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Tatto por aries_orion

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Habían pasado dos años, dos deliciosos, turbios y extraños años.

 

Enterarse que su pareja era un alfa de los peligrosos le costó su salud mental, casi pierde su trabajo por la estúpida marca de posesión de su propia animal y ni se diga de la de su pareja, pero vamos, él no tenía la culpa de que su naturaleza fuera extraña. La de ambos. Uno marca con un tatuaje y el otro con heridas.

 

¿Qué diantres con la sangre?

 

Su onza era de comportamiento raro, un día quería mimos, al otro sangre y al otro sexo. ¿Quién le entiende? Y no conforme con eso, resultó ponerse en el papel de sumiso seductor necesitado. ¡Oh sí! A su pequeño animal le gustaba abrirse de piernas, seducir y ronronear cuando su alfa se encontraba cerca.

 

¡¿Y a él qué?!

 

Él quería su vida devuelta, correr, entrenar, disparar, buscar y negociar. Amaba su trabajo, era lo único que lo mantenía atado a este mundo demente. Afortunadamente su encierro duraba lo equivalente a su celo. Alfa celoso y demente. ¡Cierto! Su alfa. Ese tigre-lobo con complejos de rey le traía loco, le movía el tapete, las pulgas y hasta las chanclas. Con tanto mimo, detalle, cenas, citas y sobre todo, esas jodidas miradas, cayó.

 

Cayó como un bobo ante la seducción del alfa Kagami Taiga, se metió en su corazón sin la mínima idea o ganas de abandonarlo, lo volvió suyo, su hogar y su refugio.

 

Taiga se convirtió en su segunda ancla, una muy posesiva, en varias ocasiones ha conspirado para que dejara su trabajo. Algo que en definitiva, no iba a pasar. Aunque claro, ¿quién era él para negarse al sexo? Nadie, esa danza erótica le relajaba a tal punto que se sentía drogado el resto del día. Su alfa se movía de tal manera entre sus piernas que olvidaba hasta su nombre. El nirvana siempre lo recibía con biombos y confeti por ser un cliente frecuente. En esos momentos, no se quejaba de ser un omega.

 

–Vamos tengo una junta en un par de horas.

 

Aomine se removió, no quería moverse de su cómoda posición, colocó la pierna sobre el cuerpo contrario como impedimento de abandono.

 

–Travieso, debo irme.

 

–Ño. – Su lado infantil siempre salía a flote con su pareja, se subió un poco más sobre el otro cuerpo. –Quédate, eres el jefe, puedes faltar.

 

–Que necio resultaste. – Kagami le tomo por la cintura subiéndolo completamente sobre él, el moreno no se quejó, pensando que había ganado esa batalla. –Me gustaría hacerlo, pero tú mismo lo has dicho, soy el jefe y como tal debo poner el ejemplo. Y deja de hacer eso o a mi regreso lo lamentaras.

 

–No sé ni para que me esfuerzo, haz lo que quieras.

 

Su humor cambio, estaba divertido por las caricias y el beso, ahora, se encontraba desilusionado y con un desazón que ni él entendía. Comprendía que del trabajo de su alfa dependían muchas familias tanto interna como externamente de su país. ¿Pero qué no se tomara ni un día para pasarlo con él? Era bastante decepcionante. Al principio de su relación hasta una semana pasaban juntos ahora, podía darse por bien servido si llegaba a dormir con él. 

 

El agua le tranquilizaba, enfriaba su mente. Quizá ya no le sea tan atractivo a su pareja o... ¡No! Son ideas sin fundamento, su Taiga nunca le engañaría con nadie. Suspiro, por eso no le gustaba enfrascarse en una relación, demasiado compromiso para su vida.

 

El cuartel era un caos, personas iban y venían, los temperamentos eran variados como los uniformes. Paso sin prestar atención a nada en particular, se tallo la cara, tenía aún mucho sueño, prácticamente llegó guiado por los instintos. Esperaba que el café le despertara o mínimo comenzará a movilizar su organismo.

 

–Hombre, te ves fatal.

 

–Dile a tu alfa que te dejé dormir.

