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Ayudame a recordarme por Shiochang

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Ayúdame a recordarme

A ver si finalmente es el último, se me está estirado mucho la historia, aunque quizás sea bueno extenderme un poco más, ya veremos que nos sale. Ah, y gracias por sus comentarios.

Blanco y negro en un solo ser

Sirius estaba sentado en la sala con Remus e Ian leyendo todos los libros que había en la casa respecto a los elfos guerreros mientras Lucius, Draco y Snape subían a Master a su habitación, al parecer el elfo guerrero estaba bastante mal, su magia apenas y se sentía, así que tenían que buscar algo con qué solucionar su problema, ya estaba visto que eso de entregarle magia no le era útil, las pociones recuperativas no estaban creadas para una criatura mágica tampoco, así que tendría que ver con otras cosas. Estaban en el más absoluto de los silencios cuando los Malfoy entraron de regreso, ellos lo miraron extrañados, pero ellos se encogieron de hombros sin responder nada.
- Así que a Snivellus también le gusta Master – suspiró Remus – vaya cosa ¿no?
- Al menos ahora está mas tranquilo, aunque no deja de aferrarse a la capa de Severus – le dijo Lucius – creo que con un poquito de cariño se sentirá mejor.
- Pues no sé si me agrade que Snivellus entre en la familia – le dijo Sirius pensativo – después de todo le declaramos la guerra cuando estábamos en el colegio y no hemos dejado de pelearla aún después de terminar los estudios.
- Me pregunto cuánto más se han de tardar ellos – dijo Draco sentándose junto a Remus – mi pobre Harry debe de estar entumido hasta los huesos, si es un gatito tan friolento – suspiró sin notar las miradas divertidas de Sirius y Remus.
- Tú más bien hubieses preferido acompañarlo para poder verlo en el ritual – le dijo el animago divertido – en especial si iba a hacer lo que tenía que hacer ¿no?
- No se imagine a mi Harry desnudo – le dijo echando chispas por todos lados.
- Podrías morir por lo que estás pensando, Black – le dijo Lucius molesto también.
- Pues nosotros no necesitamos imaginarnos a los Potter desnudos – le replicó este – y antes que se pongan saltones, quiero a Harry como a un hijo y a James y a Sigfrid como mis hermanos, igual que Lunático ¿verdad, mi ex lobito?
- Por supuesto que si – asintió este – pero me parece que ustedes están un poquito alterados por las ausencias de ellos – miró por la ventana – sé que les tomará un tiempo más, el árbol sagrado no ha hablado con nadie en siglos dado que con los únicos que tenía comunicación era con los druidas y ellos desaparecieron alrededor del siglo V o VI con la avenencia del cristianismo a Inglaterra, claro que lo más seguro es que se hayan mezclado con los magos.
- Remus era el único que no se dormía en clases de Binns y el único de nuestra generación que tomó historia de la magia en sus timos ¿verdad? – dijo Sirius.
- Bueno, no había quien quisiera tomar una materia tan aburrida, pero en el fondo era muy interesante si le sacabas el profesor – sonrió este divertido.
- Si, yo mantenía hechizada mi pluma para tomar apuntes – dijo Lucius divertido.
- Binns, el profesor de esa materia – le dijo Remus a Ian – es un fantasma, dicen que no ha dejado jamás esa rutina, ni cuando estaba vivo ni después de muerto.
- Siempre lo han dicho, es mortalmente aburrido – dijo Sirius pensativo tomando un nuevo libro – yo creo que Remus debió impartir la materia.
- Bueno, Dumbledore decía que era mejor en defensa contra las artes oscuras.
- Si, pero creo que te puso allí para que ayudaras a Harry más que otra cosa.
- Es mejor que sigamos buscando con qué ayudar a Master – les dijo Ian – ya sabremos cuando los Potter regresen qué haremos a continuación.

Harry estaba arrodillado en el suelo, avergonzado hasta la médula, mientras eyaculaba, un segundo después cayó su padre y uno después de él, Sigfrid. Casi al instante el añoso árbol comenzó a brillar, primero suavemente y luego de forma encandilante, en una luz blanquecina que borró de paso las arrugas del árbol.
- Mm, tres druidas me han despertado – dijo complacido – son deliciosos ¿saben?
- ¿Nos podemos cubrir ya? – dijo Harry ofendido – hace mucho frío para estar así.
- Por supuesto que si, es solo el ritual para despertarme – le dijo el árbol divertido y este se puso de pie trayendo las ropas de su padre y de Sigfrid de paso – bien, después de tanto tiempo he sido despertado ¿se puede saber para qué? – les preguntó mientras ellos se vestían – y luego de dejarme dormir tantos siglos.
- Pare ser un árbol sagrado, parece que no sabes lo que ha pasado últimamente – le dijo James terminado de cerrarse la capa – el mundo mágico estuvo en guerra en dos ocasiones, en ambas Harry detuvo el avance del mal – señaló a su hijo – sin embargo, él perdió su memoria en ella y la magia negra quedó encerrada, pero al regresar Harry a Inglaterra ella despertó y ha desestabilizado las protecciones mágicas de todos los lugares mágicos, hasta los muggles han visto las paredes de Hogwarts, creído ver el bosque prohibido, Hogsmeade y muchos otros que están protegidos de esa manera, incluido el mismo Avalon, incluso cuando viajábamos de regreso a Londres, vimos un dragón marino, cosa que ni siendo mago se ve.
- Así que lo que necesitan es la Semilla del Árbol Sabio – dijo pensativo – pero para ello necesito que hagan otro ritual – se rió al escuchar el gemido molesto de Harry – no, de ese tipo no – volvió a reírse – ese sólo sirve para despertar la primera vez al árbol sagrado. No, el ritual que deben hacer es el de purificación, es decir, deben entregarme toda su magia a la vez, yo la limpiaré para ustedes y se las devolveré íntegramente y de paso, con todo lo que se salve, podré generar un fruto especial que han de llevarle a la reina de las hadas para que les señale el lugar en que han de sembrarlo y hacerlo florecer antes que anochezca el día de mañana – los tres se miraron – no se preocupen por el embarazo de uno de ustedes, la poción del druida mantendrá el bebé a salvo de todo tipo de magia.
James, Sigfrid y Harry se miraron un segundo y luego levantaron sus respetivas varitas entregándole toda su magia al árbol con un destello celeste, de parte de James; uno rojizo, de parte de Sigfrid; y uno verde, de parte de Harry. El árbol cerró los ojos mientras recibía la magia y los tres colores se mezclaron en su follaje comenzando a resplandecer con gran fuerza mientras los dueños de la magia quedaban agotados sentados en el suelo, sin fuerzas para levantar sus varitas, los tres pálidos. Pero fue cosa de segundos que el árbol les purificase e hiciera aparecer una hermosa flor antes de devolvérselas lentamente de manera que no les produjese un colapso el tener tanta magia blanca de golpe en ellos tres.
Harry se sintió mareado, sentía que el mundo giraba a su alrededor como si un huracán lo hubiese cogido y lo devolviera a la tierra así, con todo revuelto en su estómago, que bailaba amenazando con vaciar todo su contenido en cualquier momento. Se sentó en el suelo con la varita aún recepcionando magia, pero al parecer era el único que aún la recibía, su padre y Sigfrid estaban sentados a su lado de un extraño color verdoso tratando de controlar, seguramente, las mismas arcadas que lo acometían a él a cada segundo. Cerró los ojos cuando la última oleada de magia purificada llegó a su ser y no pudo evitarlo ya más, vomitó.
- Exceso de magia – dijo el árbol comprensivo viendo que los otros dos también lo hacían – son magos extremadamente poderosos dada su mezcla con criaturas de tipo mágico y con forma humana, en especial tú, Harry querido, tu hijo va a ser terriblemente poderoso, aunque quizás su mezcla con alguien descendiente de los elfos guerreros consiga estabilizar esa magia que podría llegar a ser peligrosa.
- Todo dependerá de la forma en que sea criado – le dijo James reponiéndose primero – después de todo, si bien Harry no tuvo cariño durante su infancia, pero como era un Potter que fue amado profundamente cuando era un bebé, no fue malo pese a ser tan poderoso como el Señor Tenebroso – sonrió agachándose junto a su hijo – deja que salga todo, te sentirás mucho mejor, pequeño.
- ¿Pequeño? – le dijo divertido el árbol sagrado – si es tan alto como tú.
- Pero es mi hijo – le acarició el cabello – aguamenti – dijo y un chorro de agua salió de su varita limpiando el rostro de Harry que se acomodó en su hombro – es difícil para mí aceptar que ya es un hombre hecho y derecho, teniendo en cuenta que la última vez que pude abrazarlo apenas tenía poco más de un año.
- Bueno, ya está lista la semilla del árbol sabio – señaló la rama más baja – tómenla y llévenla a la reina de las hadas, creo que allí viene su mensajera.
Sigfrid se puso de pie y tomó la semilla, estaba tibia y parecía palpitar entre sus dedos, se notaba que tenía vida en su interior. Se acercó a James y lo ayudó a levantar a Harry que parecía haber perdido la fuerza de sus miembros, se volvieron hacia el hada y la siguieron caminando lentamente mientras cargaban a Harry que escasamente se mantenía conciente con mucha fuerza de voluntad.
- La reina de las hadas estaba muy feliz cuando le informé que había tres druidas despertando al árbol sagrado – les dijo el hada contenta – son tan pocos los magos que pueden calificar para druidas en estos tiempos que ya comenzábamos a perder la esperanza que alguno viniese por estos lados, pero ustedes son muy especiales ¿verdad? Y están bien loquitos para arriesgarse de esa manera.
- Los tres somos descendientes de druidas – le dijo Sigfrid – mi bisabuelo lo era, pero prefirió mandarme a Hogwarts a estudiar que convertirme en uno, decía que la profesión ya no tenía futuro dado que había tantos especialistas por aquí y los estudios eran demasiado largos para un Potter – sonrió – la paciencia no es una de mis cualidades y estar demasiado tiempo tranquilo no es para mi ni en broma.
Harry miró a Sigfrid por encima de su hombro divertido, ciertamente él tampoco hubiese podido llevar el entrenamiento completo para ser un druida ¿qué Potter hubiese resistido veinte años de entrenamiento sin ver los resultados? Si Master siempre decía que aún antes de salir de Avalon eran muy inquietos, de seguro a los cinco o seis años se hubiese cansado y habría dejado todo el entrenamiento para buscar nuevos horizontes. Además, estaba el hecho que si quería llegar a ser el mejor debía permanecer solo el resto de su vida, no era muy buen prospecto.
