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Tatto por aries_orion

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Notas del fanfic:

Los personajes son de Tadatoshi Fujimaki, mía es la historia.

Notas del capitulo:

Me enteré por la mañana el día que era así que me puse manos a la obra y esto salió, espero os guste.

 

Cama.

 

Una grande, suave y acolchada cama era lo que su cuerpo gritaba sentir bajo su piel. Sus ojos jalaban sus párpados con tal fuerza, que apenas lograba mantener el equilibrio en la motocicleta, sólo deseaba, anhelaba, estar en su departamento para dejarse caer en los barcos del sueño. Su mente se concentraba en varias cosas a la vez, logrando sentirse no sólo fatigado física sino mentalmente. Maldecía a su capitán por haberles puesto ejercicios espartanos combinándolos con el uso de armas, y, no conforme con eso, les obligó a nadar diez mil metros con equipo de salvamento en sus espaldas y un par de pesas en sus tobillos.

 

¡Joder! ¡Sus piernas le temblaban cual espaguetis recién cocinados! Ni siquiera pudo subir a su moto decentemente porque sus piernas no le podían.

 

Estúpido capitán. Estúpido entrenamiento. Estúpido cuerpo.

 

Un rojo le impidió seguir avanzando, suspiro de su frustración, frunció el ceño ante el constante temblor de su pierna izquierda, pues esta soportaba tanto su peso como el de la motocicleta. Para su mala suerte, se encontraba delante de un semáforo que tardaba cinco minutos en cambiar, pues eran cinco calles las que se cruzaban entre sí, malditos semáforos que duran sesenta segundos en verde.

 

Trato de mil maneras de mantenerse despierto, sólo le faltaban diez calles para llegar a su edificio, donde le pediría a Susuke su ayuda para guardar a su bebé, mientras él se arrastraba hasta su cama. Abrió los ojos observando que varias personas tenían sus orejas y cola fuera, algunas mostrándola con orgullo, otras con timidez y otras sin importancia. Aún no comprendía cómo la sociedad se mantenía con algunas ideas retrogradas, pues las jerarquías sociales ya no sólo se basaban en clase baja, media o alta; se había agregado el Alfa, beta y omega siendo el Alfa con mayor poder en casi todos los ámbitos, no importando el mundo social al que perteneciera, Alfa era Alfa y no había nada que hacer, pues la naturaleza se había encargado de dejar en claro que, aunque siendo humanos aún pertenecían a su reino.

 

Como prueba fue la aparición de ADN animal mezclado con el del ser humano, dando como resultado el incremento y agudeza de sentidos, fuerza y la aparición de los rasgos del animal en la persona; muy pocos lograban transformarse por completo. Era una lástima que la idea de siglos pasados aún se encontrara vigente en algunos países o estados, donde el omega –sin importar el género– sea tratado peor que basura. El tráfico ya no era sólo de niños Alfa sino de omegas, dejando en casi ceros el tráfico de los primeros.

 

Malditos. Siglo XXI, con avances tecnológicos, libertad de pensamiento y tolerancia al máximo, y aún seguían con eso; en fin, ¿Qué se podía hacer si había demanda?

 

Fue sustraído de sus pensamientos por el constante pitido de los autos tras él, sin pensar ni observar cambio de velocidad, pisó el acelerador para avanzar, pero apenas sus ojos se movieron al frente, tuvo que frenar y cambiar de dirección con un movimiento brusco, terminando derrapando y chocando contra un edificio para evitar atropellar a un idiota que no se fijó en el cambio de semáforo.

 

Cuando dejó de sentir movimiento alguno, respiró hondo, quito la moto de su pierna, se recargo en la pared para quitarse el casco y poder respirar, pues una parte del impacto se la había llevado su torso; inhalo y exhalo profundo varias veces, sin embargo, el golpe en su cabeza le comenzaba a marear junto con el agotamiento le arrastraban con más fuerza a la oscuridad. Antes de caer por completo en aquel mundo, sus ojos captaron un par de ojos rojos preocupados, segundos después, ya se encontraba lapso entre los brazos de la persona que estuvo a punto de atropellar.

