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I'm slowly falling por Gengibre

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Notas del capitulo:

¡Primer IchiKara! Hoi, me gustan las papas fritas, y venia trabajando en este proyecto, a pesar de que la serie ya terminó, ¡no me impide publicar para aportar algo al fandom! me alegra saber que es de esos que siguen vivos luego de ya terminada la serie. 

 Pairing: Ichimatsu x Karamatsu. Insianuaciones Osomatsu x Choromatsu, porque puedo y me gustan; primera OTP de la serie.

Welp. Aclaraciones, por si no quedó claro con las advertencias: Insianuaciones de violación, serán leves. Ichimatsu desgraciado(?. Aparece Ichiko. Cambió de usos de personajes; Ichiko y Osomatsu son un par de hermanos hijos de Karamatsu, los demás Matsus son amigos de Karamatsu, o algunos. Lemon... Lime... Intento de roces entre dls hombres.

Po's, hasta abajo.

 

El sol ya había comenzado a presentarse exponiéndose ante todas las casas al salir por el este de entre todas las montañas que se asomaban a lo lejos entre tantos edificios en la ciudad desde lo que serían unas cuantas horas, Japón se encontraba en la estación del verano, pero parecía como si el Sol y esta hubiesen hecho un trato para sobre calentar aún más de lo que ya estaba acostumbrada la entidad de la gran isla japonesa.

 

Era este insoportable calor el causante de muchas noticias transmitidas a través de las televisiones de la mayoría de personas en sus casas, pues como había sido comunicado era peligroso salir con este bochorno golpeando a todo ser que diese tan solo un paso fuera de la sombra.

 

Por quedarse en casa a disfrutar, a medias de la palabra puesto que con la insoportable calina derritiendo los cuerpos de las personas y bañándolas en sudor el disfrutar de algo como un ventilador pequeño que a penas gira no era la descripción completa de ello, muchas personas se lamentaban esto. Algunos, aquellos que pagaban la cuenta de la luz y no gozaban de un aire acondicionado, ya podían presentir la inmensa lista con tantos dígitos en cero como gotas resbalando de sus nucas.

 

Karamatsu Matsuno era una de estas personas, de las que no podían costearse de un clima por más que se esforzaran trabajando al igual que, por ende, de las que se lamentaban por la inmensurable cantidad que les demandaba la cuenta de luz, por supuesto.

 

Peor aún, se le caería la quijada al ver el recibo del agua.

 

Un repentino mareo lo asaltó tan pronto asomó su cabeza fuera de la ventana con el aire caliente dándole de lleno al rostro, era una desventaja de vivir en una zona alta y cerca del mar puesto que así era mucho más fácil estar expuesto a fuertes oleadas de calor y el ya mencionado aire caliente, como si fuese calefacción rota que aún así se debe pagar.

 

Suspiró una vez volvió a meter el rostro por la ventana de su hogar. Alzó el espejo de mano que llevaba consigo y se echó un vistazo; indicios de ojeras se alcanzaban a ver debajo de sus ojos azules, estos ya no estaban tan brillantes como hubiese hace unos cuantos años, cuando iba a la universidad, por ejemplo, en ese entonces era un as en los deportes con un espléndido cuerpo trabajado y agilidad, y no era que su yo de ahora estuviese mal, pero en su juventud ocasionaba que ninguna Karamatsu girl se resistiese a sus encantos...

 

Solo que eran demasiado tímidas para acercársele, eso era.

 

Inevitablemente una de sus más brillantes sonrisas se dibujó en su rostro mientras hacía su usual pose exagerada, saliéndole de lo más natural tras hacerla desde siempre al paso de los años. Ese tipo de recuerdos eran de las pocas cosas que le recordaban sus grandiosos años en la the university.

 

Los buenos.

 

Y, de alguna forma, el recordarlos también atraía a los fantasmas de su pasado. Esas bestias sarnosas que no tuvieron consideración con él en ningún solo momento de su existencia, si el ser ignorado en un principio le pareció malo le resultó peor cuando hasta siquiera las escaladas expresiones de las personas a su alrededor, amigos y familia, de los pocos que tenía, le causaba incluso más lamentos por sus perjurios vacíos.

 

La vida fue verdaderamente difícil para él, aún lo continúa siendo e instiga para volver a las viejas andanzas, pero no piensa volver a ello.

 

Primero muerto, y eso ya no estaba más en discusión.

 

El sonido de la puerta corrediza de madera deslizándose lo sacó de sus pensamientos, agradeció internamente la interrupción, se alegró mucho más cuando de antemano alcanzó a visualizar la cabellera negra que se asomaba por el pórtico de la entrada. Ahí, justo donde la lejanía de la calle mostraba el danzante calor y la humareda pintada en el azul mar profundo era iluminada con intensidad por el amarillo del sol, adelante de todo esto una adolescente de mirada antipática e indiferente entraba al hogar del Matsuno.

