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Hail of Roses por liuny

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Hail of Roses

Resumen: Vaness Lawrence, un joven violinista que pierde a sus padres a la temprana edad de quince años, en circunstancias bastante sospechosas. Sufre de una enfermedad que limita mucho sus opciones para sobrevivir en el cruel mundo. Armado solamente con dos maletas. En una de ellas, se esconde el violín rojo ‘maldito’ de Stradivarius.

Vaga buscando la respuesta de quién acabó con su familia e insistentemente está tratando de acabar con él, también. Para sobrevivir, se la pasa de casa en casa; dando clases. En una vuelta brusca del destino, llega donde los Grace’s. Lo que nunca pensó fue, que su vida se trastornaría de tal manera, al conocer al mayor de los hermanos y caer presa de, un muy extraño, triángulo amoroso. Slash.

Piano Sonata No. 14 in C-sharp minor, 1st movement
Ludwig Van Beethoven

Opus 1

Era una mañana fría y solitaria. Era primero de diciembre. En la noche pasada había caído una gran nevada y todos estaban en los patios de sus casas tratando de recoger la nieve que tapiaba todo para luego ir a desempeñar sus trabajos y quehaceres del día.

— ¿Seguro que estarás bien?

— Sí, señora Rose, estaré perfectamente. Ya cumplí un año desde que llegué aquí, no puedo enseñarle nada más a su hija.

— Pero, ¿Dónde te quedarás?

— Donde siempre lo hago, en las iglesias, o de vez en cuando en posadas —Expresó el chico con simpleza. La mujer sonrió casi maternalmente dando a entender que se daba por vencida.

— Está bien, fue un placer haberte conocido, Vaness.

— Van… no Vaness —Dijo con amargura arrugando la cara, odiaba su nombre, era de mujer, o así sonaba.

— Jaja, lo lamento. Cuídate “Ojos Lindos” —Se despidió la señora mientras volvía a entrar a su casa sin perder la sonrisa. Vaness Lawrence, era un joven de 22 años de cabellos marrones con reflejos rojizos hasta los hombros, agarrado en una coleta conformada por una cinta de terciopelo negra. Sus ojos eran verdes, su mirada trasmitía calidez y dulzura, la cual estaba siempre oculta tras unos lentes circulares con montura al aire. El cuerpo empezaba esbelto, marcadas caderas, piernas firmes pero delicadas, al igual que dedos largos con uñas pulcramente arregladas.

Agarró las maletas y se fue a caminar por allí, tenía dinero para vivir por algunos meses, así que no necesitaba con urgencia trabajar, aunque era mejor prevenir; ya mañana se encargaría de eso. Miraba hacia todos lados, los cuales estaban cubiertos de una gruesa capa de nieve, se apretó aún más fuertemente la bufanda para que no se colara el frío. Se sentó en un banco que daba hacía el Big-ben, exhaló logrando que un espeso humo se condensara al salir. Los copos comenzaron a caer de nuevo lentamente.

El cabello empezó a movérsele con la reciente brisa helada, sintiendo que estaba demasiado frío para seguir fuera, fue a buscar refugio. Se levantó con todas sus cosas y miró al cielo, cuando menos no había sol, eso era algo que lo preocupaba mucho, puesto que si este daba demasiado en él. Salían llagas horribles, empezaba a delirar y a tener mareos, las desventajas de ser fotosensible. Odiaba ser como era, demasiado débil, frágil, casarse para él iba a ser imposible ¿Qué mujer querría compartir su vida con una carga?

Llegó a la iglesia mirándola embelezado. El gótico había hecho maravillas en aquella esbelta e imponente construcción, entró al recinto sagrado pasando la mano por los bancos de madera, y observando los cristales de mosaico que reposaban sobre su cabeza. Ésta estaba vacía. Cada paso dada creaba un eco sorprendente.

— Hijo ¿Qué haces en esta iglesia con este clima? ¿No deberías estar en tu casa?

— Padre —Saludó con cortesía.

— Sí, Dios te bendiga hijo mío.

— Respondiendo a su pregunta. No tengo hogar, ni familia, así que tengo que refugiarme en la iglesia cuando, no estoy realizando mi devoción. Será hasta que el frío haya bajado un poco junto con la tormenta.

