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Cabello áspero, manos fuertes. por Radioactive

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Notas del fanfic:

Buenas~

Este es el primer fanfic de Haikyuu que escribo. Antes no me había atrevido porque tenía miedo a que los personajes no conservaran su esencia o saliera algo muy simplón.

Espero haber logrado algo más o menos bueno con esto, y que les provoque algún tipo de feel.

Sí es así, me doy por bien servida.

Este one-shot fue escrito para el concurso de fanfic en el grupo Haikyuu Yaoi, deberían unirse. (?)

I

Oikawa no tiene problema en admitir que su egoísmo es capaz de arruinar muchas cosas buenas en su vida. Pero también le mueve a lograr algunas otras, y perseverar hasta el final.

El volley podía contarse dentro de esas.

Iwa-chan también.

Primero porque, ser un deportista de alto nivel le dio muchas satisfacciones al obtener la victoria como capitán de su equipo. Decir que triunfaron sobre unos y ser los mejores en la cancha. Las derrotas lo dejaban malparado por días, con el orgullo herido y la sensación de no haberlo hecho bien. Por lo mismo, sus deseos iban encaminados siempre a ganar. A alzar la cabeza sobre los demás y pensar: “MI equipo es mejor que el tuyo”.

Por otro lado, su mejor amigo, aquel que siempre estuvo a su lado en la cancha y en todo lo demás. Es probable que el amor siempre estuviera ahí, desde que eran niños y aún no conocían el significado del enamoramiento, sino más bien como un cariño tierno y fraternal. Más tarde se transformó en un deseo lujurioso y arrasador, cuando las hormonas hicieron lo suyo y obligaron al castaño a morderse los labios para no mirar de más en los vestidores. Con el tiempo ambas cosas se fusionaron y maduraron, dando como resultado un amor puro con momentos eróticos, propios de dos chicos entregados a la pasión pero también al romanticismo.

Tooru persistió hasta el final. Tuvo que declararse más de una vez, porque al principio su mejor amigo no le creía acerca de que sus sentimientos fuesen verdaderos, sino que más bien estaba siendo caprichoso y estaba confundido. También recurrió a la artimaña de ahuyentarle prospectos de novias o chicas que se acercaran a él, incluso sin esa intención. No había tantas chicas interesadas en Hajime como en él, pero ocasionalmente algunas se daban cuenta de lo confiable y masculino que podía ser, y eso le molestaba. Primero fue hostil y después encontró que era más fácil enamorarlas y después botarlas. A ese grado llegaba su egoísmo, que él a los diecisiete llamaba amor.

Necesitaba saber que sería el primero en la vida de Iwa-chan que le llenara de dulzura el pecho. Que deseara compartir su vida entera con él y con nadie más, porque de lo contrario no lo soportaría.

Tras andar detrás de él como un perrito, siendo más hostigante de lo normal, logró convencerlo. No tuvo que enamorarlo, porque resultó que al final el tonto de Iwa-chan también lo quería de esa forma, pero temía salir lastimado si entregaba todo de sí y de repente Oikawa ya no estuviera interesado. El moreno no quería ser otro más en su lista de ex’s.

Todo esto sucedió durante el último año en la preparatoria, y fue un gran alivio para el setter, porque ambos pensaban aplicar a departamentos distintos. Si ya no estaban juntos en las mismas clases, ni podían regresar todos los días a casa, entonces “vigilarlo” hubiese sido más extenuante. Al final las cosas resultaron bien y no se quejaba. Su mejor amigo, ahora novio, era una persona leal y aunque fuese tosco y poco expresivo, le dejaba entender de vez en cuando todo el amor que le tenía, por lo que confiaba plenamente en que nunca le traicionaría aunque tuviera mil oportunidades.

La relación fue algo estable y sin muchos tropiezos. Iwaizumi lo quería de verdad. Tal vez no podía sacar de él un lado romántico que lo llenara de detalles todos los días, pero si quisiera alguien así hubiera salido con otro. Amaba a su Iwa-chan tal y como era. Los besos fugaces, tomarse de las manos siempre y cuando no hubiese nadie en la calle, las noches de dormir juntos en la casa de alguno. Todo aquello que ya hacían antes de comenzar a salir pero ahora con un significado más íntimo, con besos y sexo incluidos.