- Bueno, es sabido que los descendientes de druida siempre califican para ser uno pero que no siguen el camino de sus padres dado que saben qué les espera aún antes de comenzar el entrenamiento – le dijo ella – y en estos tiempos, supongo que entre los magos estaría de más un mago que sea muchas cosas a la vez.
- ¿Te sientes mejor ahora, Harry? – le dijo su padre al notar que se cargaba menos contra él. Este asintió y sólo se aferró a su brazo para no perder el poco equilibrio recobrado – menos mal que ya nos falta poco para terminar esta misión, si tengo que pasar por otra tarde como esta, me regreso a Avalon, te lo aseguro.
- Vamos, papá, si este tipo de cosas te gustan demasiado – le replicó divertido.
- Una cosa es que las haga de vez en cuando – admitió – pero nunca tan seguido.
- Además, es su deber pensar en el bebé que viene en camino – le dijo el hada deteniéndose ante una inmensa roca – esta es la entrada al reino de las hadas, dependiendo de ustedes la visita puede durar un siglo o unos minutos.
- ¡No tenemos un siglo! – dijo Harry exaltado – si no plantamos la semilla para el anochecer de mañana, todas las barreras que protegen el mundo mágico caerán irreversiblemente, no sería justo para un mundo que apenas recupera la paz.
- Bueno, pasen – le dijo ella divertida abriendo la entrada – pero ustedes son muy poderosos, a diferencia del último druida que se apareció por estos lados ¿saben? La reina estaba molesta, era un hombre muy ambicioso, de apellido Gaunt, creo.
James y Harry la miraron sorprendidos antes de mirarse entre sí. Cuando Sigfrid captó sus miradas, los miró interrogativamente, preocupado por su actitud.
- Me extraña que un descendiente de esa familia viniera por estos lados – le dijo James caminado lentamente por el sendero luminoso que había aparecido frente a ellos – pero eso no puede haber sido hace poco tiempo ¿verdad? – la miró.
- Fue hace como dos siglos, exigía tener el poder de los druidas – le dijo ella – según él su abuelo lo había sido, pero la reina dijo que no dado que el siguiente druida tendría el poder de despertar al árbol sagrado porque sería parte de los señores de Avalon, claro que no se lo dijo a él, sólo que no le iba a dar el secreto de los druidas porque no le pertenecía a ella sino a una familia muy especial.
- No entiendo ¿para qué querría ese poder? – dijo Sigfrid preocupado aún.
- Los Gaunt fueron los últimos descendientes de Salazar Slytherin – le dijo Harry – en las ramas de su familia se mezclaron una y otra vez entre primos con el fin de mantener los rasgos mágicos y la pureza de sangre, sin embargo, de tanto practicar la endogamia, aparecieron rastros sicóticos y maniáticos, las últimas generaciones fueron extremadamente crueles y ambiciosas, como que… - se cayó al captar el espanto en el hada – El señor tenebroso era hijo de una de ellos.
- Quizás ella lo sospechaba – dijo James pensativo viendo que el camino se bifurcaba delante de ellos – que de ellos saldría el mago más malvado – se detuvo y miró a Harry – sin embargo, ella sabía que vendríamos a causa de su contacto con los centauros, por ello les dejó un mensaje tan complicado ¿verdad?
- Algo así – admitió el hada parándose frente a los caminos – y esta es la prueba que deben realizar para demostrar que son dignos de ser los sembradores de un nuevo árbol sabio, ambos caminos llevan al reino mágico de las hadas, pero uno de ellos es mucho más corto que el otro, deberán decidir cual es el que van a seguir, los espero al final – les dijo y luego desapareció en un haz de luz celeste.
- Bueno, no creo que sea muy complicado – dijo Harry tomando la semilla de la mano de Sigfrid, el mapa de las zonas interiores y su llave – guíanos – pidió.
- Sólo un druida muy poderoso me puede pedir ayuda – dijo una voz muy extraña – supongo que eres uno de los señores de Avalon si es que acudes a mi.
- Sí, queremos salvar al mundo mágico de la inestabilidad en que se encuentra sumido, no por nosotros, sino que por el bien de todos – le dijo muy sereno.
- Los Potter siempre fueron así, lástima que dejasen de ser druidas con el tiempo, ellos siempre estaban preocupados por el bienestar general aunque fuesen muy inquietos y traviesos – suspiró – ya que han sido los tres mis creadores, los llevaré de inmediato ante la reina de las hadas, así que tómense de las manos – ellos le obedecieron y antes que se dieran cuenta estaban frente a un añoso árbol, muy parecido al árbol sagrado, pero que en realidad era un trono – señora – dijo este.
- Vaya, tres druidas muy poderosos como para conseguir la semilla del árbol sabio y llegar aquí sin haber pasado por ninguno de los caminos – dijo ella.
James la miraba tratando de cerrar la boca, estaba más que impresionado. Claro, era pequeñita y delicada como todas las hadas de los bosques, pero era igualita a su madre: una mujercita delgada, de largos cabellos negros tomados en una larga trenza enrollada en su nuca a modo de corona, de brazos enérgicos, ojos celestes brillantes como zafiros, mirada segura y gestos que le recordaban su primera infancia, una cierta ternura maternal oculta bajo la sequedad de su hablar.
- Papá, te has quedado sin voz – le dijo Harry preocupado mirándolo.
- No pasa nada – le sonrió sacudiendo la cabeza – sólo es que me recuerda a mi madre – le dijo al ver que su hijo no le creía – demasiado, a decir verdad.
- Bien, ahora díganme a qué han venido – les ordeno viendo que no le prestaban mucha atención – y quienes se supone que son ustedes que están aquí.
- Bueno, como podrá ver – dijo Sigfrid en un tono un tanto insolente – somos descendientes de un druida mayor, Harry, James y Sigfrid Potter – los presentó – y estamos aquí porque se nos dijo que sólo el árbol sabio podía ayudar a nuestro mundo a purificar la magia negra que mantiene inestable las barreras mágicas.
- ¿Estás seguro que no quieres tener el árbol sabio para tus propios fines?
- Nos ofende, Señora – le dijo Harry – si el árbol sagrado no nos hubiese encontrado dignos de despertar un nuevo árbol sabio ¿por qué nos iba a entregar su semilla? Incluso más ¿Por qué la semilla nos iba a guiar hasta aquí?
- Y otra cosa – le dijo James molesto por el insulto – mi hijo es el mago más poderoso de este mundo, bien podría dejar que el mundo mágico se cayera a pedazos o se hubiese adueñado de él hace años, cuando venció al malvado…
- Silencio, aquí no se pronuncia su nombre – les dijeron las hadas temerosas.
- Dumbledore siempre dijo que el temor a pronunciar su nombre sólo traía más temor – replicó Harry fastidiado – Voldemort no va a regresar porque lo nombre –las vio estremecerse – ya no apareció, está muerto y no voy a permitir que regrese a destruir lo que tanto me costó rescatar, por mi batalla con Voldemort perdí la memoria, a las personas que quería, estuve cinco años lejos del amor ¿Cómo se puede imaginar siquiera que voy a querer el árbol sabio para mis propios fines?
- Ningún hijo salido de Avalon ha sido jamás alguien que quiera el poder para sí – le dijo Sigfrid en el mismo tono – y estamos perdiendo el tiempo, si antes que caiga la tarde de mañana el árbol ya no está plantado, incluso las barreras que protegen este lugar caerán dado que los señores de Avalon lo han visitado.
- Pues para ser druidas, son muy temperamentales – dijo la reina divertida.
- ¡Nadie le toca la familia a un Potter! – replicaron los tres a la vez muy molestos.
- De acuerdo, de acuerdo – dijo ella divertida – les entregaré la información que me piden, pero no se exalten – se acercó a James volando y se posó en su hombro – Los Potter son muy especiales, en especial ustedes dos, padre e hijo han compartido un mismo cuerpo por tanto tiempo que son casi como una sola persona, tienes en tu interior a tu nieto, pero ya lo quieres como si fuera tuyo – tocó su oreja con suavidad – tú escucharás el murmullo del viento. Este te guiará al lugar correcto – voló un poco y tocó a Harry entre los ojos – tú serás capaz de ver el camino aún en la oscuridad más profunda – voló hacia Sigfrid – y tú tendrás la fuerza para mover mil veces tu peso sin mayor esfuerzo – le dijo tocando sus brazos – los tres deberán permanecer unidos si quieren que el árbol sabio resurja en lo más profundo del bosque mágico, cuya entrada está en el bosque prohibido – les señaló – pero deben irse ya, el camino puede ser encontrado sólo de noche y ya sólo les quedan seis horas de esta noche antes que amanezca.
Harry, James y Sigfrid se miraron y se tomaron de las manos tal como lo hicieron antes para desaparecer y aparecer de regreso en las afueras del bosque blanco.
- Quizás debiéramos usar la aparición para acercarnos a Hogwarts – dijo Sigfrid caminando hacia el sector en que supuestamente los esperaban – ¿y los demás?
- Me dice el viento que debieron llevarse a Master a la casa de Sirius porque este se sentía mal en ausencia de la magia de los señores de Avalon – dijo James.
- Vamos allá, entonces – dijo Harry tomando a cada uno de una mano avanzando rápidamente por el sendero oscuro rumbo a la casa de su padrino.

Draco se asombró al ver a entrar a los Potter en la sala, era el único que permanecía despierto a esas horas, los demás habían decidido dormir mientras los esperaban, incluso su padre dormía profundamente, o eso creía.
- ¿Cómo está Master? – le dijo Harry en voz baja luego de saludarlo con un beso.
- Supongo que ahora que han regresado se ha de sentir mucho mejor – le sonrió – pero ha permanecido aferrado a Severus todo el tiempo, creo que le gusta mucho.
- Vamos a tener que despertar a los demás – dijo Sigfrid – debemos regresar al colegio esta misma noche o no podremos salvar el mundo mágico.
- Bien – dijo James – yo iré a despertar a Lucius, Harry a Sirius y Remus, tú, Sigfrid, ve a despertar a Ian y Draco se hará cargo de Master y Snivellus.
- ¿No puedes dejar de llamarlo con ese feo apodo, papá? – le reclamó molesto.
- No, hasta que él no te haya pedido disculpas como debe hacer un buen mago.
- Pues entonces le vas a llamar así por el resto de sus vidas – dijo Draco mientras subían por las escaleras – a mí se me enseñó que un Slytherin jamás pedía disculpas, aunque ello le costase la vida, así como jamás perdonar a nadie.
