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Mordisco sobre Mordisco (Saga Unión de Mordiscos 01) por Alma Bravo

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Notas del capitulo:

¡Hola! Aquí traigo otra novela. Nada de lo que cuelgo aquí es nuevo realmente. Las he ido escribiendo con los años y colgado en mi blog. Las tenía abandonadas, pero ya era hora de corregirlas y terminarlas.


Esta fue la primera novela que escribí, en realidad no, porque anteriormente fue un fic, pero para poneros en situación unos... diez años, algo así, una barbaridad. Decidí convertirla en novela original años después pero nunca la terminé de escribír a falta de solo dos capítulos. Ahora la he corregido y reescrito y bueno, la traigo para quién quiera echarle un vistazo.  


Si alguien la conoce, no, no es plagio, Alma Bravo es el seudónimo de escritora de fati-chan-o-ero-sensei, ¿vale? Yo para aclarar... por si acaso XD


Esta novela tiene contenido erótico, pero no quiero calificarla así porque no aparece después en el buscador, así que ya lo dejo dicho para quién quiera darse la vuelta, esté a tiempo. También, pondré una advertencia en el capítulo que contenta sexo para que lo leáis con conocimiento de causa.


Otra pequeña aclaración. Al principio de cada capítulo, añado parte de un diario. No pertenece a ninguno de los protagonistas, pero pronto entenderéis de que va, y seguro que tiráis para atrás a releerlo. Ese diario irá dando pistas de todos los secretos que pasaran en la novela. Le encontraréis sentido más tarde, tiempo al tiempo.


Gracias y... ¡a leer!

CAPITULO 1

Entrada xx/xx/xxxx

He tenido varias visiones desde que obtuve mi cargo en la manada. Algunas consiguen animarte, demostrarte que la vida no es tan oscura como la pintan, otras hacen que te golpees de frente contra la realidad.

La Diosa quiere que yo pierda mi luz.

A la persona que amo, mi otra mitad.

El regalo que ella me ofrecerá antes de desaparecer no podrá eclipsar el dolor de esa pérdida. Una parte de mí morirá con ella.

En esa visión, puedo ver sus ojos desencajados, hundidos en dos oscuras cuencas. Sus chillidos desgarradores, sus dientes de encías sangrantes y su lengua pastosa mientras intenta pronunciar mi nombre por última vez. Llamándome.

¿Qué haré cuando se vaya? ¿Cómo podré resistir esta pena?

Y lo peor de todo, es que no puedo decirle nada. No tengo corazón para revelarle su suerte. Cada vez que sus hermosos ojos azules se clavan en mí, recuerdo la expresión de su cara en la visión... no, esa hermosa criatura no puede convertirse en la que vi.

No puedo asumirlo.

No podré... soportarlo.

* * * *

La furiosa potencia del viento golpeaba en sus oídos, provocando un afanoso zumbido. El niño se encogió, tapándose las orejas mientras intentaba no mirar al cielo. Su corazón palpitando con violencia, como un pequeño tambor al que intentan romperle la piel.

Comenzaba a dolerle el pecho y el pánico bloquearle los sentidos. Se cayó de culo al suelo y apretó más las manitas contra sus orejas. Se atrevió a abrir un ojo. Una larga capa pasó sobre él, volando con elegancia. Sangre cayendo mientras se deslizaba.

El niño chilló e intentó retirarse de esa lluvia carmesí que lo mojaba, se arrastró por el suelo y se topó con una dura pared. Volvió a gritar con fuerza. Sus manos, su cara, su cuerpo, todo estaba cubierto de sangre.

La humedad de la pared lo hizo pegar un salto y levantarse; todo lo veía rojo, de nuevo esa capa sobre su cabeza, más sangre. Se arañó el rostro, mirando asustado hacia el callejón oscuro. Su corazón, ahora mucho más veloz, produciéndole un dolor inmensurable.

Alguien le tocó el hombro, una espeluznante mano muy blanca y fría. Un último chillido escapó de su garganta y sus ojos se alzaron, su visión se volvió negra y sintió un fuerte golpe contra la cara. La mano de aquel ser estaba helada, pero no tanto como aquel suelo. No tanto...

Neo se despertó todo sudado. Las sábanas a su alrededor estaban mojadas, como si las hubiera sacado directamente de la lavadora. Y su respiración... se tocó el pecho para calmarse. Lo sentía subir y bajar inquieto, igual que el acelerado pulso de su corazón que retumbaba furioso en sus oídos.