— La Iglesia es de todos, puedes quedarte aquí el tiempo que desees, estás a salvo bajo la sombra de estas paredes. Yo tengo que continuar con mi labor, tú puedes hacer lo que te apetezca.

— Muchas gracias.

— Me pregunto: ¿Dónde duermes?

— Despreocúpese, me resuelvo bastante bien en los bancos.

— Forma valiente de vivir —Dijo dando una alegre risotada.

— No lo creo, pero, si usted lo dice por algo será.

El cura volvió a lo suyo. El ojiverde se sentó y apoyó la cabeza en el respaldar. Lo único que podía oír era el rugido del viento fuera. Cinco minutos después sin encontrar nada mejor que hacer sacó su violín, un precioso Stradivarius color caoba. Lo miró con tristeza. El último regalo de su madre, sin embargo, ya no tocaría nunca más, se limitaría a dar clases y ya. No tenía sentido tocarle a un vacío. Tal vez a todo el mundo le pareciera distinto, pero, para él ya no había sentimiento más que la devastadora nada.

1

La mañana llegó, y un nuevo día estaba comenzando, salió de la iglesia con todos sus atisbos, para ir a buscar trabajo, y a desayunar primero que todo. El sol no daba señales potentes de vida así que estaba tranquilo. Cuando terminó de comer, vio que en la librería necesitaban un asistente, así que sin pensarlo entró a pedir el trabajo, total… leer era su segunda droga, luego del violín.

— ¿Sabes de libros? —Preguntó una señora mayor, con el cabello totalmente blanco recogido en un zorongo, que era atravesado por un Baguette, muy hermoso.

— Claro, ¡Me encanta leer!

— Fascinante… puedes ayudarle a la gente a encontrar lo que busca, porque desgraciadamente estoy muy vieja para esos trotes, me caes del cielo. Encontrar a alguien que sepa de libros es muy difícil en esta época.

— ¿Puedo comenzar a trabajar ahora?

— Si eso gustas…

— Me llamo Vaness Lawrence, pero, sino es mucha molestia, llámeme Van.

— Soy Clara Ridmley. Clara para ti, ¿Por qué traes esas maletas?

— Porque al no tener un hogar fijo tengo que cargar con todo encima. Me quedo en la iglesia.

— ¡¿Eso es un violín?! —Preguntó emocionada.

— Sí, un violín. ¿Por qué la pregunta?

— ¿Aún lo tocas?

— No… solamente lo llevo conmigo ya que es un preciado regalo. Hace tiempo que lo dejé de tocar, ahora solamente me dedico a dar clases.

— Que lástima.

2

Un mes había pasado volando, febrero estaba casi culminando, el frío aún estaba reinando en el clima. En una de las tantas librerías de Londres, un hombre entró y se situó frente de la caja donde estaba la dueña.

— Buenas tardes, Clara.

— Damian ¿Cómo te va? ¿Otro maestro?

— Supongo que ya te enteraste…

— ¿Cuántos van ya? ¿Tres?

— Exactamente, en menos de un trimestre…

— Ya regresé con la comida Clara —Dijo Van entrando con una bolsa de papel en sus manos.

— Gracias hijo, ahora voy.

— De nada, lo hago con gusto. Iré a dejar esto allá atrás.

— ¿Un nuevo empleado? ¿O un nieto?

— Un ángel caído del cielo.

— Sí, hay que admitirlo parece salido de allí.

— Es mi ayudante. Enserio, ha sido una bendición, ha puesto algo de orden aquí, ya estoy vieja y no soy tal ágil.

— ¿Puedo dejar un anuncio que busco otro profesor?

— Claro…, allí en la cartelera, hazte un espacio.

— Gracias.

— Con gusto. Espera, ¿sabes? No creo que necesites poner eso allí, acabo de acordarme de alguien que tal vez le pueda enseñarle a tu hijo.

— ¿Enserio? —Preguntó interesado.

— Sí. ¡Vaness! ¡Vaness!

— ¿Qué sucede? ¿Es mucho pedir que me llamen Van…? —Dijo con impaciencia.

— Lo siento, pero, ¿Crees que podrías darle clase al hijo de Damian?

— ¿Un niño enseñando a otro? —Preguntó con consternación el hombre.

