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Mi regalo... por Hermione719

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Notas del fanfic:

Especial navideño!! 

Notas del capitulo:

Hunter x Hunter y sus personajes no me pertenecen eso es propiedad de Yoshihiro Togashi sin más que decir lean :3

Gon lo meditaba, procesaba y repetía mil veces en su cabeza los eventos que desencadenaron tal situación. Escondido detrás de unos arbustos en un parque, disfrazado de panda mientras observaba en la distancia los policías que buscaban con ahínco su presencia.

 

—¡Oh! He tomado una buena—Gon volteó y observo como el otro se relamía los labios con una expresión sugerente. Torció los labios en una expresión de espanto. Por azares del destino el mismísimo Hisoka le hacía compañía en ese arbusto mientras tomaba fotos y espiaba a alguien con muy mala suerte.

 

Gon trago grueso mientras un hilo de sudor recorría su cien, sus ojos se movían con desesperación para no perder de vista su objetivo inicial.

 

—Killua…—susurró con lamento—¿Por qué permites que pasen estas cosas?

 

Horas antes…

 

—Killua.

 

—¿Hm?

 

—¿Está todo… bien?

 

Fue en la mañana cuando le salió con esa pregunta al mayor, estaban sentados viendo la televisión que mostraba diferentes especiales navideños propios de la época.

 

—¿Por qué lo preguntas?—consultó. Apenas le volteó los ojos antes de volver la vista a la pantalla.

 

Gon tanteó sus dedos en el sofá. Desde hace algunos días, Killua se movía mucho afuera de la casa. No le dio importancia hasta que le vio salir de repente diciendo que iría al gimnasio, y cuando Gon mostró iniciativa para ir con él le cortó con: “No puedes estar pegado a mí las veinticuatro horas del día”. Eso había sido cruel, él sólo quería hacer ejercicio.

 

¿Está todo bien? Era una pregunta con trampa, porque sabía que Killua ocultaba algo que no quería que supiera. ¿Qué cosa podría querer ocultar Killua? Y allí su mente voló. Pero primero, quería enfrentar la situación.

 

—No, por nada… sólo te preguntaba—Seguía jugueteando con sus dedos de forma inquieta y fijaba su mirada en el piso. –¿Estás... ocultando algo? No, no. No dije nada, ¡nada! olvida lo que dije.

 

Killua lo miró otra vez por el rabillo del ojo un momento.

 

—Está todo bien.

 

—Ah…

 

—Sí.

 

—Y… no quisieras ¿contármelo?

 

Y Killua giró los ojos.

 

—Pero que pesadito eres. No hay nada de que hablar. —se quejó dando por terminada la conversación. El moreno se limitó a suspirar con pesadez.

 

Por la fecha, era eventualmente obvio que Killua estaba tras alguna sorpresa navideña. La cuestión es que ahí andaba, como mendigo sigiloso, y cuando le dijo que fueran de compras navideñas el albino le eructó en respuesta.

 

Y ahora salía con esto. Que tipo tan difícil.

 

Después al medio día Killua se escabullo creyendo que el moreno había salido al mercado, cuando en realidad estaba escondido detrás del matero que pasó por al lado. En cuanto Killua se había alejado alzó la cabeza, con su cabello en punto muy bien camuflado con las hojas de una planta, y observo la espalda del albino a la distancia.

 

Pero veamos... si aún así preguntándole a Killua no le daba al tema, es porque no podía, o bien no quería decírselo, y si no quería decírselo, era porque tenía que ver con él, y eso daba a que ¡Killua se estaba tomando en serio el esfuerzo de buscarle un regalo perfecto que nunca hubiera pensado que él le daría, para que así soltara sandeces de que vaya, no se lo esperaba, y se le subiría el ego, abriría el regalo más inesperado posible muriendo de felicidad por el detalle y antes de darse cuenta le abriría las piernas toda la noche!

 

Se mordió las uñas sonriendo, con un leve sonrojo.  

 

—Espero que valga la pena.—hablo para sí mismo con la mirada más ida que concentrada, sin notar a las personas detrás de él que lo miraban como si de un loco se tratara.

