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Christmas Day por RinneRaccoon

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25 de diciembre, año 1996.


La primera nevada había caído la noche anterior y, por defecto, todas las calles estaban bañadas por una gruesa capa de nieve, la cual dificultaba el caminar de la nueva familia que se mudaba a la urbanización construida hacia menos de cinco años. La madre, quien portaba a un pequeño niño en brazos, caminaba con dificultad mientras el pequeño no dejaba de abrigarse bien, acomodándose cada vez que podía la capucha y la bufanda que llevaba, nunca le había gustado el frío. Es más, lo odiaba. Siempre se ponía enfermo y el frío le calaba en los huesos como un ocupa descarado y malicioso. El padre se abría camino por los senderos que los trabajadores de mantenimiento de la urbanización habían limpiado en la madrugada, murmurando varias maldiciones cada vez que estaba a punto de resbalarse, resopló fuertemente.


-JongDae, mira. Está comenzando a nevar. -La madre sonrió mientras veía cómo su hijo asomaba su pequeña naricita para mirar al cielo y comprobar que era cierto, que estaba comenzando a nevar de nuevo. Un pequeño copo de nieve se posó suavemente en su nariz y eso hizo que el pequeño de cuatro años estornudase. Rápido arrugó la nariz y se ocultó de nuevo dentro de su capucha y enterró su carita entre el cuello y el hombro de su madre, escondiéndose del frío. Esta rio suavemente y acarició la espalda del pequeño mientras lo columpiaba suavemente, sin embargo, la mujer rápidamente se dio cuenta de que una pequeña sombra los observaba desde un pequeño matorral que estaba en frente de la que sería su nueva casa. La señora se paró y dejó en el suelo al pequeño, quien rápido comenzó a quejarse por el frío que recorría sus pequeños pies hasta el resto de su cuerpo. Alzó demandante sus pequeñas manos reclamando la atención de su madre y buscando un cálido refugio, sin embargo, su madre lo miró severamente. JongDae resopló y estiró su mano, poniéndose de puntillas para alcanzar la cálida mano de su madre, de esa forma se sentía seguro aunque nunca admitiría que tenía miedo de su nuevo hogar-. JongDae, mira -susurró su madre con la más tierna sonrisa del mundo. El niño siguió la dirección que señalaba la mujer con su otra mano y pudo observar a un pequeño niño, de ojos grandes y rasgados, que los observaba, tiritando, detrás de un arbusto.


-Omma, ¡vamos a casa! Tengo frío…¡Me voy a morir! -dramatizó JongDae haciendo un grandísimo y tierno puchero, intentando convencer a su madre de refugiarse a toda costa en su nuevo hogar. De repente, el niño que se escondía salió de su madriguera y avanzó con algo de dificultad hacia sus nuevos vecinos, hizo una inclinación respetuosa hacia la señora, quien sonrió encantada. Y, luego, el pequeño de seis años miró fijamente al recién llegado y, tragando saliva, nervioso, se acercó a él extendiendo su mano.


-No puedes morirte…Primero tenemos que ser amigos hasta que nos hagamos viejos. -El pequeño frunció el entrecejo preocupado por la salud del otro y depositó unas golosinas en la mano libre, se acercó al pequeño cuerpo para darle un poco de calor y le besó suavemente la mejilla para luego salir corriendo a su casa mientras gritaba-: ¡Feliz Navidad!


JongDae miró por dónde se había ido el otro niño, con la boca abierta, agarró con fuerza los dulces y luego sonrió tímidamente con las mejillas sonrojadas. Su madre lo miró y sonrió mientras lo volvía a coger en brazos para llevarlo hacia el acogedor hogar donde viviría a partir de ahora, justo en frente de la casa del otro del niño. Tan solo debían atravesar el pequeño jardín que los separaba para poderse ver y jugar juntos. JongDae se agarró al cuello de su madre y se tapó bien con su bufanda mientras no dejaba de mirar hacia la dirección por donde se había ido el otro, sonrió ampliamente cuando vio al otro asomado a la ventana mirándolo con una amplia sonrisa.


Esa fue la primera vez que MinSeok y JongDae se conocieron, fue la primera vez que JongDae sintió su pecho cálido a pesar de estar en la nieve, también fue la primera vez que otro niño besaba la mejilla de JongDae y le hacían un regalo por Navidad sin ser su familia. Sonrió al pensar en ello ampliamente y se dio media vuelta en la cama, agradeciendo a Papá Noel por regalarle un beso de aquel chico de mejillas rellenas. Esa noche JongDae durmió plácidamente y, por primera vez, en mucho tiempo, no se quejó por el frío ni fue a dormir a la cama de sus padres.


25 de diciembre, año 1998.


            Habían pasado dos años desde que un pequeño y llorón JongDae se había mudado a la urbanización (la misma) donde vivía MinSeok, el niño de grandes y regordetas mejillas que vivía en la casa de enfrente. Desde el momento en el que el mayor le regaló aquellos dulces y lo felicitó, JongDae lo buscaba con la miraba siempre que podía y cuando se encontraba con ella, siempre desviaba la mirada rápidamente, intentando rehuir, avergonzado, a aquella profunda mirada y grandes ojos que tanto llamaban su atención.


JongDae miró por una rendija de la ventana cómo un MinSeok de ocho años jugaba en el parque con otros niños, JongDae se sentía celoso y aunque desde aquel día habían trabado una dulce amistad, siempre esperaba a que el mayor diese el primer paso de buscarlo. A veces simplemente fingía enfadarse o montaba un drama para llamar la atención del mayor y que dejase de mirar a otros niños, lo quería para sí solo porque sabía que ese hyung lo cuidaría siempre y estaría ahí para él. Podría ser algo infantil y tonto, pero JongDae lo sentía así. Ese veinticinco de diciembre, JongDae seguía esperando a que el mayor mirase hacia su casa y, con una amplia sonrisa que dejase ver sus encías, corriese hasta su puerta para llamarlo y salir ambos a jugar, sin tontos niños que los molestase. Aunque aquella niña llamada Eunji era muy simpática y buena con él, seguía adorando a su maravilloso hyung, pero Eunji lo hacía sentirse cómodo y eso era realmente difícil. Finalmente, entre sus divagaciones, JongDae se percató de las miradas que le dedicaba el mayor disimuladamente, pero cuando el menor miró de vuelta el pequeño cuerpo del mayor ya no estaba. El niño resopló molesto formando un puchero con sus labios y fue a sentarse al sofá junto con su madre, quien estaba preparando algunas felicitaciones de Navidad manualmente junto con su hermano mayor, ella lo miró y sonrió haciéndole señales para que por fin se uniese a la actividad.


-JongDae, ¿por qué no vas a buscarlo para jugar? -preguntó con una amable sonrisa, claramente refiriéndose al vecino. JongDae la miró con el ceño fruncido y un abultado labio inferior, negando suavemente con la cabeza, mostrando un fingido orgullo.


Su hermano lo miró y empezó a revolotear a su alrededor burlándose del pequeño JongDae, quien no era capaz de enfrentar su "miedo" por el frío y la nieve, para ir él solo al encuentro de su adorado hyung. JongDae bufó molesto y avergonzado, así que disimuladamente sacó su pequeño pie e hizo que su hermano tropezara en una de sus vueltas y cayese al suelo de boca, dándose en la nariz y comenzando a sangrar por ella. Su "fuerte" hermano mayor comenzó a llorar como un niño de cinco años y empezó a hipar con fuerza, su madre rápidamente se levantó y lo cogió en brazos para llevarlo a la cocina y curarlo. Miró severamente a JongDae antes de irse y habló con una voz fuerte, que hizo tragar saliva, nervioso, al pequeño de seis años.


-Mami…-susurró el pequeño débilmente, siendo opacado por los llantos más fuertes de su hermano mayor.


-JongDae, cuando vuelva vamos a tener una larga conversación...-Habló su madre, girándose para volver a la cocina ignorando el puchero y las lágrimas que comenzaban a salir de sus pequeños ojos castaños. Si había algo que odiaba, aparte de no tener la atención de su hyung favorito, era que su madre se enfadase con él y sobre todo por culpa del tonto de su hermano.


-Pero...mamá...-Empezó a quejarse, pero su débil voz entre hipidos fueron acallados por el timbre de su casa, alzando su pequeña mano para secarse las lágrimas que empezaban a caer, avanzó arrastrando los pies hasta la puerta principal de madera.


