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Campamento bestial por Marcyn

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Notas del fanfic:

Bueno los personajes no son hechos por mí, en su totalidad pertenecen a otra persona. A un señor japonés bien chido... si no fuera por mi flojera les diría quien, pero bueno si les interesa mucho saberlo busquenlo.

Notas del capitulo:

Bueno tengo que advertirles que por lo general soy muy mala escritora. Es decir tengo problemas para finalizar mis historias, pero bueno con esta espero encontrar mi camino del bien :D ya que la tengo avanzada y creo que ya sé como terminará. Quiero que sea corta si mucho tres capítulos para que no me pase lo que con las otras. Espero les guste, si se animan a leer espero les divierta tanto como a mí escribirla.


No soy buena escribiendo lemon, de hecho es muy poco probable que tenga. Lo puse por qué situaciones sexuales si va a tener... sino para qué hacerlo en omegaverse. Esa es otra cosa según tengo entendido el omegaverse lo puedes manejar de distintas formas, no tiene que ser extricamente de una forma y es lo que estoy haciendo.


Sin más perdón por tirar tanto rollo, pasen, lean y si quieren dejar un comentario no estaría mal. Tengo una parte ya hecha del otro cap. pero igual se aceptan sugerencias. Perdonen mis faltas de ortografía.

Se sentía muy extraño, la sola idea de salir de su casa por tanto tiempo le revolvía el estómago brutalmente. Ahí estaba él, el pequeño kuroko tratando de alistar todas sus cosas para el campamento al que su madre le había obligado a ir. No llevaría mucho solo ropa y sus menesteres de higiene personal. Suspiró viéndose en el espejo, en verdad no era tan malo para socializar solo que no se sentía cómodo estando con tantas personas. Pero siendo sincero con el mismo prefería ir mil veces al campamento que escuchar el monologo de su madre, donde siempre recalcaba la idea de que ya le urgía ser abuela. A pesar de ser un Omega no se sentía muy motivado con el tema de que un montón de chiquillos salieran de su cuerpo, ni siquiera había pasado por su primer celo así que ¿qué sabría él de esos temas?

Kuroko tenía la leve sospecha de que su madre lo mandaba al campamento para que en su primer celo tuviera un alfa cerca que lo reclamara y así poder ser feliz. Se sentía mal por pensar de esa manera de su progenitora pero ya le había pasado antes. Un día cuando tenía trece años le dio fiebre, su mamá pensando que sería su primer síntoma de apareamiento lo llevó a una piscina pública para que conociera “un muchachón” como ella decía. Lo único que consiguió fue que su hijo se desmayara por deshidratación. Teniendo eso en mente el ahora Kuroko de  dieciséis años, tomó un gas lacrimógeno y lo echo en su maleta, así estaría más seguro por si alguien intentaba propasarse con él.

Una vez más se paró frente al espejo. El uniforme del campamento consistía en una pantalonera color gris con dos rayas negras a los costados de las piernas y una playera polo negra que atrás traía bordado un símbolo parecido a un tridente con diferentes bestias en sus costados. Kuroko alcanzó a distinguir un lobo, un águila, un bisonte, un lobo, una cabra y un caballo. Estaba seguro que eran más animales de los que él a simple viste había notado. Acompañó el conjunto con tenis blancos. Después de un rato de estarse viendo en el espejo escuchó el grito de su madre, así que sin mucho optimismo tomó su mochila y su maleta.

En el camión.

-El dichoso campamento es muy considerado- pensó Kuroko mientras subía al camión escolar que tenía el mismo escudo que el de la polo que portaba.

Dentro del automóvil se encontraban varios muchachos, para su desgracia la mayoría de esos chicos parecían ser menores que él. En su cabeza agradeció ser traga años, ya que por su escaza estatura algunas personas pensaban que apenas tenía catorce. Inspeccionó un poco a los chicos, en el primer asiento del lado derecho se encontraba un tipo pelirrojo que parecía mirar muy concentrado la ventana mientras escuchaba música en su reproductor a su lado estaba sentado un pequeño castaño que ordenaba muy entusiasmado su mochila, llamó la atención de Kuroko que los uniformes que traían ellos eran diferentes.  El uniforme consistía en unos shorts grises, calcetas altas negras y la misma polo que el traía pero acompañada de un pañuelo gris en el cuello. Supuso que esa era la otra ropa que su mamá le empacó sin dejarlo ver, porque ni loco se pondría esa indumentaria.  