 

2

 

Buscó una almohada a la cual aferrarse, rascó su nariz, pues su pelo le hacía cosquillas, de lado izquierdo su mano encontró una muy gorda y suave, giró su cuerpo mientras sus manos le abrazaban, un pie quedó de igual forma, pues el edredón se encontraba hecho bolas bajo su otra pierna. La sábana jalada por su mano, sólo le cubrió medio cuerpo de forma sesgada, como a él le gustaba. El olor impregnado en todo a su alrededor le arrulló de tal forma, que cuando volvió a acomodar de la misma manera, pero de lado contrario, se percató de algo, sin embargo, no le dio importancia, se encontraba tan a gusto entre tanta suavidad y calor que lo único que deseaba era volver a cerrar los ojos.

 

Así lo hizo, hasta que el olor a comida se infiltró en su nariz, su estómago protestó ante la falta de esta. Hundió su nariz en la almohada abrazada para no olerlo, pero este se negaba a aceptar sus deseos de seguir durmiendo hasta que su capitán le estuviera marcando por la impuntualidad de su arribo al cuartel, aunque el olor se hacía cada vez más delicioso y fuerte… Cuando su hermana cocinaba no olía así de bien, su madre se había ido de viaje junto con su padre a quién sabe dónde, por lo qué, ¿quién cocinaba y de dónde provenía tal delicia de olor?

 

Se levantó como si se tratara de un muerto emergiendo de la tumba, la pereza fluía en su cuerpo, se quedó observando el ventanal mientras estiraba sus brazos y los músculos de su espalda… un momento… que él recordara no tenía un ventanal en su cuarto sino en su sala, parpadeo un par de veces para quitar el velo del letargo, observó el ventanal como si este tuvieras las respuestas de todas sus preguntas, hasta que, su mirada cayó en el buró tinto al lado derecho de la cama. Él no tenía uno de ese lado sino del otro y sólo poseía uno, no dos, y el suyo era negro no tinto.

 

Parpadeo, se pellizcó el brazo y el muslo, pero el dolor no le despertaba en su cama, sino en donde se encontraba, con el pánico bullendo en su interior junto con el miedo y la preocupación, analizó el lugar donde se encontraba y… Mierda ¡Él no tenía cortinas tintas con blanco, ni muebles del mismo color! ¡Es más, ni muebles tenía! Busco si sus miembros se encontraban limitados, pensando en un posible secuestro, pero con lo que se encontró fue que traía puesta una camisa dos tallas más grandes junto con un bóxer cubriendo su parte inferior.

 

De la cama no se movió, analizó todo a su alrededor. Un grito para nada masculino intentó salir de sus labios al darse cuenta que en aquella habitación cabría ampliamente su cocina, sala y comedor, pero quedaron fuertemente apretados al toparse con un hombre de edad avanzada vistiendo un traje, entrando al cuarto.

 

–Buenas tardes joven, ¿cómo se encuentra? –  El moreno le miró de pies a cabeza varias veces. – ¿Señorito?

 

–¡¿Quién diablos eres tú?! ¡¿Dónde estoy?! ¡¿Qué hago aquí?! ¡Contesta anciano!

 

–Te contestaría si le dejaras hablar Aomine.

 

Daiki giró tan rápido el cuello hacia dónde provenía la voz, que por un momento pensó habérselo roto, sin embargo, sus reclamos murieron antes de siquiera poder salir de su garganta. Un hombre sentado en una silla en la terraza –la cual no vio porque las cortinas estaban cerradas y no abiertas como ahora– con pantalón y zapatos negros, una camisa blanca con los primeros botones abiertos, en una mano sostenía unos papeles y en la otra un cigarro; una pierna cruzada elegantemente sobre la otra, una media sonrisa en una cara de facciones varoniles que a cualquier persona haría mojar los calzones; unos ojos tan rojos como lava y cabello igual a la flama del fuego.

 

Joder. Mierda y mil veces mierda… un momento…

 

–¿Cómo sabes mi nombre? – El moreno frunció el ceño en un gesto amenazador y de disgusto, pues detestaba estar en desventaja. – ¿Quién carajos eres?