Una vez en frente de esa enorme puerta cogió un pequeño taburete que había en la entrada y se subió a él para poder abrir la puerta con más facilidad, ya que, a pesar de tener seis años ya, su cuerpo no había crecido al ritmo normal de todos los niños. Sin embargo, le gustaba que su hyung tampoco creciese al mismo ritmo, le hacía sentir que ambos eran especiales y debían estar destinados de alguna forma a estar juntos para siempre. JongDae abrió la puerta y miró, sorprendido, a los dos niños que estaban delante suya: la niña sonreía ampliamente, en sus manos llevaba una caja de dulces y polvorones, seguramente comprados por su padre, quien viajaba continuamente al extranjero, y, a su lado, estaba un sonriente cachetudo con las manos en los bolsillos. Una sonrisa amplia y traviesa apareció en su rostro, alzó la mano y lo saludó vagamente, miró el pequeño taburete donde estaba subido JongDae y rió suavemente, burlándose de él en silencio, aunque JongDae podía intuirlo. Este rápidamente infló las mejillas y se bajó a la velocidad de la luz, trastabillando durante el proceso, del pequeño taburete dándole una patada hacia un lado alejándolo todo lo posible de sí mismo.


-¡Hey, JongDae oppa! ¿Quieres jugar con nosotros a los columpios? -preguntó la niña con un leve sonrojo, JongDae sonrió avergonzado porque esperaba que su hyung se lo preguntase, pero no le pareció tan desagradable cuando la otra niña lo hizo, es más, sus mejillas se colorearon de un extraño carmín y sus manos comenzaron a sudar mientras que su corazón palpitaba como un loco. Su madre apareció por la puerta del salón, con las manos en jarra sobre su cintura, negó con la cabeza mirando a ambos niños, recién llegados y miró severamente al pequeño JongDae antes de hablar.


-Lo siento, chicos, pero JongDae está castigado esta navidad. Así que no va a poder salir a jugar. -Su hermano mayor apareció detrás de su madre y le enseñó la lengua divertido, burlándose del pequeño. JongDae frunció el ceño, claramente molesto por la decisión de su madre. Iba a replicar cuando vio la sonrisa amable y encantadora que tanto amaba de su madre y se mordió la lengua, pues sabía que eso significaba que su madre lo había perdonado-, pero podéis entrar y quedaros a jugar un rato con él. -Terminó de hablar y JongDae sonrió ampliamente, realmente feliz, su madre era la mejor del mundo. MinSeok hizo una educada reverencia como la primera vez que se conocieron y entró alzando una bolsa plástica hacia la señora que se había acercado a la puerta para saludar a ambos niños con un abrazo y un beso.


-Señora Kim, aquí tiene un regalo de mi familia. Son unos dulces caseros...-susurró sonriendo ampliamente, algo tímido. La señora agradeció con una amplia sonrisa y posó la mano en la caballera castaña y corta del niño, acariciándolo suavemente, mimándolo. Se separó levemente agarrando bien la bolsa e hizo pasar a ambos niños adentro, preguntándoles si querían tomar algo de beber o comer algún trozo de tarta.


JongDae se apartó levemente hacia la derecha y rápido cogió la mano de Eunji, dejando atrás a MinSeok, quien frunció el ceño claramente molesto. No acostumbraba a ser ignorado por el menor y, eso, de cierta forma, le hacía estar celoso de Eunji y molesto con JongDae. Bufó irritadoo y entró dentro acompañado por el hermano mayor de JongDae, quien tenía su misma edad. Rápido los cuatro niños fueron a la sala de juegos donde estaban las consolas para jugar a videojuegos de carreras de coches, pero también había otros juguetes como camiones y pelotas. Aquella sala era el lugar favorito de JongDae. Estaba repleto de juguetes, todos de él y de su hermano, parecía un reino, de hecho, era el reino de los hermanos Kim, quienes siempre lo enseñaban orgullosos a sus visitas. Definitivamente era su gran tesoro. 


La tarde pasó rápidamente y los cuatros niños jugaban entre risas y juegos, aunque MinSeok demostrase más ceños fruncidos y malas caras hacia JongDae, quien lo ignoraba constantemente por la tonta de Eunji, o eso pensaba el mayor. Como no conseguía la atención de JongDae, se cansó de intentar obtenerla y se centró en darle la paliza más grande del mundo al hermano mayor de JongDae. Y pasó toda la tarde jugando con él tranquilamente en una "sana" competición. MinSeok se lo estaba pasando en grande junto a su amigo, vecino y compañero de clases, cuando, un celoso y demandante JongDae apareció cuando los padres de Eunji vinieron a llevársela para irse a la casa de sus tíos, donde celebrarían la navidad en el centro de la ciudad.


MinSeok notó cómo una pequeña mano agarraba su camiseta naranja y tiraba de ella, demandante, dejó de mirar la pantalla del videojuego y observó a un ceñudo JongDae que no dejaba de mirarlo con los ojos entrecerrados, MinSeok bufó y miró a otro lado, sin prestarle atención, y se centró en el videojuego en el cual tenía que ganar sí o sí por cuestión de orgullo. JongDae infló las mejillas y se cruzó de brazos después de un rato de estar intentando llamar la atención del mayor, sin mucho éxito.


-MinSeok hyung...¿podemos jugar juntos? -preguntó por fin cuando habían acabado los mayores la partida y MinSeok sonreía de oreja a oreja, emocionado, por haber ganado al hermano mayor de JongDae, Kim JongHyun, el dinosaurio supremo y tirano de su clase. 


-Lo siento, JongDae. Estoy ocupado, ¿por qué no llamas a Eunji a ver cómo está? -preguntó en un bufido, desviando la mirada del pequeño cuerpo del menor y siguió a lo suyo con JongHyun, quien le enseñó la lengua divertido, burlándose de que su hyung no lo quería. JongDae se cruzó de brazos enfadado. No entendía lo que quería decir su hyung con aquello, solo había sido amable con Eunji, ¿qué problema había? La niña le caía bien, pero ¿a su hyung no? Era imposible, ellos eran muy amigos desde que la niña nació porque las madres de ambos eran vecinas y amigas de toda la vida.


JongDae arrastró sus pies hasta el teléfono que había al lado de la mesa y corrió a preguntarle a su madre si podía llamar a Eunji, la madre aceptó y llamó al teléfono móvil de la madre de la niña, la mujer contestó y hablaron durante unos minutos antes de que el niño tirase del vestido de su madre llamando su atención, esta sonrió y le cedió el teléfono. El niño lo aceptó y habló por aquel aparato, la niña contestó con un gritito emocionado desde el asiento trasero del coche de sus padres. MinSeok comenzó a tener un tic nervioso al oír tantos "JongDae oppa" o "eres tan divertido", "deberíamos ser los mejores amigos", "JongDae, JongDae, JongDae", ¡el único que podía llamarlo así era él! Bufó muy molesto y se levantó como alma que lleva al diablo, sorprendiendo a JongHyun, quien tomaba un chocolate caliente a su lado y comía un trozo de pastel. El mayor se presentó delante de JongDae, arrebatándole el móvil y colgando la llamada, finalizándola de una vez. Se puso delante de él y sacó de su bolsillo un arrugado paquete con el regalo de JongDae, este abrió la boca sorprendido por el arrebato del mayor, iba a gritarle molesto cuando vio el regalo, ladeó la cabeza sin comprender al mayor y, este, con un ligero sonrojo en sus mejillas habló:


-Es un regalo de Navidad, y...bueno, ábrelo -susurró avergonzado, JongDae asintió abandonando todo el enfado que momentos atrás había acumulado y abrió el pequeño paquete encontrándose con una pulsera de hilo de varios colores. La cogió sin entender y miró al mayor, quien la cogió y la colocó en la muñeca del menor, luego sonrió y habló de nuevo, avergonzado, pero orgulloso de su trabajo.