Dos asientos más atrás pero del lado izquierdo visualizo a un jovencito peliverde, él si parecía mayor, éste traía su mismo uniforme. Venía acompañado de un sonriente azabache que parecía menor, él traía puesto el atuendo del short. Hasta el fondo del camión venían sentados los brabucones del barrio Haizaki y Hanamiya, quienes también tenían puesta la pantalonera. Otros cuantos asientos estaban ocupados por ocho niñas que parecían tener entre seis y nueve años. No les dio mucha importancia así que solo buscó un lugar desocupado donde poder sentarse, al encontrarlo subió su maleta al portaequipajes que va arriba del sillón y se acomodó en el asiento pegado a la ventana.

El camión avanzó por la ciudad recogiendo más gente en su mayoría niños y niñas. Después de un recorrido el autobús paró frente a una casa que Kuroko conocía. De la residencia salió un chico rubio despampanante con el uniforme de short sosteniendo a una pequeña rubia de cinco años que vestía igual a él. Ambos subieron rápido al autobús. El rubio de inmediato reconoció a Kuroko, emocionado fue a subir el equipaje y se sentó a un lado suyo acomodando a su hermanita en sus piernas.

-¡Kurokochi!

-¡Kurokochi!

- Hola a ambos- el peliceleste levantó la mano.

- Mooo, ¿Por qué ya no has ido a jugar con mi ni-chan?- preguntaba la pequeña haciendo un puchero.

- Es que no había tiempo Rei, con la escuela vienen muchas obligaciones. ¿Tú cómo vas en el jardín de niños? ¿Ya tienes novio?- sabía que con eso haría enojar a su viejo amigo.

- Todavía no, pero hay un niño que me gus…- Ryota le tapó la boca a su hermana mientras la veía con cara de espanto.

-¡Sobre mi cadáver me oíste! ¡No voy a dejar que te consigas novio antes que yo!- después de reflexionarlo un momento agregó.- No, nunca, never, jamás de los jamaces te dejaré tener novio.

Los Kise discutieron todo el camino sobre la misma cuestión, cosa que Kuroko disfrutó un montón. Ver a esos dos hacer pucheros y al borde del llanto por una tontería así era un estimulante para el peliceleste. En menos de lo que pensó llegaron a lo que parecía ser su campamento. Los dormitorios y grupos estaban seccionados. Los niños menores de diez años dormirían en las cabañas que estaban más próximas a la puerta, del lado derecho los niños y del izquierdo las niñas. Los chicos entre once y dieciocho años dormirían en las cabañas que estaban alrededor del lago, de la misma forma las mujeres dormirían de un lado y los hombres del otro.

El camión se estacionó primero en la parte donde se tendrían que reunir los niños. Ryota se reusaba a dejar a su pequeña Rei sola así que bajó con ella y le explicó al chofer que luego pediría indicaciones para llegar a donde él debería ir. Kuroko le prometió que si tenía opción lo elegiría como compañero de cabaña.

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En la parte del campamento donde se encontraban los dormitorios de las niñas se encontraban dos chicos repartiendo panfletos a los acompañantes de las infantes para agilizar el registro. Si alguna niña no venía acompañada de un mayor era su responsabilidad ayudarles a llenar el registro. Para consuelo de los mayores el mayor número venía acompañado, así que solo llenaron muy pocos registros. Ambos chicos eran altos, uno de piel morena y cabello azul metálico a la par que sus ojos. El otro tenía la piel un poco tostada y su cabello al igual que sus ojos era de un tono rojo bastante oscuro. Llevaban puesto el uniforme de pantalonera.

-Mierda, odio estar aquí- dijo uno de los chicos con pereza mientras se recargaba sobre una de las mesas del registro.

- Cállate Aomine ¿Qué no ves que la mayoría de por acá son menores?

- Ese es el problema apenas y escucho mis pensamientos con tanta mocosa gritona.

- Tssk, entonces explícame porque te ofreciste de voluntario para ayudar a las nuevas reclutas del campamento.

- Porque pensé que me mandarían con las chicas más maduras, ya sabes quería ir a ver qué tal están esas nenorras –una sonrisa sucia se dibujó en el rostro del moreno.