De nuevo aquel sueño, de nuevo aquella pesadilla. Desde pequeño había tenido recuerdos leves de aquel día. Un día del que no recordaba más que fragmentos incoherentes.

—Malditos chupa sangre.

Antes de que pudiera seguir con sus cavilaciones, dos pequeños golpecitos se sintieron en la puerta. Sin que el dueño de la habitación diera permiso, el invitado ya había entrado como un huracán.

Un cuerpo grande y masculino saltó sobre la cama, sentándose con la espalda apoyada en el brazo de Neo. Su estridente risa hizo eco en la estancia, provocando que a Neo le doliera aún más la cabeza.

¿Qué diablos hacía allí a esas horas de la mañana?

—Eric... ¿sabes que horas son?

Este le echó una de sus sonrisitas confiadas.

—¿Cuál crees tú?

—Temprano, por supuesto.

—Puu puu. Error. Son más de las diez de la noche. No sé qué hiciste ayer o a que hora viniste, pero esta noche me la prometiste a mí, amigo.

Eric comenzó a tirar de las sábanas, Neo lo retuvo, convirtiendo aquello en un estira y afloja sin fin. Como Eric vio que no habría un resultado positivo de su parte, se decidió por una opción mejor.

Se acercó corriendo hacia la puerta y llenó los pulmones.

—¡Dayira! —gritó.

Neo sintió como si le hubieran pegado un puñetazo en plena cara y comenzó a vestirse a toda prisa. No quería verla en ese momento, no quería tener nada que ver con ella, no ahora y después de todo lo que le había hecho pasar a su pobre amiga.

—Bastardo —le gruñó a Eric, enseñándole los dientes.

La orden del Alfa en la mente de Eric lo hizo retraerse de su posición y encogerse adolorido.

¡Uh Oh! ¡Qué daño!

Por supuesto, ese dolor punzante no era más que una advertencia, pues si Neo quisiera, podría torturarlo con un simple deseo. Aun así jodía como el demonio. Daba igual, aquello era algo entre amigos, pues tanto él como la manada coincidían en que era el Alfa más benevolente que alguna vez hubieran conocido.

—Neo, basta hombre, me vas a hacer un agujero en el cerebro —se quejó, haciendo un esfuerzo vano en despejar el pequeño dolor con un movimiento brusco de cabeza.

Después de unos segundos más, Neo le dejó ir, terminando de colocarse una camisa y arreglar un poco su cabello.

—¿A dónde vamos? —preguntó, echándose colonia.

Eric le dedicó una pícara sonrisa.

—Han abierto una sala nueva. Dicen que acuden muchas humanas jóvenes, así que... podrías encontrar tu... bueno; sé que soy el primero que tiene una compañera humana, pero puede que a ti también te ocurra lo mismo. Que no la encontraras en todos estos años ya es bastante raro.

Neo dio un largo gruñido disconforme.

Nunca había querido una humana como compañera. Los Alfa tenían impuesto como compañera siempre un miembro de su propia manada. Sin embargo, aunque ya había tenido relaciones con todas las hembras que entraron en época de celo, ninguna había resultado ser la elegida.

Seguro que la Diosa se estaba riendo de él.

—No quiero una humana. Si no encuentro mi compañera en esta manada, la buscaré en otras. Pero nunca me aparearé con una humana.

Eric frunció el ceño, entendía lo que le enseñaban casi desde la cuna a los Alfa, pero nunca hubiera pensado que Neo fuera alguien tan chapado a la antigua.

—Aisha te cae bien, ¿verdad? Creo que sería un poco duro para ella si te oyera decir algo así.

Neo se mordió el labio.

Aisha, la compañera oficial de Eric, era una humana adorable. El lobo había llegado a su vida por sorpresa, se habían acostado en un arranque de pasión, recibido un doloroso mordisco y después le había proclamado que era su compañera de vida. La chica aun siendo humana, no puso el grito en el cielo ni corrió despavorida. Le sonrió y con toda la dulzura del mundo, se unió a la manada.

Le costó integrarse, sobre todo, con el desacuerdo de la mayoría de los miembros; pero Neo en su lugar, le dio la bienvenida con los brazos abiertos. Aquella chiquilla era simplemente adorable y mucho más leal que algunos de su propia familia.

Para algo servía la imposición del Alfa, pensó.

—Solo te diré algo —dijo secamente Neo mientras se agarraba a la cornisa de la ventana—, lo intentaré, después de todo necesito encontrar a mi compañera de vida, pero no te prometo nada, ¿vale?

Eric se levantó con rapidez, con una hermosa y enorme sonrisa en la cara. Se acercó a su amigo por detrás y se le enganchó en la cintura, en unos juegos caninos muy propios de ellos.