 

Karamatsu guardó el espejo de mano en su bolsillo una vez más, sabía de sobra lo irritante que aquello le resultaba a su hija, pero realmente no ayudaba el que hubiese puesto espejos por la gran mayoría de las paredes de la casa.

 

Técnicamente se cavaba su propia muerte, aunque fuese de manera inconsciente y por el simple deseo de que su hija se viese con una cara feliz al ir a la escuela.

 

Llevaba medio metro, faltaba poco para vaciar toda la tierra que cargaba la máquina sobre él.

 

Ichiko arrojó su mochila a cualquier parte del living al azar de la casa al entrar mientras se soplaba con la parte delantera de su vestido con la diestra con intenciones de darse aire a sí misma, quitó las molestas medias de sus piernas y prosiguió a sentarse en la mesa del centro de la sala de estar. Si Karamatsu pensó que el calor ahí dentro ya era atroz, no podría imaginarse el desproporcionado horror que se sentía allá afuera, más y para desgracia de la peli negra por traer un vestuario tan holgado como el vestido que traía puesto.

 

Al menos no estaba en las mismas condiciones que su hermano, nadie mandaba al anormal a ponerse un sudadero de un color que atraía con abundancia el calor al que se exponían, incluso Ichiko pensó que al fin había perdido lo poco de cerebro que le quedaba al verlo colocar sobre su torso la chaqueta negra, para empeorarlo, de la escuela.

 

Lejos de continuar pensando ello, que por cierto le daba aún más calor el recordarlo, se tiró al suelo y empezó ha arrastrarse como pudo hacia el pequeño ventilador que oscilaba en todas las direcciones, ignorando que Karamatsu aún seguía observando la entrada en espera de la llegada del gemelo menor, por otro lado la tarea que ella realizaba era casi imposible pues cada vez que se movía o acercaba hacia el frente del pequeño aparato con astas, éste mismo giraba apartándose para no darle su tan ansiado aire.

 

No creía poder sobrevivir a esto, era el fin. Aquí yacía Ichiko Matsuno, la mayor de los gemelos Matsu y, por mucho, incluso más sensata que el padre. De paso últimas palabras, vivir es una mierda.

 

O esos hubiesen sido sus últimos pensamientos de no ser por la inoportuna llegada de su papá al living que la obligó a prestar atención con mayor detalle. En realidad fue la curiosidad, pero diremos que ya no había tan doloroso a lo que no fuese inmune.

 

Tal y cual esperaba, Dolormatsu, así era como apodaban ella y su hermano a su padre, traía consigo unos platos repletos de la posible mejor comida que sus indignas papilas gustativas tuviesen el honor de probar, ya fuese por el sazón o lo que Karamatsu afirmaba llamar love como el ingrediente secreto, no tan secreto ahora si le preguntaban, pero por la mierda que fuera el platillo terminaba sabiendo mejor que la chatarra de la cafetería.

 

Sin embargo, cualquier cosa sabía mejor que las asquerosas porciones que ahí vendían, pero aún se mantenían en primer lugar.

 

Ató su largo cabello negro, que ahora contra el sol se apreciaban unos cuantos mechones púrpura oscuro, en un chongo para de esa forma no ahogarse en el calor que éste le producía al encontrarse suelto. Su gesto perezoso no se removió ni un instante en lo que Karamatsu terminaba de traer los otros aperitivos a la mesa y se sentó.

 

- Ichiko, ¿dónde está tu hermano? - Preguntó Karamatsu, terminando de servir los tres platos en sus respectivos lugares y sirviéndole unas porciones de curry a su hija. Entonces prosiguió, - no lo he visto desde la mañana, ¿lo castigaron otra vez?

 

- ¿Crees que a mí me importe dónde esté ese vago despreocupado? - Respondió la duda sobreponiendo otra, llevando una cucharada a su boca para masticarla y, posteriormente, tragarla.

 

El momento en que sus papilas gustativas probaron el tan exquisito curry casero casi le arranca una expresión de entusiasmo de esa monótona cara de acero, porque era como si su boca estuviera viviendo una de las mejores experiencias de toda su asquerosa vida. La combinación de especias junto a los trozos adecuadamente picados del tomate, cilantro y, qué diablos, el jengibre espolvoreadas en una fina pero dulce capa de condimento tan exótico como el picante misma lo es obligaban a un humano corriente irse de espaldas con la silla, pero se controló lo suficiente para mantener en pie su acostumbrada expresión mientras oraba internamente que Osomatsu nunca apareciera y así ella pudiese comerse su porción.