Pasaron los años y Oikawa maduró en su forma de pensar. Aún era caprichoso, ruidoso e infantil pero comprendió que las cosas también tienen su ritmo, que si se dedicaba a forzar demasiado algo, podría romperse. No quería que eso pasara con su novio, ni con su carrera en el volley, que iba bastante bien. Aprendió a tener paciencia aunque siguieran sus deseos egoístas de trasfondo, pero logró un equilibrio que incluso Hajime le reconoció y elogió una vez.

Después de tres años en la universidad y de una vida tranquila, Oikawa pensaba que toda esa sensación de paz duraría para siempre. Al graduarse, Iwa-chan trabajaría en una empresa y podría verlo todos los días con traje, lo cual le volvía loco. Él continuaría en el volley y la carrera de veterinaria quedaría como reserva hasta el día en que su rodilla derecha no resistiera más.  Esos eran los planes perfectos, pero el chico que desea controlar todo, también debe que enfrentarse a las variables que son inesperadas y que no podrá contener por más que lo intente.

Iwaizumi accedió a asistir a una fiesta de su campus cuando normalmente no lo hacía. Y todo porque Tooru estaba en finales y no se verían en unos días. El castaño le insistió en que tenía que divertirse de vez en cuando como alguien de su edad, y no como un anciano que pasa sus noches armando un rompecabezas con un una figura de Godzilla de mil piezas.

Más tarde se arrepintió de ello.

En esa fiesta el moreno se reencontró con una vieja amiga, una de las cuantas que pretendía salir con él en el pasado, pero cayó en las redes de Oikawa. Estuvieron en contacto durante un par de semanas, y finalmente cuando el semestre concluyó, la invitó a una reunión grupal de su círculo de la universidad, principalmente para callar a sus confianzudos compañeros que siempre le insistían para que se consiguiera una novia. Ahí mismo, bajo las influencias del alcohol ella intentó besarlo y él le confesó que ya salía con alguien. Como ambos estaban medio borrachos, la chica logró sacarle quién era esa persona. Hajime cedió con renuencia a decirlo, pensando que como era una chica, no levantaría un prejuicio sobre su relación con otro hombre… quizás. Terminó contando su historia con una sonrisa. Pero ella no estaba muy a gusto.

Iwaizumi notó su incomodidad y se disculpó. Pero vio como negaba y le decía que no se debía a su orientación sexual o que le estuviera juzgando, sino que más bien con eso comprendía todas las acciones del setter en el pasado. La historia que le narró lo dejó en shock, aunque no se le notara en el rostro.

De esa forma se enteró como su actual novio consiguió lo que quería. Que no sólo fue la que le acompañaba en ese momento, sino que, confirmadas, hubieron otras dos chicas que pasaron por lo mismo, y a saber si fueron las únicas. La muchacha no se censuró en dar detalles, la mayoría crueles acerca de cómo el castaño rompió con ella después de que la vio lo suficientemente enamorada como para no querer acercarse a él nunca más.

Iwaizumi salió del local con la mente despejada del embotamiento que causa el alcohol. O eso creía él. Porque no dejaba de pensar en todas aquellas palabras rondando su cabeza y haciéndolo rabiar. No le importó para nada que fuera la una de la madrugada al llegar al departamento de su novio, abrir con la copia de la llave y despertarlo violentamente.

Ni siquiera esperó a que el castaño estuviera bien despierto sino que, de inmediato comenzó a cuestionarle. Le exigió explicaciones, esperando en el fondo de su corazón que aquello fuera mentira. No fue consciente que estaba escupiendo insultos en la cara del otro, de que tenía el rostro muy rojo y el volumen de su voz podía despertar con facilidad a los vecinos. Casi nunca podía vérsele así, Tooru lo sabía, y por eso no mintió.

