mitad de madrugada lo despertó un grito ahogado y se incorporó, alarmado.


—¿Qué pasó? —Inquirió Iwaizumi, soñoliento. La habitación estaba en penumbras pero podía vislumbrar a Oikawa gracias a la tenue luz que llegaba desde afuera; estaba sentado en su propia cama, mirándose una mano—. ¿Una pesadilla?


—¡Iwa-chan, me acabo de dar cuenta!


—¿De qué? ¿Que estás loco?


—¡Ahora siempre que diga “llegué a casa” estarás tú para responderme!


Hajime se restregó un ojo y miró la hora en el reloj digital sobre la mesita de noche: las cuatro de la mañana.


—Pues sí —admitió—. Ahora duerme.


Pero Oikawa continuaba sentado entre sus mantas, contemplando maravillado el suave reflejo del anillo en su mano izquierda.


—Es como si empezáramos nuestra propia familia —y le sonrió en la semi-oscuridad, entre adormilado y feliz—. Creo que ya me funcionan los lagrimales de nuevo, Iwa-chan.


—Ven aquí —abrió su futón y Oikawa saltó de su cama para meterse allí.


A los pocos minutos los dos respiraban profundo una vez más, uno soñando con bebés gigantes que aplastaban la sala de emergencias, y el otro soñando con el aullido lejano de un perro que lo echaba de menos; pero el consuelo de ambos era estar durmiendo felizmente en brazos del otro. A partir de ese día y para siempre.


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Al otro lado del Pacífico, Shirabu iba acostumbrándose de a poco al ritmo y las costumbres norteamericanas. Se sentía confiado de su dominio del inglés, pero hablarlo con nativos del idioma era algo totalmente distinto que hacerlo en sus clases en Japón.


—¿Estás bien? —Le preguntó Ushijima, que acababa de llegar trotando a su lado.


—Sí, descuida, solo me detuve a tomar algo de agua.


Se hallaban en un inmenso y verde parque donde habían ido a trotar. El lugar estaba lleno de gente de todas las edades y tamaños, la mayoría solo disfrutando del agradable sol de aquel día, y otros tantos aprovechando para hacer ejercicio al aire libre del domingo, como ellos. Desde un extremo del parque les llegaba el sonido de la banda musical de un colegio, que hacía una presentación pública, y entre medio se mezclaba el sonido del camión de los helados dando vueltas por la zona.


—Puedo bajar mi ritmo si quieres —propuso Ushijima de pronto, mientras sacaba su propia botella para beber.


Shirabu le dio otro largo trago a su bebida deportiva y se limpió los labios con el reverso de la mano.


—No es necesario —repuso—. No tiene sentido que entrenes por debajo de tu nivel.


Salir a correr con Ushijima siempre resultaba en quedar solo y muy por detrás de él; y no solo para Shirabu, ya que ninguno de sus amigos podía seguirle el ritmo tampoco.


—Pero no quiero que sientas que te dejo detrás —insistió Wakatoshi muy serio.


En ese momento Shirabu lo hubiese besado allí mismo si no estuviesen en público. De hecho, estaban en Estados Unidos y podía hacerlo sin problemas, porque la gente allí no se molestaba por demostraciones así, o al menos no tanto como en Japón. Sin embargo, las costumbres de toda una vida hicieron que Kenjiro se retuviera, aunque fuera a duras penas.


—No te preocupes, no lo siento así, solo estamos entrenando —lo tranquilizó Shirabu mientras guardaba la botella en la mochila—. Si me dejaras atrás en una cita sí tendrías problemas, pero no es el caso.


—Nunca lo hemos hecho.


—¿Cómo que no? —Al instante la mente de Shirabu invocó todas las veces en que “sí lo habían hecho”.


—Una cita —aclaró Ushijima—. Nunca hemos tenido una.


Kenjiro iba a denegarlo, pero el otro muchacho tenía razón. Habían salido juntos muchas veces, sobre todo a comprar accesorios deportivos o incluso material universitario, pero nunca fue en plan de cita. De hecho, lo más cerca que habían estado de una cita propiamente dicha fue aquella vez en que salieron junto con los amigos de Ushijima y sus parejas, en Miyagi.