— ¿Ah? ¿Cómo voy a darle yo clases al hijo de un conde? No puedo, es antiestético, el tiene que ir a un conservatorio.

— Lo han expulsado de cinco de ellos.

— Son cinco conservatorios lo que hay en Inglaterra.

— Perfecto, de todos ellos —Respondió divertida la librera.

— ¿Qué? —No se lo podía creer.

— No sólo eso, he tenido que despedir a tres maestro, y otros muchos a renunciado…

— ¿Qué le puedo decir?

— ¿Has dado clase antes?

— Ojos Lindos ¿Qué haces aquí? —Preguntó alguien entrando.

— Señora Rose… Ahora trabajo aquí.

— Pensé que estarías dando clases.

— Ehhh…

— Bueno. ¡Hola Clara! ¿Tienes el encargo?

— En la parte trasera Rose.

— Gracias.

— ¿Entonces? ¿Has enseñado Violín antes? —Preguntó el señor de nuevo.

— Algo así…

— Bueno, estás contratado.

— No se valla tan rápido Grace —Dijo Rose apareciendo de nuevo con un paquete. El ojiverde inmediatamente se lo quitó de las manos y lo colocó en la mesa.

— ¿Perdón?

— El chico tiene algunas condiciones que no todo el mundo acata. Para que de clase, tiene que dejarle quedarse en su casa.

— ¿Quedarse en casa? ¿Es cierto?

— Pues técnicamente…

— Él le dio clases a Mildred, aunque no precisamente fue de violín. ¿Verdad Vaness?

— Ehhh, sí.

— Bueno, mejor aún. Referencia de conocidos, ¿Podrás venir a mi casa en la mañana? —Preguntó empezando anotar unas cosas en un papel. Van estaba en shock, él no podía darle clases a personas de sangre real, y ese señor era el consejero personal del rey. Nunca había tenido mucha suerte con ellos. Humillaciones, intentos de ultrajo, burlas, todo totalmente problemático, había pro y contras. Pero el señor se veía realmente necesitado. Todo el mundo notó la resistencia del chico.

— Acepta el trabajo, hijo —Le animó Clara.

— Cierto, no te hará nada de malo Van —Siguió Rose.

— No estoy seguro. No he tenido experiencias agradables con nobles.

— Me harías un gran favor, mi hijo necesita aprender a tocar, es tradición que en mi familia y en la de mi esposa cada integrante toque un instrumento.

— No diré que no. Pero no le prometo nada. Si él no desea aprender dudo lograr cambiar su personalidad.

— No me ilusiono ¿Cuánto es tu tarifa?

— Pues, a conveniencia.

— ¿Qué?

— No me gusta estar atado por contrato. Si no puedo o simplemente fue demasiado para mí, me iré… jamás pensé decir algo así pero se me pegó la costumbre de mi antigua jefa.

— ¡Hey! —Le retó la mujer en broma.

— Esa parte la tenemos que hablar muy bien…

— ¿Puedo regresar en un año? —Preguntó el joven a Clara.

— Si aún sigo viva, me encantaría.

— ¿Entonces mañana?

— Mañana. ¿No iba a comprar algo? —Le recordó Vaness.

— Ciertamente, Gracias, por cierto. Damian Grace.

— Lo sé señor Grace. Vaness Lawrence —Y así sellaron el trato con un apretón de manos.

Estaba parado en frente de una mansión que quedaba muy cerca del palacio real. No sabía porque había aceptado, su sexto sentido, el cual infalible, le decía que iba a ser el peor año de su vida. El señor Grace, abrió la puerta con los mismo pensamientos rondando en su cabeza, problemas. Un niño de cuatro años los recibió al entrar, el señor lo alzó en brazos.

— ¿Julian? —Preguntó Damian al ver a su hijo mayor al frente, tenía unos veinticinco años toda su indumentaria era negra, excepto la camisa, tenía el cabello platinado, un poco más claro que su padre, unos exquisitos y fríos ojos azules eléctricos. Su cuerpo era gallardo y marcado, sacaba varios centímetros de estatura a Vaness.

— ¿Si padre?

— ¿Dónde está tu hermano?

