Me senté en una de las mesas de ese pequeño café.
Pedí un expresso mientras descansaba. Alguien, sentado a mi lado captó mi atención.
En un principio me negué a creer que eras tú. Te veías diferente. La última vez que te vi, tenías una mirada perdida, ojos llorosos y grandes ojeras.
Pero ahora todo era diferente. Estabas sentado junto a un sujeto, conversando amenamente. Sonriendo, bromeando. ¿Hace cuánto tiempo no te veía sonreír?
De repente, el sujeto tomó tu mano por sobre la mesa. Tú solamente reíste nerviosamente.
No quería seguir viendo. No quería seguir atrapado en el pasado. Era sencillo. Solo tenía que parame e irme de ahí, dar vuelta la página. Irme como si nada hubiera pasado.
Pero no podía. No podía desplegar mi vista de ti.
No pude evitar que nuestras miradas se cruzaran.
Pero solamente me ignoraste y evitaste mi mirada.
¿Por qué?
Luego me di cuenta de lo que estaba ocurriendo. Ahora solo soy un desconocido en tu vida. Uno más del montón. Después de todo lo ocurrido… no soy nadie.
¿Cómo llegamos a esto?
Todo empezó cuando me pediste un tiempo. Habías estado raro desde hace un par de semanas.
Pregunté el porqué, y me respondiste con un “Estoy confundido”
Lo entendí de inmediato. Quizás empezaste a darte cuenta de que ya no me amabas con antes. O tal vez nunca me amaste.
Sonreí tristemente y miré tu rostro afligido. Tome tus manos, les di un pequeño beso y te dije que todo iba a estar bien.
Siempre fui alguien bastante comprensivo y jure no presionarte en tus decisiones.
Pero luego de unos meses sin saber de ti, comencé a preocuparme.
Te llamaba casi todos los días, pero no contestabas.
Tal vez de verdad me abandonaste, pensé.
Cuando había perdido todas mis esperanzas, me contestaste.
Fui a tu departamento y te encontré afligido. Parecía que no habías dormido en días, tal vez semanas.
Cuando me viste tu ojos se cristalizaron y de tu boca salió un pequeño “Perdón”
Ahí supe que todo había terminado.
Me explicaste la situación entre llantos y jadeos.
Habías conocido a alguien más, Alguien que dio vuelta tu mundo. Te sentiste atraído por el y comenzaste a dudar de nuestra relación.
No sabias a quien elegir. Estabas en una guerra interna contigo mismo. Pero luego te diste cuenta que lo elegías a él por sobre mí.
En un principio no supiste como decírmelo, por lo que lo ocultaste.
Tomaste distancia, solo para intentar huir de la realidad. Pero nada de eso funcionó.
Ya no había más que decir.
Mis lágrimas caían silenciosamente y tú solo mirabas el piso.
Parecía que tú sufrías más que yo, pero no era así.
Que la persona a la cual le diste todo tu amor durante años te diga ama a otra persona, es el sentimiento más doloroso de toda la vida.
-Te amo y siempre lo haré- dije después de darte un pequeño beso en los labios y acariciarte la cabeza.
Salí de ahí con una tristeza infinita.
Luego de eso estuve varios días sin salir de casa. Me costaba aceptarlo. Me dolía mucho.
Aunque mentí muchas veces diciendo que te había superado, no podía hacerlo. Era imposible.
Y ahora verte feliz con otra persona, más feliz de lo que estabas conmigo, es doloroso.
Tan doloroso que es insoportable.