 

Primeramente estuvo durante varias calles siguiendo a una distancia considerable al albino. Observaba como este entraba y salía delas tiendas, miraba los estantes detenidamente con ojo crítico, hablaba con las dependientas por  minutos y sin embargo terminaba con las manos vacías y el semblante de nada que siempre llevaba. Gon esperaba desde alguna esquina moviendo el trasero. No cabía en su felicidad.

 

Lo vio entrar ahora a una tienda muy colorida, con la cabeza gacha lo observaba detrás del vidrío transparente. Killua conversaba con el que parecía el dueño del negocio, este asentía con la mano derecha en su mentón en gesto pensativo mientras el albino le explicaba algo que no alcanzaba a oír. Finalmente el hombre negó con la cabeza haciendo que Killua suspirara con decepción, sin embargo, abrió los ojos en sorpresa en cuanto el comerciante le extendió un folleto de color rosa, le dijo algo al albino y este asintió y se retiró.

 

Gon siguió la espalda de Killua quien mantenía la vista en el papel. Antes de darse cuenta, el colorido ambiente invadió su vista y la música ensordecedora navideña lo sobresaltaba. El parque central había sido tomado para el festival de navidad que montaba la ciudad cada año, los arboles fueron decorados con luces y listones rojos y verdes, muñecos de nieve cada tanto, renos de navidad y muchos san Nicolás y duendecillos por doquier, sin contar los negocios esparcidos por allí. Lo que más destacaba era la enorme pancarta con el escrito “Compre el regalo para su persona especial”.

 

Recordó la cena de navidad con amigos para esa tarde, Leorio, Kurapica Biscuit, entre otros conocidos asistirían. No faltaría el intercambio de regalos.

 

Vio como una duendecilla le bailaba graciosamente al albino pero rápidamente paraba y se alejaba al ver la mueca aterradora que le dedico el contrario. Gon sonrió nerviosamente, Killua en verdad se está esforzando.

 

Diablos, Gon Freecss no le daba muchas vueltas a las cosas, pero para él que conocía muy bien a su mejor amigo ex asesino, altanero, sabelotodo y sigiloso, le constaba que Killua estaba empuñando el orgullo para entrar ahí. Él era… tan inesperado a veces. Tenía unas sutiles formas de suprimir los gestos amables con formalidad, para pasar por debajo su consideración tan latiente con algo eventual y sin importancia, más por no saber como enfrentarlo que por vergüenza, y es que así era Killua, tan él, y se estaba encontrando tan ido de repente, hablaría todo el día de él.

 

Mierda, ¿A dónde se fue?

 

—¿Eh? ¡¿Dónde está?!—Movió su cabeza de un lado a otro peinando con la vista la zona en busca de la melena blanca de su amigo, pero no lo encontraba. Entro en pánico y se recrimino el hecho de haberse distraído y perder de vista al albino.

 

De un salto, bajo la mirada alarmadas de los transeúntes a su alrededor, llego a la rama de un árbol. Trepo hasta la cima y desde allí busco la imagen de su amigo, lo halló a lo lejos observando la vitrina de una tienda de animales de felpa.

 

De entre salto y salto por los techos de las tiendas le siguió la silueta, y cuando estuvo cerca se dio cuenta que Killua se hallaba en una zona sin muchas personas alrededor. Si lo seguía así, tarde o temprano Killua se daría cuenta de su presencia. Con rapidez e impaciencia miro alrededor, y fue cuando la tienda de disfraces capto su atención.

 

Era una  idea muy humillante pero así sería menos sospechoso, así que no lo pensó mucho. Bueno, él suponía que sería menos sospechoso. Ya se encontraba disfrazado de panda siguiendo al albino que ahora había ingresado a una tienda pesquera.

 

Algo de emoción se alojó en su pecho, no hace mucho le comentó al albino de que la cuerda de la caña de pescar estaba algo desgastada ¿Quizás eso sería…? ¡A nadie más que él le gustaban los artículos de pesca! Sonrió. Ahora era un oso panda con mejillas rojas.

