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AM/ARTE por Strawberryloveless

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Notas del fanfic:

Hola! como estan? espero que de lo mejor! :) Bueno, pues como podran notarl, les traigo una historia nueva! Ya esta terminada asi que no se preocupen. Será corta y tendra un total de 2 capitulos! Es algo que se me ocurrió escribir el otro dia, ojala les guste!

Notas del capitulo:

Luisa y Renata son una pareja popular y con una relacion que cualquiera quisiera tener, pero no son la excepcion a inseguridades, problemas e inquietudes. Sin embargo, a veces tenemos la costumbre de dudar de nuestra pareja cuando nisiquiera nos ha dado motivos de hacerlo

AM/ARTE

 

Capítulo 1: Por amor al arte

 

Hace ya más de tres años que trabajo para ella y mi tarea consiste en algo sencillo: hacerla ver hermosa. 

 

Soy su maquilladora personal, estilista y todo aquello que involucre el dejarla más bella de lo que ya es. Renata es mi clienta favorita, la primera en mis listas de eventos, la primera a la que quiero atender y dejar bonita. 

 

No se trata solo de un cutis perfecto o de una mente brillante, ella es más que eso para mí, mucho más.

 

 

— ¡Ahhh! ¡Renata, espera! — nunca ha importado cuanto grite, cuantas veces le pida que se detenga, porque no lo hace y muy en el fondo sé, que yo tampoco quiero que lo haga. 

— Te quiero aquí y ahora — su voz es como mi canción favorita, podría repetirla una y otra vez, todos los días, cada hora, toda la vida. 

 

Me tiene de pie contra la pared. Ha desabotonado mi camisa de mangas cortas y que lleve falda le ha facilitado realmente las cosas hoy. 

 

— ¡Renata! — sus manos siempre son rápidas, pero eso no evita el placer ya que son completamente experimentadas.

 

 

Somos amigas desde la secundaria. 

Actualmente trabajamos y vivimos juntas. Somos un buen equipo, o eso dice la mayoría de la gente. 

 

Renata es el tipo de chica inteligente, extrovertida, guapa y popular ¿Y yo? Bueno, podríamos decir que soy demasiado dedicada a lo que amo y eso es algo que a ella siempre le ha gustado de mí.

 

 

Me da vuelta y dándome una fuerte nalgada me empuja contra la pared. Jadeo excitada. 

 

— ¿Cómo quieres llegar hoy Luisa? — susurra a mi oído, lamiendo con astucia el lóbulo de mi oreja.

— Tu decide — respondo entre cortada y ella parece conforme con la respuesta. 

— Veamos.

Siento sus manos calientes deslizarse por debajo de mi ropa.

 

Sin desabrocharlo, sube el sujetador y saca uno de mis pechos, apretando y masajeando con lujuria y deseo, haciendo endurecer mi pezón contra el frío cemento. Hace lo mismo del otro lado mientras en la parte sur de nuestros cuerpos una de sus piernas separa las mías. 

 

— Estás muy caliente Luisa — jadeo como respuesta cuando su rodilla sube y roza mi entre pierna.

 

 

Hace bastante tiempo, años, que tenemos una relación. Aunque empezamos como amigas, no pasó mucho para que nos volviéramos cercanas. 

Entablamos una rápida amistad gracias a su sentido del humor que ha tolerado siempre mi mal genio, mis cambios de humor y por sobretodo, mis inseguridades. 

 

Tiempo después fuimos amigas con derechos y al final, cuando caímos en la cuenta de que no podíamos estar la una sin la otra, decidimos formalizar el compromiso y ser novias. 

 

Con el paso de los años fuimos creciendo y madurando, nuestra relación también lo hizo, por lo que decidimos independizarnos y mudarnos juntas. Sin embargo, siempre he creído que Renata es demasiado para mí. 

 

Ella merece a alguien mejor que yo.

 

 

Su mano derecha suelta uno de mis senos y desciende, deslizándose por debajo de la falda y mi ropa interior. Siento como se empapa de mi néctar. 

 

— Mmm… tan húmedo — susurra a espaldas mío — Me gusta que seas tan sensible, tan receptiva a todo lo que te hago — siento sus pechos pegados a mi espalda y mi trasero apretado contra su vientre — Veamos cuanto aguantas hoy — su aliento caliente sobre mi cuello, me eriza la piel.

 

Rápidamente, su mano comienza a masajear circularmente mi palpitante y pequeño músculo bajo las bragas de encaje rojo que he decidido usar hoy, empapando la tela y sus dedos mucho más que antes. 

Ella lame la parte trasera de mi cuello y yo siento que las piernas ya no pueden sostenerme por más tiempo. Estoy comenzando a perder el control sobre mi misma. 

 

— ¡Renata! — gimo. 

— ¡Shh! No tan fuerte bebe, podrían escucharnos — susurra apretando con fuerza mi pezón izquierdo como reprimenda.

 

Contengo mis gemidos y cuando creo que tengo la situación de nuevo bajo control, ella introduce dos dedos en mí interior, por lo que termino tapándome la boca con ambas manos. Ella sonríe cuando ve que ha logrado su objetivo y casi de inmediato comienza a penetrarme repetidamente pero a una velocidad increíblemente intensa. Siento mi vientre comenzar a tensarse y mi ritmo cardiaco incrementar.

 

 

Me refiero a que ella es increíble ¿saben? Es jodidamente perfecta en todos y cada uno de los sentidos posibles. Y es que si empiezo tan solo por su aspecto físico ¡qué barbaridad! 

 

Tiene un par de hermosos ojos negros, tan profundos como la noche y su cabello ¡Dios! Su cabello es tan suave como la seda. Amo cepillar esos largos mechones oscuros y trenzarlos antes de ir a dormir. 

Sus labios, esa fracción de rosada y bien contorneada piel que hace maravillas cuando me besa, resalta sobre su blanca y perfecta piel, digna de ser envidiada por muchas. Su figura está llena de increíbles curvas y atributos naturales que la hacen físicamente más llamativa de lo normal, pero además de eso, tiene una mente brillante. 

 

Su forma de ver las cosas, a las personas y la vida en general superan lo cotidiano a la categoría de lo extraordinario.

 

 

Se me nubla el sentido bajo las caricias de sus hábiles dedos y siento mi pulso acelerado en mi entre pierna. 