 

–Que vocabulario.

 

–Que te valga mi vocabulario, quiero respuestas. – Intentó pararse de la cama para acercarse al hombre, pero apenas se reincorporo, un latigazo de dolor le recorrió desde su pie izquierdo, tumbándolo de una en la cama, se mordió el labio inferior para no gritar, realmente era doloroso. Observó su pie, encontrándolo vendado desde un poco arriba del tobillo hasta la mitad de la planta del mismo. – ¿Pero qué demonios…?

 

Oh si, Aomine Daiki podía ser educado y hasta cierto punto refinado –cortesía de su abuela– pero cuando se encontraba en una situación de estrés, nerviosismo, miedo o de incertidumbre, su vocabulario y gestos se transformaban en una mezcla de marinero, pirata y camionero, así que por lo regular trataba de evitar ese tipo de situaciones, pero helo ahí, tumbado en una cama desconocida, en un lugar desconocido, rodeado de desconocidos, en una situación desconocida y con un dolor del tamaño del universo recorriendo su cuerpo.

 

Apenas lograba procesar el dolor cuando a su cabeza vinieron flashes con recuerdos: había derrapado para evitar atropellar a un imbécil que no se fijó en el cambio de luces.

 

–¡Mi bebe! – Se reincorporo buscando la mirada de los dos hombres. –¿Dónde está mi bebé? Necesito verla.

 

–¿A quién? – El hombre pelirrojo se encontraba al lado del hombre de traje mirándolo con un gesto de incomprensión.

 

–Mi bebe, mi nena, la dueña de mi corazón y quincenas, ¿dónde la pusieron? – Se sentó dispuesto a pararse en cuanto le dieran respuesta, pero los hombres sólo le miraban sin emitir palabra alguna.

 

–Creo señor, que el señorito se refiere a su motocicleta.

 

–¡Si! Espere. – Sin darse cuenta había hecho un pequeño puchero ante la duda. – ¿Por qué me dice señorito? Yo no soy rico y mucho menos tengo quince años para que me diga así.

 

–Sabemos que no lo eres, tiene veinticinco años teniente.

 

La cara de Aomine era digna de una fotografía. – ¡Oiga! ¡No cambie el tema! ¿Dónde está mi motocicleta? Tengo que ver cuánto daño ha sufrido, estúpido peatón que no se fija por donde va, ¿acaso está ciego o qué mierdas?

 

Ante su enojo no noto que el par de hombres se tensaron por lo dicho.

 

–Señorito…

 

–¡Que no soy un señorito, ni siquiera soy virgen u omega para que me diga así! Además…

 

–¡Cállate! – El hombre pelirrojo había osado callarlo. ¡A él! Hijo de p… – Eres demasiado ruidoso sin contar tu vocabulario tan…

 

–¡No me calles estúpido! Y lo haría si me llevaras a ver mi motocicleta y me dieras respuestas.

 

–Pero no te callas, ¿cómo quieres que te dé respuesta sí no paras de hablar?

 

Touché.

 

–Oh bueno, la buscare por mí mismo. – A la mierda el dolor, tenía que ver que tanto daño había sufrido su nena. Apenas pudo dar unos cuantos pasos cuando sus piernas protestaron ante el peso, ya que aún seguían resentidas por el ejercicio y si agregamos lo del accidente, ahora no querían ni moverse un milímetro. Cerró los ojos ante la caída segura, pero fue evitada por un par de brazos fibrosos que le sostenían con fuerza por la cintura; sus ojos se anclaron en los contrarios para quemarse en ellos.

 

–Eres como un niño haciendo una rabieta por su juguete.

 

Y el encanto se rompió ante las palabras, pero no del todo, pues sus oídos se deleitaron con la voz gruesa y profunda del contrario, incluso su animal interno ronroneo ante ello.

 

–Te llevaremos, pero deja de quejarte, gritar e interrumpir o sino, me encargare de desaparecerla. – El pelirrojo lo cargó al estilo princesa, él, por automático, se aferró al cuello contrario.

 

–¿No te atreverías?

 

–No me retes mocoso.