—Bueno, no es tan necesario hacerlo —consideró Shirabu, sabiendo que su compañero no era demasiado versado en el arte del romanticismo, y así lo quería.


—Somos una pareja —dijo Ushijima implacable—. Y las parejas tienen citas.


El otro chico no tuvo más remedio que asentir y, mientras pensaba en posibles citas para el siguiente día libre que compartieran, reparó en que varias chicas que hacían ejercicio ahí cerca se quedaban mirando a Ushijima mientras este estiraba sus músculos. Y no solo mujeres, un par de chicos también lo hacían. Uno incluso le dedicó una sonrisa coqueta y una seductora bajada de pestañas cuando su mirada se cruzó con la de Wakatoshi. Shirabu entrecerró los ojos, tomó a Ushijima por el cuello de la sudadera y tiró de él para acercarlo y besarlo. No fue un beso breve pero tampoco demasiado prolongado; duró el tiempo justo para que Shirabu probara su punto ante el público presente. Y para descubrir que aquello resultaba un tanto excitante.


—Tengamos una maldita cita —dijo a un centímetro de la boca de Ushijima.


Sin embargo, durante los días siguientes no tuvieron demasiado tiempo para organizar ningún tipo de salida. Ambos estaban ocupados con las clases y Ushijima con el entrenamiento y los partidos, por lo que seguían compartiendo escasos momentos juntos durante cada jornada. A mitad de semana, aprovechando que tenía unas horas libres que no podía pasar con Shirabu porque él estaba en un seminario, Ushijima se contactó con sus amigos por video-llamada en busca de consejos.


—¿Nunca tuvieron una cita? —Se horrorizó Oikawa.


—Akaashi y yo tampoco tuvimos citas durante mucho tiempo —dijo Bokuto entonces, rememorando que su primer intento de cita oficial había terminado con ellos dos como niñeros de los sobrinos de Keiji.


—Bueno, ustedes tienen muchas cosas en común —intervino Kuroo—. Estoy seguro que no les costará tener una cita a gusto de los dos.


—¿Y qué se hace en las citas? —Quiso saber Ushijima.


Bokuto iba a hablar pero Oikawa le pegó una cinta adhesiva en la boca.


—Tú te callas, la última vez que le diste consejos románticos a la vaca terminó dándole esos estúpidos cupones al ternero.


—Cualquier salida que los dos disfruten está bien como cita —opinó Daichi—. Salir a comer, o al cine, o a comprar cosas, lo que sea. Lo importante es que lo dos pasen un buen tiempo juntos.


—Exacto, eso mismo —asintió Kuroo.


—Siempre pasamos un buen tiempo juntos —dijo Wakatoshi, pensativo—. ¿Eso significa que siempre estamos de cita?


Bokuto quiso expresar un “Awwwww” de ternura, pero comenzó a ahogarse por tener la boca tapada.


—Lo importante es que sea algo “especial” —apuntó Oikawa—. Agasajar a la otra persona con detalles especiales es importante, como su comida favorita, su música favorita, su película favorita —sonrió, ufano—. Iwaizumi aprendió a hacer tacos mexicanos caseros para mí, y la otra noche me esperó con eso como cena mientras escuchábamos mi super mix de los ochenta, y después nos turnamos para ver una peli de Star Wars y una de Godzilla —se llevó una mano al pecho, extasiado—. Fue la mejor cita en casa de mi vida.


—Comprendo —Ushijima asintió, tomando nota en su celular.


—También podrías llevarlo a conocer a tu padre y su familia —dijo Bokuto de pronto, frotándose los labios irritados por la cinta.


—¡Nooooo! —Rugió Tooru al ver que Ushijima seguía tomando nota—. ¡Eso sería un desastre!


—¿Por qué? —Replicó Koutaro—. No creo que el papá de Ushibro pelee con él por la atención de Shirabu…


—¿Por qué sería un desastre? —Se extrañó Wakatoshi—. Todas sus familias conocen a sus parejas.


—Si, bueno… —murmuró Kuroo, rascándose una mejilla.


—Puede resultar incómodo para tu familia y para Shirabu —intervino Daichi entonces—. Y la finalidad de una cita no es sentirse mal, si no al contrario.


