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El club de los 5 por Ushicornio

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Notas del capitulo:

Un poco de la perspectiva de Iwa-chan para entender su tsunderismo (?) 

CAPÍTULO 6


 


A la mañana siguiente Iwaizumi despertó un poco desorientado, sin reconocer el entorno. Bostezó y cuando quiso estirar los brazos, se dio cuenta que su mano derecha estaba tomada por alguien. Se incorporó con cuidado en el futón y observó a Oikawa, aún dormido. Estaba boca abajo, con un brazo escondido bajo la almohada sobre la que apoyaba la cabeza, y el otro cayendo por un borde de la cama. Era su postura más cómoda para dormir, según él. Iwaizumi lo había visto dormir así infinidad de veces desde los cinco años; desde aquella época que él dormía en el futón de invitados, junto a la cama de Oikawa (aún en la propia casa de Hajime, Tooru era el que ocupaba la cama.) Pero tenían diez años la última vez que Tooru, en sueños, había usado el brazo que colgaba fuera del colchón para tomar la mano de Hajime.


Iwaizumi bostezó de vuelta y jugueteó con los dedos de Oikawa. Cuando estaba así de tranquilo era imposible creer que despierto fuera un bastardo ruidoso, irritante y dramático. Trató de soltarlo con precaución para no despertarlo, y entonces los dedos de Oikawa se entrelazaron con fuerza a los suyos. Pensó que se había despertado, pero no; solo se removió un poco, murmuró algo inteligible y siguió respirando profundo entre sueños.


No era de extrañar, pues hacía a penas cuatro horas que se habían acostado, ya que estuvieron charlando hasta muy tarde. No habían alcanzado a aclarar muchas cosas, debido a que la mitad del tiempo Hajime solo tenía unas ganas impresionantes de estamparle la cara contra la pared. No obstante, la otra mitad… bueno, la otra mitad prefería cosas que no pensaba admitir en voz alta. Pero aún así se imponía la irritación violenta sobre las demás emociones, sobre todo cuando Oikawa estuvo más de veinte minutos riéndose.


—Espera, espera, ¿me estás diciendo… ? —hablaba entre espasmos de risa, sosteniéndose el estómago.— ¿Me estás diciendo que estabas celoso?


—Nunca dije eso —masculló Iwaizumi, una vena en su cuello palpitaba con fuerza.


—¿Y de Ushiwaka? —Toruu se resbaló del cojín y terminó de lado en el suelo, carcajeándose.— ¿Justamente de él, celos?


—Cállata o baja la voz, te oirá todo el maldito vecindario.


—No pasa nada, los chicos aún no vuelven a su casa y del otro lado no vive nadie —explicó Tooru limpiándose una lágrima de risa de las pestañas.— En serio, Iwa-chan, esto me mata.


—Ya me gustaría que estuvieses muriéndote.


En verdad a Hajime le traía sin cuidado Ushijima. Desde pequeños, el que había comenzado la rivalidad con el chico en cuestión, había sido Tooru. Pero los enemigos de tus amigos son tus enemigos, por lo tanto y por extensión, Hajime detestaba a Ushijima. Lo que era cierto es que le irritó un tanto cuando Ushijima comenzó con su obsesión repetitiva de invitar a Oikawa a Shiratorizawa. No obstante, como sabía que Tooru jamás aceptaría eso, pudo pasar por alto aquella pequeña irritación que surgió en alguna parte de su ser y todo continuó como siempre.


Cuando Oikawa lo llamó para quejarse de su desgracia al compartir universidad con Ushijima, tampoco le interesó demasiado. Ambos eran muy buenos jugadores de volley e Iwaizumi sabía que harían un buen equipo si jugaban juntos. Él ya había tenido su oportunidad de compartir la cancha con Oikawa durante la preparatoria. Hombro con hombro y junto a todos los de Aoba Johsai, habían crecido y mejorado un montón. Había sido una época que siempre atesoraría. Pero Iwaizumi sabía que Oikawa pertenecía a otro nivel de jugadores, uno al que él solo podía aspirar con muchísimo esfuerzo y dedicación, pero no estaba seguro de alcanzar. Un nivel donde alguien más ya imperaba hacía años. Sabía que Ushijima sería el aliado ideal en la cancha para que Oikawa llegara muy lejos.


PERO. Pero. Una cosa era reconocer las habilidades deportivas de los individuos, con sus ventajas al agruparse, y otra cosa muy distinta era escuchar día a día a Oikawa contándole las estupideces que hacía con Ushijima y compañía en Tokio. Él conocía a Tooru, quizá incluso más de lo que Oikawa se conocía a sí mismo, y por eso mismo entendía más en profundidad los cambios que se habían operado en el muchacho respecto de su antiguo rival.