-Mamá me enseñó a hacer pulseras de la amistad...¡y como tú eres mi mejor amigo, aquí tienes una! -Sonrió ampliamente, alzando su brazo derecho y subiendo la manga levemente para enseñarle que él tenía una exactamente igual. JongDae sonreía de oreja a oreja, totalmente emocionado y se lanzó encima del mayor, abrazándolo, este  sonrió y susurró-: Feliz Navidad, JongDae -susurró en su oreja y luego besó su mejilla como venía haciendo desde que ambos se conocieron hacía dos años atrás. Era obvio que JongDae siempre esperaba impaciente el día navidad no solo por los regalos sino por si ese año su hyung favorito y, su ahora, mejor amigo, le daba un beso en la mejilla como felicitación.


-Gracias, hyung. ¡Seremos los mejores amigos para siempre! -gritó emocionado, luego alzó su meñique hacia el mayor, colocándolo en frente de su cara-. Promesa de meñique.


-Promesa de meñique -dijo MinSeok sonriente, abultando aún más sus regordetas mejillas y chocando ambos dedos después del agarre. Luego de hacer la promesa, se quedó pensando durante un rato más justo cuando el timbre de la casa sonaba, eran sus padres que venían a buscarlo. Ambos hicieron un puchero sin darse cuenta, pero rápidamente MinSeok miró al pequeño seriamente y volvió a hablar-: Tengo un regalo más, nadie podrá llamarte JongDae, ningún niño, a partir de ahora eres Chen, ¿vale? Eres Chen, mi mejor amigo. 


Chen se quedó mirando al mayor y asintió confundido, sin entender absolutamente nada. Su hyung era demasiado extraño para que su joven cerebro pudiese procesar toda la información de sus acciones y el significado que estas representaban. MinSeok miró hacia la puerta de la sala de juegos, por donde apareció su madre con una sonrisa, llamándolo, él asintió y antes de irse besó de nuevo la mejilla de JongDae y se despidió de JongHyun con un saludo de manos. Rápidamente salió corriendo de allí mientras Chen se quedaba parado sin entender nada, a los segundos empezó a reírse descontroladamente, emocionado.


Ese año había sido genial, no solo había recibido su regalo de siempre: una felicitación y un beso en la mejilla de parte de su hyung. Sino que había recibido otro, ¡otro beso de su hyung favorito! Y encima eran mejores amigos, con una pulsera exactamente igual que los marcaba a ambos como tal, y, no solo eso...¡su hyung le había dado un mote! Chen se sentó en el suelo y luego se tumbó empezando a rodar por toda la superficie riéndose como un loco, con las mejillas sonrosadas y sonriendo de felicidad. Desde luego ese año había sido el mejor, desde ese mismo instante ya comenzaba a desear que llegase el siguiente veinticinco de diciembre y encima el día ni si quiera había terminado. Realmente estaba impaciente por esperar un año entero.


 Si le preguntabas a JongDae, ahora Chen, cuál era su estación favorita sin duda contestaría que era el invierno, si le preguntabas por su mes favorito contestaría con una amplia sonrisa que era diciembre, si le preguntabas cuál era su número favorito contestaría que el veinticinco. Y, sobre todo, si le preguntabas quién era su persona favorita en el mundo, contestaría con una amplia sonrisa y mejillas sonrosadas, que ese era su mejor amigo y hyung Kim MinSeok.                       


25 de diciembre, año 2005.


Era el día de Navidad y un adolescente MinSeok de quince años no paraba de dar vueltas en su cama, enredándose con las sábanas de franela que lo abrigaban del frío invernal. Estaba tan nervioso que no había podido pegar ojo en toda la noche, la emoción le susurraba y se instalaba en su interior cada vez que trataba de conciliar el sueño. Finalmente, se había quedado observando toda la noche las estrellas que Chen y él habían colocado con la ayuda de los padres del mayor hacía unos años. Eran tan bonitas y brillantes, tan hermosas como las de verdad. A MinSeok siempre le había tranquilizado ver las estrellas y sobre todo con Chen, pero esta vez él no estaba y las estrellas no hacían efecto en su caótica mente y alocado corazón.


Esta Navidad sería diferente a todas por el simple hecho de que tenía una dulce novia, pequeña y adorable. La había conocido, por casualidad, en una cafetería en la que había empezado a trabajar hacia tan solo dos meses. Se giró con una gran sonrisa al pensar en ella y cogió su móvil, el cual descansaba en su mesilla de noche, y abrió el Kakao Talk. Buscó el nombre de la chica y se quedó mirando, con una sonrisa tonta, la foto de ella que tenía de perfil. Totalmente embobado decidió escribirle un mensaje, dándole los buenos días a pesar de que eran las seis de la mañana. Pero los nervios le podían y no lograba volver a dormirse, su pulso se lo impedía. Cerró los ojos esperando impaciente una respuesta, se estaba quedando dormido al fin por el cansancio, pero, de repente, el “tang-tang” de un kakao lo hizo saltar de la cama. Rápidamente se tiró encima del móvil que descansaba en un costado de su cuerpo y, con el corazón latiendo como un loco, abrió la pestaña de la aplicación sin fijarse si quiera en el nombre.


ChenChen:


¡Hyung, hyung! Hoy es Navidad, ¡hoy vamos al cine!


Cuando MinSeok vio el mensaje de su mejor amigo se llevó inmediatamente la mano a la cabeza, maldiciéndose a sí mismo y rodó sobre su cuerpo, poniéndose boca abajo. Definitivamente se había olvidado de que había quedado con Chen, ¿qué haría ahora? No podía darle plantón a su novia y en cuanto a su mejor amigo...Ya lo había hecho muchísimas veces y esta vez le había jurado que no iba a romper su promesa. Se quedó unos minutos con los ojos cerrados y en esa misma posición hasta que otro “tang-tang” lo distrajo. Con una amplia sonrisa que enseñaba radiantemente su encía, desbloqueó la pantalla con la esperanza de que fue su novia, sin embargo, con un profundo resoplido se giró de costado y observó el móvil sin saber qué responder.


ChenChen:


Hyung...¿por qué pasas de mí?


MinSeok de verdad no sabía qué responder, siempre se había sentido posesivo con Chen. Se sentía celoso de cualquiera que se acercase a él, sobre todo Eunji, pero desde que había entrado al instituto y sus hormonas se habían disparatado, se alejó un poco del menor con la excusa de que ya era mayor y no podía estar con críos, pero la verdad es que sentía cierta atracción hacia los labios del menor...Y tenía miedo. Mucho miedo, pero entonces, un día, llegó Sunny con su sonrisa encantadora y mejillas adorables, con un aegyo irresistible y un fuerte revoloteo en su estómago nació. Ese día todo cambió, ese día Chen dejó de existir y sus hormonas volvieron a la normalidad al enamorarse de esa pequeña chica.


ChenChen:


¿He hecho algo que te molestase...? Lo siento, hyung...


Otro “tang-tang” sonó, comenzaba a odiar el sonido con todas sus fuerzas, miró el mensaje del menor y resopló mientras se mordía el labio inferior, le dio a la ranura de escribir, pensando qué excusa podría poner o disculpa. Sin embargo, otro “tang-tang” eclipsó a Chen y su corazón se volvió loco al ver que Sunny había respondido.


Sunny ha enviado una foto.


¿Preparado para nuestra primera Navidad juntos? ^3^


MinSeok sonrió ampliamente guardando la foto de la chica con un gorrito de Papá Noel en su móvil y rápido la puso de fondo de pantalla, quitando la foto anterior: una de Chen y él de hacía unos meses. Otro “tang-tang” interrumpió sus pensamientos y rápidamente se sacó una foto poniendo morritos, haciendo aegyo, y se la mandó a Sunny, con el mensaje: “No puedo esperar...”, ignorando totalmente el otro kakao que tenía.


***


Chen estaba en su cama abrigado con un montón de mantas, habían cosas que nunca cambiaban y una de ellas era su extremada sensibilidad al frío y, la otra, era su amistad con MinSeok. Sin embargo, por lo que estaba viendo, no iba a durar más de unos días. No, él no iba a seguir arrastrándose, se lo había dejado claro en su último kakao: “Entiedo. No te molestaré más, MinSeok”; había escrito con un temblor de manos, le dolía, pero su orgullo ya estaba bastante dañado. Estaba cansado de ser apartado continuamente y desplazado a un segundo plano por la nueva novia de su mejor amigo. Y, sí, podrían clasificarlo de celoso, obsesivo y posesivo, pero ella no le gustaba para nada. Chen sabía que ella tenía una doble cara y que realmente no sentía nada por su amigo, ya había intentado decírselo, pero las cosas no habían salido como él esperaba, sino que habían peleado. Su primera pelea seria y no una estúpida riña por unos simples caramelos. JongDae resopló y se tapó completamente con las sábanas y las mantas, no quería saber nada del mundo por hoy. No quería sentir el frío que se había instalado en su pecho desde hacía unos meses, quería sentir de nuevo el calor que durante todos esos años había estado y, desgraciadamente, todas las mantas que tenía encima no lo ayudaban para nada.