 

Las bromas, también, se volvieron parte de su vida. Ni siquiera les contestó, demasiado aletargado para ello. Aventó su mochila en la banca, abrió su casillero y con una lentitud digna de competición contra un caracol, se cambió. El último sorbo se lo bebió al entrar en el área de entrenamiento donde varios grupos de S.W.A.T. escuchaban a su capitán. No saludo, comenzó a estirarse.

 

–Quien tuviera semejante culo.

 

–Sería magnífico como mástil.

 

También, los cumplidos a su culo nacieron. En realidad, esos no le importaban, porque aumentaba su ego, pero desde un tiempo atrás, comenzaban a molestarle. Incluso le parecían ofensivos y por ende, ofendían a su alfa. No pudo evitar un enorme bostezo.

 

–Si tanto sueño tiene, debería regresar a su cama, oficial Aomine.

 

–Uhm.

 

Daiki reaccionó tarde ante su respuesta, de un golpe fue llevado al suelo, ahora sí, despertó por completo.

 

–¡Maldita sea, ¿eso por qué fue?

 

–Hablas con un superior, no con cualquier persona. Mas le vale que comience a reaccionar o le obligare a dimitir de este equipo para mandarlo de patrulla.

 

–Pero si ni dije nada. – Una pequeña mentira a nadie le hacía mal, lo malo era decírselo a la persona equivocada, como a su capitán.

 

–No me importa si en su vida marital tiene problemas o si su alfa se lo dejó de follar, acá viene a entrar no andar en las nubes.

 

Si, también era un maldito para las acusaciones disfrazadas de regaños.

 

Las risas disimuladas no se hicieron esperar, Aomine ya mejor se calló, se sacudió el uniforme y esperó las indicaciones.

 

El entrenamiento comenzó, por esa semana sería a campo abierto, el pequeño bosque tras los cuarteles servían para muchas cosas. Durante esa semana no se apareció en la casa de Taiga, se iba directo a su pequeño departamento, apenas ponía la cabeza en la almohada y caía de una en el sueño. Si recibió llamadas o mensajes no los contestaba, a veces le mandaba un escueto estoy bien, otras sólo un mísero te quiero. Nunca pasaban de cinco palabras.

 

Ultimo día de enteramiento, a cambio, les darían dos días de descanso. Sin embargo, por la tarde todo se volvió un tanto peligroso, pues una ligera lluvia se dejó caer, volviendo los terrenos fangosos y un tanto engañosos. Varios terminaron en el suelo, otros con arañazos y golpes por las ramas. Sólo faltaba una hora para que concluyera, pero lo inevitable pasó. Un deslave llevó a todo su equipo cuesta bajo de una pequeña montaña, lo goles no se hicieron esperar. Él terminó con varios raspones, una herida en el brazo y quizá, unas cuantas costillas rotas. El resto no se encontraba mejor que él. Con mucha paciencia lograron tranquilizarse, atendieron lo que pudieron y comenzaron a analizar el terreno para poder subir. El dejar miembros no era una opción.

 

Todos terminaron en el hospital.

 

En cambio, él, por llevarse las peores heridas quedó internado en emergencias, le hicieron estudios, rayos X, le revisaron hasta los oídos. El resultado, varias costillas rotas, rasguños, sutura en la herida de su brazo y... una noticia que le dejó más blanco que el papel.

 

Como pudo llegó a su casa, apagó  el celular y se tumbo en la cama, por horas estuvo contemplando el techo como si este le diera las respuestas que necesitaba, pero, aquello, no llegaría. Al menos, no de parte de su techo maltrecho.

 

La puerta era golpeada con insistencia y fuerza. Con mucho esfuerzo abrió los ojos, a la lejanía escuchaba los ladridos del cachorro que encontró cuando venía del hospital. Un tanto mareado se levantó, tomó el arma porque el olor tras la puerta era de alfa, hizo al cachorro a un lado y abrió.

 

–¡Daiki, con una mierda abre la...! – Bajo el arma, sólo era el idiota de su pareja. –¡¿Pero qué mierda te ha pasado?!

 

Las cuestiones continuaron, regresó el arma a su funda, caminó a la cocina por un poco de leche para el cachorro, él tomó un pan con mermelada de zarzamora.

 

–Deja de ignorarme y contesta, ¿Dónde has estado? ¿Por qué no me contestabas las llamadas?

 

–Tuve semana de entrenamiento.

 

–¿No pudiste tomarte sólo unos segundos para escribirme más que un simple estoy bien y te quiero?

