— ¡Paaá, apresúrate! —El pequeño lo jalaba del brazo mientras hacia un leve pucherito con la boca en forma de reclamo.
—Sí, si— Shôyô asintió dejándose llevar por la pequeña manita—. Pero Aki, debes ser más paciente, la televisión no se moverá de su lugar, ¿Sabes? — Dijo mientras tomaba el control para encender la televisión—. Además, ¿qué hubieras hecho si tropezaba por tu impaciencia y caía al suelo con tu hermana?
—Lo siento...— Akihiko se disculpó bajando la mirada y manteniendo aun el gesto en sus labios, sin embargo su pena no duró mucho tiempo. En la televisión una persona comenzaba a hablar y diversos planos de personas, banderas, y un abundante público era enfocando por las cámaras del programa. — ¡Allí está! — Exclamo el pequeño pelinegro con euforia y una gran sonrisa haciéndose cada vez más presente en su rostro— ¡Es papá!— Volteó la mirada hacia su padre y su pequeña hermana que se encontraba sentada en las piernas de este—. ¡Mira Akane, es papá! — Dijo tomándole las manos, a lo que la pequeña le devolvió el gesto con una sonrisa.
Shôyô se encontraba completamente conmovido, sus pequeños realmente adoraban ver a Tobio jugar, ya sea en la tv o practicando con él en casa cuando no se encontraba de viaje por partidos, o algún que otro asunto. Aunque, a decir verdad, él también lo disfrutaba. Le llenaba de orgullo ver a la persona que ama triunfar en la cancha y ser capaz de lograr cada objetivo que se proponía. Porque lo amaba y le encantaba verlo ser feliz, y porque sentía que Kageyama estaba cumpliendo el sueño por ambos.
Si bien es cierto que amaba a sus hijos como a nadie en el mundo, a él también le hubiese gustado haber podido jugar en la liga de voleibol masculina como titular. Pero era consciente de que era imposible, después de todo él era un Omega. A lo único que había llegado al mundo, era a casarse con un buen alfa y criar unos hermosos hijos...
— ¡Papi!— La pequeña pelirroja le había golpeado levemente en la mejilla.
— ¿Eh?—.Sin darse cuenta había acabado perdiéndose en sus pensamientos—. ¿Qué sucede, Akane?— Le dijo sonriéndole. Akane era increíblemente parecida a Tobio, a pesar de tener el cabello naranja como él; el lacio de este, sus llamativos ojos azules e inclusive sus gestos, y ciertas maneras de hablar eran las de Kageyama, sin duda.
— ¡Woahh, mira! ¡Papá es asombroso! —. Aki saltó con entusiasmo al ver un pase hecho por su padre que había sido perfectamente rematado. Shôyô lo observó. Si Akane era la perfecta copia de Tobio, Akihiko la era de él. Su cabello era completamente negro, pero rizado como el suyo. Sus ojos eran de un fuerte y brillante naranja, y su personalidad junto con sus gestos realmente le recordaba a su persona.
Adoraba a estos niños, con cada parte de su ser. Después de todo, ellos eran fruto del amor que se tenía con su esposo. No podía imaginar una vida sin ellos a su lado.
Los observó a ambos por un momento... Si, definitivamente, no se imaginaba otra vida que no fuera la que había forjado junto a la persona que amaba.