—Comprendo —Ushijima volvió a asentir, recordando las experiencias familiares de Daichi y Kuroo.


—Solo asegúrate de que Shirabu pase un momento especial y todo estará bien —dictaminó Oikawa—. Y sexo, no olvides el sexo. A esta edad ninguna cita es buena si no termina en sexo —hizo una pausa—. A menos que sea la primera, en ese caso no debes entregar tu tesoro tan pronto.


—Es nuestra primera cita —observó Wakatoshi.


—Pero ya llevan más de un año de relación y seguro han practicado más de la mitad de los sesenta y cuatro “artes” del Kama-sutra, maldita vaca virgen mental —rezongó su amigo—. Ahora ve a planear una cita como corresponde y más te vale que Shirabu la pase bien.


Para el siguiente fin de semana Ushijima trató de seguir todos los consejos de sus amigos: había revisado qué restaurante oriental en la zona era el mejor y servía el plato favorito de Shirabu (algo bastante sencillo porque le gustaban las anchoas); sabía que Shirabu quería conseguirse unas nuevas zapatillas deportivas y sabía qué marca le gustaban, así que revisó cuál tienda tenía aún la edición limitada que le gustaban para pasar por allí; y sabía que a Shirabu le agradaban las películas de terror, por lo que apuntó cuáles estaban en cartelera. Oikawa le había mandando mil mensajes de texto recordándole que no se vistiera de traje con moño al cuello para la cita, por lo que debió hacer una llamada FaceTime con su amigo una vez que tuvo qué decidir qué vestir aquel día.


—¿Por qué demonios hay una chaqueta animal-print de cebra en tu ropero? —Se extrañó Oikawa—. Si al menos fuera con estampado vacuno lo entendería…


—Tendou quería que Semi dejara de usar esa chaqueta y una vez la escondió entre mis cosas, eso es todo —explicó Ushijima, apuntando su celular hacia el interior del ropero. De algún modo, entre tanta mudanza, se había ido entre su equipaje hasta Estados Unidos.


Después de tan dedicada planificación, Ushijima fue a reunirse con Shirabu en la entrada del campus universitario. Lo halló hablando con la “Goldes Retriever”, como la había bautizado Oikawa; la chica rubia que practicaba atletismo y parecía tener debilidad por cuanto chico oriental llegara a la Universidad. Wakatoshi la respetaba mucho como deportista y nunca entendió por qué su amigo parecía recelar de ella.


—Shirabu —lo llamó al acercarse.


—Oh, veo que ya están listos para su cita —la chica les sonrió a ambos y le dio un breve puñetazo en el hombro a Ushijima—. No te pongas celoso, Toshi, solo le enseñaba algunas frases en inglés a Jiro —les plantó a ambos un beso en la mejilla antes de comenzar a alejarse—. Y ya saben, si se les antoja un trío pueden contar conmigo. ¡Bye, byeee!


—¿Toshi? —Repitió Kenjiro.


—¿Jiro? —Dijo Wakatoshi a su vez.


A pesar del esfuerzo de Ushijima por planifica todo lo mejor posible, las cosas no salieron como él esperaba. La tienda deportiva había traspapelado su reserva y vendieron el último par de zapatillas edición limitada que les quedaba; el restaurante que había escogido estaba cerrado aquel día repentinamente por fumigación de urgencia, y las únicas funciones de cine que no tenían las entradas agotadas eran las de películas documentales sobre animales del Ártico.


—Lo siento —se disculpó Ushijima, cuando por fin decidieron que era mejor volver a la residencia universitaria—. No fue una buena cita.


—¿Quién dijo que ya terminó? —Replicó Shirabu a su vez.


Al final acabaron comiendo pizza con anchoas en la habitación de Wakatoshi, mientras veían una maratón de las películas de “Saw” (“El juego del miedo”). Oikawa le había recomendado expresamente que creara el ambiente adecuado para que la noche terminara en la cama, y no para dormir precisamente, pero Ushijima no estaba muy seguro de que el ambiente creado por el suspenso psicológico y las torturas explícitas que estaban viendo sirvieran como detonante de una atmósfera más candente.


