Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

SECRETOS por Madara-94

[Reviews - 9]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Naru No sera tontito aqui...

Notas del capitulo:

No tengo nada que decir por lo pronto a leer

Londres, 1844

 

Se avecinaba otro aguacero primaveral, pero Naruto hizo poco caso del cielo encapotado que pendía pesadamente sobre él. Distraído se desplazaba por el jardincillo, cortando rosas rosadas y rojas que más tarde dispondría para su propia satisfacción, en un jarrón para su sala de visitas y otro para su hermana Karin. Su hermano Nagato estaba ausente, en su típico empeño de divertirse en alguna parte, por lo cual no necesitaba flores para adornar una habitación donde casi nunca dormía. Y a su padre, Minato, le desagradaban las rosas, así que no cortó ninguna para él. “Dadme azucenas o lirios, o hasta margaritas silvestres; pero guardaos esas rosas tan empalagosas para vosotros”.

A Naruto no se le ocurriría obrar de otro modo. En tal sentido, era adaptable. Por eso cada mañana se enviaba un criado en busca de margaritas silvestres para su padre, aunque no fuesen fáciles de encontrar en la ciudad.

-Eres una maravilla, mi querido Naru -solía decir su padre, y Naruto aceptaba entonces el cumplido como justo.

No era que necesitara elogios; ni mucho menos. Lo hacía por orgullo propio, para su autoestima. Le encantaba que le necesitaran. Tal vez Minato Namikaze fuera el jefe de la familia, pero era Naruto quien dirigía la casa, y ante Naru cedía él en todos los aspectos. Él era el anfitrión de su padre, su amo de llaves y su administrador. Tenía a raya las trivialidades domésticas y los problemas con los arrendatarios, lo cual dejaba al conde libre de preocupaciones para meterse en política, su pasión.

-Buenos días, Naru, ¿Vienés a desayunar conmigo?

Cuando alzó la vista, Naruto vio a Karin asomándose por la ventana de su dormitorio, desde donde se divisaba la plaza.

-Ya he desayunado, cariño, hace varias horas- contestó Naruto.

-¿Café, entonces? Por favor  -insistió Karin- Necesito hablar contigo.

Naruto sonrió asistiendo; luego llevó adentro su cesto de rosas. A decir verdad, había estado aguardando pacientemente a que su hermana se despertara, para poder hablar con ella. Sin duda ambos pensaban en el mismo tema, pues los dos por separado habían sido llamadas al estudio del conde la noche anterior, pero por la misma razón: lord Suiguetsu.

Lord Suiguetsu era un joven elegante, de apostura diabólica, que había tomado por asalto a la inocente joven Karin. Se habían conocido a comienzos de la temporada de ese año, la primera de esta, y desde entonces la pobre muchacha no había mirado a ningún otro hombre. Estaban enamorados. Pero ¿quién era Naruto para mofarse tan sólo porque pensara que esa emoción era tonta y un desperdicio de energía que era mejor dedicar a alguna actividad útil? Estaba contento por su hermana menor, o al menos, lo había estado hasta la noche anterior.

Mientras se encaminaba hacia la escalera, hizo correr a los criados para cumplir sus órdenes: enviar arriba una bandeja con el desayuno, llevar la correspondencia a su oficina, enviar al conde un recordatorio de que tenía una entrevista esa mañana y llegaría dentro de media hora; despachar dos doncellas al estudio del conde para asegurarse de que estuviera en orden para recibir un huésped (su padre no se distinguía por su pulcritud) y llevar jarrones con agua a la sal de visitas de Karin. Y arreglaría las rosas mientras conversaban.

Si Naruto hubiese sido de los que postergan las cosas, habría eludido a Karin como la peste. Sin embargo, no era esa su actitud. Aun cuando no estaba seguro todavía de lo que se proponía decir exactamente a su hermana, estaba seguro de que no rechazaría el ruego de su padre.

