En estos momentos, Castiel está en el cielo, como antes. Supervisan todo desde ahí, pertenece al equipo de ángeles guardianes nuevamente. Sus hermanos mayores volvieron a sus puestos, arcángeles, sus hermanos menores, los sobrevivientes, volvieron todos a su lugar. Todo pareciera normal, excepto que ahora, Castiel siente que ha perdido todo, a su cazador de ojos verdes. Todo sería igual, si tan solo no lo hubiera conocido, si no hubiera pasado tanto con él. Si no hubiera conocido ese sentimiento que la humanidad llama "amor". Porque lo amaba, lo amaba como ser humano, como hombre, como persona. Lo amaba por ser él.
—Despierta, jovencito. —Menciona con cierta burla su hermano mayor, Miguel, que se ha acercado hasta Cas sin que siquiera se diera cuenta. Puesto que estaba sumido totalmente en sus pensamientos, en aquellos ojos verdes que cada vez le parecían más lejos. ¿y dónde está Dean ahora? Ni siquiera lo sabe. En el vacío, tal vez. Donde aquella parca los quería enviar.
Castiel pronto se da la vuelta y despeja sus pensamientos, justo cuando siente la mano del mayor tocando su hombro, después de una segunda llamada de atención que apenas escuchó resonar a lo lejos. Se pone tenso y mira a Miguel, quien viste con sus ropas de batalla, si armadura pulcra, brillosa y ordenada como siempre. Y aquella enorme espada que porta en su cinturón parece una obra de arte. Es, sin duda, de las cosas más bellas de la creación. Forjada especialmente para el arcángel, lleva su nombre grabado en la afilada hoja. Castiel hubiera querido ser algún día de aquel ejército. Pero su puesto no era ese, su puesto era el de ángel guardián. Y no ángel guerrero. Aunque después de lo sucedido fue más que nada un ángel rebelde.
—Estaba por ir a la zona Sur. Escuché de unos problemas por ahí. Solo quería enterarme e informar —Porque sí, a veces los usaban también como espías. Mientras no tuvieran un humano asignado a quien cuidar.
—Tomate el día, Cas. Sal a volar, ve a algún lado de distracción. Se te ve bastante distraído hoy, así no podrías hacer tu trabajo adecuadamente. —Mencionó mientras se apartaba de su hermano un par de pasos.
—Ya tengo a mi Ejército listo, aún así. Por si la problemática sigue.
—Vamos, Miguel. Son solo humanos. No deberían interceder tanto en sus problemas, tienen una notable desventaja. Ya no hay demonios, y ustedes los guerreros necesitan salir y blandir sus espadas a como de lugar, pero esos humanos no son los culpables.
El arcángel frunció el ceño ante lo dicho por el menor y negó con la cabeza varias veces.
—Esto no es por destruir humanos o perturbar su vida. Esto es para evitar que la historia se repita, esta vez estarán controlados. Muy controlados. Son las órdenes del jefe. Les fue perdonada la existencia una vez, a pesar de sus tantos errores que sólo abrieron las puertas cada vez más del infierno. Esta vez no habrá otra oportunidad, a como de lugar se evitará que ellos lo echen a perder, otra vez.
Mientras lo escuchaba hablar sus amenazas y estatus, el ángel se acomodaba bien la ropa y asentía, no estaba poniendo mucha atención, definitivamente.
—Cómo digas. Entonces me voy, tengo ganas de una obra. Visitar un teatro. Relajarme.
—¿teatro? Eso no existe en nuestros días. Los últimos artistas estaban antes de la última batalla. Antes del 2018. Ya es casi 2032.
—Eso lo sé, iré al pasado. A dónde todo parecía tener sentido. . . —Entonces una expresión de tristeza recorrió y se acomodó en su rostro, que rápidamente buscó evitar la mirada del mayor. — Al menos cuando yo parecía tener un sentido. El mayor negó con la cabeza varias veces y entonces lo hizo mirarle, tomando el mentón de su hermano menor y guíando su rostro hacia su mirada seria y reprobante.
—Castiel, sabes lo peligroso que son los viajes en el espacio-tiempo. No tienes el rango adecuado para ello. Algo puede salir mal. El ángel en respuesta, dio un brusco movimiento liberándose de su agarre y retrocedió. Entonces extendió sus alas. Y le sonrió con cierto aire de seguridad, o tal vez de un "no me importa lo que pase", y realmente era así. Desde aquella vez, donde lo perdió todo, ya nada tenía valor.
— "Que pase lo que tenga que pasar" —sonrió después de lo dicho. Lo que el mayor de los Winchesters dijo justo antes de hacer aquella estrategia suicida, en la cual, lograron detener el ataque demoníaco y cerrar el infierno. Pero no lograron salir con vida de ello.
Y entonces, en un vuelo rápido y que se sintió como el viento recio de un tornado golpeando contra un muro de acero, el ángel zarpó hacia años anteriores, donde todo era mejor.