No tuvo más remedio que confesar de cabo a rabo los acontecimientos y lo que pasaba por su mente entonces. Realmente estaba arrepentido de eso, se decía a sí mismo cuando lo recordaba, que fueron cosas que no volvería a hacer y que su inmadurez y codicia lo convirtió en alguien estúpido. Le pidió perdón a Iwa-chan con la cabeza baja y los ojos acuosos, pero no se permitió llorar porque sabía que el moreno continuamente cedía (con su habitual tosquedad) a sus lágrimas. No trataba de conmoverlo, al contrario, aceptaría sus regaños y todo lo que tuviera que decirle. Y entonces aguardaría pacientemente a que el enojo pasara y pudiera perdonarlo.  

Pero Hajime no estaba en la misma sintonía. Siempre creyó que su mejor amigo y novio podía ser muy infantil en algunas cosas, y que eso lo llevaba a tomar decisiones erróneas, pero lo justificaba con que también tenía virtudes, y que fuese como fuese, lo amaba. Sin embargo, esto lo sobrepasaba. Cambiaba su opinión de él, porque nunca le conoció un acto tan ruin como herir a ese grado a nadie, y no sólo fue una, sino tres mínimo, porque todavía no sabía cuántas en realidad lastimó por puro egoísmo. Y no quería preguntarlo.

Por supuesto que la palabra ‘egoísta’ salió una y otra vez mientras lo regañaba con sus habituales insultos, pero dichos con una intención verdadera de herirlo.

Tooru por su lado, podía escuchar como su corazón latía cada vez más fuerte y la cara se le iba llenando de sangre, enrojeciendo sus mejillas, frente y orejas. Tenía un mal presentimiento.

Y se cumplió cuando el moreno le dijo: “Terminamos”, con una expresión fría, casi con desprecio.

No pudo contener más las lágrimas ni los sollozos. Le miró con la esperanza de haber escuchado mal, pero cuando el otro se acercó para entregarle la llave, evitando más contacto del necesario, supo que no estaba alucinando. Que realmente el amor de su vida estaba mandándolo al diablo junto con todo lo que representaba.

II

Pasaron los días y se cumplió una semana de aquello.

Oikawa siendo no sólo el Gran Rey (como le apodó el enano alguna vez) en la cancha, sino también del drama, no hizo más que aislarse. Después de todo, eran vacaciones ya, no tenía motivos para salir al mundo y fingir que estaba bien.

Su llanto cedía por ratos y luego volvía para dejarle un aspecto más lamentable del que ya tenía. Faltó a los entrenamientos del club, que aunque ya estuvieran de vacaciones, continuaban por dos semanas más. Su nariz tapada y su voz quebrada en el teléfono le                                                                                           confirmaron al entrenador que realmente estaba enfermo, y le dijo que debía reponer ese tiempo al inicio del próximo semestre.

El castaño no se apareció allí y en ningún lado. Nunca se había sentido tan desgraciado. Nunca, ni cuando perdía un partido, ni cuando reprobaba un examen importantísimo por concentrarse demasiado en el volley.

No respondió a las llamadas de su celular y descuidó sus redes sociales, lo cual era sumamente extraño incluso cuando tenía muchos deberes.

Y eso fue principalmente debido a un acontecimiento que sucedió al tercer día de la ruptura, en el que decidió contestar las llamadas de Mattsun y Makki, pensando que sería un alivio tenerlos como soporte, incluso si ello significaba que también lo regañarían un poco, le harían su clásico bullying y finalmente podría llorar y quejarse, para que ellos le palmearan la espalda y le acompañaran viendo películas o algo.

Pero eso tampoco sucedió como esperaba. El contacto de Mattsun apareció en su teléfono y habló con él. Su amigo le preguntó qué había sucedido, aunque a esas alturas ya lo supiera, y le dijo que iría a su departamento, y le llevaría algo de comer y sake de su abuelo. Makki se escuchaba de fondo y el castaño oyó como le quitaba el teléfono. Entonces creyó que comenzaría a molestarle y después le confortaría. Pero su estómago dio un retortijón cuando, con una seriedad impropia de su amigo, se soltó a regañarle. El de cabello rosado estaba enojado con él y se puso del lado de Iwa-chan, apoyando su postura. La palabra ‘egoísta’ también salió de su boca. Mattsun recuperó su teléfono y se disculpó. Le dijo que estaría en su casa pronto. Oikawa lloraba silenciosamente mientras que antes de colgar, distinguió a través del auricular, la discusión que sus amigos empezaron a tener.