Círculos que pierden su forma cuando ella entra y sale en repetidas ocasiones. Mis caderas se menean al ritmo que marcan sus dedos y mis pechos rebotan sobre su mano restante que intenta fallidamente tomarlos a ambos.

 

— ¡Me voy a correr! — grito ahogada cuando siento que ya no puedo más. 

— No todavía.

 

Me vuelvo a verla con dificultad por encima del hombro y ella me sonríe lujuriosa. 

 

En un movimiento veloz me gira, haciéndome quedar frente a su rostro. Se me hiela la espalda sobre el duro muro de cemento grisáceo y mi placer desaparece casi por completo debido a ello. Era lo que Renata quería lograr ¿me está torturando por no querer hacerlo anoche? 

 

Abro los ojos cuando siento que he recuperado el calor de mi cuerpo y me estrello en ese par de grandes y redondos ojos cafés oscuro, casi negros. 

La miro directamente y entiendo, aunque no lo dice, sé lo que quiere. Lo pide con la mirada.

 

— Si, hazlo — le digo entre cortada.

 

Ella sonríe victoriosa y se arrodilla frente a mí. 

 

Sin romper nuestro contacto visual mueve las manos con rapidez sobre mis muslos, bajando la ropa interior. 

Inhalo con fuerza cuando la veo subir la falda hasta mi cintura y cierro los ojos cuando por fin, su rostro desaparece entre mis piernas.

 

 

Cantidades enormes de increíbles, guapas y diferentes chicas de todas edades, tipos y tamaños, se le declaran día tras día. Sin embargo, Renata jamás se cansa de rechazarlas y decirme lo hermosa que soy, lo guapa e inteligente que me cree y sobretodo, lo orgullosa que esta de ser mi pareja. 

 

Nunca se lo he preguntado, pero muchas veces pienso que esta clase de comentarios solo me los dice con la intención de hacerme sentir mejor, para evitar que de esta manera sospeche de ella, de sus amoríos, de sus infidelidades… de su amor por mí.

 

 

— Mmm… me encanta tu sabor — su voz me hace abrir los ojos. La veo separarse de mí y un fino hilo de néctar me conecta a sus empapados labios — El olor de tu cuerpo es delicioso — la tensión en mi vientre incrementa cuando la veo llevarse la mano a la boca y lamerse lascivamente los dedos — Jamás me cansaré de esto, no importa cuanto tiempo pase — dice antes de probarme por segunda ocasión.

 

 

Supongo que puede aburrirse de mí, de la rutina de cada día y de los largos años que llevamos juntas. Aunque sea difícil de asimilar, tarde o temprano en cualquier tipo de relación llega la monotonía y no hay peor amenaza para el romance que eso. 

 

Sin embargo, Renata siempre tiene una sonrisa, un beso o una palabra cálida que ofrecerme ¿podría no haberse aburrido todavía? Me da miedo el simple hecho de pensar en la respuesta. 

 

Durante años he dudado y he estado inquieta, por cobarde. Por no tener el valor suficiente de afrontar las cosas y preguntárselo directamente. Por preferir cerrar los ojos en lugar de hablarlo. Finalmente hoy he desechado todo aquello que me frenaba antes y hoy será el día. 

 

Hoy encontraré el momento adecuado para preguntárselo como es debido.

 

 

Su lengua maestra hace movimientos que me empiezan a nublar el juicio, que me hacen perder la razón. 

Ella separa nuevamente el rostro y sus ojos se clavan en mis esmeraldas, mientras sus hábiles dedos regresan al juego, penetrándome repetidas veces.

 

— ¡Renata! — gimo y ella me mira excitada.

 

 

Afortunadamente, nunca la he encontrado en alguna situación que pueda atentar contra mis sentimientos. Jamás me ha herido y las pocas peleas que tenemos siempre se han sabido resolver con rapidez. 

Nunca he visto algún mensaje, llamada o actitud sospechosa en ella. Aunque es amable, atenta y servicial con todos, conmigo… no tengo palabras para describir lo increíble que es. 

 

Me lleva a todos los eventos del trabajo, a sus reuniones familiares y de amigos, Me presume con cada persona que se le atraviesa y nunca olvida un aniversario o mi cumpleaños. Cada mañana me llena de besos y abrazos, pero… ¿es ese un comportamiento normal? ¿O se trata de una actuación más?

 

 

Su lengua vuelve a torturarme, mientras sus dedos me humedecen en cada entrada y salida, haciéndome gemir cada vez más y más fuerte. Estoy cerca de ser liberada. 

 

Sonriente, ella se echa una de mis piernas por encima del hombro para tener mayor acceso a mi sexo y yo gimo cuando siento su lengua invadir de lleno la zona. 

Lame una y otra vez con delicadeza y maestría, mientras que sus dedos no pierden el ritmo y continúan su labor, imparables dentro de mí. 

 

Renata besa, lame y succiona por donde quiera que pasa y yo siento una carga eléctrica empezar a invadirme de pies a cabeza otra vez.

 

— ¡Ya casi! — digo y ella se incorpora con lentitud sin interrumpir mi creciente placer ocasionado por sus dedos. 

— Adelante nena — Renata mira embelesada el movimiento de mis senos y con la mano sobrante toma uno de ellos, apretándolo con fuerza y acercándolo a su boca — Córrete — su lengua lame la base de mi pecho hasta la punta, haciendo movimientos circulares alrededor de mi pezón e irguiéndolo como consecuencia — Córrete para mí — vuelve a decir y sus palabras parecen placenteras órdenes. 

— Re…n…ata… — susurro sintiendo que estoy por tocar el cielo.

Un poco más. Solo un poco.

 

 

Cuando estábamos en secundaria, ella pertenecía al grupo de chicas populares de la escuela. Mientras que yo pasaba la mayor parte del tiempo en el salón de Arte. Me gustaba dibujar, colorear, crear y transformar, era mi clase preferida. 

Noté su presencia cuando Julián, uno de mis mejores amigos de aquel entonces comenzó a obsesionarse con Renata.

 

“Tiene los mejores pechos del colegio.”

 

Solían decir la mayoría de los chicos, incluido él. 

Aunque yo no tenía mucho interés en los de mí alrededor, una vez que le eche un vistazo, jamás pude apartar nuevamente los ojos de ella. 