 

Aomine cerró sus labios como un cierre tirando la llave, prometiendo no hablar a no ser que fuera necesario. Ni siquiera protestó porque lo llevaran cargando de aquella forma, dejó que su olfato se drogara con el olor contrario, volviendo a ronronear sin darse cuenta. Curioso como sólo él podía, observó cada pasillo o cosa por donde pasarán, pues por el hecho de pertenecer a la familia de los felinos significa que su entrenamiento como S.W.A.T. le fallará, aunque se veían confiables, más valía prevenir que lamentar, así que, por el trayecto ya llevaba contadas unas cuantas vías de escape.

 

Después de pasillos y escaleras llegaron a la cochera donde ignoró un par de autos lujosos para enfocarse en su pequeña. Se removió en los brazos enviando el mensaje de que le soltara, se acuclillo de tal forma para no lastimar su tobillo. Revisó de punta a punta encontrando la manguera rota y un par de raspones, nada que un poco de pintura no pueda arreglar y una manguera fácil de cambiar. Soltó el aire que no sabía había retenido para sonreír como bobo. Su bebé estaba bien.

 

–Siento mi comportamiento, pero esta preciosura es muy importante para mí.

 

–Ya que ha revisado a su… bebé regresemos para explicarle la situación se… – La mirada de advertencia de parte del moreno fue muy clara. Dilo y te arranco la yugular. – joven.

 

Con una sonrisa y ayuda del pelirrojo se paró, caminaron hasta la cocina, ya que durante el trayecto su estómago se hizo escuchar. Mientras Eliot preparaba los alimentos, el pelirrojo, que no soltaba su nombre, le explicó lo sucedido; a causa de su distracción no se fijó en el cambio de luces ocasionando su accidente, se acercó a ver si se encontraba bien, pero se desmayó en ese momento, lo trajo a su casa, su hermano, que era médico, le revisó diagnosticándolo con un par de golpes en el pecho, la pierna y un esguince de segundo grado en su tobillo izquierdo. Reposo, bolsa de hielo en su tobillo y medicamentos le habían sido recetados, todo ello por cuenta de él, incluyendo el reparo de su moto.

 

Lo escuchó a medias, la comida en su paladar ocupaba la mayoría de sus sentidos.

 

–Eliot, cásate conmigo. – Ambos hombres se quedaron sorprendidos por sus palabras. –Joder, esto está delicioso, ojalá Satsuki cocinara así de bien y no tendría que comer en la calle.

 

–¿Su prometida no sabe cocinar?

 

–Naa, Satsuki y la cocina no se llevan muy bien que digamos, mamá le ha estado enseñando, pero se fueron de viaje así que se cancelaron, – Lamió el plato y lo extendió pidiendo más. – y no es mi prometida sino mi hermana. – El plato fue puesto delante de él. – Joder hermano esto está genial. – Al terminar intentó levantarse para lavar su plato, pero este le fue arrebatado por el hombre pelirrojo alegando que insultaría a Eliot si realizaba aquella acción. – Pero él cocinó, lo justo es que yo lo lave.

 

–No.

 

Intentó replicar, pero fue tomado de igual manera para ser llevado hasta, nuevamente, la cama. Al llegar intentó levantarse, más la esencia del Alfa, de alguna manera, le hacía acatar la orden sin réplica, aunque aquello se le hacía extraño. Él también era un Alfa, no le tomo mucha importancia, se lo atribuía a su cansancio y a la lesión en su tobillo.

 

–¿Cuál es tu nombre? – El pelirrojo le tendió las pastillas y el vaso de agua, antes de tomarlas volvió a hablar. – Llevo no sé cuántas horas en tu casa, pero no has dicho tu nombre ni nada por el estilo, – Se tomó las pastillas, regresó el vaso y se acomodó en la cama entre las almohadas. –  es injusto porque tú ya sabes por lo menos mi nombre, edad y rango, pero yo juego en desventaja y eso no es justo, señor estirado. – Poco a poco el sueño volvía a su cuerpo.

 

–Kagami Taiga, treinta años. – El pelirrojo esperó alguna reacción al escuchar su nombre, pero no hubo nada.

