#25. Fracaso.
473 palabras | G
Respiraba con dificultad mientras su pequeño cuerpo se tabaleaba cansado por el entrenamiento de hoy, hasta que al final cayó cansado sobre la arena caliente del coliseo. Sus ojos estaban cerrados y luchaba contra los deseos de dormir. Milo no lo admitiría, pero estaba cansado. Sintió la fría mano de Camus en su frente, refrescando por segundos su caliente cuerpo. Por lo menos no estaba ahí “él” para presenciar su espantosa pelea.
“¡Milo se desmayó!” escuchó decir a uno de los niños.
Maldijo su suerte cuando los tacos de la armadura dorada se escucharon cerca de él. Camus bufó bajito y susurró algunas palabras en su idioma natal que Milo entendió a la perfección.
Saga estaba en el santuario.
A Camus nunca le había agradado el mayor, siempre decía que ocultaba algo y que su presencia solo le hacía desconfiar. Además que no era normal que un “adulto” se preocupara tanto por un niño, incluso recordó que le llamó pervertido y fue el caballero de Acuario quien lo regañó por su falta de respeto.
Es por eso que no le sorprendió cuando de mala gana se separó de su lado, dando paso al mayor que lo levantó con delicadeza.
— ¿Otra vez te sobre esforzaste?
—Debo ser el mejor —dijo con la voz rasposa— Quiero llegar a ser un gran caballero como tú Saga.
—Pero no es bueno sobrepasar tus límites, te puedes volver a desmayar —persuadió acariciando con delicadeza su mejilla.
Milo se sonrojó.
El tacto de Saga siempre le hacía sentir un cosquilleo en su estómago a la vez que un calorcito se instalaba en su pecho. Milo creía que era los nervios que sentía al ver a alguien que admiraba, incluso cuando se lo platicó a su amigo, éste se quedó sorprendido y solo había dicho un escueto “Sí”.
—Da igual, ya estoy mejor —dijo intentando incorporarse, pero el agarre del mayor fue más fuerte logrando que un gesto de dolor hiciera.
—Hazme caso Millo —susurró, y por un momento creyó ver sus ojos inyectados de sangre— No quiero que mueras de cansancio.
Sintiendo que había perdido la conversación decidió dejarse llevar por Saga. Atrás del mayor Camus rodaba los ojos y se cruzaba de brazos, ocasionando que una pequeña sonrisa se curveara en sus labios abochornado.
Se acomodó mejor en el pecho de Saga y dejó que el mayor lo llevara a su templo.
Ese día sentía que había fracasado. Si seguía desmayándose por cada entrenamiento nunca llegaría a ser tan fuerte como Saga y no podría luchar a su lado en la Guerra Santa.
—Necesito volverme más fuerte —pensó mientras cerraba sus ojos sintiendo cansancio— Pero Saga tiene razón, tal vez por hoy no estaba mal descansar. A la próxima no fracasaré.
Sintiéndose motivado nuevamente decidió entregarse a los brazos de Morfeo, mientras que Saga –silencioso- velaba sus sueños.
#26. Interrupción.
500 palabras | G
Pasó su mano por la piel suave de Milo mientras que miraba por la ventana como el atardecer aparecía. Milo se había quedado dormido de tanto llorar y él se encargaba de velar los sueños de su amado. Lo que tanto quería evitar había hecho: hacer sufrir a Milo. Respiró hondo y levantó a Milo de sus piernas para poder acomodarlo sobre la cama.
Lucía tranquilo, o eso quería creer. Pero dentro de él sabía que los espasmos que sufría cada cierto tiempo se debía a las pesadillas que sufría. Cerró sus ojos unos segundos y se inclinó para depositar un suave beso en aquellos carnosos labios. Saliendo de la cama con tranquilidad se fijó en la hora y fue directo a prepararse un sándwich para poder tomar su pastilla. En el camino se quedó pensativo. Necesitaba aclararse y ver cuál sería el destino de la relación que tenía con Milo. Estaba dispuesto a luchar por él, pero entendía que Milo ya no lo quisiera si la confianza se habría roto, además que luego de ataque de Arles todo podría haberse complicado.
Al terminar de comer y tomar su pastilla regresó a la habitación, donde Milo estaba esperando despierto. Sus ojos turquesas se quedaron mirándolo por unos segundos para luego suspirar y abrazar sus piernas.
— ¿Dónde están mis pantalones? —susurró con las mejillas coloreadas y los ojos aun somnolientos.
—No hay algo que no haya visto antes —contestó con una sonrisa, citando las mismas palabras que dijo.
—Hoy estamos chistosos —susurró devolviéndole la sonrisa— ¿Lo hicimos anoche, eh? Eso explicaría porque solo llevo tu camisa.
— ¿Te lastimé? —Preguntó mientras se acercaba y le extendía el plato con emparedado que había preparado para el menor— Come algo.
—Se supone que yo debería cuidarte, no tú a mí —susurró mientras comía, omitiendo el hecho de que en medio del sexo, pudo ver a Arles.
Después de comer, ambos se quedaron callados, esperando que el otro hablara sobre lo que pasó ayer antes de “eso”, pero ninguno quiso comenzar. Milo, tan impaciente como siempre bufó y lo miró con determinación.
— ¿Por qué no confiaste en mí?
—Ya te dije tenía miedo que no me quisieras con esa enfermedad.
—Saga, me enamoré de ti a pesar que ya conocía a Arles, y que nos tuviste engañado por trece años. ¿Por qué ahora sería diferente?
—Yo… no lo sé —confesó— Tantos años siendo Arles, creo que me llenó de inseguridades.
Milo se calló unos segundos y tomando su mano lo miró a los ojos.
—Saga… ¿me sigues viendo como al niño que solías proteger?
La pregunta lo tomó por sorpresa.
—Milo yo…
— ¿Quieres que nuestra relación vuelva a ser la de antes?
¿Querer que la relación de Milo sea la de antes? ¿Acaso podría verlo con los mismos ojos de cuando era un niño? Entreabrió los labios para contestar pero la voz de su hermano los interrumpió. Colocándose los bóxers salió a recibir a su cuñado o ex cuñado. Mientras que Saga lo seguía detrás.