 

La mirada preocupada de Dolormatsu desaparecería en algún momento, era solo cuestión de esperar. ¿Qué era un hijo perdido si ya tenía dos? Pero continuó hablando, arrebatándole a Ichiko ese cómodo silencio que se formó mientras continuaba dando cucharadas inadvertidamente desesperadas.

 

- Oí en las noticias que esta semana el bochorno será muy fuerte, algunos ya han sido hospitalizados por el golpe de calor.

 

Ichiko respiró hondo, dejando de lado los cubiertos para enfocar sus oscuros ojos morados en los azules de Karamatsu, frunciendo aún más notable el ceño ante la insistencia de este.

 

Era cierto que su papá se preocupaba bastante por ellos, según entendía, ser padre soltero era una labor difícil en días como estos, lo conocía de sobra casi hasta el sofocante punto en la escala de la preocupación para pasar a dejarlos en el colegio de ida a su trabajo de turno matutino, pero si esto no fuese algo acostumbrado Ichiko estaba segura que en cualquier día Karamatsu los esperaría en la puerta de su hogar con chips de localización. O probablemente acordaría en llevarlos y recogerlos el día siguiente a la escuela, por algún motivo el chip sonaba mejor.

 

- Si tanto quieres saber... - Se dio un minuto para pensar en qué decir, porque fácilmente podría distorsionar un poco la información que ya tenía. Sonrió levemente con índices de maldad, maldad pura y latente que Karamatsu pasó por alto a pesar de prestarle toda su completa atención, - la última vez que lo vi estaba saliendo de la escuela junto a un hombre alto, acoplado de un traje y con maletín. No sé dónde más podrían haber ido. - Respondió con simpleza, alzándose de hombros y continuando con su labor en acabarse aquel plato por completo.

 

Antes de que pudiese darse cuenta, o de que le importara elevar su vista del plato, Karamatsu ya había salido corriendo fuera de la casa con su sudadero azul medio colocado sobre su torso, una mano a penas entrando y la otra atorada en donde se suponía iba la cabeza, y las llaves danzando en tintineos entre sus dedos. ¡Maldición, ¿cuál era la manía con ponerse sudaderos durante estos tiempos de calor?! ¿Para qué diablos le dijo que el calor era tanto para hacer que te desmayaras, si al final se iba a poner un suéter? De solo verlos sentía que sé que ahogaba en su propio sudor.

 

No lo comprendía, tampoco a su hermano y se suponía que eran gemelos, pero mejor así...

 

Ahora tiene todo el curry para ella sola.

 

...

 

Afortunadamente por la noche el calor pareció haber dado una momentánea tregua a las devastaciones que causó en el día dando unos cuantos toques fríos, seguidos de una nube amenazando con liberar gotas de la tan necesitada lluvia. Pero esto no podía ser peor que horrible, porque en idioma meteorológico significaba que el día de mañana las cosas no mejorarían, al contrario, se agravarían tanto para las personas como los bienes materiales de estas.

 

A lo que se referían era simple. Las cosechas estarían en riesgo de sequía, adiós a las sabrosas sandías, y dentro de las casas, nuevamente de bajos recursos, el agua saldría caliente por más que uno le abriera a la llave de la fría, porque la exposición al calor aumentarían la temperatura en los cilindros de agua. Así se añadían más ceros al recibo al intentar conseguir agua fresca.

 

Pero aún así, ¿por qué, repentinamente, y así como si nada... ¡Se tuvo que descomponer el único ventilador de la casa!?

 

De ello se quejaban dos de los integrantes de la familia Matsuno, al ver ante sus pies como el ventilador, ahora inservible y muerto, se convulsionaba sobre sí mientras echaba pequeñas chispas de electricidad y fuego, puesto que con solo conectarlo hizo combustión y comenzó ha arder repentinamente. El calor del fuego agravó el del interior de la casa, sin aire que hiciera circular el humo de la cena, pues esta se había incendiado también al verter "accidentalmente" aceite por toda la sartén, lo único que podía mantenerlos en un estado medio calmado y paciente eran las toallas húmedas que se habían colocado en las cabezas.

 

Karamatsu había salido de la casa para tomar su turno vespertino en el tercer empleo que tenía y no volvería hasta la madrugada, antes de ir a su turno de noche en la taberna ya había ido a su puesto en la oficina después de almorzar, y después de haber ido a buscar a Osomatsu, con la presión arterial hasta el tope de lo que aguantaba, por cierto, para descubrir con la respiración agitada cómo otra vez el gemelo menor había terminado espiando a uno de sus compañeros del trabajo a medio camino a la oficina, finalizando el acoso con invasión a la privacidad ajena.

