Anthony Edward Stark mejor conocido por muchos como simplemente Tony Stark era una persona egoísta, narcisista, alguien que a la edad de 21 años simplemente pensaba en fiestas, como ese chico podía ser un genio y dueño de una empresa tan importante como I.S es la pregunta que miles se hacen.
-¡JA! De verdad que los reporteros no tienen mucho que hacer.- hablaba un chico mientras leía el periódico donde como casi siempre se encontraba en primera página por sus ya muy conocidas fiestas.
-Tony ya no deberías de hacer ese tipo de cosas, eso deja en muy mala imagen a la empresa.
-Pepper así es como soy.
-No Tony, ya tuve suficiente.- la chica lo miro seriamente, denotando molestia. –Siempre eh estado para ti, incluso cuando alejaste a todos alrededor, pero ya no puedo, no cuando sales más a fiestas, ni cuando humillas a las personas de manera tan cruel.
-Eso es lo que piensas de mí.
-Has cambiado demasiado, desde aquel momento todo cambio.- la expresión que ahora tenía era de tristeza.
-Entonces vete.- contesto mirándole de manera fría. –Vete como los demás y no regreses.
Virginia quiso llorar pero no lo hizo, simplemente camino en dirección a la puerta pero antes de irse se dio la vuelta por unos instantes.
-Como desearía ver de nuevo al verdadero Tony Stark.- lo miro por breves segundos para salir de esa enorme oficina, renunciando a su puesto como secretaria y como amiga de aquel muchacho.
Tony la vio irse, después de tanto tiempo al fin se quedó solo, no era de sorprenderse de hecho de alguna manera admiro a la chica por aguantarlo todos esos años, cuando los demás se habían rendido, cuando él se había resignado ante su nueva forma de ser.
Solo pudo reírse porque en realidad no le importaba, acaso ella creía que con eso iba a recapacitar, era demasiado inocente, el Tony Stark que ella quería no volvería, ahora solo quedaba Anthony, para bien o para mal esa era la realidad. Por lo que simplemente se paró de su silla y salió de su oficina ignorando a todos sus trabajadores quienes lo veían con miedo y uno que otro con rencor, llego hasta el estacionamiento y se subió a su auto, para salir a toda velocidad.
Manejaba de manera rápida ignorando semáforos y señales, siendo él sabía que la policía no le haría nada, se dirigió a un club donde se mantuvo hasta altas horas de la noche divirtiéndose, cuando fue hora de regresar nuevamente se subió a su auto, empezó a conducir en dirección a su casa, pero durante su regreso pudo distinguir a alguien que estaba parado en medio de la carretera, sonó el claxon para llamar la atención del peatón pero este lo ignoro así que decidió esquivarlo cambiando al otro carril en ese instante una luz lo cegó por unos instantes y después todo se volvió oscuridad.
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Tony abrió sus ojos lentamente, noto que ya no estaba en su coche, sino en una habitación de color blanco, no entendía que había pasado solo recordaba tratar de esquivar a una persona y luego nada, miraba todo minuciosamente, entonces la puerta se abrió donde de manera sorpresiva apareció alguien a quien no esperaba ver.
-¿Jarvis?
Frente a él se encontraba la persona quien la había cuidado durante su niñez, aquel mayordomo que siempre fue leal a su familia, aquel hombre que lo quiso sin condiciones.
-Ha pasado tiempo joven amo.- le sonrió de forma paternal.
-¿Dónde estoy? ¿Tú que haces aquí? ¿Por qué te vez tan joven? –recordaba que él había fallecido a la edad de 60, así que verlo con la apariencia de 25 (la cual reconocía gracias a las fotos que alguna vez su padre le enseño) era demasiado abrumador.
-El donde estas y por qué estoy aquí con esta apariencia, ya debes de haberlo deducido.
-¿Estoy muerto?
-Así es, pero debido a sus malas acciones no podrá entrar al cielo.
-¿Entonces iré al infierno? – la forma tan tranquila en que lo dijo lo asusto, en realidad debería cuestionarse que todo quizás era una alucinación producto de algún golpe, pero siendo el un genio, sabía que eso no era así.
-Por supuesto que no, usted ha cometido malas acciones pero no son lo suficiente para condenarlo a ese lugar, sin embargo sí son las necesarias como para dejarlo como alma en pena en la tierra por el resto de la eternidad.
El castaño guardo silencio, y evito mirar a los ojos a quien consideraba un padre, sabía que si lo hacía notaria la enorme decepción en los mirada de aquel hombre.
-No estoy enojado Tony, en realidad solo deseo saber si realmente no te importo alejar a quienes te querían. No te importo lastimar o humillar a las personas.
-No, no me importo.- respondió de forma mecánica y su voz se denotaba con duda ante lo que decía.
-Entiendo.- el genio sentía la penetrante mirada de Jarvis pero se negaba a verlo. –Dime estas dispuesto hacer lo que sea, para entrar al cielo.
-¿Eso se puede?
-Claro si puedes cumplir con una misión.
-¿Qué misión?
-12 días.- aquello logro que el moreno levantara la vista con duda, notando que el castaño le daba una pequeña pero sincera sonrisa.- Si en 12 días cumples los deseos de aquellos a quienes lastimaste con tus acciones se te concederá un deseo y podrás ingresar al cielo.
-¿un deseo?
-Por supuesto, podrás desear lo que quieras.
-¿Y si no lo logro?
-Te convertirás en un fantasma sin poder ir al cielo o al infierno por toda la eternidad. Entonces… ¿aceptas?
-Está bien.
Jarvis se acercó y le puso una pulsera de plata con una pequeña gema de color roja.
-Esto simboliza el pacto, cuando la gema sea azul, significara que has cumplido con tu misión. Tienes hasta el 25 de Diciembre antes de la media noche.
Después de eso una enorme luz envolvió la habitación, cuando la luz desapareció, se mostró que solo quedaba Jarvis en ese lugar.
-Te deseo mucha suerte Anthony.