Cerró los ojos mientras unas lágrimas indiscretas resbalaban por sus mejillas, con sus finos dedos acarició la fina pulsera de cordones que reposaba en su muñeca izquierda. Se sorbió la nariz y se mordió el labio inferior, intentando tranquilizarse y contener un profundo llanto, el cual amenazaba con abrirse a través de su garganta hasta desgarrarlo y salir afuera, materializar ese dolor que lo estaba carcomiendo desde lo más profundo de su miserable ser. Estaba tan ensimismado en sus propios sentimientos que no escuchó los toques en la puerta ni a su hermano llamándolo desde la entrada hasta que sintió un peso (demasiado pesado) que lo aplastaba en su cama. Gritó quejándose, aun hipeando y con la nariz goteando por el llanto, JongHyun sonrió y le quitó todas las mantas de encima, levantándolo de un tirón.


-¡Vamos, enano! Me han dado plantón, así que te tocará soportarme hoy. Límpiate esos mocos y cámbiate la cara, estás horrible -le dijo con una sonrisa socarrona, totalmente divertido por el puchero de su hermano menor. Lo empujó varias veces, de forma suave, hacia el baño para que se preparase y suspiró. Obviamente no le habían dado plantón, pero no dejaría a su hermano saber que se había quedado porque estaba preocupado. Mientras esperaba a que su hermano terminase de alistarse, se dio una vuelta por el cuarto del menor, curioseando y cotilleando en un lado y en otro. Se paró delante de un gran rectángulo de corcho que adornaba una de las paredes grises de la habitación y observó con detenimiento las fotos que tenía colgadas: la gran mayoría era de JongDae con alguien más, como con él, con sus padres, con EunJi, pero, sobre todo, con MinSeok. No había ni un rincón donde no apareciese el chico de mejillas regordetas, JongHyun suspiró y negó con la cabeza. Había sido testigo de cómo su hermano iba desarrollando sentimientos por su amigo y, realmente, le partía el corazón verlo destrozado de esa forma, siendo aún un niño de tan solo trece años. Se dice que en el primer amor se ama con fuerza e inocencia, que todo es de color rosa, pero para JongDae se estaba convirtiendo como en el color de las paredes de su cuarto: gris-. ¡JongDae-ah! Sal ya del baño. Va a empezar la película y ni hemos salido, tsk. -Se quejó cuando vio que el menor estaba tardando demasiado en salir, con unos cuantos gritos y reproches más, su hermano salió del baño con mala cara y arrastrando los pies.


-Si te han plantado... ¿no puedes simplemente llorar y comer helado como las personas normales? -preguntó el menor totalmente irritado mientras abría las puertas de su armario y buscaba un abrigo que lo protegiese bien del crudo invierno.


-¿Acaso no puedo pasar tiempo con mi hermano pequeño? Además, acostúmbrate, vas a ser siempre mi pañuelo de lágrimas -respondió con una sonrisa burlona para luego sacar morros y fingir que se secaba unas lágrimas invisibles. JongDae puso los ojos en blanco y suspiró pesadamente, a veces él parecía el hermano mayor, aunque solo fuese durante unos segundos.


-Mejor cállate y vámonos. ¿No dijiste que la película iba a empezar ya? -preguntó desinteresado moviendo la mano de un lado a otro, pasando al lado del moreno, quien seguía actuando tristemente.


-Qué borde eres cuando quieres, eh. Cuando las hormonas empiecen a hacerte efecto…vamos a ver quién te soporta, eh. -Rio divertido y cogió a JongDae del brazo, tirando de él hacia la nevada calle, no sin antes despedirse de sus padres y abrigar hasta la saciedad a su hermano pequeño, quien parecía un pingüino con tanta prenda encima.


***


MinSeok, de los nervios casi llega tarde a su cita navideña en el cine con su novia. Estaba tan nervioso y cansado de no haber dormido por la emoción, que mientras esperaba a que su hermana pequeña saliese del baño, se quedó irremediablemente dormido. Frunció el entrecejo al recordarlo mientras esperaba, sujetando la mano de su novia en la cola de los refrigerios, ya planearía alguna venganza contra ella junto con Chen. Espera. MinSeok se puso pálido rápidamente, no le había dicho nada  a su mejor amigo…le había dado plantón sin ni si quiera avisarle ni nada por el estilo. Mierda, mierda, pensó mientras sus manos temblaban, cosa que Sunny notó enseguida.


-Cariño, ¿estás bien? -preguntó con una expresión interrogante, ladeando suavemente la cabeza, en un gesto tierno. MinSeok se lamió los labios, nervioso, y apretó la mano de la chica, negando con la cabeza suavemente y forzando una sonrisa.


-Todo está bien, solo olvidé…sacar la basura. -Rio divertido quitándole importancia con la mano con la que sujetaba los boletos para entrar a ver la película.


JongDae miraba concentrado la vitrina donde estaban todos los dulces, pero eso solo le recordaba a MinSeok, así que negó con la cabeza y alzó esta para ver qué comida basura tenían, observó con detenimiento varias veces todos los carteles durante unos largos minutos. JongHyun puso los ojos en blanco, aburrido de esperar, y comenzó a observar a su alrededor en busca de alguna preciosidad a la que guiñar un ojo. Sin embargo, sus ojos se encontraron con los de un amigo, exactamente MinSeok, quien abrió la boca sorprendido y luego alzó la mano saludándolo con una sonrisa. Tiró de la mano de Sunny, quien llevaba los boletos del cine y unos dulces que habían elegido, mientras él llevaba una caja con las palomitas gigante con mantequilla que solía comprar cuando iba con Chen. JongHyun trató de mirar hacia otro lado y, a tientas, buscó el brazo de su hermano para huir de allí, pero ya era demasiado tarde.


-Hola…-susurró JongHyun forzando una sonrisa, rezando porque su hermano no se diera la vuelta ni viese a aquellos dos sujetos. Sunny sonrió coquetamente y, por ende, el chico rodó los ojos y miró a su amigo con el ceño fruncido, fulminándolo con la mirada. MinSeok se encogió sobre sí mismo y sus manos empezaron a sudar.


-Yo…yo…-Comenzó a hablar con un notable tartamudeo por los nervios, Sunny lo miró confundida sin entender esa reacción tan nerviosa por parte de su novio, algo se estaba perdiendo.


JongDae abrió los ojos, emocionado, y con deseo al leer el cartel ¡NUEVA OFERTA! Palomitas gigantes + refresco gigante + dos perritos calientes pequeños + entrada de cine = 50.000 wons. Rápidamente buscó, sin mirar, el brazo de su hermano y tiró fuertemente de él, sacudiéndolo varias veces.


Hyung, hyung! ¡Esto es perfecto! Lo único malo es que no trae helado, ¡yah! -Se quejó abultando el labio inferior, haciendo un claro puchero inconscientemente. Al no recibir respuesta por parte de JongHyun, frunció el ceño, aún con su puchero, y se giró a ver qué era lo que pasaba.


Los ojos del menor se encontraron con el rostro sudoroso y nervioso de MinSeok, quien desviaba la vista a todos lados, evitando la del menor. Chen sintió un golpe en su pecho al verlo allí, tan radiante, cuando había ignorado sus mensajes esa mañana y le dolió aún más al ver las manos entrelazadas entre la pareja de novios. El rostro del pequeño se endureció y apretó la mandíbula fuertemente, intentando no explotar en un ataque de ira. Se sentía tan traicionado y ultrajado, humillado y olvidado…Todo su ser era un remolino de sensaciones y sentimientos que se empujaban los unos a los otros en un intento de materializarse. JongHyun se lamió los labios, nervioso, y tiró de la mano de su hermano.


-JongDae, vámonos. La película va a empezar, ¿no era la que querías ver desde hace tiempo? -preguntó tratando de deshacer la tensa atmósfera que se había instalado en el lugar.