 

Era hermosa, brillante y alegre. Tan opuesta a mí…

Y pensar que fue esa la razón por la que se dio nuestro primer acercamiento.

 

 

Tengo ambas manos sobre su cabeza siguiendo el ritmo que marca mientras lame mis pezones. Aprieto con fuerza su larga cabellera negra y a ella parece gustarle. 

 

Repentinamente deja de juguetear con mis senos y me eleva una pierna para que la rodee por la cadera y lo hago. Me mira fijamente y correspondo a su profundo contacto visual. 

Sus dedos entran una vez más y salen con rapidez, manteniendo el ritmo en ratos y acelerándolo en segundos. Me siento caliente, más caliente de lo acostumbrado.

 

— ¡ Aaaahhh…!

 

Ahí está, estoy cerca, puedo sentirlo. 

Se me ha nublado el pensamiento y mi espalda comienza a arquearse. Clara señal de que no tardó en llegar al final. 

 

— Te amo — susurra ella a mi oído soltando una mordida sobre la piel desnuda de alrededor.

— ¡Mi…amor! 

Sus palabras me hacen reaccionar y mis piernas tiemblan. 

— Te amo tanto Luisa.

Mi cadera se menea con violencia cuando por fin me corro. 

Renata me sostiene con fuerza y un grito ahogado escapa de mi garganta cuando uno de sus dedos roza accidentalmente mi clítoris. Estoy muy sensible hoy. 

—¡Shhh! — susurra, callándome con un beso.

 

Aunque he alcanzado el orgasmo, Renata continua moviéndose en mi interior y la sensación es agotadoramente placentera. 

Su lengua se abre paso entre mis labios y me toma por completo con un simple toque, rosando su lengua contra la mía y haciéndome estremecer una vez más. Sus labios atrapan mi lengua y succionan con lujuria el suave músculo. 

 

Nuestras respiraciones calientes y saliva corriendo por nuestras comisuras, son incentivo suficiente para encender la chispa dentro de mi otra vez. Ella muerde mi labio inferior y por fin sus dedos salen de mí, gimo debido a ello. 

Decidida, intercambio los papeles pegándola de un giro contra la pared, sin romper el encuentro de nuestros labios. 

 

Es su turno.

 

Renata rompe nuestro profundo beso y yo me quedo embelesada admirando el hilo de saliva que se lleva con ella.

— Ya no hay tiempo amor — hace una mueca de decepción y un segundo después, suena mi reloj de mano. El descanso terminó — Ya es hora de volver — me dice — Lo dejaremos para más tarde.

— Está bien, lo anotaré en mi lista de pendientes — bromeo tratando de disimular mi decepción. 

Ella me lanza una mirada divertida y me vuelve a besar.

 

 

Un día la maestra de Artes decidió que debía juntar a la mejor y a la peor alumna de la clase. Si, Renata era terrible y yo brillante en la materia, por lo que fuimos elegidas como equipo. 

Tras esa brutal comparación, ella se volvió mi responsabilidad, ya que me fue asignada como alumna temporal. 

 

La chica estaba completamente perdida, incluso había reprobado los parciales y debido a eso, era mucho mas fácil que perdiera la materia, por lo que me vi forzada a cambiar ese hecho como delegada de la clase. 

 

Empezamos a pasar las tardes juntas, dibujando, coloreando y transformando cosas, practicando para nuestro examen final. Cada día había más risas y nuestra charla era mas fluida. Poco a poco, nuestras asesorías se convirtieron en algo más. Algo que empezó a calentar mi corazón.

 

Ella me llenaba de sonrisas, atenciones y palabras amables, mientras que yo le compartía mis secretos y mi amor por el arte. Renata siempre escucho atenta a cada palabra y fue ella quien nos hizo entablar una relación tan cercana y estable. 

 

Su mente libre y abierta a cualquier posibilidad, me hizo descubrir y reafirmar un lado de mi persona que no creí que pudiera existir y que aunque existiera, no sería bien visto por las demás personas: mi gusto por las chicas.

 

 

Diablos, sabía que pasaría esto. 

Eso nos ganamos por hacerlo durante el descanso. Estamos retrasadas y ella se ha quedado sin placer, en cambio yo… bueno, yo la he pasado genial. 

 

— No te preocupes — dice y me vuelvo a verla. Se está acomodando el cuello del vestuario negro que he intentado arrancarle hace unos minutos — Mas tarde puedes recompensarme — guiña un ojo juguetona. 

— Lo haré. Has estado increíble — ella me sonríe orgullosa por el cumplido.

 

De pronto, parece más animada que antes. Se acerca para ayudarme con los botones de la camiseta. Me acomodo las medias para que queden alineadas y enseguida me bajo la falda, acomodándola sobre mi cadera. Sacudo mi cabellera rubia y me percato de que Renata me está mirando. 

 

— ¿Te pasa algo? — le pregunto acercándome y acomodando su flequillo con gentileza. 

— Pasa que me encantas — responde hablando bajo y yo sonrío. 

— Y tú a mí — ella corresponde al gesto. 

 

Revisa que todo lo de su vestuario esté en orden y una vez que parece así, gira la perilla de la puerta del camerino, lista para regresar con el resto.

— Espera — digo deteniéndola. 

 

Ella se vuelve a verme por encima del hombro y yo elevo la mano hasta su perfecto rostro.

— ¿Qué pasa? 

— Tienes algo en… bueno… — enmudezco y decido pasar el pulgar por la comisura y luego por debajo de su labio inferior, retirando rastros de mi néctar. 

Le enseño el pulgar y ella sonríe. 

— Me encanta tu sabor.

 

Me toma la mano y se mete el dedo a la boca, lamiendo y limpiando el mismo. Mi cuerpo reacciona a su roce, encendiéndose una vez más. Ella sonríe divertida al ver que soy materia dispuesta.

 

—Será más tarde.

Accedo a sus palabras tratando de reprimir mis deseos.

 

Salimos del camerino a toda prisa. 

 

Renata se despide lanzándome un millón de besos al aire mientras se aleja por el pasillo derecho, tiene que volver con sus compañeros. Yo por el contrario, debo ir a la izquierda, hacia el salón de belleza.