- Que aburrida la vida de ustedes – le dijo Sigfrid – sin disculpa y perdón no puede haber reconciliación siquiera con tu pareja, y es lo más rico reconciliarse ¿verdad, James? En especial cuando es un apasionadísimo Potter tu pareja.
- ¿Por qué tienes que andar publicando esas cosas? – le dijo este ruborizado.
- Vaya, así que así se consigue que un Potter te dé lo que quieres – dijo una voz a sus espaldas y los tres se volvieron hacia él – si pido disculpas como dicen ¿te reconciliarías conmigo y me darías todo el fuego de tu interior, James?
- Papá, vayan abajo con Lucius mientras bajamos con los demás – le dijo en un susurro y este asintió – Lucius – dijo levantando la voz – acompañe a papá abajo y busquen en el libro de la magia enamorada de los Potter la fórmula de traslado.
- ¿Para qué necesitas ese hechizo? Siempre nos podemos aparecer – le dijo.
- Si, pero con ese hechizo nos podemos aparecer sin que nuestra magia sea detectada por nadie, incluso violar barreras mágicas protectoras – le respondió Sigfrid entrando a la habitación de Ian – mientras menos nos demoremos, menos tardaremos en poner en práctica la reconciliación que quieres ¿sabes?
- ¡Sigfrid! – le reclamó James ruborizado y molesto pero este se rió cerrando la puerta detrás de él – me las vas a pagar, verás que sí, palabra de merodeador.
- Papá, por favor – le susurró Harry y este asintió regresando abajo acompañado de Lucius – Draco, despierta primero a Master, creo que el pobre se va a llevar un susto cuando se dé cuenta de lo que ha estado a punto de hacerle a Snape.
- ¿Qué quieres decir con eso? – lo miró y vio la sonrisa maliciosa de su pareja.
- Master nos pidió en el bosque prohibido permiso para usar su magia, se lo dimos, pero papá le dijo que podía usar la magia cuando él lo considerara conveniente, pero en su descontrol la ha estado usando para obtener la fuerza que necesita para seguir con vida y la única magia que le sirve viene del corazón.
- Lo que quiere decir que él y Severus lo han… - dijo asombrado bajando la voz.
- No, aún no, pero si no los despiertas luego, Master va a hacer algo de lo que quizás se arrepienta después – suspiró – no creo que a Snape le moleste mucho, en realidad, necesita un poco de afecto, pero Master no se lo va a perdonar, él es muy distinto a nosotros, le causaría mucho dolor haberlo hecho así ¿entiendes?
- Bueno, pero creo que más bien me lo estás diciendo para que no grite ¿verdad?
- Basta de palabras, el tiempo sigue corriendo – le acarició una mejilla y entró en la habitación de Sirius y Remus que dormía tranquilamente, se extrañó un poco al verlos sólo tomados de las manos, esperaba verlos recostados el uno en el pecho del otro, pero parecían estar cerca y lejos el uno del otro – Remus – remeció al castaño y este abrió los ojos asombrado jalando a Sirius de paso, quien gruñó antes de abrir los ojos molesto por haber sido despertado – debemos movernos.
- ¿Ya amaneció? – le dijo el animago estirándose mientras bostezaba.
- Aún no – le dijo Harry sentándose en el borde de la cama – pero debemos partir de inmediato si queremos cumplir nuestra misión, nos dijeron que sólo de noche podemos encontrar el lugar adecuado para sembrar la semilla del árbol sabio.
- Y sólo nos quedan las horas de esta noche – dijo Remus apurándose a vestirse.
- Entonces, no hay tiempo que perder – dijo Sirius abriendo la puerta de la habitación transformándose en perro bajando a toda velocidad por las escaleras.
- Un día va a tener un accidente por ser tan alocado – suspiró Remus, pero se transformó en lobo y bajó de la misma forma las escaleras. Harry simplemente cerró los ojos y apareció en la sala junto a su padre que estaba sentado en el regazo de Lucius leyendo el hechizo que les había pedido buscar.

Draco golpeó la puerta de la habitación de Master, no le gustaba mucho la imagen que Harry le había presentado de lo que podía estar pasando en esa habitación, pero al menos estaba preparado para entender los ruidos que provenían de ella, al parecer estaba intentando seducir al imperturbable Severus Snape a fuerza de pura magia y este estaba disfrutándolo por los gemidos que podía escuchar. Tratando de concentrarse en lo que debía hacer, entró, encendió las luces y vio como Master saltaba del otro lado de la habitación avergonzado hasta la médula.
- Debemos movernos rápido para cumplir nuestra misión – les dijo y salió.
Master se acercó a la pared y se dejó caer al suelo, nunca fue su intención hacer algo semejante, si Draco no los hubiese interrumpido… No, mejor ni pensar en lo que hubiese hecho, su afán de supervivencia lo había controlado, pero sus señores habían llegado justo a tiempo y lo habían sacado del trance, ahora sólo debía dedicarse a cumplir su misión como su guardián, no de otras cosas.
Snape lo miraba desconcertado, el rubio había estado haciéndole sentir demasiadas cosas extrañas en su interior, algo que jamás pensó que sentiría por nadie, nunca había pasado de un gusto con algunos chicos, quizás demasiado lejos de su alcance por estar dentro de su casa, en especial Regulus Black, que siempre suspiraba por parecerse a su hermano mayor pero que jamás tuvo el valor de imitarlo, solo esa vez que quiso salirse del circulo del Lord…
- Los señores de Avalon necesitan mi presencia y acudo a su presencia – dijo Master y desapareció dejando aún más sorprendido a Snape, quien se apresuró a acomodarse la ropa y bajar a la sala.

Ian y Sigfrid ya estaban en la sala cuando Snape se apareció por allí, dirigió su mirada hacia el elfo guerrero, pero este estaba sentado a los pies de Harry escuchando atentamente lo que les habían dicho las hadas. Y ahora sintió más odio contra el menor de los Potter del que sintió la primera vez que lo vio en la escuela, tanto el padre como el hijo sólo sabían causar estragos en su vida.
- Bueno, es todo lo que ella nos dijo – terminó Harry sintiendo la mirada cargada de odio de Snape sobre su cabeza, pero trató de ignorarlo como hizo tantas veces cuando era estudiante, claro que ahora no pretendía fracasar – y a cada druida nos dieron un determinado don, pero ya hablaremos de eso – se volvió hacia su padre – ¿encontraron el hechizo que necesitamos para volver?
- Si, es un poco complicado, pero podemos hacerlo sin que el ministerio nos detecte – dijo Lucius manteniendo el mentón apoyado en el hombro de James.
- Pero debemos salir al jardín, necesitamos más espacio para hacerlo – dijo James poniéndose de pie – y todos debemos concentrarnos todos en llegar al mismo lugar a la vez o la magia será detectada con facilidad por el ministerio.
Salieron de la casa a oscuras y se detuvieron en el medio del jardín haciendo un círculo todos tomados de las manos, cerraron los ojos centrándose en el jardín principal de Hogwarts mientras James y Lucius recitaban el conjuro que los traslado de lugar sin ninguna sensación extraña, esa aparición sí que le gustaba a Harry, no parecía que uno estuviera metido a la fuerza en un tubo de agua ni que lo jalaban por el ombligo, como el traslador. Simplemente era aparecer y ya.
- Los señores de Avalon han regresado – los saludó Firence – pero deben apresurarse a adentrarse en el bosque prohibido, alguien ha dicho en el ministerio que ustedes han sido vistos por estos lados y pretender apresarlos, vivos o muertos – miró a Master quien de inmediato hizo aparecer sus armas – estén alerta, muchos querrán detenerlos antes que encuentren el camino correcto.
- Gracias, Firence – le dijo James volviéndose hacia el bosque tomando de nuevo de la mano a Lucius – eres el único centauro que no se anda con rodeos.
- A los salvadores del mundo mágico se les debe dar la información correcta para que puedan cumplir su objetivo sin demoras – le dijo el centauro – vayan.
Harry tomó de la mano a Draco y comenzó a avanzar por el bosque prohibido mirando el suelo, algo especial debía haber si ella le había dado ese don ¿no? Miró a su padre que se había tensado y comenzaba a sacar su varita, él podía escuchar las voces del viento, de seguro algo le había dicho que lo había puesto alerta. Claro que al ver su gesto, los demás hicieron lo mismo alumbrando con las puntas de sus varitas a su alrededor. Fue en ese instante que lo notó, en las ramas más bajas de algunos añosos árboles había una pequeña marca de un color plateado, un color que había visto en el suelo cuando estaba en primer año ¡sangre de unicornio! Eso era lo peor que podía hacer un mago, matar uno.
- Debemos separarnos – dijo James – se escuchan pasos de seis hombres adentrándose en el bosque, son aurores jóvenes – miró hacia su derecha – y vienen los centauros del otro lado y no precisamente a ayudarnos.
- Hay una manera de detenerlos – dijo Sigfrid – pero necesitamos una oscuridad rotunda para poderlos engañar – miró a su alrededor y vio una roca enorme y avanzó hacia ella – esto nos debe servir para bloquearles el paso por unos minutos – la levantó como si fuera de algodón y la puso bloqueando el camino.
- Andando – dijo Harry guiando a los demás por el camino marcado con la sangre plateada de un unicornio, estaba seguro que los llevaría al lugar correcto.
- ¡Al suelo, amo Harry! – gritó Master apuntando por sobre su cabeza y una horrible acromántura quedó ensartada contra un árbol – que bicho más feo.
- No la habrás matado ¿verdad? – dijo James – Hagrid se enojaría mucho.
- No, esa flecha simplemente la ha inmovilizado, desaparecerá al amanecer, los elfos guerreros no estamos autorizados a matar a no ser que nuestros señores lo ordenen y ustedes no han hecho algo así, simplemente protegía a mi señor.
- El bosque se llena de criaturas que podrían ser peligrosas – dijo Lucius pensativo – a muchas de ellas no les gusta la luz, pero no podemos proyectar una muy grande porque eso nos haría detectable para aquellos que nos quieren cazar.
- Pero existe algo que nos podría ayudar – dijo James a su lado – ellos buscan a los Potter y dos Malfoy ¿no? – ellos asintieron – bien, usaremos un hechizo de camuflaje, Sirius adoptará mi forma y Remus será como Lucius, Ian será como Draco y Sigfrid será Harry – miró a Master – seguirás con nosotros, Snape tomará tu forma e irá con el otro grupo – miró a su hijo – dime ¿cuál es el camino?