—Oye, Shirabu…


—Quiero que tengamos sexo.


—Seguro.


Shirabu era mucho más dinámico que él a la hora de tomar la iniciativa, y mucho más dominante la mayor parte del tiempo. A Ushijima le agradaba que pusiera la misma fuerza de carácter en la intimidad que fuera de ella. Y así, aún con la película de terror de fondo, y quizá guiados por la eterna tensión entre las pulsiones de vida y las pulsiones de muerte, terminaron su cita de la forma más placentera posible. 


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Al otro día, y contra todas las advertencias de sus amigos (a excepción de Bokuto), Ushijima llevó a Shirabu a casa de su padre para presentárselo a él, a su mujer y su media hermanita.


—Todos tus amigos son apuestos, hermano —la niña observaba muy seria a Shirabu, recordando la anterior visita de Oikawa.


—Gracias, Kim.


—Pero creo que él es más apuesto que tu otro amigo —sentenció ella, parándose frente a Kenjiro para mirarlo de arriba abajo hasta clavar sus ojitos en los suyos.


—¿Eso crees? ¿Por qué?


Kim miró a su medio hermano con gesto imperturbable, así como el suyo.


—Porque él está enamorado de ti —repuso—. Eso lo hace más lindo.


Y entonces Shirabu tuvo por seguro que había algo en la genética de la familia paterna de Wakatoshi, porque tenían la capacidad de robarle el corazón a primer vistazo. El padre de Ushijima no se mostró para nada incómodo con las noticias de su hijo, y su esposa, una mujer simpática y habladora que trabajaba como maestra de primaria, estaba encantada de tener allí a Wakatoshi con su pareja.


—¿Entoces este año sí podremos ir a la “Marcha del Orgullo de San Francisco”, papá? —Preguntó la pequeña Kim durante la cena.


A ella siempre le había encantado la temática “arco iris” de aquel festival que cada año veía por la televisión, y solo por lo colores siempre había querido asistir. Con el tiempo su madre le había explicado de qué se trataba realmente aquello, e igualmente la niña quedó encantada con la idea de asistir.


—Seguro —respondió el padre de Wakatoshi, sonriendo.


—¿Qué es eso? —Preguntó Ushijima.


—Algo por lo que Oikawa nos envidiará por bastante tiempo —repuso Shirabu con una mueca sardónica; podía perfectamente imaginar las ganas de Oikawa y compañía por asistir a aquella manifestación con festival incluido.


—¿Ir a esa marcha es como llegar a las nacionales?


Shirabu hubiese querido poder grabar ese preciso instante para mostrárselo a Oikawa y sacarlo de quicio. Por otro lado, le estaba demasiado agradecido por cómo se veía Ushijima en la cita (era evidente que lo había ayudado con su ropa), así que desistió de sus maldades mentales. 


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Los escasos cuatro meses de intercambio pasaron demasiado rápido para el gusto de Shirabu y, antes siquiera de poder hacerse a la idea, ya debía tomar el vuelo de regreso a Japón.


A pesar de lo atareados que estaban todos, Oikawa sabía que el regreso sería un tanto triste para Kenjiro, por lo que organizaron una reunión para recibirlo a él y Suga, que por fin había conseguido mudarse a Tokio para asentarse laboralmente allí.


—¿Por qué ellos se ven más casados que nosotros si no están comprometidos, Iwa-chan? —Refunfuñaba Tooru, mirando a Suga y Daichi charlando en el sillón de la sala y tomados de la mano.


Daichi, que lo había escuchado, le sonrió a su amigo.


—Ya lo sabes, Oikawa, es eso de la sucesión del día y la noche, las plantas floreciendo en primavera y Bokuto naciendo tarado —le recordó—. Se trata del orden natural de las cosas.


—¡Hey! —Les llegó la queja de Bokuto desde el baño, pues se estaba duchando.


—¡¿Estás feliz?! —Le preguntó Oikawa alzando la voz.


Koutaro tardó unos segundos en gritar la respuesta.


—¡Eso creo! ¡Mi trasero vuelve a ser peludito!