- Con esa cara de enfermo que te cargas es imposible que los encargados de por aquí te dieran una misión  así.

-¡OOOOYE! Bakagami no me digas que a ti si te gusta todo este rollo del chico explorador.

- ¡Sí! No tiene nada de malo querer ser un guía para los menores, ser un buen ejemplo para ellos me llena de entusiasmo. No como tú que eres el vivo retrato de la soberbia, la pereza y el egoísmo.

- ¡Discúlpeme señor perfecto! Te recuerdo que tú tienes grandes problemas de ira.

- ¡Yo no tengo ningún maldito problema de ira!- tomó al peliazul del cuello de su playera.

- A mí me parece que sí- lo tomó de las muñecas para que no intensificara su agarré.

Mientras seguían gritándose el chico Moreno notó la espalda de lo que parecía ser una jovencita rubia de cabello corto, estaba acompañada de una pequeña niña que tenía el cabello del mismo color. Aomine de inmediato se entusiasmó y aunque su amigo lo tenía sujeto por el cuello mientras le gritaba un montón de maldiciones solo le importaba aquella joven. Como pudo le dio a entender a Kagami que estaba ya era suficiente solo por está le dejaría ganar la discusión. Seguir observando las piernas de ese bombón lo ameritaba.

-Mira Bakagami- señaló a la chica.- Ella será mi futura esposa.

- Tú sí que eres retorcido- Kagami se cruzó de brazos.-Ni siquiera le has visto la cara que tal que si está tuerta.

- Existen los parches- contestó de inmediato el peliazul.

- Si no tiene dientes.

- Le compraré una prótesis dental.

- Y si es plana- Kagami sonrió perversamente ya que sabía que a su amigo le encaban los pechos pero no operados. En varias ocasiones el moreno le remarcó que estos tenían que ser obra de la naturaleza para que tuvieran valor.

-…- el moreno se quedó sin palabras.- Mierda.

- Porque no vas y le hablas para quitarnos la maldita duda de cómo es por delante.

- No sé qué decirle- desvió la mirada hacía unos arbustos.

- Anda ve y dale uno de estos- el pelirrojo le extendió uno de los panfletos.

Aomine con mucho esfuerzo comenzó a caminar hacía la rubia, por una extraña razón se sentía muy tenso lo que si era raro ya que él no era un novato en conquistar chicas. Su bestia interior también estaba algo agitada, le sorprendió un poco. Entonces mientras caminaba empezó a pensar que quizá había encontrado a su pareja predestinada, se regañó internamente por pensar de forma tan cursi. Pero el comportamiento de su pantera lo tenía muy consternado. Cuando estaba a un paso de esa espalda que lo había cautivado giró su cabeza hacía su amigo, quien le hacía señal de like con los pulgares desde lejos. Decidió terminar con su tortura tomó a la chica del brazo para que se girara y darle el bendito papel.

-Si eres nueva en estas cosas del campamento, la información que viene aquí te puede ayudar- dijo alzándole el volante.

- Gracias, supongo- se giró completamente quedando enfrente del moreno, a quien casi le da un infarto al descubrir que era un hombre.

El rubio examinó el papel que le habían dado, venía impreso los requisitos que necesitaban para a completar el registro y en la parte de atrás traía un mapa bien detallado para niños con algunos dibujitos. El chicho moreno que tenía enfrente parecía estar petrificado, no sé movía, no hablaba, el único movimiento perceptible en él era su agitada respiración. Atrás a lo lejos se veía a otro muchacho de cabello rojo éste reía a carcajadas mientras se tocaba el estómago con las dos manos. Decidió no darles mucha importancia así que volteó a su hermanita y le entrego el mapa, él ya había llenado los requisitos así que le indicó a la pequeña que se fuera a jugar con sus compañeras.

-¿Por qué te vistes así?- le preguntó el moreno sujetándolo nuevamente el brazo.

- Porque así es el uniforme, ¿no?- el rubio lo miró confundido.- Nos dieron dos opciones y aunque compré los dos me pareció mejor venir así el primer día.

- Te ves ridículo.

- Disculpa, no sé por qué razón tengo que darte explicaciones por cómo me visto.

- Ese uniforme es el que usan los niños pequeños, tú te ves estúpido con él puesto.

- También he visto a varias chicas, mira allá van dos- señaló a una castaña de pelo corto que se encontraba con el botiquín médico. Después a punto a una chica pelirosa de cuerpo envidiable que despedía a los padres de familia.

