Capítulo II
Naruto Uzumaki era un abogado de veintiocho años, sobresaliente no solo en su carrera universitaria, sino también en el ámbito laboral como en su vida personal. Siendo uno de los mejores graduados de su generación, conoció a Itachi cuando éste apenas iniciaba la carrera. Y a pesar de que dos años de edad los diferenciaba y separaba, eso no les impidió el comenzar con una amistad.
Sin embargo con el transcurso de los años, el rubio empezó a sentir cierta atracción por el azabache a pesar de conocer el historial de mujeres que éste llevaba continuamente a su departamento y a su cama. Dejando en claro su notable y muy activa vida sexual y el hecho de que Itachi Uchiha, definitivamente no era homosexual.
Pero su relación de amistad dio un brusco cambio cuando en una noche de copas, el alcohol inundó sus organismos y entorpeció su cordura y consciencia, provocando que aquella simple salida terminara en el departamento del rubio, con éste mordiendo una almohada y el azabache entre sus piernas, aferrado a sus caderas e invadiendo su cuerpo una y otra vez hasta el cansancio.
Al día siguiente, tras despertar con un dolor en la parte baja de la espalda y un intenso ardor en su entrada, Naruto se preparó mentalmente para perder no solo la amistad de su amigo sino también todo contacto con este. Pero para su sorpresa Itachi no solo no se arrepentía de lo ocurrido, sino que le sonreía como si nada hubiera sucedido entre ellos.
—¿No estás molesto? ¿O asqueado?
Fue lo primero que se le ocurrió preguntar con un molesto nudo en la garganta.
—Por supuesto que no. ¿Por qué debería?
—Porque tuvimos sexo.
—¿Y?
—Tú no eres gay, Itachi.
—Y tienes razón, no lo soy. —recalcó el azabache con sus orbes fijos sobre los azules antes de recorrer con la mirada cada facción del trigueño rostro y progresivamente cada parte de su cuerpo, sintiendo un ligero cosquilleo en las palmas de sus manos al evocar la suavidad de aquella piel. —Pero esto fue diferente. Contigo lo fue.
Luego de aquella conversación, ambos tomaron la muda decisión de fingir que nada de esa noche había sucedido. Y funcionó por un tiempo, antes de que el deseo hiciera mella en ellos y los obligara nuevamente a unir sus cuerpos. Desde entonces, eran pareja. Llevaban dos años de relación y el rubio podía asegurar que no podía ser más feliz.
Estaba enamorado y era correspondido. Su novio no sólo era atractivo e inteligente, sino también protector, fiel y muy apasionado. Y a pesar de ser él, el mayor de la relación, se sentía protegido en compañía del menor. Tanto que cuando éste le pidió matrimonio mientras cenaban en un lujoso restaurante, no pudo negarse.
¿Cómo negarse a la idea de formalizar su relación y compartir el resto de su vida con la persona que amaba y le era fiel?
Pero para ignorancia del rubio su relación o mejor dicho, su pareja, no era tan perfecta como se hacía ver.
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"El amor es capaz de cambiar a las personas"
Absurdo.
Ése era el pensamiento de Itachi Uchiha con respecto al amor. Aquel sentimiento que todos idolatraban y vanagloriaban, no era más que una simple y burda falacia. Él había conocido el amor y sorpresivamente en su mejor amigo, un hombre.
Y a pesar de rechazar la idea de ser homosexual, nada impedía el albergar sentimientos de afecto hacia aquel rubio de brillante sonrisa. Sin embargo, su sentir no había cambiado en lo más mínimo su forma de ser. Porque aunque disfrutaba de la pasión de aquel ojiazul que decía amarle, para él no era suficiente. Por lo que continuamente se veía tentado por otros cuerpos.
Cuerpos femeninos, delicados y suaves al simple roce de las yemas de sus dedos. Mismos que lo invitaban a pecar, a seducir y a dejarse llevar por el deseo de unir sus cuerpos en una vorágine de deseo y pasión. Y a pesar de sus continuos engaños e infidelidad, estaba dispuesto a casarse con Naruto. A tener una vida juntos, pero sin dejar sus deseos de lado. Deseos que obviamente el mayor desconocía.
Aunque para él, no tenía gran importancia. Ya que no lo consideraba una falta excesiva por el hecho de estar con mujeres. ¿Acaso el rubio no le dolería más el hecho de que él tuviera sexo con otros hombres? Sabía que sí. Aunque la simple idea de intimar con otro hombre aparte del mayor le asqueaba. Por lo que prefería a una mujer. Con ellas, el engaño no era tan imperdonable. ¿Verdad?