El silencio permanecía en la clínica de Seúl, las enfermeras descansaban de manera cómoda en los asientos. Hasta que entró un hombre de cabello castaño y complexión delgada. Las enfermeras y, algunos pacientes saludaron con una reverencia.
Se trataba de Nam el mejor psicólogo de la clínica. Llevaba mucho tiempo en aquel lugar, no existía alguien que no lo conociera. Una mujer corrió hasta él, hipando junto con lágrimas.
—Doctor, sólo quiero ver a mi hijo, por favor, sólo una vez —suplicaba la mujer, tratando de controlar el llanto.
La conocía, era la Sra. Kim, madre del último paciente que él trató. El joven, hijo de la señora, llevaba internado en la clínica siete meses, los únicos días de visita eran los viernes de cada mes.
—Ayer fue el día de visita, Sra. Kim —comenta mirándola sin expresión alguna.
—Me fue imposible, trabajo tiempo completo, por favor, sólo tengo este día —honestamente confiesa, esperando alguna respuesta.
—Ese no es mi problema, Sra. Kim, si me disculpa, debo irme —contesta dispuesto a irse, le estaba irritado la mujer.
—Espere, sólo —la mujer le tomó del brazo, para susurrar:—Ya no vendré más, hoy es el último día.
Quiere acabar cuanto antes con el asunto, así que asiente con la cabeza, ya no tendría que lidiar más con la mujer. El camino hasta el tercer piso es silencioso, él mira como la Sra. Kim ha parado de llorar y sólo se limpia con la manga del suéter. Mira por todos lados, hasta encontrar a la enferma Suzy.
—Quiero ver a Kim Tae Hyung —dice sin más.
—Doctor Nam, buenos días —hace la joven una reverencia, para levantarse de la silla y buscar entre su escritorio los archivos del paciente.
—La habitación.
La joven al darse cuenta de su error, deja de lado el escritorio para sacar la llave de la habitación cinco. Posiblemente puede perder su empleo por su torpeza, se maldice internamente.
—Por acá —comenta Suzy a la señora, al ver que el doctor se ha adelantado por el pasillo.
Antes de llegar a la habitación, toma una bandeja la enfermera, girándose hasta la mujer, donde le pide deposite todo lo que pueda ser peligroso, desde cordones, aretes hasta el reloj de mano.
—Muy bien, el doctor la guiará, pase el pasillo, antes de llegar a la habitación se encuentra una cámara —explica con una sonrisa, desapareciendo después del campo de vista.
Ella lo sabe, sólo ha faltado una vez, desde la internación de su hijo. Tiene grandes problemas económicos, su esposo al igual que ella trabaja tiempo completo y esa es una de las principales razones por las que dejará a Tae Hyung.
El camino es corto y su corazón acelera, lo que viene a continuación le partirá el corazón, lo tiene presente en su mente, quiere ser fuerte y tirar de la perilla, pero su mano tiembla antes de llegar a ella. El hombre aún sin expresión alguna en su rostro, abre la puerta.
—Recuerde algo, él no es TaeHyung, él es Vi —había comentado antes de abrir completamente la puerta.
Ella lo sabe, y siempre lo evita. Su hijo se ha inventado otra vida, él no es un ídolo y menos un asesino.
En el cuarto acolchonado está un hombre bastante joven, con los ojos rojos producto del llanto, el cabello castaño desordenado y la ropa blanca. Está llorando y negando con la cabeza.
—TaeHyung —articula la madre al entrar.
Éste alza la mirada, notando a una mujer y al doctor. Ríe con fuerza, dejando de lado la tristeza.
—No, no, yo soy V —reprocha TaeHyun sin acercarse.
—Te he extrañado mucho —dice, mordiendo su labio inferior para no llorar.
—Yo extraño a mis Hyung's, a mi mamá y papá. Quiero a mis papás —responde TaeHyung abrazando su cuerpo.
—Mamá está aquí, yo soy tu madre, TaeHyung —intenta acercarse y falla.
Él se aleja, frunce el entrecejo y grita:
—¡Tú no eres mi madre, yo he matado a todos! ¡Yo los maté! ¡Debí haber rechazado todo! ¡Yo no quería todo eso!
—Tú no haz matado a nadie, tú eres inocente... —Y antes de intentar otra cosa, Nam la jala.
—Ya terminó la visita, Sra. Kim. TaeHyung debe descansar.
Así es como termina la visita, con la mujer llorando en el pasillo y él doctor Nam sacando a ésta. Tal vez, sólo tal vez, si ella no hubiera estado llorando, hubiera podido escuchar como el hombre susurraba antes de cerrar la puerta.
—Claro que sí, él realmente es V.