Durante unos días de extrema frustración, Iwaizumi se dijo a sí mismo que sus celos irracionales le hacían ver cosas donde no las había, que no debía actuar como un crío hormonado e infantil. Pero con el correr del tiempo, por las cosas que le contaba Oikawa y algunos detalles que le llegaban por conocidos, entendió que no era así. Que Tooru había formado una amistad muy cercana y ridícula con sus nuevos compañeros, algo natural, pero con Ushijima jamás podrían ser amigos realmente; no obstante ya no eran rivales, y había algo invisible que los unía indefectiblemente.


Iwaizumi sabía que había sido un cabrón durante la última llamada que tuvieron con Oikawa, pero en ese momento su interior era un volcán en erupción de emociones negativas, y nunca se le había dado muy bien controlarlas con frialdad.


Siendo absolutamente sinceros, estaba en ebullición por dentro desde aquella última noche en casa de Oikawa. Quizá a Tooru le había llevado años de pubertad y amistad compartida darse cuenta de sus propios sentimientos, pero Hajime los tenía claros mucho antes. Probablemente lo supo desde aquella mañana de sus diez años en que despertó con la manito de un pequeño Tooru entrelazada a su propia mano, mientras balbuceaba cosas obre ovnis y estrellas. Con la inocencia de esa edad, Hajime pensó que le gustaría despertarse así para siempre; y consideró esa idea nacida de su inmenso sentimiento de amistad por ese ser revoltoso e irritante que le usaba la cama en su propia casa. A medida que fue creciendo se fue dando cuenta que ese sentimiento no era solo una muy buena amistad, y tuvo que arreglárselas como pudo para convivir con ello.


Hasta que aquella fatídica noche Oikawa se le abalanzó, lo besó, y después se le confesó con la torpeza más adorable que Iwaizumi había visto jamás. Maldito bastardo egocéntrico. No tenía idea la cantidad de veces durante todos esos años en que Hajime se había contenido de hacer alguna estupidez semejante, la cantidad de veces que hubiese preferido desordenarle el cabello con los dedos y no propinarle un puñetazo en la coronilla; la cantidad de veces que hubiese querido estar en el lugar de las chicas que se le confesaban sin ningún problema más que la timidez adolescente, sin temer ser avergonzadas y señaladas por la sociedad por quererlo; la cantidad de veces que necesitó calmarse y prepararse ante la inminente partida de Oikawa hacia Tokio.


Años practicado una sana restricción. Semanas preparándose mentalmente para despedir a Oikawa y desearle suerte de corazón. Y el idiota va y hace en una sola noche, lo que él no se atrevió a hacer en todos los años anteriores. Iwaizumi no pudo manejar el desborde de sentimientos e ideas que lo abrumaron aquella noche, por eso solo cumplió la promesa de dormir allí, y luego huyó a su casa. De pronto era incapaz de ir a despedirlo y verlo alejarse.


Luego comenzaron las llamadas de cada noche. Eran apenas diez minutos de charla, pero resultaban suficientes para entender que aunque muchas cosas habían cambiado, distancias, entornos, el vínculo seguía siendo el mismo. Y aún así, Iwaizumi era incapaz de escuchar la despedida de Oikawa cada noche, y por eso le cortaba antes de tiempo. Siempre había sido un borde, así que Oikawa no sospecharía que la razón detrás de su acto grosero era que no quería oírlo decir adiós.


Obviamente no le explicó todos esos detalles a Oikawa en la charla que tuvieron antes de dormirse. Tampoco es que charlaron demasiado, dejando de lado las risotadas de Oikawa al conocer sus celos, habían pasado más tiempo en silencio; tomados de la mano mientras cada uno parecía tratar de confirmar que ésta era la realidad y no un loco sueño; besándose de a ratos, solo mirándose por momentos, incómodos, alegres, avergonzados.


Seguían teniendo el mismo vínculo de antes pero la manera de relacionarse acaba de cambiar drásticamente, y ninguno de los dos sabía muy bien cómo proceder de ahora en más. Finalmente escucharon ruidos en el apartamento contiguo, e Iwaizumi indicó que sería mejor irse a dormir. Oikawa, por supuesto, quería que compartieran la cama.


—No, olvídalo —se negó Iwaizumi, revisando el guardarropa hasta sacar el futón de invitados.


—¿Por qué eres tan agua fiestas, Iwa-chan? —se quejó Oikawa inflando las mejillas con gesto contrariado.— Después de todo lo que hemos pasado, y no quieres que durmamos abrazados.


—Hace demasiado calor y ya me siento suficientemente pegajoso sin tener a una babosa Mierdakawa pegada a mi espalda —replicó Iwaizumi.— Ahora cállate y duerme.


—No te irás antes que me despierte, ¿verdad? Porque no te lo pienso perdonar esta vez.


—Aquí estaré, lo prometo.


Y allí estaba, de hecho. Hacía media hora que lo contemplaba dormir, y ya se estaba odiando a sí mismo por estar tan idiotizado. Logró zafarse de la mano que lo retenía y se metió al baño a ducharse. Cuando salió, Oikawa estaba incorporado en la cama, con los pelos revueltos y cara de dormido, mirando algo que sostenía entre las manos.


