Y como Miguel dijo, algo salió mal. A medio vuelo, las alas del ángel se lastimaron. Provocando que perdiera el control e hiciera un aterrizaje forzado. O eso intentaba pero acabó por perder la fuerza en ambas alas, y cayó como si de un meteorito se tratase. Ni siquiera sabe dónde, o mejor dicho cuándo. Solo sintió la tierra contra su cuerpo, el impacto doloroso le hizo soltar un chillido y quedó casi inconsciente. Casi.
Luego de un momento intentando dejar de sentirse aturdido, finalmente logró estabilizarse, se puso de pie con ayuda de algunos bultos de tierra que se hicieron ante su caída y entonces observa a todos lados. Pero no ve nada, nada más que pasto alto y algunos árboles, a lo lejos, un camino. El cielo está despejado y el sol puede sentirse en la piel de su rostro, es un sol cálido pero no intenso.
Al ponerse de pie y luego de sacudir bien su gabardina, se pone en marcha hacia el camino que está a unos metros de donde ha caído. El lugar es distinto, el camino no es una carretera, es más bien un camino ancho, que parece tener dos surcos. Eso no puede ser. ¿Surcos en el camino? ¿Acaso es la época de las carretas? Eso puede ser, realmente no tiene idea de dónde ha caído. O en qué año. Pero al menos si es así. Habrá buenos teatros a qué acudir. Así que se pone en marcha por el camino.
Llegó a una ciudad, no sabe exactamente dónde es, pero esas estructuras alzándose frente a sus ojos, esas fábricas escupiendo humo como un fumador empedernido y los escasos autos estilo inglés rodando entre las calles. Sí, es Inglaterra. Camina por una banqueta, observando a las personas, que de igual manera le devuelven la mirada curiosa y casi con miedo. Se ve diferente, no usa la misma ropa que ellos. Quizás piensan que es uno de esos americanos que intentan invadir su cultura con sus modernas costumbres. Y bueno, en cierta forma lo es.
Sumergido en sus pensamientos e ideas va por la calle cuando ve un carruaje lujoso pasarle por un lado, le causa más curiosidad que el resto de los transportes que puede ver, e incluso más que las antiguas estructuras de edificios que tiene enfrente y lo ve detenerse justo frente a la entrada de algo que parece un teatro, es eso lo que buscaba. Pero se acerca con sigilo. Observando aquellas personas que bajan del carruaje lujos luego de que el sirviente le abriera la puerta. Una figura joven y fina sale de ahí. Seguida de otra. Uno de los jóvenes es de cabello rubio mientras que el otro es ligeramente más moreno y de cabello oscuro. Uno de ellos parece un adolescente, mientras que el otro parece de un poco más edad. No demasiada. Y al acercarse escucha la forma en que le hablan "mi lord" le dice aquel que abrió la puerta del carruaje.
El ángel se detiene ahí. Observándolo, porque hay algo en aquel lord que le ha llamado la atención, no sabe bien lo que es. Quizás esa sonrisa pícara o esos ojos escrupulosos que miran y critican todo con una elegancia que no puede terminar de describir. Ese porte que tiene aquel joven. Y aunque todos parecen centrar la atención en el adolescente rubio según va caminando, Castiel no deja de ver al de cabello oscuro y mirada penetrante. Con esa sonrisa y andar seguro. Entran al teatro, y Castiel también. Ni siquiera lo notan pasar. Toma asiento cerca de aquel par, aquellos que parecen una peculiar pareja de amigos, puesto que el moreno no para de hablarle al rubio, refiriéndose a él como "Dorian" y el joven no hace más que ponerle atención. Justo hasta el momento en que la obra empieza, y entonces es Dorian quien al parecer le pide silencio y rápidamente centra su atención en la obra. Más bien parece, que se trata de una de las actrices, el joven rápidamente se pierde en aquella historia. Era Romeo y Julieta. Y vaya que parece tener interés en Julieta, incluso algunas cosas le susurra al lord, quién intenta poner interés también.
Entonces escucha los murmuros entre las personas sentadas a su lado, al lado de Castiel. Un par de mujeres de vestidos voluptuosos que susurran una para la otra cosas acerca del lord sentado en la fila de enfrente. —Pobre de ese joven, ¿no crees? Seguramente Lord Henry Wotton ya le ha llenado la cabeza de ideas raras y poco morales como le es por costumbre. —Alcanzó a escuchar Castiel y eso sólo hizo que el interés por aquel individuo creciera a cada segundo. Una persona intrigante, sin duda. ¿Quién es capaz de influir en los demás como para tener ya esa fama? Pero algo bueno tenía ahora, ya conoce su nombre: Lord Henry Wotton.