—Y que no se te olvide la apuesta que hicimos.

Neo rodó los ojos y lanzó un gruñido áspero.

Ahí iba de nuevo.

—Solo si hay algún chupa sangre en esa sala, si no...

—Esperaremos a otro día, estoy de acuerdo —y lanzó una sonrisita maliciosa.

Esta vez, Neo puso los ojos en blanco y ambos saltaron por la ventana, descansando limpiamente en el suelo.

Contemplaron cómo el brillo de la luna iluminaba la entrada del bosque e intercambiaron una mirada divertida antes de desnudarse con presura y entrar en fase. ¡Esa noche prometía!

Dos enormes animales corrieron por el bosque, saltando por entre los árboles y rompiendo algunas que otras ramas. Cómo no, el Alfa iba en cabeza, mofándose mentalmente del otro.

Eric aulló molesto.

* * * *

—¿Lo entiendes? —preguntó Nel, sentado en la silla presidencial de aquella enorme mesa.

Raven, de pie y de brazos cruzados, miraba de reojo a su padre. Después le echó otro vistazo a la puerta abierta que había al otro lado del salón.

—Es muy importante que entiendas esto —suplicó Abril, pasándose nerviosa una mano por su oscuro cabello, entrelazando sus largas uñas con algunas hebras—. Es la primera vez que sales a alimentarte por ti mismo. Tienes que tener mucho cuidado, tener presente las normas y...

—Lo sé. Nadie puede saber que soy un vampiro. Tengo que morder a la mujer de la que me alimente hasta que se desmaye, después dejarla en un sitio seguro donde ella pueda levantarse sin peligro alguno y sin recordar que ha pasado —se mordió el labio—. Y sobre todo, no puedo matarla.

Nel se levantó de la silla y se acercó a su hijo, la luz de las velas haciendo brillar sus enormes colmillos. Raven no pudo evitar estremecerse, pero no de terror, sino más bien de envidia. Pasarían años antes de que consiguiera unos así.

—Nuestra raza está casi extinguida por culpa de sus ansias de sangre. Nuestro clan es el único que sigue vivo gracias al pacto que hicimos. «No mataríamos nunca más». —Se aclaró la voz tosiendo un poco e intentó suavizarla—. Es casi imposible para un vampiro no matar a su primera víctima. Solo te pido que si eso llega a ocurrir, te deshagas del cuerpo.

Raven miró a su padre fijamente, todas esas cosas ya las sabía. Ni siquiera podía recordar cuantas veces le habían recordado lo mismo. Sin embargo, nunca llegaban a especificar quién era el enemigo en realidad. ¿Quién los tenía a raya? Ningún joven vampiro sabía que ocurría.

¡Pero maldición, era el heredero! ¡¿Por qué diablos no estaba al corriente de lo que pasaba?!

—Ya me has contado la misma historia muchas veces, pero nunca me dices quién o quiénes son los que te causan tanto miedo. Ya he cumplido los veinte años. Mi época de morderos a vosotros para sobrevivir ha pasado, he aprobado ese estúpido examen psicológico y conseguido el derecho a alimentarme por mí mismo. ¿Entonces? ¿Si voy a ser el futuro Señor de todo el clan, por qué no puedo saber quién nos amenaza?

—No es una amenaza, Raven —aclaró Nel, apoyando una mano en el hombro de su hijo—. Ellos solos nos recuerdan donde están los límites.

—Pero nos cazan —gruñó Raven, sintiendo como agujas la frialdad de la piel de su padre.

Nel negó con la cabeza.

—Solo a aquél que incumple las normas.

Según el punto de vista de Raven, era lo mismo.

No eran más que un puñado de corderos custodiados por lobos, el corderito que se desviara del rebaño era devorado, sin preguntas, sin excusas, creyéndose con todo el derecho.

¡¿Pero qué diablos?! ¡Eran vampiros! ¡Señores de la noche! ¡Hermosas criaturas surgidas para imponerse sobre las demás! ¿Qué seres podrían eclipsar su belleza y poder?

Ni siquiera podía imaginárselo.

—Me marcho —dijo Raven de repente, volviéndose hacia esa puerta que tantas veces había mirado con anhelo—. Esta conversación no llegará a ningún sitio y no puedo resistir las ansias de cazar por primera vez.

Nel arrugó el ceño ante esa palabra. Cazar. Iba a rectificarle cuando percibió que la presencia de su hijo había desaparecido. Aquella repentina salida no hizo más que acrecentar su preocupación.

