CAPITULO 2.
Amor de…
Esa tarde llore como nunca, ni en la muerte de mis padres me había sentido tan miserable y estúpido y tan pero tan perdido. Repetía canciones una y otra vez y se me antojo no solo el cigarrillo sino también el alcohol sin hacer caso de las amenazas de Sally me fui de mi departamento para ir a comprar víveres, me puse mi chamarra cuando recibí una llamada, era la hermosa enfermera y quedamos para tomar un café.
Cinco meses después me case con esa bella enfermera, ambos trabajamos hasta poder comprar una casa, ella dejo el hospital y a los siete meses nos dimos cuenta que no podíamos tener hijos quizá nos afectó más de lo que creíamos porque cuando quisimos darnos cuenta cada uno se consoló como pudo, quizá debimos hablar menos, quizá debimos intentarlo un poco más o simplemente quizá ninguno de los dos estábamos hechos para estar juntos ¿habría sido demasiado pronto?
Al noveno año Watson hizo su aparición, al principio no le tome demasiado caso porque Sherlock había tenido muchos inquilinos profesionalitas y amigos drogadictos que habían salido corriendo cuando no lo habían intentado matar en su apartamento. Mi esposa y yo ya ni siquiera intimidábamos y ahora ya casi no me asaltaba el recuerdo de Mycroft y aquel apartamento seguía teniendo todas mis pertenencias de hace casi diez años junto con su recuerdo, recuerdo que yo quería enterrar y destruir con ese lugar; pero simplemente no podía.
La infidelidad de mi esposa era tan evidente que incluso en navidad me abandono y me importo menos de lo que ella esperaba ya que antes de que ella me cancelara dije que estaría trabajando hasta tarde y que no regresaría. Fue cobarde o estúpido pero pase esa noche en casa de Sherlock envidiando cada segundo la felicidad que esos dos emanaban hasta que fue el momento de volver a casa, solo quería darle a mi esposa una probada de su propio chocolate. Deambule un rato por la ciudad en completa soledad, las calles a estas horas estaban vacías y estuve sin rumbo fijo hasta que llegue a aquel edificio en donde se encontraba mi antiguo y viejo departamento. Revise sin mucha ilusión mis bolsillos para buscar las llaves y ahí junto con las de mi hogar estaban ¿Cómo no lo había notado antes? Entre lentamente escuchando como todos celebraban y cerré tras de mi la puerta, las cajas parecían incluso podridas, sórdidas por el tiempo pero los recuerdos pudieron más conmigo, me sentí fuerte esa noche, fuerte para enfrentar mi pasado y dejarlo ir…
Eran las cuatro de la mañana cuando llegue al final de la última caja, en el vacío que quedaba había un sobre, blanco y fino, la escritura era delicada y perfecta. Lo sostuve entre mis dedos con los ojos bien abiertos… de la nada mis manos temblaban, lo abrí con lentitud a la luz de una lámpara que aun funcionaba, era una carta escrita por Mycroft Holmes de hace casi diez años fechada y dirigida a mi persona.
X/X/X
Para: Gregory Lestrade.
Tenemos que hablar de lo que sucedió hoy. Ve a mi oficina te estaré esperando, si no puedes ir hoy igual esperare…
M. H.
Mis ojos se llenaron de lágrimas, era breve la carta sin muchas palabras sin muchas formas de expresión pero era bastante para mí puesto que él no era de las personas de pedir y mucho menos de esperar… y de repente la deje caer al darme cuenta que lo había dejado plantado y que seguramente no me había esperado por tanto tiempo y hundí mi rostro en mis manos pensando en si iría a verle o no.
No me importo nada más, tome mi saco y salí de mi departamento con la ilusión de verle, pediría mil veces perdón si era necesario por tardar tanto, solo… durante todo este tiempo solo quería un pretexto para verle, una razón para ir a plantearme en su jardín y gritarle que era un idiota, un grandioso hijo de perra y que posiblemente pase la mitad de estos años odiándolo y al final adivinaría que es mentira, que soy un mentiroso porque aun después de todo le amaba más que a mi propia alma.
Oh… pero primero pasaría a la casa de mi esposa para pedirle el divorcio.