- Creo que estos dos caminos llegan al mismo punto, una roca enorme al borde del lago negro, allí donde solían reunirse los merodeadores a planear travesuras.
- Entonces, podemos encontrar el camino sin problemas – le dijo Sirius cerrando los ojos y transformándose en James – vamos, no tenemos tiempo que perder – ordenó y su grupo se alejó rápidamente por el sendero con sus varitas en alto.
- Están tratando de romper la roca que bloquea el camino – dijo James.
- Apaguemos nuestras luces, veo que Sigfrid ha bloqueado el camino que ellos han tomado, yo los guiaré el resto del camino a oscuras, no debemos dejar que nos encuentren, si se dan cuenta que hay dos grupos estaremos metidos en problemas – tomó de la mano a su padre que seguía tomado de la de Lucius mientras Draco, que estaba tomada de la otra, tomaba de la mano a Master.
El camino fue silencioso, había procurado no llamar la atención de las criaturas que habitaban el bosque haciendo el andar más suave posible, claro que eso no había evitado que no se tropezaran con las gruesas raíces de algunos árboles, pero alcanzaron la orilla del lago negro casi al mismo tiempo que los demás.
- Les tomará sus buenos minutos llegar hasta aquí – le dijo Remus volviendo a la normalidad – pero no creo que este sea el lugar donde van a poner el árbol ¿no?
- Las marcas que seguía no han desaparecido – dijo Harry pensativo – desde aquí dependeremos sólo de los dones que nos dieron las hadas – miró a Sigfrid – debes levantar esa roca, creo que la entrada está allí – se volvió hacia el bosque, podía ver a la distancia las luces de los aurores – están a mitad de camino.
- Creo que se han encontrado con los centauros – dijo James – escuchó volar sus flechas y los conjuros de los magos, deben estar a una distancia de ocho o diez minutos, quizás les tome su tiempo, pero vienen por el camino correcto.
- Entonces, a un lado, debo allanar el camino – dijo Sigfrid y sacó la roca de su sitio, una débil luz pasó a gran velocidad – debemos entrar y dejar cerrado el paso si queremos conseguir nuestro objetivo – les señaló y todos se adentraron, luego los siguió colocando la roca en su lugar consiguiendo quedar así en una oscuridad rotunda con excepción de una débil luz que se perdía a la distancia.
- Bueno, aquí podemos usar nuestra magia – dijo Snape, pero James lo detuvo.
- No, aquí hay muchas trampas que se activan por magia – miró hacia donde estaba Master – tu magia no las despertará, pero te pido que permanezcas atento.
- Estoy para proteger a mis señores – le dijo este colocándose a su derecha.
Harry tomó de la mano a Draco y a Sirius, que tomó de inmediato a Remus. Detrás de ellos iba James que tenía tomado de la mano a Lucius y este a su vez a Sigfrid, quien guiaba a Ian lentamente por un camino que parecía ser pedregoso, aunque nadie podía asegurarlo y que el único que lo veía era Harry. Snape no se decidía, pero al final tomó de la mano a Master, quien se alegró que todo estuviera oscuro y que Harry vigilase el camino o se habría dado cuenta del calor que pareció abrasar sus mejillas ¿Cómo era posible que luego de tantos años de custodiar los límites de Avalon, al fin encontrase a la persona a la que podía entregarle el corazón? Ahora comprendía por qué el menor de sus hermanos había renunciado a la inmortalidad del elfo guerrero por seguir a aquel mago.
- Se siente olor a muerte – dijo Remus preocupado – y se siente helado el aire.
- Algo se acerca al galope – dijo James escuchando en el silencio – viene de la derecha, trae algo que corta el aire, no es un ser vivo, no respira – agregó.
- Veo la cabeza de un caballo – dijo Harry – no, es el esqueleto de un caballo y sobre él monta un jinete igual de huesudo con una hoz en la mano – se estremeció – se parece a uno de los cuatro jinetes del Apocalipsis – miró a Master quien había palidecido notoriamente, al menos para él que podía verlo.
- Es el jinete de la muerte y no nos dejará pasar a no ser que siegue la vida de uno de los que se ha adentrado en sus territorios – le explicó – si no se le entrega una vida, cogerá las de todos y no podremos lograr nuestro objetivo.
- ¡Pero no vamos a dejar que mate a nadie! – dijo Sigfrid molesto mirándolo.
- Sólo nos queda una solución – dijo Harry volviendo su mirada al camino – quiere la vida de uno de nosotros y sólo uno puede enfrentar a la muerte sin temor, sólo aquel que se ha visto cara a cara con ella y le ha burlado ya muchas veces.
- Bien, lo detendré – dijo James pretendiendo adelantarse, pero Lucius lo frenó.
- No, papá, tú llevas otra vida en tu interior – le recordó – quizás aquella poción le proteja de la magia, pero no puede protegerle de la muerte, seré yo…
- No, mi señor – lo interrumpió Master – yo le enfrentaré, a mí no puede matarme, los elfos guerreros somos inmortales – le explicó avanzando hacia la muerte.
- ¡Pero ella quiere una vida! – le dijo Sigfrid – de todas maneras no conseguirías…
- Si Master está dispuesto a perder su inmortalidad por nosotros… – dijo James.
- No lo voy a permitir – dijo Snape molesto – todo el mundo parece estar dispuesto a dejar que le hagan daño, y no me parece justo viniendo de ustedes…
- La muerte no puede hacerle daño a un inmortal que entrega su vida voluntaria y confiadamente – le dijo Master tranquilo – será como si tomara una vida de mí, pero yo seguiré formando parte de este mundo, porque no seré arrancado de ella.
- Además, mi querido Snivellus, acabas de delatarte frente a los merodeadores – dijo Sirius en un tono que no presagiaba nada bueno – ¡te gusta Master!
- ¡Cállate, pulgoso! – le replicó fastidiado, pero feliz de que no pudiese verlo.
Harry se acercó un poco a su padre y dijo apenas sacando aire:
- Ambos se pusieron rojos, creo que Sirius tiene razón – le sonrió y volvió a su lugar – mejor seguimos caminado, antes que la muerte cambie de opinión y decida llevarnos a todos, te la encargo Master, aunque es mejor que nos sigas apenas ella se vaya de aquí, dudo que sea la única cosa que trate de detener nuestro camino – suspiró – aunque no sabemos si los que nos persiguen podrán entrar en este lugar con la misma facilidad que lo hacemos nosotros ahora – agregó.
Comenzaron a caminar lentamente con Master quedándose atrás. James había escuchado que Snape no caminaba, así que lo arrastró como pudo para que avanzara, sabía que quería esperar al elfo guerrero, pero si se quedaba, su vida sería arrebatada, ni siquiera entendía por qué lo hacía si este había sido tan terrible con él y con su hijo, pero comprendía que no se merecía la muerte.
- Master nos alcanzará muy pronto – le dijo divertido de su actitud – está conversando con la muerte acerca de algo, no comprendo sus palabras porque hablan en otro idioma, me parece que es gaélico o algo así – explicó.
- ¿No que había vivido siempre dentro de Harry? – le dijo Draco extrañado – por lo que recuerdo nos dijo que sabía hablarlo ¿no es así, amor? – le dijo preocupado.
- Una cosa es leerlo y otra muy distinta hablarlo, Dragón – le sonrió – sé un poco de gaélico, es cierto, pero son muy pocas las personas en este mundo que lo utilizan hoy en día, así que no se puede practicar y ni siquiera estoy muy seguro de que realmente lo que yo entiendo sea lo que realmente dicen las palabras.
- A mi no me parecía que la modestia estuviera entre las calidades de los Potter – le replicó Snape con sarcasmo – siempre luciéndose con las cosas que sabían.
- ¿Sabes, Snivellus? – le dijo James fastidiado – es la segunda vez que me arrepiento de haberte salvado la vida ¿Cuándo te va a entrar en esa dura cabezota que tienes, que eso no es cierto? Nunca me gustó presumir de lo que era, jamás le conté a nadie que éramos descendientes de Godric Gryffindor, que mi familia venía de Avalon o que éramos los magos más ricos de Europa ¿verdad? Ni siquiera se lo dije a mis amigos, ellos sólo sabían que era de sangre pura, que era bueno en el Quidditch y que era genial en transformaciones.
- Por supuesto, y era por eso que pasabas tanto en detención ¿no? Estaba prohibido hacer magia en los pasillos del colegio, pero de todas maneras la hacías por todos lados, luciéndote delante de todo el mundo – le replicó.
- Tú jamás entenderás – le dijo – yo me dedicaba a ayudar a mis compañeros de clase, incluso a los de cursos inferiores, con sus materias ¿Cómo iban a aprender un encantamientos o hechizo si no se los mostraba primero? Para ustedes los Slytherin siempre fue imposible entender la solidaridad entre pares y por lo mismo nunca consiguieron contar con el apoyo de las otras casas como nosotros.
- Creo que esta conversación no tiene sentido – dijo Lucius – es inútil ¿saben?
- En especial porque Master ya viene en camino – dijo James sin voltear la cabeza – escucho sus pasos que se acercan, al parecer la muerte ha decidido no llevarse a nadie, no le ha hecho nada a este – suspiró – pobrecito, no sabe lo que le espera si sigue a tu lado – le dijo a Snape – él no es como nosotros ¿entiendes?
- Por supuesto que lo sé, no me gustaría si fuera como ustedes – replicó molesto.
- Bueno, ahora sólo falta que él lo admita públicamente – se rió Sigfrid y se chocó con Harry que se había detenido bruscamente – ¿Pasa algo malo, pequeño?
- Veo algo extraño delante de nosotros – suspiró – hubiese pensado que eran dos puertas, pero parece que son las suelas de unos zapatos – miró a su padre – papá ¿escuchas algo raro por aquí? – tomó a este y se acercaron a lo que Harry viera.
- Me parece que sí, si los demás contienen la respiración un segundo podré identificarlo – le dijo y ellos obedecieron – es un gigante dormido – dijo al fin.
- ¿Un gigante dormido? – repitieron a coro en voz baja, pero preocupada.
- Y me temo que lo hemos despertado – dijo James retrocediendo con su hijo y este lo vio sentarse buscando en la oscuridad aquello que lo había despertado.
- Tengan cuidado, no se separen – les dijo Harry en voz baja tratando de mantener a todos lejos del alcance del gigante, pero Master no se percató de ello y fue atrapado entre los fuertes dedos del enorme hombre – tiene a Master.