 

—¡Un osito!—La voz infantil de una pequeña niña interrumpió sus pensamientos. Gon se encontró con una pecosa pelirroja que le sonreía mostrando los dientes mientras se aferraba con fuerza a su pierna izquierda.

 

—Eh h-hola –le sonrió. Alzó la vista, y divisó a Killua saliendo de la tienda y alejándose de su rango de visión. Intentó caminar, pero el agarre lo sujetó. –Ummh… ¿Podrías…?—trataba de zafarse del agarre de la chica, pero resulta que tenía una fuerza descomunal a pesar de que podría servir como pelota de fútbol. Trató entonces de soltarse midiendo su fuerza para no herirla, pero la niña se aferró peor. —¡Suéltame por favor! ¡Ahora no tengo tiempo para esto!

 

—¡Osito bonito!

 

Levantó la mirada, el albino ya iba cruzando la calle.

 

—¡Killua!—Llamó mientras corría sin importarle que el aludido lo escuchara. Gon llegó y terminó por perderlo de vita en mar de gente.

 

Se mordió el labio inferior frustrado mientras sus ojos examinaban la zona buscándolo, hasta que un grito femenino lo sobresaltó.

 

 —¡Mi hija! ¡Ha secuestrado a mi hija!

 

Gon como buen partidario de la justicia, giró la cabeza a todos lados buscando al causante de tal fechoría. Al ver que las personas hacían un circulo a su alrededor y lo miraban acusadoramente fue cuando se dio cuenta que la mujer lo apuntaba a él.

 

—¡Ese pedófilo disfrazado secuestró a mi niña!—Al bajar la vista se encontró a la pequeña niña sonriente, en todo momento se había mantenido aferrada a su pierna cuando él en su despiste perseguía a Killua—¡Policía! ¡Alguien! ¡MI hija está siendo secuestrada!

 

—¡N-No! ¡Se equivoca yo…!—Su rostro bajo la cabeza de panda mostró pánico al ver a los uniformados acercándose apresurados con miradas duras.

 

—¡¿Qué sucede aquí?!

 

—¡Él se llevó a mi hija! ¡Es un pervertido, degenerado!

 

Los murmullos le apuntaron.

 

–¡Oh! ¡Ahora los pervertidos hacen este tipo de cosas para arreglárselas! ¡Que sucio, es una fechoría!

 

—¡Les estoy diciendo que se equivocan!

 

—¡Diga eso en la comisaria!

 

—¡N-No!—Y como si fuera una granada lanzó a la niña pecosa hacia ellos, aprovechó el pánico de los policías tratando de atraparla para huir.

 

Después de varias cuadras se escondió en unos matorrales en un pequeño parque con fuente. Gon jadeó cuando vio que aquellos oficiales aún le seguían el rastro, no sabía si maldecirlos o admirarlos por ser tan testarudos por cumplir su deber. Quizá un poco de ambas.

 

—¿Qué hago ahora?—Se dijo así mismo sintiendo el calor que le producía ese disfraz de panda, suspiró con cansancio mientras pensaba en una forma de salir de esa y perseguirle la presencia a Killua, cuando entonces sintió una presencia detrás de él. Por instinto volteó en modo defensivo y grande fue su sorpresa al ver quién era el otro inquilino de ese arbusto.

 

—¡Oh! Que panda más tierno.

 

—¿¡Hisoka!?

 

—Encima con la voz del pequeño Gon—El payaso con sonrisa risueña se agacho al lado del panda ignorando –o disfrutando- como este mantenía la guardia alerta. –Si fueras un peluche, no dudaría en comprarte.

 

—¿¡Qué haces aquí!?

 

—Vamos, no te alteres. Estoy en medio de un asunto importante. —dijo sin borrar su astuta sonrisa, y bajo la sorpresa de Gon, elevó una cámara especial y tomó fotos. El moreno observó la dirección en donde el otro tomaba tantas fotografías, y vio a una mujer con cabello rosa sentada en una banca leyendo un grueso libro.

