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Abismos por Kurenai_801

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Cerró sus ojos y ahí encontró de nuevo la oscuridad; la misma de la que había escapado hace tiempo. A diferencia de entonces, ahora no sentía miedo.
Se armó de valor para buscar al culpable. Incansable, corriendo entre ese infierno que ahora era Londres. El sonido del fuego tragando con gula todos los edificios, y el llanto de los niños, ahora huérfanos, penetraba en sus oídos.

Usted sabe caminar en la oscuridad.

La voz de esa persona demoniaca hizo que se detuviera de súbito; lo buscó con la mirada en aquel laberinto escarlata.

Siguió corriendo. No era él, era el simple recuerdo de esa voz en el fondo de su alma. Sabía que lo encontraría ya que, irónicamente, era su ángel guardián… e igual de irónico era que Él fuera el destinatario final de su alma.

No sabía a dónde sus pies lo guiaban, hasta que llegó al puerto. Undertaker estaba parado junto a un bote.
Dirigió su mirada azul hacia atrás, donde las llamas aún se levantaban potentes y destructoras.

Abandonar todo.

Pensó.

Excepto  mi odio.

—¡No voy a huir!

Avisó a Undertaker a sus espaldas.

Entonces el ángel apareció.
Sus enormes alas abrigaron al niño, quién no dijo nada en ese momento. Con su cercanía le otorgó la frescura del cielo…

El frío sepulcral del cielo…

 

—Es correcto, mi querido Conde —susurró con dulce voz—. No debes huir de tu destino. Deja que te purifique.

Antes de que el ángel emprendiera vuelo con el joven Señor, una espada atravesó su costado. Con temor, Ciel Phantomhive se alejó mientras el pecho del ángel sangraba con cada una de las flechas flameantes que la atravesaban.

—S-solo tenías que ser puro, Ciel —musitó con un hilo de voz.

El perro demonio la destrozó antes de que cayera por completo al suelo. Muriendo junto a ella, cuando las llamas que el mismo ángel ocasionó, muriendo en su propio infierno.

—...venganza —musitó Ciel. No era necesario voltear para saber quién le había salvandole.

—Es mi deber protegerlo... la venganza es algo tonto, my Lord. —La voz apacible sonó incluso juguetona.

Destruirlo todo ya no significa nada...

Londres estaba en llamas. Su venganza siempre terminaría igual; aunque luchara por hacer lo mejor, nadie le aplaudiría, su padre no le vería y le daría las gracias.
Suspiró cuando una viga cayó en llamas cerca del muelle.

Sobrevivir también es venganza...

—¿Joven Amo?  —La voz de su verdugo final.

—No ha terminado —siseó para sí—. Vámonos, Sebastian.

Al ver el reflejo del fuego en el rostro del mayordomo sintió que se armaba de valor para abandonar a las personas. Después de todo siempre sobrevivían... eran como una peste, una planta maligna que crece aunque se le rocíe con fuego. Fuego... rojo fuego, como el color de los ojos de su acompañante.

¿Soy el alma que deseas, eh?
¿Me he vuelto tan cruel para que mi alma tome ese valor?

Sonrió, nada importaba. El horizonte era oscuro errante, tan lejano, igual de pecador. Tal vez la incansable Ángela le esperaba del otro lado, esperando nuevamente llevarlo consigo, esperando hacia donde iría, que elección tomaría el joven amo. Estando ahí, él quería mandarla, de nuevo, al abismo de la perdición.

 

 

 

 

Notas finales:

Abismos.

 

Kurenai, desde el
Rincón emo-kawaii, septiembre 2013


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