—¡De acuerdo, seremos amables! —Repuso Oikawa, y volvió a hablar en tono normal, mirando al resto con desconcierto—. ¿Quién se pone feliz por tener pelos en el culo?


 —Bokuto —respondió Kuroo de inmediato.


—Exacto, Bokuto —confirmó Daichi.


Akaashi, sentado a un lado, asintió resignado.


Minutos después Shirabu le envió un texto a Oikawa, avisándole que estaba por llegar y, cuando por fin tocó el timbre y fueron a abrirle la puerta, nadie esperó ver a Ushijima parado detrás suyo.


—¿La Vaca? —Dijo Oikawa, con los ojos como platos; ninguno ellos sabía nada de un viaje de su amigo—. ¿Tienes vacaciones?


Ushijima los miró a todos.


—No —repuso en tono grave—. Vengo a recuperar mi lugar en el cojín junto a la mesa.


Y antes de que los demás asimilaran la noticia, Bokuto pasó hecho una saeta para saltar y abrazar a Wakatoshi.


—¡USHIBROOO! —La toalla que llevaba anudada a la cadera voló por los aires y todos pudieron constatar el producto de su felicidad reciente.


Entre charlas, risas y comida, todos se enteraron que Ushijima volvía para asentarse en Japón porque quería realizar el internado allí y, principalmente, porque en su breve viaje durante Marzo pasado había sido reclutado por uno de los equipos profesionales de las grandes ligas de volleyball, un club rival al de Bokuto. Habían muchas cosas de las que ponerse al día entre todos y, aunque todos tenían horarios complicados y actividades por separado casi toda la semana, volvían a estar juntos; y más aún, porque Suga e Iwaizumi por fin estaban en Tokio también.


—¡Estamos todos! ¿Saben lo que eso significa? —Les preguntó Oikawa muy animado.


—¿Strip Twister entre diez personas? —Sugirió Kuroo.


—¡Además de eso! —Alzó un puño triunfal al aire—. ¡Ahora sí podremos determinar las “Mejores Mejillas de Setter” del grupo!


Y Suga por fin fue bautizado dentro de la ridiculez general que imbuía al grupo de mejores amigos de Daichi.


Aquella noche una nueva fotografía pasó a adornar el muro de collage fotográfico: los diez posando después de una intensa partida de Strip Twister.


Los caminos de todos podrían ir bifurcándose de a poco, pero nunca dejarían de estar ahí unos para otros, porque las familias de verdad nunca terminan de separarse del todo. Y los mejores amigos son esa familia que la vida te regala.


 


 

Notas finales:


NOTA FINAL: ¿Me extrañaron? ¿O al fic? ¿Me re putearon en todos los idiomas posibles? :B wajajaja perdón, no tengo excusas de falta de tiempo o inspiración xD tenía ambas cosas, sobre todo porque me quedé desempleada un día después de la última actu :v como que tiempo me sobra xD pero bueno, espero que comprendan que mi ánimo no ha sido el mejor y un montón de cosas se complicaron y asdajdbajdbjabdahdbahdad 7 (?) jajajaja tenía el tiempo y las ideas, simplemente no tenía ganas de escribir. Pero ahora de a poco me voy poniendo al día con lo que adeudo escrito :B y la actu es lo primero! No estoy muy segura de que haya quedado exactamente como la tenía en mente, pero bueno, ahí está xD Por cierto, ya quedan pocos caps (4 más además de este, solamente), así que, como actividad final, si tienen alguna pregunta sobre el fic o relacionado, háganla aquí y después en el cap final hago un compilado de preguntas y respuestas :B


 


Claro que esto sirve mejor para los usuarios de Wattpad que pueden comentar por líneas xDD para los que me leen en otras plataformas, no les estoy exigiendo para nada reviews, bella pipol; de hecho tengo muchos pendientes por responder, mil perdones por ello ToT pero si quieren dejar alguna preguntilla, pueden mandarme MP por la plataforma, o en mi pag de Face :B ya saben, me encuentran como Ushicornio, dah :v


 


Muchas gracias por leerme, comentar, votar, favear y toda la cosa! Muchos de sus comments me animaban días realmente decaídos x’D Los loveo!


 


Ushicornio off ~


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