-Sí, la que quería ver con MinSeok. -Las duras palabras del menor sonaron como disparos para el mayor de todos, cerró los ojos por unos segundos y cogió aire para hablar. Hizo el ademán para alzar la mano, pero ambas estaban ocupadas y, ni por un segundo, se le ocurrió soltar la mano de Sunny. JongDae al ver ese gesto sonrió irónicamente y negó con la cabeza, dio media vuelta para irse, pero la voz del mayor lo detuvo.


-¡Chen! -gritó el mayor en un hilillo de voz, tenía un gran nudo en la garganta que pujaba por salir, que lo ahogaba y lo asfixiaba de una forma agónica. El nombrado giró mitad de su cuerpo y lo miró con una ceja alzada, JongHyun observaba todo en tensión, aun sujetando el brazo de su hermano. Estaba sorprendido del autocontrol que este estaba teniendo, la fuerza que estaba teniendo por no llorar, por no mostrarse débil, todo lo contrario a MinSeok, quien se veía claramente desesperado, pero a la vez, atrapado. Sin atreverse a romper el contacto con su novia, marcando una clara preferencia.


-Para ti soy JongDae. -Una media sonrisa y altanera salió de los labios del menor, MinSeok no fue el único que sintió un escalofrío recorrer todo su cuerpo al escuchar el tono tan frío y distante, carente de vida y de emociones que utilizó el menor. Eso y sus palabras se clavaron como un puñal en todo el cuerpo de MinSeok, se dio cuenta de lo que había hecho y comenzaba a soltar la mano de Sunny cuando esta la apretó con fuerza, amenazándolo silenciosamente. Todos sabían que si JongDae pedía eso solo significaba una cosa: te quería lejos, pero muy lejos. Estaba marcando distancias con el mayor al pedirle que lo llamase por su nombre, le estaba arrebatando esa preferencia y estatus de persona especial, de mejor amigo. Y, lo peor de todo, fue ver cómo el menor se soltaba del agarre de su hermano, alzaba el brazo y, sin apartar la mirada del mayor, desató la pulsera de la amistad que el mayor le había regalado hacia años-. Te la devuelvo, ya no la necesito. -Después de decir eso, sin ninguna expresión, la tiró al suelo y con el pie la empujó hacia el mayor, quien la miraba con el rostro desencajado y con los ojos llorosos.


JongDae estaba siendo innecesariamente cruel por algo que se podría hablar y solucionar, JongHyun lo sabía y el niño también, pero no podía, en ese momento no era consciente de sus actos. No pensaba con claridad. Sunny miró todo con indignación y apretó la mandíbula, con rabia, estaba enfadada. Había luchado mucho para separar al mayor del menor y no permitiría que MinSeok se arrepintiese en ese momento y corriese detrás del niñato ese, que era lo que amenazaba hacer. Sunny fue a abrir la boca para gritarle ciertas cosas muy desagradables, pero JongHyun se adelantó y tiró de su hermano, caminando hacia la sala del cine a la que tenían que ir. Miró hacia atrás un momento y vio a MinSeok agachándose para coger la pulsera con las manos temblorosas mientras las palomitas estaban en el suelo y Sunny le gritaba, totalmente enfadada.


JongHyun negó con la cabeza y, una vez dentro de la sala y seguro de que su hermano estaba bien, sacó el móvil y le escribió un kakao a su amigo, disculpándose. MinSeok estaba sentado por fuera de los baños, esperando a que Sunny terminara de arreglarse el maquillaje. No dejaba de mirar la pulsera mientras la acariciaba entre los dedos, le dolía todo, hasta respirar le causaba un dolor horrible. Lo único que quería en ese momento era echarse a llorar y gritarse lo estúpido que había sido, se había pasado y lo sabía. Sus ojos comenzaban a aguarse, perdido en sus pensamientos, cuando oyó su móvil sonar. Pestañeó varias veces, en un intento de dejar de ver borroso y enfocó la vista en el kakao de JongHyun, sonrió suavemente por los intentos de su amigo de aligerar la situación. Negó con la cabeza y volvió al menú de la aplicación, observó el chat de JongDae y le dio encima con el dedo en la pantalla táctil, observando el fondo de pantalla del chat: era una foto de los dos en el décimo tercer cumpleaños del pequeño. Sus ojos volvieron a rayarse, pero entonces vio los mensajes y se dio cuenta del último. Le dio un vuelvo al corazón al pensar que JongDae le acababa de hablar diciendo eso, porque significaba que aún había una posibilidad de arreglar las cosas. Pero entonces se dio cuenta de la hora a la que había sido enviado y solo pudo sentirse peor, se hundió aún más en la miseria y salió corriendo de allí, olvidándose completamente de su novia, a la que supuestamente amaba con locura. Corrió por todo el sitio buscando al menor y a su hermano. Sin embargo, lo único que consiguió fue sentirse peor, así que terminó marchándose a casa con los hombros hundidos y llorando en silencio porque ya no le importaba que la gente lo viese. No le importaban los demás ni Sunny, solo le importaba que JongDae volviese a él con su sonrisa gatuna y su personalidad juguetona.


Esa fue la primera vez que se enfadaron de verdad, fue la primera Navidad que JongHyun pudo ver dolido y enfadado de verdad a su hermano, también fue la primera vez que MinSeok salía con su novia y la primera vez que rompía con una chica. No solo fue la primera vez que el mayor lloraba acurrucado en su cama sin querer comer ni celebrar nada, sino que también fue la primera vez que ambos chicos escondieron en un rincón profundo de su habitación los regalos que habían comprado ese año. Fue la primera Navidad que JongDae no recibía un beso en la mejilla por parte de su hyung, dolía demasiado todo. Realmente esa Navidad no era la que ellos conocían desde hacía años. E   se día era una pesadilla en sus vidas, una que los perseguiría durante un largo tiempo.


25 de diciembre, año 2007.


De nuevo era Navidad y, durante dos navidades más no había hablado ni intercambiado más de dos palabras con MinSeok. Dolía, dolía muchísimo, pero ya se había acostumbrado a ese dolor, tanto que ambos convivían juntos sin importar qué. Estaba frustrado, estaba enfadado consigo mismo por ser tan orgulloso porque lo único que estaba haciendo era perder el tiempo, ver cómo MinSeok vivía de lejos y salía con diferentes chicas, aunque ninguna duraba más de dos meses. Sabía por Eunji que el mayor simplemente aceptaba a las chicas cuando se le confesaban y se comportaba como el mejor novio, siempre amable y atento, pero distante, por eso, siempre lo dejaban.


Chen estaba asomado a la ventana, viendo cómo los copos de nieve caían suavemente sobre el césped y el piso de la urbanización, cómo cubría lentamente, como un reloj de arena, el pequeño parque frente a su casa donde había jugado durante toda su infancia. Tenía la cara apoyada en la mano derecha, la cual reposaba en el alfeizar del marco de su ventana, observaba el panorama de forma distraída mientras pensaba en todo el tiempo que estaba desperdiciando, ¿quizás era el momento de avanzar? Suspiró pesadamente y sacó un poco más la cabeza, dejando que el frío chocase aún más contra su cuerpo, el cual estaba finamente abrigado por un polo de manga larga, fina y gris. Hacia un tiempo que se había acostumbrado al frío, había aprendido a convivir con él, además de que lo ayudaba a tranquilizar por unos segundos su dolor y sus dudas, lo desconectaba de los problemas con un efecto calmante, igual que la música. Abrió los ojos perezosamente y entonces vio llegar a MinSeok, con su brillante cabellera castaña, junto a una chica delgada de su clase con la que había empezado a salir hacía dos meses.


JongDae iba a cerrar la ventana y ocultarse en su cuarto a estudiar o escuchar música, cuando vio que la chica trataba de besar a MinSeok y este, como un robot, como algo automático, desvió la cara y, casualmente, las miradas de ambos se conectaron. MinSeok abrió la boca sorprendido y ligeramente avergonzado al ver que el chico lo estaba observando, iba a desviar la mirada cuando notó una bofetada chocar contra su abultada mejilla. Ante el impacto y el desconcierto, su cabeza quedó girada hacia un lado, con el flequillo ocultando los castaños ojos. Chen elevó sus comisuras levemente al ver la escena, ahora sabía a lo que se refería Eunji, negó con la cabeza y se alejó de la ventana para ponerse los cascos y reproducir la canción que cantaría esa noche en la fiesta comunitaria que su madre, la nueva presidenta de la comunidad, celebraba desde el año pasado.