 

— ¡Luisa, trae las paletas con polvos compactos y las brochas para maquillaje espeso! — grita Carla, mi jefa, cuando me ve entrar a la habitación. 

— Enseguida.

 

 

Ninguna había tenido novia antes, un par de novios tal vez, pero ¿con una chica? No teníamos experiencia alguna. Con tan solo doce años en aquel entonces, no podíamos estar tan enteradas sobre cómo funcionan las relaciones entre chicas, por lo que tuvimos que aprender juntas. 

 

Al principio solo eran besos, caricias superficiales y palabras llenas de miedos e inseguridades, pero el tiempo cambió las cosas. Renata comenzó a dejar los grupos de chicas populares con tal de prolongar nuestros encuentros y aunque tuvo problemas y reclamos por ello, siempre me defendió de todos. 

 

Más adelante desarrolló una habilidad increíble dentro de la rama del arte: actuar. El teatro se volvió parte de su vida. Obra tras obra. Personaje tras personaje. Todos los encarnaba perfectamente y yo le ayudaba a practicar la mayor parte del tiempo. Hasta que por fin, tal y como lo esperaba, consiguió el papel principal en la obra más importante de la escuela.

 

“Esa chica está enamorada de ti Luisa”

 

Comenzaron a decirme en el colegio, antes de que decidiéramos formalizar nuestra relación.

 

“Siempre está viéndote. No te pierde de vista”

 

Pero ellos no lo notaban. Algo que a sus ojos era invisible: el hecho de que esto era algo mutuo, que se trataba de un amor correspondido.

 

 

Me he retrasado gracias a Renata. Si tan solo ella no hubiese insistido tanto en hacerlo durante el descanso, tal vez no estaría en este aprieto. 

Llevo mi maletín de maquillaje completo, junto a los utensilios para el pelo y las uñas. Camino a toda prisa. Tengo a un grupo de 20 chicas esperándome en la entrada del teatro. Todas aprendices, todas con la misma ilusión que yo: embellecer y transformar a otras. 

 

Miro mi reloj de mano y acelero el paso. Ya es hora.

 

 

Llegué a pensar que tendríamos problemas en el colegio debido a nuestra relación amorosa, sin embargo fue todo lo contrario. Nos volvimos la pareja más popular durante la secundaria, la preparatoria y también en la universidad. No hubo oposición por parte de nuestras familias y tampoco dentro de nuestros grupos sociales. 

 

Todo se dio tan fácil, tan increíblemente bien entre nosotras dos que, llegue a pensar en que algo debía estar mal. Era demasiado bueno para ser verdad, Renata era demasiado buena para alguien tan simple como yo.

 

 

— Brochas, pestañas postizas, extensiones, labiales, corrector, base liquida, maquillaje en polvo… — repito en voz alta la larga lista de materiales que deben traer siempre mis aprendices — Son cosas que no pueden faltar en su maletín. No sabemos lo que la clienta pueda necesitar. Debemos estar bien equipadas ¿entendido? 

Miro severa a cada una de ellas. Algunas me miran con seriedad, otras con aburrimiento, pero la gran mayoría reflejan emoción, admiración y respeto.

 

Aunque soy joven, a la edad de 24 años he tenido una privilegiada carrera como maquillista profesional. He tenido el honor de trabajar con artistas, modelos y actrices bastante reconocidas dentro de la industria, tanto de cine, como de teatro. Entre mis clientas principales se encuentra Renata Castrejón, mi mejor amiga, compañera de piso, novia, pero por sobre todo, el amor de mi vida.

 

— Iremos hacia la parte trasera, cerca de los camerinos — anuncia Carla dirigiéndose a las novatas, y yo asiento corroborando el dato. 

— Por aquí chicas.

Empiezo a caminar, guiando a las menores hacia nuestra área de trabajo designada.

 

 

Cuando entramos juntas a la universidad, Renata ya era bastante conocida debido a las obras de teatro en las que participó en nuestros anteriores colegios, por lo que no pasó mucho tiempo para que nos volviésemos la sensación del lugar. 

 

Nuestra pareja estaba conformada por la tímida chica introvertida y reservada que estudiaba pintura. Y si, estoy hablando de mí. Yo era la ratita de biblioteca que siempre iba detrás de Renata, la popular y sensual chica que estudiaba artes escénicas.

 

 

— ¡Mira, es Renata! — escucho decir a espaldas mío. Es una de los aprendices.

 

Sonrío y me vuelvo a verlas. Ellas bajan la voz casi de inmediato, avergonzadas. 

 

— Hemos llegado — espeta Carla cuando todas estamos tras el telón.

— Si. Chicas ¿están listas para comenzar? — pregunto elevando la voz y todas asienten enérgicas — Perfecto. Permítanme un segundo.

 

Me alejo del pequeño grupo y camino hacia la famosa multitud de actores y actrices, los cuales se encuentran reunidos en el camerino principal. 

Toco la puerta y sin esperar una respuesta, decido entrar. Renata inmediatamente me nota, así que camina hasta mí. 

 

— ¿Qué tal las aprendices de hoy, preciosa? — pregunta dedicándome una amplia sonrisa. 

— Son muchas y bastante jóvenes. Algunas son admiradoras tuyas — le cuento y finge estar sorprendida — Las conocerás enseguida. ¿Ya están reunidos todos? 

— Parece que sí, nena. 

— De acuerdo. Entonces las traeré de inmediato.

Ella asiente y vuelve con sus compañeros sin despegar los ojos de los mí.

 

 

Durante nuestra última etapa como estudiantes, Renata se postuló como candidata para ser “Reina” de la universidad. Compitió contra varias chicas de nuestra rama y terminó siendo la ganadora para representar a la facultad de Artes. Logró competir y llegar a la ronda final, concursando contra las chicas de otras áreas. 

 

En ese entonces yo me dedicaba a los paisajes, así que la maquillista personal de Renata era una chica menor llamada Sonia. Era morena, de buen cuerpo y melena alborotada, bastante agradable a mi parecer. Sin embargo, el día de la coronación de Renata como “Reina“ Sonia simplemente desapareció y ninguna se volvió a dirigir la palabra jamás.

 

“Habló mal de ti“

 

 

Esa fue su respuesta a qué había pasado entre ellas.