En pocos segundos, Raven había dejado atrás la gran casa colonial. Saltó deprisa hacia un árbol y lo bordeó. Estaba enfadado por aquellas estúpidas reglas, no entendía por qué tenía que bailar al son de una música que tocara otro, otro del que siquiera él tenía conocimiento.

Sin embargo, aquel problema no iba a enturbiar su primera salida. Solo había recorrido aquellas tierras un puñado de veces y siempre con un adulto a su lado.

Y ahora, sentir esa libertad lo estaba ahogando.

Puede que su corazón no latiera, que su respiración fuera inexistente, pero estaba seguro que ese sentimiento que lo recorría era euforia. Abrió la boca con amplitud y dejó que todo aquel oxigeno entrara a enfriar más sus pulmones. En realidad, aquella operación no le causaba ninguna necesidad, pero se sentía agradable.

Y ahora... ¿a dónde iba?

Tenía que ser un lugar donde hubiera mujeres jóvenes. Y no solo pensaba morderlas, pues también sería su primera vez para otras cosas.

Estaba harto de pasear por los límites del jardín, que era todo lo que se les permitía a los jóvenes del clan. Bien que en esos jardines podías perderte por días sin ser encontrado, pero... diablos, eran solo un puñado de hierba bien cortada.

Nunca había podido interactuar con un humano, tocarlo, hablarle, ni siquiera eso le estaba permitido. Ahora, el olor de su esencia lo estaba entumeciendo, era casi un afrodisíaco para él.

¿A qué sabría la sangre humana?

El único sabor que conocía era el de la sangre de sus padres.

¿Cuánta diferencia habría?

Abrió los labios y un sonido gutural escapó de su garganta, fino y alterado.

Había olido algo.

En ese momento, se encontraba rodeando el pueblo próximo a su mansión. Sí, no estaba equivocado, en aquel edificio con luces estridentes había un fuerte olor a humano.

Humano joven y fresco.

Su cuerpo se volvió a estremecer antes de saltar y caer justo frente a la puerta. La multitud que había delante lo miró un poco sorprendida, seguramente pensando que mierda habían tomado para parecerles ver a un tío cayendo del cielo.

Y un tío que estaba bastante bueno, si había que aclarar.

Raven atravesó las enormes puertas negras, parándose unos momentos para que un humano fuerte y grande lo toqueteara de arriba abajo. Solo por eso ya merecía que lo matara. Se controló. Pasó junto a una linda mujer que se giró hacia la derecha para comprar algo. El vampiro la siguió y la imitó, parecía ser algo esencial para poder entrar en aquel lugar.

Cuando por fin estuvo dentro, su primera reacción fue encogerse. Aquellas luces brillantes que volaban por el techo casi lo dejan ciego.

¡Vaya mierda!, pensó mientras se colocaba la mano de visera y se acercaba a una gran barra. Según aprendió en sus lecciones, ese lugar sería una sala de baile o algo similar con el mismo fin. Al principio puede que estuviera algo perdido, pero conforme entró y vio lo que todo el mundo hacía, no tuvo duda alguna.

Ahora solo tendría que pedir algo.

Una mujer joven y bastante atractiva se colocó frente a él. Tenía una botella en la mano, así que Raven supuso que sería la que le atendería. Desprendía un olor agradable, aunque no podía decir lo mismo del lugar. Si bien los humanos expedían un aroma apetecible, cuando se mezclaban tantos ni siquiera podía describir el fuerte hedor. No le gustaba mucho aquello.

—Lo mismo que este de al lado —dijo, con el tiempo justo de taparse los ojos cuando otra brillante luz le vino desde el techo.

¡Malditos focos, le daban ganas de reventarlos todos!

La mujer un poco extrañada, observó la bebida de su vecino de barra. Le sirvió el whisky y se lo dio. Al extender la mano, Raven supuso que quería algo a cambio, pero... ¿el qué?

Le señaló la mano y el vampiro se la miró.

—El ticket —aclaró ella.

Raven levantó el papelito que le habían dado en la entrada, lo miró unos momentos y lo puso sobre la palma de la mujer. Ella le sonrió y se marchó hacia otro cliente.

Vale, pues entonces el primer paso: Integración; estaba completado.

Un líquido naranja caía sobre el vaso que aquella atractiva mujer estaba rellenando. Hizo un giro leve para ver quién era el dueño de la bebida. Un rubio. Raven se le quedó unos momentos mirando, buscando su olor. Sí, sin duda era humano o por lo menos estaba vivo, el sonido de su corazón, mucho más fuerte de lo normal, retumbaba en los oídos de Raven.