 

Osomatsu había cogido la costumbre de pasar tiempo con Choromatsu, un compañero del trabajo de medio tiempo que tenía Karamatsu por las tardes, incluso aunque este se negase rotundamente. El peli negro de ojos verdes debía morderse la lengua para no tener que mandar al chiquillo a que hiciera lo qué sea por respeto, más o menos, a Karamatsu. No estaba de más decir que se negaba no sólo por estar ocupado en el papeleo sino que además las insinuaciones del adolescente lo ponían nervioso y, para su desgracia pero alegrías del Matsuno, a veces se sonrojaba involuntariamente -, malditas reacciones naturales del cuerpo que pasan factura, era un adulto, ¡¿por qué su cuerpo no actuaba como tal?! - cuando el oji escarlata hacia un chiste que rozaba lo... Sexual.

 

Como padre responsable que era, el que se le haya caído uno de la cuna no tenía nada que ver... Pero no dirá cuál, al llegar tomó de la capucha del sudadero a Osomatsu, alejándolo del cohibido peli negro en traje que lo veía con una mirada suplicante y un prolongado sonrojo recubriendo sus pómulos normalmente caídos en una expresión pronunciada de seriedad.

 

La gracia se ocultaba en que era Oso quien acorralaba a un nervioso Choro contra la cerca de madera simultáneamente recubiertos por la sombra de un robusto árbol que les otorgaba una fresca sombra, moviendo sus cejas pícaramente al compás que esa sonrisa pilla susurraba "¿tú casa o la mía?".

 

Ah, si tan solo pudiese sonreír con la beautiful expresión de glamour que Kara posee, tal vez el castigo no hubiese sido tan prolongado.

 

Procedió, entonces, a llevarse a rastras consigo al gemelo menor, soportando escuchar sus berrinches y reclamos por, según él, quitarle la grandiosa oportunidad de conocer a Chorowaifu brincando y no precisamente en un trampolín.

 

O temblando, si sabes a lo que me refiero.

 

Al llegar ambos varones la bienvenida no fue como la esperaban, sin importar que por la carrera improvisada terminó exhausto y con la respiración agitada, fue el recibimiento de Ichiko con el tazón de curry vacío a un lado, el estomago hinchado y una expresión de satisfacción lo que terminó por noquear al oji azul y enfurecer al gemelo.

 

Así, sin haber comido muy bien y después de salir de su segunda jornada laboral en el despacho junto a Choro, alcanzó a salir para tomar el último tren que lo llevó a su trabajo, el sol se movía con una lentitud agonizante mientras los colores se mezclaban y multiplicaban de miles de modos que la difusión pudiese repintar el lienzo una vez más, borrando el chillón amarillo de la vista ajena para repintarlo con un aceptable azul como sus cansados, pero determinados, ojos expectantes por finalizar el viejo día, le recordó a ambos Matsuno que los llamaría en cuanto llegase al trabajo y dentro de un rato vendría Jyushimatsu para cuidarlos, que no hiciesen nada malo.

 

Karamatsu siempre ha sido ingenuo.

 

- ¡Oi, Tontomatsu! - El apodar era algo en la familia que únicamente realizaban los menores, porque por supuesto que Karamatsu nunca lo haría, pero como él no estaba allí. Ichiko pateó de nueva cuenta la espalda del menor, irritada por la vagues que imponía el peli negro dejándole todo el trabajo al estar acostado sobre la mesa, - ¡Párate, tenemos que arreglar esto antes de que Jyushimatsu llegue!

 

- Ya, ya... - Sacudió su mano por sobre su hombro, girándose para quedar boca arriba viendo con sus escarlatas ojos los contrarios de su hermana, - ¿qué tiene de malo? Yo lo veo todo bien.

 

- Es porque estás dándole la espalda al fuego que sale de la cocina.

 

Con desconcierto, el menor giró su cabeza hasta la puerta corrediza abierta que daba a la cocina comprobando que efectivamente de la habitación salían medianas llamas desde la estufa. Una gota en ambas metáforas se deslizó desde su frente en claro nerviosismo, si la casa se quemaba el culpable bien podría ser o Ichiko o él, pero como él ya la quemó una vez la respuesta hasta era una obviedad estúpida de nombrar.

 

- ¡¿Por qué no me dijiste antes?! - gritó saltando de la mesa, yendo al baño para llenar una cubeta con agua.

 

- No quería despertarte, los idiotas merecen dormir al menos un rato. - Su sonrisa torcida dictaba burla y socarronería, la necesaria para que Osomatsu captara que el que se llevaría los problemas sería él una vez más.