-Tú eres el único a quien ella escuchará, Naru –le había dicho su padre la noche anterior-. Debes hacer comprender a Karin que yo no me he limitado a formular amenazas ociosas. No permitiré que mi familia se asocie con este farsante. Sabés que no acostumbro a ser autocrático. Eso te lo dejo a ti, Naru. – Ambos sonrieron por esto, pues él podía realmente ser despótico cuando se justificaba, aunque eso era poco habitual, ya que todos se esmeraban para complacerle. Minato continuó su defensa-. Quiero que mis hijos sean felices. No dicto la ley, como ciertos padres.

-Eres muy comprensivo.

-Me agrada pensar que es así, desde luego.

Era verdad. Minato no interfería en las vidas de sus hijos, lo cual no quería decir que se despreocupara. Ni mucho menos. Pero si uno de ellos se metía en aprietos –más exactamente, cuando Nagato se metía en aprietos-, encomendaba a Naruto arreglar el enredo. Todos dependían de este para que las cosas anduvieran sin tropiezos.

-Pero te pregunto, Naru, ¿qué otra cosa podía hacer yo? Sé que Karin cree estar enamorada de este mozo. Probablemente lo esté, en efecto. Pero lo mismo da. He sabido por las mejores fuentes que ese lord no es lo que afirma ser. Está a un paso de ir a la cárcel por deudas. ¿Y qué me dijo a esto esa muchacha? “No me importa”, dijo. “Me fugaré con el si es necesario.” Vaya señorita impertinente. No se fugará realmente, ¿o sí, Naru?.

-No, estaba tan sólo alterada, padre –lo había tranquilizado Naruto-. Karin dijo simplemente lo que necesitaba decir para aplacar su dolor y su desengaño.

La noche anterior, Karin se había ido a la cama llorando. Naruto se había acostado entristecido por su hermana, pero era demasiado  práctico para permitir que ese giro de los acontecimientos le deprimiera. Se sentía responsable en parte, porque había sido el acompañante habitual de su hermana y, de hecho, había estimulado el creciente cariño entre los dos jóvenes. Pero no podía permitir que eso influyera. Todo se reducía a un solo simple hecho: Karin ya no podía casarse con lord Suiguetsu. Era necesario hacérselo ver y aceptar.

Llamó a la puerta una sola vez antes de entrar en el dormitorio de. Su hermana menor estaba todavía desaliñada, con un peinador de seda rosa sobre su camisón de lienzo blanco. Se la veía exquisita en su melancolía, con los suaves labios vueltos hacia abajo en las comisuras. Pero, claro está, pocas cosas podían disminuir la deslumbrante belleza de Karin.

-Naru, ¿te ha contado papá lo que ha hecho?

Qué expresión tan angustiada... Los ojos de Karin brillaban, muy cerca del llanto. Naruto sintió compasión, pero sólo porque era su hermana quien sufría. Simplemente no podía entender tanta emoción dedicada a algo tan tonto como el amor.

-Sé lo que ha hecho, cariño, y estoy seguro de que has llorado hasta hartarte por eso, de modo que ahora animate. No más lágrimas, por favor.

 No se proponía mostrarse tan frío. Deseaba realmente poder entender. Suponía que era demasiado pragmática. Estaba firmemente convencido de que si no se podía ganar después de agotados todos los recursos, había que rendirse y ver el lado bueno de la situación. Nadie iba a sorprenderle golpeándose la cabeza contra un muro.

Karin se volvió con presteza sobre su pequeño escabel de raso, y dos gruesas lágrimas rodaron por la blanca extensión de sus mejillas.

-Para ti es fácil decirlo, Naru. No es a tu prometido a quien papá ha rechazado y echado de la casa.

-¿Prometido?

-Pues claro. Antes de venir a pedir la bendición de papá, Sui me lo preguntó y yo acepté.

-Entiendo.

-¡Oh, no me hables en ese tono, por favor! –Gritó Karin- ¡No me trates como a una criada que ha cometido una falta!

-Lo siento –dijo con sinceridad-. Sé que yo mismo nunca estuve en esta clase de situación, por eso no me es fácil concebir...