El moreno nunca llegó. No se apareció en su departamento como aseguró que lo haría y lo entendió a la perfección, aunque eso no significaba que no le hubiese dolido.

Matsukawa comenzó a salir con Hanamaki más o menos un año después de que Iwa-chan y él se convirtieran en pareja. El cuarteto seguía frecuentándose y las citas dobles se volvieron algo común, aunque no diferían demasiado de las reuniones habituales en preparatoria.

Era natural que Mattsun apoyase a su novio, al menos él aún tenía una relación que proteger.

Por eso no les respondió más las llamadas y tampoco quería enterarse de la feliz vida que estaban teniendo sus contactos en las redes sociales, disfrutando de sus días libres y de sus parejas o amigos.

Con el celular sin batería, y la laptop únicamente funcionando para que él pudiera ver películas tristes y hundirse más en su miseria, se dio cuenta que la olía mal, sólo cuando su tonto aparato se puso lento de tanto usarlo. Así que lo dejó estar mientras se cargaba y se levantó arrastrando los pies. Se dio un baño y medio puso la casa en orden, aunque se tardó todo el día en ello porque su ánimo no daba para más.

Salió a la tienda de conveniencia en su pijama ridícula de aliens que brillan en la oscuridad, pretendiendo comprar más cosas para sobrevivir una semana. El dinero que le enviaban sus padres le alcanzaba perfectamente para subsistir y además para pequeños lujos como salidas y regalos para su ahora ex novio, en fechas importantes. Nunca tuvo necesidad de trabajar, a diferencia de Iwaizumi que algunas vacaciones tenía que tomar empleos de medio tiempo, a veces incluso en medio del semestre.

Se reprendió a sí mismo por dejarse llevar y pensar en él cuando se suponía que sólo tenía que concentrarse en poner un pie delante del otro. No podía evitar lucir patético pero eso ya no le importaba, sólo quería que toda esa mezcla de frustración, arrepentimiento y dolor se fuera. ¿Un respiro era mucho pedir?

Por estar cabizbajo y perdido en sus recuerdos no se dio cuenta que al entrar al establecimiento unos ojos oliva lo siguieron con intensidad. Tooru quizá debió mirar al empleado que en ese momento recogía unas cajas cerca de él y le cedió el paso para que pudiera acceder a uno de los pasillos; pero no le pareció importante, porque el trato con otros humanos no era algo que estuviera en sus prioridades en ese momento. Debió hacerlo porque, así pudo haber escapado antes y no encontrarse con la sorpresa de que el mismo empleado iba a atenderle en la caja y no era otro que el motivo de sus tristezas.

Iwaizumi le miraba como si nada extraordinario estuviera pasando, vestido de bata azul oscuro con el logo bordado de la tienda. El castaño también tuvo que fingir que nada sucedía, aunque a él le costó mucho más trabajo.

A punto de pagar, una mano intercedió por él para detenerlo, mientras ponía más cosas sobre la caja, para que las cobraran en una misma cuenta y se acumularan los puntos a la tarjeta de Oikawa, de esas que la misma tienda te da para que los juntes y después los gastes. Mattsun miró a sus dos amigos con esa expresión de que ninguna ansiedad en el mundo la perturbaría. El cuerpo a su lado temblaba y mantenía la vista baja, el del otro lado del mostrador estaba rígido y con la mandíbula apretada.  Pagó la cantidad exacta y tomó todas las bolsas, llevándose a Tooru, que poco le faltaba para derrumbarse.

Cuando llegaron al departamento, el moreno se dedicó a prepararle una comida sustanciosa mientras el otro se acostó en su sillón heredado, mirando a la nada. Las lágrimas corrían, pero sólo fueron unas pocas. Quizá ya se había acabado su reserva de toda la vida, con lo llorón que era de niño y también de grande.

No podía dejar de pensar en él.