 

Se golpeó la cara, realmente tenía mucho sueño, como si hubiera sido privado de él por semanas. Se quitó la camisa, debía bañarse para cambiarse los vendajes y limpiar las heridas. Graso error.

 

–¡¿Qué te ha pasado?!

 

Quiso darse de topes ante el olvido de la presencia de Taiga, ¿acaso no podía ser el siempre recto y calmado Kagami? ¿Por qué hoy, cuando más lo quería silencioso, se ponía a gritar? Le pitaban los oídos, tenía hambre y un maldito calor de los mil demonios. Una ducha fría le urgía.

 

–Deja de gritar, no estás en tu casa y mucho menos soy uno de tus empleados para exigirme algo. Me voy a meter a bañar, si quieres ser de utilidad pide comida, mi cartera está en la mochila.

 

Cerró la puerta, con sumo cuidado se quitó la ropa y los vendajes, no detuvo los sonidos lastimeros por el ardor del jabón en sus heridas. Estuvo bastante tiempo bajo el chorro porque hasta sus dedos se pusieron pasitas. Al salir de la habitación, con una tolla refregando sus cabellos junto con el pequeño botiquín, se encaminó a la sala. Ahí se detuvo, Kagami abría los envases de comida, bajo sus pies el cachorro le observaba curioso.

 

–Lamento haberte gritado, pero los oídos me pitaban y tú no parabas. – No le contestó, se sentó en la silla, llevando un pequeño rollo de sushi a su boca. – Gracias por pedir.

 

Nuevamente nada, ya no agregó más y siguió comiendo, le dio un pedazo al canino. Se limpió las manos, movió un poco las cajas para esparcir lo que necesitaba. Peleó con la forma en la cual sería la mejor posición para dejar caer el agua oxigenada. Le sorprendió que su pareja le quitara el frasco y más, que siguiera cuidando sus heridas, que, bajo completo silencio, le dejó hacer.

 

Al finalizar Taiga estaba dispuesto a irse, lo detuvo.

 

–No te vallas.

 

Sólo le observó, se zafó de su agarre y se fue.

 

Inhalo y exhalo, no se esperaba algo como aquello, pero bueno, tampoco lo iba a obligar a estar con él si no quería. Siguió comiendo, el pequeño can le ladraba, buscaba la forma de llamar su atención y como resultado, le puso Rayo. Se cubrió el torso y el brazo con una bolsa amarrada con cinta aislante para bañar al cachorro quien parecía una bola de lodo con patas.

 

–Se supone que deberías estar descansando no bañando al perro.

 

–Pensé que te fuiste.

 

–Salí a comprar algunas cosas, tú y yo tenemos que hablar.

 

–Taiga, no quiero pelear, no estoy de humor, sólo quiero dormir y comer por los próximos días.

 

El beso en su cuello le sorprendió gratamente.

 

–Nadie dijo que lo haríamos ahora.

 

Abandonó la ducha, Daiki terminó con Rayo, lo llevaba en sus brazos para secarlo con la secadora, pues era de noche para que se secara el solo. Al finalizar, el pequeño revoloteo por todo el departamento, se quitó las bolsas y la camisa. Su mentón fue tomado para recibir un beso que nunca creyó necesitar tanto, se aferró a Taiga por el cuello y este lo tomó. Ambos terminaron durmiendo juntos.

 

2

 

Por sus costillas, le dieron un mes de baja. Mes que se la paso en la casa de Kagami, ya no le sorprendía ver casi más de la mitad de sus cosas en su habitación. Incluso su propio espacio poseía en ese enorme closet, hasta un pequeño sillón había. Rayo también se fue con él, no lo iba a dejar solo, sobre todo porque era apenas un cachorro de pastor. Era una monada y le hacía compañía cuando Taiga salía a trabajar.

 

Pero no todo era miel sobre hojuelas, su mente no paraba de diseñar escenarios donde le contaba los resultados de sus análisis, que además, conforme pasaba el tiempo, se volvía una tangible realidad. Bendecía la vida ocupada de su pareja, ya que los vómitos le atacaban casi a todas horas, incluso, todo un día se la paso en el baño. Con mucho esfuerzo lograba que su estómago mantuviera algo. El primero en enterarse fue Eliot, quien contemplo en primer fila sus arcadas.