Snape casi sin pensarlo sacó su varita, no iba a permitir que le hiciera daño.
- No – le dijo Harry – nos atrapará a todos – se volvió hacia Sigfrid – tú puedes enfrentarlo ¿verdad? – este sonrió a medias – usa el don de las hadas ¿Si?
- Bien, guíame hasta él – aceptó y se acercaron al gigante – oye, grandote, devuélveme a mi amigo – le dijo parado a un par de metros de este.
- Es un lindo juguetito – le dijo este con voz infantil – muy bonito.
- Seré todo lo bonito que quieras – le replicó Master fastidiado – pero no soy un juguete, soy un Elfo Guerrero de la más alta categoría de Avalon.
- Bonito, siempre quise tener un muñequito rubio – insistió – y él es muy bonito.
- Creo que eres muy infantil ¿qué edad tienes? – le dijo Sigfrid alzando las cejas.
- Tengo doce años – le replicó acariciando con delicadeza los cabellos de Master.
- O sea que eres un niño – suspiró – y quieres jugar ¿verdad? – miró a Master que se debatía porque lo soltara – quieto, Master, podría aplastarte – le pidió.
- La muerte no quiso mi cabeza – le dijo este – dijo que no buscaba el alma de una criatura mágica, sino el alma de un brujo negro encerrado en el interior de un brujo blanco – le replicó molesto – así que sigo siendo inmortal.
- Tonto, que seas inmortal no significa que no vayas a sentir dolor si te rompe alguna costilla, es peor porque tu sufrimiento será infinitamente mayor ¿no?
- Si tu juegas conmigo, te devuelvo el muñequito – le dijo – tu también eres lindo.
- Ah, bueno, eso es cierto – le sonrió acercándose un poco más – pero baja a Master ¿si? No querrás romperlo por la mitad ¿verdad?
- Claro que no – le dijo y dejó al elfo en el suelo y este se sentó adolorido – juguemos a los gallitos, aunque eres muy pequeñito – le tocó la cara con un dedo.
- Supongo que para tu raza lo soy – le dijo – en cambio para la mía, soy alto.
- ¿Todos los de tu raza son tan hermosos como ustedes? – le dijo.
- Bueno, no todos – le sonrió – habemos de todo tipo, rubios, morenos, castaños, pelirrojos, altos, bajos, gordos, flacos, bonitos y feos, supongo que entre los tuyos pasará lo mismo ¿no? Sin embargo, estas diferencias son lo que nos hacen ser lo que somos, sin contrastes no hay cosas buenas y malas, bonitas y feas.
- Creo que es mejor que dejemos a Sigfrid jugando con el gigante – dijo Lucius.
- Es ella – le dijo Harry divertido – pero no podemos dejarlo atrás, el árbol sagrado nos lo dijo, lo mismo que la reina de las hadas, los tres druidas que creamos la semilla del nuevo árbol sabio debemos estar juntos cuando la sembremos para que ella brote y crezca, aunque podríamos avanzar un poco, debe estar por amanecer, casi veo las luces del alba en el horizonte – señaló.
- Pues, pese a ser miope, puedes ver cosas que los que tenemos buenos ojos no – le dijo Snape mirando a Master que se ponía de pie a duras penas – quizás debiéramos ayudarlo, quizás se le rompió algo por dentro en el apretón.
- Master se enojaría mucho si haces eso – le dijo Sirius – quizás esté equivocado, ya que a quien en realidad conocí bien fue a Madian y no a su hermano, pero a él le gustaba hacer las cosas a su manera, muy parecido a Lucius ¿sabes?
- Y si Master se parece a Draco, seguramente debe tener una actitud parecida ¿no es eso lo que quieres decir? – le dijo Lucius divertido y el animago asintió.
- Pero el pobre no se puede poner siquiera de pie como se debe – insistió.
- Es difícil amar a un Malfoy – dijo James poniendo su mano en el hombro de Snape – siempre cuesta mucho ver a la persona amada sufrir, nos gustaría estar en su lugar para ahorrárselo, pero a la inversa sería igual ¿entiendes?
- Dices que es difícil amar a un Malfoy, pero nunca te he visto amando a uno.
- Yo no lo viví en un principio – asintió y escuchó a Lucius apretando las manos en torno a su túnica – era Harry quien sufría por él, quería ayudarlo a salir de la situación en la que estaba forzado a estar, pero Draco jamás se lo permitió, así como jamás aceptó tu ayuda pese a que sabía que de verdad lo querías.
- Parece que te has adentrado mucho en el conocimiento de sus mentes ¿eh?
- No seas sarcástico, Severus – le dijo – yo amaba por sobre todas las cosas a mi hijo, moriría mil veces si con ello consiguiera evitar que Harry tuviera que pasar por estos tormentos una vez más ¿Por qué crees que Voldemort no pudo matarlo?
Era un sacrificio de amor, estaba dispuesto a morir por salvar su vida, sabía que jamás lo vencería y menos en una batalla frente a frente, pero tenía la certeza de ganar un poco de tiempo para ellos, no aspiraba a más que darle una oportunidad.
- Los Potter siempre se han sacrificado por los demás – dijo Lucius acercándose a James y abrazándolo – me encantaría conseguir que un día me amases así.
Sigfrid sonrió atentamente a lo que la niña gigante le decía, para él sería difícil vencerla, no por la fuerza, sino por el tamaño, el hada le había dado la capacidad de levantar mil veces su peso, pero ¿cuánto pesaría aquella pequeña gigante? Aunque no era levantarla, pero ¿qué era eso de los gallitos? Eso le pasaba por estar fuera de circulación por tantos años, después de todo eran cinco siglos.
- Creo que Sufrid está en problemas – dijo James – me temo que no entiende el juego que le propone la niña y ella no sabe cómo explicárselo a él – suspiró.
- ¿Y qué clase de juego le está proponiendo? – le dijo Sirius confundido.
- Quiere que jueguen a los gallitos – le explicó – dice que si Sigfrid le gana podrán irse los dos, pero si no es así, se tendrán que quedar los dos a ser sus muñecos.
- Esto de ser tan guapos sólo trae problemas – dijo Lucius dramático.
- Eres muy vanidoso – sonrió James – pero alguien debería decirle a Sigfrid que eso de los gallitos es una prueba de fuerza para los brazos, claro que el tamaño es una gran dificultad, en especial si no podemos hacer magia para equilibrarlo.
- Pero Master podría hacerla – dijo Harry – y la excusa perfecta para ayudarlo.
- ¿Y como se supone que le vamos a decir a Master sin que nos vean? – dijo Ian.
- Bueno – sonrió Harry sacando algo de su bolsillo – esa será misión suya – le dijo a Snape y este tomó la capa y desapareció bajo ella yendo hacia el elfo. James había tenido razón al decir que se enojaría, pero su hijo también había tenido razón al decir que ayudar a Sigfrid le daría la excusa perfecta para que la aceptara y de paso le daría al fuerte moreno la información que necesitaba.
- Sigfrid – le dijo el rubio al oído – hacer gallitos es hacer fuerza con las manos apoyados en una mesa o algo parecido – le mostró como se hacía.
- Pero no podemos hacer eso, soy muchas veces más pequeño que ella – la miró – y Harry dijo que no podíamos hacer magia o nos detectarían.
- Pero también dijo que mi magia sería imposible que la descubrieran ya que no soy considerado un mago, sino una criatura mágica y estoy autorizado a usarla.
- Genial – sonrió volviéndose a la pequeña gigante – acepto tu juego, pero Master me va a ayudar a tener un tamaño adecuado para que compitamos de igual a igual ¿te parece? – le propuso, ella lo miró extrañada unos buenos segundos.
- ¿Y no puedes hacer magia tú o no eres mago? – le preguntó.
- No se trata que yo no sea mago – le explicó – pero la magia de Master es más fuerte que la mía y será mucho más rápido dado que no conozco el hechizo.
Snape lo miraba alzando las cejas, claro que ellos no podían verlo ¿Un Potter diciendo algo semejante? De seguro eso si era digno de ser guardado para la eternidad, aunque quizás estuviera exagerando, le gustaban tan poco los Potter.
Master cerró los ojos y luego trazó un círculo mágico alrededor de Sigfrid, luego otro más grande, y otro, y otro, hasta alcanzar los seis, le dijo a este que se quedara quieto, que con cada círculo doblaría su tamaño hasta quedar de la misma estatura que la niña gigante. Uno a uno los círculos fueron convirtiéndose en una especie de llamarada azul a su alrededor y cuando uno desaparecía, Sigfrid crecía, hasta que llegó al último y alcanzó la estatura requerida.
- Bueno, juguemos – le sonrió divertido sentándose en el suelo frente a la niña.
- Guau, vaya que es lindo mi Sigfrid – suspiró Ian – aunque creo que es demasiado grande – no le despegaba los ojos de encima, ya comenzaba a verse cierta claridad alrededor de ellos – qué cuerpo se gasta – suspiró.
- Así es – dijo James divertido – no me extraña que babees por él, es un Potter.
- No seas presumido, James, que no te viene – lo regañó Lucius molesto.
Harry se sonrió divertido y volvió a mirar a Sigfrid, este estaba con el codo apoyado en el suelo, la mano izquierda apoyada con la palma hacia abajo en la misma actitud que la giganta que lo miraba fijamente como diciéndole que se iba a tener que quedar con ella dado que la magia sólo había acrecentado su cuerpo y no su fuerza, este le sonrió también, ella no sabía que tenía la fuerza necesaria para mover cosas mil veces más pesadas que él, así que si su peso había aumentado, su fuerza también. Master los miró y contó hasta tres antes que ellos comenzaran a medir sus fuerzas, Sigfrid se sorprendió un poco, pero recuperó la postura de su brazo obligándola a hacer fuerza, así estuvieron unos segundos antes que Sigfrid pudiera aplicar la fuerza suficiente para hacer que el dorso de la mano de la niña diera contra la tierra. Ella lo miró molesta de haber perdido pero le dijo que había ganado y que se podían marchar, pero que fuera luego, antes que terminara de salir completamente el sol, a los gigantes que habitaban esos bosque no les gustaban para nada los humanos y mucho menos los magos.
- Gracias – le sonrió mientras regresaba a la normalidad luego de ser tocado por un rayo de sol – quizás algún día podamos vivir todos en paz, magos y criaturas mágicas – caminó hacia los árboles donde los esperaban los demás.