 

“Dijo que merecía algo más que a una simple chica que pinta con acuarelas“

 

 

Vuelvo junto a mi jefa y el grupo de chicas.

Rápidamente las hago formar equipos de tres personas. Una vez integradas, las dirijo hacia los camerinos, en donde el grupo de famosos espera ser atendido. Cuando entramos a la habitación, Renata es de las primeras en acercarse a las invitadas y a mí. 

 

— Chicas, les presento a Renata Castrejón — ella las saluda amable y las novatas quedan embelesadas bajo su belleza — Como sabrán, Renata es la famosa actriz de 25 años, quien actualmente interpreta el papel principal de “Anastasia” en la obra de teatro “La flor y el Ruiseñor.”  

Todas me escuchan atentas, incluida mi novia. 

— Es un placer conocerlas — dice ella esbozando una amplia sonrisa para el resto — Será un honor trabajar con todas ustedes, señoritas.

Las tiene totalmente embobadas y yo sonrío orgullosa 

— Compañeros, acérquense por favor.

Renata llama al resto del elenco, en donde van incluidos algunos reconocidos actores.

 

Tras un par de saludos y bastantes emociones encontradas, el silencio reina por fin y yo decido tomar la palabra:

 

— La actividad del día de hoy será la siguiente, así que pongan atención.

Los ojos de Renata se clavan en mi por encima del resto.

— Un miembro de cada grupo sacará al azar un papel del interior de este bote.

Explico mientras elevo el objeto transparente de plástico y todos observan con intriga. 

— En el papel deberán encontrar escrito su número de equipo y el actor o actriz con el que trabajarán.

Escucho algunas expresiones de sorpresa y un par de risitas que decido ignorar. 

— También deberán ver el nombre de la maquillista profesional que asesorará y evaluará su trabajo en equipo, incluyéndome.

Un murmullo crece a mi alrededor y comienzo a perder la paciencia.

— Serán responsables de realizar el maquillaje que usará el elenco para la obra de hoy y… 

No puedo seguir hablando, están haciendo demasiado ruido. 

— ¡Shhhh! — Renata calla a la multitud.

Aprovecho para terminar de explicar la actividad.

— Tienen una hora y media para realizar el maquillaje y peinado, así que por favor, comiencen.

 

La multitud se distribuye y en cuestión de minutos empiezan a trabajar. 

 

Miro la lista de pendientes y agradezco que sea la última del día. Son las seis de la tarde y con esta función finaliza el itinerario de hoy. La obra de teatro empieza a las ocho. Tenemos tiempo. Suspiro aliviada y tras este, un beso en la parte trasera del cuello me hace jadear. 

 

Miro por encima del hombro y es ella. 

 

— Puedes ser demasiado estricta a veces — me mira de arriba abajo, jugueteando — Admito que eso me da muchas ideas.

— No empieces. Ve con tu equipo — la reprendo y ella sonríe.

— Ya estoy en el — me quedo incógnita a su respuesta y ella me muestra el papel que le ha sido entregado.

 

 

Equipo: 7

Actriz: Renata Castrejón (Anastasia)

Maquillista: Luisa Robles

 

 

Suspiro y ella se ríe. 

 

El trio de aprendices nos miran embelesadas. 

 

— Andando chicas, empecemos que se nos acaba el tiempo — las apresuro. El grupito se acerca y pone manos en marcha, mientras que yo comienzo a supervisar el trabajo que hacen bajo la perfecta piel que he recorrido incontables veces. 

 

 

Recuerdo la expresión de molestia en el rostro de Renata, más que molesta, parecía confundida y eso me aceleraba el corazón. Ella siempre ha sido leal a mí, me ha defendido y respetado incluso cuando estoy ausente. 

Sin embargo dese día, cuando el comentario de Sonia la hizo dudar por primera vez, me di cuenta de que tenía razón. 

Renata sin duda merece a una mujer que haga mucho más que seguirla a dónde quiera que va.

 

 

Veo al trío repartirse el trabajo con rapidez. 

Una se encarga de la cara, otra de las uñas y la tercera se encuentra preparando los materiales y utensilios para realizar el peinado. 

Son jóvenes, deben tener alrededor de dieciséis o dieciocho años. Son listas, ya que pese al corto tiempo que les he otorgado para realizar la actividad, su organización les facilitará mucho las cosas.

Hasta el momento no han necesitado mi ayuda, por lo que decido quedarme muda y seguir observando.

 

 

A petición de Renata, esa tarde tuve que reemplazar el lugar de la maquillista ya que no tuvimos tiempo de encontrar otra. 

Recuerdo lo nerviosa que estaba. Faltaban tan solo treinta minutos para su presentación y yo tenía miedo de arruinarlo. Nunca había hecho algo así. 

 

Recuerdo que Renata me tomó el rostro y plantándome un suave beso en los labios me devolvió toda la confianza que había perdido en un segundo.

 

“Puedes hacerlo preciosa, imagina que soy un paisaje más“

 

Tras esas palabras, mi pincel se volvió una brocha, mis acuarelas se hicieron base liquida con polvos compactos y el lienzo se transformó en una lisa y suave piel con profundos ojos oscuros. Y pinté. 

 

Pinté, como mejor sabía hacer.

 

 

Estas chicas hacen un buen trabajo.

 

El maquillaje que han elegido es sutil, pues resalta la pálida piel de Renata y el labial rosado que le han colocado definitivamente se ve muy natural, enmarca sus finos labios y contrasta con el vestuario. 

Ella ha tenido la vista clavada en mí desde el principio. Me come con la mirada y yo le sonrío en escasos momentos. 

La chica morena se coloca detrás de mi novia y comienza a tomar secciones de su largo y oscuro cabello. Ahora van con el peinado, me pregunto ¿qué estilo elegirá el equipo?

 

 

“Brillante, increíble, maravilloso“

 

Recibimos miles de elogios cuando terminó el concurso. 

Renata subió su popularidad como actriz tras ganar la competencia y convertirse en reina de la universidad y yo recibí muchas propuestas para trabajar como maquillista profesional dentro y fuera del campus. 

 

Desde entonces me dedico al arte de maquillar, a la profesión de plasmar mis ideas, colores y formas en el rostro de las personas. Sin embargo, fue también ese día cuando decidí que no permitiría que nadie más tocara su rostro. 

