TORTURA
Sacó el miembro lentamente de su boca. Law intuyó que quería torturarlo, o más bien ya lo estaba haciendo. La morena mano se aferró al cabello en un vano intento por alejarlo y enterrarse por completo en su palpitante miembro. Pero el pelirrojo quería seguir torturándolo; sin importarle que sus cabellos fueran jalados, seguía lamiendo el miembro cubriéndolo con sus labios y arañándolo con los dientes; deseaba hacerle perder la razón antes de tomarlo, tarea tan sencilla para él o tal vez el moreno era demasiado caliente. Si era una u otra cosa, al pelirrojo le valía una soberana mierda, para él lo único importante residía en el placer que ambos disfrutaban.
Trafalgar quiso empujarlo de la cabeza para tener espacio suficiente y agacharse, pero tanto la boca insana, caliente y húmeda se negaba a darle mayor libertad como los dedos que lo dilataban con una rudeza estremecedora. Ese contraste lo mataba, lo dejaba en un estado de estupor tan placentero como tortuoso; la boca de Kid lo engullía con suma delicadeza utilizando la lengua en un cadencioso baile de toqueteos efímeros, más que mamársela parecía que lo acariciaba y le hacía el amor con la tibieza de su boca. Todo lo contrario a esos expertos dedos que lo abrían sin misericordia; con movimientos fuertes y bruscos parecía que ansiaba desgarrarlo y partirlo en dos, en un principio el escozor ardía de sobremanera hasta que Kid colaba ese pequeño movimiento que tocaba su punto máximo… y Trafalgar se encontraba en ocasiones cabalgando sus dedos. Un contraste que lo torturaba.
—Rápido… —jadeó continuando con su faena de alejar a Kid. Necesitaba tenerlo dentro.
—¿Rápido qué? —contestó mordiendo la ingle y los muslos—. ¿Esto? —preguntó aumentando la velocidad de los dedos y metiendo un cuarto dentro de aquel cuerpo.
Trafalgar se aferró a los hombros de Eustass y hundió la cabeza en esos cabellos de fuego, caería si no se agarraba fuertemente; Kid bien sabía como torturarlo. Al acostumbrarse un poco más a esa invasión extra, Law recorrió lentamente el cuello con las manos hasta llegar al mentón donde levantó un poco ese rostro poniendo a su disposición los finos labios que besó con demandante pasión. Jugueteaba con la lengua incitando a Kid a cazarlo, a perseguirlo y volverlo su fiel amante.
Kid sacó los dedos. Ese mal nacido de Trafalgar no jugaba limpio, pero ¿a quién engañaba? Él también necesitaba penetrarlo. Dejó libre a Law quien se agachó con premura y le ayudó al pelirrojo a desabrochar el pantalón, bajar el cierre y sujetar lo que tanto ansiaba dentro de sí. Glorioso.
Law se acomodó, pero Eustass lo tomó del trasero para detener la intromisión, bien sabía que el ojigris quería hacerlo con rapidez, empalarse hasta el fondo en un solo movimiento, no lo iba a dejar; se encargaría de hacerlo con lentitud, suave, frágil, hasta llevarlo al límite, al borde de esa muerte por el placer, para después con el salvajismo de su libido seguir torturándolo estocada tras estocada.