Agradable.

También reconocía que su colonia apestaba, pues prevalecía sobre un delicioso olor que estaba seguro provenía de su morena piel. Bien, sus padres no le habían especificado distinciones entre macho o hembra. Aunque si elegía a aquel rubio para su primera noche de caza, su otra primera noche tendría que esperar y eso no le agradaba tanto.

Con un último suspiro se dio la vuelta y apoyó la espalda en la barra, dispuesto a buscar en aquella pista de baile alguna mujer atractiva que morder. Cuanto más alocada estuviera más fácil le resultaría seducirla, acostarse con ella y beber su sangre. Después cuando despertara, a lo único que culparía de sus mareos y dolor de cabeza, sería a la cantidad de alcohol que aún le quedaba en las venas.

Un poco más allá en la barra, Eric se encontraba pegándole pequeños codazos para nada disimulados a Neo, el cual gruñía fastidiado mientras terminaba de vaciar la Coca-Cola en el vaso.

—¿Has visto? ¿Has visto? Parece que hoy no es tu día de suerte, amigo.

Neo asintió, sí, no era su día de suerte, pero tampoco para Aisha cuando le entregaran el cuerpo sin vida de su amante.

—Eric, mejor dejamos esto.

—¡Oh, no! —se quejó, quitándole el líquido negro de la mano a su jefe para llamar su atención. Neo lo miró con tal fiereza que Eric volvió a dejar el vaso en su sitio—. Vale, tranquilo. Ya nos pegaremos mordiscos cariñosos más tarde —el ceño del Alfa se acentuó—. Arg, que poco divertido eres. Pero hicimos una apuesta, si esta noche encontrábamos un chupa sangre en esta sala, lo seducirías.

—Es un hombre —fue lo único que dijo Neo.

—Un hombre que te mira de una forma muy profunda.

Neo se giró sin mucho disimulo, así era, aquel bicho lo estaba mirando, aunque la pista de baile parecía interesarle también. Reconocía que a pesar de ser uno de esos seres repugnantes, era hermoso, el vampiro más hermoso que hubiera visto nunca.

Ante esos pensamientos, sacudió la cabeza y suspiró. Eric se saldría con la suya, estaba claro.

—Podemos esperar a que llegue una hembra.

—En la apuesta no dijimos que tendría que ser hombre o mujer, solo hablamos de un vampiro. Así que... déjate de tonterías, ¿o el gran Alfa no va a cumplir su palabra?

Neo lanzó un largo gruñido de advertencia ante la última frase. Nunca nadie podía poner en duda la palabra de un Alfa. La orden en la mente de Eric le hizo dar un gemido lastimero. Un día le iba a dejar tonto con aquellos ataques mentales. Dolían un huevo.

—Vale, lo haré —dijo Neo dándose por vencido, más por orgullo que por otra cosa—. Sin embargo, si yo me acuesto con él y le dejo morderme, tú tienes que permitirme hacer lo que quiera con Aisha, aunque sea una vez.

Eric frunció sus cejas castañas. Estaba casi seguro que Neo no aguantaría estar tan próximo a un vampiro. Era tal su repugnancia hacia ellos que solo el mero hecho de imaginárselo ya lo veía imposible.

Pero si lo conseguía, su Aisha...

—Bien, quedamos en que si tú ganas, podrás proponerle lo que quieras con todo mi permiso. Pero si ella se niega a lo que tú le pides, no puedes obligarla.

—Ninguna mujer se me ha resistido hasta ahora, amigo —se rio Neo, enseñando los dientes.

—Eso ya lo veremos, ya lo veremos. Ahora, a ver si ese tío se te resiste mucho o eres tú el que sales por patas. Por supuesto, mientras yo te golpeo en los cuartos traseros —y ahora fue Eric el que soltó una feliz carcajada.

Neo alzó una ceja, no lo veía gracioso. Solo de pensarlo deseaba salir corriendo de verdad.

—Te has olvidado con el rabo entre las piernas.

—¿Después o antes de usarlo? —se mofó Eric.

—Ya que estamos, espero que después.

Neo dio un largó sorbo a su cubata y se lo terminó de beber, dejando el vaso sobre la mesa. Se despidió de su amigo con un guiño juguetón y levantándose, dibujó un camino vertical con sus pasos.

Las pocas mujeres que había sentadas en la barra, se volvieron a mirarlo mientras pasaba frente a ellas. Puede que les resultara atractivo el culo apretado que le señalaban aquellos pantalones vaqueros tan ceñidos, o tal vez fuera su camiseta de tirantes negra, donde podían verse los músculos de sus brazos y pecho.