En silencio siguieron caminando por el sendero iluminado tenuemente por los escasos rayos de sol que marcaban el inicio del amanecer por entre las tupidas ramas de los árboles, allí Harry apenas y podía distinguir aquellas marcas que señalaban el camino hacia donde debían de plantar el árbol sabio.
- Las hadas tenían razón – suspiró – se me hace cada vez más difícil seguir las señales hacia el lugar correcto – miró a su padre – pero me pareció que aquello que marcaba el camino era algo así como una snitch pero plateada ¿crees ser capaz de escuchar su aleteo en el bosque, papá? – este cerró los ojos.
- Si, aunque hay demasiados sonidos a nuestro alrededor como para estar completamente seguro si es su aleteo o si son avecillas las que circulan entre las ramas más bajas de los árboles – suspiró – pero también escucho levemente el canto del agua que baja desde un manantial hacia una laguna o algo así.
- Bien, seguramente es hacia allá donde tenemos que ir – aceptó – ¿hacia dónde?
- Bien, los guiaré – sonrió tomando una vez más de la mano a Lucius que permanecía en silencio, pero se notaba de lejos que tenía mucho sueño.
- Creo que todos estamos muy cansados – dijo Sirius bostezando – eso de haber dormido apenas unas horas nos va a pasar la cuenta en cualquier momento.
- Pero no podemos detenernos a descansar – le dijo Sigfrid – aún debemos llegar al lugar correcto y no sabemos cuán lejos está o cuanto se va a demorar el árbol sabio en brotar, recuerden que se trata de sólo una semilla lo que tenemos.
- Lo sabemos, pero estoy que me caigo de sueño – le replicó bostezando otra vez.
- Creo que podremos descansar cuando hayamos sembrado la semilla – le dijo Harry divertido atrayendo hacia su costado a Draco que estaba más dormido que despierto, sospechaba que más bien caminaba por inercia, por seguirlo a él – nos necesita a nosotros tres, así que los demás podrán dormir mientras está listo.
Caminaron en silencio un buen tramo, tanto así que parecía que algunos se habían dormido, en especial los merodeadores, ya que eran Sirius y James los que estaban más cansados, claro que era lógico en este último ya que no había dormido en toda la noche por lo del ritual druida y ya comenzaba la mañana.
- Ya no estamos tan lejos – dijo James apoyado en el hombro de Lucius – hay una pequeña cascada a unos cinco minutos de aquí, también escucho un revoloteo a mi derecha, como si nos estuviera esperando – bostezó cansado.
- Sigamos, ya no falta nada – le dijo Harry siguiendo la dirección que había dado su padre – espero que no tengamos que hacer otro ritual druida, no pienso hacerlo delante de nadie ni de broma – miró a Draco y este lo besó en la mejilla.
- Yo secundo tu opinión – le dijo James – una cosa es salvar al mundo mágico y otra muy diferente es andar exhibiendo mi cuerpo, menos en mi estado actual.
- Me encantaría verte en todo tu esplendor – le dijo Lucius lujurioso – tal como tu madre te mandó al mundo, debes ser magnifico pese a tu estado – sonrió.
- Si quieres ver a un Potter desnudo, pídeselo a Sigfrid, a él le gusta hacerlo.
- Primero lo mato – dijo Ian abrazando con fuerza al aludido – él es sólo mío.
Harry sonrió y se detuvo a abrir una cortina de largas ramas de sauce que les bloqueaban la vista del hermoso lago plateado, sobre sus aguas revoloteaba lo que los tres Potter reconocieron como una snitch de cristal, como la de Avalon.
- Extraño guía nos han enviado – dijo James caminado hacia el lago viendo como la snitch se movía rozando levemente las aguas con su brillo blanquecino – sin embargo, el lugar es demasiado extenso como para saber dónde debemos plantar nuestro árbol para que cumpla su trabajo – bostezó de nuevo.
- Pues allí viene hacia nosotros – le dijo Harry – recuerdo haber visto una igual en la parte más alta de una de las torres del castillo principal en Avalon – se volvió hacia Master – ¿no tendrá algo que ver? No puede ser sólo una coincidencia.
- No lo sé – le dijo sentándose a los pies del sauce cuyas ramas rozaban las aguas – recuerda que yo era guardián de los terrenos de Avalon, nada más.
- Tres hermosos druidas han llegado a las riberas de la laguna de plata – dijo una voz cascada, como la de un anciano y ellos buscaron a su dueño – si quieren saber dónde sembrar la semilla del árbol sabio, deberán adentrarse en la laguna.
- Un árbol anciano – dijo Master sorprendido volteando su mirada hacia el sauce.
- Este es un lugar mágico oculto hasta de los ojos de los magos – le dijo el sauce – y ustedes han llegado hasta aquí porque la semilla del árbol sabio así lo ha querido, porque no todos ustedes son druidas ¿verdad? – les sonrió.
- ¿Adentrarnos en la laguna? – dijo Ian – no creo que sea de aguas tibias.
- Solo los druidas podrán seguir desde aquí, pero debe ir a la cabeza el druida más poderoso con los otros dos apoyados en su hombro luego de invocar el camino con la llave de Avalon – le explicó – apresúrense, el árbol necesita de toda la luz del sol que pueda recibir en diez horas antes que se ponga detrás de la montaña de la cascada, si no está listo para esa hora, tendrán que efectuar el ritual para despertar al árbol, tal como lo hicieron con su padre.
- Ni de chiste – dijo Harry ruborizado una vez más mirando hacia la laguna de nuevo – ni jures que volveré a bailar desnudo y en trance para poder darle a un árbol lo que sólo le pertenece a mi pareja, no, señor, no lo vuelvo a hacer.
James sonrió a medias mirando de reojo a Draco y luego a Lucius, sospechaba que ellos estarían dispuestos a cualquier cosa con tal de ver el famoso ritual, claro que ninguno aceptaría que hubiese otras personas presentes aparte de ellos en el momento, aunque de seguro ni se darían cuenta de lo que pasaba a su alrededor.
- Harry, quisiera que me mostraras el ritual cuando estemos a solas – le dijo Draco con una mirada apreciativa cargada de sensualidad – debes ser magnífico.
- Daría mi brazo derecho con varita y todo con tal de verte en acción – le dijo Lucius a James quien también se sonrojó – ¿será posible una demostración a solas, mi querido James? Porque ni una probadita has querido darme.
Harry miró a su padre y recordó el ritual, era muy vergonzoso lo que habían vivido alrededor del árbol sagrado, habían saltado y girado alrededor del mismo mientras caían en trance y comenzaban a acariciarse con sus propias manos, el trance hacía que vieran a la persona amada siguiendo los caminos de su piel, subiendo y bajando por su pecho, tocando puntos muy sensibles por el pecho, el vientre, el sexo, tanto así que la necesidad del placer los apremió a tal punto que comenzaron a masturbarse con tan poco pudor, nada existía a su alrededor, ni siquiera el frío nocturno sobre la piel desnuda, sentían como si fueran las manos amadas las que los llevaban al clímax hasta acabar en un gemido placentero que los hizo recobrar la razón mientras eyaculaban sobre una de las raíces del árbol.
- ¿En qué estás pensando, Harry, que te has excitado? – le dijo Draco al oído mirando el bulto que apenas se le veía por sobre la capa que cubría el pantalón.
- No querrás saber – le dijo acariciando su mejilla – Papá, Sigfrid, sigamos nuestro camino, los demás deberán quedarse aquí y descansar, no sabemos que nos esperará cuando regresemos a nuestro mundo – se apartó de Draco y sacó de su bolsillo la llave que señalara el viejo sauce – los señores de Avalon, descendientes del druida mayor, pedimos que nos muestres todo tu poder – le pidió.
James le hizo una seña a Sigfrid y cada uno apoyó una mano en un hombro del menor de los Potter, con lo que la llave empezó a brilla con fuerza en la mano de Harry hasta que de las plateadas aguas de la laguna surgió un camino de cristal. Harry no lo pensó demasiado y caminó por él con su padre, siempre con la mano sobre su hombro, a su derecha, y Sigfrid del otro lado del mismo modo que su padre, tras ellos el camino parecía disolverse en agua, lo que significaba que nadie podía ir a donde ellos iban. Caminaron alrededor de 30 metros antes de llegar al centro de la laguna en donde se veía una pequeña isla con una reja de cristal labrado que reflejaba las aguas a su alrededor, puso la llave en la cerradura y la puerta se abrió lentamente. Entraron aún en silencio y vieron que la tierra estaba lista para poner la semilla, pero en los alrededores había dos pequeños seres de los cuales ninguno de los tres sabían de su existencia, no sabían qué eran, seguramente ellos desaparecieron hacía muchísimo tiempo.
- Deben poner la semilla en la tierra y darle un poco de sus sangres para que este pueda renacer – le dijo uno de los extraños seres. A James le había parecido que eran algo así como los duendes, pero al escuchar su voz resonante, le pareció que ya antes había tenido contacto con esos seres en alguna parte ¿Dónde? No estaba seguro, pero le parecía que había sido aún antes de entrar al colegio.
- Al menos tener un poco de sangre es más fácil que lo del ritual – dijo Harry casando su varita para hacerse un corte en la mano para dársela de una vez.
- No, tu sangre debe ser la última que reciba – le dijo el otro ser – debe dársela primero el druida más antiguo – señaló a Sigfrid – los sangre pura primero.
- No me gustan los clasistas – le dijo este pero se levantó la túnica del brazo derecho haciéndose un corte en este vertiendo un poco de su sangre sobre la tierra que pareció tornarse un pequeño charco, pese a ser tan poca.
James miró a su hijo y le sonrió antes de imitar a Sigfrid, su sangre hizo crecer el charquito y la semilla se hundió en la tierra lentamente. Le tocó a Harry hacerlo y vieron asombrados como la semilla comenzaba a echar raíces lentamente, pero muy rápido para una simple planta, así que retrocedieron un poco para darle espacio, aunque casi de inmediato se detuvo en su crecimiento.
- ¿Necesitará más sangre? – le dijo Sigfrid preocupado, le dolía mucho el corte.
- No, ahora necesita lágrimas de náyade para crecer un poco y podrán retirarse a esperar que él tome sol y alcance la estatura necesaria para ser considerado un verdadero árbol sabio – le respondieron los dos seres a coro.
Harry miró a su padre y a Sigfrid preocupado ¿de dónde sacaban las famosas lágrimas de náyade? O sea, antes las había derramado él, pero había sido un caso excepcional, había sido después de un terrible arranque de ira ¿cómo sabía si volvía a manifestar su sangre de náyade por medio de las lágrimas? Además, no sentía ningún deseo de llorar ¿Qué podían hacer? No lo sabía, ni lo imaginaba.
