Dean Winchester tenía un secreto, muchos en realidad pero había uno en especial que guardaba celosamente, había uno cuyo nombre no quería que nadie relacionara con la palabra “secreto”. Había días en los que se veía tentado a decir toda la verdad, decirle a Sam que las cosas no habían sucedido como le había dicho, como había asegurado casi a gritos; en esas ocasiones abría la boca para decir por fin lo que llevaba guardando. Pero siempre se arrepentía y terminaba desviando la conversación hacia algún chiste simplón.
-Benny Lafitte-susurró sentado en la cama a mitad de la noche.
Ya, lo había dicho en voz alta. La cama de ese lugar era demasiado dura, estaba tan incómodo en ella a sabiendas de que él había regresado al purgatorio. Se sentía ridículo, si había que poner las cosas claras, pasaba mucho tiempo pensando en él, si acaso estaba bien allá, si se encontraba herido, y después deseaba golpearse contra las paredes al ser consciente de que parecíauna mocosa enamorada.
No me debes nada. Había dicho, como si no estuvieran ambos lastimándose irremediablemente. Había visto la decepción, la tristeza y la soledad en su mirada, esa mirada que en las noches más solitarias había visto brillar de todas las formas posibles. Mierda, que si no había visto esos ojos resplandecer mientras reflejaban su imagen. No podía culpar a Sam por sentirse desplazado, era su hermano después de todo y daría la vida por él las veces que fueran necesarias. Pero demonios, se trataba de Benny.
La elección era tan clara que se había sentido culpable durante demasiado tiempo por no haberse detenido a reconsiderar, a pensarlo siquiera. Ahora ya no había nada que hacer. Habían pasado los años, casi 2 vidas y ya no era lo mismo; pero si pudiera cambiar las cosas, si tan solo pudiera hacer algo para que todo hubiera resultado distinto, tal vez entonces habría elegido a Benny, tal vez.
Sabía perfectamente que dejaría todo por Sam, una y mil veces, protegerlo era su trabajo, su misión en la vida; así que si lo tuviera que vivir de nuevo, lo escogería de nueva cuenta, como esa vez.Deandejó pasear la mirada lentamente por la impersonal habitación, las mismas camas duras, el mismo viejo hotel de paso en el que parecía llevar toda la vida durmiendo, todo era tan igual, insípido y gris que dolía imaginarse lo que podría haber sido tan sólo sí… dolía despertar pensando en él, en las palabras que le susurraba a solas.
Y es que era tan idiota, tanto que lo había dejado ir con la promesa de hacer algo respecto a Castiel, y a final de cuentas estaban ahí, él pensando en Benny y Castiel en algún lugar, lejos... Y los sentimientos que había prometido no guardarse, parecían estar escondidos no tan celosamente. Suspiró de nueva cuenta y observó a Sam dormir, todo el camino recorrido hasta el momento había sido para protegerlo, no podía arrepentirse.
Pero ¿Y si…?
-¿Dean?-Sam despertó, como siempre y él murmuró un “Todo está bien, duérmete” que fue más inconsciente que real mientras desviaba la mirada para que no adivinase sus pensamientos en la oscuridad de la habitación.
Otra noche de insomnio con sus ridículos pensamientos girando en torno a Benny.
Ni siquiera era tan atractivo, esa maldita barba, esa expresión inocente… Sam no tenía la más remota idea de lo que pasaba por su mente o su corazón. Pero, no era momento para detenerse ahí.