—Ah, buenos días, Iwa-chan —le dijo con una sonrisa soñolienta.— ¿Dormiste bien?


—Sí, poco pero bien —asintió mientras se secaba la cabeza con una toalla.


—¡Mira! —exclamó Oikawa, extendiendo una mano en la que tenía una pequeña figura como los animalitos que adornaban el mueble del TV.— Es Iwa-chan, siempre lo tengo en la mesita de noche.


Iwaizumi se acercó y observó que se trataba de un puercoespín.


—Ya veo… —terminó de secarse el cabello y se dejó caer en el borde de la cama.— ¿Tú dormiste bien?


Además de acostarse tarde, sabía que Oikawa había tenido prácticas y un partido difícil el día anterior, su cuerpo debía estar agotado. Razón por la cual se había negado a compartir cama con él: no lo hubiese dejado dormir, precisamente.


—Sí, hacía días no dormía tan bien —comentó Oikawa desperezándose.— Pero tuve muchos sueños raros.


—¿Sueños raros?


Oikawa asintió, pensativo.


—De hecho, me desperté de golpe por el último sueño —bostezó.— Fue horrible. Soñé que jugaba al volley pegándole a la pelota con una espada de luz, y el otro equipo era de la universidad del Imperio. Yo estaba solo de mi lado, y al otro lado de la red eran un ejército de jugadores. Y entonces…


—¿Entonces? —lo instó Iwaizumi cuando vio que se quedaba tildado, rememorando.


—… Entonces aparecía Ushijima con un traje oscuro y me decía “Yo soy tu padre”, y yo me ponía a gritar, y en ese momento una vaca mugió que yo perdía el primer juego y me desperté.


Oikawa lo miró, parpadeando con gesto desconcertado. Iwaizumi le devolvió una mirada torva.


—Lo haces a propósito, ¿verdad?


—¿A que te refie...? ¡Aghhhh! —Iwaizumi le había envuelto la cabeza con la toalla y trataba de ahorcarlo. Después de forcejear un rato lo soltó. Oikawa respiraba agitado y estaba todo rojo.— Si vas… a… quitarme la… respiración… hay mejores métodos… ¿sabías? —Iwaizumi lo consideró un momento y se le abalanzó encima.— ¡Noo, cosquillas nooo!


—Ya cállate, Mierdakawa —Tooru se retorcía entre espamos de risa mientras lo torturaba.— Es demasiado temprano para que hagas tanto ruido.


—¡Entonces suéltame! —suplicó Tooru, pero como no obtuvo clemencia, se tiró sobre Iwaizumi para abrazarlo por la cintura y detenerlo. Por la fuerza del envión terminaron cayendo juntos sobre el futón. Tooru se incorporó, sentado sobre el estómago de Iwazumi. Largó una risita diabólica.— Vaya, vaya, miren quién tiene el control ahora…


Iwaizumi lo miró ceñudo, tratando de zafar sus brazos que estaban aprisionados bajo las piernas de Oikawa. Éste, por su parte, disfrutaba la situación; sonrió de costado y se inclinó para lamer la clavícula de Iwaizumi.


—Hacía mucho tiempo quería hacer eso —murmuró Oikawa, sintiendo el pulso acelerado de su compañero en los labios. Fue depositando besos sobre la piel cálida de Iwaizumi, subiendo por su cuello, delineando su mandíbula con la lengua.— ¿Te gusta? —preguntó al ver a Iwa-chan con los ojos fuertemente cerrados y los dientes apretados.


—¿Tú que crees?


—Pues yo creo que… —le lamió la comisura de los labios mientras contoneaba su cuerpo sobre el de Iwaizumi—… que es un dura mañana, ¿eh?


—Como cada maldita mañana en la vida de todo hombre —masculló Iwaizumi, y le capturó la boca en un beso voraz.


Tooru se dejó llevar por el beso, cerrando los ojos, y en cuanto se relajó un poco, Iwaizumi aprovechó para liberar los brazos; con un rápido movimiento volteó las tornas y Oikawa quedó abajo, prisionero de su pecho.


—¿Qué decías sobre el control? —susurró Iwaizumi en tono burlón.


Oikawa se removió un poco, aún sonriendo, y su mano alcanzó la entrepierna de Iwazumi, quien dejó escapar un sonido gutural involuntario. Tooru sonrió satisfecho.


—Decía que le voy tomando la mano al control…


Iwaizumi le tapó la boca con un beso, y no hablaron más durante un buen rato.  


 

Notas finales:

Sí, lo corté justo en lo interesante. Sí, mis amigas ya me mandaron a la #½¬$/·$ por eso xDDD jajajaja siéntanse libres de putearme en todos los idiomas por el displacer jajaja prometo que no durará para siempre, los caps que siguen son sin IwaOi pero el próx de ellos tendrá "cachengue" 1313 como le decimos en mi barrio (?) Gracias por leer hasta acá :3


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