 

De a poco, el menor fue acarreando agua de cubeta en cubeta para disminuir las llamas que amenazaban con quemar las cortinas azules, escogidas especialmente por Karamatsu, que adornaban con tanto fashion el pequeño cuarto donde los platos en el fregadero amenazaban con desbordarse al igual que el agua caliente hervía con mayor auge volviéndose espuma que se alzaba y pronto estallaría, tal cual la cena que se tambaleaba como el trozo quemado de carbón que era ahora. ¿Qué fue en un principio? Nadie lo sabe a ciencia cierta.

 

Viendo el lado positivo, si se les quemaba la comida podrían reemplazarlo con la cena en frío que sobró de la última vez que vino Jyushimatsu a comer con ellos, en ese ajetreado día los gemelos pasaron de año en la escuela media, Ichiko aplaudió con claro sarcasmo cuando Osomatsu levantó en alto su puño en señal de victoria. Rodó los ojos y bufó mientras se concentraba en observar el exterior del recinto, ansiando irse de una vez por todas, pero aquello no sucedió enseguida ya que Jyushi los llevó a todos a un restaurante con ambigú de todo lo que puedas comer.

 

Podría decirse que Jyushimatsu era un gran ejemplo, solo que demasiado risueño e hiperactivo para ser tomado en serio, incluso en su empleo.

 

Las orejas le ardían, eso pudo notarlo, pero lo pasó de largo y apretó con más fuerza la caja de pizza que venía sosteniendo desde unas cuantas calles. El olor a quemado que se filtró a sus fosas nasales le confirmó que hoy le tocaría limpiar la cocina, al pasar por la penúltima casa justo para enfocar su visión por unos segundos en la que tenía la peor apariencia desecha y resquebrajada de todas, y los gritos desde el interior de la casa Matsuno no sólo se lo afirmaban, lo apresuraban a entrar y mostrar una de sus más grandes sonrisas al abrir de sorpresa la puerta corrediza.

 

Ichiko pateó la espinilla de su hermano y huyó a refugiarse en el abrazo que el peli negro alto con ojos alegres les ofrecía, Oso chilló de dolor pero no le impidió imitar la acción de la mayor.

 

- ¡Llegué!

 

- Bienvenido, Jyushimatsu. - Dijo Ichiko con monotonía, pero felicidad no muy bien oculta al parecer del adulto, soltando su agarre para permitirle al mayor moverse con más libertad, cediéndose el encargo de sujetar la caja de pizza.

 

- ¡Genial, pizza! ¿De qué es, Jyushi?

 

- ¡Peperonni, porque la última vez que traje de queso ya saben lo qué pasó!

 

- Te cagaste en los pantalones, nī - san - dijo Ichiko, formando con lentitud una sonrisa igual o más tétrica que la dada al saber de primera instancia quién sería el culpable en el próximo juzgado familiar, utilizando el honorífico que el menor debería usar en ella, pero en femenino, como una burla. - mientras estábamos durmiendo, como un bebé.

 

- ¡Te voy a...!

 

- ¡Oigan! ¿Huelen eso? - Con la esperanza por cesar el inicio de pelea, Jyushi olfateó con su aparentemente sorprendente nariz el alrededor captando un olor desagradable y hediondo como el de un cigarro.

 

- ¡El fuego!

 

Mientras los tres deseosos por comer pizza intentaban apagar el fuego que incendiaba las preciadas cortinas azul topacio de Karamatsu, el joven peli negro continuaba con su última jornada laboral de la noche ante sus intenciones de volver a casa, donde su buena intención sería de dormir al menos unas tres horas y alistar lo necesario para la escuela de sus hijos, seguidamente iría a trabajar en la cafetería a eso de las siete.

 

De solo pensarlo una pequeña cabeceada involuntaria lo obligó a trastabillar en su sitio para no caer contra el tablón de la barra, las bebidas medio vacías a su lado revolvieron los hielos en señal de que les volviera a rellenar el vaso, la hilera entera de ebrios de la barra en cuestión suplicó en coro con impaciencia, suspiró cansadamente mientras tomaba la manguera conectada a los filtros de cerveza y servía como si fuese un profesional con elegancia a todos los que alzaron su vaso. Las botellas importadas atrás de él eran observadas con devoción por cuanta mirada se cruzaba por la nueva marca que han traído por la tarde, y a su lado un joven con una edad no pasando la suya cortaba unos cuantos limones para pasarlos por la sal y servirlos con una gran presentación en los tequilas.