Se preguntó por qué Iwa-chan le torturaba de esa forma. Por qué tenía que trabajar justo en la tienda que queda más cerca de su departamento cuando se hace más de media hora a su casa. Por qué le miró con esa expresión de querer decirle algo pero no lo hizo. Por qué tenía que aparecerse enfrente cuando pretendía olvidarse de él y tratar de asumir que no lo recuperaría, ni como novio ni como amigo. Porque no creía que quisiera acercarse a él de nuevo cuando aquella vez le dijo “Realmente eres una basura egoísta ¿no?” Recordar eso le causó un espasmo y le tiró todas las frágiles esperanzas que surgieron del reciente encuentro.  

La voz de su amigo le llamó para que fuese a sentarse. No le preguntó nada ni se levantó ninguna charla banal mientras comían. Oikawa tardó tanto en terminarse su comida que ya estaba fría cuando lo hizo. El alcohol vino después.

Sólo ellos cuatro sabían que Mattsun se volvía hablador cuando bebía. Comenzaron a hacerlo juntos apenas un año atrás, aunque todavía no estuvieran en edad legal. Takahiro y Hajime toleraban bastante bien el sake pero Issei se volvía risueño y comenzaba a contar historias, Tooru por su parte se reía también y luego caía dormido.

Matsukawa le contó al castaño como Makki y él discutían cada vez que se veían y al final no importaba si trataba de complacerlo o no. Así que decidió que la amistad también era importante y ya después se encargaría de ser perdonado. No podía dejar que él solo cargara con sus penas y se disculpó por no ir a acompañarle antes. El setter sonrió y se acercó para abrazarlo, aunque mareado y temblando por el cumulo de emociones, terminó recargado en el pecho ajeno medio adormilado antes de poder agradecerle.

Al más alto se le removió algo en lo profundo de su memoria. Se pasó quién sabe cuánto tiempo peinando el cabello de su amigo con los dedos. Algo que solo había hecho con su novio en la intimidad de una puerta cerrada. Cuando la temperatura bajó, hizo contorsionismo para levantar al castaño y llevarlo a su cama. El otro no cooperó mucho en mover los pies pero llegaron y lo dejó caer con suavidad. Mattsun no pudo levantarse para quitarle las pantuflas porque los puños ajenos se aferraban a las mangas de su chaqueta.

Y no pudo contener más ese impulso que llevaba guardado bajo llave desde hace mucho.

Besó a Oikawa mientras se ponía más cómodo encima de él. Abriéndole los labios y probando el sabor amargo del sake en su boca. El castaño reaccionó a ello por inercia y despertó cuando comenzó a faltarle el aliento. Aun así su amigo no le dio tregua.

Ebrios y rechazados por sus parejas, encontraron consuelo en los brazos de otro. Issei no dejó que la culpa le bloquerara de hacer lo que había deseado por mucho tiempo y Tooru no creía que unos besos hicieran mal para olvidar. Sus razonamientos no cabían mucho en la lógica pero qué más daba. En la mañana podrían echarle la culpa al alcohol y fingirían que nada pasó.

Sobre todo cuando los besos pasaron a ser más cadenciosos, al igual que el movimiento de sus caderas. La habitación se llenó del sonido de sus jadeos y de un ambiente caliente que los puso a sudar. Mattsun mordió la clavícula de su amigo y le recorrió el torso con sus dedos, bajando por su pantalón pijama y volviendo a su cabello. Tooru estaba tan mareado de atenciones que se dejó hacer incluso cuando su erección fue liberada. Sin ninguna vergüenza le devolvió las caricias y los besos, le tocó para complacerlo, como un tributo por su bondad.

Oikawa pudo notar en medio de la lujuria que Matsukawa tenía el cabello áspero y grueso como el de Iwa-chan. Sus manos eran más grandes también pero ejercían una fuerza similar sobre sus caderas o sus muslos.

Aquella rudeza le encantaba y le aceleraba el corazón. Despejado de su ropa sintió esa mirada potente, que contenía tanta libido que arrasaría con medio Japón si la dejaba desbordarse. Gimió sobre los labios ajenos al sentir que su miembro era masturbado mientras un par de dedos intentaban colarse de apoco entre sus glúteos. Cerró los ojos y permitió que la intrusión fuera creciendo dentro de él, dejándose invadir también el estremecimiento creciendo en su columna, que evocaba la piel erizada y las mejillas enrojecidas. No apartó los labios que parecían querer devorarlo completo y no le importó recibir toda la virilidad de su compañero después de unos minutos, ni susurrar su nombre una y mil veces hasta que las embestidas lo sacudieron por completo.