-¿Nunca has estado un poquito enamorado, tan sólo una vez? –insistió Karin, esperanzada. Naruto era el único que podía persuadir a su padre para que cambiara de idea, pero si no se daba cuenta de lo importante que era...

-Sinceramente, Karin, tú sabés que no creo en... Lo que quiero decir es que...

La expresión implorante de su hermana menor estaba haciendo muy difícil aquello. La criada, al llegar con el desayuno en una bandeja, la salvó de decir la verdad: que se sentía enormemente afortunado por ser uno de los pocos de su época que podían ver el amor de manera práctica. Era una emoción necia e inútil. Producía altibajos en los sentimientos que no tenían por qué desordenar la vida de las personas. Pero Karin no quería oír que o que estaba sintiendo en ese momento era ridículo. Necesitaba comprensión.

Tomando la humeante taza de café que le ofrecía la criada, Naruto se acercó a la ventana. Esperó hasta oír que la criada salía y cerraba la puerta; luego se volvió hacia su hermana, que no se había movido hacia la bandeja con su desayuno.

-Hubo un joven que, según creí, me gustaba –dijo titubeante.

-¿Te amaba él?

-Ni siquiera se daba cuenta de mi existencia –repuso, pensando en quien él había considerado tan guapo-. Nos vimos durante toda la temporada, pero cada vez que conversábamos, él no parecía verme. Era a los más atractivos a los que agasajaba.

-¿Entonces has sufrido?

-No... Lo siento, cariño, pero verás, yo era realista ya entonces. Ese joven era demasiado guapo para interesarse por mí, aun cuando no estaba en tan buena situación económica y yo soy muy buen partido, es decir, financieramente. Supe que no tenía la menor probabilidad de echarle mano, por eso no me molestó no lograrlo.

-Entonces no lo amabas en realidad –suspiró Karin.

Naruto vaciló, pero finalmente sacudió la cabeza.

-El amor, Karin, es la única emoción predestinada a morir con notable regularidad. Fijate en tu amiga Zuki. ¿Cuántas veces ha estado enamorada desde que la conocés? Cinco o seis por lo menos.

-Eso no es amor, sino apasionamiento. Ella no tiene edad suficiente para experimentar verdadero amor.

-¿Y tú sí, a los dieciocho años?

-¡Sí! –Repuso Karin con énfasis-. Oh, Naru, ¿por qué no puedes comprender? ¡Yo lo amo!

Era tiempo de llevar a fondo la dura verdad. Evidentemente, Karin no se había tomado a pecho el sermón de su padre.

-Lord Suiguetsu es un cazafortunas. Perdió toda su herencia en el juego, hipotecó sus fincas y ahora necesita casarse por dinero, y , Karin, eres dinero.

-¡No lo creo! ¡Jamás lo creeré!

-Papá no mentiría respecto de algo así, y si el lord te dice otra cosa, será él quien miente.

-No me importa. Me casaré con él de todos modos.

-No puedo permitir que hagas eso, cariño –dijo Naruto con firmeza-. Nuestro padre hablaba en serio... Te dejaría sin un chelín. Tú y el lord seríais mendigos entonces. No permitiré que eches tu vida a perder por ese bribón.

-Oh, ¿cómo se me ocurrió que tal vez tú me ayudarías? –Clamó Karin-. Tú no entiendes. ¿Cómo podrías? ¡Si no ere más que una vieja ciruela reseca! –Ambos lanzaron una exclamación simultánea-. ¡Dios mío, Naruto, no he querido decir eso!

La acusación dolió, sin embargo.

-Lo sé, Karin –Naruto procuró sonreír, pero no lo consiguió.

Llegó otra criada trayendo los dos floreros con agua que él había pedido. Naruto le indicó su propia sala de visitas; luego se dispuso a salir de la habitación, recogiendo su cesta con rosas. En la puerta se detuvo.

-No creo que debamos seguir hablando de esto durante un tiempo. Sólo quiero lo mejor para ti, pero en este preciso momento no puedes verlo.