 

Todomatsu le dio una mirada de reojo a su superior sintiendo un poco de lástima al ver como nuevamente éste trataba por todos los medios de mantenerse en pie con el vaso de vidrio entre sus manos, limpiándolo con tan intenso cuidado que parecía querer romperlo por el constante roce del paño azul gris contra una mancha invisible.

 

Para Kara el trabajo del turno nocturno era el peor de todos, no se quejaba de ello porque el sitio fuese feo ni mucho menos, contaba con la compañía de un buen amigo como lo es Todomatsu, otro chico que si bien no estaba en su misma situación también debía esforzarse para pagar su universidad -, algo que él no pudo terminar por más que quiso, ya que la situación dictaba planes diferentes -. El vacilante establecimiento era elegante, pero sin llegar a lo socialmente caro, y la paga mensual era suficiente para conseguir la despensa de una semana o más si se esforzaba por conseguir una propina con la tarifa más alta, lo cual era sorprendente por la cantidad de personas que debían dinero al sitio.

 

¿Y si era de esos lugares, como las familias mafiosas en los restaurantes de comida italiana, que tenían sus propios guardaespaldas para cobrar a los deudores?... Entonces, ¿por qué no le ofrecían un trabajo a él, the great Karamatsu Matsuno, of course? Porque aquellas misiones costaban la vida, dinero y seguridad de la familia de aquel que era mandado a conseguir el dinero, por ello... Y que no soportaría ver a un muerto.

 

Mucho blood en casa, como aquella vez que Osomatsu se cayó por subirse a un árbol.

 

El fresco panorama al abrir fue corrompido por la suciedad de los ebrios acostumbrados a ir, las sillas forradas en cuero de la barra eran todas ocupadas por completo sin dejar una sola sin exclusión por el trasero de algún tipo sin intenciones de pagar hoy y agregarlo a la interminable cuenta, sin educación o modales uno grita "¡hey, lo de siempre", frunce el ceño en frustración al notar como aquellos hombres sin obligaciones ni empleo flojeaban hasta el punto de prometer abonar la extensa deuda en un futuro lejano e inexistente, si él pidiese al menos una bebida del menú ahí habría ido a dar todo el dinero para la universidad de uno de sus hijos.

 

Osomatsu.

 

Paseó su mirada por las paredes del lugar, tapizadas en un manto chillón pero indoloro a la vista, no como solía quejarse Totty de él cuando subía al escenario a deslumbrar a los clientes en sus tiempos libres, el color vino al igual que el fermentado en uvas del que gozaban muchos en beber durante la cata de estos por los días feriados, esos eran los días donde el trabajo solía ser más costoso por la redundante cantidad que se reunía en el pequeño emporio, pero la paga termina valiendo al mayoreo la pena.

 

- Oye, Kara... ¿Hoy no vas a subir a cantar con tu guitarra? Me encantaría verte más seguido sin esa estorbosa ropa de barman. - Preguntó un ebrio recién llegado a la barra, con claras intenciones de burla pero doble sentido en sus últimas palabras.

 

- Hmp, el mundo aún no está preparado para mí spectacularly awesome presentation, podría ser uno de estos días, ¡así que no lo dudes! - Contestó, provocando un brillo doloroso en sus ojos, causando que el borracho indiscreto demorará su sonrisa lujuriosa a un poema asqueado.

 

Volvió a colocar sus gafas oscuras sobre sus ojos y sonrió con galantería para quienes llegasen a posarse frente a él con intenciones parecidas al anterior sujeto. Todomatsu apartó su vista de él con total desconcierto y lastima ajena, restándole importancia a lo que estuvo pensando acerca de su amigo oji azul. Después de todo, si el Dolormatsu quería actuar tan infantil es porque no tenía ningún problema - visible - que pudiese estarlo molestando, a excepción del insomnio.

 

Pero Kara lo sabía. Muy en el fondo sabía lo que todos sus cercanos pensaban de él. El ser un ente invisible para la gran mayoría lo ayudaba a pasar inadvertido durante sus platicas; los murmullos en la oficina, los rumores que crecían alrededor de él por todo el vecindario, las palabras que salían de la boca de Jyushi durante sus conversaciones con su novia y, lo que causaba mayor alboroto, eran las constantes mal intenciones que tenían los clientes del local con él, y estos solo agravaban los prejuicios con los que las personas lo veían, que aunque no le importaba que todos hablasen de él, con el tiempo harían que sus hijos tuviesen que comer las consecuencias de esas mentiras. Se ahogaba en la bilis de todas esas frases cruzando su mente, la manera cruel en cómo lo verían sus hijos si el rumor de "tu papá hace cosas por dinero" se expandiera hasta llegar más allá de su radar adentrándose en sus oídos lo destrozaba, el nudo en su garganta crecía conforme los días pasaban y no podía hacer nada para evitarlo.