Se aferró a aquel cabello negro y corto, y a aquellas falanges que presionaban su piel caliente, marcándola y  reclamándola como suya, incluso si era solo por una noche. Tooru nunca se había corrido con nadie invadiéndolo aparte de Iwa-chan y Mattsun nunca había gemido sobre unos labios diferentes a los de Hanamaki.

Satisfechos se rindieron al sueño que vino después del orgasmo.

Ninguno sentía deseos de llorar, de lamentarse, de pensar en los hubiera o en los arrepentimientos.

 

III

A la una de la tarde del día siguiente, los amigos miraban un programa tipo documental de casas embrujadas. Les dolía la cabeza y la deshidratación se alivió un poco cuando comieron de la sopa que preparó un día antes el moreno.

No dijeron nada al despertarse desnudos en la misma cama. Cada uno pensó en ello a su manera y lo dejaron estar.

La llamada que entró al celular de Mattsun fue de su, todavía novio, para disculparse. No quería que algo así los separara y que tampoco los alejara de Oikawa. Asumió que fue un imbécil al pretender que eligiera para apoyar a sólo uno. También le dio las buenas nuevas, y es que Iwaizumi estaba con él en ese momento. Conversaron de lo ocurrido y Hajime confesó que extrañaba demasiado a Tooru, que se enojó bastante pero después pudo comprender sus motivos y admitió que el alcohol lo hizo maximizar las cosas hasta creerlas imperdonables. También que la noche anterior comprendió que no quería alejarse nunca más del idiota que amaba, y que tampoco aceptaba que otro lo protegiera y lo arrastrara lejos de su lado. De fondo Iwaizumi rezongaba diciendo que él no dijo esas cosas exactamente, y Makki rió, regañándolo por ser un estúpido también.  

Oikawa escuchó todo eso porque su amigo activó el altavoz para él.

El castaño tenía la clase de expresión que pone un perro cuando comprende que un humano va a llevarlo a casa para darle cobijo de la lluvia y el frío. Matsukawa se sintió tan conmovido por esa carita ojerosa, con labios partidos y enmarcada por cabello revuelto, pero aun así preciosa, que concertó con su novio llevarlo al día siguiente al departamento que ambos compartían desde hace unos meses, para que pudiesen hablar y arreglar todo ese drama.

Las risas vinieron después, las burlas y la despedida.

Nadie sabía que Mattsun también era egoísta. Antes de corresponder a los sentimientos de Hanamaki, estuvo enamorado de Oikawa durante casi toda su estancia en Aoba Johsai. Y ahora mismo había tenido una oportunidad de tocarlo, besarlo y probar el tacto piel con piel. Nunca más volvería a pasar, estaba seguro de ello, pero guardaría esa experiencia bajo llave, al igual que lo hizo con sus sentimientos enterrados que dejó florecer la noche anterior. Se aprovechó de la debilidad de su amigo y lo sabía, supo sacar partido de algo tan cruel y ahora mismo tenía planeado hacerlo un poco más.

Quería abrazar por última vez a Tooru, antes de que volviera a estar en los brazos de Iwaizumi, y de nuevo se volviera inalcanzable. Así lo hizo cuando el más bajo no podía contenerse de la felicidad que lo embargaba. Tan simple y tan tonto, olvidando todo el sufrimiento por un par de palabras bonitas que ni siquiera salieron directamente de la boca que amaba. Pero no importaba, Issei prefería verlo feliz, siendo querido y correspondido.

Solo unas horas más, y todo regresaría a su cauce. Uno que, alterado por los acontecimientos, le permitió tener lo que añoró durante tantos años, y que ahora podría dejar ir para siempre. 

Notas finales:

Muchas gracias si llegaste hasta aquí. 

Perdoname mi amado IwaOi, mi bello MatsuHana. El MatsuOi es uno de mis placeres culposos y no podía perder la oportunidad de explotarlo en un fanfic. 

Espero que te haya gustado. Todo comentario es bienvenido. <3 

Nos leemos en esta vida o en la otra. ~


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