 

—Ella… ¿Es la integrante del Genei Ryodan?

 

—Sí, su nombre es Machi.

 

—¿Por qué haces… eso?

 

—Uno hace estas cosas sin dudar cuando se encuentra en mi situación.  —miró al otro y sonrió cerrando los ojos.

 

–¿Y no crees que te va a pillar?

 

–Tal vez. –y la verdad, le habían pagado para vender fotos de un miembro del Ryodan. Había escogido a Machi porque así podía exigir tomar copias de ellas. Y por supuesto, sería más intenso.

 

Gon miró al cielo con gesto pensativo.

 

–Ah… ya veo. Estás enamorado. Que cosa tan extraña, pero supongo que a cualquiera le puede pasar.

 

Hisoka no dejó de sonreír aún cuando sintió un escalofrío de excitación recorrerle. –Eres tan astuto, Gon.  

 

 

 

El desenfoque de Hisoka en algo más que él le dio la confianza suficiente para hablarle de su situación. Y es que le daba un poco de miedo quedarse ahí disfrazado sin decir nada. La explicación se le salió sola.

 

—Pero vaya ¿No has estado ni medio día y ya te persiguen los oficiales de la ley? No te esforzaste lo suficiente querido Gon, tienes cosas que aprender.  

 

—¿Y ahora qué hago? Ya casi es por la tarde, dentro de poco Killua llegará a la casa y no me encontrará, después llegarán todos, se preguntaran dónde estoy y seguramente me buscaran hasta hallarme en la comisaría porque me encontraron detrás de este estúpido matorral tan bajito ¡Arruinaré la navidad y ni si quiera sé que regalo me dará Killua!—lloriqueó sin poder sorberse los mocos por el disfraz, y lamentándose también, por sus estúpidas desgracias. Estaba depositando su desesperación en Hisoka, y dándole chance para hacer esos comentarios tan… que decía algo, pero sabía que igual hablaba de otra cosa.

 

Inesperadamente, él le tocó la frente al disfraz con un gesto juguetón.

 

—Eso policías no saben tu apariencia ¿Y si te quitas el disfraz, lo escondes y sales como una persona normal?—preguntó, y dejó un rastro de silencio.

 

—Para mí sigues siendo muy lindo aunque te sientas idiota, Gon, piensa en eso. Quizá podría comprarte un regalo sólo para que me siguieras.

 

Gon sintió nauseas.

 

.

 

.

 

.

 

.

 

—¡Gon! ¡¿Dónde rayos estabas?! ¡Tuve que buscar las porquerías yo solo!

 

–¿Porquerías? ¿Te refieres a la decoración?

 

–¡Esas mierdas, pues! –la quejumbrosa voz de Killua lo recibió en la entrada y solo pudo sonreír nervioso.

 

—Lo siento… Tuve algunos inconvenientes. —llevó la mano tras su nuca y sacó la lengua.  

 

—Cuento cinco y llevo cuatro para que vayas a la cocina y muevas todo lo que hay ahí a la mesa —amenazó Killua, apreciando el escalofrío que le produjo al moreno. Lo vio salir corriendo pasando por su lado.

 

Gon se detuvo de improviso al ver en la mesa una caja envuelta en fino papel verde oliva y con un listón grande, Killua si había conseguido el regalo. Su corazón dio un fuerte latido.

 

—Como andes fisgoneando vas a besar el suelo—advirtió el albino desde el salón. Gon sonrió, Killua se ponía un poco agresivo cuando se esforzaba mucho en algo.  

 

Killua termino de ordenar el árbol, más o menos decente. Para él decente quiere decir poner luces de colores y flores extravagantes que tapaban casi todo el árbol para no tener que poner más adornos, porque da mucha flojera. Gon hacia esas cosas y pues no estaba. Puso un calcetín rojo en la puerta, murmurando  que en cuanto alguien insinué que la decoración es pobre él lo tira todo y lo obliga a hacerlo a aquel mirón. Gon terminó de preparar la mesa al poco cuando empezaron a tocar la puerta.