 

Puede sonar un tanto posesivo, pero Renata se volvió mi lienzo favorito para pintar.

 

 

Han elegido una media coleta, atándola con un lazo rosado que va a juego con el maquillaje de esta noche. También decidieron rizarle un poco las puntas del cabello y el flequillo, se lo han dejado suelto.

¡Fenomenal! Estas chicas serán incluso más buenas en el futuro.

 

— ¿Y bien? ¿Cuál es tu puntaje? — miro a Renata y se ve hermosa. 

— Felicidades chicas, han hecho un gran trabajo — ellas me miran aliviadas y yo les hago entrega del papel con un total de diez puntos, la calificación más alta. 

 

Las aprendices agradecidas, corren hacia el resto de los equipos que también han terminado con su labor e intercambian risas, palabras y otro par de cosas que la silueta de Renata me impide seguir viendo. 

 

— Así que ¿10 puntos? ¿Tanto te gusto su trabajo? — la miro de pies a cabeza para corroborar que he dado una calificación justa.

— Sí, creo que para ser primerizas lo han hecho bastante bien ¿no piensas lo mismo? 

Ella asiente y vuelve a hablar.

— Pero, sin duda tu eres la mejor. Justo ahora me siento un poco espesa de la cara — ella hace muecas que me causan gracia — Me han puesto bastante polvo compacto, me siento de cartón.

— Lo sé cariño, pero son principiantes. Su objetivo era evitar brillos en zonas inadecuadas.

— Entiendo el punto. Me has enseñado bastante sobre eso, mi amor. 

Una amplia sonrisa se dibuja en sus labios y yo correspondo. 

— ¡Atención! ¡Llegó la hora! 

Grita uno de nuestros superiores, captando la atención de todo mundo detrás del escenario — Empezamos en quince minutos ¡prepárense!  

— ¡Si, señor!

 

La multitud comienza a disiparse y su melodiosa voz, inunda una vez mas mis oídos.

 

— Tengo que dejarte, amor.

 

Me vuelvo a verla y su boca me toma por sorpresa, plantándome un suave pero pasional beso en los labios. Casi al instante, escucho al grupito de chicas exaltarse a espaldas nuestro.

 

— Te veo después de la función —  ella rompe nuestra unión y girando sobre sus talones emprende camino. 

 

Me quedo sonrojada mirándola desaparecer en la distancia. 

Aunque han pasado años desde que estamos juntas, sus inesperadas acciones siguen sorprendiéndome en momentos así. La miro de arriba abajo y un suspiro escapa de mi boca. 

Las voces a penas audibles de nuestras espectadoras me hacen verlas por encima del hombro. Están sonrojadas mirándome con cierta emoción y expectativa en los ojos. 

Les sonrío y el murmullo entre ellas crece aún más.

 

 

Me gusta maquillar, pero me gusta más poder trabajar cerca de Renata, con ella y para ella. Tal vez parezco una mujer de pocas ambiciones en la vida. Alguien sin ninguna meta o plan a futuro, pero estar a su lado es suficiente para mí. 

Ahora que lo pienso, no sé qué opina ella sobre esto, nunca se lo he preguntado. Tampoco entiendo si decidí dedicarme a maquillar por pasión o por mera inseguridad, por miedo a perderla. 

El temor de imaginar que alguien como Sonia quiera ocupar mi lugar de nuevo y que esta vez Renata no ponga resistencia, me aterra.

Sabía que si aceptaba este trabajo pasaríamos la mayor parte del día juntas ¿por eso acepte? ¿Por ella? ¿Por simples celos y posesión?

 

 

Las luces se apagan y el escenario cobra vida. 

Hace ya media hora que las chicas tomaron asiento entre el público y la obra de teatro comenzó. 

Creo que la he visto alrededor de unas diez veces, me sé incluso los diálogos de cada personaje, la música y el final de la historia. Sin embargo es a ella a quien podría ver toda la vida. 

Amo la sonrisa que tiene cuando está sobre el escenario, cumpliendo su sueño.

 

— ¿Qué tal estuvo? — pregunta Renata cuando hemos vuelto al camerino.

— Muy bien. Creo que cada vez interpretas mejor a Anastasia — respondo y ella me sonríe radiante. 

— Me alegra oír eso — suspira — Lamento que tengas que verla tantas veces, debe ser aburrido para ti.

Balbucea mientras comienza a quitarse el vestuario y yo le ayudo desatando los lazos en la parte trasera del vestido. 

— Nunca ha sido aburrido y no creo que lo sea algún día — afirmo con seguridad.

Renata se vuelve a verme por encima del hombro y yo le sonrío. Ella se gira por completo y me planta un beso en los labios.

— Es un alivio saberlo.

 

El silencio reina a nuestro al rededor. 

Estoy por desatar el ultimo cordón del vestuario, pero justo antes de hacerlo, decido que es el momento indicado para reavivar la platica y que mejor, que hablando sobre ese tema. 

 

— ¿Puedo hacerte una pregunta? — suelto de repente sin poder contenerme por más tiempo.

— Las que quieras.

Responde en un suspiro cuando logra sacarse la última prenda, quedando frente a mis ojos solo en ropa interior.

— ¿Nunca te cansas de mí?

La miro en silencio y noto que se queda quieta un momento. Luego ladea la cabeza mirándome fijamente, con los ojos llenos de seriedad. 

— ¿Por qué debería cansarme preciosa?

Su respuesta es otra pregunta. No lo esperaba.  

— Me refiero a que si nunca te cansas de que te siga a todas partes, de que trabajemos juntas a diario — suspiro tratando de serenar mis desbordantes ganas de llorar — ¿No te cansas de verme todo el día, de que no tenga otra ambición más que estar contigo? — ella me mira boquiabierta — Sabes que soy maquillista por ti y que si obtuve este empleo también fue por ti — sus ojos se abren de par en par y sus labios dibujan una fina línea horizontal. Esta molesta.

— Luisa — dice mi nombre con disgusto — Tal vez nunca te has dado cuenta, pero la que te ha seguido toda la vida siempre he sido yo — me mira dibujando ahora una tierna sonrisa — Trabajar y estar contigo todo el día es la segunda mejor cosa que me pudo pasar.

— ¿La segunda?

— La primera fue conocerte — ella se acerca y besa mi frente.