¿Sería su pelo despeinado o sonrisa de chico rebelde? La verdad es que la reacción de aquellas mujeres ya no le sorprendía y admitía que en un principio le impactó, pero terminó acostumbrándose, antes de lo que esperaba y a muy buena gana.

Con dos pasos más se colocó al lado de aquel vampiro.

De cerca era aún más guapo.

Neo no sabía con seguridad si todos los vampiros eran como él. El color de sus largos y lisos cabellos, de un profundo negro noche. Ojos entrelargos y afilados, de un sorprendente gris metalizado. Labios finos y cincelados. Piel clara casi cristalina. Cuerpo esbelto. Unos centímetros más alto que él para su fastidio. La verdad es que después de inspeccionarlo nuevamente, suponía que para poder permitirse esa ropa o tenía muy buen gusto o simplemente era un tipo rico. Ese jersey de mezclita gris y negro se veía de alta calidad, por no hablar de sus pantalones finos negros y esos zapatos. ¿Material o cuero? No era muy difícil saber la respuesta.

El vampiro lo miró por unos segundos antes de volver a girar su rostro hacia la pista. Parecía que buscaba algo y por su boca entreabierta y las ansias de su lengua recorriendo sus semiocultos colmillos, Neo sabía que era.

Sintió hervir la sangre en sus venas.

¿Cómo podía presenciar a un vampiro buscar su próxima víctima sin mover un dedo?

Bien que desde hacía décadas ya no mataban a nadie, pero Neo también sabía perfectamente el porqué. No porque no quisieran, no porque no lo desearan, no porque no lo ansiaran. Era simple supervivencia. Si los vampiros cazaban, los licántropos les cazaban a ellos. Incluso siendo los chupa sangre más fuertes, los lobos les ganaban en número, los cuadriplicaban como poco.

—¿Hace mucho que vienes por aquí?

Raven se volvió, le echó un vistazo de nuevo y pareció replanteárselo. ¿Se quedaba con el rubio o buscaba una mujer? Ahí estaba el dilema.

El olor de aquel hombre era lo bastante delicioso como para hacerlo dudar.

—Es la primera vez —confesó, demasiado atento a la camiseta de Neo como para seguir la conversación.

Decidiéndose al fin, encaró a Neo y se llevó aquella bebida ardiente a la boca, aguantando el resquemor que le bajó por la garganta.

Era interesante que aquel rubio tuviera una piel tan oscura comparada con la suya. No supo por qué sintió la necesidad de levantar una mano y acercarla aquel hombre, sintiéndola temblar y sorprendiéndose por aquel hecho. Antes de pensar si aquello pudiera resultar extraño, la colocó sobre el pecho de Neo. Justo debajo del cuello.

El Alfa se tensó.

No porque un vampiro lo tocara, era más bien por la impresión que le había causado esa fría piel contra la calidez de la suya. En vez de reaccionar quitándole la mano, se le quedó mirando fijamente a la cara, quería saber que le había hecho optar por un movimiento tan apresurado como ese.

Raven quedó maravillado con el movimiento de ese pecho al respirar, con la intensa calidez de su piel que la hacía parecer estar en llamas, y el corazón, ese corazón que literalmente le golpeaba la palma de la mano.

La retiró todo lo deprisa que pudo, e incluso después de cerrarla en un puño y guardársela en los pantalones, sentía el calor recorrerla.

—Agradable —masculló.

Aquello había sido dicho en un volumen inaudible para un ser humano, pero Neo llegó a escucharlo y sintió como el pelo de la nuca se le erizaba.

Solo con estar cerca de aquel tipo le entraba frío.

—Si buscabas la etiqueta de la camiseta te recuerdo que suelen estar en la espalda —comentó Neo, intentando sonar burlón. Se giró a pedir otro cubata, necesitaba estar muy cargado para lo que pensaba hacer—. Échale bastante, si es de ocho años mejor.

Raven lo miró de reojo, eso que había dicho el rubio se suponía que era una broma. ¿Había tenido que reírse o algo? Bueno, si así fuera, la oportunidad ya había desaparecido. Así que optó por agarrar un taburete y sentarse, dejando su espalda apoyada en el filo de la barra.

Neo estaba echado sobre ella, clavando sus codos en la madera mientras enterraba la cabeza en el vaso que le acaban de servir. Raven observó la curva de su espalda, sus musculosos brazos y como la camiseta se estrechaba al estar metida en sus pantalones. Tenía un bonito trasero, mejor que él suyo y le costaba reconocerlo.