- Claro porque son chicas, es normal quieran mostrar sus atributos- por alguna razón su pantera no dejaba de rasgar su interior.- O es que tú quieres mostrar tus miserias.

- Vaya que eres grosero, perdón por molestarte- se soltó de su agarré y se fue hacia la cabina de información.

- Pero que le pasa a este tipo, mira que tratarme así. Seguro es un alpha casi todos ellos son una mierda. Sí seguro es eso, le diré a Rei que ni de pedo le hable a ese imbécil- pensó el rubio algo irritado.

Al pedir informes sobre cómo llegar a las cabañas de los chicos mayores a diez años una mujer amablemente le atendió, le explicó que por el momento no podía ir a dejarlo porque tenía que terminar un papeleo. Le dijo que buscara a un asistente de campamento llamado Aomine Daiki. Kise agradeció la ayuda, no encontraba a nadie que estuviera disponible más que al chico grosero y al que se reía a carcajadas. Sin mucho pensarlo se acercó al pelirrojo ignorando por completo al moreno que se encontraba a su lado.

-Disculpa, soy Kise Ryota mucho gusto- le alzó la mano en forma de saludo.

- Kagami Taiga- le respondió el saludo pero se le notaba algo tenso.

- ¿Me podrías decir quién es Aomine Daiki?

- Es él- señaló al chico de al lado tratando de aguantar la risa.

-¿Qué se te ofrece ahora princess?- volteó hacia el rubio con una mirada soberbia.

- Necesito que me lleves a mi dormitorio.

- No te parece mejor que vayamos de noche, cuando todos duerman para que nadie nos moleste- le lanzó una mirada lasciva.

- Muy gracioso- le miró fastidiado.- ¿Si me puedes hacer ese pequeño favor o eres tan inútil que no sabes dónde queda?

- Tsssk, muy bien vamos es por acá.

El rubio siguió a Aomine, quien lo llevó por varios caminos. De la nada el peliazul se detuvo, a Kise le pareció extraño pero decidió adelantarlo. Cuando estaba a punto de dejarlo atrás éste lo jaló y lo estampó contra un árbol, el moreno acomodó sus fuertes brazos a los costados del rubio para no dejarle escapatoria.

-¿Sabes dónde estamos? O ¿Cómo regresar?- preguntó Aomine.

-No, por eso vienes tú de guía. Imbécil.

-Ok, entonces escúchame bien. Vamos a hacer un acuerdo, yo te llevo a donde tienes que ir y tú te quitas ese maldito uniforme que traes puesto, de otra forma te dejare aquí solo para que te pierdas más.

- ¿Qué tienes en contra de mí? ¿Por qué te molesta tanto como me visto?

- Créeme que eso quisiera saber- bajó la mirada molesto.- No sé porque mi pantera dentro de mí no sé puede calmar.

-…- el rubio lo miró confundido.- Y según tú si me quito este uniforme se va calmar tu animal interno.

- Eso espero, la verdad es que no se me ocurre otra cosa. Se empezó agitar después de que te vi.

- Bueno… está bien. Yo no siento mucho a mi animal, pero una vez se agitó como loco y no sabía qué hacer. Así que  si te puedo ayudar por mi encantado- le sonrió.- Solo que tienes que ser un poco más amable si me pides las cosas como troglodita es normal que reaccione mal.

Aomine dejó pasar a Kise y ambos caminaron hacía los dormitorios. En el resto del camino no cruzaron ni una sola palabra. Los dos estaban bastante confundidos por cómo se habían desarrollado las cosas. Ryota miraba de reojo a Daiki, pensaba que si no tuviera esa rara mueca de enojo sería en verdad muy guapo. Por otro lado el contrario sospechaba que su animal reaccionaba así hacía el uniforme del rubio porque no quería que mostrara las piernas, lo que era una obvia señal de celos. ¿Acaso sí era su pareja? Pero si lo fuera el Rubio lo habría sentido igual que él. Mientras más pensaba se confundía más así que mejor se dedicó a fantasear con su querida Mai-Chan.