 

Le regaló una sonrisa cómplice junto con un té de yerbabuena y manzanilla.

 

–El joven Taiga le dio muchos problemas a la señora Ana durante los primeros meses.

 

Le observó incrédulo, trató de hablar, pero el viejo mayordomo le instó a tomar del té.

 

–Yo le ayudaré cuanto pueda.

 

–Gracias.

 

Se hicieron amigos y confidentes, claro, la fidelidad siempre estaría de parte de Taiga, más él se conformaba con que le ayudará a su estómago.

 

Sin poderlo evitar, su director y capitán se enteraron de su estado, ya que estos pidieron los diagnósticos de sus hombres lastimados. Al principio le soltaron un sermón digno de un sacerdote, después le regañaron y por último le felicitaron. Desde ese momento le dieron de baja, claro está que apelo ante la decisión, pero gánale al Cesar. Ese par de viejos alfas se la hicieron. Aunque, no podía negarlo, ambos le agradaban, pues con ellos encontró al padre que perdió en servicio a temprana edad.

 

Su madre y hermana sólo necesitaron verlo para ponerse a chillar, le abrazaron, felicitaron y regañaron. Su madre incluso le amenazó, que si no había anillo en su dedo antes de la algarabía, que ni pensara que le permitiría regresar con Taiga, su hermana se unió a la amenaza. No dijo nada y les dio por su lado.

 

Dios, las mujeres Aomine eran de temer.

 

3

 

El tiempo paso, Taiga, nuevamente, no le prestaba atención. Sus ojos no se despegaban de la pantalla o de los papeles. Varias veces intento hablar con él, pero apenas se encontraba en su radar le daba un par de besos y se iba.

 

¡Ostia tío, que iban a ser padres y este ni le pelaba! ¡¿Qué era, una simple incubadora o qué?!

 

En varias ocasiones Eliot fue su hombro pañuelo, sus oídos y hasta su cómplice para formular varios escenarios para matarlo por idiota. Sus meses de vómitos quedaron atrás, con cinco meses de gestación entraba a la etapa de los antojos, los cuales, los tenía a cada momento y siempre de lo más extraño. Elote con mermelada de zarzamora, papas fritas con chile o mermelada de zarzamora, mango o naranja con chile y limón, torta de limón, dulces agrios, sushi bañado en jugo de limón. Todo debía contener zarzamora o limón. Poco toleraba lo dulce porque prefería lo agrio o lo picante.

 

Comía delante de Taiga para intentar sacar el tema espontáneamente, pero este sólo le observaba, levantaba la ceja y volvía a sus cosas. Incluso hasta Eliot comenzaba a apoyarlo con que su señor era un idiota. Sin embargo, ambos se asombraban de que Daiki no haya caído en depresión por la ignorancia de su pareja.

 

Su madre y Satsuki le obligaron a ir con un médico para que supervisara su embarazo, él no quería, al menos, no sin Taiga. Ahora no podía dejar de sonreír ante la foto de su ecografía y de escuchar los latidos de su bebe, moría por enseñárselos a su alfa.

 

–Son unos latidos muy fuertes.

 

–Verdad, mira Eliot, este es mi bebé. – Le mostró la fotografía. –¿A qué no es una monada?

 

–Sin duda, señor.

 

–¿Sabes cuándo regresa Taiga?

 

–El dos por la tarde.

 

–Yo quería pasar todo el día con él. – Se desilusionó por la información, él deseaba ser el primero en desearle feliz cumpleaños y este no llegaría hasta otro día.

 

–¿Y por qué no lo secuestra de la oficina?

 

–¡Es una buena idea!

 

Fue una mala jodida idea.

 

Pésima, asquerosa, bazofia y todo lo que se pueda mencionar como mala. No debió haber aparecido por esa maldita oficina, es más, nunca debió dejarse marcar por ese alfa mayor que él.

 

¿Por qué?

 

Esa cuestión se repetía una, otra y otra vez, de su mente no salía la imagen presenciada en la oficina del alfa. Él se dirigió a su empresa, la recepcionista le dejó pasar con cierto recelo y ni se diga de los guardias de seguridad. Subió en el elevador hasta el piso quince, estaba feliz, podría ver a su alfa después de mucho tiempo y le daría la noticia, más nada le preparó para lo que encontró en la oficina de este. La secretaria le dio el pase, ni siquiera le trato de detener, la muy perra, al abrir la puerta, su sorpresa se deslizó de sus dedos como su sonrisa.

