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Una vuelta al pasado. por Winches-Girl

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Al terminar la obra, Castiel fue el primero en ponerse de pie, logrando la mirada de algunos espectadores. Al igual que la mirada curiosa y casi ofendida del lord. Quien se puso en seguida de pie y lo miró fijamente. Y sus miradas se cruzaron por dos segundos que parecieron eternos. Los ojos atentos y críticos de Henry se posaron en el profundo océano dibujado en el iris del ángel y pareciera que ambos perdieron la noción del tiempo. Pareciera que ambos chocaron y se unieron en cuestión de segundos. Y a la vez, se apartaron con la misma rapidez, Castiel sintió un escalofrío recorrerle cuando Henry le dedicó una suave sonrisa. Y éste en respuesta hizo lo mismo. Pero en cambio, la sonrisa del ángel es más bien algo nerviosa. Y fue entonces que decidió desviar la mirada y continuar su camino. Camino a la salida del lugar. Y fue entonces cuando Henry se tornó más extrañado. ¿Quién podría topárselo con la mirada no dedicarle ningún saludo respetuoso al lord? Y por la forma en que viste, es claro que no es de Londres. ¿Será un americano? Pero qué ojos tan hermosos tiene. El aspecto distinto y la actitud diferente lo hacen tener un aire de misterio. Y el misterio es de las cosas más exquisitas para Henry. La belleza del secreto.


Entonces se gira hacia Dorian, quien lleva rato diciéndole que debe irse, que no podrá volver con él pues tiene que verse con esa actriz, que interpretó a Julieta. Henry asiente, haciendo un gesto cortés al despedirse del joven rubio. Que rápidamente va a buscar a su amada Sybil Vane. Y cuando vuelve su mirada, el ángel ya no está ahí. Y no logra verlo entre la multitud que ya se dirige toda hacia la salida. Con un suspiro melancólico decide volver a su carruaje.


Y así lo hace, va con su paso seguro, tranquilo y elegante hacia el carruaje que lo espera a puertas abiertas. Sube dispuesto a irse. Pero una vez dentro, pide que esperen. Y entonces lo ve, caminando hacia el lado Este de la ciudad. Sólo. Y las preguntas en la mente del lord crecen en cuestión de segundos. ¿De dónde viene aquel sujeto de gabardina? ¿Por qué no pronunció palabra cuando sus miradas se cruzaron? ¿Por qué tenía ese aspecto cansado? Y sobre todo, aquel rastro de tierra que se escondía bajo algunos dobleces de su gabardina café le producían aún más preguntas. Sin embargo, decide que no es momento de investigar, está cansado, ha sido un largo día. Y debe descansar porque mañana debe reunirse con su tía Agatha para el almuerzo, y seguramente el resto de su familia estará ahí. Al menos aquellos que les gusta levantarse temprano. Por suerte a Henry no le gusta, y tampoco le preocupa llegar a tiempo, quizás cuando llegue, la aburrida charla sobre política y odio hacia Estados Unidos y su gente ya hubiera terminado.


Mientras tanto, Castiel se va, con un paso adolorido y cansado por la calle. Camina hasta la salida de la ciudad, nuevamente siguiendo la carretera. Debe volver, o eso piensa que hará. Hasta que una vez en campo abierto intenta despegar el vuelo y cae, una y otra vez. Sus alas están dañadas. Y luego de cansarse en intentos, se sienta entre el alto pasto. Suspira con pesadez y mira al cielo, porque extrañamente no logra establecer una conexión, debe ser lo débil que se encuentra. Pero no escucha Radio Ángel, ni siquiera murmuros. Es eso, o el cielo está en silencio durante ese ataque prometido por Miguel.


Espera que no sea eso. Que Miguel no perdiera la paciencia contra esos humanos y los hubiera ido a degollar. Después de todo, Castiel sigue amando la humanidad. Para él siguen siendo la obra maestra de su Padre y desearía poder cuidarla por siempre. También por todo lo que ésta le enseñó durante ese tiempo que estuvo ahí, en las hazañas con los hermanos Winchester. Grandes momentos había pasado. Y ahora, está barado en algún momento de la historia, que calcula es más o menos durante el siglo XIX, en la antigua Inglaterra. Sin poder regresar.


Pasa la noche entre el pasto, lejos de la ciudad y al amanecer va de nuevo, buscando esta vez otro teatro y tal vez, sólo tal vez, esperando encontrarse de nuevo con aquella esbelta figura. Lord Henry Wotton.


 


 


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