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Sobrenatural por Nizza

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Notas del fanfic:

Bueno, ¡espero que les guste! este es en realidad un trozo de otro fic que estoy haciendo y que decidí alargarlo. ¿La razón? Se supone que este multichapter que les hablo no se debe sobrepasar las 500 palabras (está basada en una tabla). Así que mientras hacía este, sentí que debía alargarlo y compartirlo con ustedes. :)

Hubo una noche, como hace mucho tiempo, en que cayó sobre nosotros una lluvia tormentosa. Extrañamente no trajo consigo frío, pero sí demasiado viento. Parecía una de esas noches que tanto se hacía frecuente en novelas de terror, haciendo falta que sólo los espíritus bajo tierra emergieran.

En ese entonces, fue la tercera noche en que descansaba bajo el templo de Escorpio como su guardián. Me había acostado tarde, cuando apenas las primeras gotas descendían del opaco cielo mientras terminaba un libro que me habían prestado.

Yo dormía sin ningún inconveniente, terriblemente hechizado bajo esta tormenta en la que secretamente profesaba mi amor hacia ella. Encontraba una tranquilidad inusual, como si en realidad ese ruidoso goteo fueran sedantes coros que me daban una estrambótica  paz. Tranquilo estaba todo, no obstante. Pero la tranquilidad era la de siempre; demasiada, para un chiquillo como yo. A veces me hacía añorar tener a alguien con quien conversar en los ratos que me quedaba aquí, el silencio me ahogaba.

Y, fue justamente en ese mismo silencio, en esa noche con lluvia tormentosa; en que sentí contra mi oído descubierto un gélido suspiro, una voz monótona e íntima, llamar a mi nombre. Un frío espectral consumió en todas sus fauces al templo de Escorpio, y yo, incorporándome, reté con mis ojos a la negra tempestad.

—¿Quién es? —Pregunté. Y por supuesto, me levanté de inmediato.

Jamás he sido supersticioso, y sé demasiado bien que en este lugar sobre todo, muchos pueden manifestarse de diferentes maneras. Por ende, lo primero que se me cruzó por la cabeza fue en un intruso. ¿Quién era? No lo sabía. Sin embargo, me dejó escucharlo otra vez.

…Milo…

Abrí la puerta de mi habitación al tiempo que un relámpago azotaba al cielo; el templo se había iluminado con una fuerte esencia blanca y me sorprendí encontrándolo vacío. Cuando cerré la puerta, fui a encaminarme al centro, al corazón. Y me paré ahí, mirando hacia todos lados, a la vez que grité:

—Si es un juego o no, más vale que te muestres. Aquí el guardián de Escorpio te espera, y aplicará su sentencia.

Nada.

El frío me envolvía, a pesar de que sabía que no había. No sé cómo tenía presente que era sólo ahí. Me pregunté una y otra vez quién sería, haciéndome realmente de los ánimos para encarar a ese desgraciado que me había despertado a esta hora que ni siquiera tenía en cuenta. Así que, moviéndome otra vez, enojado, seguí buscando al portador de la voz, acercándome más a la entrada esta vez.

Y lo vi.

Ahí, yo lo vi.

Bajo la tormenta, venía empapado, triste, con sus cabellos turquesas tan aplastados que la lluvia caía como cascada a través de ellos. Su ropa venía agujereada, maltratada, y se abrazaba a sí mismo como si alguien lo hubiera lastimado. Oh, Athena… ¡cuánto quise tenerlo entre mis brazos! Pero seguí parado ahí, mirándolo, con los ojos al borde de las lágrimas. ¡Cuánto quería ahogar mis sollozos en él!

—¡Camus! —le grité, con la voz dolida.

Jamás imaginé un reencuentro así entre los dos. Él me miró, enalteciendo la cabeza tratando de visualizarme a través de la lluvia a unos cuántos escalones más abajo. Se había detenido ahí, como si no se hubiera dado cuenta que había llegado a mi templo. De pronto, su expresión se hizo de una incomprensible agonía.

Mi corazón dolía, me dolía y me sentía roto porque no podía entender qué le pasaba. Yo esperaba que llegara a mí entre sonrisas y orgullo, con esa satisfacción de que nos sabíamos merecedores apenas hicimos aquella promesa años atrás. Pero hoy, había arribado entre lágrimas y moretones, sin siquiera con la armadura a su espalda o vistiéndole. Creo que tapé mi boca con una de mis manos, completamente shockeado frente a la imagen de Camus, y a mi Camus de antaño. Yo había dejado de escribirle cartas en nuestra separación, y ahora yo esperaba su regreso como me había mandado por escrito no mucho atrás. No fallaré, me habías dicho. Pero fallándome o no, puedo decirte que sigo queriéndote igual.

Oh Camus… ¡Mi Camus!

—Perdóname, Milo

No importa. Realmente no importa. Seguí gritando su nombre para que me escuchara, pero algo me tenía ahí y me impedía bajar e ir por él. ¡Yo no quería dejarlo solo! ¡Jamás lo dejé solo!

Pero cuando otro rayo iluminó azotando el cielo, supiera yo por qué Zeus lloraba tan amargamente esta noche, me vi al borde de la locura presenciar que Camus se desvaneció.

Y yo me quedé en el suelo, aferrándome a un pilar.


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