Era un hombre muy... masculino.

—Antes dijiste... —Raven reaccionó ante la voz ronca de su compañero de bebida—, que era la primera vez que venías. ¿Quiere eso decir que no eres de aquí?

Los cubitos del vaso de Neo retintinearon varias veces más, antes de que el vampiro contestara.

—Se podría decir que... no he tenido mucho tiempo para disfrutar de salidas como esta.

—A sí que es tu primera vez —confirmó Neo, mucho más preocupado ahora.

Lo que le faltaba, tener que liarse con un asqueroso chupa sangre y que encima fuera virgen. Seguro que le dejaría un agujero en el cuello cuando intentara beber su sangre. Aunque tal vez, tendría que dar gracias a la Luna por haber dado con él. Si hubiera escogido a alguna muchacha lo más seguro es que apareciera muerta el día siguiente.

Eso era algo que no se le tenía en cuenta a los vampiros primerizos, pues simplemente no podían evitarlo y los licántropos hacían la vista gorda. Más de uno de ellos, había matado a alguna humana intentando echar un polvo con ella. No eran los más indicados para hablar.

Raven notó algo extraño en la voz de aquel hombre: Así que es tu primera vez.

¿A qué se refería?

Era imposible que supiera la verdad de su existencia o sus intenciones.

¿Entonces? ¿Cómo diablos...?

Sus pensamientos se cortaron cuando percibió un nuevo punto de luz. Y no, esta vez no eran los focos si no el reflejo de un anillo. Raven colocó su mano sobre la de Neo, acariciando la perla azulada que tenía en el dedo corazón.

Era... atrayente.

De nuevo un escalofrío recorrió el cuerpo de Neo, esta vez subiéndole por el brazo y haciendo que se estremeciera. Los largos y finos dedos del vampiro recorrían su mano. La tenía helada, pero la sensación de su piel cristalina contra la suya era agradable. Demasiado para no quedarse asombrado.

Las yemas de los dedos de Raven rodearon la joya.

—Bonito anillo, ¿significa algo?

Vaya, era intuitivo. Neo sonrió. Y sí, hasta él se extrañaba de poder dedicarle aquella mueca a un asqueroso vampiro.

—Es algo que mi mana... que mi familia le da al primer... descendiente de cada generación.

Raven hizo una mueca con los labios y lo miró con seriedad, soltando por fin la mano de Neo.

—Una tradición familiar... ¿Quieres decir que eso te señala como el heredero?

Neo tragó saliva. Vaya, vaya, sí que era listo.

No pudo resistir esconder la mano en el bolsillo de su pantalón, como si tenerla expuesta también lo expusiera a él.

Aquel movimiento lo acercó más al vampiro, hasta que ambos quedaron pegados. El brazo descubierto y fuerte de Neo, apoyado contra el protegido por aquel grueso jersey.

Las alarmas de Raven saltaron, cuando por fin, pudo apreciar mejor el aroma delicioso que había bajo la apestosa colonia.

¡Extasiante!

Raven apretó los labios, haciéndose daño con los colmillos al no poder ocultarlos ni cerrando la boca. Se los clavó en la encía y encogió la cara ante el dolor. Los sentía palpitar mientras su lengua segregaba demasiada saliva, su garganta le escocía y un punto... un pequeño punto en el cuello de aquel hombre empezó a saltar relativamente ante sus ojos. Casi podía imaginar el color de su vena y el pulso latiéndole sobre la lengua.

Antes de darse cuenta, agarró a Neo del brazo, clavándole las uñas que le habían crecido de un momento a otro.

El lobo se sobresaltó.

Hizo una mueca por la presión que empezaba a resultar dolorosa e intentó mantener la calma. A pesar de que aquel vampiro lo miraba con los ojos rojos, cubiertos de ansias de sangre, con la boca abierta enseñándole los dientes y lo aferraba con violencia, Neo no estaba asustado.

¡¿Qué diablos?! ¡¿Se estaba volviendo loco o tenía una erección?!

No sabía porqué, pero verlo así de violento lo estaba comenzando a poner cachondo. El corazón de Neo bombeó con más fuerza, ansiando que esos gruñidos bajos y amenazantes que estaba dando aquel vampiro, ahora fuera de sí, los lanzara contra su oído mientras él le embestía con fuerza.

¡Realmente quería tirárselo!

—Vamos al servicio —ordenó de repente, siendo él quién ahora, cogiera a Raven del brazo para alejarlo de allí.