— Renata…

— Y si hablamos de ambiciones, entonces compartimos la misma. Lo único que quiero es estar contigo, con nadie más — me toma el rostro con ambas manos y clava su negra noche en mis esmeraldas — Obtuviste este empleo por tu talento, porque la gente supo descubrir en ti lo que yo veo: dedicación y amor por lo que haces. Y al mismo tiempo, tú exploraste otra rama del arte que no conocías y que te gustó con el pasar de los años — la escucho atenta y ella habla con seguridad — Maquillar a otros es transformar, crear y regresar o acelerar el tiempo a través de tus manos y de tu mente. Eso es lo que siempre has amado hacer desde que te conozco Luisa, por eso estas aquí. No por mí.

 

La miro perpleja, Renata siempre tiene una respuesta para todas mis dudas. Sabe elegir las palabras exactas para tranquilizar mi alma, mi mente y mi corazón. Sin embargo, esta duda, este actual sentimiento de estar sobre la cuerda floja, no cesa. No todavía.

 

— Pero tu… — carraspeo, liberándome de su cariñoso agarre — Tú mereces a alguien mejor que yo.

 

Y lo suelto, por fin digo aquello que me ha mantenido despierta infinidad de noches. Aquello que me ha atormentado cada vez con más frecuencia desde los últimos años. 

 

— ¿Alguien mejor? — repite ella mirándome consternada. 

— Sí. Necesitas a alguien de tu nivel — no puedo mirarla por más tiempo, así que hablo mientras comienzo a deambular por la habitación, nerviosa — A una persona que te apoye y te motive a mejorar, que te impulse a seguir adelante. Alguien que te haga vibrar y vivir nuevas cosas, alguien…

— Luisa… — susurra totalmente abatida — ¿Ya no me amas? 

Su pregunta me toma por sorpresa, pero logro reaccionar con rapidez.

— ¿Qué? ¡Claro que te amo!

— Entonces ¿a qué viene esto? Esta repentina charla… — ella suspira y por su mirada noto que está totalmente perdida — ¿No quieres estar conmigo? ¿Hice algo para que te molestaras? ¿Hay algo que… ?

— ¡Nada! — grito — Tú no has hecho nada Renata. 

— Entonces ¿qué pasa? ¿por qué? No lo entiendo. Creí que nos amábamos.

— ¡Y lo hacemos! 

— ¿Entonces cual es el problema?

— ¡No lo sé! — exploto con desesperación al borde del llanto — Soy yo, simplemente no sé … últimamente estoy insegura, temerosa de… — trago saliva tratando de reprimirme. 

— ¿De qué mi amor? — ella inmediatamente recorre la habitación y se planta frente a mí con ese rostro preocupado — Sabes que puedes decírmelo. Cuéntame ¿qué te pasa?

 

Ella me sostiene con ternura y un dolor sube desde mi pecho hasta la garganta. Contengo las lágrimas un poco más y decido que es mejor decirlo de una buena vez.

 

— Tengo miedo de perderte — carraspeo llena de nervios — De que conozcas a alguien más, de que te aburras y decidas dejarme por otra persona que te llene, que te de todo aquello que yo no he podido darte. 

— ¿Y qué podrían darme otras que no me hayas dado tú? — me toma del mentón y su mirada fija al preguntar, aceleran mi palpitar. 

— No lo sé, tal ve…

— Nada, esa es la respuesta. No hay nada que no me hayas dado tú — interrumpe — Tengo todo lo que siempre he deseado contigo — sus ojos examinan con rapidez mi rostro y yo siento que las piernas me tiemblan — Amor, cariños, risas, juegos, una excelente compañera de trabajo y buen sexo.

Tras la última frase, ella suelta una risa traviesa y yo bajo la mirada avergonzada.

— Hablo enserio, después de todo eres mi mejor amiga y mi novia. No te cambiaría por alguien más preciosa. Así que, respondiendo a tu pregunta de si me canso de ti. No, jamás podría hacerlo. Eres mi adoración. 

— Pero Renata… con lo increíble que eres cualquiera caería rendida ante ti.

— Solo me interesa que caigas tú — ella me da un breve beso en los labios y continua hablando — Créeme cuando te digo que no eres la única temerosa. Yo también me pongo como una loca cuando te pienso en brazos de alguien más — la miro sorprendida pero no logro articular palabra alguna — No dudes de ti misma y no dudes de mí. No dudes de lo nuestro, por favor.

 

Renata habla demasiado seria y creo que es la primera vez que noto esa expresión en su rostro, ya que por lo general siempre esta bromeando.

 

Con sus ojos puestos sobre los míos me siento repentinamente tranquila, segura. Ella siempre hace desaparecer mis inseguridades. No importa que tan terca y obstinada me ponga, Renata jamás pierde la paciencia.

 

Suspiro aliviada y sin poder decir algo más sobre el tema, finalizo la conversación.

 

— Ven aquí, tengo que desmaquillarte. 

 

La tomo suavemente por la muñeca y la dirijo hasta el sillón. Ella me sigue silenciosamente. La suelto para ir por mis instrumentos de trabajo y de reojo veo que se sienta obedientemente sobre el mueble para tres personas de su camerino. Regreso y me coloco a un costado para después, abrir el enorme maletín de cosméticos.

 

Tomo un algodón y humedeciéndolo sobre el líquido desprendedor de maquillaje, empiezo a deslizarlo con cuidado sobre la piel que tanto adoro. Renata tiene los ojos cerrados y conforme la pintura desaparece de su rostro, más bonita me parece. 

Tomo un segundo algodón y vierto más líquido en él. Debo dejarla impecable. 

 

Ella abre repentinamente los ojos y me mira, helando por completo mis movimientos. 

 

— Te amo — mi palpitar enloquece a efecto de sus palabras — Nunca dudes de ello.

— También te amo — respondo bajamente — No dudo, ya te lo dije. Es solo que…

 

Repentinamente Renata se lanza sobre mi cuerpo, haciéndome caer de espaldas al sillón y casi al mismo tiempo, escucho el bote con el líquido desmaquillante chocar contra el suelo. Cuando abro los ojos ella está sobre mí y su expresión, congela mi corazón. 

