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El jardín del cielo por MeiNozomi

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Notas del capitulo:

Continuación :3

Respiré profundo — tres ataques en una semana.
 
— Es normal, ¿hablaste sobre su familia?
 
— Fue sólo una pregunta, nada más.
 
— Mmm deberías dejarlo  ... por lo menos hasta que lleguen las visitas.
 
— ¿Visitas?.
 
— Sí, sus padres vienen a verlo cada tres meses y es cuando más ataques le da.
 
 
Durante todo ese tiempo lo estuve observando con una cierta ternura. En algunos momentos, veía como se echaba a la cama a llorar.
 
— Sei, voy a pasar.
 
— ... .
 
Evidentemente estaba mal, miraba hacia la pared en posición fetal, llorando en silencio. Lentamente fui acercándome a su cama y lo abracé, de manera fuerte y protectora.
 
— Tranquilo, yo te protejo.
 
— No quiero verlos — decía llorando, mientras posaba sus manos en las mías.
 
— Pero ellos quieren lo mejor para tí, que estés bien y recuperado en tu hogar.
 
— No quiero ... tengo miedo.
 
— ¿Miedo?.
 
— Papá no me quiere, él me maltrata por mi enfermedad y la culpa a mamá, también la maltrata y no quiero que ella sufra por mi culpa.
 
 
 
Seijuro, fue haciéndose lugar en el corazón de Murasakibara, lentamente su historia se fue desentrañando en las palabras que pasaban por sus labios, cada suspiro se fue transformando en una lástima pasada, y el menor se fue abriendo a los brazos protectores del mayor.
Lentamente los días fueron pasando y la espera de la visita se hacía cada vez más cercana. Por suerte, Seijuro no había tenido ataques, pero sí días depresivos que fueron encendidos con las agradables sonrisas, cálidos abrazos y largas charlas de Mura.
 
 
 
***
 
 
— ¡Doctor Mura!, ¡Doctor Mura!.
 
— ¿Sí?.
 
— Seijuro.
 
— Mierda.
 
 
Rápidamente corrió por los pasillos blancos, como si fuera un sueño en el que el camino se hace interminable y la luz en el fondo se hace más pequeña. La puerta estaba cerrada, se escuchaban gritos y golpes, de un empujón abrió la puerta y se encontró con Seijuro en el suelo con la bata manchada de sangre.
 
— ¡Sei!, ¡Sei!.
 
— ¡Me duele!.
 
— ¿Dónde?, ¿Qué has hecho?.
 
— Lo siento ... lo siento — decía mientras lloraba.
 
— Basta — dijo abrazándolo — por favor, traigan una camilla — avisó a una enfermera.
 
 
Al entrar la camilla lo tomó en sus brazos, dándose cuenta que estaba terriblemente delgado y débil. Lo aferró a sus brazos, no quería soltarlo, sentía todas sus tristezas y lamentos.
 
 
Una vez en la sala de emergencias, cerraron y curaron sus heridas. Murasakibara miraba su cuerpo, lo acariciaba y lo vendaba. Seijuro no lo miraba, estaba apenado.
 
— Lo siento ...
 
— No digas más, quiero que tomes tus medicamentos y verte descansar.
 
— Está bien.
 
 
Nuevamente, Murasakibara y Seijuro se miraron profundamente a los ojos, el mayor tomó con fuerza las manos del menor en una manera de protección y este se quedó dormido. Verlo era como una escena de película, era como mirar a un niño, una pintura, no había cosa más perfecta que él.
Al pasar los minutos, Murasakibara se quedó dormido en la silla, apoyando su cabeza en la camilla. Luego se despertó en la madrugada, al recuperar la vista, divisó que Seijuro ya no estaba. Se levantó exhaltado y caminó hasta su habitación, allí estaba mirando el jardín desde la ventana.
 
— El amanecer es hermoso.
 
— Sei-chin ... no deberías haberte levantado.
 
— ¿Sei ... chin?
 