Karin se retorció las manos durante cinco segundos; después se incorporó de un brinco y fue en pos de Naruto, al otro lado del pasillo. Jamás había visto una expresión tan agobiada en el rostro de su hermano. Por el momento Suiguetsu quedó olvidado. Tenía que reconciliarse con Naru.

Con una seña, hizo salir a la criada de la vasta habitación, llena de muebles, engalanados con fundas que el propio Naru había bordado. Entonces comenzó a pasearse de un lado a otro, pisando la gruesa alfombra que cubría el suelo de una pared a la otra. Sin hacerle caso, naruto se dedicó a acomodar las rosas.

-¡No estás reseco! –Exclamó Karin-. ¡Y por supuesto que no eres viejo!

Naruto alzó la vista, pero todavía no logró sonreír.

-¿Pero a veces soy una ciruela?

-No, una ciruela no, tan sólo... tan sólo recatado y decoroso, que es como debes ser.

Entonces Naruto sonrió.

-Me volví de ese modo al tener que agasajar a tantos ancianos diplomáticos alemanes y españoles en el palacio. Tan pronto como se supo que yo hablaba ambos idiomas con fluidez, nunca me faltaron acompañantes para cenar.

-Qué aburrido – se compadeció Karin.

-No digas eso... Fue fascinante oír hablar sobre otros países de primera mano, casi tan bueno como viajar, cosa que padre no me ha permitido hacer.

-¿Nunca has tenido que agasajar a ningún francés elegante? Hablas francés tan bien como si hubieras nacido allá.

-Pero también lo hacen todos los demás, cariño.

-Por supuesto –repuso Karin, sin dejar de pasearse de un lado a otro.

No era suficiente. Naru había sonreído, pero aún había dolor en su mirada. ¡Oh, esas horrendas palabras! Ojalá tuviera ella tanto control como Naru. Él nunca decía nada que no quisiera decir.

Al dar la vuelta por la habitación, se acercó a la ventana que daba a la calle. El carruaje que se estaba deteniendo abajó le pareció conocido.

-¿Papá espera a lord Raikage?

-Sí. ¿Ya ha llegado?

Karin se apartó de la ventana asistiendo con la cabeza.

-Nunca me ha gustado ese viejo chivo pomposo. ¿Recuerdas cuando éramos niños y tú derramaste esa jarra de agua por la ventana sobre la cabeza del viejo? Me reí tanto que... –Se interrumpió al ver una expresión traviesa en los ojos de Naru. Dios, hacía años que no veía esa expresión-. ¡No te atreverás!

Naruto levantó el otro florero con agua y se acercó lentamente a la ventana. En ese instante, un lacayo de librea ayudaba al lord a apearse de su carruaje.

-No debes hacerlo –le advirtió Karin, pero sonreía de oreja a oreja-. Nuestro padre se enfureció la última vez. Ambos recibimos azotes, ¿Recuerdas?

Naruto no dijo nada. Aguardó hasta que el confiado lord llegó a la puerta, bajo la ventana donde estaba, y luego derramó el contenido del florero. Se apartó, transcurrió un segundo, y a continuación rompió en risas contenidas.

-Dios santo, ¿has visto su expresión? – Dijo Naruto entre jadeos-. Parecía un pescado muerto.

Al principio Karin no pudo contestar, pues había abrazado a Naru y reía con demasiada fuerza. Finalmente preguntó:

-¿Qué le dirás a papá? Se pondrá furioso.

Sí, indudablemente. Y yo le aseguraré que despediré a la torpe criada responsable de semejante afrenta.

-No te creerá – rio entre dientes.

-Claro que sí. No se dará cuenta, no se interesa por los problemas domésticos. Y ahora debo ir a ver a lord Raikage. No puedo permitir que me salpique todo el vestíbulo. Reza por mí, cariño, que pueda recibirlo muy seria.

Y Naruto Namikaze salió raudo del aposento para hacer lo que mejor hacía: apaciguar y componer. Además, había logrado aliviar la tensión entre su hermana y el.

Notas finales:

diganmen sus opiniones...


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).