ENSEÑANZA
—Esto es un beso… —dijo con ese tono de voz característico de un maestro a su alumno.
El pequeño recibió el beso, al principio tan alegre como si de un dulce se tratase, conforme aumentaba la presión de los labios y la necesidad de más aire la alegría pasó a un estado de alerta. Eso se había sentido muy bien.
—Esto es una caricia… —el tono de voz dejó de ser profesional y ahora resultaba en la desfachatez de un hermano mayor para con su hermanito.
Sentir las callosas manos recorriéndole el pecho fue electrificante. Jamás hubiera pensado que su hermano pudiera enseñarle cosas tan agradables.
—Esto es placer… —habló devorando el sexo despierto de Luffy.
Arqueó la espalda, demasiado para su cuerpo. Sentía que iba a explotar, cada célula de su ser se cargaba de una energía que lo haría estallar. Le dio miedo, le dio placer, le dio deseos de pedir más, le dio tantas sensaciones nuevas, todas al resguardo de los brazos de su hermano.
Sabo subía y bajaba mientras que los dedos de Luffy hacían un revoltijo con los rulos dorados. Se había empeñado en enseñarle a su querido hermano pequeño los caminos llenos de placer que el cuerpo brindaba. A él, solo a él, solo con él. Sintió la líquida presencia de Luffy llenar su boca en un contraste único como solo el pequeño podía ser: tan liberador como adictivo. Se separó observando el desastre que Luffy tenía por cara y se dispuso a hacer un desastre aún peor. Se acercó para besarlo, combinó fluidos y creó un manjar exquisito; rodeó la delgada cintura con las manos y viajó a su antojo por la piel marcada con la huellas de tantas batallas.
—Esto es la gloria… —dijo introduciendo un dedo, buscando aquel lugar que llevaría a su hermanito al paraíso; necesitó dos dedos más para encontrarlo. Luffy jadeaba, gritaba y se retorcía sin control, era una maraña de sensaciones, una tras otra se agolpaban en su cuerpo, mente y alma. que no alcanzaba a distinguirlas ni procesarlas; Sabo le enseñaba cosas que no comprendía y, sin embargo anhelaba.
—Este soy yo… —se introdujo con lentitud, sin hacer daño, sólo provocando placer. Luffy lo sintió en cada centímetro de su interior; se abrió para dejarlo entrar no solo físicamente, su corazón a la par lo recibía llevándolo al límite de su propio placer.
—Esto es amor… —confesó mientras embestía con una fuerza cada vez superior; veía como su pequeño hermano se derretía ante la profundidad de su sentimiento. Cuán feliz estuvo al decidir enseñarle lo que su amor era capaz de ofrecerle, llevándolo por caminos de lujuria y pasión.
—Sabo… —susurró al momento de tocar el cielo. Lo aprendido ese día quedaría tatuado en su alma, y en definitiva ansiaba que Sabo le enseñara todos y cada uno de los senderos que ahora recorrerían juntos. Tal vez no sea un buen aprendiz, pero tenía un magnífico maestro y ansiaba aprender de él, solo de él, nada más con él.