 

—¡Gon, Killua! ¡Feliz navidad!—Leorio vestido de santa Claus abrazó a los nombrados quienes lo recibieron, uno amigable y el otro maldiciéndolo y llamándolo anciano ridículo.

 

—¡Kurapika! ¡Me alegra que pudieras venir!—gritó Gon al ver al nombrado sonriéndole y con bolsas de comestibles en el marco de la puerta.

 

—Tuve que sacarlo arrastras del trabajo—agregó Leorio, haciéndolo suspirar.

 

—Eso no fue tan así. Yo ya había advertido que me tardaría a pesar de la fecha —se encogió de hombros y se adentró al departamento directo a la cocina.

 

Las horas pasaron mientras charlaban amenamente, preparaban la cena, llegaban los demás invitados. Hasta que por fin llegó la hora del intercambio de regalos. A Gon le salía el corazón por la boca mientras observaba a los demás…

 

 —¿Una bufanda rosa?—interrogó Killua abriendo la bolsa aparentemente masculina que le había obsequiado Biscuit.

 

—¡Jojojo! ¡El rosa resalta tus ojos!—Se podía apreciar una venita palpitante en la frente del albino, sin embargo sonrió y le extendió una pequeña bolsa a la chica.

 

—También te traje algo que puede mejorar tu imagen—la rubia lo contempló con desconfianza, tomó el paquete y saco un pequeño recipiente blanco.

 

—¿Y esto?

 

—Crema para las arrugas.

 

Y lo siguiente que se escuchó fue el sonido estruendoso de golpes. Sí, ahora Killua se defendía.

 

A Gon sólo le importó que ese no era el regalo que cargaba perseverancia y esmero del albino. Sabía muy bien que era ese, el que miraba y se hacia que no le importaba cual abrir.

 

Ya cuando la rubia se retiró a pisotones y Killua se recuperaba se acercó a él, mordiéndose los labios. En un gesto tímido tomó con su mano  la manga de  la chaqueta del albino. Se le escapaba la felicidad y no sabía que hacer con ella.

 

—Killua…

 

—¿Gon? ¿Qué pasa?—observó entre curiosidad y sorpresa las mejillas rojas de Gon.

 

—Pues yo quería…

 

—¡Onii chan feliz navidad!—Alluka interrumpió la escena abrazando a su hermano con ternura.  El albino la abrazó de vuelta con una sonrisa mientras que Gon solo se limitó a mirar

 

—¡Es un pastel de chocolate, tu favorito! ¡Y lo hice yo para que fuera perfecto!—la expresión placentera de Killua mientras observaba la bolsa con el pastel le hizo brillar los ojos, y aun así, se contuvo de hincarle el diente para sonreírle a su hermanita.

 

—Mira, allá está tu regalo—y apuntó al árbol.

 

Un regalo, de verde. Objeto de arduo espionaje y muy esperado. Gon quedo de piedra mientras Alla corría iba hacia el paquete.

 

—¿Es este?

 

—Sip. Y valdrá la pena, lo busqué mucho tiempo ¿sabes?

 

Gon sintió estrellitas en su cabeza contemplaba a la chica brincar de alegría mientras abría el paquete y sacaba un extraño animal hibrido de peluche oso-rana. —¿Puedes creer que incluso a altas horas de la noche estuve buscando en…? No importa dónde. Ugh, esos asquerosos. —puso una mueca de asco ignorando el shock que producía sus palabras en Gon.

 

—Oniichan… eres increíble.

 

Alluka se le acercó, y Killua le acarició con ambas manos las mejillas, usando toda la ternura que guardaba para ella. 

 

Los hermanos siguieron con sus mimos sin notar como Gon se retiraba hecho un fantasma, murmurando disparates de un disfraz de panda y un payaso acosador, y con la mirada de los demás que lo observaban como si de un loco se tratara.