 

¿Por qué no renunciaba? Así se acabaría todo, pero el todo era general; el dinero, la comida, lo necesario para los estudios, ropa y reparación de la casa -, porque aquella fue la única cosa que recibió de sus padres una vez fue al funeral, que el representante legal se acercó a él y le comentó del testamento. No estuvo en posición de negar nada, en ese entonces, aún si la casa era una falacia a cómo lo era la antigua que recordaba. Techo era techo -.

 

Su vida era horrible, pero a diferencia de otras cosas, era una horrible vida soportable. ¿Qué más daba si debía trabajar a todas horas toda la semana? ¿A quién le importaba si ni siquiera los domingos podía descansar? La prioridad eran sus hijos y darles una buena vida.

 

- "No rechazarlos ni echarlos a la calle, no como los tuyos, ¿verdad, Mierdamatsu?" -.

 

Resopló de fastidio en la soledad de los casilleros al abrir el suyo. La hora de su trabajo había concluido con tanta rapidez, que en cierto modo agradecía, pero el último pensamiento que rondó su mente lo desconcertó.

 

Pero, ¿qué era una simple frase de recuerdo... De la persona que más mierda le hizo la vida? No era como si la fuese a volver a ver, era todo el estrés del momento y la presión agolpándose en su nuca tras tanto trabajo el día de hoy. Terminó de colocarse su sudadero azul, Todomatsu le preguntó si querría que lo acompañase, pero a esa hora realmente no había mucho peligro del qué preocuparse.

 

Las llaves de su residencia bailaron una vez más entre sus dedos acorde tarareaba una pegadiza melodía que escuchó en la radio por la tarde de aquel día, su hambre no había desaparecido del todo, únicamente fue amenizada cuando Todo le compartió un pedazo de su emparedado durante el descanso. Las consecuencias del insomnio y ayuno se revolvían en su estómago en un sentimiento de desagrado.

 

Al cruzar por la calle norte se topó con una imagen que solo agrandó más el desagrado que subía por su garganta. Un perro ahorcado más allá con una cuerda atada del cuello subiendo hasta dar la base como la rama de un árbol del parque junto a la estación, era decepcionante por el infame atrevimiento que unos posibles vándalos tuvieron al hacerle eso a un inocente ser como lo es un perro, más aún pues éste parece ser cachorro.

 

En lugar de decirse "ah, bueno. No es mi problema", tomó la decisión de ir a donde los perturbados tipos se divirtieron y cortar la cuerda, si aquellos seres pensaban dejarlo ahí no le importaba, lo menos que él podía hacer era darle un entierro justo a un pobre ser como aquel. Podía darse unos cuantos minutos para llegar tarde, faltaba máximo una hora para que saliera el tren a su hogar, los niños seguramente estarían durmiendo o ya habrían caído presos del sueño por tanto jugar con Jyushi.

 

El dolor en su espalda se intensificó, pero no fue algo de lo que él pudiera predecir ni mucho menos, de entre sus manos cayó el cadáver del perrito, impactándose levemente contra el pequeño rastro de hoyo que ya llevaba hecho, la sensación de dolor se pasó con rapidez para que alcanzara a ver lo que intentó noquearlo, el golpe no fue tan fuerte para desmayarlo, pero lo suficiente para aturdirlo.

 

Intentó enfocar la borrosa mirada a través de sus azules ojos cubiertos por los oscuros lentes de sol, un nulo intento que trajo consigo grandes consecuencias, pues el qué sea que lo golpeó tras la espalda recurrió a la misma acción golpeando ahora su rostro. El pómulo derecho y parte de la parte inferior de su ojo dolía con un ardor amenazante en dejar un pronto moretón, de aquel siguió otro, rompiendo su labio inferior con la intención de obligarlo a gustar de su propio sabor metálico con aquella herida.

 

La difusión se trastorna en un rojo casi tan intenso como los ojos de Osomatsu, y es en él junto a Ichiko en quienes piensa mientras se siente ultrajado lentamente al ser arrastrado en la vuelta de la cuadra en un callejón sin salida existente, como siempre le ocurría, recuerda la primera vez que una experiencia así le pasó allá en donde la casa de Chibita. Era el mismo sentimiento de impotencia y desesperación obligándole a sujetarse con fuerza de cualquier cosa con la cual evitará el inevitable final de su trágica vida de desgracias, el escozor no sólo se prolongó de dolor en su pómulo y labio, que habían empezado a cicatrizar para volver a dejarse abrir por los nuevos daños de un tercero al mando le dio como dominación, aumentó considerablemente junto a la pérdida de uñas su gesto lastimero.