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Bueno, nunca fue conocido por resaltar. Pero ahora más que nunca deseaba que alguien lo ayudara a llevar su equipaje y el que su rubio e idiota amigo había olvidado. Con mucho esfuerzo llegó a donde se supone tendría que dejar el equipaje. Una vez que se deshizo de las maletas fue donde estaban reunidos el resto de los chicos, les pidieron llenar unas formas y les dieron unas indicaciones. Se ocupó de llenar su hoja y la de su amigo, al momento de entregarlas le informó al encargado su situación.

Kuroko se sentó en una banca a esperar a su amigo, éste llegó como media hora después. Juntos fueron a recoger su equipaje para dejarlo en la cabaña que les correspondía. La cabaña que les tocó era la más alejada del campamento, lo que le agradó a Kuroko ya que pensó que sería más silenciosa. La cabaña tenía tres camas, dos del lado derecho y una del lado izquierdo, todas contaban con un pequeño mueble para acomodar su ropa. Además la cabaña tenía un baño pequeño al fondo. No había espacio de más pero tampoco parecía pequeña, era perfecta.

Tomaron las camas que estaban del mismo lado como muestra de camarería. Kise tomó la cama más próxima al baño ya que según Kuroko era quien tenía la vejiga más chica de los dos y siempre se levantaba al baño. Mientras acomodaban sus cosas, el joven de cabello verde y el azabache del camión entraron. El mayor cargaba dos maletas, que dejó sobre la cama disponible.

-Bueno ya está todo listo, en caso que necesites algo más házmelo saber- dijo acomodando sus lentes.

- Muchas gracias, Shin-Chan eres un cielo- se paró de puntitas y le dio un beso en las mejillas.

-Basta, te he dicho que no hagas esa clase de cosas- se notaba que estaba sonrojado. Salió de la cabaña casi corriendo.

Kuroko y Kise estaban algo impresionados con la llegada de esos dos sujetos ¿Son novios? Se preguntaban. Ninguno de ellos tenía ni había tenido nunca novio por lo que les causaba mucha curiosidad. El pelinegro después de acomodar sus pertenencias se acercó a ellos y con una enorme sonrisa se presentó.

-Hola, mucho gusto mi nombre es Takao Kazunari.

- Hola, el mío es Kuroko Tetsuya. Igualmente mucho gusto.

- Encantado de conocerte mi nombre es Kise Ryota.

- Y ¿Qué edad tienen?- preguntó Kazunari.

- Adivina- propuso el rubio.

-Ammm… ok- señaló primero a Kuroko.-Tú tienes quince y tú- se giró al rubio.-… diecisiete.

-Mooo, Takao-chi ambos tenemos dieciséis- replicó Kise.

-Perdona, jeje es que como eres alto pensé que eras mayor. Yo sí tengo diecisiete, así que serían algo así como mis esclavos.

-¡Qué cruel Takao-chi!

- ¿El chico que te acompañó es tu novio?- preguntó  Tetsuya.

- Eso quisiera saber, siempre fuimos amigos. Cuando estábamos pequeños de verdad que él era un zoquete conmigo, me hacía llevarlo en un carrito pegado a un triciclo por todas partes y me trataba súper mal- Takao puso una sonrisa boba.- Y un día cuando teníamos ya quince años apareció enfrente a mi casa para llevar mi mochila a la escuela, ahora me trata como si fuera de vidrio lo que es muy lindo. Pero nunca se me ha confesado o algo. Él cree mucho en el destino y esas cosas por lo que supongo espera a su pareja predestinada.

- Debe ser bonito, ¿no creen? Encontrar a tu pareja ideal- dijo Kise mientras abrazaba una almohada.

- A mí no me importa encontrarla, mientras tenga a Shin-chan yo soy feliz.

- Me gustaría ver la cara de la pareja de Kise-kun cuando le cuente con cuantos chicos ha salido.

Ryota de inmediato hizo un puchero y se cubrió la cara con la misma almohada que estaba abrazando, Kazunari solo reía ante las ocurrencias de ese par. Al parecer lo pasarían muy bien los tres.

El día transcurrió de lo más normal. Takao, Kuroko y Kise se habían vuelto buenos amigos, así que no se separaron el resto de la tarde. Después de una breve comida en uno de los grandes salones del campamento les tocó hacer fila en los talleres que desearan tomar. Se supone que en las mañanas de ocho a diez se les llevaría a hacer exploración, de diez a once desayunarían y de once a tres tomarían dos talleres. A las cuatro sería la comida, la tarde prácticamente era de ellos ya que hasta las nueve era la cena y en ese intermedio de tiempo podían hacer lo que se les diera la gana. Siempre se organizaban muchas actividades como juegos para hacer más amena su estadía. Podían elegir entre cinco talleres: manualidades, defensa personal, lecciones de supervivencia, flora y fauna silvestre. Los tres se inscribieron en defensa personal y lecciones de supervivencia.