 

–Bonito nombre, ¿de casualidad perteneces a los tigres? – Comenzaba a quedarse dormido. –Porque pareces uno. – El sueño le noqueo.

 

3

­

 

–¡¿Cómo que no me puedo ir?! ¡Esto es secuestro! ¿Acaso no saben que eso los lleva a la cárcel? ¡Quiero irme a mi casa!

 

–Que ruidoso.

 

–Seré todo lo ruidoso que quiera hasta que me dejes salir, grandísimo imbécil. – El Alfa de Aomine gruñía en amenaza ante la negativa del individuo frente de él, que además, se portaba como si fuera un rey o algo por el estilo. Se miraron por unos minutos hasta que algo en el interior del moreno exigió una vía de escape o de ayuda, encontrándola en el mayordomo. – Eliot, dile algo.

 

–Lo siento joven, él tiene la última palabra, pero si me permite joven Taiga, quizá debería informar a la señorita Satsuki sobre la situación del joven Daiki.

 

–Tienes razón, llámale y dile que Aomine se queda hasta que el médico le dé de alta. – Sin agregar nada más, Kagami salió de la sala dejando atrás a un sonriente Eliot y un incrédulo Daiki.

 

–¡Es un desgraciado presumido!

 

4

 

El tiempo pasó y las semanas se transformaron en un par de meses. El moreno en un intento por huir del pelirrojo, cayó de las escaleras del jardín para terminar nuevamente en la cama. Vale, aceptaba que podía pasar días en ella, incluso semanas, pero ya comenzaba a hartarse de estar en la misma habitación. ¡Ni siquiera al jardín podía asomar las narices! Era horrible, se sentía un animal enjaulado, un ave sin la oportunidad de volar.

 

¡Joder!

 

Extrañaba montar su motocicleta, que el viento le golpeara el cuerpo y la cara, sentir el rugir del motor a través del cuerpo. Feo tigre-lobo de mierda, porque ¡oh sorpresa! Resulta que el muy maldito puede transformarse en sus dos partes animales, tigre y lobo, genial, simple y llano genial. Claro, nadie le quita el susto de muerte al encontrarse a un tigre durmiendo a su lado, y, otro al salir de la ducha, para encontrarse con un lobo al abrir la puerta.

 

Puto chucho.

 

Pese a ello, se dio cuenta que por alguna razón, su Alfa buscaba la esencia, compañía o aprobación del otro Alfa, ronroneaba cuando este le regalaba caricias. Varias veces estuvo a punto de robarle un beso, la atracción que sentía por el hombre era enorme, empero, se golpeaba tanto física como mentalmente ante aquel pensamiento. Ambos eran Alfas.

 

Estúpidos instintos animales.

 

En la mayoría de sus peleas, él terminaba enfurruñado, maldiciendo a diestra y siniestra o quejándose con Eliot en la cocina por las actitudes del tigre-lobo. Sin darse cuenta, el día de su partida llegó, el médico le había dado de alta, por lo que ya podía regresar a su casa y trabajo. Al principio estuvo feliz, pero el sólo hecho de recordar lo maldito que era su capitán, le daban ganas de volverse a lastimar o enfermarse con tal de no ir.

 

Mientras acomodaba sus cosas en la motocicleta, un par de brazos rodearon su cintura, se quedó cual estatua de parroquia, tieso e inmóvil, segundos después sus labios eran devorados por otros. La impresión fue tal que no hizo nada, ni siquiera le correspondió, cuando por fin reaccionó le empujó.

 

–¿Por qué?... Somos Alfas…

 

No dejó que respondiera, se montó en la moto arrancando a máxima velocidad, dejando tras su espalda la casa del pelirrojo.

 

5

 

–Con todo respeto señor, primero debió hablar antes de actuar, ¿no lo cree?

 

–Uhm

 

Primero entró el pelirrojo, después Eliot, mientras esté negaba por lo ocurrido.

 

6

 

El tiempo paso tan lento que varias veces Aomine casi muere de tristeza. Después de encerrarse, darle varias vueltas a lo vivido con Taiga, se había dado cuenta que lo amaba y, no sólo eso, su animal también lo había elegido. Estuvo analizando todo para llegar a la conclusión, de que aquello, era un total imposible, ambos eran Alfas, de diferentes ramas sociales y sobre todo, animales. Él no sabía ni qué rasgos animales poseía porque no se había manifestado del todo.

