SUEÑO
Tuvo que estirar un poco el cuello para poder alcanzar esa tentadora boca; Sabo lo había sentado en la orilla de la cama y lo besaba de forma tan demandante que el pelinegro ansiaba estar ya dentro de él sintiéndolo hasta el último rincón de su cuerpo. Ace lo sujetó de las caderas masajeándolas por encima de la ropa. Qué estorbosa era, pensó en ello y la ropa desapareció. Ahora tenía a un Sabo completamente desnudo recostado en la cama y esperando por él.
Ace se acomodó entre sus piernas, las tomó de los muslos y las levantó para que su hermano le rodeara la cintura con ellas, acción que Sabo realizó friccionando ambos sexos despiertos y necesitados. Jadearon al unísono. Ninguno de los dos podía esperar más tiempo, se necesitaban con desesperación. Ace deseó sentir ya el delicioso orgasmo mientras que su nombre se combinaba entre los gemidos de su hermano. Pensó en ello y se perdió entre las sensaciones que el cuerpo de Sabo le brindaba al penetrarlo de manera tan salvaje.
De un segundo a otro el pelinegro tenía las piernas de su hermano en los hombros y su jadeante voz llenándole los oídos de promesas de amor teñidas de pasión. El clímax no tardó en llegar, una sensación tan fuerte y caliente que solo ellos eran capaces de crear. Aun así no era suficiente, Ace quería más, las ansias de poseer a su hermano no estaban saciadas. Pensó en ello y ahora era Sabo el que lo devoraba con frenesí. Mientras observaba a su hermano subir y bajar por todo su sexo, Ace lo tomó de los cabellos para marcarle un ritmo acelerado que lo llevara a sentirse en la gloría nuevamente. Cuando lo hizo, su querido Sabo no dejó escapar la más mínima gota y Ace por primera vez se sorprendió, el rubio jamás se lo tomaba.
Sin darle mayor importancia Ace anheló seguir con esa fantástica sesión de sexo. Pensó en ello y Sabo volvió a cambiar, ahora sentado a horcajadas encima del pelinegro y reanudando el movimiento de arriba hacia abajo, sólo que no era la cabeza sino el cuerpo completo. Ace lo masturbó hasta que su hermano alcanzó el clímax manchando todo su pecho con la blanca esencia. Ace pensó en cuanto amaba a su hermano y despertó.
Qué placentero y húmedo sueño.
El pelinegro se quitó de encima las sábanas encontrándose con un pequeño gran problema en su entrepierna; se limpió la baba que le había escurrido de la boca y se sentó en la cama. Recordaba con lujo de detalle cada apasionada fantasía de su más apasionado sueño y el asunto pendiente en su ingle se volvió más grande.
«Ni modo»
Sabiendo que a la mañana siguiente iba a ser regañado por no dejarlo descansar, Ace se inclinó para acariciar el cuerpo que tenía a su lado y besarlo con más pasión que en su sueño. Se deleitó ante el sutil gemido proveniente de esos labios que tanto se maravillaba al besar.
—Sabo… —susurró de manera sugestiva cuando el aludido despertó.