— Por su bien, donde lo dejaste esta mañana —Le contestó de forma irónica—. ¿Y quien es el joven de atrás? ¿No me digas que empezaste tus caridades para ganarte el cielo?

— Muy gracioso Julian… él es el nuevo maestro de Bryan y se quedará una temporada con nosotros.

— Que buena broma…

— Me temo que no.

— ¿Un niño enseñando a otro? ¿Irónico, no?

— “Bien, aquí están unas de mis razones para declinar este trabajo. Pero el destino se empeña a devolverme a los mismos sitios” —Pensó con consternación, de forma lastimera.

— Gracias por tu opinión.

— Cuando quieras. Ahora si me disculpan tengo que ir a trabajar. Joven, padre; hasta luego.

— Tranquilo no muerde ¿Verdad Lian? —El pequeño asintió con diversión en los ojos—. Es mudo, o hasta ahora no ha podido decir ninguna palabra… —El ojiverde sonrió saludándole con la mano, mientras el niño pedía ser pasado de brazos. Un poco sorprendido Vaness lo asió.

— Valla, eres la primera persona con la que se comporta así. Un dolor de cabeza menos saber que le caes bien.

— Sí, supongo.

— Bueno Lian, es hora de ir a buscar a mamá, porque él y yo tenemos que hablar… —Cuando el chico se fue sonriente, entraron al despacho del señor y comenzaron a hablar de ‘negocios’

3

Una vez que Van lo hubieron instalado en su habitación, eran las doce de la mañana, luego de almorzar, el señor lo llevó a ver a su hijo del medio.

— ¿Cuántos años tiene Bryan? —Comenzó a preguntar Vaness para saber a que debía atenerse.

— Tiene doce años. Bryan —Llamó el papá al entrar el cuarto. El jovencito estaba sentado en una silla enfuruñado, mirando a su padre con claro rencor. Tenía ojos ambarinos y cabellos castaños rubios.

— ¿Qué? —Le respondió de mala gana.

— No me hables así. Pero, te presento a tu nuevo maestro, Vaness Lawrence.

— ¿¡Otro?! ¿Tan rápido? —Gritó con desacuerdo. El ojiverde se llevó un dedo cerca de la barbilla y alzó una ceja—. ¿Ese es el profesor?

— ¿Algún problema?

— No parece.

— En fin, los dejo para que pueda arreglar horarios y se conozcan —Terminó de decir—. Suerte —Masculló por lo bajo al profesor.

— Hola —Comenzó el violinista.

— No creas que vas a lograr algo que los demás no han hecho ¡Te irás!

— Oh my, my… Entonces no te enseñaré.

— Te acusaré con papá —Dijo con una sonrisa malvada en el rostro.

— Tranquilo, no hace falta. ¿Hay un piano aquí?

— Sí, pero es de Julian y no le gusta que lo toquen —Contestó fríamente.

— Pero, necesito el piano para mostrarte algo.

— ¡Ja! Como si fuera hacerte caso ¡Lárgate de una vez!

— Tomemos el té.

— ¿Perdón? —Preguntó anonadado.

— Sí, tomemos el té mientras vemos el piano.

— No te voy a llevar al piano y no me gusta el té.

— ¿Ni siquiera si no lo has probado?

— Eh probado todos los té ingleses —Se jactó con convencimiento. Sin embargo Vaness notó un brillo de orgullo.

— La jactancia y la altanería, no es algo agradable.

— ¿Qué me vas a decir? ¿Qué es pecado?

— No. Simplemente es algo que me molesta.

— Como si a mí, me importara lo que te molesta.

— Sólo comentaba. Ven, tomemos el té.

— ¡Que no!

— ¿Por qué no? ¿Ni siquiera te gustan los biscochos? Además…

— Arggh… vamos por el maldito Té —Dijo saliendo de allí, mientras que Lawrence salía tras el chico como siempre.

— Disculpe señora.

— Dígame.

— ¿Podría llevar esta infusión de té a donde sea que se encuentre el piano? —Preguntó dándole una bolsita.

— Por supuesto señor de inmediato.

— Me llamo Vaness. Puede llamarme Van.

— Claro señor —El joven se rió—. En un momento estará listo el té.

— ¿Cuánto más vas a tardar? Me estoy cansando de estar aquí parado.