Miró la letra de la canción que tenía que cantar y refunfuñó molesto, no quería cantar la absurda canción que había compuesto JongHyun sobre el turrón y los polvorones, delicias celestiales traídas desde el extranjero. Chen puso los ojos en blanco y tiró a un lado el papel, se tumbó en la cama estirando todo su cuerpo mientras se acurrucaba sobre sí mismo. Cerró los ojos y, escuchando música tranquilamente, se quedó dormido profundamente, corriendo detrás de MinSeok en sueños.


Un fuerte golpe en la cara hizo que se incorporara de golpe, sudando, y gritando como un loco. Abrió los ojos de par en par y vio a su hermano mayor burlándose de él en su cara, frunció el ceño y resopló fuertemente mientras se mordía el labio inferior. Se quitó un auricular de la oreja y lo miró de mala gana, alzando una ceja indicándole que hablase y dijese qué quería de una vez.


-Omma te llamaba, está enfadada porque no respondes. Así que vine a ver si seguías vivo -respondió sonriendo ampliamente emocionado mientras coge al menor de los hombros y lo sacude de un lado hacia otro y, luego, para bruscamente sonriendo pícaramente mientras mueve las cejas de arriba abajo-. Adivina quién va a ir a la fiesta de Navidad, je.


-¿Key? -preguntó sin interés, incorporándose ligeramente en la cama mientras apoyaba las manos en la cama. Su hermano asintió varias veces, sonriendo aún más si es que eso era posible.


-¡Exacto! Así que cantaré yo la canción este año. -Se separó de la cama y empezó a bailar emocionado, haciendo el tonto.


JongDae suspiró de nuevo y se acostó de nuevo, colocándose de costado sobre su cuerpo. Se puso el auricular de nuevo y cerró los ojos, tratando de conciliar de nuevo el sueño, sin embargo, le fue imposible y se quedó allí mirando la pared gris. Ni si quiera se dio cuenta cuándo su hermano se fue junto con sus padres o cuándo, de repente, se había levantado y se había asomado a la ventana, se sentía asfixiado. Tenía ganas de llorar, pero no podía, su orgullo y su compostura se lo impedía. Miró hacia su armario y caminó hacia allí observando una bolsa con unos pequeños regalos que durante ese tiempo sin hablar con MinSeok había comprado por si, algún día, comenzaban a hablar de nuevo. Qué iluso era, ¿cómo iba a dar MinSeok el primer paso cuando el menor había huido de él siempre que lo veía, siempre con excusas? Era normal que el mayor se cansase de un niñato como él.


Cerró la puerta del armario con un golpe y salió de su cuarto ofuscado, necesitaba dejar de pensar, dejar de sentir. Necesitaba sentir el frío calando en sus huesos. Sus pies se dirigieron hacia la puerta de entrada de su casa, abrió la puerta y sin calzarse ni ponerse un abrigo ni si quiera coger las llaves, salió afuera, pisando la nieve con los pies descubiertos. Sintió un escalofrío por todo su cuerpo y cerró los ojos, alzando la cabeza hacia el cielo y sonrió ampliamente. Sentía el frío entumecerlo, pero aún no era suficiente, aún seguía pensando en MinSeok, en cómo estaría, si lo echaba de menos…Negó con la cabeza varias veces y caminó, dejando profundas pisadas en la congelada nieve, hasta el pequeño parque y se sentó en lo alto del tobogán más alto, con los pies colgándole por un costado de la plataforma de madera.


Miró al cielo y observó lo despejado que estaba, tanto que podía ver la luna con claridad, sonrió suavemente, una simple curvatura de labios y suspiró profundamente. Desde que había alejado a MinSeok, se dedicó a observar la brillante y triste luna como una tradición. Se sentía como ella: sola en lo alto, acompañada de brillantes estrellas, que, sin embargo, estaban muy lejos de ella. Le hacían compañía, pero a la luna no le bastaba, necesitaba la compañía de un compañero de su tamaño. Siempre esperaba cada noche por él, pero cuando se cansaba y se marchaba entonces aparecía su eterno y alejado compañero: el sol. JongDae se sentía así, sentía que estaba persiguiendo a MinSeok, pero que cuando tenía una oportunidad de acercarse, él simplemente se sentaba y esperaba a que viniese a él. Inconscientemente, Chen abrió la boca y comenzó a cantar la canción que sonaba en ese momento, en un principio lo hizo en un susurro, pero poco a poco, cuanto más sentía la letra, su voz iba subiendo de volumen, junto con sus sentimientos.


I know you’re somewhere out there


Somewhere far away


I want you back


I want you back


            Y pensó en todos esos momentos en los que deseaba pararse delante de MinSeok y pedirle que volviese, que volviera con él porque no podía soportarlo más. Todas esas mañanas que se levantaba temprano y se paraba en frente de la puerta del mayor, con el puño en alto, con el corazón latiéndole como un loco para pedírselo, sin embargo, su miedo al rechazo era más fuerte y siempre terminaba huyendo. Cerró los ojos y agarró con fuerza las mangas de su fina camiseta, sentía el frío colarse más y más serenándolo por dentro.


My neighbors think I’m crazy


But they don’t understand


You’re all I had


All I had


Sentía el dolor y los sentimientos de la canción que estaba cantando, lo sentía como si él mismo hubiese escrito la letra en una noche de desesperación, una de tantas en las que se despertaba angustiado y con el corazón roto. Cogió aire, intentando no llorar, para continuar cantando. Ni si quiera se dio cuenta de que alguien lo observaba desde una ventana, con el ceño fruncido escuchándolo, tampoco escuchó ni se dio cuenta que ese alguien había salido de su casa con una manta ni que se acercaba poco a poco a él.


At night when the stars light up my room


I sit by myself talking to the moon


Trying to get to you


In hopes you’re on the other side


Talking to me too


Or am I a fool who sits alone talking to the moon?


Dejó de cantar, sintiendo que las lágrimas comenzaban a afectarle en la respiración, sentía que se ahogaba, con esfuerzo, y con las manos temblorosas se abrazó a sí mismo, ocultando la cabeza entre sus piernas flexionadas, apoyando la frente en sus rodillas. De repente, notó el peso cálido y suave de una manta cubriéndolo, junto con la presencia reconfortadora de alguien abrazándolo fuertemente, estrechándolo entre los brazos con deseo, anhelo y con melancolía. Su corazón se sintió cálido, el frío que había estado sintiendo todo ese tiempo se perdió en su ser y se encendió la llama que había estado apagada, oculta esperando a que alguien la prendiese. JongDae se giró y abrazó fuertemente a la figura que había ido a reconfortarlo, en algún momento sus auriculares se cayeron de las orejas y podía escuchar los jadeos y llanto del otro. Ambos lloraban, ambos se necesitaban como nunca y como siempre.


-Vuelve, vuelve a mí…-susurró JongDae en el oído del mayor, entre hipidos y estrechándolo aún más fuerte. Sentía el miedo engullirlo por completo, temía perderlo, a que se fuera en cualquier momento y lo dejase de nuevo abandonado ante el doloroso frío.


-JongDae…-susurró el otro, tratando de controlar su llanto, intentando mantenerse fuerte como había estado haciendo todo ese tiempo.


-Chen. Llámame así…-dijo el menor acariciando la espalda del otro, apoyando la cabeza en el hombro contrario, cogiendo todo su calor.


Y en ese momento MinSeok sabía que había recuperado algo que nunca debió perder, algo que necesitaba para poder vivir con normalidad y entonces lo supo, supo que esa Navidad pondría todo en su sitio y lloró, lloró más alto, sacando todo. Ambos lloraron todo lo que pudieron, sacando afuera lo que durante años habían guardado en su interior.


-Feliz Navidad, JongDae…Eres el mejor regalo, gracias…-susurró MinSeok besando la mejilla del menor, sin soltarlo del abrazo.


Esa Navidad todo volvió a su cauce, volvieron a ser MinSeok y JongDae, vecinos y mejores amigos. Esa Navidad JongDae se quedó a dormir en casa del mayor, ambos se dieron los regalos que habían estado almacenando por sus cumpleaños y navidades, vieron todas las películas que tenían pendientes en su lista, comieron dulces y comida basura hasta reventar, rieron, disfrutaron y recuperaron de una forma u otra todo el tiempo perdido. Y hubo algo más, hubo un momento en el que MinSeok cedió ante sus deseos, esos más profundos y oscuros deseos.