- Debimos haber dejado algunas para este momento – se lamentó James.
- Harry, si pudieras llorar – le dijo Sigfrid – recuerda ago triste, ahora podrás desahogarte de todo el dolor que sintieras en el pasado – lo miró a los ojos.
Harry lo miró unos instantes y cerró los ojos pensativo, los dolores había decidido dejarlos atrás apenas hacía unas noches, no valía la pena tenerlos presentes, en especial cuando aún le hacían daño, pero Sigfrid tenía razón, debía desahogarse y si con ello ayudaba al mundo mágico de paso, mucho mejor, sólo esperaba que aquello no trajera más desastres de los que ya había. Apretando los puños, se concentró en sus recuerdos, uno a uno trajo a su memoria aquellos terribles momentos, cuando sus tíos lo rechazaban, lo humillaban, lo trataban como esclavo, se “olvidaban” de su cumpleaños, le negaban hasta el más mísero de los regalos, le daban las cosas que a Dudley ya no le quedaban, nada de lo que tuvo hasta los once años fue para él, los golpes y las brutalidades de su primo, el rechazo del resto de los chicos por miedo, los castigos por sus logros, el odio y las mentiras de sus tíos, el odio y el rencor de Snape, la desesperación cuando pensó que Sirius había tenido la culpa de la muerte de sus padres… y el dolor comenzó a bajar en forma de gruesas lágrimas que al tocar el suelo se volvían cristales de plata, era casi como si un riachuelo bajara del rostro de Harry. James no pudo soportar aquello ni un instante más, siempre había sentido el dolor de su hijo como propio, así que dejó que las lágrimas bajasen por su rostro también.
- Ya, creo que fue suficiente, sólo debían regarla, no ahogarla en lágrimas – les dijeron cogiendo una buena cantidad de lágrimas que de inmediato fueron absorbidas por el pequeño retoño que apenas asomaba una ramita del suelo.
- Que poco comprensivos y compasivos son ustedes – les dijo Sigfrid abrazando a padre e hijo – supongo que ahora nos podemos marchar ¿verdad?
Ellos asintieron y Sigfrid caminó llevando a Harry y a James apoyado cada uno en un hombro mientras seguían llorando en silencio. Traspusieron la cerca y caminaron por el camino de cristal hacia donde esperaban los demás. Al llegar ambos fueron abrazados por sus respectivas parejas que miraron intrigados al otro Potter, pero este estaba contagiado de su tristeza y lloraba también refugiado en los brazos de Ian que trataba de consolarlo inútilmente.
- El árbol sabio pide un sacrificio: las lágrimas de náyade, y cuando ellas comienzan a caer, se vuelven un río y provocan que todos aquellos que tienen sangre de ellas sientan la misma tristeza en sus almas – les dijo el sauce.
- Y ellos no han dormido nada – dijo Sirius preocupado por su amigo hermano y su ahijado – podría ser perjudicial para ellos seguir llorando así, quedarán agotados.
- Pues creo que ahora pueden irse, si ellos hicieron bien su trabajo, el árbol sabio mostrará sus ramas incluso hacia el exterior del bosque escondido – les dijo – tomará su tiempo, pero antes que caiga el sol estará listo, en especial porque han sido tres náyades los que han dado sus lágrimas y su sangre para él.
Sirius miró a Lucius y a Remus y finalmente asintieron, era mejor que salieran rápidamente del bosque, aunque esperaba que los aurores y los centauros no les encontraran de regreso al colegio, no en el estado actual de los Potter, estaban demasiado sensibles para arriesgarlos en una pelea que no valía la pena.
- Debemos preocuparnos principalmente de los señores de Avalon – le dijo Master retomando el camino que ahora distinguían perfectamente – estén preparados, me temo que cuando se les acaben las lágrimas, se van a dormir profundamente.
- Pero van a dejar por el camino un rastro perfectamente distinguible – le dijo Snape señalando las perlas plateadas junto a ellos – y eso nos podría traer…
- Dudo que alguien, aparte de nosotros, sepa que son de ellos – lo interrumpió.
- Pero ellas serían de mucha utilidad en las pociones – dijo Draco y comenzó a juntar las que alcanzaba con ayuda de Sirius – he leído que ellas tienen muchas propiedades elementales curativas y regenerativas que ayudarían, por ejemplo, a la regeneración de partes del cuerpo que se han perdido accidentalmente.
- Pues vas a poder crear un mar de lágrimas de náyade con este trío de llorones.
- No provoques su ira – le dijo Master – tú no estabas conciente la vez pasada que Harry lloró, primero dejó salir su ira en oleadas de magia negra, oleadas que remecieron toda la mansión Malfoy con gran fuerza, menos mal que sus barreras mágicas fueron capaces de contenerla, pero de todas maneras en el ministerio la sintieron y la identificaron como suya – le explicó – y creo que es mejor que no lo haga aquí, no sólo podría contaminar el árbol sabio, sino que atraer a la muerte.
Ellos miraron a Snape y este se encogió de hombros, se contendría por ayudar al mundo mágico, no a los Potter, se dijo y comenzaron a caminar rápidamente por el sendero hasta llegar a la gran roca con la que Sigfrid les había bloqueado el paso a sus perseguidores en el bosque prohibido, se voltearon a mirarlo, pero este estaba casi dormido de tanto llorar en el hombro de Ian, que le acariciaba.
- Me pregunto cómo fue que nos tardamos tanto en llegar al lago y de vuelta apenas nos ha tomado unos treinta minutos – dijo Remus – parece que nos tomamos el camino largo de ida y el corto de vuelta – les señaló.
- Fue porque por ese camino transitaba la muerte – le dijo Master – ahora el problema va a ser salir de aquí, Sigfrid no está en condiciones de sacar la roca.
- Bueno, podemos hacer magia – le dijo Sirius – ya hemos cumplido con nuestra parte, así que no importaría mucho si nos detectan, sólo debemos poner a salvo a los Potter en el castillo, dudo que Minerva los entregue al ministerio sin dar pelea.
- No faltará quien los defienda – dijo Remus sacando su varita, Sirius lo imitó y juntos consiguieron abrir el paso de regreso al bosque prohibido – pero podemos hacer más difícil su labor separándonos – agregó volviendo la roca a su lugar.
- Creo que estaría bien – dijo Master mirando el bosque, de día se veía menos terrorífico que de noche y, por supuesto, no haría criaturas mágicas intentando atacarlos aparte de los centauros – pero creo que ellos ya se durmieron y sería muy lento nuestro avance de regreso al castillo – miró a su alrededor como buscando algo – si pudiéramos cargarlos sin necesidad de usar la magia.
- Esperen, escucho pasos por el sendero – dijo Sirius – parece que es Hagrid, pero viene con alguien más, pero él podría ayudarnos, cargaría con facilidad a Harry, que es quien más debe estar a salvo y sólo tendríamos que preocuparnos de James y de Sigfrid – miró a Remus y este se adelantó hacia el semigigante que se apresuró hasta llegar donde ellos estaban, acompañado de su medio hermano.
- Creo que Hagrid nos puede solucionar más de un problema – les dijo Remus – su hermano cargará a Sigfrid y a James con él al colegio y los pondrán a salvo mientras nosotros tratamos de desviar la atención del ministerio hasta la noche.
- Draco debe ir con ellos – dijo Lucius mirando a su hijo – no es bueno en su estado arriesgarse a que le llegue un hechizo mal intencionado – le recordó.
- Bien – dijo Master – yo iré con ellos hasta el castillo junto con Draco, no me puedo alejar demasiado de mis señores, pero ustedes tengan mucho cuidado, no creo que Harry soporte perder a cualquiera de ustedes – se acercó a Snape y lo besó en la mejilla – ni yo perderte a ti – se dio media vuelta y emprendió camino al castillo siguiendo a los gigantes y a Draco rumbo al colegio.
Sirius y Remus se miraron maliciosos entre sí antes de mirar a Lucius que sonreía de medio lado, sí, el rubio iba a secundarlos en lo que ellos iban a hacer.
- ¡Vaya, Snivellus, hasta que se te hizo! – le dijo Sirius transformándose en perro – parece que Master finalmente admitió que le gustas mucho ¿eh?
- ¡Cállate, pulgoso! – le dijo ruborizado hasta la raíz del cabello, lo había tomado por sorpresa la actitud del elfo – estás envidioso, no creo que sea otra cosa.
- Ya quisieras – se siguió burlando mientras se alejaba – pobre Master, pobrecito.
- ¡Déjate de molestar! – dijo y comenzó a perseguirlo, pero en cuatro patas Sirius era mucho más rápido en su carrera que siendo humano – me las pagarás.
- Amenazas, simples amenazas – le dijo Remus riendo mientras se transformaba en lobo – nunca has conseguido ganarle nada a un merodeador ¿recuerdas?
- Sería porque siempre han estado protegiéndose entre ustedes – le replicó.
- Bueno, eso te pasa por no haber admitido jamás la ayuda de nadie – le dijo Lucius divertido mientras veía a Remus alejarse por un camino distinto al de Sirius – además ¿por qué te enojas si al fin has conseguido pareja? – agregó transformándose en un hermoso caballo blanco – no es algo que pase siempre.
- Lucius ¿me vas a salir con lo mismo? – dijo perdiendo los estribos.
- Debes admitir que es divertido, ya no eres tan joven como para que consiguieras pareja, yo ya pensaba que te había dejado el tren varado en el andén – se rió y se alejó a todo galope por otro de los senderos dejándolo solo.
- Esto es culpa de los Potter – despotricó molesto – y Lucius se ha contagiado.

Draco se sentó junto a la cabecera de Harry mientras Madame Pomfrey examinaba a los tres, ella movió la cabeza antes de voltearse hacia la profesora McGonogall y Master que la miraban atentamente. Draco suspiró, sabía que ellos se habían agotado en extremo dado no sólo el llanto, sino que lo estaban desde el famoso ritual druida que habían tenido que hacer la noche anterior. Claro que seguía queriendo saber en qué consistía y qué había hecho su amado Harry para conseguir la famosa semilla que ahora crecía en un bosque oculto bajo los mismos terrenos del colegio y que esperaba se volviera grande muy pronto.
- Me temo que los tres están en un estado deplorable de agotamiento masivo, tanto de magia como de energías – dijo la enfermera – deberán tener reposo absoluto al menos por 48 horas de corrido si quieren estar repuestos, en especial James, en su estado no debió tomar semejante riesgo, podría haberlo perdido.