— Bueno — se sonrojó — es que ... sabes, te quiero y ...
 
— Me gusta — dijo con una sonrisa. Era la primera sonrisa que esbozaba Seijuro. Los ojos de Murasakibara se abrieron para contemplar esa escena y guardarla en su mente para siempre.
 
— Sei-chin — nombró arrodillándose ante el menor — si te mejoras, prometo llevarte a un hermosos jardín y vamos a ver juntos el amanecer.
Seijuro lagrimeó, era la primera vez que alguien le prometía algo con tanto cariño — ¿en verdad?, ¿no me mientes?.
 
— No miento, lo digo en serio.
 
Ambos se abrazaron fuertemente, entregando todo de sí, transmitiéndose todo el cariño que se tenían. ¿Quién diría que en tan sólo tres meses hubieran construido todo ese mundo para ellos dos, que con sólo unas miradas bastaban para decirse todas las palabras que definieran sus sentimientos, que necesitaba del otro? ... pues nadie, era su mundo.
 
 
 
***
 
 
Llegó el día de la visita, Murasakibara había hecho el seguimiento de Seijuro, ayudó a vestirlo y maquilló un poco su rostro para darle color.
Sus padres se presentaron, todo ocurría como lo acordado. Seijuro estaba relajado. 
 
En un momento, Murasakibara salió de la habitación ya que un paciente había entrado con un cuadro de psicopatología grave. 
Comenzó a escuchar gritos y estruendos, corrió por los pasillos y allí estaba Seijuro con una tijera, su padre en el piso sangrando y su madre gritando, abrazando a su hijo.
 
 
Murasakibara estaba casi paralizado, sólo veía a doctores y enfermeras correr, salir y entrar por la habitación. Estaba mareado, sentía que se desmayaba y lo hizo, se desplomó en el piso, lo único que escuchó fue la voz de Seijuro gritando su nombre, pidiendo ayuda ... pero no podía, no podía levantarse, no podía moverse.
 
 
 
***
 
 
Sus ojos se abrían lentamente, tenía la vista nublada, veía una luz blanca y un rostro acercándose.
 
— ¿Doctor?, al fin.
 
— ¿Qué ha pasado?.
 
— Se desmayó, está muy cansado y en un estado anímico.
 
— ¿Y mi paciente?.
 
— Está bien.
 
Murasakibara se levantó como pudo — ¿Cuánto tiempo estuve dormido Lee?
 
— Mmm dos días, no te levantes.
 
— Tengo que volver a mi trabajo.
 
— ¡No!, a tus pacientes lo tomó otro médico hasta que te recuperes.
 
— No, no quiero, quiero volver, necesito volver.
 
— ¡Dije que no!.
 
 
A gritos del Doctor Lee, Murasakibara pudo descansar una semana, se recuperó lentamente y pudo volver a trabajar, pero no encontró el seguimiento de Seijuro entre sus papeles.
 
— ¡Doctor Lee!.
 
— ¿Sí?.
 
— No tengo el seguimiento de Seijuro.
 
— Es que ...
 
— ¿Es qué?
 
— Ya no está en el hospital, lo han trasladado.
 
Murasakibara se puso rojo de furia — ¿a dónde se lo llevaron y con el consentimiento de quién?
 
— Lo siento, es que fue a pedido de su padre.
 
— ¡Yo soy el médico a cargo y él tiene una enfermedad grave!, ¡Negligentes!
 
 
 
***
 
Ese mes fue eterno, Murasakibara buscó y buscó por cada hospital que conocía. Y en su mente, la promesa hecha a Seijuro. Necesitaba ver sus ojos, abrazarlo, decirle que todo iba a estar bien y sobre todo, pedirle disculpas por no haber podido ayudarlo.
 
 
Ningún ratro había de Seijuro ... ninguno, estaba rendido, pues lo había perdido.
 
Notas finales:

Vamos a por el tercer capítulo y final *-*, espero que haya sido de su gusto :3


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