Cuando JongDae dormía profundamente a su lado en el sillón, perdiéndose el final de la película que estaban viendo, MinSeok cayó en la tentación. El mayor acarició la mejilla del otro con una suavidad casi mágica y acercó sus tiernos labios a los de JongDae, probándolos por primera vez y, se prometió así mismo, que por última vez. No iba a perder a su mejor amigo otra vez y menos por sus sentimientos desviados, por amar de otra forma a Kim JongDae, a ese niño que siempre había odiado el frío y lloriqueaba frente a su madre tan solo para conseguir mimos. Sí, porque MinSeok durante todo ese tiempo sin su mejor amigo se había dado cuenta de sus sentimientos por él. Se había dado cuenta del verdadero significado tras su posesión y celos.


25 de diciembre, año 2009.


Todo había vuelto a su cauce hacía dos navidades, dos años felices para los mejores amigos Chen y MinSeok, quienes se habían vuelto inseparables de nuevo. Y aunque hubiese malos momentos, siempre sabían cómo solucionarlos porque ninguno de los dos estaba dispuesto a perder lo que habían construido con los años. Ambos estaban tumbados en el suelo de la habitación del mayor, con la radio puesta, y con todo absolutamente cerrado, aunque afuera ya había oscurecido, observaban las estrellas del techo como hacían desde siempre. Habían estado toda la tarde riendo y viendo películas, contándose chismes y hablando de sus amigos o de la relación tan extraña que tenían el chico raro, Key, y el hermano de Chen, JongHyun.


En un momento determinado los dos se quedaron en silencio, tan solo se oían sus tranquilas respiraciones, MinSeok giró su cabeza hacia donde estaba el menor y se quedó observándolo fijamente. JongDae había crecido, quizás no en altura, pero ninguno de los dos era muy alto, más bien se mantenían en la media, pero sin ninguna duda, Chen era demasiado atractivo. Tenía unos pómulos perfectos, una marcada nuez, unos ojos pequeños y rasgados, una sonrisa juguetona y unas lindas comisuras que se alzaban cada vez que hablaba o reía y qué decir de su prodigiosa voz. Era perfecto, aunque MinSeok conocía absolutamente todo, sus más oscuros secretos y sus defectos más impertinentes, a pesar de ello lo quería demasiado.


-Hyung…-susurró JongDae de repente, rompiendo con el silencio justo cuando el mayor volvía a dirigir su vista hacia el techo-. Te quiero, mucho.


-Yah…-Se quejó MinSeok, sonriendo avergonzado, sus mejillas se habían coloreado de rojo y agradeció internamente que la única luz del cuarto era la del portátil a sus pies-. No te pongas sentimental, claro que me quieres. Soy tu hyung. -Quitó importancia al asunto, como si fuera una simple declaración de cariño entre amigos.


-No, hyung. Me refiero…-Chen dejó de hablar y suspiró, llevándose una mano al rostro, colocándola sobre sus ojos-. Quiero decir que…-Volvió a intentarlo, pero cada vez que abría la boca para vocalizar, las palabras se le escapaban como si fuese el aire de sus pulmones. Sin embargo, de repente, en el reproductor de música comenzó a sonar Secrets de One Republic, uno de los grupos favoritos de MinSeok, sin tener en cuenta que esa era su canción favorita. Y, entonces, Chen comenzó a cantar en un susurro para sí mismo, hasta que, de un momento a otro se había tumbado de costado y cantaba en susurros contra el oído de MinSeok-:


Tell me what you want to hear


something that’ll light those years


Sick of all the insincere


I’m gonna give all my secrets away.


This time, don’t need another perfect lie


Don’t care if critics ever jump in line


I’m gonna give all my secrets away


My God, amazing how we got this far


It’s like we’re chasing all those stars


MinSeok tragó saliva, nervioso, no solo por la letra y su significado, sino por la cercanía del menor, su respiración contra su oído, la mano de Chen avanzando por su muslo en pequeñas caricias. De repente, JongDae dejó de cantar y se colocó encima del mayor, sentando sobre su cintura, con las manos a los lados de la cabeza del pelirrojo. El menor lo miraba intensamente mientras que MinSeok, con el corazón desbocado, giró la cabeza hacia otro lado, evitando tener contacto visual con su torturador personal. Sin embargo, JongDae, con una expresión seria, cogió la barbilla del mayor e hizo que lo viese, ambos se observaron durante un largo rato hasta que MinSeok entreabrió los labios para hablar.


-Chen…-susurró en un jadeo cuando el menor se movió sobre su cintura rozando la entrepierna del mayor, quien comenzaba a calentarse y excitarse cada vez más. MinSeok estaba cada vez más nervioso porque si la situación continuaba así, no iba a poder ser capaz de controlarse y abriría su corazón, junto con su cuerpo.


-Hyung…por favor, mírame. Estoy aquí, te amo. Siempre lo he hecho…Siempre -susurró la última palabra contra los labios del mayor, primero de una forma suave y tímida, con miedo de ser rechazo. Pero cuando MinSeok simplemente lo aceptó y pasó las manos por su cuello, esa fue la señal, la llave que desató y liberó la desesperación que ambos sentían, fundiéndose en un acalorado y acelerado beso. Uno en el que los dientes, lenguas y labios chocaban entre sí en un baile desenfrenado, necesitado en el que se exploraban con curiosidad y anhelo. Se separaron faltos de aire, con la respiración entre cortada, mirándose intentando comprobar que aquello estaba pasando de verdad. JongDae, con una sonrisa divertida, desabrochó los vaqueros del mayor y se los bajó de un tirón, junto con su bóxer, sonrió de forma lasciva y acarició con las manos los muslos del mayor, quien se erizó por el contacto haciendo que su miembro se endureciese aún más-. Hyung…No pensé que te gustase tanto. -Se burló Chen mirándolo a los ojos, notando cómo las mejillas del mayor se tornaban rojas y gesticulaba un “cállate” con sus labios.


Chen sonrió divertido y se agachó sobre la cabeza del pelirrojo, lo besó de nuevo desesperado mientras abría las piernas del mayor para colocarse entre ellas y comenzó a masajear de arriba abajo el palpitante miembro del mayor mientras este ahogaba sus gemidos en el sediento beso que estaban compartiendo. JongDae se separó ligeramente y besó sus comisuras, luego su barbilla y mandíbula, depositando todo un recorrido de tiernos besos, sin dejar de masturbarlo en ningún momento, disfrutaba oyendo los leves gemidos que el mayor dejaba escapar. MinSeok no aguantó más y le quitó la camiseta al otro, incorporándose para tumbar ahora al menor en el suelo. Ambos se acariciaron, descubriendo sus cuerpos, que tanto habían visto, pero nunca se habían atrevido a recorrer y conocer, se miraban con intensidad y con timidez. Todo estaba yendo demasiado rápido, pero ambos sentían esa necesidad de continuar aunque su subconsciente les decía que se relajaran y se tomaran las cosas con calma. MinSeok sonrió y mordió las marcadas clavículas del menor, este gimió alto, aunque más bien por la sorpresa, y rápidamente se tapó la cara totalmente avergonzado. MinSeok rió encantado y besó tiernamente la mejilla del menor para luego lamer y morder el lóbulo de su oreja, mandando descargas eléctricas por todo su cuerpo.


-Feliz Navidad, JongDae…-susurró MinSeok, con la respiración entre cortada por los nervios, mientras ambos restregaban sus entrepiernas, en busca de una mejor fricción. El menor sonrió ampliamente y alzó la cabeza, rodeando con los brazos el cuello del mayor para acercarlo a su rostro y besarlo con pasión, con lujuria, pero también con dulzura, tratando de transmitirle todos aquellos sentimientos que había mantenido guardados con el tiempo, todos esos secretos que ahora se habían liberado y explotado como una bomba de relojería.