Después de inscribirse pasaron la tarde hablando de sus vidas privadas, más bien Kise se la pasó hablando de todas las citas a las que había asistido a lo largo de su vida y lo mal que salían. Takao también comentaba los detalles más tiernos de su mentado Shin-chan que a la vista de los otros dos era un tsundere total. Kuroko también compartió algunas anécdotas, pero las suyas eran más vergonzosas ya que involucraban a su mamá y las locuras de ésta por conseguirle un novio. Cuando fueron las nueve el peliverde recogió a Kazunari para cenar juntos. Los otros dos amigos fueron y cenaron tranquilamente, al volver a la cabaña el azabache ya estaba ahí. Bromearon un rato más hasta que finalmente el sueño les venció.

Kuroko se despertó a las doce y media de la noche. Se levantó cuidadosamente para no hacer ruido, salió de la cabaña con pasos ligeros. Una vez fuera se echó a correr hasta el lago. La luna llena brillaba hermosa sobre el agua, sin resistirse mucho a sus impulsos Kuroko se desvistió y se lanzó al lago. Nadó un buen rato en las aguas sintiendo una extraña calidez recorrer su cuerpo. Salió del lago trepando por el muelle. Se recostó sobre las viejas maderas y aulló a la luna como nunca, ahora parecía tener más fuerza. A pesar de que su aullido ahora era más sonoro, Tetsuya suponía que nadie respondería a su llamado, ya que los lobos por lo general andaban en manada y no iban a campamentos como ese, ellos tenían los particulares de su raza. Otra vez aulló, sacando todo el aire que se encontraba en su pecho, su respiración agitada hacía que su pecho desnudo subiera y bajara de forma frenéticamente. De pronto en las sombras del bosque alguien contesto su llamado, un aullido resonaba a lo lejos. Sin pensarlo mucho el peliceleste corrió por su ropa, se vistió lo más rápido que pudo y corrió hasta donde se oía el aullido.

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Kagami Taiga estuvo a cargo de las niñas casi todo el día. Por alguna razón cuidar de ellas resultaba más fastidioso para el pelirrojo que cualquier otra tarea dentro del campamento, siempre eran muy gritonas y berrinchudas, no faltaba el día en que una acusara a otra de haber tomado su Barbie o cosas por el estilo. Con los niños era más fácil solo aventaban un valón y todos los niños corrían tras él. Pero bueno era una de las cosas que tenía que hacer si el año próximo esperaba ser uno de los líderes del campamento.

-Señor Kagami- una pequeña lo jaló de la pantalonera para que la viera.

- ¿Qué pasa? ¿Te sientes mal?.

-No- la pequeña negó con la cabeza.- Lo que pasa es que vimos a un perro suelto por el campamento, y Riko-san nos dijo que reportáramos cualquier animal que podamos considerar peligroso.

- Bien echo colega, yo me haré cargo de atraparlo- le sonrió a la pequeña.- Y se dirigió al bosque.

- Maldita sea, de todos los animales del mundo tenía que ser uno de los que más me desagradan- pensó.

Habló con sus superiores sobre el caso, le indicaron que comiera rápido, tomara una trampa común de cesta y unas cuerdas. Sin más siguió instrucciones, él quería estar presente durante la merienda ya que quería conocer a los chicos nuevos. Sin muchas ganas elaboró una trampa básica, colocó en el suelo alimento para perro acompañado de un poco de carne, después tomó una canasta enorme y se subió a un árbol a esperar que el dichoso animal apareciera para dejarle caer la cesta. Aunque le desagradaran los perros, no quería lastimar a alguno.

Pasó mucho tiempo sobre aquel árbol, desde ahí se veía muy bien el lago. Muchas personas iban y venían, algunos niños lanzaban piedras en el agua tratando de hacer ondas. Taiga se sintió reconfortado al ver que habría mucho movimiento ese verano. Cuando ya era de noche se quedó dormido sobre el árbol hasta que un ruidito lo despertó, se trataba de un pequeño cachorro husky que se atragantaba con la comida. Sin penar lo dos veces el pelirrojo dejo caer la cesta.