- Está protegido con una fuerte poción druida – le dijo Master sentándose junto a James – aunque ciertamente fue muy arriesgado lo que hicieron, pero no podía ser de otra forma, debían ser ellos quienes hicieran el trabajo pesado – suspiró.
- Bueno, sólo nos queda esperar a que despierten solos – dijo la enfermera.
Un ruido se escuchó afuera y los tres se voltearon hacia la puerta que se abrió de golpe. Hagrid se veía muy preocupado y entraba seguido de Sirius que recuperaba su forma humana lleno de leves cortes en la cara. Menos mal que no había casi alumnos en el colegio porque se habían iniciado las vacaciones de semana santa, se dijo la directora preocupaba al verlo en ese estado.
- Estoy bien – le dijo a la enfermera pero se dejó curar – pero hay muchos aurores apostados en los alrededores del colegio y me temo que si bien no han venido hasta acá es porque no saben que ellos están aquí – señaló a los Potter – y creo que son demasiados para arrestar a Harry, ni que fuera un criminal peligroso.
- Pues me temo que para ellos sí lo es – le dijo la profesora preocupada – según nuestros contactos en el ministerio, muchos temen que Harry quiera adueñarse del poder, claro que hay muchos que quieren que él sea, si no el siguiente ministro de Magia, al menos sí el nuevo jefe del departamento de aurores – miró a Hagrid – debemos trasladar a los Potter a un lugar seguro, así que es mejor que los demás regresen al castillo, no podemos mantenerlos aquí, desde que Dumbledore murió el ministerio anda buscando motivos para registrar el castillo y no puedo dejar que lo hagan, dejaríamos vulnerables a los alumnos antes que regresen.
- Sé de un lugar en donde no los podrán ir a buscar – dijo Master pensativo – y como fui autorizado a usar mi magia, podremos regresar libremente allá, solo que uno de los que ahora batallan no podrá ir con nosotros dado que ninguno de mis señores puede autorizarlo a entrar allí – miró a Harry – de todas maneras estará a salvo, a él no lo persiguen ¿verdad? – miró a Sirius preocupado.
- Ese tipo tiene más vidas que patas un ciempiés – le dijo este divertido.
- Entonces, cuando Remus, Lucius e Ian estén aquí, nos marcharemos de inmediato, no hay tiempo que perder mientras el árbol sabio cumple su trabajo.
- Iré por ellos – dijo Hagrid saliendo de la enfermería. Sirius lo siguió con la mirada pensativo, al menos ahora regresaba a Avalon liberado de su encierro, se sentía casi como aquella vez cuando Harry estaba en tercer año, se había imaginado con su nombre limpio, libre al fin y con la posibilidad de cuidar al hijo del mejor de sus amigos, pero había sido algo muy efímero, y esto no se desvanecería igual.

Era más de medio día cuando al fin pudieron llegar a Avalon, había sido una tarea difícil trasladar a los Potter hacia aquel lugar dado que Master no podía hacer tanta magia a la vez con ellos dormidos, así que había mandado adelante a los demás para que los recibieran y los tuvo que trasladar uno a uno, agotándose de paso, así que cuando Harry llegó, estaba rendido. Menos mal que su hermano estaba allí y los ayudó a poner a sus señores en una habitación.
- Merlín estaba muy contento hace un rato – les dijo Madian colocando a Sigfrid sobre las almohadas mientras Ian lo cubría con ternura – dijo que el arbolito sabio estaba comenzando a absorber la sabiduría del bosque secreto gracias a la gran cantidad de lágrimas de náyade que le dieron los Potter – suspiró – claro que aquí ellos no van a necesitar dormir tanto tiempo, como les dijeron en Howgarts, para cuando el árbol esté listo deberán presentarse todos en el ministerio y entre Harry y James atrapar a aquel mago que contiene los fragmentos del alma negra.
- Voldemort no puede regresar ¿verdad? – dijo Remus muy preocupado.
- No, pero mientras ese mínimo fragmento exista, no pertenecerá al reino de la muerte – miró a su hermano – sé que has tratado de perder tu inmortalidad y que la muerte no ha querido tomarla y que estás triste por no haber podido traerle aquí – le dijo – pero ten un poco de paciencia, ya llegará la hora en que puedan estar juntos, dudo que ellos te impidan ser feliz, siempre los señores de Avalon han sido muy generosos con las criaturas que están a su cargo, debes recordarlo.
- Lo sé, pero él nunca ha sido muy bueno con ellos, es una de las causas principales del dolor que se adueñó de sus corazones – miró a James – fue su rival en el colegio y jamás ha podido perdonarle a mi señor que le salvara la vida, así que no me siento muy seguro con respecto a ser liberado ¿entiendes?
- Jamás un señor de Avalon le ha negado a una criatura su libertad – insistió.
- En el pasado pudo haber sido así – se sentó junto a James que estaba siendo acomodado por Lucius – pero él jamás le perdonaría a James o a Harry si ellos me liberaran para que fuésemos felices, no quiere deberle nada a nadie, es un tanto cerrado en ese aspecto – suspiró – si él fuese capaz de superar el pasado, estoy seguro que mis señores me dejarían partir felices, pero me temo que mi felicidad no está atada precisamente a que ellos me liberen.
- No creo que Severus sea tan tonto de no aceptarte si ellos te liberan – le dijo Sirius – sé que es un pesado y que odia todo aquello que tenga relación con los Potter, pero sería muy estúpido de su parte dejar que la felicidad se le vaya entre los dedos, por mucho que hayas servido alguna vez a los Potter, algo que seguramente no has hecho por decisión propia, sino por obligación de sangre.
- Sirius tiene razón – lo abrazó su hermano – y si él te llegase a rechazar, me encargaré de hacerle pagar con creces tu dolor ¿entiendes?
Draco miró a su padre un instante y este asintió comprendiendo a su hijo.
- Nosotros también te apoyaremos – le dijo Lucius – después de todo, un Malfoy debe ayudar siempre a los que son de su sangre y de un modo o de otro lo eres.
- Gracias – suspiró enderezándose – me estoy comportando como un crío.
- Cuando se entrega el corazón, nuestro comportamiento se vuelve, incluso a nuestros propios ojos, irracional e infantil – le dijo Remus – el dolor de un rechazo, que a unos les parecería poca cosa, puede afectarte mucho más su viene de esa persona a quien le entregas el corazón – señaló a James – su trabajo le costó conquistar a Lily, hacía puras tonterías con tal de llamar su atención y cada vez que ella lo rechazaba James se ponía de mal genio o se nos perdía tardes enteras y nunca supimos a donde iba, sólo que regresaba calado hasta los huesos.
- Mi pobre James jamás se fijó que había alguien más a su alrededor – le dijo Lucius acariciando el cabello de este – yo también sufrí bastante porque no me miraba o se ponía a hacer tonterías delante de ella, pero creo que resultó ser lo mejor, el amor debe de madurar y hacerse fuerte – miró a Master – sabemos que le gustas a Severus, se pudo rojo cuando lo besaste al salir del bosque prohibido, así que ahora sólo va a ser cosa de presionarlo un poquito para que te admita.
- Y sabemos perfectamente la manera de hacerlo – dijo Sirius divertido – y será esta misma noche, luego que los Potter se tomen el ministerio, que se confesará.
- ¿Qué es lo que pretenden hacerle? – le dijo mirándolos preocupado.
- Ese es un secreto de los merodeadores – le sonrió Remus – pero no te angusties, no le haremos nada malo, sólo tienes que estar preparado ¿vale?

Anochecía y desde Hogwarts, en la torre de astronomía, los profesores estaban asombrados al ver surgir de las negras aguas del lago una isla con un enorme árbol cuyas ramas se extendían al cielo en un resplandor de color esmeralda que quería tocar las estrellas. El viento agitaba levemente las hojas y parecía que una suave canción llegaba desde las negras aguas, las mismas sirenas habían asomado su cabeza al escuchar su sonido, lo mismo que los centauros y uno que otro unicornio que se acercaba a la orilla a beber de las aguas que habían adquirido el color del árbol que se movía acompasadamente.
- Ese debe ser el árbol sabio que el trío de locos vino a sembrar – dijo Snape.
- Entonces, el mundo mágico debe de estar a salvo ya – dijo McGonogall satisfecha – esos muchachos se ganaron muy bien su descanso – sonrió.
Snape miró una vez más el árbol pensativo, parecía ser muy Potter, en todo caso, las ramas creciendo disparatadas hacia todos los lados como los cabellos de ellos, su verde del mismo color de los ojos del menor, el mismo brillo que tenían los ojos del padre y lo bullicioso de Sigfrid, sí, había adquirido demasiado de sus creadores antes de nacer, aunque debía tener en cuenta que era un árbol sabio.
- Parece que alguien viene por el camino desde Hogsmeade – dijo Hagrid preocupado – no puede ser, son ellos – los señaló – estaban tan agotados…
- Pues tienes razón – dijo la directora viendo como Harry, James y Sigfrid venían por el camino acompañados por los demás – deben estar locos estos Potter.
- Siempre lo han estado – dijo Snape entre molesto y aliviado, volvería a verlo.
Harry se detuvo y se volteó a mirar el árbol que había surgido de las aguas del lago mostrándose tan magnífico como se lo había imaginado antes cuando apenas era una semilla en la mano de Sigfrid.
- Bien, ustedes se harán cargo de lo de Master mientras nosotros vamos a cumplir el resto de nuestra misión al ministerio de magia, debemos aprovechar, como nos dijo Merlín, que hay un plenario esta noche de terminar con la magia negra.
- ¡A la orden! – dijeron Sirius y Remus riendo mientras se cuadraban – los merodeadores están de regreso – se apresuraron a entrar en el castillo.
James y Harry regresaron hasta la entrada y desaparecieron, su mundo al fin estaría por completo a salvo…

Continuará…

No había pesado tardar tanto escribiendo este capítulo, quería que fuera el final, pero creo que ya tengo cercano el fin de todo ¿Qué me dicen? Supongo que se imaginan, aunque sea un poquito, el final =P.
Por cierto, ha sido completamente slash, puras parejas lindas ¿verdad? Ya quiero ver a Sirius y a Remus obligando a Snape a decirle a Master que lo quiere ¿Quién quiere ser padrino o madrina de la boda? Porque el siguiente sí es el final, si o sí, aunque sea el más largo que haya escrito.
Shio Chang.

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