Para ser sincero, Junhong no le encontraba nada bueno a haberse mudado, al chico jamás le habían gustado las ciudades grandes y haberse cambiado de Mokpo a Seúl significaba para él un cambio demasiado drástico.
También extrañaba a sus amigos, las calles con poco tráfico y los lugares que frecuentaba, entre ellos una cafetería local con un té delicioso, con un sabor tan excepcional que no había podido encontrar algo parecido en ningún otro lado.
Camina por las calles de su nueva ciudad en busca de algún lugar donde encontrar un buen té, pero la verdad, no tiene muchas esperanzas.
Camina sin rumbo alrededor de una hora esperando no perderse cuando llega a un café que parece acogedor, un café que aún conserva su esencia y no ha sucumbido a las grandes cadenas. La decoración en tonos cafés y crema, mullidos sillones y una barra con sillas desiguales, lo cual es un toque encantador desde la perspectiva de Junhong, llaman su atención inmediatamente.
El lugar le agrada, se conforma con que el té sea bueno aunque no sea excelente.
–Buenas tardes.– saluda educadamente al chico al otro lado del mostrador.
–Hola.– le responde sonriente el chico que parece de su misma edad.
“Jong Up” lee en su gafete y al momento le ha agradado.
–Un té de vainilla, por favor.– pide Junhong.
–Claro, ¿tu nombre?
–Junhong.
El chico escribe su nombre en un vaso y le pide que espere.
Junhong se sienta en una de las sillas de la barra, su diseño es único como el de todas las demás y es el que más le ha gustado. No sólo el diseño color crema con flores cafés es lindo sino que el asiento también es mullido y muy cómodo.
–Junhong.– escucha su nombre en una voz diferente al del chico que lo atendió.
Se para a recibir su pedido y se encuentra mirando a un chico demasiado guapo, desde su punto de vista, de piel bronceada, cabello obscuro, lindos ojos y buen cuerpo.
–Gra…gracias.– logra decir y se va con su té en mano.
Le da el primer trago y le sorprende el sabor, no lo puede creer, es incluso mejor que el que tomaba en su antigua ciudad; al menos ha encontrado algo bueno en Seúl.
Se termina su bebida mirando hacia fuera a través de la ventana y cuando termina toma una decisión; necesita decirle al chico que le entregó el té que le diga a quien lo haya preparado que estaba delicioso. También es una excusa para hablarle al chico de piel bronceada.
–Disculpa.– lo llama. Jong Up ya no está por allí, al parecer se ha ido a la cocina.
–¿Sí?– pregunta el chico con una voz grave y sin mirarlo siquiera, eso desilusiona un poco a Junhong.
–¿Podrías decirle por favor a quien haya preparado el té que estaba muy rico, por favor?
–Yo lo preparé. Gracias.– voltea a verlo y su expresión cambia drásticamente, le regala una sonrisa de encías de la que Junhong queda enamorado al instante.
Le sonríe para después irse.
Después de esa vez, Junhong se convierte en cliente habitual de la cafetería, incluso en días de escuela se las arregla para ir. Lleva su laptop, pide su té y hace sus tareas allí hasta que tiene que irse porque es demasiado tarde.
La verdad, si es cierto que va por el té y el ambiente, su principal incentivo para ir es Yong Guk, el chico que lo atendió el primer día y del cual sabe su nombre por la pequeña placa en su camisa. Quizá sólo lo ve cuando le entrega su pedido, pero eso le es suficiente para alegrarle el día.
Es un día aparentemente común y como todos los días se dirige hacia la cafetería con su mochila al hombro. Pero Junhong se ha equivocado al pensar que ese día era como los demás, no lo es, cuando Yong Guk le entrega su té le dice.
–Me llamo Yong Guk.
–Lo sé.– le responde Junhong con una sonrisa mientras señala su pequeña placa con su nombre.
–Yo soy Junhong.
–También lo sé.– le responde Yong Guk con una ligera risa mientras señala el vaso en manos del menor.
–Claro.– responde sonrojado.
Se sonríen y Junhong toma su lugar de siempre. Al irse voltea a ver a Yong Guk, sus miradas se cruzan y se sonríen mutuamente.
Al día siguiente Yong Guk no es quien le entrega su pedido, es un chico de nombre Himchan. Junhong no cree que ese vaya a ser un buen día, pero cambia de parecer cuando se da cuenta del post-it pegado en su vaso, el cual versa; “Yong Guk” seguido de su número de celular. Junhong sonríe, se sonroja y guarda el papel en su bolsillo.
Esa misma noche le llama a Yong Guk, temiendo que sea algo atrevido y apresurado, pero deja pasar ese pensamiento, al fin al cabo sólo se vive una vez.
Yong Guk le contesta feliz, como si hubiera estado esperando su llamada. Quedan de salir en una cita al día siguiente, uno de los días menos favoritos de Junhong; uno, porque era el más aburrido de la semana, y dos, porque Yong Guk tiene el día libre, ese día tedioso se convierte en el más esperado por el menor.
Habla con el mayor por más de una hora. Al colgar se acomoda entre las cobijas y sonríe. Antes de caer dormido sólo puede pensar que quizá haberse mudado a Seúl no fue del todo malo.