 

Y ahora sentado en la banca, con la cara hecha un tomate y queriendo que la tierra lo tragase, Gon se hallaba tomando resfriados gratis, en frente del departamento donde estaban todos. Suspiró y observo como su aliento parecía vapor por el frío, estaba nevando y el ambiente blanco le daba un toque precioso a las luces navideñas que adornaban la zona.

 

La verdad, era la primera vez que veía una nevada. Isla ballena era una zona cálida por lo que no había ese cambio de clima, no estaba acostumbrado al frío y sentía los dedos de sus manos entumecer, pero le gustaba, era algo que no vivía mucho. Pensó en todos sus sentimientos del día, y su tan indudable seguridad ante el tema. Escondió su cara enrojecida en sus manos frías.  No fue hasta que escucho a Killua que logró silenciar su mente.

 

—¿Qué haces aquí pequeño esquimal?—el albino asomó su expectante cara embedurnada en chocolate a un lado de Gon.

 

—Ah Killua ¿Qué haces aquí? ¿Y los demás?

 

—Comiendo, como deberías estarlo tú.

 

—El frío se siente bien.

 

—Que cosas haces. —se sentó a su lado en esa banca, y guardaron silencio por un momento, observando la nieve acumularse.

 

Gon sintió algo en el estómago. Dejó de lado un poco sus recuerdos tan vergonzosos y tomó en cuenta que Killua se estuvo comportando un poco distante con él por el tema del regalo. Con esa situación, estando tan solos de repente, se sintió como un chiquillo embobado teniendo la oportunidad de pasar un pequeño tiempo con el chico que le gusta.

 

Sus ingenuas y dulces ocurrencias le hicieron sonreír. No se le habría ocurrido que terminaría el día pensando en como tenía muchas ganas de disfrutar cosquilleos en el estómago y latidos de enamorado, pero no cualquier enamorado. Idiota enamorado, alto y sin escuchar a los demás.

 

Aunque no había nadie más ahí.

 

—Tengo algo para ti…—susurró Gon mientras del bolsillo de su pantalón sacaba una pequeña caja envuelta azul claro. El albino la recibió y con delicadeza la desenvolvió, mostrando en su interior un llavero con la forma de una gema azul oscura—Tú no te das cuenta, pero son iguales a tus ojos. Yo sí porque pues… ahm, no lo sé, reconocería ese color siempre. —dijo, sin avergonzarse.  

 

Killlua suspiró con evidente enfado y bochorno, sin embargo también saco un presente para el contrario, una bolsa pequeña dorada, y contempló la mirada de sorpresa del moreno.

 

—Es también llavero, pero para celular, dijiste que ese oso se parecía a Kon ¿no?

 

Gon parpadeó, recordando la vez en que estaban en el centro comercial y había visto estos adornos en el mostrador de una tiendo pero que no había comprado ya que no tenían tiempo en ese momento. Fue cuando le soltó ese comentario de que se parecían a Kon y mostraba un semblante nostálgico.

 

Él si conocía a Killua, ¿no? Y Killua hacia este tipo de cosas…

 

—Killua… –su rostro se inundó en amor.

 

Tomó la mano de Killua sin pensarlo y la llevó hasta su cara, frotándola en su caliente mejilla, cerca de su boba sonrisa de felicidad. El albino intentaba adelantar un poco el momento, aunque fuera ignorado.

 

–Ya…

 

–Te amo tanto.

 

–¡Sí, sí, ya sé!

 

–¡Feliz navidad!

 

—Feliz navidad… —respondió, y giró el rostro para no mirar a Gon a los ojos teniendo esas mejillas tan rojas. —regresemos o no quedarán migas —el menor asintió contento. Killua se levantó primero.

 

—Por cierto Gon…—el aludido miro la sonrisa astuta y los ojos entrecerrados azules—Te veías muy lindo vestido de panda… podrías ponértelo mañana en la noche—saco la lengua juguetón y se alejó silbando una melodía.

 

Gon se rascó la mejilla, sintiendo que la vergüenza derretiría la nieve.

 

Fin. 

Notas finales:

No olviden visitar mi página de facebook: Hermione719 y mi nuevo blog por si quieren más, Saludos!!


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