TORPEZA
Para su sorpresa esos labios eran más demandantes de lo que pudo haber imaginado; con torpeza se cerraban alrededor de su boca en un intento de imitarlo. Al igual que sus propios deseos, esos labios trataban de robarle el aliento, obligándolo a necesitar de él tanto como del oxígeno mismo.
Claro que Trafalgar Law no se iba a quedar atrás; como el ejemplo a seguir continuó con el voraz ataque, ahora, utilizando la lengua. Un gemido de sorpresa nació de esa agredida garganta al sentir el nada sutil roce húmedo. Como supuso el ojigris, fue correspondido de la misma manera; bueno, casi igual, el movimiento de la inexperta lengua era torpe, pero decidido. Tan atrayente como excitante.
Las letras tatuadas bajaron por la cicatriz del pecho que tembló a causa del nerviosismo. «Tranquilo» se escuchó decir, quería verlo paralizado a causa de su calor, no por el miedo que pudiera infundirle. Law, por un momento, no reconoció su voz que exhalaba tanta pasión y que acentuaba la lujuria de su propio cuerpo. El asentimiento de parte del chiquillo no se hizo esperar y siendo tan torpe como solo un virgen puede ser, trató de imitar la misma caricia, solo que en su caso fue por los intrínsecos tatuajes; la caliente y firme piel que envolvía los duros músculos era un contraste para sus callosos dedos, jamás creyó que ese roce simple y franco acentuara su respiración… ambas respiraciones.
—Mugiwara-ya… —Nuevamente la voz cargada de promesas.
Luffy encogió los dedos de los pies al escuchar su nombre de forma tan mágica; el ojigris hablaba de tal manera que su corazón saltaba y tenía que hacer un intento de tragar saliva para evitar que saliese disparado. El pequeño decidió dejar de ver los tatuajes y levantó la mirada para perderse entre la profundidad de sensaciones que esa boca entreabierta adornada con los sensuales labios le susurraba; paseó los dedos por esa sensualidad, quedó embelesado al ver como la lengua salía a jugar y se entretenía lamiéndolo, tibia, carnal. Subió un poco la vista hasta los ojos grises, su instinto de supervivencia le gritó alarmado que sería devorado.
Las promesas que le ofrecía ese hombre tatuado eran convertirlo en su presa; ser masacrado por los ataques de insana perversión de ese par de ojos mientras que su cuerpo convulsionaba entre espasmos de placer. Luffy intuyó que su corazón sufriría incontrolables agresiones hasta derretirlo y convertirlo en un flagelante cuerpo ahogado en pasión. Torpe en sus acciones, pero seguro del resultado, Luffy no solo se dejaría masacrar, él también podría obligar a Torao a caer juntos, pedazo a pedazo, hasta hacerse uno mismo.
Trafalgar Law se sabía derrotado; ante la torpeza de esa seguridad no podía hacer nada, sin embargo se defendería hasta el último minuto: con cada roce de su cuerpo, con cada uso de su boca, con las diestras letras tatuadas, con los embates de su lengua, con las nada sutiles estocadas… pelearía con esas armas hasta el final para tratar de recuperar un poco del orgullo que esa estúpida torpeza le arrebató.