Con el movimiento y la demandante voz de Neo, Raven pareció salir de aquel trance. Se quitó la mano de licántropo de encima y lo miró horrorizado.

¿Qué había estado a punto de hacer?

Si seguía así... si hubiera seguido así...

¡Podía matarlo!

Raven se echó hacia atrás, dispuesto a irse. Todavía no estaba preparado. Todavía no conseguiría cazar bien. Tenía que volver a casa, salir corriendo de allí lo más rápido posible.

Volvieron a agarrarle del brazo, esta vez con más fuerza. El vampiro no creía que un humano pudiera estar a punto de dejarle un moretón. Se giró sorprendido.

—No huyas —pidió Neo, viendo que perdía la apuesta y ¿para qué mentir? No podía dejarlo libre para que matara algún humano, y menos soltarlo, aunque la razón fuera mucho más egoísta. Quería tirárselo, maldición—. Acompáñame un momento al servicio, ahora.

Raven volvió a deshacerse del agarre y miró a Neo con mala cara.

¿Quién se creía que era para ordenarle algo?

Observó el rostro moreno, parecía estar impaciente, sus ojos azules brillaban y su cabello estaba aún más alborotado que cuando llegó a su lado. El bombeo de su corazón volvió a llamarlo de nuevo, pero este no solo le produjo sed, sino que también le calentó el cuerpo.

Una sacudida de adrenalina lo recorrió.

Cada parte de aquel hombre que quedaba a la vista lo llamaba, ¿en cuantos sitios podría morderlo? Esos brazos clamaban por él. Ese cuello. Ese estómago. ¿Cómo sabría su sangre desde esos maravillosos muslos?

Le castañearon los dientes.

—¿Cómo te llamas? —preguntó de repente, Raven. No quería matarlo pero si se ofrecía en bandeja, no podía negarse una comida tan apetitosa.

—Neo —dijo simplemente, acercándose para cogerle la fría mano. La levantó despacio, manteniéndola agarrada con fuerza—. ¿Y tú?

—Raven.

—Bien, Raven. Sígueme.

No sabía que haría después de llevarlo al servicio, ni tampoco cómo reaccionaría el mismo vampiro cuando intentara tomarlo, pero si lo seguía era por algo, ¿no?

¿Debería dejar que bebiera de él hasta hartarse? No moriría por tan poca cosa, pero que un vampiro corriera por ahí con su sangre en el cuerpo no era algo muy agradable. Después de unos segundos se corrigió:

No sería agradable a menos que ese vampiro fuera Raven.

Eric que había observado toda la escena, se encontraba sentado en la barra y con la boca abierta, siguiendo con la mirada como ambos, vampiro y lobo, se metían en el aseo de hombres.

¿Ya pensaba Neo tirárselo? ¡Por dios, ni siquiera se habrían presentado adecuadamente!

Esperaba que su jefe no saliera con la mitad del cuello desencajado.

No había duda de las intenciones de ese bicho. Estaba tan ansioso por morder al Alfa que no podía ni ocultar los colmillos. Aquello se ponía peligroso. Pero en el momento en el que hicieron la apuesta, Eric no pudo imaginar que el asunto iría tan lejos.

¡Neo hasta lo llevaba de la mano!

Nunca creyó que fuera capaz de tocarlo ni con un palo. Aquello se complicaba, casi tanto para él como para Neo.

Ahora solo tenía que esperar. Si no salían en una hora, entraría a revisar. Después de todo, Neo seguía siendo el Alfa.

Su Alfa.

Notas finales:

Bueno, hasta aquí. Las que esperaban un libro parecido a todo este cliché americano o algo así en plan omegaverse, lo siento. Pero no. Este es el mundo que me ha gustado para involucrar a mis personajes, ni siquiera digo en donde está, que idioma hablan, tomároslo como si fuera algo alternativo, alguna especie  de submundo.

Hablando de los personajes, Neo es una persona noble y sacrificada, que piensa en todos antes que en él, amo eso de él, sería el marido perfecto. Raven es un vampiro que no sabe mucho de la vida, pero demuestra ser un aprendiz rápido y solo con unos cuantos arrumacos de Neo y sobre todo, viéndolo de actuar junto a su personalidad, se da cuenta de que todo no es lo que parece. 

Quisiera seguir hablando de ellos por horas, pero eso crearía spoiler innecesarios, así que tendré que esperar que la novela avance para dar opiniones sobre diversos temas. 

Si habéis llegado hasta aquí, os doy muchos besos y espero que me acompañéis en este nuevo viaje. 

¡Gracias!


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