 

Había intentado meterse en su trabajo de lleno para no pensar en él, pero ni en sus sueños le dejaba en paz. ¡Hasta en la sopa le salía! Maldito chucho arrogante, bastardo… Cuando aquello pasaba comenzaba a maldecir, su capitán de equipo lo mandaba a realizar ejercicios solo porque nadie soportaba su boca. Justo hoy era un día como esos, se encontraba intentando comer en la cafetería, pero al escuchar a la mujer en la T.V hablando de Taiga, su sangre entró en combustión. Importándole los gritos de su capitán y de los guardias en la entrada corrió a su motocicleta hasta la casa del pelirrojo, en el trayecto se pasó varios altos y por poco se llevaba a varios cristianos en su carrera.

 

Al llegar corrió hasta la habitación donde el olor del tigre-lobo se hacía más fuerte, abrió la puerta, sus rasgos animales salieron a flote, una maldita zorra –no literal sino real– se encontraba besando a su Alfa. Casi, casi le desgarra la garganta, pero fue detenido por un par de brazos, sus gritos atrajeron la presencia de Eliot, pero ni su presencia o palabras lograron calmarlo, sus sentidos estaban full por defender algo que le pertenecía.

 

–¡Eres un hijo de puta bien parado Kagami Taiga! ¡Suéltame con un demonio, voy a matar a esa zorra por acercarse a mi Alfa! ¡Maldita perra, que me sueltes con una mierda!

 

–No lo haré, así que cálmate, ella ya se fue.

 

–¡¿Qué me calme?! Eres un hijo de perra Taiga, yo sufriendo por tu maldita culpa y tú revolcándote con cuánta zorra te contonea las caderas y te abre las piernas. ¡Sabes qué, vete a la mierda, yo me largo!

 

Aomine apenas pudo dar un par de pasos para alejarse de los brazos de su contenedor, cuando fue arrojado a la cama sin miramiento alguno; sus piernas fueron inmovilizadas, sus manos extendidas y apresadas por las contrarias.

 

–Eliot déjanos solos y tú tranquilízate.

 

–¡Suéltame maldito! Me iré para que puedas seguir revolcándote con cuánta zorra o zorro quieras.

 

–¿Qué mierda te pasa? No somos nada para que vengas y me armes una escena de celos que no tiene lugar.

 

Las palabras junto con el tono de reproche y furia, lograron que la ira de Aomine se esfumara para dar paso a la tristeza y desazón, sabía que había razón en ellas, pero no pensó que el daño fuera tan grande al escucharlas. Él le quería. Su Alfa se sentía lastimado, sus ojos ardían, así que para no llorar en su presencia, hablo:

 

–Tienes razón, me disculpo por mi accionar, si me sueltas me podré ir para que tú sigas con tus cosas.

 

La sonrisa era tan falsa y amarga que, el pelirrojo en lugar de soltarlo, le beso.

 

–Dime la verdad o te ato a la cama.

 

–No importa, sólo suéltame Kagami.

 

–No.

 

–Que me sueltes.

 

–No hasta que hables.

 

–No importa.

 

–Pero a mí sí.

 

–¡Deja de mentir! – El moreno se removió intentando quitarse de encima al pelirrojo, pero lo único que lograba era que el agarre se hiciera más fuerte. –¡Que me sueltes, joder!

 

–¡No, hasta que…!

 

–¡Te quiero maldita sea! ¡Te quiero, venía a decírtelo, pero tú estabas con esa, así que ya no importa! Ahora suéltame, quiero irme.

 

–No.

 

El moreno no pudo ni protestar cuando ya recibía un par de labios cálidos y exigentes, su pulso se aceleró al igual que su respiración, su Alfa arañaba su interior de goce.

 

–Yo también te quiero.

 

–Pero somos Alfas, eso está mal.

 

–No veo que te importara cuando estabas gritando por mí.