Esa Navidad no solo fueron sinceros y oyeron lo que deseaban decir al otro desde hacía mucho tiempo, no solo JongDae recibió su beso tradicional de Navidad junto con su beso en la mejilla, sino que recibió algo mejor: recibió el amor y cuerpo de MinSeok. El mayor por fin era suyo y, sin duda alguna, ese era el mejor regalo que podría recibir nunca porque ahora ambos estaban juntos, por fin, eran uno después de tantos años. Esa Navidad destaparon sus sentimientos y le dieron nombre a su relación, esa Navidad JongDae y MinSeok comenzaron a salir como novios.


25 de diciembre, año 2014.


La nieve había cubierto todas las calles, aceras y coches de la ciudad durante la noche. El casco urbano parecía estar cubierto por una enorme sábana blanca, de pureza, que ocultaba sus impurezas y defectos a simple vista. El chico dio dos pasos fuera de su casa y, con un escalofrío recorriéndole toda la espina dorsal, volvió a entrar en su casa. Cerró rápidamente la puerta con un portazo, se quitó las pesadas botas en el descansillo y las dejó en la entrada, tiradas y sin colocar. Se acercó, descalzo, a la ventana del salón que daba a la calle, desde allí podía observar el blanco panorama y cómo pequeños copos de nieve comenzaban a caer de nuevo sobre el manto blanco de la calle. Vivía en una amplia urbanización que contaba con su propio parque infantil, supermercado y farmacia, era casi una mini ciudad de la que no hacía falta salir ya que también contaba con una piscina (tanto exterior como interior), una sala recreativa y varias canchas para aquellos residentes que quisiesen practicar algún deporte.


El chico suspiró y frunció los labios, molesto, y se abrazó a sí mismo en un intento de coger calor. Sin embargo, no lo lograba muy bien, el frío se había instalado en sus huesos como un molesto ocupa. Sacó su móvil, el cual estaba en el bolsillo de su pantalón, marcó de memoria el número de su vecino de enfrente mientras miraba por la ventana con un puchero instalado en sus labios. Esperó varios pitidos a que cogiesen el aparato, tamborileó, nervioso, los huesudos dedos en el marco de la ventana mientras esperaba una respuesta. Bufó molesto porque su interlocutor no contestaba, iba a colgar, rindiéndose, cuando por fin contestaron en la otra línea.


-MinSeok, hace mucho frío afuera. No pienso salir así, ¡no soy un pingüino! Así que traslada la fiesta a mi casa -dijo en un tono autoritario, se notaba que no era una sugerencia sino una orden.


Esperó durante unos segundos una respuesta, sin embargo, lo único que oyó fue los pitidos que indicaban que la otra persona había cortado la llamada. El chico separó el aparato mirándolo incrédulo y luego gruñó muy molesto, volvió a marcar el número, pero nadie le contestó. Apretó, con fuerza, sus dedos contra la superficie de madera de la ventana. Se giró dándole la espalda a la ventana y caminó unos cuantos pasos hasta que se tiró en el amplio sofá con forma de ele y blanco, posó las piernas encima de la mesa auxiliar de madera y volvió a llamar como seis veces más. Cuando iba a gritar por la frustración, oyó unos fuertes golpes contra su puerta, el chico dio un pequeño salto sobre sí mismo y se llevó la mano al pecho por el susto. Empezó a mascullar maldiciones a la vez que se levantaba y caminaba hacia la puerta principal para maldecir y asesinar a quien se le había ocurrido la fantástica idea de ir a molestarlo a su templo sagrado, a su castillo. El chico caminó con fuertes pisadas hasta la puerta principal, una vez allí cogió el manillar con desdén y abrió de golpe, empezando a gritar sobre cómo osan molestarlo en un día como hoy, festivo y para pasar en familia y miles de teorías de por qué no había que molestar a Kim JongDae en un su sagrado lugar.


-¡¿Cómo te atreves a ordenarme que traslade la fiesta a tu estúpida casa cuando Luhan y yo hemos estado trabajando como idiotas?! ¡¿Y tú?! ¡No has hecho absolutamente nada, así que mueve tu arrogante culo a mi casa! -gritó MinSeok sin parar a recuperar el aire. Se quejó de carrerilla sin darle la oportunidad de contraatacar a JongDae, quien tenía la boca ligeramente entre abierta por la sorpresa, luego sonrió ampliamente, con su característica sonrisa de gato.


-MinSeok, ¿recuerdas cómo nos conocimos? -preguntó el menor, cambiando de tema de repente, dejando confundido al mayor.


-Hm, sí, cuando te mudaste aquí, ¿no? -respondió aún confundido, intentando adivinar por qué senderos iba a derivar esa extraña conversación que estaban manteniendo. La confusión había hecho un gran estrago en MinSeok, quien ya había olvidado la ira que lo consumía hacía apenas unos segundos y se mostraba impaciente por saber a qué venía esa pregunta.


JongDae no dijo nada, simplemente sonrió aún más como un gato y, sin ninguna duda, si el chico poseyese un rabo felino, lo estaría moviendo de un lado a otro, juguetón. Cogió firmemente entre sus manos el cuello del abrigado chaleco de plumón y naranja del mayor, lo acercó de golpe a su propio cuerpo y estampó sus labios en los del mayor. Empezó a mover sus finos labios contra los de MinSeok, rozándolos en suaves caricias, incitándolo a continuar el beso, desesperándolo, volviéndolo loco para que el mayor desease profundizarlo urgentemente, con ansias.


Y así fue, JongDae sonrió satisfecho mientras que MinSeok, desesperado, mordisqueó el labio inferior del menor para que este abriese la boca. Una vez que lo había conseguido, MinSeok aprovechó velozmente la oportunidad y, rodeando la cintura de su acompañante con posesividad, adueñándose de su cuerpo y marcándole inconscientemente como suyo, profundizó el beso como tantas otras veces habían hecho. Sin ser consciente, MinSeok fue arrastrado poco a poco al interior de la casa, el beso aceleraba y disminuía la intensidad como un coche en una curva, las manos del mayor viajaban constantemente por la trabajada y fibrosa espalda de su novio. Ambos se separaron faltos de aliento, se miraron y sonrieron inmediatamente, Chen lo abrazó aún más a su cuerpo, necesitaba sentirlo, necesitaba saber que nunca se iba a ir.


-Sabes que ahora ya no te voy a dejar ir, ¿no? -preguntó Chen con una sonrisa cómplice, apoyando la frente en la contraria, sin apartar la mirada de la del otro. MinSeok sonrió y negó ligeramente con la cabeza, alzando una mano para acariciar la mejilla del menor, este cerró los ojos inmediatamente al sentir el contacto.


-No quiero que lo hagas, JongDae. Nunca dejaré de hablarle a la luna, nunca -respondió el mayor con una amplia sonrisa, enseñando sus rosadas encías y haciendo más fino su labio superior.


-Quiero mi beso de Navidad para siempre, así que…Kim MinSeok, cásate conmigo. -Soltó de improviso, con esa sonrisa gatuna tan características de él, el mayor abrió los ojos y la boca totalmente sorprendido. Se esperaba cualquier cosa excepto que Kim JongDae le pidiese matrimonio, así, de improviso. Dejó de mover la mano que acariciaba la mejilla del chico, abrió y cerró la boca varias veces tratando de articular algún sonido o palabra, pero era incapaz. Por otro lado, Chen sonrió aún más, había logrado exactamente lo que quería: dejar sin habla al mayor-. Lo tomaré como un sí. -Sin esperar respuesta alguna, ladeó la cabeza y selló los labios sobre los del castaño, firmando así su compromiso sin esperar una respuesta exacta.


Desde luego, pasarían muchas navidades para que MinSeok se hiciese a la idea de que estaba prometido, pero eso al menor no le importaba mucho si así podría estar siempre con su hyung, recibiendo sus besos por Navidad. Con su amor le bastaba para ser feliz y sentirse especial, con MinSeok todo era especial incluso si solo estaban en silencio. Desde hacía años era un hecho que ambos tenían una conexión especial, tanto que cada día, cada semana, cada semana, cada Navidad se hacía más estrecha, más íntima y más personal. Si ambos tenían que elegir una fecha para su boda, sin duda alguna, sería el 25 de diciembre porque para ellos su historia se resumía a ese día. Siempre los hechos más importantes en sus vidas como amigos, amantes, novios y futuros maridos habían ocurrido en esa fecha. Kim MinSeok y Kim JongDae estaban hechos a medida el uno para el otro, al igual que el 25 de diciembre lo estaba para ellos. 


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