— Paciencia Bryan… no hay que exasperarse. Queda todo el día, y eso te puede causar problemas.

— Las horas son demasiado valiosas y costosas como para perderlas.

— Lo dudo, pero, es tu forma de pensar.

— Eres un simple profesor ¿Qué sabes tú?

— Ehh, técnicamente no soy profesor, solamente sé tocar el violín…

— ¿Y para que quieres el dichoso piano?

— Paciencia…

— ¡Lo quiero saber ahora! —Demandó el muchacho.

— Ajá… —Dijo ignorándolo y viendo la habitación. El piano estaba al lado de una mesita de té con cuatro sillas.

— Grrr ¡Estoy hartándome!

— ¿De qué, bebé?

— ¡No soy un bebé! ¡Y ya no tengo porque estar aquí haciendo lo que tú digas!

— ¿Y yo te he dicho algo? —Preguntó con fingida confusión—. Tú estás aquí porque quieres… si te has dado cuenta yo lo único que he hecho es seguirte todo el día. Es más he hecho lo que tú querías. —Le respondió con simpleza, dejando al niño anonadado y sin más argumentos. La señora de servicio dejó el juego de Té sobre la mesa, y salió de allí con una inclinación, luego que Vaness le sonriera. Bryan se dejó caer en la silla, sintiéndose más enfuruñado aún. El violinista se levantó y se colocó en el banco del piano, abriendo con cuidado la tapa, y pasando suavemente los dedos por las teclas sin causar ningún sonido—. Contéstame algo.

— ¿Qué? —Respondió escuetamente. Mirando el humo que salía de los bollos dulces con mantequillas.

— ¿Qué oyes? —Preguntó haciendo un ruido brusco carente de armonía con las teclas.

— ¡Que horrible! ¿Así tocas el violín? —Pregunto cruelmente.

— ¿Suena feo?

— ¿Qué no oyes?

— Responde —Siguió tranquilamente.

— Sí, suena sin ningún tipo de armonía.

— Ahhh, ¿Qué es la armonía? —Cuestionó sentándose al frente y llenando dos tazas con el té humeante, y mucha azúcar. Le dio una al chico el cual la aceptó por cortesía.

— Pero bueno ¿Quién es el profesor? —Preguntó molesto—. ¿Ahora yo tengo que enseñarte?

— Adelante, enséñame.

— Esto es el colmo… La armonía es lo que hace que se oiga bien las composiciones…

— Supongo.

— Es agradable al oído cuando lo escuchar

— Ummm, entonces déjame ver si entendí. La armonía, ¿Es la combinación de sonidos que se hacen agradable al oído?

— Ajá —Respondió con exasperación. Vaness dejó la taza y se volvió a sentar en el piano y esta vez tocó el acorde de DO menor.

— ¿Y esto suena bien?

— Más o menos —Dijo con recelo.

— ¿Mas o menos? ¿No es agradable al oído? —El pequeño se cruzó de brazos molesto y se bajó más en la silla, negándose a responder—. Cuéntame.

— ¿Qué quiere que le cuente? —Dijo más hostil que nunca.

— No sé, lo que quieres cuéntame ¿Qué te molesta? Esa hostilidad hacia alguien que no conoces te hará daño en el futuro.

— ¡No sabes lo que dices! Todo el mundo el mi familia ya sea por parte de mamá o de papá, TODOS son buenos músicos, unos prodigios, especialmente Julian, hasta Lian ¡Que casi está sordo, toca la flauta dulce! —Soltó con odio—. Excepto yo… además no me gusta el violín.

— ¿No te gusta el violín o…?

— ¿Para que aprender si Julian siempre va a ser mejor que yo? —Y había encontrado toda la raíz del problema. Estaba celoso de la atención que todos ponían en el mayor dejándolo a él escondido en las sombras, puesto que como el menor tenía problemas y sobresalía no es mucho lo que pudiera hacer, o eso creía él.

— ¿Y por qué tocas para ellos? —Preguntó llevándose el tenedor a la boca.

— ¿Para ellos?

— Debes tocar para ti… por sentirte bien tú.

— Es un pensamiento egoísta.

— Entonces, toca para tu Dios

— Eres extraño —Le comentó bajando un poco las barreras.