 

Los besos regresaron, las caricias se hicieron presentes y Aomine ya no pudo procesar nada. Kagami le devoraba con tal fervor y suavidad, transportarlo a otro mundo. Sin embargo, cuando sintió el botón de su pantalón siendo abierto, el raciocinio regresó a él. Intento alejarlo de mil formas, pero lo único que lograba era hacer enojar al Alfa encima de él. Fuerzas desconocidas le hacían ceder ante la presencia del contrario, mostrando su cuello en sumisión al igual que sus orejas y cola gachas e inmóviles, pero no lo hizo, él era un Alfa igual que el otro. Entonces, ¿por qué los deseos de complacer al Alfa le obstruían sus intentos?

 

En un descuido de Kagami, ante la pequeña muestra de rendición, Daiki se alejó.

 

–No, esto no puede pasar, perdón por lo que hice y olvida lo que dije.

 

Su cuerpo temblaba, intentaba abrocharse los pantalones cuando un golpe de calor dio de lleno en su cuerpo, sus fuerzas comenzaban a irse, antes de caer al suelo un par de brazos le sujetaron, su cuello fue lamido y después mordido suavemente.

 

–Entonces explícame, ¿por qué  tú olor se volvió más fuerte y dulce? ¿Dime, por qué tú ano comenzó a secretar lubricante? ¿Por qué no paras de ronronear y gemir ante lo que digo?

 

–Yo… yo s-soy un Alfa… – La respiración de Daiki comenzaba a volverse errática, su pulso estaba descontrolado y sus caderas comenzaban a restregarse contra Taiga, quien lo tenía retenido en una forma burda de seducción. –Soy un Alfa, hijo de Alfas, no soy un omega… no…

 

El pelirrojo volteo al moreno para besarle, mientras lo hacía le bajó los pantalones y el bóxer, al hacerlo el olor golpeó tan fuerte a ambos olfatos que por un momento se sintieron noqueados. Kagami tuvo que usar todo el autocontrol que podía para no empotrarlo contra la pared, abrirle las piernas y empujar su miembro sin miramientos.

 

–No soy un omega, no lo soy.

 

–No lo eres, pero eres uno de los pocos Alfas que cuando encuentran a su pareja le analiza para convertirse en lo que se necesita y tu animal ha tomado la decisión de volverse un sumiso. Mi sumiso, mi omega, mi pareja, la cual se encuentra en celo. –Las respiraciones golpeaban con fuerza, el olor era fuerte y atrayente, el Alfa pelirrojo gruñía en amenaza y éxtasis por el omega llamándole a meterse entre sus piernas. –Celo que pienso complacer.

 

Los besos regresaron. Aomine no pensó en nada más, el calor que sentía sólo era mitigado por las caricias, se aferró al cuello contrario cuando sus glúteos y caderas comenzaron a ser recorridas. Un gemido sonoro le hizo separarse de los belfos de Taiga, pues un dedo se encontraba rozando los límites de su ano.

 

–Mojado y ansioso. – Kagami mordió la oreja contraria. – Te hare gritar el nombre de tu Alfa, omega.

 

Aomine se aferró con manos y pies al cuerpo del pelirrojo, este tomo para elevarlo, depositándolo en la cama. Sin saber cómo, ya se encontraba desnudo, mientras Kagami le besaba, sus piernas eran abiertas tan obscenamente que de no ser por los ejercicios y la flexibilidad que poseía, el idiota ya le habría zafado las piernas.

 

–Hueles delicioso Daiki.

 

Las palabras eran un incentivo tan delicioso para sus oídos que lo hacían ronronear descaradamente, provocando al Alfa encima de él. No sabía ni qué hacía o decía, se había dejado guiar por completo por Taiga, el calor era tan delicioso al igual que los dedos exploradores en su ano. Se sentía hielo derritiéndose ante el fuego. Se aferraba de lo que podía, sus dedos varias veces arañaron la piel contraria, mientras Kagami le besaba o le acariciaba. Sus pezones –succionados, mordidos y jalados– eran uno de sus muchos puntos sensibles, sus labios fueron moldeados hasta dejarlos hinchados y deseosos de más; sus piernas eran abierta y movidas que el peso sobre él le aseguraba una cogida fenomenal.