 

Ahí, a mitad de la oficina, Taiga tenía entre sus brazos a una alfa de curvilíneo cuerpo, besándose y no en la mejilla precisamente.

 

Ni siquiera le montó un numerito como otras veces, no les interrumpió y mucho menos soltó su esencia para llamar la atención. Simplemente se giró, cerró la puerta de un portazo y se fue. Mentiría si dijera que no derramo lágrimas, Eliot, quien le llevó y esperó, se sorprendió de verlo en tal estado. El pobre hombre se acercó, le contó lo que vio, le pidió que mandará sus cosas a casa de su madre y se fue. No acepto que lo llevará.

 

Lloró más al llegar a su casa, la había limpiado lo mejor que pudo, cocino el platillo favorito de Taiga e incluso se atrevió a comprar un poco de lencería y calcetas largas a juego para una noche de celebración doble. El cumpleaños de su alfa y la noticia de su bebé.

 

No pudo ni sostenerse en pie para limpiar los estúpidos pétalos de flores, porque el llanto era fuerte, maldecía a las hormonas, a Taiga y a su lado omega por sus cambios. Él no lloraba, es más, contrabajo se compadecía de los perros en la calle y ahora no podía ni ver a una rata porque le daba lástima. Deducía que su relación estaba un poquito mal, pero no al grado de una infidelidad.

 

¡Va!

 

Ya ni para qué hacerse la víctima, su alfa era mucho para alguien como él. Aunque le dejó un lindo recuerdo. Se sentó a la mesa y comenzó a cenar. Su cachorro no tenía la culpa del accionar de su padre. Iba por el quinto bocado cuando la puerta comenzó a sonar, ¿quizá su madre?

 

Nope, no era ella, sino el idiota infiel, al cual le cerró la puerta en las narices.

 

–¡Daiki abre!

 

–Vete a la mierda Kagami!

 

–¡Que abras la puta puerta omega!

 

–¡No te atrevas a usar la voz conmigo, infeliz!

 

–¡Que abras, joder!

 

De acuerdo, el idiota nunca usaba palabras altisonantes a no ser que este realmente cabreado.

 

–Si abro, promete que no me harás daño físico.

 

–¡Cómo diantres se te ocurre semejante tontería, yo nunca te levantaría la mano!

 

La mano no, pero si el culo.

 

Concéntrate Daiki, este no es el momento para tus momentos cachondos. Abrió la puerta, por instinto de protección colocó ambos brazos alrededor de su vientre, pues Taiga destilaba furia y su presencia era aplastante. Su alfa estaba en un estado que nunca antes había presenciado.

 

–Deja de hacer eso, no te golpe... – La oración de Kagami se cortó, pues noto el decorado en su departamento. – Tú... ¿Qué significa esto?

 

Ahora él le miraba incrédulo. – ¿A caso no recuerdas tu cumpleaños?

 

–¿Es hoy?

 

–Si.

 

–¿No era en una semana?

 

–Lárgate de mi casa. – No iba a permitir que se burlara de él, no de esa forma.

 

–Quiero hablar.

 

–Pues yo no, ya quedo claro todo, tú no me quieres y yo a ti sí. Pues bien, ve y regresa con la pechugona alfa y a nosotros nos dejas empas.

 

–Espera, espera, vayamos por partes, ¿quieres?

 

–No, sólo vete y haz de cuenta que nunca me conociste, yo haré lo mismo.

 

–¡Que te sientes y calles Daiki!

 

Aomine se mordió el labio, carajo, el que su alfa usara su voz de mando le ponía y a la vez le daba cierto temor. Refunfuñando se sentó en la mesa, enseguida lo hizo Taiga.

 

–Lo que viste en mi oficina n...

 

–Si ya no me querías, debiste decírmelo y yo, ya no hubiera seguido en tu vida. – El llanto regresó, malditas hormonas.

 

–Oh precioso, pero si yo no te quiero, yo te amo. – Le limpió su rostro. – No te soy infiel, ella es Alex, podría decirse que es como mi segunda madre, pero tiene unas malditas manías.