 

Si el húmedo y musgoso piso junto al restaurante de sushi fuera de madera sin duda la marca de sus uñas arañando con aferracmiento de sus intentos de retraso serían una perfecta ruta para marcar el camino a la escena del crimen. El brillo desprendiendo de un objeto lo cegó y la diversión para los atacantes comenzó.

 

...

 

Se contuvo unos minutos antes de levantarse sobre sus rodillas, temblar entre espasmos y el líquido viscoso colándose del agujero en sus rasgados pantalones no eran una grata ayuda, con lentitud fue recobrando la compostura hasta pararse por completo inclinando su peso entero en sostenerse de la base de sus pies, un mareo más intenso que los anteriores durante la noche lo azotó haciéndole caer una vez más.

 

¿Se sentía sucio? No realmente, en este punto de tu vida no te importa mucho lo que te ocurra, lo único que te mantiene en pie es volver a casa y ahorrar el dinero necesario para conseguir todo lo que la larga e infinita lista de quehaceres domésticos te describía. Ya lo pensó mientras iba rumbo a su primer destino al salir del trabajo, cuando la voz socarrona logró hacerlo temblar con ira reprimida, daba igual lo que le pasara. Solo quería continuar esta farsa hasta que sus hijos pudiesen tener su propia vida y ser felices.

 

El camino a casa fue un mártir misericordioso por la falta de interés que le ponían las personas a alguien como él, o a él en sí. Agradecía en lo profundo de su alma que los vecinos ya estuviesen dormidos y las luces apagadas se lo confirmarán. Esperaba que lo mismo pudiese pensar aliviado de la suya con Jyushi y los niños durmiendo en la comodidad del futón.

 

Los postes de luz encendidos le daban la perfecta visibilidad que necesitaba para volver a casa, a unos pocos pasos podía vislumbrarse la silueta de Jyushi sentado enfrente de la ventana con una somnolencia recelosa por desear apocar la enorme sonrisa cansada que sostenía, lo curioso era la manía que mantenía por permanecer con los ojos cerrados en una sonrisa, tal cual esperaba, pero con el puente de ojeras como queriendo competir contra el suyo. Así solía ser, era un muy buen amigo, el ser buen modelo a seguir solo le daba puntos extra.

 

- Oye, tú. - El humo de un cigarrillo recientemente encendido vino de la mano junto a las adormiladas palabras que exponía una boca, a penas visible como el rostro del sujeto a unos metros en la acera.

 

- Mande, ¿yo? - Se señaló a sí mismo con desconcierto, y cierto temor, ciertamente, aunque, ¿qué más podía perder? La vida.

 

Camino con paso cuidadoso hasta quedar debajo del mismo poste de luz que el sujeto re invierto hasta el cuello, portaba un muy grueso abrigo gris que cubría por completo las prendas debajo de éste, se retorció en su interior por el calor que ver eso le producía, el sombrero de índole mafiosa combinaba en juego con esto y le daba un aire sombrío, aquel aire se llenaba al máximo con el que emitía el cigarro atrapado entre sus labios. Sin acercarse al entonces punto de parecer invadir su espacio, quedó frente al tipo con una dubitativa ceja alzándose.

 

- Por supuesto que sí, idiota.

 

- No hay razón por la cuál deba llamarme así, ni siquiera sé quién es usted. - Karamatsu se defendió, ciertamente que un extraño te insulte de buenas a primeras no era agradable.

 

Hubo algo, si mal no presentía ese cosquilleo irritante en su cabeza, en la sonrisa grotescamente formada de manera socarrona en la parte distinguible del rostro del contrario, con esos dientes blancos mostrándose con picardía que le recordaban algo bloqueado en lo profundo de su mente, pero lo ignoró haciéndolo pasar por el estrés que ya traía cargando sobre su espalda y nuca.

 

- Oh... ¿Ya no me recuerdas... Mierdamatsu? - La mano libre enseñó por completo el antiguo rostro recubierto en sombras negras el rostro que Karamatsu por años suplicó no volver a ver. Para su desgracia, la diestra igualmente libre del sujeto alzó el objeto brillante que lo grabó con gozo mientras la actividad de hace horas se realizaba. -, ¿quieres que te refresque la memoria?

 

Notas finales:

Welp. Agradezco a quién sea que se haya tomado el tiempo de leer esto, ¡gracias! 

Nignun personaje aquí utilizado me pertenece, la idea de un Matsuno padre soltero fue de una escritora en Fanfiction, yo solo me basé en esto y la trama que desarrollé de eso es mía.

Espero que se entienda, realmente.

 

:)... Me voy.


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