— El sentimiento es mutuo. También me pareces extraño.

— Eso me lo voy a tomar como una ofensa ¿Sabes que tengo sangre noble?

— ¿Quieres que me corten la cabeza? —Preguntó con una sonrisa de lado. Bryan se molestó aún más, ya no sabía que hacer o decir, hace rato que ya otro hubiera perdido los estribos, pero, él seguía tan impasible, miró fijamente a sus ojos. Eran bellos había que admitirlo, hasta las gafas estaban acorde con su personalidad. Vio sorprendido como le sonría.

— ¿De que te ríes?

— De ti —Respondió ampliando la sonrisa.

— ¿Por qué?

— Te tomaste todo el Té —Siguió queriendo carcajearse allí mismo de la cara de poema que tenía su nuevo alumno.

— Mentira.

— Ok, mentira —Le concedió volviendo al piano. Colocó las manos en posición y rápidamente pero sin presionar muy duro las teclas tocó—. Esta es la escala de DO ¿Sabías?

— No.

— La armonía, es la que dicta los acordes, normalmente ésta se define como: El arte de combinar sonidos en vertical (acordes). O, una acertada combinación de sonidos gratos a los sentidos. ¿Se entiende? —Preguntó echándose a un lado y colocando la mano a su lado— Siéntate a mi lado.

— No ¿Para que?

— No te voy a comer. Ven, por favor.

— ¿Me pediste por favor?

— Claro que te pedí por favor. Todo tiene que pedirse cortésmente. Pero, si no quieres venir, vale lo dejamos hasta aquí.

— ¿Qué vas a hacer?

— Simplemente, siéntate a mi lado.

— Vale, pero, si me haces algo gritaré —Le gruñó sentándose a su lado, mientras que Vaness sonreía cada vez más.

— Creo que me llevas la ventaja… tienes la contextura de tu familia.

— ¿Me estás diciendo gordo? —Preguntó con indignación.

— ¿Estás loco? ¿Qué quieres? ¿Desaparecer?

— ¿Entonces para que me mandaste a sentarme junto a ti?

— ¿Tan mal te caigo?

— Sí.

— Bueno…, está bien, entonces nos odiaremos hasta el final de los tiempos.

— ¿Enserio? ¿Me odias?

— Eres exasperante. Si quieres, te puedo odiar —El chico bajó la cara abochornado, el papá estaba pasando por allí, y no sabía que hacían en el piano si debían estar tocando el violín, suspiró, pero, le sorprendió que su hijo tuviera la mirada baja. ¿Le habría hecho algo? Eso era lo único que le faltaba. Pero, no podía oír lo que decían. Ya le preguntaría a su hijo.

— ¿Sabes alguna melodía? —Preguntó cambiando de tema, mientras el chico seguía sin saber que decir—. Sabes si quiera ¿Qué es una melodía?

— Sí, alguna que Julian a tocado —Dijo mirándole, eso hizo que una chispa de desprecio se encendiera en los ojos del chico.

— Pero, tú hermano, ya toca piezas muy complicadas.

— Todo lo que el hace, lo es.

— No lo creo. Dime una melodía.

— No sé si es una melodía pero…

— ¿Ajá?

— El claro de Luna creo que es de Beethoven

— Sí cabe dentro de la melodía, pero, es una sonata. La melodía es lo contrario a la armonía.

— ¿Enserio? —Preguntó interesado.

— De verdad. Son sonidos lineales no simultáneos, pero ordenados, que logra junto con la armonía una serie de resonancias agradables al oído. ¿Quieres que la toque para ti?

— ¿Qué?

— El claro de Luna.

— ¿Eres profesor de Violín o de piano?

— ¿Quieres?

— ¿Lo harías?

— Veamos que puedo hacer. ¿O quieres tocar tú?

— Ya está, por inercia voy a tocar.

— Eres demasiado amargado para mi gusto. No me caes bien tampoco, ¿Ya dejamos claro que nos íbamos a odiar, cierto? —Preguntó empezando a tocar, cerrando los ojos, pero, un poco después lo miró de reojo sin dejar de tocar. Bryan, estaba observando fijamente como movía las manos, y pudo divisar que quería tocar, tenía ansias de hacerlo, pero, tenía miedo.

TBC


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