 

–¡No me mientas! – Se levantó y se alejó, no iba a permitir que le tratara de idiota cuando no lo era.

 

–¡No lo hago, lo juro, ella siempre besa a la gente sin importar nada! ¡Sólo es mi madre adoptiva!

 

–¡Mentiroso! ¡Y yo quemándome los dedos cocinando para la cena, gastando mis ahorros que bien los pude utilizar para comprarle cosas a mi cachorro y hasta me metí a una estúpida tienda de sexo para, para...! ¡Ah, te odio, estúpido palo, cabeza de cerillo!

 

–Wow, ¿Entraste a una tienda de sexo?

 

Daiki le observó incrédulo. – De todo lo que dije ¿tú sólo escuchaste sexo?

 

–No, si te puse atención.

 

–¡¿Entonces por qué no estas brincando por ser padre, imbécil?! – Le apunto con el dedo. Estaba fuera de sus casillas y el idiota no ayudaba con sus estúpidas contestaciones.

 

–Porque ya lo sabía.

 

–¿Disculpa? - Ahora, el sorprendido, fue él.

 

–Desde hace un tiempo comenzaste a oler un tanto diferente, como más suave, una esencia diferente, pero mezclada con la tuya, no sabría describirlas, sólo olías diferente. Lo confirmé cuando te estaba curando, el olor se concentraba en tu parte media.

 

–¿Por qué no me dijiste nada?

 

–En tu trabajo hacen exámenes cada dos semanas, supuse que te lo harían, no te dije nada porque me enfoque en terminar negociaciones y poner al día a mi madre. Ella me ayudaría con la empresa mientras tomaba unas vacaciones.

 

–¿Vacaciones?

 

–Esa sería la excusa, en realidad, quería estar contigo durante todo el tiempo de gestación, 24/7 para ti, pero las cosas se complicaron y apenas podía regresar a casa.

 

–¿Por qué no me dijiste nada?

 

–Era una sorpresa y ahora yo arruine la tuya y por poco lo nuestro.

 

Silencio, Daiki no habló, estaba procesando la información, la cual, era demasiada.

 

–¡Eres un hijo de perra Taiga, porque no dices nada, todo te lo guardas! ¡Bastardo anciano manipulador de mierda! ¡Yo rebanándome los sesos porque tú ya ni me mirabas y-y...! Te odio, te enteras.

 

–Ya, perdón.

 

–¡Un perdón no me va a regresar mis lágrimas y mucho menos va a acomodar los pétalos y mucho menos va hacer que me cambie!

 

–Que ruidoso.

 

–¡Bastardo, no te pongas tiquismiquis conmigo porque te dejó en abstinencia hasta que ella cumpla treinta! ¡Y ni mis celos te dejó pasar conmigo, estamos!

 

–No te atrevas a amenazarme con eso Daiki.

 

–Te amenazó po...

 

Sus reglamos fueron cesados por un par de labios ya conocidos. Ya ni puso resistencia, mejor recibir mimos que seguir discutiendo.

 

–¿Me mostraras lo que compraste en el sex-shop?

 

–No.

 

Más besos, caricias y un beso en su vientre lo derritieron por completo.

 

–Entonces, ¿si lo quieres?

 

–¿Cómo no hacerlo si lo tendrás tú?

 

–Jodete.

 

–Mejor te jodo a ti, ¿qué dices?

 

–Haz lo que quieras.

 

Sabía que se arrepentiría por lo dicho, pero necesitaba a su alfa entre sus piernas ya. Lo amaba, maldita seas, lo amaba tanto que bendecía su accidente, pues gracias a eso le conoció. Un alfa de treinta años, dueño de la empresa multinacional Tec y dueño de casi medio país. Kagami Taiga, su alfa mandón, el padre de su cachorro en crecimiento y su pareja destinada.

 

–Taiga, feliz cumpleaños.

 

 

Notas finales:

Lo que la gente pidió se cumplió. Ojalá les guste este extra, pues no suelo darles continuación a mis shot, además de estar de surte porque hoy 2 de agosto es cumpleaños de Kagami.

¡Feliz cumple Taiga-chan!

En fin, aceptare sus tomatazos, estrellitas y comentarios. No vemos en la siguiente locura.

Yanne. xD


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