Ya estaba por bajar del árbol cuando volvió su vista al lago. Vio a un chico de cabello cesleste, a sus ojos fue el ser más hermoso sobre la tierra, la blanca piel del muchacho era adornada por los rayos lunares. El chico se desvistió con una prisa sorprendente, lo que impresionó más a Taiga, verlo nadar era maravilloso. Apreció todos, los movimientos y detalles pequeños en él, su objeto de acoso. Después de un rato el chico se subió al muelle, se acostó en él y comenzó a aullar. Ver como jadeaba de lejos, lo hizo desearlo. En menos de lo que pensó Taiga tenía una erección en sus pantalones, estaba por meter su mano en éstos, de pronto el perro que tenía en la cesta comenzó a aullar. Vio como el chico se vestía y corría hacía ellos.

Bajó rápido del árbol para liberar al cachorro, ya que suponía el chico venía a por el can. Cuando quitó la cesta, el perrito le miró con ojos juguetones, un nudo se le formó en el estómago en verdad le desagradaban esos animales. Pero bueno “Las cosas que hago por amor” citó a Coraje el perro cobarde en su cabeza. Se agachó y acarició la peluda pansa de su ahora mascota. Cuando escuchó los pasos acercarse fingió no saber que había alguien más para que el menor fuera el primero en acercarse.

-Hola- el peliceleste caminó lentamente hacía él.

-Hola, linda noche ¿no?

- Sí, bastante linda- kuroko se agachó y acarició al cachorrito en la cabeza.- ¿Tú contestaste a mi llamado o fue él?

- Ammm… lo siento pero fue él… yo soy un tigre.

- O ya veo, entonces es con él con quien tengo que hablar- señaló al perro.- Perdón, era un chiste. Soy muy malo contándolos- lo miró con su cara de seriedad habitual.

Un momento incomodo, invadió el ambiente.- ¿Qué edad tienes?- preguntó Kagami.

-Tengo dieciséis, pero seguido me dicen que me veo menor y ¿tú?

- Yo tengo diecisiete.

- O ya veo…- otro silencio estaba por apoderarse de la escena pero fue Kuroko quien lo interrumpió.- ¿Cómo se llama este muchacho?- señalando al cachorro.

- Ni ide(a)…- pensó en algo mejor.-Nigou.

- O, es un bonito nombre.

-¿Te gustan los canes de este tipo?- preguntó el pelirrojo.

- Pues soy un lobo, no hay opción siempre los he visto como mis primos pequeños.

- Bueno pues cuando quieras jugar con tu primito, puedes buscarme- sonrió estúpidamente.

- Gracias.

- Ya es tarde, será mejor que vayas a tu cabaña es peligroso andar por el bosque-odiaba tener que dejarlo pero si los veían ahí y de noche podía traer problemas para ambos.

- ¿Qué hay de ti?

- Yo también me iré a dormir.

- Ok- Kuroko se dio la vuelta para caminar hasta su dormitorio, dio unos cuantos pasos más y se detuvo, se giró nuevamente hacía el pelirrojo.- Perdona he sido un grosero pregunté el nombre del perro pero no el tuyo.

- Jajaja- rio nervioso, no sé había dado cuenta de eso. Aunque él tampoco le había preguntado al chico.- Me llamo Kagami Taiga y ¿tú eres?

- Kuroko Tetsuya- se volteó nuevamente hacia donde había venido, pero otra vez se volvió al pelirrojo.- Disculpa me podrías llevar a mi cabaña, en verdad no recuerdo por donde estaba.

- Claro será un placer.

Así fue como Kagami terminó llevando al pequeño Kuroko a su dormitorio, en el camino no se dijeron nada. Ambos estaban bastante apenados, pero más el menor ya que no paraba de preguntarse si el tigre lo habría visto desnudo, esperaba que no. La idea le dio vueltas y vueltas en la cabeza. Incluso cuando el pelirrojo ya se había ido, cuando lo despidió desde la puerta y cuando se fue a dormir, el solo pensar en ese le revolvía el estómago pero era inevitable.

Notas finales:

Espero que te gustara n_n, si estás leyendo esto es porque eres bien chidis y llegaste al final.


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