 

— Tú me has cambiado desde el primer día — comienza a decir — Tus comentarios inteligentes, tu forma de hablar sobre el arte, el sonido de tu voz y la inusual belleza que posees. Todo eso y más fue lo que me atrajo a ti, Luisa — ella permanece sobre mí y el olor a su perfume de cereza me invade por completo el olfato. 

— En realidad fue gracias a Claudia, la maestra de Arte — comento sarcástica tratando de borrar su afligido semblante y funciona, ella sonríe. 

— En parte, pero yo te había echado el ojo desde antes de que tu notaras mi existencia. Abro los ojos de par en par mientras frunzo el ceño, exigiendo con eso una explicación sobre lo que acaba de decir.

— Pertenecía al grupo de chicas populares ¿no? — pregunta con astucia poniendo a prueba mi memoria. 

— Imposible olvidarlo.

Pongo los ojos en blanco y Renata se ríe.

— Bueno, era parte del papelón conocer a la mayor cantidad de estudiantes posibles, ya que eso incrementaba nuestra popularidad individual como integrantes del grupo — dicho esto esboza una corta sonrisa y vuelve a hablar — Antes de coincidir en la clase de Claudia, yo ya te había visto en la biblioteca un par de veces y también en la cafetería. Intenté hablarte en ocasiones pero estabas bastante entretenida pintando en esos cuadernillos de bocetos — ella hace una mueca de desaprobación — Admito que eso era algo que no entendía sobre ti en aquel entonces. 

— ¿Y ahora lo entiendes? 

— Más de lo que crees — responde sonriente — Cuando la maestra de Arte nos asignó como equipo de recuperación no podía contener mi alegría. 

— ¿Por qué? — la interrogo llena de curiosidad. Ella jamás me había contado esto. 

— Porque sabía que sería la oportunidad perfecta para conocerte.

Se recuesta completamente sobre mí, mirándome con profundidad.

— Me gustabas.

— ¿Yo? ¿Enserio? Pero había miles de chicas que…

— Siempre has sido hermosa Luisa — me deja muda — Es cierto que estábamos en una escuela donde las chicas bonitas sobraban pero, la mayoría eran materialistas y superficiales, mentes vacías e ilógicas que me aburrían desde el primer momento. 

— Solo una parte de ellas ¿qué pasa con las demás? 

— Las demás no eran tú.

Sus palabras me hacen tragar saliva y no logro despegar mis ojos de los suyos 

— Aunque no habíamos hablado nunca, siempre te tenía en la mira.

— Vaya, eso suena bastante acosador Renata.

Ante mi reacción, ella suelta una fuerte carcajada.

— Lo era, pero me gustaba verte — admite. 

Le dedico una sonrisa tímida y a cambio recibo un corto beso en los labios. 

— Me era suficiente con escucharte hablar a lo lejos y ver tus esfuerzos por querer pasar desapercibida entre las demás. Me sorprendía lo lista que eras en clases aún sin poner atención ya que pasabas todo el rato dibujando en las libretas — ella sonríe mientras relata y su mirada brilla — No lo vi venir, y un día mi interés por ti había crecido tanto que ya quería conocerte, cruzar palabras e intercambiar números telefónicos. El único problema era que no encontraba la forma. No me notabas.

— ¿Quién lo diría? Renata, eras toda una acosadora.

Ella se vuelve a reír de mis palabras y yo sigo sin creer lo mucho que aprendió sobre mi únicamente observándome a diario. Es entonces que recuerdo que…

— Yo también te miraba en ocasiones — le digo sincerándome también.

— Lo sé, pero eso empezó hasta que gane tu atención.

Arqueo una ceja extrañada y ella esboza una orgullosa y amplia sonrisa, pero no dice nada, así que decido preguntar.

— ¿De qué hablas? – 

— Sabía que nunca lo notarias.

Tras sus palabras, repentinamente se incorpora levantándose del sillón y camina hasta el pequeño refrigerador de la habitación. 

— ¿No me vas a decir? — digo presionando intrigada. 

— No.

Responde sin dudar mientras se inclina para sacar algo del interior del mueble de metal. 

— ¿Por qué no? — me levanto y camino hasta dónde ella se encuentra bebiendo agua de una botella de plástico. 

— Gánatelo.

Su negra noche me mira desafiante y yo suspiro. No pienso seguirle el juego.

— Dame — señalo la botella con líquido y ella arquea una ceja decepcionada por mi forma de evadir su indecente propuesta. 

Sin decir nada, vuelve a beber de la botella ignorándome por completo. Veo el líquido disminuir poco a poco dentro del recipiente transparente. 

— ¿Realmente no piensas dejarme ni un poco? — pregunto cuando el plástico está casi vacío. Ella sigue bebiendo sin importarle lo que digo — Bien, entonces sacaré otra botella —balbuceo fastidiada, ya que Renata no suele ser así.

 

Estoy por inclinarme para buscar dentro del refrigerador, cuando de repente ella me toma del hombro. Me vuelvo a verla y sé por su mirada que quiere seguir con el juego. 

La desafío observándola fijamente un par de segundos y una sonrisa traviesa se dibuja escasamente en sus labios. Es hasta entonces que me doy cuenta: estoy en problemas. 

 

Trato de escapar de su agarre pero es demasiado tarde. Me pega contra la pared y sus labios se unen a los míos en un encuentro brusco, besando y vertiendo el frío líquido en mi boca. Trago con dificultad y siento correr agua por la comisura de mis labios cuando su lengua entra, estremeciéndome por completo. 

 

— ¡Mmmhph!  

 

Quiero que se detenga pero es increíblemente refrescante, placentero, sus labios son adictivos. Siempre es igual. 

Aunque he ingerido toda el agua, ella no para, sigue besándome con lujuria, succionando, mordiendo y lamiendo. 

 

— ¡Renata! — forcejeo hasta que logro romper el beso. Ella me mira con los ojos llenos de diversión. 

— ¿En serio no quieres saber que tan mala era en Arte? 

Su pregunta me deja perpleja, pero respondo con rapidez. 

— Eras pésima, eso lo recuerdo muy bien.

Ella sonríe, dejándome aún más confundida. 

— Tal vez eso te hice creer a ti y a la maestra.

 

 

CONTINUARA…

Notas finales:

Espero les haya gustado! No olviden comentar para saber si les gusto y si quieren que escriba mas historias como esta haganmelo saber <3


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