 

–Te voy abrir de mil formas Daiki.

 

El moreno no podía ni articular palabra alguna, sus ojos se encontraban tan acuosos por el exceso de placer, que de su boca sólo brotaban palabras sin contexto y gemidos de mil tonos diferentes. Su cuerpo ardía. Su Alfa entraba en él tan duro y suave, tan delicioso y salvaje que lo llevaba a la locura misma.

 

–Ah…mh-ah… ¡Taiga!

 

Tras sus párpados podía ver el universo, en su interior una tormenta de sentimientos se abría paso. Kagami le elevaba para dejarlo caer en su miembro duro, venosos, lleno de sangre y su lubricante.

 

No supo cuántas veces se corrió gritando el nombre del Alfa, mientras se aferraba con fuerza a este, mucho menos las horas o días que duró su celo. Su cuerpo se encontraba débil ante tanto ejercicio, pero satisfecho, pleno y lleno; no recordaba sentirse así después de tener sexo con alguna de sus parejas pasadas. Se acurrucó contra el pecho contrario, le dio un beso para dejarse llevar por el mundo de Morfeo, pero unas caricias obstruyeron esa idea.

 

–Buenos días gatito. – No respondió. – Sabes, para ser una onza eres demasiado mimoso.

 

–¿Onza? – Miro a los ojos contrarios en busca de una respuesta, su sueño desapareció.

 

–Eres uno de los felinos más peligrosos que hay en la tierra, incluso más que el león o la pantera. – Un beso en sus labios y recordó el evento que tenía.

 

–¿Qué día es?

 

–Las ocho y media del cinco de octubre, ¿por qué?

 

–¡Mierda! – Daiki salió tan rápido como pudo de la cama para meterse a la ducha. ¡Joder! Su capitán y el resto del equipo le iban a matar si no llegaba en diez al cuartel. Mientras se cepillaba los dientes se percató de algo en su espalda que no estaba ahí antes, al girarse grito tan fuerte que Eliot y Kagami tuvieron que taparse los oídos.

 

–¡Taiga! ¡¿Qué mierdas le has hecho a mi espalda?! – El moreno salió del cuarto de baño hecho una furia, sus orejas y cola en alto y crispadas por ello.

 

–No hice nada.

 

–Entonces, ¿por qué tengo tatuado un lobo en ella?

 

–Fue cosa de tu animal. – Al ver que el moreno iba a gritar siguió hablando. – Tu animal al encontrar y aparearse con su pareja deja algo más que una marca o su olor, tatúa su esencia en el contrario, prueba suficiente para dejar en claro que ya tiene pareja y que su pareja es alguien tan peligroso. Característico de una onza.

 

–Pe-pe-pero eso es imposible yo… – Las orejas y cola del moreno cayeron ante la revelación.

 

–Señor Kagami le recuerdo que tiene una junta con los inversionistas de Mac.

 

–Lo había olvidado, gracias Eliot. – Taiga se levantó de la cama para meterse a la ducha.

 

–¿Cuáles inversionistas? ¿En qué trabajas Kagami Taiga? – Las orejas y cola nuevamente se levantaron.

 

–El señor Kagami es el CEO de industrias Tec.

 

Por las mañanas Aomine no era capaz de pensar del todo bien, pues aún su cerebro dormía, sin contar que estuvo cinco días teniendo sexo, sus neuronas a duras penas y podían procesar todo, más nunca se esperó semejante revelación.

 

–¡¿Eres quién?!

 

 

Notas finales:

Chan, chan, chan~


Es mi primera vez escribiendo Alfa y omega así que perdonen a esta pobre virgen, en fin, espero les haya gustado, esto salió después de cinco horas escribiendo, es tarde lo sé, pero es por el día 5/10.


Pos bueno espero sus comentarios y sugerencias… ¡Cierto! ya casi agregó él ultimo capitulo de Cazador, solo tenganme paciencia.


CEO, si mal no recuerdo, se le dice al dueño y director general de una empresa importante o multinacional. 


Nos seguimos leyendo.


Yanne. xD


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